CAPÍTULO 1
La primera vez
que lo vi fue en la boda de mi hermano Yoochun, al fondo del pabellón que
habían levantado para dar cabida a los invitados. Estaba de pie en un rincón,
apoyado contra el poste con la postura entre insolente y desgarbada de alguien
que preferiría estar pasando el rato en un salón de billares. Aunque iba bien
vestido, era evidente que no se ganaba la vida sentado a la mesa de una
oficina. Ningún traje de Armani podría quitarle aristas a aquella clase de
cuerpo fornido y armonioso. Sus largos dedos, delicadamente curvados alrededor
de una copa de champán, podrían haber hecho trocitos el cristal como si tal
cosa.
Me bastó con
mirarlo para saber que me hallaba ante un hombre al viejo estilo, de esos que van
de caza, juegan al fútbol y al póquer, y aguantan muy bien la bebida. No son mi
tipo. Yo estaba interesado en algo más. Aun así, me atrajo su porte y su buena
planta. Era apuesto, incluso guapo si pasabas por alto el irregular puente de
la nariz casi imperceptible, que parecía haber sufrido una rotura en alguna
ocasión. Su pelo —castaño oscuro, tan reluciente y tupido — en finas capas
escalonadas. Pero fueron los ojos lo que más me llamó la atención por la
intensidad de su café, tan etéreo y delicado que impactaba nada más verlo,
incluso desde lejos como yo en ese momento. No pude reprimir un leve
estremecimiento cuando él volvió la cabeza y me miró directamente.
Me volví al
instante, avergonzado de que me hubiera pillado mirándolo con semejante descaro.
Pero eso no impidió que sintiera una especie de descarga eléctrica que me
inflamó la piel, señal de que él me seguía observando. Vacié mi copa de champán
con unos rápidos sorbos, dejando que el cosquilleo de las burbujas me calmara
los nervios. Sólo entonces me atreví a echar otra mirada.
Aquellos ojos
se insinuaban de un modo que no tenía nada de civilizado. Una tenue sonrisa permanecía
agazapada en aquella boca de labios carnosos. «Desde luego no es la clase de hombre con el que quisiera encontrarme a
solas en una habitación», pensé. Su mirada descendió por mi cuerpo en una
perezosa inspección para acabar regresando a mi cara, y acto seguido me dirigió
uno de esos respetuosos asentimientos con la cabeza que los hombres han elevado
a la categoría de arte.
Le di la espalda
deliberadamente, concentrando toda mi atención en mi novio Siwon. Nos pusimos a
contemplar a los recién casados, que estaban bailando mejilla contra mejilla.
Me puse de puntillas y le susurré al oído:
— Luego nos
toca el turno a nosotros.
Siwon me pasó
el brazo por la cintura.
— Veremos qué
tiene que decir tu padre al respecto.
Siwon iba a
pedirle permiso para casarse conmigo, una tradición que yo encontraba anticuada
e innecesaria. Pero él estaba emperrado en hacerlo.
— ¿Y si niega
su aprobación?— pregunté. Como mi padre nunca encuentra bien nada de lo que
hago, era una posibilidad a tener en cuenta.
— Entonces nos
casaremos sin más. — Siwon retrocedió unos centímetros y me miró desde arriba—.
Aun así, me gustaría convencerlo de que su hijo tampoco está haciendo tan mal
negocio, después de todo.
— Eres lo
mejor que me ha sucedido nunca. —Me acurruqué en la curva de su brazo. Me parecía
un milagro que alguien pudiera quererme de aquella manera. Ningún otro hombre,
por guapo que fuese, podría interesarme jamás.
Sonreí y volví
a mirar en la misma dirección de antes, con curiosidad por ver si el tipo de
los ojos cafés aún seguía allí. Por algún motivo, me sentí aliviado cuando
comprobé que no era así.
Mi hermano Yoochun
había insistido en que la ceremonia de su boda tenía que ser lo más discreta
posible. Sólo un puñado de personas había podido acceder a aquella pequeña
capilla del siglo XVIII. El oficio nupcial había sido tan corto como bonito,
lleno de un sentimiento que impregnaba la atmósfera y te llegaba muy adentro.
La recepción
posterior, en cambio, fue lo que se dice un auténtico circo.
Se celebró en
la mansión familiar que los Kim teníamos, una selecta comunidad cuyos
residentes les confesaban muchas más cosas a sus contables que a su párroco.
Como Yoochun era el primer vástago de los Kim que contraía matrimonio, mi padre
quiso aprovechar la ocasión para impresionar al mundo, O al menos a la ciudad,
que dada la manera de pensar de papá era la única parte del mundo merecedora de
ser impresionada.
Así que con la
mente puesta en la reputación familiar y en el hecho de que las miradas de todo el mundo estarían fijas en nosotros,
papá había contratado los servicios profesionales de una conocida organizadora
de bodas y había limitado sus instrucciones a cuatro escuetas palabras: «El talonario está abierto.» Como sabía
el mundo entero, era un talonario muy bien provisto.
Mi padre, Kim
Joon Gyu, un conocido «mago de los
negocios», había creado un fondo indexado internacional de la energía que
prácticamente había doblado su volumen en el curso de su primera década de
existencia. El fondo incluía productores de petróleo y gas natural, oleoductos,
suministradores de carbón y fuentes de energía alternativa, y estaba
representado por quince países. Mientras yo crecía, vi muy poco a papá; él
siempre andaba por algún sitio lejano.
Con ese
vozarrón que tenía y aquella personalidad tan imponente que no le cabía en el cuerpo,
papá siempre me había parecido enorme. Fue sólo durante mi adolescencia cuando
llegué a darme cuenta de que físicamente era más bien menudo, un peso pluma que
reinaba sobre el resto del gallinero. Despreciaba la blandura, y una de sus
mayores preocupaciones era que sus cuatro descendientes — Yoochun, Hyun Joong, Changmin
y yo— no fueran capaces de triunfar en la vida por haber recibido demasiados
mimos. Así que cuando andaba por casa, se aseguraba de administrarnos dosis de
realidad, como cucharadas de jarabe amargo.
En vida, mi
madre siempre había copresidido la Feria Anual del Libro, y aprovechaba los momentos
muertos en el evento para salir a fumarse un cigarrillo. Mamá era guapísima,
tenía las piernas más hermosas, y organizaba unas cenas de etiqueta realmente
fabulosas. Como solían decir en aquellos tiempos, era un pedazo de mujer. Apenas
la conocían, los hombres iban corriendo en busca de papá para decirle que era
un capullo con suerte, algo que a él lo complacía infinitamente. No se
la merecía, solía proclamar, antes de reírse taimadamente, porque en su
fuero interno estaba convencido de merecerse bastante más de lo que realmente
se merecía.
Los Kim habíamos
invitado a setecientas personas, pero a la recepción asistieron por lo menos
mil. La gente se apretujaba dentro de la mansión familiar o salía como podía
para dirigirse al enorme pabellón blanco, que había sido adornado con miles de
lucecitas blancas y un sinfín de orquídeas en distintos tonos de blanco y rosa.
El calor un poco húmedo de aquella tarde de finales de primavera hacía aún más
intensa la fragancia de las orquídeas.
Dentro de la
mansión, al abrigo del aire acondicionado, la sala principal para el bufé se hallaba
dividida en dos secciones por una barra de hielo de seis metros cubierta con
todas las clases de marisco. Había doce esculturas de hielo, una de ellas
alrededor de una fuente de champán, otra provista de una fuente de hielo
tachonada por pequeñas bolsas de caviar. Camareros de guantes blancos llenaban
cilindros de cristal escarchado con vodka frío como el hielo, y esparcían
cucharaditas de caviar sobre diminutos blinis preparados con crema amarga y huevos
de codorniz.
Las mesas del
bufé caliente ofrecían soperas con crema de langosta, enormes bandejas repletas
de solomillos cocinados al humo de pacanas, ashi de atún braseado, y un mínimo
de treinta entrantes más. He asistido a muchas fiestas y acontecimientos
sociales, pero nunca había visto tanta comida junta.
Reporteros
cubrían la recepción, que contaba con invitados como el ex gobernador y el
alcalde, un famoso chef de la televisión, celebridades del cine y gente del
petróleo. Todo el mundo estaba pendiente de la llegada de Yoochun y Junsu, que
se habían quedado en la capilla con el fotógrafo.
Siwon estaba
un poco aturdido. Procediendo de una respetable familia de clase media como la suya,
asistir a un acto social de aquellas características le parecía el no va más de
la distinción. Yo y mi incipiente conciencia social encontrábamos un poco
embarazoso todo aquel exceso. Mi manera de pensar había cambiado bastante desde
que fui a estudiar a la universidad, una prestigiosa institución universitaria
sólo para chicos. Fui allí convencido de que era justo la clase de lema que le
iría bien aprender a una persona como yo.
Mi familia me
había tomado el pelo cariñosamente diciendo que estaba pasando por una «fase natural». Ellos —sobre todo mi
padre— me tenían por un estereotipo ambulante, el típico jovencito ricachón que
hace sus primeros escarceos con la mala conciencia liberal. Eché otra mirada a
las largas mesas rebosantes de comida. Antes del inicio de la recepción, me
había asegurado de que luego todo lo que sobrase fuera llevado a una serie de
centros asistenciales, una idea que fue aprobada elogiosamente por mi familia.
Pero ni aun así conseguía dejar de sentirme culpable, un sucedáneo de jovencito
liberal que hace cola mientras espera a que le sirvan su ración de caviar.
— ¿Sabías —le
pregunté a Siwon mientras íbamos hacia la fuente del vodka— que para encontrar
un diamante de un quilate antes tienes que pasar por el cedazo el equivalente a
una tonelada de tierra? Así que para producir todos los diamantes que hay en
esta habitación, tendrías que excavar gran parte de Australia.
Siwon fingió
quedarse perplejo.
— Pues la
última vez que miré, Australia todavía estaba en su sitio. —Me pasó la punta de
los dedos por el hombro —. Tranquilízate, Jaejoong. No tienes que demostrar
nada. Yo ya sé quién eres.
Aunque ambos éramos
de la misma ciudad, nos habíamos encontrado por casualidad. Ambos asistíamos a
diferentes universidades. Lo conocí en una fiesta de vuelta-al-mundo organizada
en un viejo caserón. Cada una de las habitaciones estaba dedicada a un país distinto,
y ofrecía barra libre de la bebida típica nacional. Vodka en Rusia, whisky en
Escocia, y así sucesivamente.
En algún lugar
entre Suramérica y Japón, uno de los traspiés que yo había empezado a dar con
alarmante frecuencia me llevó a tropezar con un chico de pelo oscuro, ojos
pardos y una sonrisa que irradiaba seguridad en sí mismo. Tenía la musculatura
delicadamente nervuda de un corredor de fondo y pinta de intelectual.
Para mi
deleite, me habló con acento conocido.
— Quizá
deberías hacer una pausa en tu vuelta al mundo. Al menos hasta que no te cueste
tanto ver por dónde vas.
Siwon me había
acompañado fuera, donde nos sentamos en el escalón de la entrada principal del
caserón y pasamos dos horas largas hablando a pesar de que hacía un frío que
pelaba.
Nos enamoramos
en un abrir y cerrar de ojos. Yo estaba dispuesto a hacer lo que fuese por Siwon,
a ir a cualquier sitio con él. Iba a casarme con él. Sería la señora de Choi Siwon.
Kim Jaejoong de Choi. No iba a permitir que nadie se interpusiera en mi camino.
Cuando por fin
me tocó el turno de bailar con mi padre, Al Jarreau estaba cantando Accentuate
the Positive con esa voz suya que es pura melodía. Siwon había ido a buscar una
copa con mis hermanos Hyun Joong y Changmin, y se reuniría conmigo en la
residencia familiar dentro de un rato.
Siwon era el
primer chico que llevaba a casa de mis padres, el primero del que me había enamorado.
Y el único con el que me había ido a la cama. Nunca he salido demasiado. Mi
madre murió de cáncer cuando yo tenía quince años, y durante los dos años
siguientes me sentí tan deprimido y tan espantosamente culpable que ni siquiera
podía pensar en llegar a tener algún tipo de vida sentimental. Y de pronto me
encontré en una universidad sólo para chicos, algo que le sentó de maravilla a
mi educación pero no tanto a mi vida amorosa.
Sin embargo,
no fue sólo ese entorno exclusivamente masculino lo que me impidió llegar a establecer
relaciones. Muchos de mis compañeros de estudios asistían a fiestas fuera del
campus, o conocían a chicos porque se habían matriculado en cursos extra de
otras universidades. El problema radicaba en mí. Era como si careciese de
cierta habilidad esencial a la hora de atraer a la gente, de dar y recibir amor
sin necesidad de esforzarse. Me costaba horrores, en serio. Era como si
ahuyentase precisamente a las personas que más ganas tenía de conocer. Con el
paso del tiempo, comprendí que lograr que alguien se enamore de ti es como
tratar de convencer a un pájaro de que se te pose en el dedo... No sucederá
hasta que dejes de empeñarte en que suceda.
Así que al
final lo dejé correr, y como todos los tópicos encierran su pequeña verdad, fue
precisamente entonces cuando sucedió. Conocí a Siwon y nos enamoramos. Siwon era
el hombre al que amaba. Eso debería haber sido suficiente para mi familia, pero
a los Kim no les bastaba con eso. De repente me encontré teniendo que responder
a preguntas que ni siquiera se formulaban, lo que me obligaba a decir cosas
como «Nunca había sido tan feliz», o
« Siwon va a licenciarse en económicas»,
o «Nos conocimos en una fiesta
universitaria». El que mostraran tan poco interés por él, por su pasado o
por el futuro de nuestra relación, me enfurecía y frustraba. Era como un juicio
en sí mismo, aquel ominoso silencio.
Seung, mi
amigo del alma, lo entendió enseguida en cuanto lo llamé para quejarme. Él y yo
nos conocíamos desde los doce años. El padre de Seung, era un pintor que había
expuesto su obra en todos los grandes museos.
Los residentes
nunca habían acabado de entender del todo a la familia de Seung. Para empezar
eran vegetarianos, los primeros que yo conocía. Vestían prendas de algodón
hindú y solían calzar sandalias. En un vecindario donde predominaban dos
estilos de decoración de interiores, la familia de Seung habían pintado de un
color diferente cada una de las habitaciones de su casa, llenando las paredes
con franjas y motivos ornamentales exóticos.
Aún más
fascinante que eso, eran budistas, una palabra que yo había oído todavía menos
a menudo que «vegetariano». Cuando
le pregunté a Seung qué hacían exactamente los budistas, él me explicó que
dedicaban mucho tiempo a la contemplación y a meditar sobre la naturaleza de la
realidad. Seung y sus padres incluso me habían invitado a ir al templo budista
con ellos, pero para gran disgusto mío, mis padres dijeron que no. Yo era
baptista, me recordó mi madre, y los baptistas no dedicaban sus ratos libres a
meditar sobre la naturaleza de la realidad.
Seung yo
siempre habíamos estado tan unidos que la gente daba por hecho que salíamos juntos.
Nunca habíamos llegado a desarrollar el menor atisbo de relación romántica,
pero el sentimiento que nos unía tampoco era estrictamente platónico. No estoy
seguro de que ninguno de los dos hubiera podido explicar lo que significábamos
el uno para el otro.
Seung era
probablemente el ser humano más hermoso que yo había conocido jamás. Esbelto y atlético,
de facciones muy delicadas y pelo castaño, el color de sus ojos concordaba con
el de su pelo. Y poseía una indefinible cualidad felina ajena a los andares arrogantes
tan típicamente de todos los hombres que había conocido hasta entonces. Una vez
le pregunté si era gay o heterosexual, y él respondió que le daba igual si
alguien era hombre o mujer, que le interesaba más el interior de la persona.
— ¿Así que
eres bisexual? —le pregunté, y él se rió de mi insistencia en ponerle una etiqueta
a todo.
—Supongo que
soy biposible —contestó, y me dio un cariñoso besito.
Nadie me
conocía o me entendía tan bien como Seung. Era mi confidente, la única persona
con la que podía contar incluso cuando discrepábamos sobre algo.
—Es justo lo
que dijiste que harían —dijo Seung, cuando hube acabado de contarle por teléfono
que mi familia ignoraba a mi novio—. Tampoco es ninguna sorpresa, ¿verdad?
—El que no sea
ninguna sorpresa no significa que me guste.
—Eh, recuerda
que este fin de semana no va de tú y Siwon. Va de los novios.
—Las bodas
nunca van de los novios —dije—. Para las familias disfuncionales, las bodas son
exhibicionismo social.
—Pero incluso
las familias disfuncionales tienen que fingir que la cosa va de los novios. Así
que tú sígueles la corriente, pásalo bien en la ceremonia, y no le hables de Siwon
a tu papá hasta después de la boda.
—Seung —pregunté
yo con voz quejumbrosa—, tú has conocido a Siwon. Te cae bien, ¿verdad?
—No puedo
responder a esa pregunta.
— ¿Por qué no?
—Porque si
todavía no lo has visto, nada de lo que yo te diga podrá hacértelo ver.
— ¿Qué es lo
que tengo que ver? ¿A qué te refieres?
Pero Seung no
había abierto la boca, y colgué sintiéndome perplejo y bastante enfadado.
Lamentablemente,
el consejo de Seung se me fue de la cabeza apenas empecé a bailar un foxtrot
con papá.
El champán y
el triunfo habían hecho que se le subieran los colores. Nunca había mantenido en
secreto que él quería que aquella boda se celebrara, y la noticia de que mi
nuevo cuñado estaba embarazado era una especie de bonificación añadida. Las
cosas estaban yendo justo como quería él. Yo estaba seguro de que en aquellos
momentos papá tendría la cabeza llena de visiones de nietecitos haciendo
monerías, generaciones enteras de ADN maleable a su entera disposición.
Fornido y
paticorto, papá tenía los ojos muy negros y tal cantidad de pelo que costaba lo
suyo encontrarle el cuero cabelludo debajo de aquella mata. Combinado con su
mandíbula prusiana, eso lo hacía impresionante, ya que no guapo.
Mamá siempre
había dicho que él y yo nos parecíamos demasiado, porque ambos éramos capaces
de llegar hasta donde hiciera falta para salirnos con la nuestra y si uno trazaba
una línea, el otro se la saltaba sin pensárselo dos veces.
—Eh, papá.
—Bichito. —Mi
padre tenía una voz muy bronca, y la perpetua impaciencia de un hombre que nunca
se había visto obligado a congraciarse con nadie la hacía sonar aún más
áspera—. Estás guapo esta noche. Me recuerdas a tu mamá.
—Gracias. —Los
cumplidos eran algo muy raro en él. Supongo que ésa fue la razón por la que aún
agradecí más oírle decir aquello, aunque sabía que mi parecido con mi madre
era, en el mejor de los casos, ligero.
Mientras papá
y yo bailábamos, mi fotógrafo vino hacia nosotros. Nos acercamos un poco más el
uno al otro y sonreímos al destello cegador del flash, y luego volvimos a
adoptar la distancia anterior.
—Siwon y yo
vamos a irnos mañana —dije.
Cogeríamos un
vuelo comercial; yo había cargado dos billetes de primera clase en mi tarjeta de
crédito. Como las facturas de mi Visa las pagaba papá, y él nunca delegaba esa
tarea en ninguno de sus subordinados, ya estaba al corriente de que el billete
de Siwon había corrido de mi cargo. No había dicho nada al respecto. Todavía.
—Antes de que
subamos al avión —continué--—, Siwon quiere hablar un momento contigo.
—Estupendo.
—Me gustaría
que procuraras mostrarte simpático con él.
—A veces tengo
mis razones para mostrarme antipático. Es un buen modo de averiguar de qué
pasta está hecho alguien.
—No hay
ninguna necesidad de que pongas a prueba a Siwon. Basta con que respetes mis elecciones.
—Quiere
casarse contigo.
—Sí.
—Porque da por
supuesto que así podrá viajar en primera el resto de su vida. Eso es todo lo que
eres para él, Jaejoong.
— ¿Se te ha
ocurrido pensar alguna vez que alguien podría quererme por mí mismo, y no por tu
dinero?
—Siwon no es
de esa clase de hombres.
—Eso me
corresponde decidirlo a mí —le espeté.
—Ya lo has
decidido —dijo papá, y aunque no era exactamente una pregunta, murmuré que sí,
que lo había decidido—. Entonces no me pidas mi permiso —prosiguió—. Elige y
carga con las consecuencias después. Tu hermano no vino a preguntarme si me
parecía bien que se casara con Junsu.
—Por supuesto
que no. Habías hecho todo lo posible para unirlos. Todo el mundo sabe que estás
loquito por él. —Sorprendido por la sombra de celos que había en mi voz, me
apresuré a añadir—: ¿No podemos hacer esto del modo en que se hace normalmente,
papá? Yo traigo a casa a mi novio, tú finges que te cae bien, yo sigo con mi
vida, y tú y yo nos telefoneamos cada vez que haya alguna festividad
importante. —Forcé una sonrisa—. No te interpongas, papá. Lo único que te pido
es que me dejes ser feliz.
—No serás
feliz con Siwon. Ese chico nunca llegará a nada.
— ¿Cómo lo
sabes? ¡Pero si no has pasado más de una hora con él!
—He vivido lo
suficiente para reconocer a un fracasado en cuanto lo veo.
No creo que
ninguno de los dos hubiera llegado a levantar la voz, pero noté que estábamos siendo
objeto de algunas miradas curiosas. Desde luego no hacía falta discutir en voz
alta para que otras personas se enteraran de nuestras cosas. Me esforcé por
tranquilizarme, y mantuve los pies moviéndose en un vaivén de circunstancia.
—Para ti
cualquier hombre con el que quiera compartir mi vida tiene que ser un fracasado
— repliqué—. A menos que me lo hayas escogido personalmente, claro. —En esas
palabras había suficiente verdad para que mi padre perdiera los estribos.
—Te organizaré
una boda —dijo——, pero tendrás que buscarte a otro para que te lleve al altar.
Y luego no acudas a mí cuando necesites dinero para el divorcio. Si te casas
con Siwon, te cerraré el grifo. Ni tú ni él recibirán un solo centavo de mí,
¿comprendes? Si ese chico tiene valor para venir a hablar conmigo mañana, yo
mismo se lo diré a la cara.
—Gracias,
papá. —Me aparté de él justo cuando cesaba la música—. Tú sí que tienes sentido
del ritmo.
Mientras
dejaba la pista, pasé junto a Junho, que corría hacia mi padre con los brazos extendidos.
Era el hermano pequeño de Junsu.
— ¡Ahora me
toca a mí! —chilló, como si bailar con Kim Joon Gyu fuera lo mejor que te puede
suceder en el mundo.
Cuando tenía
nueve años, pensé con amargura, yo también sentía lo mismo hacia mi padre.
Me abrí paso
entre el gentío, viendo sólo bocas y más bocas... hablando, riendo, comiendo, bebiendo,
besando el aire. Había tanto ruido de fondo que no podías pensar.
Le eché una
mirada al reloj de pared que adornaba el vestíbulo. Las nueve. Al cabo de media
hora debía reunirme con Junsu en uno de los dormitorios del piso de arriba para
ayudarlo a quitarse el traje de novio y ponerse ropa de calle. Estaba
impaciente por dejar atrás ese ritual. Mi organismo ya había tenido bastante
felicidad lacrimosa por hoy.
El champán me
había dado sed. Fui a la cocina, donde apenas se podía dar un paso por la cantidad
de gente del catering que había, y me las arreglé para encontrar un vaso limpio
en un armario. Lo llené de agua en el fregadero y lo apuré de unos cuantos
tragos sedientos.
—Perdone —dijo
un camarero nerviosamente mientras trataba de esquivarme con una humeante
bandeja de pescado al vapor. Me hice a un lado para dejarle paso y me encaminé
al comedor ovalado.
Para mi
alivio, divisé a Siwon cruzando el arco de la puerta que conducía a la bodega
de vinos y pequeño comedor auxiliar. Había entrado por la pequeña puerta de
hierro forjado y la había dejado entornada. Pensé que se había hartado del
gentío y buscaba un momento de tranquilidad. Tuve ganas de que me abrazara. Yo
también necesitaba un momento de paz entre toda aquella cacofonía.
Rodeé la mesa
del comedor y entré en la bodega, repleta de toneles de roble que perfumaban el
recinto. La puerta se cerró tras de mí con un suave chasquido. Accioné el interruptor
de la luz y me adentré en la bodega.
—Eh... —le oí
murmurar.
—Soy yo. —Di
con él en la oscuridad y reí suavemente mientras le rodeaba los hombros—. Te
echaba de menos —susurré—-. Aún no has bailado conmigo.
Él contuvo la
respiración, y sus manos se posaron sobre mis caderas mientras me tambaleaba un
poco. El olfato se me llenó con la fragancia del vino, y algo más... el aroma
de la piel masculina, suave como el jengibre o la nuez moscada.., alguna
especia que hubiera retenido el calor del sol. Le apreté la nuca con las manos
y llevé su boca hacia la mía, encontrando suavidad y calor, el cosquilleo de
las burbujas de champán entremezclado con el sabor de Siwon.
Una de sus
manos subió por mi espalda, provocándome un estremecimiento, una deliciosa sacudida,
mi piel se sintió desnuda a pesar de la ropa cuando notó el calor de su palma.
Sentí la fuerza de aquella mano, y también la delicadeza con que sabía tocar,
cuando rodeó mi nuca y me inclinó suavemente la cabeza hacia atrás. La boca de Siwon
apenas rozó la mía, más la promesa de un beso que uno de verdad. Dejé escapar
un leve gemido al contacto de sus labios y mantuve el rostro vuelto hacia arriba,
anhelando más. Hubo otro delicioso descenso, seguido por una presión
vertiginosa cuando Siwon me abrió la boca con la suya. Buscó dentro de ella, y
su lengua me hizo unas suaves cosquillas que me arrancaron una trémula
carcajada.
Traté de
pegarme a él, estrechándolo contra mi cuerpo arqueado. La boca de Siwon era
lenta e insistente, sus besos enérgicos en un primer momento para luego ir
aflojándose poco a poco como si no les quedara otro remedio que ceder al calor
que irradiaba de ellos. La excitación creció rápidamente y oleadas de deseo
fluyeron por mi cuerpo, intensificando la sensación. No me di cuenta de que
daba un paso atrás, pero de pronto sentí la mesa para las catas de vino contra
mi trasero, el duro borde incrustándoseme.
Siwon me
levantó en vilo con una asombrosa facilidad y me encontré sentado en la fría superficie
de mármol. Entonces volvió a tomar posesión de mi boca, todavía más
profundamente que antes, mientras yo me esforzaba por capturar su lengua,
tratando de atraerla más adentro de mi boca. Quería tumbarme sobre la mesa,
convertirme en una ofrenda anhelante sobre el mármol frío, y dejar que Siwon hiciera
lo que quisiese conmigo. Algo acababa de ser liberado dentro de mí. Me sentía
embriagado de excitación, y una parte de la sensación se debía a que Siwon,
quien siempre parecía tener tanto control de sí mismo, luchaba por contenerse.
Había empezado a respirar con jadeos entrecortados y sus manos me aferraban el
cuerpo.
Me besó el
cuello, saboreando mi piel delgada y sensible, y sus labios acariciaron el
rápido latir de mi pulso desbocado. Con la respiración súbitamente acelerada,
subí las manos hacia su pelo, tan suave y abundante, capas de densa seda en mis
palmas.
Que no se
parecían en nada al pelo de Siwon.
Una fría
descarga de horror me bajó hasta el estómago.
—OH, Dios
—logré murmurar a duras penas. Toqué su cara en la oscuridad y encontré unas facciones
duras que no me eran nada familiares, el tenue roce de una barba afeitada hacía
poco. Sentí un súbito escozor en los ojos, pero no hubiese sabido decir si las
lágrimas inminentes se debían a la vergüenza, la ira, el miedo, la decepción, o
a alguna pecaminosa combinación de todas esas cosas a la vez—. ¿Siwon?
Una mano
fuerte me atrapó la muñeca, y la boca de él se deslizó suavemente entre mis dedos.
Un beso me abrasó el centro de la palma, y un instante después oí una voz tan
profunda que hubiese podido pertenecer al mismísimo diablo.
— ¿Quién es Siwon?
me gusto ... me gusto mucho .. espero que pronto lo continues unnie ... te agradece -----> misa-chan <3
ResponderEliminarWaaa otoke!!! O_O pues con quien estaba jaejoong?? -jaja creo saber la respuesta- XD Lo cierto es que Siwon me da mala espina
ResponderEliminarwaaa por el siguiente capi XD
xDDD con quién te habrás estado besando Jaejoong ?!!!
ResponderEliminarooooooooooooooooooooo por dios acaso es yunho el siwon equivocado de jae espero y si
ResponderEliminarwowwww se confundio Jae, pero que tonto como puede confundir a Siwon con Yunho, si Yunho es mucho mejor.
ResponderEliminarPero que buena confusion jajajajajaj
por que es Yunho verdad? no puede ser otro que el querido Yunho
Jae confundio a Siwon y pensando que es el lo beso y al darse cuenta de que no el sintio avergonzado, pero ya sabe quien es,porque nadie le cae bien siwon??? sera que el papa de Jae tiene razon al decir que no le conviene,me dejo con la intriga lo que dijo Seung,por otro lado el YooSu se caso y son felices
ResponderEliminarswguro qu el papa de jae sabe algo de siwon x eso dijo eso y quien sera el chico con el qud esta jae creo que yunho mmmm ;-)???? ya quiero saberrrrrr ;-)
ResponderEliminarOoohhh por dioooss!!!!
ResponderEliminarEsto se pone interesante!!!
Corro al siguente!
uuuuuuuu es yunho tiene que ser yunho ¡¡¡¡
ResponderEliminarMe esta gustando este fic no puedo creer q Jae confundiera a siwom
ResponderEliminarWaaah vaya despiste parte de jae pero alli esta lo interesante hahaha XD pero al menos YooSu es feliz hahah XD wiii a por sigueinte cap---
ResponderEliminarEspero que sea YH xD
ResponderEliminarOMG! quien sera el tipo que se esta besuqueando con jaejoong XD seguro es yunho :3 .
ResponderEliminarJae has caso a tu papa y no te cases con siwon u.u ese se trae algo..
0,0 continuare leyendo para entender mejor :#
ResponderEliminarlo unico que puedo decir es ................xD
ResponderEliminarXDDDDDDDDDDD
Lo siento me parece comica la situacion......^-^
Se va l sig cap, para averigyar quien es..aunk ya sabe kien es..........xD
Ohh, menudo encuentro intenso tuvo Jaejoong....Y es que Yunho vuelve loco a cualquiera
ResponderEliminarOMG!!!! Me encanto *O* De enserio no puedo creer que haya confundido a Yunho con Siwon xDD Esto se pone muy interesante *v*
ResponderEliminarOMG!! no le reconocio la voz? y yunho que aprovechado jajaja
ResponderEliminarMuero!!!!! Es tan akcmkmediok,c sospecho que es yunho el del cuarto *p* se aprovecha del JJ
ResponderEliminarO.o!!! Jaejoong se confundio ... jajajaja pero que manera de conocerse!!! Por otro lado a mi si me cae bien el padre de Jae el debe saber o presentir algo sobre Siwon y solo quiere cuidar a Jae
ResponderEliminaroh por Dios,,,,, besando a otro, y ya me imagino quién es.. qué bueno está... gracias por la adaptación
ResponderEliminarOh Dios!!! Wow hasta yo me sonroje con esto último uff estuvo candente y descubrir q no era su "tan amado" novio jaja ay Jae date cuenta q no es el amor de tu vida Siwon si no el querido Yunho
ResponderEliminarVaya equivocación tan afortunada jajajaja Jae tuvo que darse cuenta de que si no sentía lo mismo que sintió con Yunho al estar con siwon . Esto iba al desastre...
ResponderEliminarJajaja.. Primero se entrega casi todo y al último descubre que no es Siwon, hermoso equivoco a tenido, pues en nada se compara Yunho con Siwon.
ResponderEliminarGracias!!!💗💕💞
😂😂😂😂 después de tanta emoción y besucon.. Siwon? Lol, estoy segura que ese super y apasionado kisser es my amado Yunho… quien mas puede derretir con un beso.
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