CAPÍTULO 4
Saqué bastante
provecho de aquellos dos meses. Me curé en apariencia, los moretones
desaparecieron, y empecé a visitar a una terapeuta dos veces a la semana.
Yoo He Yi, que así se
llamaba era de lo más sociable. Poder desahogarme ante ella supuso un alivio
indescriptible para mí. He Yi era inteligente y comprensiva, y mientras yo le
describía lo que había sentido y las experiencias por las que había pasado,
parecía como si tuviese el poder de desentrañar todos los misterios del
universo.
Descubrí que yo era
una persona que tenía los límites demasiado débiles. Mis padres, particularmente
mi madre, me habían enseñado que ser un buen hijo significaba que no podías marcar
ninguna clase de límites. Aprendí a dejar que mamá me criticara, se saliera
siempre con la suya y tomara decisiones que no tenía ningún derecho a tomar.
* * *
Yoochun se hizo cargo
de la tramitación del divorcio hasta donde yo se lo permití. Y, posiblemente
debido a la influencia moderadora de Junsu, empezó a tratarme de otra manera. En
lugar de decirme cómo se iban a hacer las cosas, exponía pacientemente las
distintas opciones y me las explicaba, y luego no intentaba discutir mis
decisiones. Cuando Siwon se atrevió a llamar a su casa y exigió hablar conmigo,
y yo dije que de acuerdo, Yoochun se obligó a pasarme el teléfono.
Fue toda una
conversación, mayormente unilateral, con Siwon hablando y yo escuchando. Mi marido
sacó a relucir todo lo que había acumulado en su interior durante aquellos
días, pasando de la culpa a la furia y las súplicas, diciéndome que yo era tan
culpable de lo ocurrido como él.
«No podías dar por finalizado un
matrimonio sólo porque había pasado por un bache», me dijo.
«Lo de aquella noche había sido algo
más que un bache», repliqué.
«Cuando dos personas se quieren
siempre encuentran alguna manera de arreglar las cosas», dijo.
«Tú no me quieres», respondí.
Siwon dijo que por
supuesto que me quería. Quizá no había sido el mejor marido del mundo, pero yo
tampoco había sido el mejor esposo del mundo.
«Estoy seguro de que tienes razón —le dije—. Pero
no creo merecer que me rompan una costilla por eso.»
Él dijo que ni hablar
de que me hubiera roto una costilla, que eso tenía que haber sucedido por
accidente cuando me caí.
Dije que él me había
empujado y pegado.
Y me quedé
estupefacto cuando él contestó que no recordaba haberme pegado. Quizá se le había
escapado la mano.
Me pregunté si de
verdad no lo recordaba, si realmente podía modificar la realidad para adaptarla
a sus necesidades, o si sólo estaba mintiendo. Y entonces comprendí que daba
igual.
«No volveré contigo —le dije. Y
a cada comentario que él hizo después de eso, lo repetí—. No volveré contigo. No volveré
contigo. »
Colgué el teléfono y
fui hacia Yoochun, que estaba sentado en la sala de estar. Mi hermano tenía las
manos tan crispadas sobre los brazos del sillón de cuero que la punta de sus
dedos habían dejado profundos surcos en la suave textura. Pero había dejado que
yo librara mi batalla solo, como necesitaba hacer.
Yo siempre había
querido a Yoochun, pero nunca tanto como en ese momento.
Presenté la demanda
de divorcio alegando incompatibilidad de caracteres, lo que quería decir que el
matrimonio se me había vuelto insoportable debido a conflictos de personalidad
que habían destruido «los fines legítimos de la relación
matrimonial». Era la forma más rápida de lograrlo, había dicho el
abogado. Siempre que Siwon no se opusiera a la demanda. Si lo hacía, entonces
habría un proceso, y eso traería consigo toda clase de humillaciones y momentos
desagradables para ambas partes.
—Jae —me dijo Yoochun,
con una expresión de bondad en los ojos y la boca apretada en un rictus de
amargura—, me he contenido y he procurado dejar que todo se hiciera a tu
manera..., pero ahora tengo que pedirte una cosa.
— ¿Cuál?
—Tanto tú como yo
sabemos que Siwon no dejará que el divorcio siga su curso sin oponerse, a menos
que nos ocupemos de que le salga a cuenta no hacer nada.
—Quieres decir que
habrá que pagarle para que no abra la boca —dije, sintiendo que me hervía la
sangre sólo de pensar que Siwon iba a obtener una recompensa financiera—.
Bueno, pues entonces recuérdale que me han desheredado. No puedo...
—Sigues siendo un Kim.
Y Siwon interpretará su papel con el mayor despliegue de recursos dramáticos:
el pobre trabajador que se casó con un rico jovencito mimado, y ahora se ve
arrojado al cubo de la basura injustamente. Si quiere, Siwon puede hacer que el
proceso sea increíblemente largo, difícil y público.
—Dale mi parte del
apartamento, entonces. Es el único bien ganancial que tenemos.
—Siwon querrá algo
más que el apartamento.
Yoochun estaba
dispuesto a pagarle su silencio, quería asegurarse de que el divorcio siguiera
su curso. Siwon iba a hacerse con una generosa recompensa, después de todo lo
que me había hecho. Me puse tan furioso que empecé a temblar.
—Juro —dije con una
sinceridad que me dolía en el alma— que, si consigo librarme de él, nunca
volveré a casarme.
—No digas eso. —
Yoochun extendió las manos hacia mí, y me encogí temerosamente. Seguía sin gustarme
que me tocaran. He Yi había dicho que era un mecanismo de autodefensa que iría
remitiendo con el transcurso del tiempo. Yoochun masculló una palabrota y dejó caer
los brazos—. Perdona —murmuró, y dejó escapar un suspiro—. Mira, meterle una
bala en la cabeza sería más barato y rápido que un divorcio.
Lo miré con recelo.
—Estás de broma,
¿verdad?
—Claro. —Mi hermano
mantuvo el rostro inexpresivo, pero su mirada no me gustó nada.
—Conformémonos con la
opción del divorcio. Preferiría que Chul y Junho no tuvieran que visitar a su
padre en la cárcel. ¿En qué clase de términos estás pensando exactamente? ¿Se
supone que debo arrastrarme hasta papá para que me dé dinero? Porque lo que está
claro es que yo no tengo un centavo.
—De los términos ya
me ocuparé yo. Luego habrá tiempo de saldar las cuentas pendientes.
Comprendiendo que mi
hermano no sólo iba a hacerse cargo de los costes de mi divorcio, sino también
del pago a Siwon, lo miré con expresión abatida.
—Yoochun...
—No pasa nada
—murmuró—. Hazlo por mí. No le estarás causando problemas económicos a nadie,
cariño.
—No me parece justo
que tengas que pagar por mis errores.
—Jae... Una parte del
ser fuerte consiste en ser capaz de reconocer que hay momentos en los que
necesitas ayuda. Recuerda que si te metiste en este matrimonio fue porque
quisiste y luego tuviste que apechugar con las consecuencias, y lo que deberías
tener claro de una dichosa vez es que no hay ninguna razón por la que debas
salir de él tú solito. ¿Por qué no dejas que te haga de hermano mayor?
Su tranquila firmeza
hizo que volviera a sentir que pisaba terreno firme. Como si realmente fuese
posible que todo pudiera llegar a arreglarse algún día.
—No sé cuándo, pero
te lo devolveré.
—Vale.
—Supongo que la única
vez que me he sentido más agradecido que ahora —le dije— fue cuando sacaste a mi
muñeco de aquel ligustro.
Me tragué el orgullo
y llamé a papá el día después de que mi divorcio hubiera sido declarado definitivo
en febrero. Para mi alivio, Siwon no había aparecido en la sala cuando el juez
firmó la sentencia. Para casarse tenían que comparecer dos personas, pero para
un divorcio sólo hacía falta una. Yoochun me había asegurado que Siwon se
mantendría alejado de la sala ese día.
— ¿Qué hiciste,
amenazarlo con partirle las piernas? —pregunté.
—Le dije que como lo
viera aparecer por allí, sus entrañas estarían colgadas en la puerta de la sala
antes de que hubieran transcurrido cinco minutos.
Eso me había hecho
sonreír hasta que me di cuenta de que Yoochun no estaba bromeando.
Yoochun y Junsu habían
informado a mi familia de que yo habia regresado, pero que durante un tiempo
prefería no ver a nadie ni mantener ninguna conversación telefónica. Naturalmente
papá, que siempre quería estar en el centro de toda la acción, se ofendió mucho
en cuanto supo que yo iba a mostrarme tan elusivo. Le dijo a Yoochun que me
dijera que cuando decidiera dejarme de ínfulas, le gustaría que fuese a verlo.
— ¿Le contaste que yo
estaba tramitando el divorcio? —le pregunté a Yoochun.
—Sí. Y no puedo decir
que le sorprendiera.
—Pero ¿por qué se lo
dijiste? —Yo no quería que nadie estuviera al corriente de lo que había sucedido
entre Siwon y yo. Con el tiempo quizá se lo contaría a Hyun Joong o Changmin,
pero por ahora necesitaba mantenerlo en secreto. No quería ser visto como
alguien débil o desamparado, una víctima, nunca más. Por encima de todo, no
quería que me compadecieran.
—Le expliqué que las
cosas no habían funcionado entre vosotros, y le dije que, si quería recuperar
la relación contigo, sería mejor que evitara hablar del asunto.
Así que al final
llamé a papá.
—Hola, papá —dije en
un tono que esperé sonara lo más tranquilo y relajado posible—. Hace mucho que
no hablo contigo, así que quería llamarte para saber cómo estabas.
—Jae. —Aquella voz
tan grave era familiar y reconfortante—. Te has tomado tu tiempo. ¿Qué has
estado haciendo?
—Estaba ocupado
consiguiendo un divorcio.
—Ya he oído hablar de
eso.
—Sí, bueno... el caso
es que Siwon y yo hemos terminado definitivamente. —Arrugué la nariz como si acabara
de tragar algo amargo mientras me obligaba a admitir la triste realidad—.
Cometí un error.
—Hay veces en las que
no me causa ningún placer haber tenido razón.
—No sabes cuánta
razón tenías —dije, y fui recompensado por su ronca risita.
—Si es verdad que te
lo has quitado de encima, esta misma tarde llamaré a mi abogado y le diré que
vuelva a incluirte en mi testamento.
—Oh, qué bien.
Precisamente te llamaba por eso. —Él tardó unos momentos en darse cuenta de mi
sarcasmo—. Papá, no quiero tener suspendido ese testamento sobre mi cabeza
durante el resto de mi vida. Gracias a ti, he recibido una educación excelente,
y no hay ninguna razón por la que no pueda tener un empleo. Así que no te
molestes en llamar al abogado, porque no quiero figurar en el testamento.
—Figurarás en el
testamento si yo lo digo —replicó, y no pude evitar echarme a reír.
—Vale, allá tú. La
verdadera razón por la que te llamo es que me gustaría verte. Hace mucho que no
mantengo una buena discusión con alguien.
—Perfecto —dijo él—.
Pásate por aquí.
Y con eso, nuestra
relación volvió a quedar encarrilada, tan imperfecta y frustrante como había
sido siempre. Pero mi nuevo yo había fijado unos límites, me recordé, y nadie
iba a cruzarlos. De ahora en adelante Kim Jaejoong sería una fortaleza con un
solo defensor: él mismo.
Había pasado a ser
una persona nueva en el mismo mundo de siempre, lo que cuesta mucho más que ser
la misma persona en un mundo nuevo. La gente pensaba que me conocía, pero en realidad
no era así. Con la excepción de Seung, mis antiguas amistades carecían de
relevancia para esa nueva versión de mi persona. Así que recurrí a mis hermanos
en busca de apoyo, y entonces fue cuando descubrí que hacerse adultos había
tenido un efecto muy beneficioso sobre sus personalidades.
Changmin, que era
fotógrafo comercial, me dijo que tenía una casa muy grande y que había espacio
disponible si quería mudarme a vivir con él. Dijo que él pasaba mucho tiempo
fuera, y que no molestaríamos nuestras respectivas intimidades. Yo le agradecí
mucho el ofrecimiento, pero necesitaba tener un sitio propio. Aun así, vivir
con él no habría estado nada mal. Changmin era un tío con el que no costaba
nada llevarse bien. Nunca lo había oído quejarse por nada. Se tomaba las cosas
tal como venían, lo que era una cualidad bastante rara en la familia Kim.
Pero la auténtica
sorpresa fue Hyun Joong, el hermano con el que nunca me había llevado demasiado
bien; el que me había hecho un corte de pelo espantoso cuando yo tenía tres
años, y solía darme unos sustos de muerte con los bichitos y las culebrillas
del jardín. El Hyun Joong adulto resultó ser un aliado inesperado. Un amigo.
Cuando estaba con él podía relajarme, y esa sensación de estar acosado que me
obligaba a permanecer siempre en guardia se evaporaba como gotitas de agua
sobre una sartén al fuego.
Quizá se debiese a
que Hyun Joong nunca se andaba con rodeos. Aseguraba que en toda la familia Kim
no había persona más exenta de complejidades que él, y probablemente tuviera
razón. Hyun Joong era un cazador, y se encontraba muy a gusto con su condición
de omnívoro depredador. También era un gran defensor del medio ambiente y no
veía ninguna clase de conflicto en ello. Lo primero que tenía que hacer un
cazador, decía Hyun Joong, era proteger la naturaleza, ya que pasaba la mayor
parte de su tiempo metido en ella.
Con Hyun Joong,
siempre sabías qué terreno pisabas. Cuando algo le gustaba, te lo decía sin
vacilar, y cuando algo no le gustaba, tampoco vacilaba en decírtelo. Era un
firme partidario de la ley y el orden, aunque reconocía que ciertas cosas
sencillamente resultaban mucho más divertidas cuando eran ilegales. Le gustaban
los hombres fáciles, los coches veloces, el trasnochar y el darle a la bebida,
sobre todo cuando combinabas las cuatro cosas. Para Hyun Joong, uno estaba
obligado a pecar la noche del sábado porque así tendría algo de lo que
arrepentirse la mañana del domingo. Lo contrario sería hundirle el negocio al
predicador.
Después de haberse
licenciado, Hyun Joong encontró trabajo en una pequeña administración de
fincas. Al cabo de un tiempo logró que le concedieran un préstamo, compró el negocio
y lo expandió hasta que llegó a tener cuatro veces sus dimensiones originales.
Era la ocupación ideal para él, porque le encantaba reparar averías, solucionar
problemas y toquetear las cosas. Al igual que yo, Hyun Joong no le veía ningún
interés a la jerga de los inversores y todas las sofisticadas estrategias
financieras que tanto adoraban Yoochun y papá. Él prefería las pequeñas cuestiones
cotidianas del trabajar y el vivir. Tenía mucha mano para hacer tratos con la
gente, pasando de toda la parafernalia legal y hablando cara a cara. Para Hyun
Joong, no había nada que atara más fuerte que una promesa hecha mientras le
estrechabas la mano a alguien. Habría muerto —y no lo digo metafóricamente,
porque habría elegido morir— antes que faltar a su palabra.
Como sabía que yo
había llegado a conocer bastante a fondo el negocio de la hostelería trabajando
en el hotel, Hyun Joong pensó que sería la persona ideal para llevar la
vertiente residencial de su administración de fincas. Su encargada actual iba a
dejar el puesto porque estaba embarazada, y ya le había comunicado que después
de haber dado a luz no se reincorporaría porque quería permanecer en casa para ocuparse
de su hijo durante los primeros años.
—Gracias, pero no
puedo —le dije a mi hermano cuando me expuso su idea de que fuera yo quien
ocupara el puesto en cuanto quedase vacante.
— ¿Por qué no? Lo
harías de fábula.
—Apesta a nepotismo
—dije.
— ¿Y?
Su insistencia me
hizo sonreír.
—Y la gente pondrá el
grito en el cielo si contratas a tu hermano.
—Pues mira —dijo Hyun
Joong sin inmutarse—, siempre he pensado que eso es lo que tiene de bueno ser
tu propio jefe. Puedo contratar a un payaso de circo si me apetece.
—No sabes lo
halagador que resulta oírte decir eso, Hyun Joong. — Él sonrió.
—Venga. Inténtalo.
Será divertido.
— ¿Me estás
ofreciendo un empleo para poder tenerme a la vista?
—De hecho, estaremos
tan atareados que apenas tendremos ocasión de vernos el pelo.
Me gustaba mucho cómo
sonaba eso, lo de estar ocupado todo el tiempo. Yo quería trabajar, llegar a
hacer algo en la vida, después de haberme pasado los dos últimos años siendo el
esclavo personal de Siwon.
—Aprenderías un
montón de cosas —me dijo Siwon, que parecía empeñado en convencerme como
fuera—. Tendrías a tu cargo todos los asuntos relacionados con el dinero: los
seguros, la nómina, las facturas del mantenimiento. También negociarías los
contratos de servicio, adquirirías los suministros y el equipo, y trabajarías
con un agente de leasing y una asistente. Como encargado de ese departamento,
vivirías en uno de los apartamentos con un solo dormitorio que hay en el
edificio. Pero tampoco tendrías que estar siempre metido en el despacho...
acudirías a muchas reuniones fuera de allí. Más tarde, cuando estés preparado,
podrías empezar a participar en la vertiente comercial del negocio, lo que me
sería de mucha ayuda porque estoy planeando entrar en la gestión de obras y
luego tal vez...
— ¿Quién se encargaría
de pagar mi sueldo? —Pregunté con suspicacia—. ¿Tú, o papá?
Hyun Joong pareció
ofenderse.
—Yo, por supuesto
—dijo—. Papá no tiene nada que ver con mi administración de fincas.
—El edificio es suyo
—señalé.
—Trabajarías para mí
y mi negocio... y créeme, tenemos varios clientes. Tenemos un montón más. —Me
miró con paciencia—. Piénsatelo, Jae. Tanto tú como yo saldríamos muy
beneficiados.
—Admito que suena
bien. Y no sabes lo mucho que te lo agradezco. Pero no puedo empezar la casa
por el tejado, Hyun Joong. Todavía no tengo suficiente experiencia. Y tanto tú
como yo quedaríamos en muy mal lugar si me dieras un puesto semejante, cuando
no he hecho nada para ganármelo. ¿Qué te parece si empiezo como asistente? Así
podría aprender el oficio desde abajo.
—Tampoco tienes por
qué ganártelo a pulso —protestó—. Ser un Kim debería servirte de algo.
—Ser un Kim significa
que se me debería exigir más que al resto de la gente antes de darme algo.
Él me miró, sacudió
la cabeza y masculló que ya volvía a empezar con mis dichosas posturas liberales.
Le sonreí.
—Sabes que sería lo
más lógico. Y además, lo justo es que ese puesto vaya a parar a alguien que se
lo haya ganado a pulso.
—Eh, que estamos
hablando de negocios. Olvídate de lo que es justo o injusto.
Pero al final acabó
dando su brazo a torcer, y dijo que no iba a ser él quien me impidiera empezar
desde abajo, si realmente era eso lo que quería.
El encargado que
trajo Hyun Joong del otro departamento se llamaba Kang Moo Kyul. Era uno de esos
hombres peripuestos y elegantísimos que probablemente ya aparentaba treinta y
cinco años cuando andaba por los veinticinco. Aunque era de estatura mediana,
su esbeltez y la postura que sabía adoptar te engañaban haciéndote pensar que
era mucho más alto. Su rostro de facciones delicadas irradiaba serenidad.
Admiré la compostura con que sabía llevar una playera de cuello alto.
En un primer momento
me cayó bien. Al menos, yo quería que me cayera bien. Era afable, simpático, y
cuando fuimos a tomar una copa después de nuestro primer día juntos en el
trabajo, me encontré contándole más cosas sobre mi matrimonio fracasado y mi
divorcio de lo que hubiese debido. Pero Moo Kyul también se había divorciado
hacía poco, y parecía haber suficientes similitudes entre nuestros respectivos
ex para que fuese un placer comparar notas.
Moo Kyul me habló
francamente de los temores que le inspiraba mi relación con Hyun Joong, y yo agradecí
su honestidad. Le aseguré que no tenía ninguna intención de conformarme con
cubrir el expediente, o aprovechar el hecho de que Hyun Joong fuera mi hermano
para no dar golpe en el trabajo. Todo lo contrario, de hecho. Iba a trabajar el
doble de duro, porque tenía algo que demostrar. Mi insistencia pareció
convencerlo, y dijo que le parecía que íbamos a formar un buen equipo.
Nos asignaron sendos
apartamentos en el edificio. Me sentí un poco culpable, porque sabía que mi
puesto no conllevaba que te dieran un apartamento, pero fue la única concesión
que le hice a Hyun Joong. Él había insistido en ello, y confieso que me gustaba
la sensación de vivir tan cerca de mi hermano.
Los otros empleados
—una chica llamada Hae que llevaba todo lo relacionado con el personal, la
agente de leasing Park Na Ri, el agente de marketing Kwon Hyuk Joo, y Shin Go en
contabilidad— vivían fuera del edificio en sus respectivos hogares.
Contactábamos con el departamento comercial de Hyun Joong cada vez que surgían
cuestiones técnicas, asuntos legales o algo que no lográsemos resolver por
nuestra cuenta.
Parecía como si toda
la gente que trabajaba para Hyun Joong en el departamento comercial hubiera
adquirido un estilo personal... Todos se mostraban relajados y casi joviales,
en comparación con nuestro departamento. Moo Kyul era más estricto, lo que
significaba que ni hablar de ir al trabajo vistiendo ropa informal los viernes,
y una política de «tolerancia cero al error» que nunca era expresada en voz alta.
Sin embargo, todo el mundo parecía considerarlo un buen jefe, duro pero juste.
Yo estaba pronte a aprender de él, a seguir su ejemplo. Pensaba que Moo Kyul iba
a ser una buena influencia en mi vida.
Pero en cuestión de
días, vi que en realidad sólo estaba jugando conmigo. Yo estaba familiarizado
con esa táctica, Siwon la había empleado a menudo. Lo que me preocupaba era que
yo parecía el único blanco de Moo Kyul. Nadie más parecía tener problemas con
él.
El primer viernes
después de que yo hubiera empezado a trabajar en Soluciones de Gestión Kim, Hyun
Joong vino a mi cubículo con una gran bolsa de papel atada con un lazo.
—Ten —dijo,
alargándomela por encima de las montañas de papeles que cubrían mi mesa—. Una
cosita de nada para celebrar tu primera semana aquí.
Abrí la bolsa y
extraje un maletín de cuero color chocolate.
—Hyun Joong, es
precioso. Gracias.
—Tú, Jun y yo vamos a
salir esta noche —me informó—. Ésa es la otra parte de la celebración.
Jun formaba parte de
lo que prácticamente era un harén de hombres con los que Hyun Joong iba saliendo
a voleo. Como mi hermano siempre era muy franco a la hora de explicarles que no
quería ataduras, ninguna de sus citas parecía esperar ninguna clase de
compromiso por parte de él.
—Eh, no quiero hacer
de carabina —protesté.
—Jun y yo haremos
como si no estuvieras —me aseguró—. Recuerda que aún estás en período de
pruebas, así que no serás ningún estorbo.
Puse los ojos en
blanco, pero hace años que acepté el hecho de estar condenado a pasar el resto
de mi existencia siendo blanco de los chistecitos de mis imponentes hermanos.
—Ando muy cansado
—dije—. De verdad, Hyun Joong, no me siento con fuerzas para salir de juerga.
Una copa y probablemente caeré redondo.
—Entonces te meteré
en un taxi y te mandaré a casa —repuso con una mirada inexorable—. Esta noche
saldrás con nosotros aunque sea arrastrándote, Jae. Hablo en serio.
Aunque sabía que mi
hermano nunca emplearía la fuerza conmigo, me sentí palidecer y noté que me
quedaba rígido en el asiento. «No me toques», quise decir, pero las palabras
quedaron atrapadas en la garganta, debatiéndose como pájaros enjaulados.
Hyun Joong parpadeó y
me miró a los ojos, visiblemente sorprendido.
—Eh... Sólo estaba
bromeando, cariño. Venga, no me mires así. Me haces sentir culpable, y ni siquiera
sé por qué.
Me obligué a sonreír
y traté de relajarme.
—Lo siento —murmuré—.
Oírte hablar así me ha traído malos recuerdos. —Pensé que Siwon no habría
querido que yo saliera aquella noche, me divirtiera y conociese gente. Habría
querido que me quedara en casa, aislado. Aunque sólo fuese para llevarle la
contraria, decidí, saldría con Jun y mi hermano—. De acuerdo —me oí decir Sólo
un ratito. — ¿Voy bien con lo que llevo puesto? —Llevaba Un suéter negro de
cuello alto, un pantalón sencillito y zapatos.
—Claro. Es un bar de
lo más normalito.
—No es de esa clase
de bares a los que se va para conocer gente, ¿verdad?
—Nada de eso. Es uno
de esos bares a los que vas después del trabajo para relajarte tomando una
copa. Después de eso es cuando vas a los bares donde se conoce gente. Y si
conoces a alguna persona interesante allí, entonces acudes a un bareto
tranquilo y agradable del tipo meapetece- echar-un-polvo, y si resulta que hay
química entre ustedes, luego te llevas a esa persona a tu casa.
—Cuánto trabajo
—dije.
Moo Kyul apareció en la
entrada del cubículo, esbelto, elegante y garboso.
—Pero muy divertido
—dijo, mientras su mirada iba de Hyun Joong al regalo que había sobre mi mesa.
Luego me dejó bastante confuso dirigiéndome una afectuosa sonrisa—. Bueno,
supongo que te mereces una recompensa, Jaejoong... Lo has hecho muy bien
durante toda la semana.
—Gracias. —Me sorprendió
y me agradó que me elogiara delante de mi hermano.
—Claro —añadió, sin
dejar de sonreír— que tendremos que pensar en alguna manera de utilizar tu
tiempo más productivamente. —Le guiñó el ojo a Hyun Joong —. A alguien que yo
me sé le encanta mandar correos electrónicos a las amistades cuando debería
estar trabajando.
Eso no era cierto,
pero no podía ponerme a discutir con él enfrente de Hyun Joong.
—No sé de dónde has
sacado esa idea — dije con toda la gentileza de que fui capaz.
Moo Kyul rió suavemente.
—Me he fijado en cómo
le das al minimizador siempre que paso cerca de ti. —Se volvió hacia Hyun Joong
—. ¿He oído que iban a salir?
Se me cayó el alma a
los pies cuando comprendí que mi jefe quería que lo invitaran a venir con
nosotros.
— Sí —dijo Hyun Joong
con su desenvoltura habitual—. Jae y yo somos familia, así que necesitamos
pasar juntos algún rato de vez en cuando.
—Me parece muy bien.
Bueno, yo estaré en casa, descansando y preparándome para la semana que viene.
—Me guiñó el ojo—. No vayas a demasiadas fiestas, Jaejoong. El lunes necesitaré
que estés en condiciones de rendir a tope. — Con lo que daba a entender, pensé
sombríamente, que de momento mi rendimiento dejaba bastante que desear.
—Que tengas un buen
fin de semana —dije, y cerré mi ordenador portátil.
Hyun Joong no me
había mentido; el bar al que fuimos era un establecimiento de lo más normal,
por mucho que el parking pareciera el escaparate de un concesionario de coches
de lujo. El interior estaba decorado a la moda pero sin ínfulas románticas, con
paneles oscuros y luces indirectas, y estaba abarrotado. Jun, que era muy
alegre y tenía la risa fácil, me cayó bien enseguida. Hacía uno de esos atardeceres
de invierno en los que el clima no acaba de decidir qué rumbo seguir. De vez en
cuando llovía un poco, y las ráfagas de viento nos lanzaban gotas a la cara por
debajo del paraguas con que nos escudaba Hyun Joong cuando nos dirigíamos al
establecimiento. Enseguida vi que era un cliente habitual; parecía conocer al
guardia de seguridad, a dos barmans, a un par de camareras y prácticamente a
todos los que pasaban junto a nuestra mesa. De hecho, Jun también parecía
conocer a todo el mundo. Me presentaron a una larga serie de hombres agobiados
por el estrés del trabajo y ansiosos por tomarse el primer cóctel de la tarde
del viernes. Jun me dio un par de golpes leves por debajo de la mesa cuando un
tío atractivo se detuvo junto a nosotros.
—Guapo, ¿verdad? Lo
conozco; podría arreglarte una cita con él. Y ese de ahí también es muy guapo.
¿Cuál prefieres?
—Gracias —dije—, pero
todavía no he acabado de digerir el divorcio.
—Oh, lo que tú
necesitas es un tío de despecho — dijo él —. Son los mejores, créeme. —Esos tíos
nunca creen que la cosa pueda ir en serio, porque todo el mundo sabe que no te
embarcas en una relación al otro día de un divorcio. Lo único que quieren es
darte la bienvenida a las maravillas del sexo cuando decides empezar a hacerlo
de nuevo. ¡Son tu ocasión de experimentar, chico!
—Todo un nuevo caldo
de cultivo a mi disposición —dije, al tiempo que levantaba mi copa.
Tras haber apurado
con lentitud un vodka con martini y la mitad de otro, me sentía listo para irme
a casa. El bar estaba cada vez más concurrido, y los cuerpos que desfilaban
junto a nuestra mesita me recordaban a los salmones cuando van río arriba. Miré
a Hyun Joong y Jun, quienes parecían no tener prisa por ir a ningún sitio, y
sentí la clase de soledad que puede acometerte de pronto en una habitación
llena de gente cuando tienes la impresión de que eres el único que no se lo
está pasando de fábula.
—Eh, pareja... me
parece que es hora de retirarme a mis cuarteles de invierno.
—No puedes irte — dijo
Hyun Joong, frunciendo el ceño—. Ni siquiera son las ocho.
—Hyun Joong, he
tomado dos copas y he conocido a trescientas veintiocho personas... —hice una pausa
para dirigirle una sonrisa a Jun — entre las cuales había dos posibles tíos de
despecho.
—Te prepararé una
cita con uno de ellos — dijo Jun, entusiasmado —. ¡Organizaremos una salida
para cuatro!
—Estupendo. Ya hablaremos
de ello. Bueno, adiós.
Hyun Joong empezó a
levantarse de su asiento.
—Te ayudaré a
encontrar un taxi.
—No, no… tú quédate
con Jun. Pediré al portero que me eche una mano. — Sacudí la cabeza con
exasperación al ver que mi hermano seguía observándome con cara preocupada—. Te
aseguro que todavía soy capaz de encontrar la salida de un bar y conseguir un
taxi. De hecho, queda lo bastante cerca para que incluso pueda ir andando.
—Ni se te ocurra.
—No he planeado ir
andando, sólo comentaba que… Olvídalo, Hyun Joong. Que se divirtiertan.
Aliviado ante la
perspectiva de ir a casa y poder quitarme los zapatos, me zambullí en aquella
masa de cuerpos apretujados. Estar cerca de tantas personas me provocó un sudor
frío en la piel.
—No creo que se trate
de una fobia en el sentido clínico —me había dicho He Yi cuando le conté que
creía haber desarrollado sexofobia—. Eso nos llevaría directamente a los
trastornos mentales, y no acabo de tener claro que tu problema tenga raíces tan
profundas. Lo que pasa es que después de tu experiencia con Siwon, tu
inconsciente se dijo: «A partir de ahora todo lo relacionado con
el sexo estará unido a sentimientos de aversión y ansiedad, y de esa manera nunca
volverán a hacerme daño.» Es un mero recableado en el tablero de los
circuitos mentales.
Cuando pienso en
ello, me digo que ojalá lo hubiera hecho con alguien antes de Siwon, porque eso
me habría suministrado alguna clase de asociación positiva que ahora me
ayudaría a volver a subirme a la bicicleta, por así decirlo. A veces me preguntaba
con cuántos hombres tendría que llegar a acostarme antes de empezar a cogerle
el gustillo a la cosa. Siempre me ha costado acostumbrarme a los nuevos
sabores.
La gente discurría
lentamente junto a la barra. Todos los taburetes estaban ocupados, con bebidas
de todos los tipos a lo largo de las relucientes losetas dispuestas en mosaico
que cubrían la barra. No había otra manera de llegar a la salida que siguiendo
el rebaño. Sentí roces impersonales de la cadera de alguien, el estómago de
alguien, el brazo de alguien. Para distraerme, intenté calcular cuántas
personas más de lo que prescribía la normativa contra incendios había allí.
Alguien en el rebaño
tropezó o dio un paso en falso. Eso causó un auténtico efecto dominó, con uno
cayendo encima de otro hasta que sentí el impacto de un hombro contra el mío.
La inercia me impulsó hacia la hilera de taburetes. Me habría dado un buen
golpe contra la barra si alguien que estaba sentado allí no hubiera extendido a
tiempo la mano para sujetarme del brazo.
—Perdone —se disculpó
alguien desde el gentío.
—No pasa nada —dije
con voz entrecortada mientras intentaba estabilizarme.
—Espere, lo ayudo
—dijo el tío del taburete.
—Gracias.
Alcé la mirada hacia
unos ojos cafes, y entonces todo se detuvo, el sonido de las voces, la música
de fondo, cada paso, parpadeo, respiración, latido. Yo sólo conocía a una
persona que tuviera los ojos de ese color cegador de tan intenso.
Tardé un poco en
reaccionar, ocupado en convencer a mi corazón para que volviera a ponerse en marcha,
y cuando por fin lo hizo empezó a palpitar. Lo único que pude pensar fue que,
la última vez —la única— que había visto a Jung Yunho, estaba estrechándolo
entre mis brazos en la bodega de vinos de mi familia.
* * *
La gente se
apretujaba detrás de mí, intentando atraer la atención del camarero que atendía
aquella sección de la barra. Temí que no iba a tardar en verme pisoteado. Con
un murmullo, Yunho me ofreció su taburete y me ayudó a encaramarme. Yo estaba
demasiado aturdido para protestar. El asiento aún conservaba su calor corporal.
Se quedó de pie con una mano apoyada en la barra, la otra en el respaldo del
taburete, resguardándome. Atrapándome.
Jung Yunho estaba más
esbelto de cómo lo recordaba, un poco más curtido, templado por la madurez. Aquel
aspecto de hombre experimentado le sentaba muy bien, sobre todo porque en el fondo
de aquellos ojos cafes seguía acechando una peligrosa invitación al peligro. El
aura de seguridad masculina que irradiaba era mil veces más poderosa que la de
un hombre meramente guapo. Unos rasgos perfectos pueden dejarte frío, pero
aquella clase de carisma sexy iba directamente a tus rodillas. No me cabía duda
de que todas las mujeres y hombres del bar habrían estado babeando por él.
De hecho, justo más
allá del contorno de su hombro, vi cómo un rubio de piernas larguísimas del
taburete contiguo me lanzaba una mirada asesina. Yo acababa de tropezar,
literalmente, con el momento culminante de su conversación.
—Joven Kim —dijo Yunho,
y me miró como si no acabara de creer que yo estuviese ahí—. Perdón, quiero
decir señor Choi.
—No; soy... Mi
apellido vuelve a ser Kim. —Me di cuenta de que estaba balbuceando, así que
decidí dejarme de rodeos—: Estoy divorciado.
Su expresión no
cambió salvo por un leve agrandamiento de los ojos. Cogió su copa y la apuró de
un trago. Cuando su mirada volvió a cruzarse con la mía, pareció estar
observando los rincones más recónditos de mi ser. Me sonrojé, y el recuerdo de
la bodega de vinos me vino nuevamente a la memoria.
El rubio no dejaba de
observarme con cara de pocos amigos. Agité la mano en un gesto que no quería
decir nada y farfullé:
—Siento haberlos
interrumpido. No era mi intención... Por favor, sigan con su… Encantado de volver
a verlo, señor…
—Yunho. No interrumpe
nada. No estamos juntos. —Giró la cabeza para mirar por encima del hombro, en
un movimiento que hizo que la iluminación del bar se reflejara sobre las capas
de su reluciente pelo—. Disculpa —le dijo al hombre—, tengo que ponerme al día
con un viejo amigo.
—Claro —dijo él con
una sonrisa llena de hoyuelos.
Yunho se volvió hacia
mí, y el rostro del hombre cambió. Si las miradas pudieran matar, la que me
lanzó entonces debería haberme fulminado en el acto.
—No le voy a quitar
el sitio —dije, empezando a bajar del taburete—. Iba a salir a la calle. Pero
esto está tan lleno de gente que…
Sentí un nudo en la
garganta cuando mis piernas rozaron las de él, y me apresuré a volver a acomodarme
en el taburete.
—Espere un poco —dijo
Yunho—. Pronto empezará a despejarse. —Le hizo una seña al barman, que se
acercó con milagrosa presteza.
— ¿Sí, señor Jung?
Yunho me miró y
levantó una ceja.
— ¿Qué va a tomar?
Habría querido
decirle que tenía que irme, pero lo que salió de mis labios fue:
—Un Dr. Pepper, por
favor.
—Un Dr. Pepper... con
ración extra de cerezas —le dijo él al barman.
— ¿Cómo ha sabido que
me gustan las cerezas? —pregunté sorprendido.
La boca de él se
curvó en una lenta sonrisa. Por un instante me olvidé de cómo se hace para respirar.
—Me he figurado que
es usted la clase de hombre al que le gustan los extras.
Yunho estaba
demasiado cerca. Yo aún no había conseguido quitarme la mala costumbre de evaluar
a un hombre en términos del daño físico que podía llegar a infligirme. Siwon me
había dejado moretones y una fractura, pero Yunho podría matar a una persona
sólo con un revés de la mano. Alguien como yo, con mi historial de maltrato y
mi posible caso de sexofobia, debería evitar a toda costa relacionarse con
alguien como él.
Sus manos seguían
flanqueándome, apoyadas en el brazo del taburete y el borde de la barra. Sentí
la tensión de dos impulsos opuestos, el deseo de apartarme de él y una
atracción abrasadora. El nudo de la elegante corbata gris perla que llevaba Yunho
estaba flojo y el cuello de su camisa desabrochado, revelando el borde de una
camiseta blanca debajo. Su garganta era lisa y morena. Me pregunté por una
fracción de segundo qué sentiría si le tocaba el cuerpo, si sería tan duro como
lo recordaba. Una ola de curiosidad y temor hizo que me removiera nerviosamente
en el asiento del taburete.
Me giré hacia el
barman con una sonrisa cuando me trajo la bebida, un vaso alto lleno de Dr. Pepper
que hacía chiribitas. Unas cuantas cerezas muy rojas oscilaban en la superficie
del líquido. Saqué una y arranqué el fruto de su tallo con los dientes. Maduro
y un poco pegajoso, rodó sobre mi lengua dejando una estela dulce a su paso.
— ¿Ha venido usted
solo, joven Kim? —preguntó Yunho. Muchos hombres de su tamaño tenían voces
incongruentemente agudas, pero la de él era muy grave, hecha para llenar un
pecho enorme.
Por un momento pensé
decirle que me llamara por mi nombre de pila, pero no lo hice porque me
convenía mantener el mayor número de barreras entre nosotros, por muy frágiles
que pudieran ser.
—Vine con mi hermano Hyun
Joong y su novio —dije—. Ahora trabajo para él. Tiene una administración de
fincas. Estábamos celebrando mi primera semana en el puesto. —Cogí otra cereza
y la comí muy despacio, y descubrí que Yunho me estaba observando con tanta concentración
que los ojos se le habían puesto un poco vidriosos—. Cuando era pequeño, me
volvían loco —añadí—. Birlaba de la nevera botes de ciruelas. Me las comía como
si fueran caramelos y luego echaba el almíbar en mi vaso de coca-cola.
—Apuesto a que era
usted una auténtico ricura de niño. Y también un poco pillo, ¿verdad?
—Ya lo creo. Estaba
emperrado en ser como mis hermanos. Siempre pedía un juego de herramientas.
— ¿Alguna vez consiguió
uno?
Negué con la cabeza
al tiempo que sonreía melancólicamente.
—Solo juguetes
delicados. —Me tragué otra cereza, ayudándola a bajar con un sorbo de Dr.
Pepper—. Mi tía acabó regalándome un juego de herramientas juvenil, pero tuve
que devolvérselo. Mi madre dijo que no eran apropiadas para un chico como yo.
Una sonrisa tiró del
extremo de los labios de Jung.
—Yo tampoco tuve
nunca lo que quería.
Me pregunté qué
habría podido querer él de niño, pero no debía entrar en cuestiones personales.
Traté de pensar en algún tema más prosaico. Algo relacionado con el trabajo,
por ejemplo.
— ¿Qué tal va su negocio
de buscar la última gota de petróleo? —pregunté.
Había oído decir que Yunho
y dos tíos más habían puesto en marcha una pequeña empresa recuperadora que
buscaba campos de petróleo maduros o que se consideraban agotados después de
que las grandes compañías hubieran dejado de explotarlos. Sirviéndose de las
últimas técnicas de recuperación, podían localizar las reservas aún existentes,
lo que los petroleros llamaban «sueldos no reclamados». Un hombre podía ganar
mucho dinero de esa manera.
—Vamos saliendo
adelante —dijo Yunho con desenvoltura—. Hemos adquirido permisos de explotación
para unos cuantos campos maduros, y obtenido resultados bastante buenos inundándolos
con anhídrido carbónico y también hemos adquirido una participación en una
propiedad no explotada, que ya ha empezado a dar buenos beneficios. —Me miró mientras
yo bebía otro sorbo de mi Dr. Pepper—. Veo que ha cortado su pelo —susurró.
Levanté una mano y me
lo acaricié.
—Sí largo era un
auténtico estorbo. — y no es que fuera tan largo, para un hombre
—Le queda precioso.
Llevaba tanto tiempo
sin recibir cumplidos que por un segundo me faltaron las palabras.
Yunho no me quitaba
los ojos de encima.
—Nunca hubiera
imaginado que tendría ocasión de decirle esto. Pero aquella noche...
—Preferiría no hablar
de eso. Por favor.
Yunho se quedó
obedientemente callado.
Volví a centrar la
mirada en la mano que mantenía apoyada sobre el borde de la barra. De dedos
largos. Llevaba las uñas muy cortas. Me sorprendió ver las diminutas cicatrices
que le surcaban los dedos.
— ¿De qué son esas
marcas? —pregunté.
Él flexionó la mano.
—Ponía vallas al
salir de clase y durante las vacaciones de verano. Cercados de alambre de espino,
ya sabe.
Me estremecí al
pensar en todos aquellos pinchos clavándosele en los dedos.
— ¿Lo ponía con las
manos desnudas?
—Hasta que pude
permitirme comprar un par de guantes.
Lo dijo sin darle
mayor importancia, pero sentí un ramalazo de vergüenza porque sabía lo diferente
que había sido mi educación privilegiada. Y me puse a pensar en cuánto impulso
y ambición habría necesitado para ir mejorando desde la vida en una caravana, hasta su posición actual en el negocio del
petróleo. Pocos hombres eran capaces de hacer algo semejante. Tenías que
trabajar muy duro y ser implacable. Tratándose de él, no me costaba creerlo.
Nuestras miradas se
sostuvieron y durante una fracción de segundo compartimos un voltaje tan
intenso que no me caí del taburete por poco. Me ruboricé y sentí que el calor
se me acumulaba, al tiempo que empezaba a tiritar de puro nerviosismo. Nunca
había querido alejarme de nadie tan deprisa como de aquel hombre.
—Gracias por la copa.
—Me castañetearon los dientes—. Tengo que irme, estoy... Me ha encantado volver
a verlo. Buena suerte con todo. —Bajé del taburete y vi con alivio que el bar
ya no estaba tan concurrido y que había un camino practicable hasta la puerta.
—Lo acompañaré hasta
su coche —dijo Yunho, al tiempo que arrojaba un billete sobre la barra. Cogió
la chaqueta de su traje de ejecutivo.
—No, gracias, tomaré
un taxi.
Pero él fue conmigo
de todas maneras.
—Perderá su sitio en
la barra —murmuré.
—Siempre hay otro
sitio en la barra. —Sentí la suave presión de su mano sobre mi espalda, y me
aparté en una reacción instintiva. El leve contacto fue retirado
inmediatamente—. Parece que todavía llueve —dijo—. ¿Tiene chaqueta?
—No —repuse con
aspereza—. Pero no pasa nada. No me importa mojarme.
— ¿Quiere que lo
lleve en coche a alguna parte? —Su tono se había suavizado, como si hubiera
percibido mi creciente inquietud.
Negué con la cabeza.
—Me conformo con un
taxi.
Yunho le dijo algo a
uno de los porteros, que fue hacia el bordillo.
—Podemos esperar
dentro —propuso—, hasta que consiga parar uno.
Pero yo no podía
esperar. Necesitaba huir de Yunho. Estar de pie junto a él me producía una ansiedad
desesperante. Los lados de la mandíbula me palpitaban sin razón aparente, y me
dolían las costillas allí donde me las había pateado Siwon, a pesar de que
ahora ya estaba completamente curado. La resonancia de las antiguas heridas,
supuse. «Me parece que voy a tener que cambiar de terapeuta — pensé—. Con la de
horas que he pasado en la consulta de He Yi, no debería estar tan jodido.»
— ¿Un mal divorcio?
—preguntó Yunho mientras su mirada descendía hasta mis manos. Me di cuenta de
que las estaba apretando como si me fuera la vida en ello.
—No, el divorcio
estuvo muy bien —dije—. Lo malo fue el matrimonio. —Me obligué a sonreír—.
Tengo que irme. Cuídese.
No podía aguantar ni
un segundo más dentro del bar, así que salí corriendo a la calle aunque el taxi
aún no estaba allí. Y me quedé plantado bajo la lluvia como un idiota, agitado,
rodeándome el cuerpo con los brazos rígidos. Sentía la piel extrañamente tensa,
como si me la hubieran encogido y ya no cupiera dentro de ella. Alguien
apareció detrás de mí, y por el modo en que se me erizó el vello de la nuca,
supe que era Yunho.
Sin una palabra me
echó su chaqueta por los hombros, envolviéndome en un capullo protector. El
tacto del forro de seda era tan exquisito que me estremecí. El aroma de Yunho flotaba
en torno a mí, esa mezcla de sol y especias calientes que aún conservaba en la
memoria... Dios, era delicioso. Reconfortante y estimulante. Hubiera dado
cualquier cosa por que viniera a casa conmigo.
Jung Yunho no, sólo
la chaqueta.
Me giré para mirarlo
y vi que las gotas de lluvia relucían sobre su pelo castaño. El agua me caía
sobre la cara en una rápida sucesión de minúsculos golpecitos fríos. Él se
movió muy despacio, como si temiese que un movimiento súbito pudiera asustarme.
La palma de su mano se amoldó a mi mejilla, y su pulgar me limpió las gotas de
lluvia como si fueran lágrimas.
—Le preguntaría si
puedo llamarlo —dijo—, pero me parece que ya sé su respuesta.
Su mano fue hacia mi
cuello, acariciándome el lado con el dorso de los dedos. Jung Yunho me estaba
tocando, pensé atónito, pero en ese momento me daba igual. Inmóvil bajo la
lluvia, envuelto en su chaqueta, ser tocado por Jung Yunho era la mejor
sensación que había experimentado en todo lo que llevaba de año.
Su cabeza bajó sobre
la mía, pero no trató de besarme, sólo se quedó mirándome a los ojos. Las yemas
de sus dedos exploraron la parte inferior de mi mandíbula y subieron por la
curva de la mejilla. Su pulgar estaba ligeramente encallecido y raspaba como la
lengua de un gato. Un estremecimiento de anhelo mezclado con vergüenza me
recorrió el cuerpo cuando imaginé lo que sentiría si él…
No.
De ninguna manera...
Harían falta años de terapia antes de que estuviera listo para eso.
—Déme su número de
teléfono —murmuró Yunho.
—Eso no sería una
buena idea —conseguí susurrar.
— ¿Por qué?
«Porque no sabría arreglármelas con
alguien como tú», pensé, y dije:
—Usted no le cae bien
a mi familia.
Yunho sonrió, un
destello blanco en su cara bronceada.
—No me diga que aún
me guardan rencor por esa nadería del acuerdo comercial que le fastidié a su
hermano Yoochun.
—Los Kim se toman muy
a pecho esa clase de cosas. Y además… —Hice una pausa para lamerme una gota de
lluvia del lado de la boca, y la mirada de Yunho siguió hasta el último detalle
del movimiento—. No soy ningún segundo plato con el que olvidar a Junsu.
La sonrisa se
desvaneció de sus labios.
—Tiene razón —dijo—.
Usted nunca podría ser ningún segundo plato. Y ya hace mucho tiempo que lo de Junsu
pertenece al pasado.
Llovía con más fuerza
y el pelo de Yunho relucía como el pelaje de una nutria; sus pestañas, finos
hilos sobre el intenso café de sus ojos. Mojado tenía un aspecto magnífico.
Incluso olía mejor, con un delicioso aroma a piel limpia y algodón empapado. Su
piel parecía más cálida entre la neblina de gotitas. De hecho, ahora que
estábamos de pie en aquella acera rodeados por la ciudad, el agua que caía del
cielo y la noche que descendía lentamente sobre nosotros, Jung Yunho parecía la
única cosa cálida en el mundo.
Me apartó de la mejilla
un mechón empapado, y luego otro, su rostro inmóvil, severo. Pese a su tamaño y
su fuerza, me tocaba con una delicadeza de la que Siwon nunca había sido capaz.
Estábamos tan cerca el uno del otro que yo podía ver la textura de su piel
impecablemente afeitada, y supe lo delicioso que sería sentir aquella suavidad
en mis labios. Un dolorcito tan tenue que casi resultaba agradable empezó a
latir suavemente en algún lugar de mi pecho. Pensé con añoranza que ojalá me
hubiera ido con él aquella noche en la recepción de la boda de mi hermano, a
beber champán bajo la luna. Ojalá lo hubiese hecho, porque así al menos habría
sabido en qué acababa la cosa.
Pero ahora era
demasiado tarde. Una vida demasiado tarde. Un millón de deseos demasiado tarde.
El taxi se detuvo
junto al bordillo.
Yunho no se apartó.
—Quiero volver a
verte —musitó.
No me entendía a mí
mismo, no entendía por qué tenía tantas ganas de quedarme con él. Cualquier
persona mínimamente racional hubiera sabido que en realidad Jung Yunho no
sentía el menor interés por mí. Lo único que quería era disgustar a mi familia
y atraer la atención de mi cuñado. Y si para conseguirlo tenía que follarse a
un chico de clase alta, pues entonces tanto mejor. Jung Yunho era un
depredador. Y por mi propio bien, tenía que quitármelo de encima lo más deprisa
posible.
Así que enmascaré mi
pánico con una sonrisa despectiva, y le lancé una mirada de te-hecalado- tío.
—Le encantaría tirarse
a un Kim, ¿verdad? —Y mientras se lo decía, una parte de mí se horrorizó ante
los extremos de grosería a que podía llegar cuando me daba la vena.
Yunho respondió con
una mirada muy larga que me achicharró hasta la última neurona. Y luego dijo en
voz baja:
—Sólo a un pequeño
Kim.
Me sonrojé. Sentí
agarrotarse partes de mi cuerpo que hasta aquel momento ni siquiera había
sabido que tuvieran músculos. Y cuando fui hacia el taxi y subí, me asombré de
que todavía me funcionaran las piernas.
— ¿Dónde vives?
—preguntó Yunho y, como un idiota, se lo dije. Yunho le tendió un billete de veinte
al taxista, lo que era pagarle muchísimo de más dado que solo iba a sólo unas manzanas
de distancia—. Conduzca con cuidado —le dijo, como si yo estuviera hecho de
alguna sustancia muy frágil que podía desintegrarse al primer bache.
— ¡Descuide, jefe!
Y no fue hasta que el
taxi hubo arrancado cuando me di cuenta de que aún llevaba puesta la chaqueta
deYunho.
Lo normal hubiera
sido llevar la chaqueta a que le hicieran una buena limpieza en seco —
disponíamos de un servicio completo de tintorería—, y el lunes hacer que se la
llevaran a Yunho.
Pero a veces lo
normal sencillamente no ocurre. A veces la sensación de que estás haciendo justo
lo que no debes resulta demasiado agradable para que puedas resistirte. Así que
me quedé con la chaqueta, tal como estaba, todo el fin de semana. De vez en
cuando me inclinaba sobre ella y aspiraba su olor. Aquella dichosa chaqueta,
con el olor de Jung Yunho presente en la tela, era puro crack. Al final no pude
aguantar más y la llevé puesta un par de horas mientras veía una película en
DVD.
Luego telefoneé a mi
mejor amigo, Seung, quien hacía poco me había perdonado que no hubiera hablado
con él en meses, y le expliqué la situación.
—Estoy teniendo una
relación de lo más apasionada con una chaqueta.
— ¿La tienda estaba
de rebajas?
—No, la chaqueta no
es mía, es de un hombre. —Pasé a contárselo todo sobre Jung Yunho, incluso lo
sucedido en la recepción de la boda de Junsu y Yoochun hacía ya casi dos años, terminando
Con el encuentro de la otra noche en el bar—. Así que me puse la chaqueta y vi
una película —concluí——. De hecho, ahora mismo la llevo puesta. ¿Hasta qué
punto está fuera de lo normal eso? En una escala que fuera del uno al diez, ¿tú
qué grado de locura me adjudicarías?
—Depende. ¿Qué
película viste?
— ¡Seung! —protesté,
queriendo una respuesta seria por su parte.
—Jae, no me pidas que
defina los límites de lo normal. Ya sabes cómo me criaron. Una vez mi padre se
arrancó un puñado de vello púbico, lo pegó a un cuadro y luego lo vendió por un
millón de dólares.
Seung había llegado a
ser un interiorista de mucho éxito, en buena parte debido a su capacidad para
ser creativo sin ir demasiado lejos. Su padre profesaba un ruidoso desdén hacia
su trabajo, lo que complacía inmensamente a Seung.
—Bueno —había dicho Seung,
volviendo al tema de la chaqueta—, ¿puedo pasar por ahí y olerla?
Sonreí.
—Ni hablar, que
seguro que te la llevarías, y tengo que devolverla. Pero no hasta mañana, lo que
quiere decir que aún dispongo de al menos doce horas que pasar con ella.
—Creo que la semana
que viene deberías hablar con He Yi de por qué un tío al que encuentras
tremendamente atractivo, y con el que ya has intimado, te da tanto miedo que no
puedes ir más allá de acariciar su chaqueta.
Me puse a la
defensiva.
—Ya te lo he contado,
es un viejo enemigo de la familia, y yo...
—No me vengas con
chorradas —dijo Seung—. Creo recordar que no te costó nada mandar a la porra a
tu familia cuando querías estar con Siwon.
—Sí, y luego resultó
que tenían toda la razón acerca de él.
—Eso no viene al
caso. Tienes derecho a ir detrás de cualquier tío que te atraiga. No me creo
eso de que temas la reacción de tu familia. Me parece que se trata de otra
cosa. —Hubo un especulativo silencio, y luego me preguntó suavemente—: ¿Tan
espantoso fue estar con Siwon, cariño?
Nunca le había
contado que mi marido me había maltratado físicamente. Aún no había llegado al
punto en que me fuera posible hablar de eso con alguien que no fuera Yoochun, Junsu
o mi terapeuta. La preocupación que había en la voz de Seung casi pudo más que
yo. Traté de responder, pero tardé una eternidad en conseguir arrancarle un
sonido a una boca en la que de pronto no quedaba ni una sola gota de saliva.
—Sí —murmuré
finalmente. Los ojos se me llenaron de lágrimas y me los sequé con la palma—.
Fue bastante espantoso.
Entonces le tocó el
turno a Seung de esperar un poco, antes de responder.
— ¿Qué puedo hacer?
—se limitó a preguntar.
—Ya lo estás haciendo
al ser mi amigo.
—Eso siempre.
Seung hablaba en
serio. Y se me ocurrió pensar que la amistad era mucho más de fiar, aparte de
mucho más duradera, que el amor.
Pobre Jae! Es completamente normal que queden rezagos del maltrato. Y más aún cuando fue físico y mental, aunque no me cabe en la cabeza que el maldito de Siwon haya negado todo, como dicen modificándolo a su propio beneficio. Lo más irritante de todo es que esto es completamente real, los maltratadores utilizan ese tipo de técnicas!
ResponderEliminarAhora pasando a cosas mejores, estoy tan feliz que Jae se vaya encontrando poco a poco consigo mismo, que vaya recuperando a toda su familia y claro, lo mejor, los ojos café de Yunho!! Que segura estoy no ha podido olvidar a nuestro dulce Jae, después de aquel encerrón a lado de los vinos!!!
Mil gracias por la actualización!!!
me encanta la historia y yunho quedo prendado de jae desde el primer encuentro y después de el tiempo sigue pensándolo que abra querido decirle yunho ha jae pues no lo dejo hablar y ahora estoy con la duda y jae esta muy mal por lo que le hizo siwon pero yunho no es ese y el es muy cariñoso nada que ver con su ex jae deja que el te consuele y te cuide para que dejes atrás tu trauma y puedas ser feliz con yunho Y MUCHAS GRACIAS por la actualización
ResponderEliminar"Reconfortante y estimulante. Hubiera dado cualquier cosa por que viniera a casa conmigo.
ResponderEliminarJung Yunho no, sólo la chaqueta" jajajajja, si claro!! :)
Que pena lo que sufre Jae, de verdad que estar con Siwon fue de lo mas terrible tanto asi que no puede acercarse a Yunho, tiene tanto miedo que no sabe lo que se esta perdiendo ajajajja.
No mentira Yunho debe poco a poco acercarse a el y curar sus heridas, de seguro que pronto comienzan a frecuentarse y a relacionarse.
Buena actualizacion, estaré esperando con ansias el nuevo capitulo. )
este capi estuvo genial y mas con la aparicionde yunho ufffffff lo que debio sentir jae
ResponderEliminaresperare con ansias el proximo capi
ya quiero saber ;-) que pasara
jae aún sufre por todo lo que paso con siwon y es entendible algo así no se puede olvidar y hacer como si nada de la noche a la mañana, le llevará aún tiempo y el encontrarse con yunho ahhhhh esa parte! aún teme acercarse a las personas pero el mismo lo dice yunho es como un imán que lo atrae y espero el sea quien pueda curar sus heridas y lo haga olvidar todo y le de el amor que necesita, gracias por el capítulo y por fas espero puedas actualizar nuevamente pronto!
ResponderEliminarserá dificil que supere en tan poco tiempo el trauma que el animal de siwon le provocó, pero hay esperanza porque cuando ve a Yunho siente cosas y eso es bueno.
ResponderEliminarSolo espero que el imbecil de siwon no quiera hacer su aparicion y dañarlo mas ¬¬
Gracias por el capo y yo aqui sigo poniendome al corriente con tus historias ^^
a jae le va acostar mucho supera el trauma que le dejo siwon maldito , a si yunho tendra que tener mucha paciencia con jae . muchas graccias por este capitulo
ResponderEliminarPobre Jae me encanto esta historia y me la lei de corrido no lo puedo creer pero sabia que algo malo iba a suceder si se casaba con Siwon, era solo un aprobechado que ahora ya lo dejo traumado, espero que pueda superar eso y pueda mejorar su situacion con Yunho.
ResponderEliminarEspero Yunho no se de por vencido tan pronto y que Jae deje de ser tan desconfiado con respecto a Yunho, que lindo se comporto Yoochun al ayudar en todo a Jae, espero puedas continuarlo pronto.
Gracias !!!!!!
OOOOoh jae por fin acabastes con Siwon ya era hora TT.TT
ResponderEliminarWiii el nuevo enceuntra con Yunho es tan romantico <3 jae esta lokito por Yunho pero tiene miedo de salir herido pobre
Gracias por el fic Onni <3<3<3
ya van saliendo los sentimientos mutuos n,n
ResponderEliminarcontinuare leyendo gracias ,,,,,, <3
Gracias a Dios que por fin jaejoong se divorcio del desgraciado de siwon pense que seria mas complicado... que Siwon iba a poner mas resistencia.. supongo que fue por que Yoochun le pago..
ResponderEliminarEspero que Siwon no vuelva a}parecerse en la vida de Jae pero algo me dice que no va ser así :(
Yunho y jae se reencontraron :O...!
Yunho todavía se muere por Jae :3 <3 y jaejoong se quedo oliendo su saco jajaja :)
Ese par se queria desde el inicio, pero como a veces las cosas locas no funcionan Jae fue por lo creia conocer en este caso Siwon y de alguna manera todo se perdio....T^T pero si algo es para ti vuelve y eso paso con JJ, YH volvio y esta vez no piensa irse por las ramas, pero como es obvio no le sera facil porque JJ tiene muchos golpes que curar antes de aceptar a Yunnie.
ResponderEliminarJaejoong lo tendrá muy difícil para superar lo de Siwon, pero Yunho ha hecho acto de presencia....
ResponderEliminarOooh! Jae... Por lo menos ahora esta divorciado de Siwon... Espero que ese desgraciado se borre y no se acerque nunca mas a Joongie... Y ahora reapareció Yunho :3 Va a costar bastante que Jae supere lo del maldito ese.... Pero Yunho podría ayudar ^ ^
ResponderEliminarPoco a poco Jae ira superando sus miedos por lo que le paso. Mori de risa con lo de su torrido romance con la chaqueta. Moo kyul no me cae no se porque >.<
ResponderEliminarojala jae logre superar todos sus temores y logre algo con Yunho
ResponderEliminarPobre Jae aun esta muy afectado por todo lo que vivio con Siwon ... espero que Yunho sea lo suficientemente paciente y persistente para ganarse una oportunidad con el. Entre ellos dos hay tanta quimica y una atraccion innegable que no se ha desvanecido ni en esos dos años que estubieron separados
ResponderEliminarpor fin apareció Yunho en el camino de Jae.
ResponderEliminarsolo quiero que sea dulce y se enamore locamente de Jae, él se lo merece por todo lo que sufrió.
pobrecito Jae está traumado. tan mal quedó que teme el contacto con otros.
ese compañero nuevo de trabajo de Jae no me cae bien. le traerá problemas seguro.
gracias
Pobre Jae, quedó traumatizado por culpa de Siwon, ojala le vaya a este de la patada por desgracia... Ahora es turno de Yunho de regresarle la confianza en todo, aunque creo le costará trabajo.
ResponderEliminarGracias!!!💗💕💞
Por fin se alejó de la pesadilla de Siwon, aunque fue traumático el evento, si no hubiera pasado, hubiese pasado mas años aguantando el maltrato. Gracias que se decidió y que su hermano lo ayudo. Quedaron secuelas, pero con el tiempo se curará. Los sentimientos que desde el principio tuvo por YH salieron a flote instantáneamente. Desde el principio se gustaron y se atrajeron el uno al otro. El hecho de que tenia novio y quería hacer lo que quisiera le hizo poner sus sentimientos detrás de todo. Bueno ahora habrá la oportunidad y eso ayudará a JJ a superar sus traumas anteriores
ResponderEliminar.