domingo, 30 de junio de 2013

El diablo tiene ojos cafés: Capitulo 1

CAPÍTULO 1


La primera vez que lo vi fue en la boda de mi hermano Yoochun, al fondo del pabellón que habían levantado para dar cabida a los invitados. Estaba de pie en un rincón, apoyado contra el poste con la postura entre insolente y desgarbada de alguien que preferiría estar pasando el rato en un salón de billares. Aunque iba bien vestido, era evidente que no se ganaba la vida sentado a la mesa de una oficina. Ningún traje de Armani podría quitarle aristas a aquella clase de cuerpo fornido y armonioso. Sus largos dedos, delicadamente curvados alrededor de una copa de champán, podrían haber hecho trocitos el cristal como si tal cosa.
Me bastó con mirarlo para saber que me hallaba ante un hombre al viejo estilo, de esos que van de caza, juegan al fútbol y al póquer, y aguantan muy bien la bebida. No son mi tipo. Yo estaba interesado en algo más. Aun así, me atrajo su porte y su buena planta. Era apuesto, incluso guapo si pasabas por alto el irregular puente de la nariz casi imperceptible, que parecía haber sufrido una rotura en alguna ocasión. Su pelo —castaño oscuro, tan reluciente y tupido — en finas capas escalonadas. Pero fueron los ojos lo que más me llamó la atención por la intensidad de su café, tan etéreo y delicado que impactaba nada más verlo, incluso desde lejos como yo en ese momento. No pude reprimir un leve estremecimiento cuando él volvió la cabeza y me miró directamente.
Me volví al instante, avergonzado de que me hubiera pillado mirándolo con semejante descaro. Pero eso no impidió que sintiera una especie de descarga eléctrica que me inflamó la piel, señal de que él me seguía observando. Vacié mi copa de champán con unos rápidos sorbos, dejando que el cosquilleo de las burbujas me calmara los nervios. Sólo entonces me atreví a echar otra mirada.
Aquellos ojos se insinuaban de un modo que no tenía nada de civilizado. Una tenue sonrisa permanecía agazapada en aquella boca de labios carnosos. «Desde luego no es la clase de hombre con el que quisiera encontrarme a solas en una habitación», pensé. Su mirada descendió por mi cuerpo en una perezosa inspección para acabar regresando a mi cara, y acto seguido me dirigió uno de esos respetuosos asentimientos con la cabeza que los hombres han elevado a la categoría de arte.
Le di la espalda deliberadamente, concentrando toda mi atención en mi novio Siwon. Nos pusimos a contemplar a los recién casados, que estaban bailando mejilla contra mejilla. Me puse de puntillas y le susurré al oído:
— Luego nos toca el turno a nosotros.
Siwon me pasó el brazo por la cintura.
— Veremos qué tiene que decir tu padre al respecto.
Siwon iba a pedirle permiso para casarse conmigo, una tradición que yo encontraba anticuada e innecesaria. Pero él estaba emperrado en hacerlo.
— ¿Y si niega su aprobación?— pregunté. Como mi padre nunca encuentra bien nada de lo que hago, era una posibilidad a tener en cuenta.
— Entonces nos casaremos sin más. — Siwon retrocedió unos centímetros y me miró desde arriba—. Aun así, me gustaría convencerlo de que su hijo tampoco está haciendo tan mal negocio, después de todo.
— Eres lo mejor que me ha sucedido nunca. —Me acurruqué en la curva de su brazo. Me parecía un milagro que alguien pudiera quererme de aquella manera. Ningún otro hombre, por guapo que fuese, podría interesarme jamás.
Sonreí y volví a mirar en la misma dirección de antes, con curiosidad por ver si el tipo de los ojos cafés aún seguía allí. Por algún motivo, me sentí aliviado cuando comprobé que no era así.
Mi hermano Yoochun había insistido en que la ceremonia de su boda tenía que ser lo más discreta posible. Sólo un puñado de personas había podido acceder a aquella pequeña capilla del siglo XVIII. El oficio nupcial había sido tan corto como bonito, lleno de un sentimiento que impregnaba la atmósfera y te llegaba muy adentro.
La recepción posterior, en cambio, fue lo que se dice un auténtico circo.
Se celebró en la mansión familiar que los Kim teníamos, una selecta comunidad cuyos residentes les confesaban muchas más cosas a sus contables que a su párroco. Como Yoochun era el primer vástago de los Kim que contraía matrimonio, mi padre quiso aprovechar la ocasión para impresionar al mundo, O al menos a la ciudad, que dada la manera de pensar de papá era la única parte del mundo merecedora de ser impresionada.
Así que con la mente puesta en la reputación familiar y en el hecho de que las miradas de  todo el mundo estarían fijas en nosotros, papá había contratado los servicios profesionales de una conocida organizadora de bodas y había limitado sus instrucciones a cuatro escuetas palabras: «El talonario está abierto.» Como sabía el mundo entero, era un talonario muy bien provisto.
Mi padre, Kim Joon Gyu, un conocido «mago de los negocios», había creado un fondo indexado internacional de la energía que prácticamente había doblado su volumen en el curso de su primera década de existencia. El fondo incluía productores de petróleo y gas natural, oleoductos, suministradores de carbón y fuentes de energía alternativa, y estaba representado por quince países. Mientras yo crecía, vi muy poco a papá; él siempre andaba por algún sitio lejano.
Con ese vozarrón que tenía y aquella personalidad tan imponente que no le cabía en el cuerpo, papá siempre me había parecido enorme. Fue sólo durante mi adolescencia cuando llegué a darme cuenta de que físicamente era más bien menudo, un peso pluma que reinaba sobre el resto del gallinero. Despreciaba la blandura, y una de sus mayores preocupaciones era que sus cuatro descendientes — Yoochun, Hyun Joong, Changmin y yo— no fueran capaces de triunfar en la vida por haber recibido demasiados mimos. Así que cuando andaba por casa, se aseguraba de administrarnos dosis de realidad, como cucharadas de jarabe amargo.
En vida, mi madre siempre había copresidido la Feria Anual del Libro, y aprovechaba los momentos muertos en el evento para salir a fumarse un cigarrillo. Mamá era guapísima, tenía las piernas más hermosas, y organizaba unas cenas de etiqueta realmente fabulosas. Como solían decir en aquellos tiempos, era un pedazo de mujer. Apenas la conocían, los hombres iban corriendo en busca de papá para decirle que era un capullo con suerte, algo que a él lo complacía infinitamente. No se la merecía, solía proclamar, antes de reírse taimadamente, porque en su fuero interno estaba convencido de merecerse bastante más de lo que realmente se merecía.
Los Kim habíamos invitado a setecientas personas, pero a la recepción asistieron por lo menos mil. La gente se apretujaba dentro de la mansión familiar o salía como podía para dirigirse al enorme pabellón blanco, que había sido adornado con miles de lucecitas blancas y un sinfín de orquídeas en distintos tonos de blanco y rosa. El calor un poco húmedo de aquella tarde de finales de primavera hacía aún más intensa la fragancia de las orquídeas.
Dentro de la mansión, al abrigo del aire acondicionado, la sala principal para el bufé se hallaba dividida en dos secciones por una barra de hielo de seis metros cubierta con todas las clases de marisco. Había doce esculturas de hielo, una de ellas alrededor de una fuente de champán, otra provista de una fuente de hielo tachonada por pequeñas bolsas de caviar. Camareros de guantes blancos llenaban cilindros de cristal escarchado con vodka frío como el hielo, y esparcían cucharaditas de caviar sobre diminutos blinis preparados con crema amarga y huevos de codorniz.
Las mesas del bufé caliente ofrecían soperas con crema de langosta, enormes bandejas repletas de solomillos cocinados al humo de pacanas, ashi de atún braseado, y un mínimo de treinta entrantes más. He asistido a muchas fiestas y acontecimientos sociales, pero nunca había visto tanta comida junta.
Reporteros cubrían la recepción, que contaba con invitados como el ex gobernador y el alcalde, un famoso chef de la televisión, celebridades del cine y gente del petróleo. Todo el mundo estaba pendiente de la llegada de Yoochun y Junsu, que se habían quedado en la capilla con el fotógrafo.
Siwon estaba un poco aturdido. Procediendo de una respetable familia de clase media como la suya, asistir a un acto social de aquellas características le parecía el no va más de la distinción. Yo y mi incipiente conciencia social encontrábamos un poco embarazoso todo aquel exceso. Mi manera de pensar había cambiado bastante desde que fui a estudiar a la universidad, una prestigiosa institución universitaria sólo para chicos. Fui allí convencido de que era justo la clase de lema que le iría bien aprender a una persona como yo.
Mi familia me había tomado el pelo cariñosamente diciendo que estaba pasando por una «fase natural». Ellos —sobre todo mi padre— me tenían por un estereotipo ambulante, el típico jovencito ricachón que hace sus primeros escarceos con la mala conciencia liberal. Eché otra mirada a las largas mesas rebosantes de comida. Antes del inicio de la recepción, me había asegurado de que luego todo lo que sobrase fuera llevado a una serie de centros asistenciales, una idea que fue aprobada elogiosamente por mi familia. Pero ni aun así conseguía dejar de sentirme culpable, un sucedáneo de jovencito liberal que hace cola mientras espera a que le sirvan su ración de caviar.
— ¿Sabías —le pregunté a Siwon mientras íbamos hacia la fuente del vodka— que para encontrar un diamante de un quilate antes tienes que pasar por el cedazo el equivalente a una tonelada de tierra? Así que para producir todos los diamantes que hay en esta habitación, tendrías que excavar gran parte de Australia.
Siwon fingió quedarse perplejo.
— Pues la última vez que miré, Australia todavía estaba en su sitio. —Me pasó la punta de los dedos por el hombro —. Tranquilízate, Jaejoong. No tienes que demostrar nada. Yo ya sé quién eres.
Aunque ambos éramos de la misma ciudad, nos habíamos encontrado por casualidad. Ambos asistíamos a diferentes universidades. Lo conocí en una fiesta de vuelta-al-mundo organizada en un viejo caserón. Cada una de las habitaciones estaba dedicada a un país distinto, y ofrecía barra libre de la bebida típica nacional. Vodka en Rusia, whisky en Escocia, y así sucesivamente.
En algún lugar entre Suramérica y Japón, uno de los traspiés que yo había empezado a dar con alarmante frecuencia me llevó a tropezar con un chico de pelo oscuro, ojos pardos y una sonrisa que irradiaba seguridad en sí mismo. Tenía la musculatura delicadamente nervuda de un corredor de fondo y pinta de intelectual.
Para mi deleite, me habló con acento conocido.
— Quizá deberías hacer una pausa en tu vuelta al mundo. Al menos hasta que no te cueste tanto ver por dónde vas.
Siwon me había acompañado fuera, donde nos sentamos en el escalón de la entrada principal del caserón y pasamos dos horas largas hablando a pesar de que hacía un frío que pelaba.
Nos enamoramos en un abrir y cerrar de ojos. Yo estaba dispuesto a hacer lo que fuese por Siwon, a ir a cualquier sitio con él. Iba a casarme con él. Sería la señora de Choi Siwon. Kim Jaejoong de Choi. No iba a permitir que nadie se interpusiera en mi camino.
Cuando por fin me tocó el turno de bailar con mi padre, Al Jarreau estaba cantando Accentuate the Positive con esa voz suya que es pura melodía. Siwon había ido a buscar una copa con mis hermanos Hyun Joong y Changmin, y se reuniría conmigo en la residencia familiar dentro de un rato.
Siwon era el primer chico que llevaba a casa de mis padres, el primero del que me había enamorado. Y el único con el que me había ido a la cama. Nunca he salido demasiado. Mi madre murió de cáncer cuando yo tenía quince años, y durante los dos años siguientes me sentí tan deprimido y tan espantosamente culpable que ni siquiera podía pensar en llegar a tener algún tipo de vida sentimental. Y de pronto me encontré en una universidad sólo para chicos, algo que le sentó de maravilla a mi educación pero no tanto a mi vida amorosa.
Sin embargo, no fue sólo ese entorno exclusivamente masculino lo que me impidió llegar a establecer relaciones. Muchos de mis compañeros de estudios asistían a fiestas fuera del campus, o conocían a chicos porque se habían matriculado en cursos extra de otras universidades. El problema radicaba en mí. Era como si careciese de cierta habilidad esencial a la hora de atraer a la gente, de dar y recibir amor sin necesidad de esforzarse. Me costaba horrores, en serio. Era como si ahuyentase precisamente a las personas que más ganas tenía de conocer. Con el paso del tiempo, comprendí que lograr que alguien se enamore de ti es como tratar de convencer a un pájaro de que se te pose en el dedo... No sucederá hasta que dejes de empeñarte en que suceda.
Así que al final lo dejé correr, y como todos los tópicos encierran su pequeña verdad, fue precisamente entonces cuando sucedió. Conocí a Siwon y nos enamoramos. Siwon era el hombre al que amaba. Eso debería haber sido suficiente para mi familia, pero a los Kim no les bastaba con eso. De repente me encontré teniendo que responder a preguntas que ni siquiera se formulaban, lo que me obligaba a decir cosas como «Nunca había sido tan feliz», o « Siwon va a licenciarse en económicas», o «Nos conocimos en una fiesta universitaria». El que mostraran tan poco interés por él, por su pasado o por el futuro de nuestra relación, me enfurecía y frustraba. Era como un juicio en sí mismo, aquel ominoso silencio.
Seung, mi amigo del alma, lo entendió enseguida en cuanto lo llamé para quejarme. Él y yo nos conocíamos desde los doce años. El padre de Seung, era un pintor que había expuesto su obra en todos los grandes museos.
Los residentes nunca habían acabado de entender del todo a la familia de Seung. Para empezar eran vegetarianos, los primeros que yo conocía. Vestían prendas de algodón hindú y solían calzar sandalias. En un vecindario donde predominaban dos estilos de decoración de interiores, la familia de Seung habían pintado de un color diferente cada una de las habitaciones de su casa, llenando las paredes con franjas y motivos ornamentales exóticos.
Aún más fascinante que eso, eran budistas, una palabra que yo había oído todavía menos a menudo que «vegetariano». Cuando le pregunté a Seung qué hacían exactamente los budistas, él me explicó que dedicaban mucho tiempo a la contemplación y a meditar sobre la naturaleza de la realidad. Seung y sus padres incluso me habían invitado a ir al templo budista con ellos, pero para gran disgusto mío, mis padres dijeron que no. Yo era baptista, me recordó mi madre, y los baptistas no dedicaban sus ratos libres a meditar sobre la naturaleza de la realidad.
Seung yo siempre habíamos estado tan unidos que la gente daba por hecho que salíamos juntos. Nunca habíamos llegado a desarrollar el menor atisbo de relación romántica, pero el sentimiento que nos unía tampoco era estrictamente platónico. No estoy seguro de que ninguno de los dos hubiera podido explicar lo que significábamos el uno para el otro.
Seung era probablemente el ser humano más hermoso que yo había conocido jamás. Esbelto y atlético, de facciones muy delicadas y pelo castaño, el color de sus ojos concordaba con el de su pelo. Y poseía una indefinible cualidad felina ajena a los andares arrogantes tan típicamente de todos los hombres que había conocido hasta entonces. Una vez le pregunté si era gay o heterosexual, y él respondió que le daba igual si alguien era hombre o mujer, que le interesaba más el interior de la persona.
— ¿Así que eres bisexual? —le pregunté, y él se rió de mi insistencia en ponerle una etiqueta a todo.
—Supongo que soy biposible —contestó, y me dio un cariñoso besito.
Nadie me conocía o me entendía tan bien como Seung. Era mi confidente, la única persona con la que podía contar incluso cuando discrepábamos sobre algo.
—Es justo lo que dijiste que harían —dijo Seung, cuando hube acabado de contarle por teléfono que mi familia ignoraba a mi novio—. Tampoco es ninguna sorpresa, ¿verdad?
—El que no sea ninguna sorpresa no significa que me guste.
—Eh, recuerda que este fin de semana no va de tú y Siwon. Va de los novios.
—Las bodas nunca van de los novios —dije—. Para las familias disfuncionales, las bodas son exhibicionismo social.
—Pero incluso las familias disfuncionales tienen que fingir que la cosa va de los novios. Así que tú sígueles la corriente, pásalo bien en la ceremonia, y no le hables de Siwon a tu papá hasta después de la boda.
—Seung —pregunté yo con voz quejumbrosa—, tú has conocido a Siwon. Te cae bien, ¿verdad?
—No puedo responder a esa pregunta.
— ¿Por qué no?
—Porque si todavía no lo has visto, nada de lo que yo te diga podrá hacértelo ver.
— ¿Qué es lo que tengo que ver? ¿A qué te refieres?
Pero Seung no había abierto la boca, y colgué sintiéndome perplejo y bastante enfadado.
Lamentablemente, el consejo de Seung se me fue de la cabeza apenas empecé a bailar un foxtrot con papá.
El champán y el triunfo habían hecho que se le subieran los colores. Nunca había mantenido en secreto que él quería que aquella boda se celebrara, y la noticia de que mi nuevo cuñado estaba embarazado era una especie de bonificación añadida. Las cosas estaban yendo justo como quería él. Yo estaba seguro de que en aquellos momentos papá tendría la cabeza llena de visiones de nietecitos haciendo monerías, generaciones enteras de ADN maleable a su entera disposición.
Fornido y paticorto, papá tenía los ojos muy negros y tal cantidad de pelo que costaba lo suyo encontrarle el cuero cabelludo debajo de aquella mata. Combinado con su mandíbula prusiana, eso lo hacía impresionante, ya que no guapo.
Mamá siempre había dicho que él y yo nos parecíamos demasiado, porque ambos éramos capaces de llegar hasta donde hiciera falta para salirnos con la nuestra y si uno trazaba una línea, el otro se la saltaba sin pensárselo dos veces.
—Eh, papá.
—Bichito. —Mi padre tenía una voz muy bronca, y la perpetua impaciencia de un hombre que nunca se había visto obligado a congraciarse con nadie la hacía sonar aún más áspera—. Estás guapo esta noche. Me recuerdas a tu mamá.
—Gracias. —Los cumplidos eran algo muy raro en él. Supongo que ésa fue la razón por la que aún agradecí más oírle decir aquello, aunque sabía que mi parecido con mi madre era, en el mejor de los casos, ligero.
Mientras papá y yo bailábamos, mi fotógrafo vino hacia nosotros. Nos acercamos un poco más el uno al otro y sonreímos al destello cegador del flash, y luego volvimos a adoptar la distancia anterior.
—Siwon y yo vamos a irnos mañana —dije.
Cogeríamos un vuelo comercial; yo había cargado dos billetes de primera clase en mi tarjeta de crédito. Como las facturas de mi Visa las pagaba papá, y él nunca delegaba esa tarea en ninguno de sus subordinados, ya estaba al corriente de que el billete de Siwon había corrido de mi cargo. No había dicho nada al respecto. Todavía.
—Antes de que subamos al avión —continué--—, Siwon quiere hablar un momento contigo.
—Estupendo.
—Me gustaría que procuraras mostrarte simpático con él.
—A veces tengo mis razones para mostrarme antipático. Es un buen modo de averiguar de qué pasta está hecho alguien.
—No hay ninguna necesidad de que pongas a prueba a Siwon. Basta con que respetes mis elecciones.
—Quiere casarse contigo.
—Sí.
—Porque da por supuesto que así podrá viajar en primera el resto de su vida. Eso es todo lo que eres para él, Jaejoong.
— ¿Se te ha ocurrido pensar alguna vez que alguien podría quererme por mí mismo, y no por tu dinero?
—Siwon no es de esa clase de hombres.
—Eso me corresponde decidirlo a mí —le espeté.
—Ya lo has decidido —dijo papá, y aunque no era exactamente una pregunta, murmuré que sí, que lo había decidido—. Entonces no me pidas mi permiso —prosiguió—. Elige y carga con las consecuencias después. Tu hermano no vino a preguntarme si me parecía bien que se casara con Junsu.
—Por supuesto que no. Habías hecho todo lo posible para unirlos. Todo el mundo sabe que estás loquito por él. —Sorprendido por la sombra de celos que había en mi voz, me apresuré a añadir—: ¿No podemos hacer esto del modo en que se hace normalmente, papá? Yo traigo a casa a mi novio, tú finges que te cae bien, yo sigo con mi vida, y tú y yo nos telefoneamos cada vez que haya alguna festividad importante. —Forcé una sonrisa—. No te interpongas, papá. Lo único que te pido es que me dejes ser feliz.
—No serás feliz con Siwon. Ese chico nunca llegará a nada.
— ¿Cómo lo sabes? ¡Pero si no has pasado más de una hora con él!
—He vivido lo suficiente para reconocer a un fracasado en cuanto lo veo.
No creo que ninguno de los dos hubiera llegado a levantar la voz, pero noté que estábamos siendo objeto de algunas miradas curiosas. Desde luego no hacía falta discutir en voz alta para que otras personas se enteraran de nuestras cosas. Me esforcé por tranquilizarme, y mantuve los pies moviéndose en un vaivén de circunstancia.
—Para ti cualquier hombre con el que quiera compartir mi vida tiene que ser un fracasado — repliqué—. A menos que me lo hayas escogido personalmente, claro. —En esas palabras había suficiente verdad para que mi padre perdiera los estribos.
—Te organizaré una boda —dijo——, pero tendrás que buscarte a otro para que te lleve al altar. Y luego no acudas a mí cuando necesites dinero para el divorcio. Si te casas con Siwon, te cerraré el grifo. Ni tú ni él recibirán un solo centavo de mí, ¿comprendes? Si ese chico tiene valor para venir a hablar conmigo mañana, yo mismo se lo diré a la cara.
—Gracias, papá. —Me aparté de él justo cuando cesaba la música—. Tú sí que tienes sentido del ritmo.
Mientras dejaba la pista, pasé junto a Junho, que corría hacia mi padre con los brazos extendidos. Era el hermano pequeño de Junsu.
— ¡Ahora me toca a mí! —chilló, como si bailar con Kim Joon Gyu fuera lo mejor que te puede suceder en el mundo.
Cuando tenía nueve años, pensé con amargura, yo también sentía lo mismo hacia mi padre.
Me abrí paso entre el gentío, viendo sólo bocas y más bocas... hablando, riendo, comiendo, bebiendo, besando el aire. Había tanto ruido de fondo que no podías pensar.
Le eché una mirada al reloj de pared que adornaba el vestíbulo. Las nueve. Al cabo de media hora debía reunirme con Junsu en uno de los dormitorios del piso de arriba para ayudarlo a quitarse el traje de novio y ponerse ropa de calle. Estaba impaciente por dejar atrás ese ritual. Mi organismo ya había tenido bastante felicidad lacrimosa por hoy.
El champán me había dado sed. Fui a la cocina, donde apenas se podía dar un paso por la cantidad de gente del catering que había, y me las arreglé para encontrar un vaso limpio en un armario. Lo llené de agua en el fregadero y lo apuré de unos cuantos tragos sedientos.
—Perdone —dijo un camarero nerviosamente mientras trataba de esquivarme con una humeante bandeja de pescado al vapor. Me hice a un lado para dejarle paso y me encaminé al comedor ovalado.
Para mi alivio, divisé a Siwon cruzando el arco de la puerta que conducía a la bodega de vinos y pequeño comedor auxiliar. Había entrado por la pequeña puerta de hierro forjado y la había dejado entornada. Pensé que se había hartado del gentío y buscaba un momento de tranquilidad. Tuve ganas de que me abrazara. Yo también necesitaba un momento de paz entre toda aquella cacofonía.
Rodeé la mesa del comedor y entré en la bodega, repleta de toneles de roble que perfumaban el recinto. La puerta se cerró tras de mí con un suave chasquido. Accioné el interruptor de la luz y me adentré en la bodega.
—Eh... —le oí murmurar.
—Soy yo. —Di con él en la oscuridad y reí suavemente mientras le rodeaba los hombros—. Te echaba de menos —susurré—-. Aún no has bailado conmigo.
Él contuvo la respiración, y sus manos se posaron sobre mis caderas mientras me tambaleaba un poco. El olfato se me llenó con la fragancia del vino, y algo más... el aroma de la piel masculina, suave como el jengibre o la nuez moscada.., alguna especia que hubiera retenido el calor del sol. Le apreté la nuca con las manos y llevé su boca hacia la mía, encontrando suavidad y calor, el cosquilleo de las burbujas de champán entremezclado con el sabor de Siwon.
Una de sus manos subió por mi espalda, provocándome un estremecimiento, una deliciosa sacudida, mi piel se sintió desnuda a pesar de la ropa cuando notó el calor de su palma. Sentí la fuerza de aquella mano, y también la delicadeza con que sabía tocar, cuando rodeó mi nuca y me inclinó suavemente la cabeza hacia atrás. La boca de Siwon apenas rozó la mía, más la promesa de un beso que uno de verdad. Dejé escapar un leve gemido al contacto de sus labios y mantuve el rostro vuelto hacia arriba, anhelando más. Hubo otro delicioso descenso, seguido por una presión vertiginosa cuando Siwon me abrió la boca con la suya. Buscó dentro de ella, y su lengua me hizo unas suaves cosquillas que me arrancaron una trémula carcajada.
Traté de pegarme a él, estrechándolo contra mi cuerpo arqueado. La boca de Siwon era lenta e insistente, sus besos enérgicos en un primer momento para luego ir aflojándose poco a poco como si no les quedara otro remedio que ceder al calor que irradiaba de ellos. La excitación creció rápidamente y oleadas de deseo fluyeron por mi cuerpo, intensificando la sensación. No me di cuenta de que daba un paso atrás, pero de pronto sentí la mesa para las catas de vino contra mi trasero, el duro borde incrustándoseme.
Siwon me levantó en vilo con una asombrosa facilidad y me encontré sentado en la fría superficie de mármol. Entonces volvió a tomar posesión de mi boca, todavía más profundamente que antes, mientras yo me esforzaba por capturar su lengua, tratando de atraerla más adentro de mi boca. Quería tumbarme sobre la mesa, convertirme en una ofrenda anhelante sobre el mármol frío, y dejar que Siwon hiciera lo que quisiese conmigo. Algo acababa de ser liberado dentro de mí. Me sentía embriagado de excitación, y una parte de la sensación se debía a que Siwon, quien siempre parecía tener tanto control de sí mismo, luchaba por contenerse. Había empezado a respirar con jadeos entrecortados y sus manos me aferraban el cuerpo.
Me besó el cuello, saboreando mi piel delgada y sensible, y sus labios acariciaron el rápido latir de mi pulso desbocado. Con la respiración súbitamente acelerada, subí las manos hacia su pelo, tan suave y abundante, capas de densa seda en mis palmas.
Que no se parecían en nada al pelo de Siwon.
Una fría descarga de horror me bajó hasta el estómago.
—OH, Dios —logré murmurar a duras penas. Toqué su cara en la oscuridad y encontré unas facciones duras que no me eran nada familiares, el tenue roce de una barba afeitada hacía poco. Sentí un súbito escozor en los ojos, pero no hubiese sabido decir si las lágrimas inminentes se debían a la vergüenza, la ira, el miedo, la decepción, o a alguna pecaminosa combinación de todas esas cosas a la vez—. ¿Siwon?
Una mano fuerte me atrapó la muñeca, y la boca de él se deslizó suavemente entre mis dedos. Un beso me abrasó el centro de la palma, y un instante después oí una voz tan profunda que hubiese podido pertenecer al mismísimo diablo.

— ¿Quién es Siwon?

25 comentarios:

  1. me gusto ... me gusto mucho .. espero que pronto lo continues unnie ... te agradece -----> misa-chan <3

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  2. Waaa otoke!!! O_O pues con quien estaba jaejoong?? -jaja creo saber la respuesta- XD Lo cierto es que Siwon me da mala espina
    waaa por el siguiente capi XD

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  3. xDDD con quién te habrás estado besando Jaejoong ?!!!

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  4. ooooooooooooooooooooo por dios acaso es yunho el siwon equivocado de jae espero y si

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  5. wowwww se confundio Jae, pero que tonto como puede confundir a Siwon con Yunho, si Yunho es mucho mejor.
    Pero que buena confusion jajajajajaj
    por que es Yunho verdad? no puede ser otro que el querido Yunho

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  6. Jae confundio a Siwon y pensando que es el lo beso y al darse cuenta de que no el sintio avergonzado, pero ya sabe quien es,porque nadie le cae bien siwon??? sera que el papa de Jae tiene razon al decir que no le conviene,me dejo con la intriga lo que dijo Seung,por otro lado el YooSu se caso y son felices

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  7. swguro qu el papa de jae sabe algo de siwon x eso dijo eso y quien sera el chico con el qud esta jae creo que yunho mmmm ;-)???? ya quiero saberrrrrr ;-)

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  8. Ooohhh por dioooss!!!!

    Esto se pone interesante!!!

    Corro al siguente!

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  9. uuuuuuuu es yunho tiene que ser yunho ¡¡¡¡

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  10. Me esta gustando este fic no puedo creer q Jae confundiera a siwom

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  11. Waaah vaya despiste parte de jae pero alli esta lo interesante hahaha XD pero al menos YooSu es feliz hahah XD wiii a por sigueinte cap---

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  12. OMG! quien sera el tipo que se esta besuqueando con jaejoong XD seguro es yunho :3 .
    Jae has caso a tu papa y no te cases con siwon u.u ese se trae algo..

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  13. 0,0 continuare leyendo para entender mejor :#

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  14. lo unico que puedo decir es ................xD
    XDDDDDDDDDDD
    Lo siento me parece comica la situacion......^-^
    Se va l sig cap, para averigyar quien es..aunk ya sabe kien es..........xD

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  15. Ohh, menudo encuentro intenso tuvo Jaejoong....Y es que Yunho vuelve loco a cualquiera

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  16. OMG!!!! Me encanto *O* De enserio no puedo creer que haya confundido a Yunho con Siwon xDD Esto se pone muy interesante *v*

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  17. OMG!! no le reconocio la voz? y yunho que aprovechado jajaja

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  18. Muero!!!!! Es tan akcmkmediok,c sospecho que es yunho el del cuarto *p* se aprovecha del JJ

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  19. O.o!!! Jaejoong se confundio ... jajajaja pero que manera de conocerse!!! Por otro lado a mi si me cae bien el padre de Jae el debe saber o presentir algo sobre Siwon y solo quiere cuidar a Jae

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  20. oh por Dios,,,,, besando a otro, y ya me imagino quién es.. qué bueno está... gracias por la adaptación

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  21. Oh Dios!!! Wow hasta yo me sonroje con esto último uff estuvo candente y descubrir q no era su "tan amado" novio jaja ay Jae date cuenta q no es el amor de tu vida Siwon si no el querido Yunho

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  22. Vaya equivocación tan afortunada jajajaja Jae tuvo que darse cuenta de que si no sentía lo mismo que sintió con Yunho al estar con siwon . Esto iba al desastre...

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  23. Jajaja.. Primero se entrega casi todo y al último descubre que no es Siwon, hermoso equivoco a tenido, pues en nada se compara Yunho con Siwon.

    Gracias!!!💗💕💞

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  24. 😂😂😂😂 después de tanta emoción y besucon.. Siwon? Lol, estoy segura que ese super y apasionado kisser es my amado Yunho… quien mas puede derretir con un beso.

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