Capítulo 4
Al terminar la larga misa de esponsales, Yunho tomó a Jaejoong de
la mano y lo condujo hasta el altar, donde se arrodillaron ante el sacerdote
para que los bendijera. El santo hombre dio a Yunho el beso de la paz, que él
transmitió a su esposo. Debería haber sido un beso simbólico; en verdad fue
leve, pero los labios de Yunho se demoraron en él. Jaejoong le echó una mirada,
sus ojos oscuros reflejaban placer al tiempo que sorpresa.
Yunho sonreía ampliamente, lleno de puro gozo. Lo tomó nuevamente
de la mano y lo llevó afuera casi corriendo. Una vez en el exterior, la
muchedumbre les arrojó una lluvia de arroz que, por su volumen, resultó casi
mortífera. Él levantó a Jaejoong para sentarlo en su montura; aquel talle era
muy estrecho, aun envuelto en tantas capas de tela. El joven habría querido
subirlo a su grupa, pero ya había faltado sobradamente a las costumbres al
verlo por primera vez. Iba a tomar las riendas del animal, pero Jaejoong se
hizo cargo de ellas. Yunho quedó complacido.