CAPÍTULO 2
El desconocido
no sólo no aflojó la presa implacable con que me mantenía sujeto en aquella oscuridad
abrasadora, sino que me pasó la mano por la espalda en un intento de aflojar la
rigidez de mis vértebras.
—Dios, no
sabes cuánto lo siento... —farfullé con los dientes castañeteando—. P-pensé que
eras mi novio.
—En este
momento, confieso que me encantaría serlo —repuso, con lo que me pareció un tono
casi compungido. Su mano subió por mi cuello y lo apretó con una delicada
presión, aliviando el calambre que había hecho presa en los músculos de aquella
zona — ¿Debería encender las luces?
— ¡No! —dije
al tiempo que lo agarraba por la muñeca.
Él se mantuvo
obedientemente inmóvil. Una sonrisa tiñó su voz cuando me preguntó:
— ¿Te importaría
decirme cómo te llamas?
—Sí, la verdad
es que me importaría muchísimo. Nada de nombres, ¿vale?
—Como
prefieras. —Me bajó de la mesa, agarrándome de las manos para que no acabara en
el suelo.
El corazón me
retumbaba en el pecho.
—No había
hecho algo así en toda mi vida —dije—. Me siento como... como si en cualquier momento
fuera a desmayarme o a ponerme a gritar o a...
—Preferiría
que no lo hicieras.
—Oye, de
verdad que no quiero que nadie se entere de esto. Ojalá ni yo mismo me hubiera enterado.
Ojalá...
—Hablas muy
deprisa cuando estás nervioso —observó él.
—Yo siempre
hablo deprisa. Y no estoy nervioso, sólo un poco alterado. Daría lo que fuese por
que esto no hubiera pasado. Me siento como uno de esos mensajes de error que te
salen en el ordenador cuando...
— ¿Un
cuatro-cero-cuatro, quizá?
—Sí. Esto es
todo un cuatro-cero-cuatro.
Él hizo un
ruidito de diversión.
—Tranquilo
—dijo, al tiempo que me atraía hacia su pecho. La proximidad de su cuerpo era tan
estimulante que no pude apartarme. Y su voz era tan persuasiva que hubiese
podido detener un rebaño en plena estampida—. Todo va bien. Tampoco es que haya
pasado nada, ¿no?
— ¿Verdad que
no se lo contarás a nadie?
—Claro que no.
Siwon me haría una cara nueva si llegara a enterarse.
Asentí, aunque
la idea de Siwon haciéndole una cara nueva a aquel tío resultaba de lo más risible.
Incluso a través de su esmoquin, yo sentía los contornos de un cuerpo duro y
lleno de fuerza, casi invulnerable. Entonces me vino a la mente la imagen de
aquel hombre al que había visto de pie en un rincón del pabellón, y abrí mucho
los ojos en la oscuridad.
—OH.
— ¿Qué pasa?
—Él había bajado la cabeza y su cálida respiración me removía el pelo en la sien.
—Te vi en el
pabellón, de pie al fondo. Tienes los ojos cafés, ¿verdad?
Él tardó unos
instantes en responder.
—Y tú tienes
que ser el padrino, ¿verdad? —dijo finalmente. No pudo reprimir una risita
irónica, un sonido tan delicioso que sentí un escalofrío—. Mierda. Eres un Kim,
¿verdad?
—No responderé
a esa pregunta si no es en presencia de mi abogado. —Traté de etiquetar todos
los matices de vergüenza y excitación que burbujeaban en mi interior. Su boca
estaba muy cerca. Quería disfrutar de una nueva dosis de aquellos besos
abrasadores. Pero aquella fragancia a especias y sol que emanaba de él... Nunca
había conocido a nadie que oliera tan bien—. Vale — dije con un temblor en la
voz—, olvida todo eso que he dicho sobre darnos los nombres. ¿Quién eres?
—Para ti,
encanto, soy una mala noticia.
Nos quedamos
callados, atrapados en un medio abrazo como si cada segundo prohibido hubiera
formado un nuevo eslabón en la cadena invisible que nos envolvía. La parte de
mi cerebro que todavía funcionaba me instaba a que me apartara de él lo más
deprisa posible. Y sin embargo me sentía completamente paralizado por la
sensación de que estaba sucediendo algo extraordinario. Incluso con todo el
estrépito que había fuera de la bodega, todos aquellos centenares de personas
tan próximas a nosotros, sentía como si me encontrara en un lugar muy lejano.
Él levantó una
mano hacia mi cara, y sus dedos me exploraron la curva de la mejilla. Levanté la
mano sin darme mucha cuenta de lo que hacía, y se la pasé por los dedos
buscando la dura banda de un anillo.
—No —murmuró
él—. No estoy casado.
La punta de su
dedo meñique encontró el borde del pabellón de mi oreja y lo resiguió delicadamente.
De pronto fue como si todo mi ser cayera en una extraña, deliciosa pasividad.
«No puedo hacer esto», pensé, mientras dejaba que él me atrajera más cerca de
su pecho y la suave presión de su mano apretara mis caderas contra las suyas.
Notaba la cabeza extrañamente pesada, y la eché apenas hacia atrás mientras él
pasaba los labios por el suave espacio debajo de mi mandíbula. Siempre he
creído tener mucho aguante para las tentaciones, pero era la primera vez que
sentía el tirón del deseo sexual en estado puro, y descubrí que no estaba
preparado para hacerle frente.
— ¿De quién
eres amigo? —me las arreglé para preguntarle con un hilo
de voz.
Lo sentí
sonreír contra mi piel.
—Yo más bien
diría que no le caigo demasiado simpático a ninguno de los dos.
—Dios. Te has
colado en la recepción sin haber sido invitado, ¿verdad?
—Cariño, la
mitad de las personas que hay aquí no han sido invitadas. —Pasó la punta del dedo
por uno de mis hombros, como si intentara tocarme la piel, y el estómago me dio
un vuelco de excitación.
— ¿Estás en el
negocio del petróleo? ¿O lo tuyo son los ranchos?
—Estoy en el
negocio del petróleo —dijo él—. ¿Por qué lo preguntas?
—Porque pareces
acostumbrado a hacer trabajos pesados.
Sentí que la
risa vibraba suavemente dentro de su pecho.
—Sí, lo cierto
es que me ha tocado ayudar a perforar unos cuantos pozos —reconoció. Su respiración
era como una cálida caricia sobre mi pelo—. Así que... ¿has salido alguna vez
con un obrero? Apuesto a que no. Un jovencito de familia rica como tú... seguro
que prefieres relacionarte con los de tu clase, ¿verdad?
—Para ser un
obrero, el esmoquin que llevas no está nada mal —repliqué——. ¿Es un Armani?
—Hasta los obreros
tienen derecho a acicalarse un poco de vez en cuando. —Me puso las manos a los
lados y sujetó el borde de la mesa—. ¿Para qué se supone que es esto?
Retrocedí unos
centímetros para preservar la pequeña pero crucial distancia entre los cuerpos.
— ¿La mesa de
catas?
—Sí.
—Se utiliza
para descorchar las botellas y servir las copas. En los cajones se guardan los accesorios
del vino. También solemos meter dentro un surtido de pañitos blancos que puedes
poner encima de las copas, para determinar con exactitud el color del vino.
—Nunca he ido
a una cata de vinos. ¿Cómo se hace?
Me quedé
mirando la silueta de su cabeza, ahora tenuemente visible entre la penumbra.
—Primero coges
la copa sosteniéndola por el pie, y luego metes la nariz dentro y aspiras el aroma.
—En mi caso,
eso significaría meter una buena cantidad de nariz.
Entonces no
pude resistir la tentación de tocarlo, y mis dedos subieron sigilosamente por
su cara para investigar la línea imperiosa de su nariz. Toqué la irregularidad
en el puente.
— ¿Cómo te la
rompiste? —susurré.
Un instante
después sentí el calor de sus labios en el canto de la mano.
—Es la clase
de historia que sólo cuento cuando llevo entre pecho y espalda unas cuantas copas
de algo más fuerte que el vino.
—OH. —Aparté
la mano—. Lo siento.
—No lo
sientas. No me importaría nada contártelo uno de estos días.
Intenté volver
a encaminar la conversación hacia un tema menos embarazoso.
—Cuando bebes
un sorbo de vino, lo conservas en la boca sin llegar a tragarlo —dije—. Al fondo
de la boca hay ciertas conexiones nerviosas que comunican directamente con los receptores
olfativos de la cavidad nasal. Es lo que se llama retroolfacción.
—Interesante
—murmuró él, y dijo —: Así que una vez que has olido y saboreado el vino, lo escupes
dentro de una cubitera, ¿no?
—Bueno, yo
prefiero tragármelo a escupirlo —repuse, y al punto caí en el doble sentido de mis
palabras, y me vino un sonrojo tan intenso que estuve seguro de que se veía en
la oscuridad. Afortunadamente él no dijo nada al respecto, aunque pude percibir
una pizca de diversión en su voz cuando volvió a hablar.
—Gracias por
los consejos.
—No hay de
qué. Y ahora deberíamos irnos. Sal tú primero.
—Vale.
Pero ninguno
de los dos se movió.
Y entonces sus
manos encontraron mis caderas, subiendo por ellas hasta que uno de sus dedos
quedó enganchado en la frágil tela de mi ropa. Yo era consciente de cada mínimo
cambio en el equilibrio de su cuerpo, de cada sutil movimiento. El sonido de su
respiración era extrañamente electrizante.
Sus largas
manos encallecidas por los trabajos pesados no se detuvieron hasta que sentí cómo
sus dedos me sostenían la cara con extrema delicadeza. Su boca buscó la mía, en
una caricia suave como la seda. Pero a pesar de toda la delicadeza del beso,
había en él un deseo tan incontenible que cuando apartó su boca de la mía, mis
nervios se estremecieron con un placer tan intenso que me hizo sentirlos
insoportablemente vivos. El gemido que escapó de mi garganta me hizo enrojecer
de vergüenza, pero no pude controlarlo. Era como si de pronto todo se hubiera vuelto
incontrolable.
Levanté las
manos para cerrarlas sobre aquellas muñecas tan fuertes, más que nada porque temía
que la habitación fuera a escorarse de repente. Me temblaban las rodillas.
Nunca había sentido nada tan explosivo, o tan insidioso. Era como si el mundo
se hubiera encogido hasta quedar reducido a aquella pequeña habitación que olía
a vino, a dos cuerpos inmóviles en la oscuridad, al súbito anhelo de alguien
que nunca podría llegar a ser mío. Él me puso la boca en la oreja y sentí el
húmedo calor de su aliento, y me apoyé en su pecho sin ser demasiado consciente
de lo que hacía.
—Mira, cariño
—me susurró—, sólo dos veces en mi vida algo me ha parecido tan apetecible que
me daban igual las consecuencias. —Sentí sus labios sobre mi frente, mi nariz,
mis párpados estremecidos—. Ve a decirle a Siwon que no te encuentras del todo
bien, y regresa conmigo. Enseguida. La luna brilla en el cielo para nosotros.
Buscaremos un rincón tranquilo y compartiremos una botella de champán sobre la hierba.
Yo estaba
atónito. Nadie me había hecho esa clase de proposiciones jamás. Y nunca habría imaginado
que pudiera sentirme tan tentado de aceptarlas.
—No puedo
—dije——. Sería una locura.
Sus labios
tomaron posesión de los míos en un beso que terminó con un suave mordisqueo.
—Pues a mí me
parece que la locura sería no hacerlo.
Me removí
nerviosamente y le puse las manos en el pecho, empujándolo hasta interponer un poco
de distancia entre nosotros.
—Tengo novio —
dije con voz entrecortada—. No sé por qué he... No sé por qué he permitido esto.
Lo siento.
—No te
disculpes. Al menos, no por eso. —Se acercó, y me tensé—. Lo que sí debería pesarte
en la conciencia es que de ahora en adelante tendré que mantenerme alejado de
las bodegas de vinos durante el resto de mi vida, para no acordarme de ti.
— ¿Por qué?
—pregunté, sintiéndome entre triste y avergonzado —. ¿Tan horrible ha sido besarme?
—No, encanto
—susurró él, como un demonio que me hablara al oído—. Todo lo contrario.
Y salió
primero, mientras yo me quedaba apoyado en la mesa de catas porque las rodillas
no me respondían.
Volví a salir
al clamor de la fiesta y fui sigilosamente hacia la curva de la gran escalera
que conducía a los dormitorios de arriba. Junsu me estaba esperando en la habitación
que Yoochun había ocupado de pequeño. Yo había irrumpido allí mil veces, para
reclamarle un poquito de atención a la única persona en el mundo que siempre
había parecido tener un poco de tiempo que dedicarme. Supongo que tenía que ser
lo que se dice un auténtico incordio, hablándole todo el rato mientras él
trataba de hacer sus deberes, y llevándole los juguetes rotos para que me los arreglara.
Pero Yoochun había tolerado mi presencia con, ahora que pensaba en ello lo
comprendía, una paciencia realmente notable por su parte.
………
Me acordé de
aquella vez, siendo yo de la edad que tenía Junho ahora o quizás un poco más
pequeño, cuando Hyun Joong y Changmin habían tirado por la ventana a mi muñeco
favorito y Yoochun lo había rescatado. Yo había entrado en la habitación de Hyun
Joong, un caos de juguetes y ropa esparcida por todas partes, y los había visto
a él y Changmin arrodillados al lado de la ventana abierta.
— ¿Qué están
haciendo? —pregunté mientras iba hacia ellos. Dos cabezas de pelo oscuro se volvieron
simultáneamente hacia mí.
—Vete, Jae
—ordenó Hyun Joong.
—Papá dice que
tienen que dejarme jugar con ustedes.
—Luego.
Piérdete.
— ¿Qué es eso
que tienen ahí? —Me acerqué un poco más, y sentí que el corazón me daba un vuelco
cuando vi lo que tenían entre manos, aprisionado con unos cuantos palmos de
cordel—. ¿Es... es mi muñeco?
—Sólo lo hemos
cogido prestado —dijo Changmin, las manos ocupadas con el cordel y un trozo de lo
que parecía alguna clase de nailon.
— ¡No pueden
hacer eso! —exclamé presa del pánico nacido de la impotencia, con toda la indignación
de los que acaban de verse desposeídos de lo que más quieren—. No me pidieron permiso.
¡Devuélvanmelo! Dame... —La voz se me quebró en un chillido cuando vi a mi
preciado muñeco suspendido en el vacío por encima del alféizar, su cuerpecito envuelto
en un amasijo de cordel, clips y lo que en realidad era un trozo de celofán. Mi
queridísimo muñequito acababa de ser reclutado para una misión de
paracaidismo—. ¡Nooooo!
—Por Dios,
pero si sólo es un trozo de plástico —refunfuñó Hyun Joong con una mueca de
disgusto. Y, como si quisiera averiguar hasta dónde podía llegar mi horror, me
miró con sorna mientras soltaba el cordel.
Mi muñeco cayó
como una piedra. Sentí como si mis hermanos acabaran de tirar por la ventana a
un niñito de carne y hueso. Mis alaridos resonaron mientras salía a escape de
la habitación y bajaba como una exhalación por las escaleras. Y no paré de
aullar ni un solo instante mientras corría hacia el lado de la casa al que daba
aquella ventana, haciendo oídos sordos a las voces de mis padres, el ama de
llaves y el jardinero.
Mi muñeco
había caído en el centro de un gran matorral de ligustro. Lo único que se podía
divisar era el paracaídas hecho una bola enganchada en una de las ramas más
altas, con mi muñeco colgando invisible entre el frondoso follaje. Como yo era
demasiado pequeño para alcanzar las ramas con las manos, tuve que quedarme
plantado allí llorando a moco tendido mientras el calor del sol pesaba sobre mí
como una manta de lana.
Alertado por
aquel alboroto, Yoochun salió de la casa y se puso a rebuscar dentro del
ligustro hasta que dio con mi muñeco. Le quitó el polvillo de las hojas, y
luego me mantuvo abrazado contra su pecho hasta que mis lágrimas quedaron
marcadas en su camiseta.
—Te quiero más
que a nadie en el mundo —le susurré.
—Yo también te
quiero —me susurró él, y pude sentir la sonrisa de sus labios contra mi pelo—.
Más que a nadie en el mundo.
…..
Cuando entré
en la habitación de Yoochun ahora, vi a Junsu sentado en la cama entre una nube
de organza, los zapatos en el suelo y su saco sobre el colchón. Parecía
imposible que pudiera estar todavía más impresionante de lo que había estado
antes en la iglesia. Pero se la veía aún más guapo así, un poco cansado y sin
terminar de maquillarse. Con una piel suave como la mantequilla, unos enormes
ojos y la clase de figura que vuelve locos a los hombres. También era tímido.
Casi receloso. Tenías la sensación de que la vida no había sido nada fácil para
él, de que le había tocado pasar por muchas vicisitudes.
—Mi salvador
—dijo con una cómica mueca de alivio en cuanto me vio entrar—. Tendrás que echarme
una mano para salir de este vestido. Tiene mil botones.
—No hay
problema. —Me senté en la cama a su lado, y él se volvió para facilitarme el trabajo.
Yo me sentía un poco incómodo, presa de un sinfín de tensiones a medio expresar
que ni toda la simpatía de Junsu sería capaz de disipar.
Traté de decir
algo ocurrente.
—Me parece que
hoy ha sido el mejor día de toda la existencia de Yoochun. Se lo ve tan feliz contigo.
—Él también me
hace feliz —repuso Junsu —. Más que feliz. Yoochun es un hombre tan increíble,
tan... —Hizo una pausa y elevó los hombros en un pequeño encogimiento, como si
no encontrase palabras para expresar sus sentimientos.
—Ojo, que
cuando te casas con uno de nosotros pasas a formar parte de una familia bastante
complicada. Los Kim tenemos tanta personalidad que...
—Adoro a los Kim
— dijo él sin titubear—. A todos ustedes. Siempre he querido tener una gran
familia. Después de que muriera mamá, sólo estábamos Junho y yo.
Nunca me había
parado a pensar en que ambos habíamos perdido a nuestra madre en nuestra
adolescencia. Con la diferencia de que Junsu tenía que haberlo pasado bastante
peor que yo, porque en su caso no había habido ningún padre rico, ninguna
familia, ninguna casa bonita con una vida llena de comodidades. Y él había
criado a su hermano pequeño sin la ayuda de nadie, algo que me parecía
admirable.
— ¿Tu madre
murió de enfermedad? —pregunté.
Él negó con la
cabeza.
—En un
accidente de coche.
Fui al armario
y cogí el traje chaqueta blanco que estaba colgado de la puerta. Se lo llevé a
Junsu, quien se escurrió fuera de su traje de novio. Todo él era una visión de
curvas sinuosas envueltas en encaje blanco, la curva del embarazo más
pronunciada de lo que me esperaba.
Se puso los
pantalones blancos y la chaqueta a juego, y se calzó unos zapatos de salón
beige. Luego fue al tocador, se inclinó sobre el espejo y se retocó el delineador
de ojos con un pañuelo de papel.
—Bueno —dijo
después—, tampoco puedo hacer milagros.
—Estás
estupendo.
—Estoy rendido.
—Pues hay que
ver lo bien que te sienta.
Junsu me miró
por encima del hombro con una sonrisa deslumbrante en los labios.
—Se diría que
has perdido todo el brillo de labios por el camino, Jae. —Me señaló en el
espejo junto a él—. Siwon te cogió por banda en algún rincón, ¿verdad? —Me
tendió un tubito de algo pálido y reluciente.
Afortunadamente,
antes de que yo tuviera que responder, llamaron a la puerta.
Junsu fue a
abrir. Era Junho, que entró acompañada por mi tía Yoo Sun.
Tía Yoo Sun,
un poco mayor que mi padre y su única hermana, era con mucho mi pariente favorita
de ambos lados de la familia. Nunca había sido elegante como mi madre. Yoo Sun había
nacido en el campo y era dura.
Sus
apariciones por casa para pasar una semana con nosotros siempre acababan complicándole
la vida a mamá. Tener a dos mujeres con tanto temperamento bajo el mismo techo era
como poner a dos trenes en la misma vía y esperar a que se produzca la
colisión. A mi madre le habría gustado limitar las visitas de tía Yoo Sun, pero
nunca se atrevió a intentarlo. Una de las pocas veces que le he oído a mi padre
hablarle secamente a mi madre fue cuando se le ocurrió quejarse de que su
hermana siempre estaba metiendo las narices en todo.
—Por mí como
si pone la casa patas arriba —le había dicho papá—. Ella me salvó la vida.
Cuando papá
todavía estaba en el instituto, su padre, mi abuelo paterno, se había ido del hogar
familiar, diciéndole a la gente que su esposa era la mujer más inaguantable que
hubiese parido madre, y que encima estaba loca, y aunque él se sentía capaz de
vérselas con una loca, se negaba a seguir casado con una. Así que desapareció,
y nunca más se volvió a saber nada de él.
Desde que se quedó
sola empezó a levantarles la mano a sus dos hijos, Yoo Sun y Joon Gyu, cada vez
que se sentía provocada. Y al parecer cualquier cosa bastaba para hacer que se
sintiera provocada. Entonces echaba mano de los utensilios de cocina, las
herramientas del jardín, lo primero que se le pusiera a tiro, y les daba unas
palizas tremendas.
Yoo Sun ahorró
dinero cosiendo y lavando la ropa de los vecinos, y la noche de su decimosexto aniversario
levantó de la cama a Joon Gyu a altas horas de la madrugada, metió unas cuantas
prendas de ambos en una maleta de cartón y fue con él hasta el otro extremo de
la calle, donde su novio pasó a recogerlos en su coche. El novio condujo los
ochenta kilómetros de distancia y los dejó con la promesa de que no tardaría en
ir a visitarlos. Nunca lo hizo. A Yoo Sun no se le pasó por la cabeza
reprochárselo, seguramente porque nunca esperó que los visitara. Se ganó el
sustento para ella y su hermano trabajando en la compañía telefónica. Su madre
nunca dio con ellos, y es dudoso que lo intentara siquiera.
Yoo Sun había
perdido buena parte del brío de antes en el transcurso de los últimos años. Se
estaba volviendo olvidadiza y un poco quejíca. Se movía como si sus
articulaciones ya no estuvieran bien coordinadas entre sí. Había una nueva
cualidad translúcida en su piel cada vez más frágil, y las venitas azules se le
transparentaban como los trazos de un diagrama que no hubiera sido borrado del
todo. Después de la muerte de mamá se había venido a vivir con nosotros, algo
que complació inmensamente a papá porque no quería perderla de vista.
Traer a casa a
Junho parecía haberle proporcionado a Yoo Sun ese pequeño estímulo suplementario
que tanto necesitaba. Era evidente que las dos se querían muchísimo.
Vestido de
rosa y púrpura, el pelo arreglado perfectamente, Junho era la viva imagen de la
alta costura en versión nueve años.
Llevaba el
ramo de novio, la versión más pequeña que se había hecho para que Junsu lo
lanzara una vez finalizado el oficio.
—Esto lo voy a
lanzar yo —anunció Junho —. Junsu no sabe lanzar ni la mitad de bien que yo.
Yoo Sun vino
hacia nosotras, una amplia sonrisa en los labios.
—Eres el novio
más guapo que he visto jamás —le dijo a Junsu mientras le daba un aparatoso
abrazo—. ¿Qué te vas a poner para tu huida de la recepción?
—Esto —replicó
Junsu.
— ¿Piensas
llevar pantalones?
—Es un
modelito de un famoso diseñador, tía Yoo Sun —dije——. La mar de elegante.
—Necesitas más
joyas —la aconsejó Yoo Sun —. Vas demasiado sencillito.
—No tengo
muchas joyas —dijo Junsu con una sonrisa.
—Tienes un
anillo con un diamante del tamaño de un picaporte —observé——. Por algo se empieza,
¿no? —Sonreí al ver la mueca de incomodidad que ponía Junsu ante la mención de
aquel anillo de compromiso, que no había dejado de parecerle demasiado grande
desde el momento en que lo vio. Como era de esperar, mi hermano Hyun Joong se
había asegurado de hacerlo sentir todavía más incómodo refiriéndose al diamante
como el «pedrusco».
—Necesitas una
pulsera —dijo Yoo Sun en un tono que no admitía réplica, y le tendió una bolsita
de terciopelo que contenía algo—. Ten. Es una cosita de nada que hará un poco
de ruido en tu muñeca para que la gente sepa que andas por el vecindario.
Junsu abrió la
bolsita con precaución, y el corazón me dio un vuelco cuando vi su contenido: la
pulsera de oro que Yoo Sun había llevado siempre, adornada con colgantitos de
la suerte comprados en todos los lugares exóticos que había visitado a lo largo
de su vida.
Me la había
prometido cuando yo tenía cinco años.
Recordaba el
día exacto: tía Yoo Sun me había traído un surtido de herramientas juveniles, con
cinturón de cuero incluido para colgarlas de las presillas. Eran herramientas
de verdad: una lezna, ocho pequeñas llaves inglesas, un escoplo, unas tenazas,
una sierra, un martillo, un nivel, y un juego de ocho destornilladores
Phillips.
En cuanto mamá
vio que yo me ponía el cinturón de las herramientas, los ojos se le desorbitaron.
Había abierto la boca, y antes de que una sola sílaba hubiera salido de ella,
supe que iba a decirle a tía Yoo Sun que ya se podía llevar aquel regalo con
viento fresco. Así que eché mano de unas cuantas herramientas y corrí hacia
papá, que estaba entrando en la sala.
— ¡Mira lo que
me ha traído la tía Yoo Sun!
—Caramba, qué
bonito —dijo papá, sonriéndole primero a Yoo Sun, y luego a mi madre, momento
en que su sonrisa se fosilizó.
—Yoo Sun —dijo
mi madre con sequedad—, me gustaría que la próxima vez que decidas comprarle un
regalo a mi hijo consultaras conmigo antes. Mis planes para esta familia no
incluyen criar a un obrero de la construcción.
Dejé de dar
saltitos y me quedé muy quieto.
—No pienso
devolverlas —dije con una vocecita asustada.
—Niño, no se
te ocurra faltarle al respeto a tu madre —me atajó papá.
— ¡Por el amor
de Dios! — Exclamó Yoo Sun —. Pero si sólo son unos juguetes. A Jae le encanta
fabricar cosas. No veo que haya nada de malo en eso.
Cuando volvió
a hablar, la voz de mi madre hubiese podido cortar la mantequilla.
—En esta casa
soy yo la que decide qué es lo mejor para mi hijo, Yoo Sun. Si tanto entiendes
de niños, deberías haber tenido alguno. —Y salió de la sala hecha una furia,
pasando junto a mi padre y a mí sin decir una palabra más, y dejando una gélida
estela de silencio tras ella.
Yoo Sun sacudió
la cabeza con un suspiro mientras miraba a papá.
— ¿Puedo
quedarme con el juego de herramientas? —pregunté.
Papá me lanzó
una mirada de exasperación y luego fue en pos de mamá.
Yo me acerqué
a Yoo Sun, muy despacio y con las manos rígidamente apretadas contra el pecho.
Ella no dijo nada, pero yo ya sabía lo que tenía que hacer. Me quité el
cinturón de herramientas y volví a ponerlo dentro de la caja con mucho cuidado.
—Supongo que
deberías haberme traído un juego mas común —dije con cara de pena— Devuélvelo a
la tienda, tía Yoo Sun. De todas maneras, mamá nunca me dejaría jugar con él.
Yoo Sun se dio
una palmadita en la rodilla y yo me subí a su regazo, donde me quedé hecho un
ovillo entre los aromas de polvos, laca para el pelo y perfume. Como vio que yo
parecía fascinada con su pulsera de los colgantitos de la suerte, se la quitó y
me dejó examinarla a placer. Encontré una torre Eiffel diminuta, una piña de
Hawai, una bala de algodón de Memphis, un torero con capote en miniatura
incluido, unos esquíes cruzados de New Hampshire, y tantas figuras más que
sería demasiado largo enumerarlas.
—Algún día
—había dicho Yoo Sun — te daré esta pulsera. Y entonces podrás añadirle tus propios
colgantitos de la suerte.
— ¿Iré a
tantos lugares exóticos como tú, tía Yoo Sun?
—Puede que no
quieras hacerlo. Las personas como yo viajamos porque no tenemos suficientes
razones para quedarnos quietas en ningún sitio.
—Cuando sea
mayor, nunca me quedaré quieto en ningún sitio.
Yoo Sun había
olvidado aquella promesa, pensé. La culpa no era suya. Últimamente olvidaba muchas
cosas. «No pasa nada —me dije—. No pienses más en ello.» Pero yo conocía la
historia que había detrás de cada colgantito de la suerte. Y me parecía como si
ahora Yoo Sun me estuviera arrebatando todos aquellos recuerdos para
entregárselos a Junsu. Me obligué a sonreír y mantuve la sonrisa firmemente en
mis labios.
Mi tía puso la
pulsera alrededor de la muñeca de Junsu. Junho bailoteó nerviosamente en torno
a los dos durante la pequeña ceremonia, sin dejar de exigir que se le
permitiera ver los colgantitos de la suerte. Mi sonrisa no formaba parte de mi
rostro, colgaba allí como un cuadro en una pared, suspendido por clavos y
alambres.
—Se supone que
he de hacer algo con esto —dije en el tono más alegre que pude mientras recogía
el velo de la cama y me lo echaba sobre el brazo—. Menudo padrino estoy hecho. Deberías
despedirme, Junsu.
Él me miró. A
pesar de mi máscara de jovialidad, vio algo que le hizo fruncir el ceño.
Cuando íbamos
a salir de la habitación, Junho y Yoo Sun fueron por delante y Junsu me detuvo
cogiéndome por el brazo.
—Jae —susurró
entre un tintineo de colgantitos de la suerte—, ¿se suponía que esto tenía que
ser tuyo algún día?
—Oh, no, no.
Nunca he acabado de verles la gracia a los colgantitos de la suerte. Siempre se
te están enganchando con algo.
Fuimos
escaleras abajo, mientras Yoo Sun y Junho se quedaban a esperar el ascensor.
Cuando
llegamos al final de los peldaños, alguien se acercó a nosotros con zancadas parsimoniosas,
como si no tuviera ninguna prisa. Levanté la mirada y vi un par de ojos increíblemente
cafés. Un estremecimiento de alarma me recorrió el cuerpo cuando el desconocido
se detuvo junto al poste de la escalera, apoyándose en él con una sonrisita
indolente. Palidecí. Era él, el hombre de la bodega de vinos, el Sr.
Obrero-con-Esmoquin, corpulento y sexy y tan seguro de sí mismo como un perro
guardián al que su dueño acaba de soltar de la cadena. Me lanzó una mirada
breve e impersonal, y luego centró toda su atención en Junsu.
Me asombró ver
que él no mostraba el menor atisbo de impresión o curiosidad, y lo único que
hacía era sonreír con expresión resignada. Se detuvo ante él y lo miró con los brazos
cruzados.
— ¿Un pony,
como regalo de bodas? —murmuró.
Una sonrisa
flotó en la gran boca de él.
—Junho se
enamoró de él nada más verlo la vez que me lo llevé a montar. —Ahora su acento
era más marcado que en la bodega de los vinos, y arrastraba las palabras como
suelen hacer en los pueblos y los parques para caravanas—. Pensé que ya
dispondrías de todo lo que pudieras necesitar, así que se me ocurrió traer una
tontería de nada para tu hermanito.
— ¿Sabes por
cuánto nos va a salir alojar en un establo a esa «tontería de nada» tuya? — replicó
Junsu con voz átona.
—Eh, si
quieres me lo llevo ahora mismo.
—Sabes que Junho
nunca nos lo perdonaría. Has puesto a mi marido en una posición muy difícil, Yunho.
La sonrisa de
él se tomó suavemente burlona.
—No sabes cómo
lo siento.
¿Yunho?
Giré la cabeza
y mantuve cerrados los ojos por un segundo, sin saber qué cara poner. Mierda.
No sólo acababa de besar a otro hombre, sino que además daba la casualidad de
que ese hombre era un enemigo jurado de la familia Kim. A Yoochun, por ejemplo,
Jung Yunho le había saboteado un acuerdo comercial de altos vuelos en
biocarburantes que significaba muchísimo para mi hermano tanto personal como
profesionalmente.
Por lo poco
que sabía yo del asunto, Jung Yunho había estado enamoradísimo de Junsu, pero
un día le rompió el corazón cortando con Junsu sin ninguna clase de
explicaciones, y ahora había vuelto de pronto para complicarle la vida.
Que era
exactamente lo que solía hacer ese tipo de hombres.
Me humilló
comprender que Jung Yunho no se sentía atraído por mí, que lo único que buscaba
al hacerme aquella proposición en la bodega era hacerles otra mala pasada a los
Kim.
Jung Yunho
quería poner a nuestra familia en una situación lo más embarazosa posible, y no
había vacilado en servirse de mí para lograrlo.
—Jae —dijo Junsu
—, te presento a un viejo amigo mío. Jung Yunho, éste es mi cuñado Kim Jaejoong.
—Kim Jaejoong —dijo
él dulcemente.
Tuve que hacer
acopio de valor para mirarlo a la cara. Sus ojos eran de un café asombroso en
su rostro bronceado por el sol. Aunque se mantenía inexpresivo, reparé en las
diminutas líneas de la risa que irradiaban hacia fuera desde las comisuras de
los párpados. Me tendió la mano, pero no fui capaz de estrechársela. No me
atrevía a pensar en lo que podía suceder si lo hacía, lo que podía llegar a
sentir si volvía a tocarlo.
Yunho sonrió
ante mi nada disimulado titubeo y luego dijo a Junsu, sin apartar los ojos de los
míos.
—Se diría que
tu cuñado está un poco nervioso, Junsu.
—Si has venido
a hacer una escena...
Yunho volvió
la mirada hacia él.
—No — dijo
después—. Sólo he venido a decirte que les deseo lo mejor del mundo tanto a ti
como a tu marido.
Algo se
suavizó en el rostro de Junsu, y extendió la mano hacia él para rozarle los
dedos por un instante.
—Gracias
—dijo.
Entonces una
nueva voz irrumpió en la conversación.
—Vaya, qué
casualidad... —Era mi hermano Hyun Joong, y se lo veía muy relajado. Pero el
centelleo que brillaba en el fondo de sus ojos era una silenciosa advertencia—.
Señor Jung, acaban de informarme de que su nombre no figura en la lista de
invitados a la recepción. Así que me veo obligado a pedirle que se vaya.
Yunho lo midió
con la mirada.
En el tenso
silencio que siguió, sentí que todos los músculos se me ponían rígidos y recé
en silencio para que el ágape nupcial de Yoochun y Junsu no terminara con una
pelea a puñetazos. Miré a Junsu, que había palidecido. Pensé vengativamente que
Jung Yunho tenía que ser un verdadero cabrón, para atreverse a presentarse de
aquella manera en su boda.
—No hay
problema — dijo él con suave insolencia—. Ya tengo lo que vine a buscar.
—Permítame
acompañarlo hasta la salida — dijo Hyun Joong.
Tanto Junsu como
yo dejamos escapar un suspiro cuando los vimos alejarse.
—Espero que
esté fuera de aquí antes de que Yoochun lo vea — dijo Junsu.
—Tranquilo,
seguro que Hyun Joong se encargará de todo. —Ahora entendía por qué Junsu había
elegido a mi hermano antes que a ese canalla —. Salta a la vista que Jung es un
advenedizo sin escrúpulos. Probablemente sería capaz de venderle mantequilla a
una vaca.
—Yunho es
ambicioso. Pero empezó de muy abajo. Si supieras algunas de las experiencias que
ha tenido que pasar... —Suspiró--—. Apuesto a que dentro de un año estará
casado con algún debutante que lo ayudará a llegar muy arriba.
—Para eso va a
necesitar mucho dinero. Los debutantes salimos por un ojo de la cara.
—De todas las
cosas que quiere Yunho, el dinero es la más fácil de conseguir.
Junho corrió
hacia nosotros.
—Vengan —dijo,
hecho un manojo de nervios—. Todo el mundo está yendo fuera. ¡Los fuegos artificiales
van a empezar en cualquier momento!
Justo lo que
me hacía falta, pensé. Más fuegos artificiales.
A la mañana
siguiente estaba haciendo la maleta en mi habitación cuando entró Siwon. Habíamos
ocupado dormitorios separados durante nuestra estancia en casa, lo que Siwon había
dicho que a él le iba de perlas porque no pensaba ponerme un dedo encima
mientras nos encontráramos bajo el mismo techo que mi padre.
—Ya está
bastante mayor, y además mides el doble que él —le había dicho yo con una carcajada—.
¿Qué temes que te haga, darte de puñetazos o algo así?
—Es el «o algo
así» lo que me asusta —había dicho Siwon.
Nada más verlo
entrar en la habitación, supe que había hablado con mi padre. Llevaba la tensión
grabada en el rostro. No era el primero que lucía una expresión así después de
haber mantenido un encuentro cara a cara con Kim Joon Gyu.
—Ya te advertí
que papá es imposible —le dije—. No te aceptaría por muy maravilloso que fueras.
— ¿Fuera?
—murmuró él con una mueca.
—Vale. Eres
maravilloso. —Lo rodeé con los brazos y apoyé la cabeza en su pecho—. ¿Qué te dijo?
—murmuré.
—Básicamente
fue una variación sobre el tema «ni un solo centavo». —Me acarició la cabeza y
bajó la mirada hacia mí—. Yo le dije que en lo que a mí respecta tú siempre
estarías antes que nada. Que ganaré lo suficiente para cuidar de ti. Le dije
que si quería su aprobación era sólo para que luego no fuera a haber conflictos
entre tú y tu familia.
—Los Kim adoran
los conflictos —murmuré.
Una sonrisa se
reflejó en sus ojos, iluminando aquel pequeño mar de tonos castaños. Había una
sombra de color en sus pómulos, un residuo de la confrontación que acababa de
mantener con el perro de presa que yo tenía por padre. La sonrisa en sus ojos
se evaporó mientras me alisaba el pelo, la mano delicadamente curvada sobre mi
coronilla. Siwon estaba muy serio y se lo veía realmente preocupado.
— ¿De verdad
es esto lo que quieres, Jae? No podría vivir contigo si supiera que había hecho
algo que te doliera.
Estaba tan
emocionado que le temblaba la voz.
—La única cosa
que podría dolerme es que dejaras de quererme.
—Eso es
imposible. Eres el único, Jae. Para mí no hay ningún otro hombre en el mundo, y
nunca lo habrá.
Bajó la cabeza
y sus labios me besaron larga y lentamente. Respondí con avidez, poniéndome de
puntillas para estar más cerca de su boca.
—Oye —susurró——. ¿Qué te parece si nos escabullimos de aquí y nos
casamos?
YunHo que desgraciado fue al presentarse así en la boda, menos mal que eso no llegó a mayores pero que es lo que buscaba realmente???
ResponderEliminaren serio de verdad yunho es malo espero que no lastime a jae y como dice junsu que para yunho el dinero esta por en sima de todo ahora ya no lo creo bueno llano después de haber conocido a jae y después de haber estado besándolo ahora jae estará por encima de todo incluso de el dinero creo o mejor dicho eso espero
ResponderEliminarOmo si era Yunho y vaya propuesta que le hace a Jae pero el no acepto y luego lo encuentra otra vez y resulta ser que Yunho fue novio de Junsu y ademas arruino un negocio de Yoochun y Jae ya sabe porque Yunho le hizo esa propuesta,me dio tristeza lo de la pulsera su tia se lo dio a Junsu, el papa de Jae no aceptoa Siwon y ahora piensan huir y casarse
ResponderEliminarMmmm hay algo en todo esto que no me cuadra.
ResponderEliminarsi, fue Yunho pero... no se, hay algo muuy extraño en todo esto.
Pero bueno ya veré despues.
Neext!!!
el papa de jae no quiere a siwon y yonho fue novio de junsu uu que interesanate es tubo el capi, muchas gracias
ResponderEliminarMe parece q aquí hay gato encerrado hay algo de siwon q no me cuadra :/ ya se verá más adelante
ResponderEliminarWiiii misterio Aquí hay gato encerrado quien sera el gato GO GO GO
ResponderEliminaryo que jae aceptaba la propuesta de yunho :D
ResponderEliminarcreo que nadie quiere a yunho :( bueno jae si.. :)
no quiero que jaejoong se case con siwon ojala no se lleguen a casar ...
mmmm una historia un poco confusa n,n
ResponderEliminarcontinuare leyendo ....... gracias <3
Así que Yunho y Junsu tuvieron algo, espero que ya no sienta nada por él y no quiera utilizar a Jaejoong
ResponderEliminarOoh!!! Espero que Yunho no solo quiera utilizar a Jae... No me gusta Siwon... Ojala no llegue a casarse con Jae...
ResponderEliminarSeguire leyendo :3
mmm definitivamente Siwon no es lo que aparenta, algo oculta y Yunho mmm espero que no haya planeado lo de la bodega para lastimar a Jae, o mejor dicho, a los Kim
ResponderEliminarHay algo en Siwon que simplemente no me cuadra parece que ocultara algo, mmm no se como que si tanto critican debe ser por algo pero en fin ojala Jae se de cuenta a tiempo antes que suceda cualquier cosa.
ResponderEliminarCon respecto a Yunho ojala ya no siga enamorado de Junsu y lo deje ser Feliz, y espero no tenga malas intenciones con Jae, en fin gracias por la invitación y por compartir la historia.
Cuanto misterio!! Yunho no ha hecho nada malo todavia ... aun debe de sentir algo por Junsu si se atrevio a ir a su boda ... y Siwon oculta algo a seguir con la lectura
ResponderEliminarun momento... resulta que Yunho estuvo enamorado de Junsu??' y cómo es que habló tan tranquilo con Junsu sabiendo que podía armar un lío si lo veía su nuevo marido?? qué confusión. ... quiero saber más.
ResponderEliminargracias
Wow... Será verdad lo q dijo el papá de Jae....Siwon solo lo ve como signo de dinero????
ResponderEliminarPobre mí Jae y aparte Yunho es un rufián???.... Veremos q pasa
Me encanta esta historia me llama la atención que no te comente antes ya que es la segunda vez que la leo gracias....hay niñas por que abandonaste el yunjae me encanta tus fic
ResponderEliminarTodo se complica pata Jae, Junsu con su ex pulsera y ahora sabe que Yunho es su ex novio, Siwon pienso por su actitud que si iba tras el dinero de Jae, Con Yunho hay tensión sexualidad, bueno a ver ahora que pasa.
ResponderEliminarGracias!!!💗💕💞
Hm… Yunho no parece ser muy bueno que digamos, pero hay algo detrás que creo aclararía todo esto. Esperaré un poco mas para juzgar… me parece muy interesante la historia
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