Capítulo 27
El agua templada era algo celestial contra la piel desnuda de Jaejoong,
pero mejor aún que el agua era la libertad.
No había chismosos de la Corte que los observaran, haciendo
comentarios sobre su conducta indecorosa. Y en verdad la conducta que ahora
observaban era muy indecorosa para un conde y su esposo, propietarios de vastas
propiedades.
Habían viajado durante tres días antes de ver aquel encantador
lago azul, una esquina del cual estaba oculta por sauces llorones. En él
estaban ambos, jugando como niños.
–Oh, Yunho–dijo Jaejoong, con voz que era mezcla de risita y
susurro.
La risa de Yunho resonó profundamente en su garganta. Lo levantó
en vilo sobre el agua y lo dejó caer otra vez. Llevaban una hora jugando de ese
modo, persiguiéndose para besarse y tocarse. Las ropas yacían en la orilla,
amontonadas, mientras ellos se movían sin estorbos en el agua.