martes, 17 de febrero de 2015

La Voz: Capítulo 4

Capítulo 4.


Soy la voz tu hambre y dolor.
Soy la voz que siempre está llamándote.

PRIMAVERA, 2011.
Jaejoong gritó cuando el Picasso C4 derrapó fuera de control sobre el asfalto de la autopista e impactó contra el vehículo que conducía Yunho.
Ambos coches salieron catapultados contra la mediana a la vez que el camión que iba tras ellos maniobraba intentando evitar el choque. Fue imposible. Aplastó con sus enormes ruedas delanteras el capó del automóvil en el que estaba el bisnieto de Beom Soo y justo después comenzó a salir humo del motor.
El etéreo joven bajó veloz de la nube desde la que observaba el desastre sin siquiera preocuparse de que alguien pudiera verlo. Yunho parecía estar inconsciente. Una sombra a su lado le indicó que no estaba solo, Antares descendía con vertiginosa rapidez a su lado mientras Jaejoong susurraba con fuerza el nombre de sus otros hermanos sin dejar de mirar a la carretera.

The Vampire: Capítulo 4

Capítulo 4


Anoche. El ataque. Yunho.
¿Había soñado todo? ¿O realmente Yunho, ahora mismo, estaba durmiendo en el sofá-cama del estudio? Me moví para mirar el reloj, haciendo una mueca por el dolor en todo mi cuerpo. Me quité de encima las sábanas y vi moretones en mis brazos donde Shi Il me había agarrado. Era toda la garantía que necesitaba para creer que la noche anterior había ocurrido.
7:39am. Mi segundo sábado despertándome demasiado temprano. Pero no había ninguna posibilidad de volverme a dormir. Me sorprendió que incluso durmiese porque había permanecido despierto durante horas, mi mente girando.
Agarré unos pantalones vaqueros y una camiseta de punto, poco a poco tirando la ropa sobre mi cuerpo dolorido. Después de cepillarme los dientes, fui a mi tocador para cepillar mi pelo. Miré a mí alrededor. Como siempre, mi habitación estaba sucia, rebosante de libros. Un signo colgaba de mi puerta:

El ángel caído: Capítulo 4

CAPÍTULO 4

           
Jaejoong gritó... y aterrizó con fuerza sobre su trasero y apoyó las manos sobre la superficie rugosa de unas baldosas muy caras.

—Pufff... —Tras maldecirse para sus adentros por haber proferido aquella amarga exclamación de sorpresa, se sentó en el suelo e intentó recuperar el aliento.

Yunho estaba de pie a su lado, como una visión sacada del cielo y el infierno. De ambos lugares. A la vez. En aquel momento comprendió por qué los ancestros de la humanidad habían considerado a los de su especie los guardianes de los dioses, aunque no tenía claro que ese no fuese un demonio.

—Esto no es el Gremio —consiguió decir después de un buen rato.