Capítulo 4
Preparado puntualmente a las siete, Jaejoong esperó
nervioso la llegada de Yunho. Vestido de acuerdo al clima caluroso de agosto.
Había soñado con una maravillosa noche, y de hecho, resultó un sueño muy
agradable —si mal no recordaba, soñó con Yunho. Algo así como una calurosa
noche y un paseo por el bosque, que terminó con un apasionado interludio al
lado de un fresco riachuelo.
Todo en el sueño pareció vívido y real, excepto por Yunho
y él mismo. Sabía que era él, pudo sentirle y saborearle, pero no pudo verle.
Excepto sus ojos. Ojos de un dorado ámbar, que brillaba con una luminiscencia
sobrenatural. Aquellos ojos deberían haberle provocado miedo, pero resultaron
extrañamente irresistibles.