CAPÍTULO 3
Contrariamente
a mis expectativas de que fugarnos supondría una ceremonia furtiva. Yoochun y Junsu
nos costearon la fuga; fue su regalo de bodas para Siwon y para mí.
Después de
haber dejado bien claro que se oponía a mi matrimonio con Siwon, papá llevó a
la práctica su amenaza de cortar cualquier clase de relación conmigo. Nada de
dinero, nada de comunicaciones. «Ya se le pasará», me dijeron mis hermanos,
pero yo les respondí en un tono de lo más categórico que no tenía ningunas
ganas de que se le pasara, que estaba harto de papá y sus mil formas de
controlarme la vida.
Junsu y yo
tuvimos nuestra primera pelea sonada cuando intentó convencerme de que Joon Gyu
no había dejado de quererme y nunca dejaría de hacerlo. Junsu y yo no tardamos
mucho tiempo en volver a dirigirnos la palabra.
Siwon encontró
trabajo como estimador de costes en una constructora. Yo encontré un empleo de
prueba como coordinador de comercialización en un hotel, lo que se traducía en
que ayudaba al director de relaciones públicas en todo, especialmente en los
proyectos de marketing. Compramos un
apartamento.
Siwon me
llamaba al trabajo un mínimo de dos veces al día sólo para saber cómo me iban
las cosas. No parábamos de hablar.
Siwon reaccionaba
muy mal a las críticas, incluso cuando eran expresadas cariñosamente y con la
mejor intención. No estaba habituado a que le encontraran defectos. A mí, en
cambio, se me había criado a base de una dieta de críticas y evaluaciones.
—Bueno, no
podemos permitirnos llevar todas mis camisas a la tintorería —dijo Siwon el día
después de Navidad—. Tendrás que aprender a plancharlas.
— ¿Quién, yo?
—Nunca había planchado nada en mi vida. —. ¿Cómo es que no puedes plancharte
las camisas?
—Necesito un
poco de ayuda por tu parte. ¿Es demasiado pedir que me eches una mano con mi
ropa?
—No, claro que
no. Lo siento. Es sólo que no sé cómo se hace. Tengo miedo de estropearlas.
—Te enseñaré.
Y aprenderás. — Siwon sonrió y me dio una palmadita en el trasero—. Tendrás que
contactar con el ama de casa que llevas dentro.
Le dije que siempre
la había tenido encadenada en el sótano, pero que ahora estaba dispuesto a
liberarla de su cautiverio por él.
Mi técnica con
la plancha pasó a ser inspeccionada a diario. Siwon iba al armario, repasaba la
hilera de prendas planchadas, y acto seguido me explicaba con detalle qué había
hecho mal.
Exasperado y
derrotado, acabé recurriendo a mi fondo personal para hacer que las camisas de Siwon
fueran lavadas y planchadas en la tintorería. Pensé que era una buena solución.
Pero cuando Siwon vio que dentro del armario había colgadas camisas metidas en
fundas de plástico, se enfadó mucho.
—Creía que
habíamos acordado —me dijo secamente— que ibas a aprender a plancharlas.
—Usé mi propio
dinero —murmuré con una sonrisa conciliadora—. Debo de tener alguna deficiencia
de planchado. Quizá tendría que empezar a tomar complejos vitamínicos.
Siwon se
abstuvo de devolverme la sonrisa.
—Lo que pasa
es que no pones bastante empeño en hacerlo bien.
—Pondré más
empeño —dije—. Pero cariño... ¿hay alguna cosa más que no esté saliendo como tú
querrías? ¿Algo de lo que debiéramos hablar aparte del planchado? Ya sabes que
yo haría lo que fuera por ti.
Él me miró con
frialdad.
—Me
conformaría con que por una puta vez hicieras algo bien, aunque sólo fuese para
variar.
Llamé a Seung,
el cual se mostró muy comprensivo y me dijo que todas las parejas tenían
discusiones estúpidas. Estuvimos de acuerdo en que eso formaba parte de una
relación normal. No me atreví a contárselo a nadie de mi familia, porque
prefería morir a hacer nada que pudiera hacer sospechar a papá que mi
matrimonio no estaba yendo bien. Me disculpé ante Siwon.
Una noche
salimos con dos parejas más, dos empleados de la constructora en que trabajaba
Siwon y sus esposos. Yo estaba muy emocionado ante la perspectiva de hacer algo
de naturaleza social. Me había sorprendido descubrir que Siwon no parecía tener
ninguna antigua amistad a la que presentarme. Yo tenía muchas ganas de hacer
amistades, y quería causar una buena impresión.
—Por cierto
—dijo abruptamente—, sólo para que no te sorprendas, te aviso que le he dicho a
esa gente que te llamas Shik.
— ¿Por qué no
les diste mi nombre de pila? —me las arreglé para preguntar.
—Porque suena
demasiado cateto —respondió Siwon sin mirarme.
—Es el nombre
con que se me llama habitualmente y me gusta. No quiero ser Shik. Quiero...
—Dios, ¿es que
no puedo tener un esposo normal con un nombre normal? —Estaba enrojeciendo,
respiraba con jadeos entrecortados, y un aura de hostilidad casi palpable había
empezado a flotar en el aire.
—Vale —dije—.
Entonces esta noche seremos Siwon y Shik.
—Vale.
—Pareció calmarse un poco.
Después de
aquella velada, que fue bastante bien, Siwon casi nunca me llamaba Jae, ni siquiera
en casa. Decía que si no me acostumbraba a que me llamaran Shik, seguramente me
haría un lío cuando saliéramos con otra gente.
Cuando faltaba
poco para nuestro primer aniversario. Siwon culpaba a mi padre de que no nos
diera el dinero necesario para comprarnos una casa en toda regla. No paraba de
insistir en que yo tenía que restablecer las relaciones con mi padre y mis hermanos,
en que les pidiera cosas, y se enfurecía cuando yo me negaba a hacerlo.
Yo le decía
que no serviría de nada, por mucho que eso no fuera cierto. A pesar de la
actitud de mi padre, mis hermanos me habrían dado todo lo que yo les pidiera,
fuera lo que fuese. Especialmente Yoochun. Las pocas ocasiones en que habíamos
hablado por teléfono, al final él siempre acababa preguntándome si había algo
que pudiera hacer por nosotros, y yo siempre le respondía que no, por supuesto
que no, que todo iba a pedir de boca.
—Tu padre
tendrá que hacer unas cuantas cosas por nosotros en cuanto tengamos hijos — me
dijo Siwon una vez—. Que sus nietos tuvieran que vivir en un condenado cuchitril
supondría una vergüenza social para él, y estoy seguro de que el viejo no
querrá verse en ese aprieto. Ya verás como entonces no le queda más remedio que
soltar el dinero. — ¿Ya te has tomado la píldora esta mañana? —me interrumpió Siwon.
Yo me había pasado
a los anticonceptivos orales en cuanto empezamos a dormir juntos.
—No; siempre
la tomo después del desayuno. ¿Por qué lo preguntas?
—Si te lo he
preguntado es porque ya va siendo hora de que dejes de tomar la píldora.
Deberíamos empezar a tener hijos ahora que aún somos jóvenes.
— ¿De verdad
crees que estamos preparados para tener hijos? —le pregunté finalmente—. Quizá
sería mejor que antes ahorráramos algo de dinero.
—No hace
falta. Tu padre se mostrará más razonable en cuanto se entere que Yoochun y
Junsu no son los únicos que pueden producir un crío.
Fui al cuarto
de baño para arreglarme antes de ir a trabajar. Siwon entró unos instantes después
y se puso a rebuscar en el surtido de cosméticos y productos para el pelo que
yo había dispuesto encima de la repisa. Encontró el recipiente de los
anticonceptivos, y lo abrió para revelar las píldoras.
—Ya no las
necesitas —dijo, y las tiró al cubo de la basura.
—Tengo que
acabar el ciclo —protesté—. Y antes de intentar quedarme embarazado, lo normal
es que vaya al ginecólogo para un chequeo general...
—Estás más
sano que un roble. Todo irá bien. —Me puso la mano en el hombro cuando me agachaba
para recuperar las píldoras, y tiró de mí obligándome a incorporarme—. Déjalas
ahí.
—Siwon, de
verdad que preferiría esperar. —Cogí un cepillo para el pelo y empecé a pasármelo
por el cabello —. Y realmente ahora no es un buen momento para hablar de tener
hijos, con los dos preparándonos para ir al trabajo y...
— ¡Yo decidiré
de qué hablamos y cuándo! —La intensidad de su voz me sobresalió a tal punto
que se me cayó el cepillo—. ¡No sabía que tuviera que concertar una puta cita
contigo para hablar de nuestra vida personal!
—Siwon...
— ¿Has pensado
alguna vez en alguien o en algo que no fueses tú mismo? —La ira le había tensado
el cuello y la cara—. Siempre se trata de lo que tú quieres, maldito egoísta,
pero ¿qué hay de lo que yo quiero?
Se inclinó
sobre mí, imponente y furioso, y me encogí hasta pegar la espalda al espejo.
—Siwon, yo
sólo... —Tenía la boca tan seca que apenas podía articular las palabras—.
Tampoco te estoy diciendo que no. Sólo quiero... me gustaría... que habláramos
de ello más tarde.
Eso me ganó la
clase de mirada de desprecio que sientes en el alma.
—No sé...
Quizá no merezca la pena hablar de ello. Empiezo a sospechar que todo este matrimonio
no vale una mierda. ¿Creías que me estabas haciendo el favor del siglo al
casarte conmigo? Fui yo el que te hizo un favor a ti. ¿O es que piensas que
otro hombre aguantaría tantas chorradas?
—Siwon...
Lo vi encaminarse
hacia el dormitorio. Di un paso para ir tras él pero me detuve, temiendo enfurecerlo
todavía más. Vi como iba al armario y hurgaba a manotazos entre la ropa
colgada, en busca de una camisa. Decidí batirme en retirada y volví a entrar en
el cuarto de baño.
Tenía las
mejillas pálidas y rígidas. Siwon había vuelto y me acorralaba, aferrando algo
en el puño. Gritando. Nunca me había sucedido que alguien me gritase a la cara
de aquella forma, ciertamente no un hombre, y fue como una especie de muerte
súbita.
Lo que Siwon tenía
en la mano era una camisa a rayas. Al parecer yo la había echado a perder de
alguna manera, una equivocación… pero Siwon decía que había sido un acto de
sabotaje. De pronto su brazo se movió hacia atrás, y el mundo quedó envuelto en
llamas...
Tardé unos
momentos en comprender que Siwon acababa de pegarme un bofetón. Me quedé inmóvil,
meciéndome lentamente de un lado a otro con la mente en blanco mientras
exploraba con los dedos la mejilla donde la sensación de calor había cedido
paso a un extraño entumecimiento.
El velo de
lágrimas que me nublaba los ojos hacía que lo viera todo borroso, pero de
súbito oí la voz de Siwon, distorsionada por el enfado.
—Mira lo que
me has hecho hacer —me espetó, y luego volvió al dormitorio.
Adiós a lo de
batirse en retirada. No podía huir del apartamento. Sólo teníamos un coche. Y no
se me ocurría adónde ir. Puse la toalla debajo del agua fría, me senté en la
taza con la tapa bajada y sostuve la tela goteante contra mi mejilla.
No había nadie
a quien pudiera contarle lo sucedido. La vergüenza me embargó, extendiéndose
como si rezumara de la médula, y tuve la sensación de que me lo merecía, porque
de lo contrario no habría sucedido.
Esperé sin
moverme del sitio mientras Siwon acababa de arreglarse para ir al trabajo. No
me moví ni siquiera cuando lo oí llamar al hotel y decirles que su esposo no
iría a trabajar ese día. No se encontraba bien, dijo con voz apenada. La gripe
o algo por el estilo, no sabía exactamente qué. Sonaba compasivo y preocupado.
Se rió levemente de algo que le dijo su interlocutor.
—Sí —dijo después—.
Cuidaré bien de él.
Esperé hasta
que oí el tintineo de las llaves, y la puerta al cerrarse. Metí la mano en el
cubo de la basura y saqué mis píldoras. Me tomé una, me eché agua en la boca
con la mano y la hice bajar penosamente.
Encontré la
camisa a rayas en el suelo del dormitorio y la extendí sobre el colchón. Por mucho
que la miré, no pude ver que le pasara nada. No pude encontrar el defecto que
había hecho que Siwon se pusiera de aquella manera.
Cuando Siwon llegó
a casa, el apartamento estaba limpio y la mesa estaba puesta. Tuve que armarme
de valor para mirarlo a la cara. Pero él entró sonriente y con expresión un
poco contrita, trayendo consigo un ramo de flores variadas. Me tendió la
fragante ofrenda y un suave rumor de pétalos resonó entre las capas de celofán
y papel de seda que la envolvían.
—Toma, cariño
—dijo.
Después se
inclinó para besarme la mejilla, la que había abofeteado antes. Todo ese lado
de mi cara se había hinchado y había adquirido un tono sonrosado. Me mantuve
inmóvil mientras sus labios tocaban la piel. Quería apartarme de él. Quería
devolverle el golpe. Pero lo que quería por encima de todo era llorar.
En lugar de
eso, llevé las flores al fregadero y empecé a desenvolverlas mecánicamente.
—No debí
haberme comportado así esta mañana —dijo Siwon detrás de mí—. Me he pasado el día
entero pensando en ti.
—Yo también he
pensado en ti. —Metí el ramo en un jarrón y lo llené de agua, incapaz de enfrentarme
a la perspectiva de cortar los tallos y disponer las flores.
—Ver lo que le
habías hecho a mi camisa fue la gota que colmó el vaso. He pensado que debes
dejar de trabajar. – dijo.
—No puedo
dejar mi empleo —dije, sintiéndome nervioso —. No podemos permitirnos prescindir
de mi sueldo.
—Estoy a punto
de conseguir un ascenso. Todo irá bien.
—Pero... ¿qué
voy a hacer todo el día?
—Ser un esposo.
Cuidar de la casa. Y de mí. Y de ti mismo, claro. —Se me acercó un poco más—. Y
yo cuidaré de ti. Porque de todas maneras no tardarás en quedar embarazado,
claro. Entonces tendrías que dejar el trabajo, así que ya puestos sería mejor
que lo dejaras ahora.
—Siwon, me
parece que no...
—Tanto tú como
yo hemos estado muy estresados últimamente, cariño. Eso nos quitaría de encima
una buena parte de la presión. —Alargó el brazo, me cogió una mano con
delicadeza y se la llevó a la cara—. De verdad que siento mucho lo de esta
mañana —murmuró mientras me rozaba la palma con los labios—. Juro que nunca
volverá a ocurrir. Suceda lo que suceda.
—Me diste
mucho miedo, Siwon —susurré—. No eras tú mismo.
—Tienes razón.
Sabes que no era yo. —Con un cuidado infinito, me atrajo hacia su pecho—. Nadie
podría quererte tanto como yo. Tú lo representas todo para mí. Y a partir de
ahora vamos a cuidar el uno del otro, ¿verdad?
—No sé... —Mi
voz sonó tensa y vacilante. Nunca me había sentido tan indeciso, dividido entre
el deseo de quedarme con Siwon y el de dejarlo, porque ahora lo amaba al mismo
tiempo que lo temía. —Por favor, no vuelvas a hacerlo, Siwon —me oí susurrar
con una vocecita muy tenue.
—Nunca —dijo
él al tiempo que me besaba en la cabeza, en la oreja, en el cuello. Sus dedos fueron
hacia mi mejilla enrojecida para tocármela en una delicada caricia—. Pobrecito
mío... — murmuró——. Me alegro de haberte pegado con la mano abierta, porque si
no ahora habría que ver el moretón que tendrías.
Nuestra vida
sexual empezó a ir cuesta abajo, y estaba seguro de que Siwon se daba cuenta.
Tampoco era que nunca hubiéramos sido ninguna maravilla en el dormitorio; yo no
había tenido ningún tipo de experiencia sexual antes de conocer a Siwon, y no
podía saber qué era lo que se suponía que debía hacer.
Al principio
de nuestra relación, el caso era que yo encontraba cierto placer en estar con
él. Pero gradualmente Siwon fue dejando de hacer las cosas que él sabía que me
gustaban, y el sexo pasó a convenirse en un mero dicho-y-hecho. Aunque yo
hubiera sabido lo suficiente sobre el tema para explicarle mis necesidades, eso
no habría cambiado nada. Siwon no estaba interesado en las posibilidades del
sexo más allá de la simple cuestión de un cuerpo que entra en otro.
Hice lo
imprescindible para que la cosa durara lo mínimo. Su postura favorita era el
estilo perrito, para la que utilizaba una serie de rápidas embestidas que no me
proporcionaban ninguna estimulación placentera. Solía elogiarme diciendo que
afortunadamente yo no era uno de esos hombres que se desviven por los
preliminares del acto. A decir verdad, a mí ya me iba bien que Siwon optara por
prescindir de ellos: sólo habrían servido para prolongar una actividad que yo
encontraba complicada, a menudo incómoda, y completamente desprovista de
romanticismo.
Acabé pensando
que yo debía de ser una de esas personas que tienen muy poco impulso sexual. La
visión del cuerpo de Siwon, que él se aseguraba de mantener lo más en forma posible,
no me producía ninguna sensación especial. Cuando salíamos a dar una vuelta, me
percataba de la manera en que otros hombres miraban a mi apuesto marido y
sentían envidia de mí.
Una noche
recibí una llamada de Junsu, y por su tono supe enseguida que había ocurrido algo
terrible.
—Jae, me temo
que tengo que darte una mala noticia. Verás, el caso es que la tía Yoo Sun...
Sentí que la
pena y el desespero hacían presa en mí. Yoo Sun llevaba un par de días
quejándose de que últimamente le dolía horrores la cabeza, y había sufrido un desvanecimiento
repentino cuando se encontraba en su habitación. Fue tal el estruendo que hizo al
desplomarse que papá lo había oído desde el vestíbulo. Para cuando llegó la
ambulancia, mi tía ya había fallecido. Un aneurisma cerebral, dijeron en el
hospital.
—No puedes
imaginar cómo lo siento —dijo Junsu, la voz deformada por el llanto. Oí que se sonaba—.
Yoo Sun era tan buena persona... Sé que tú y ella se tenían muchísimo cariño.
Me senté en el
sofá, recosté la cabeza en el respaldo y dejé que las lágrimas me trazaran un reguero
de calor por las mejillas.
— ¿Cuándo es
el funeral? —conseguí preguntar pasados unos segundos.
—Pasado
mañana. ¿Vendrás? ¿Querrás alojarte en nuestra casa?
—Sí. Gracias.
Yo... ¿Cómo se encuentra papá? —Con todo lo mal que había llegado a estar nuestra
relación, en aquel momento sentí una inmensa pena por él. Sabía que haber
perdido a su hermana iba a ser muy duro para él, sin duda uno de los peores
momentos de su existencia.
—Supongo que
todo lo bien que se podía esperar dadas las circunstancias. —Junsu volvió a sonarse.
Y añadió en un susurro abatido—: Nunca lo había visto llorar.
—Yo tampoco.
—Oí la llave en la cerradura de la entrada. Siwon acababa de llegar. Sentí un alivio
inmenso, porque necesitaba que me consolara estrechándome entre sus fuertes
brazos —No sé si iré en coche o cogeré el avión. Te llamaré después de que
hable con Siwon.
—De acuerdo, Jae.
Adiós.
Siwon me miró
y dejó su maletín en el suelo.
— ¿Qué pasa?
—preguntó, frunciendo el ceño mientras venía hacia mí.
—La tía Yoo
Sun ha muerto —respondí, y me eché a llorar de nuevo.
Siwon se sentó
a mi lado en el sofá, y me rodeó con el brazo. Me apretujé contra su hombro. Después
de unos minutos de consuelo, Siwon se levantó y fue a la cocina. Sacó una
cerveza de la nevera.
—Lo siento,
pequeño —dijo al volver—. Sé que esto es muy duro para ti, pero probablemente es
mejor que no asistas al funeral.
Parpadeé,
sorprendido.
—Claro que
asistiré —le dije—. Si no tenemos dinero para el billete de avión, siempre puedo...
—Entiendo que
se te haya ido de la memoria. Pero resulta que teníamos planes para este fin de
semana, Shik. —Me miró fijamente, y yo le devolví la mirada con una mueca de
perplejidad—. La gran cangrejada anual, en la casa del dueño de la
constructora. Este es mi primer año con ellos, así que no puedo faltar.
Lo miré con
los ojos desorbitados.
— ¿Quieres...
quieres que vaya a una cangrejada en lugar de al funeral de mi tía?
—No hay más
remedio. Por Dios, Shik, ¿quieres que me despida de todas mis probabilidades de
conseguir un ascenso? Voy a ir a esa cangrejada, y ten por seguro que no iré
solo. Necesito un esposo y necesito que cause buena impresión.
—No puedo
—dije, más atónito que furioso. No podía creer que mis sentimientos por tía Yoo
Sun significaran tan poco para él—. Necesito estar con mi familia. Estoy seguro
de que los de la constructora lo entenderán si les explicas que...
— ¡Tu familia
soy yo! —Tiró la lata de cerveza, que rebotó en el borde del fregadero entre una
explosión de espuma—. ¿Quién te paga las facturas, Shik? ¿Quién mantiene un
techo encima de tu cabeza? Yo. Nadie de tu puta familia ha movido un dedo para
ayudarnos. Harás lo que yo diga.
— ¡No soy tu
esclavo! —le grité a mi vez—. Tengo derecho a ir al funeral de tía Yoo Sun, y voy
a....
—Inténtalo
—sonrió él, viniendo hacia mí en tres rápidas zancadas—. Inténtalo, Shik. No tienes
dinero y no dispones de ningún medio de locomoción para ir hasta allí. —Me
agarró de los brazos y me empujó con fuerza, y yo retrocedí dando traspiés
hasta chocar con la pared—. Nunca entenderé cómo te las arreglaste para acabar
la universidad con lo imbécil que eres. Tú les importas una mierda, Shik. A ver
si te entra de una vez en esa cabeza tan dura que tienes.
Le envié un
correo electrónico a Junsu diciéndole que no podía asistir al funeral. Me abstuve
de explicarle el motivo, y no recibí ninguna respuesta. Como no hubo llamadas
del resto de mi familia, creí saber lo que estarían pensando de mí.
Acudí a la
cangrejada con Siwon. No dejé de sonreír ni un solo segundo. Y llevé puesta una
playera de manga larga para ocultar que tenía los brazos llenos de moretones
producto de los achuchones de mi marido. El día del funeral de la tía Yoo Sun no
derramé ni una sola lágrima. Pero sí lloré el lunes, en cuanto me llegó un
paquetito por correo. Contenía la pulsera de mi tía con todos sus colgantitos
de la suerte. «Querido Jae —rezaba la nota de Junsu —, sé que se suponía que
esto debía ser para ti.»
Cuando íbamos
por la mitad de nuestro segundo año de matrimonio, Siwon estaba tan determinado
a dejarme embarazado que no hablaba de otra cosa. Así que escondí las píldoras dentro
de un bolso que luego oculté al fondo del armario.
Convencido de
que el problema tenía que estar en mí, Siwon me obligó a ir al médico. Me tiré
una hora entera llorando en su consulta mientras le explicaba que me sentía
inquieto y desgraciado y no sabía por qué, y volví a casa con una receta de antidepresivos.
—No puedes
tomar esa mierda — dijo Siwon en cuanto la vio, estrujando la receta y
tirándola a la basura—. Podría ser perjudicial para el niño. — ¿Qué dijo el
médico sobre lo de que te quedes embarazado? —Preguntó Siwon, escrutándome con
la mirada.
—Dijo que
podía tardar hasta un año en suceder.
Yo no le había
mencionado al médico que estuviéramos tratando de que me quedara embarazado, y
me limité a pedirle que me renovara la receta para las píldoras anticonceptivas.
—No quiero
hacerlo —me oí decir hoscamente en un momento dado.
—Ya verás lo
contento que te pones en cuanto suceda.
—Sigo sin querer
hacerlo. No estoy preparado.
—Nunca estarás
preparado. Nunca sucederá a menos que yo te empuje a hacerlo. Por el amor de
Dios, Shik, ¿quieres hacer el favor de crecer de una vez y ser un hombre adulto?
—Soy un hombre
adulto. No necesito tener un hijo para demostrarlo.
—Lo que eres
es un puto mimado. Un parásito. Por eso no le importas un cuerno a tu familia.
— ¡Y tú eres
un capullo egoísta!
Me dio una
bofetada tan brutal que me volvió la cara del revés. Oí un zumbido muy estridente
en los oídos. Tragué saliva penosamente y me llevé la mano a la mejilla.
—Dijiste que
nunca más volverías a hacerlo —murmuré con voz ronca.
Siwon respiraba
entrecortadamente y tenía la mirada de un loco.
—La culpa es
tuya por sacarme de mis casillas. Maldita sea, te enseñaré a comportarte como es
debido. —Me agarró de un brazo, con la otra mano me cogió del pelo y me llevó
por la fuerza a la sala de estar. Una vez allí me dejó tendido boca abajo, sin
dejar de soltar juramentos.
— ¡No! —Chillé,
la voz ahogada por la tapicería—. ¡No, por favor!
Pero él me
bajó de un tirón los vaqueros y junto con la ropa interior y metió el miembro
en mi entrada seca, y la penetración me produjo un dolor muy intenso que se
convirtió en fuego líquido, y supe que Siwon había roto algo dentro de mí.
Luego empezó a embestirme más deprisa, cada vez más fuerte, reduciendo la
ferocidad de sus primeras acometidas únicamente cuando dejé de murmurar que no
y me quedé callado mientras las lágrimas resbalaban hacia el almohadón. Traté
de pensar más allá del dolor, me dije que aquello pronto habría acabado. «Tú
sólo aguanta, aguanta, se correrá enseguida.»
Hubo una última
acometida devastadora y sentí que Siwon se estremecía encima de mí, y yo me
estremecí también mientras pensaba en el líquido que anegaba mi interior. No
quería tener nada que ver con los hijos de Siwon. No quería tener nada que ver
con él.
Dejé escapar
un suspiro de alivio cuando salió de mí, y noté que un hilillo caliente me resbalaba
por los muslos. Lo oí subirse los pantalones y cerrarse la cremallera.
Siwon hablo, y
ahora su voz sonó más normal.
—Acabaré de
preparar la cena mientras te limpias. ¿Qué necesito hacer?
—Hervir la
pasta.
— ¿Cuánto
rato?
—Doce minutos.
Desde la
cintura hasta las rodillas, me dolía todo. Era la primera vez que practicaba el
sexo salvaje. «Ha sido una violación», murmuró una vocecita en mi interior,
pero me apresuré a decirme que sólo con que me hubiera relajado un poco, con
que no hubiera estado tan seco, me habría dolido menos. «Pero es que tú no
querías hacerlo», insistió la vocecita.
Me puse en pie
y torcí el gesto ante el intenso palpitar del dolor, luego me encaminé hacia el
cuarto de baño con paso vacilante.
—Tampoco hace
falta que le eches tanto melodrama al asunto, caramba —le oí decir a Siwon.
Guardé
silencio mientras seguía hacia el cuarto de baño. Entré y cerré la puerta. Abrí
los grifos de la ducha, esperé hasta que el agua salió lo más caliente que
podría aguantar, y entonces me desnudé y me metí en la bañera. Me quedé inmóvil
bajo el chorro de agua durante lo que me pareció una eternidad, hasta que sentí
el cuerpo limpio, dolorido y lleno de escozores. Mi mente flotaba en una nube
de perplejidad, y no dejaba de preguntarse cómo podía ser que mi vida se hubiera
convertido en esto. Siwon no se calmaría hasta que yo hubiera tenido un hijo.
Cerré los
grifos de la ducha, me envolví el cuerpo dolorido en una toalla y fui al
espejo. La puerta del baño vibró.
—Llevas
demasiado rato ahí dentro. Sal y cenemos.
—No tengo
hambre.
—Abre la dichosa
puerta y deja de hacerme berrinches.
Quité el
cerrojo y abrí la puerta, y me quedé inmóvil ante Siwon, aquel hombre
enfurecido que parecía dispuesto a hacerme pedazos en cualquier momento. Yo le
tenía miedo, pero por encima de eso, me sentía completamente vencido.
—Esta vez sí
que no me voy a disculpar —dijo él—. Lo estabas pidiendo a gritos. Sabes de sobra
que no debes hablarme así.
—Si tuviéramos
hijos —dije—, también les pegarías.
La falta de
toda reacción por su parte me asustó. El silencio se hizo profundo. Siwon me
miraba sin pestañear. Se me puso la carne de gallina en todo el cuerpo,
cubierto apenas con la toalla fría y mojada.
— ¿Dónde
están? —preguntó abruptamente, y pasó junto a mí. Empezó a rebuscar en los cajones,
y todo iba cayendo estrepitosamente sobre el suelo mojado.
— ¿El qué?
—pregunté mientras el corazón se me disparaba. Me asombró lo calmada que sonaba
mi voz cuando el terror me estaba corroyendo las entrañas como ácido de
batería—. No sé de qué estás hablando.
—Sabes muy
bien de qué estoy hablando.
—Voy a
vestirme —dije sin perder la calma, mientras él seguía rompiendo, haciendo
trizas, destruyendo.
Saqué unos
vaqueros y ropa interior y una camiseta, aunque ya era tarde y lo lógico habría
sido que echara mano de un pijama. Mi subconsciente ya se había dado cuenta de
que aquella noche no iba a pegar ojo. Mientras terminaba de vestirme, Siwon irrumpió
en el dormitorio y me hizo a un lado de un empujón. Luego empezó a sacar los
cajones de la cómoda y los yació en el suelo, esparciendo mis cosas.
—Siwon, para.
— ¡Dime dónde
las tienes!
—Si estás
buscando alguna excusa para volver a pegarme, no te compliques tanto la vida y pégame.
—No hablé en tono desafiante. Ni siquiera tenía miedo. Lo único que sentía era
un profundo cansancio.
Finalmente se
apartó del armario con mis píldoras anticonceptivas en la mano, una mirada asesina
mientras avanzaba hacia mí. Fui vagamente consciente de que, al igual que me
sucedía a mí, mi marido ya no era dueño de sus acciones.
Fui agarrado y
lanzado contra la pared, y la cabeza se me llenó de estática cuando chocó contra
la dura superficie. Siwon me pegó más fuerte que nunca, esta vez con el puño
cerrado, y sentí crujir mi mandíbula. Sólo entendí unas cuantas palabras de lo
que dijo, algo sobre las píldoras, y que ahora podría tomarme todas las putas
píldoras que quisiera, y entonces saco unas cuantas y me las metió en la boca,
y yo traté de mantener rígida la mandíbula mientras escupía y me atragantaba.
Me dio un puñetazo en el estómago y me retorcí de dolor, y entonces me arrastró
por todo el apartamento hasta la puerta principal.
Me vi arrojado
al suelo. Choqué con el borde del escalón de la entrada y un instante después una
llamarada de agonía me atravesó el cuerpo cuando me dio un puntapié en las
costillas.
—Te quedarás
ahí hasta mañana —gruñó—. Ve pensando en lo que has hecho.
La puerta se
cerró con estrépito.
Me quedé
tendido en el pavimento, inmóvil. Pasado un rato me senté, escupí algo salado y
evalué los daños. Notaba dolores en el estómago, las costillas y en el trasero,
y en la parte posterior de la cabeza. Me sangraba la boca, e intensas punzadas
me desgarraban la mandíbula.
Mi mayor temor
era que Siwon abriera la puerta y me arrastrara dentro.
Traté de
pensar y consideré mis opciones. Sin dinero. Sin permiso de conducir. Sin
móvil. Sin llaves del coche. Tampoco tenía zapatos. Me miré los pies descalzos,
y no pude evitar reír por mucho que mi boca hinchada protestara con nuevas
punzadas. Mierda, lo cierto era que mi situación no podía ser peor. Se me ocurrió
que quizá tuviera que pasar toda la noche allí fuera como un gato al que Siwon hubiera
echado de casa. Por la mañana me dejaría entrar y yo regresaría con la cabeza
gacha, derrotado y escarmentado.
Quería hacerme
un ovillo y llorar. Pero de pronto me encontré levantándome del pavimento, penosamente
y a costa de un gran esfuerzo.
«Vete al
infierno», pensé con la mirada clavada en la puerta cerrada. Aún podía caminar.
Si hubiera
podido ir a ver a alguien en ese momento, habría sido a Seung, mi mejor amigo. Necesitaba
su comprensión y su consuelo. Pero en aquellas circunstancias, sólo había una
persona que realmente pudiera ayudarme. Yoochun. Todo el mundo le debía favores
o quería hacerle favores para congraciarse con él. Yoochun podía resolver un
problema rápida y eficientemente, sin ninguna clase de fanfarrias. Y no había
nadie en el mundo en quien yo confiara más.
Eché a andar
en dirección al supermercado que había a medio kilómetro de casa. Tenía miedo
de desmayarme en cualquier momento. Mantuve la cabeza baja. Nada de policía. Podría
llevarme de vuelta con mi marido. Siwon se había vuelto tan poderoso en mi
mente que lo creía capaz de explicarlo todo, meterme otra vez dentro de casa y posiblemente
matarme.
El dolor en la
mandíbula era el peor. Traté de apretar los dientes para ver si estaba rota o desencajada,
pero incluso el más leve movimiento era pura agonía. Cuando llegué al supermercado
por fin, estaba considerando seriamente en ofrecer mi anillo de boda a cambio
de algo para el dolor. Pero no podía poner los pies en aquel establecimiento, por
el debía de tener.
Encontré un
teléfono público enfrente del supermercado y llamé a cobro revertido, pulsando
cada botón con intensa concentración. Me sabía de memoria el número del móvil
de Yoochun. «Por favor responde», pensé mientras me preguntaba qué iba a hacer
en el caso de que no respondiera. «Por favor responde. Por favor... »
Y entonces oí
la voz de Yoochun, y la operadora le preguntó si aceptaba la llamada.
— ¿Yoochun?
—Sostuve el auricular con las dos manos, aferrándome a él como si fuera un salvavidas.
—Sí, soy yo.
¿Qué pasa?
La tarea de
responder, de explicar, se me hacía tan abrumadora que por un instante no pude hablar.
—Necesito que
vengas a recogerme —conseguí murmurar finalmente.
— ¿Qué ha
pasado, cariño? ¿Te encuentras bien? —La voz de Yoochun sonó muy pausada y suave,
como si le estuviera hablando a una criatura.
—No.
Hubo un corto
silencio cargado de electricidad, y luego Yoochun volvió a hablar.
— ¿Dónde
estás, Jae? —preguntó, ahora en tono apremiante. Por un segundo fui incapaz de
responder. El alivio de oír mi nombre pronunciado por aquella voz tan familiar,
se abrió paso a través del entumecimiento. Tragué saliva y sentí cómo las
lágrimas me corrían por la cara, abrasándome la piel erosionada.
—Estoy
enfrente de un supermercado —conseguí farfullar finalmente.
—Jae, ¿estás
solo?
—Ajá.
— ¿Puedes
coger un taxi hasta el aeropuerto?
—No. —Sorbí
aire por la nariz y volví a tragar saliva—. No tengo dinero.
— ¿Dónde
estás? —repitió Yoochun pacientemente.
Le dije el
nombre del supermercado y el de la calle.
—Vale. Quiero
que esperes cerca de la entrada de ese supermercado... ¿Hay algún sitio donde
puedas sentarte?
—Hay un banco.
—Buen chico. Jae,
ve a sentarte en ese banco y no te muevas de ahí. Te enviaré a alguien lo más
pronto posible. No vayas a ninguna parte, ¿entiendes? Quédate sentadito ahí y
espera.
—Yoochun
—susurré—, no llames a Siwon, ¿vale?
Oí que mi
hermano tragaba aire con un jadeo entrecortado, pero cuando volvió a hablar, su
voz sonó normal.
—No te
preocupes, cariño. No volverá a acercársete.
No sé cuánto
tiempo pasó. Pero finalmente un hombre, bastante joven que vestía pantalones de
pinzas y una camisa con el cuello desabrochado, vino hacia el banco. Se puso en
cuclillas frente a mí, y me encontré contemplando con expresión aturdida un par
de ojos que me miraban con preocupación. El joven sonrió como para tranquilizarme.
— ¿Joven Kim?
—Su voz era dulce —. Me llamo Re Oh, y soy amigo de su hermano Yoochun. Me
llamó y me dijo que necesitaba que la llevaran. —Sin dejar de mirarme, añadió—:
Pero ahora que lo estoy viendo me pregunto si no sería conveniente que primero
fuéramos a un servicio de urgencias.
Negué con la
cabeza, al borde del pánico.
—No, no. No
quiero ir a ningún servicio de urgencias. No me lleve ahí...
—De acuerdo,
de acuerdo —me tranquilizó—. Le prometo que no iremos a ningún servicio de
urgencias. Y ahora deje que lo ayude a ir hasta mi coche.
—Prométame que
no vamos a ir a ningún servicio de urgencias —dije sin moverme del banco.
—Se lo
prometo. Prometido, ¿de acuerdo?
Pero yo seguí
sin moverme.
—No puedo
subir a un avión —farfullé. Cada vez me costaba más hablar—. No llevo encima ninguna
documentación.
—Es un avión
privado, joven Kim. —Su mirada era amable y compasiva—.Venga, vayamos a... —Se
calló cuando vio mis pies heridos, que habían empezado a sangrar—. Dios
—susurró.
—Nada de
hospitales —murmuré.
Re Oh se sentó
a mi lado en el banco. Vi cómo se quitaba los mocasines y los calcetines, volvía
a meter los pies descalzos en los mocasines, y luego me ponía sus calcetines
con mucho cuidado.
—Le daría los
zapatos —dijo—, pero no podría aguantarlos. ¿Me dejará llevarlo hasta el coche?
Sacudí la
cabeza. Estaba seguro de que no aguantaría ser tocado por nadie, por ninguna razón,
sin importar lo breve que fuera el contacto.
—Lo que usted
diga —murmuró Re Oh —. No tenemos ninguna prisa, así que tómese su tiempo. —Se
levantó del banco y esperó pacientemente mientras yo trataba de ponerme de pie,
mirándome con las manos medio extendidas como si tuviera que reprimir el
impulso de sujetarme—. Tengo el coche ahí mismo. Es aquel Cadillac blanco.
Fuimos muy
despacito hacia el coche, y Re Oh me sostuvo la puerta mientras yo me acomodaba
penosamente en el asiento.
— ¿No cree que
estaría más cómodo con el respaldo un poco echado hacia atrás? —me preguntó.
Cerré los
ojos, demasiado exhausto para responder. Re Oh se inclinó sobre mi asiento, apretó
un botón, y fue echando el respaldo hacia atrás hasta que quedé medio reclinado.
Luego rodeó el
coche, se puso al volante y le dio al encendido. Oí el ruidito de un móvil al
ser abierto, y luego los tenues pitidos de un número que era marcado.
—Yoochun —dijo
Re Oh pasados unos instantes—. Sí, está conmigo. Estamos yendo al DFW. Tengo
que decirte una cosa... Le ha dado una buena paliza. Se encuentra un poco
aturdido. —Hubo Una larga pausa, y luego Re Oh dijo en voz baja—. Ya lo sé, tío.
— Otra pausa—. Sí, creo que se encuentra en condiciones de viajar, pero cuando
llegue allí... Ajá. Pues francamente, sí. Te llamaré en cuanto él haya
despegado. No hay problema.
Un instante
después oí la voz de Re Oh entre el ruidoso palpitar del pulso en mis oídos.
— ¿Le parece
que va a vomitar, joven Kim?
Me las arreglé
para emitir un sonido negativo. No pensaba hacer tal cosa; me dolería demasiado.
Un pequeño
receptáculo de plástico fue depositado con cuidado sobre mi regazo.
—Sólo por si
acaso —dijo Re Oh. — ¿Sabe? El marido de mi hermana solía pegarle muy a menudo.
Por ningún motivo o por el motivo que fuese. En aquel entonces yo no sabía que
el muy hijoputa hiciera eso, o le juro que lo habría matado. Al final ella lo
dejó y se vino con sus hijos a casa de mamá, y se quedó allí hasta que pudo
rehacer su vida. Fue a visitar a un terapeuta y todo ese rollo. Mi hermana me
contó que lo que más la ayudó fue oír que ella no había tenido la culpa de lo
sucedido. Necesitaba oírlo muy a menudo. Así que quiero ser el primero en
decírselo: usted no ha tenido la culpa de lo que acaba de sucederle.
No me moví ni
hablé. Pero sentí cómo las lágrimas se me escurrían entre los párpados apretados.
—Usted no ha
tenido la culpa —repitió Re Oh firmemente, y luego condujo el resto del trayecto
en silencio.
Me quedé
adormilado y desperté unos minutos después para ver que el coche se había detenido
y Re Oh estaba abriendo la puerta. El rugido de un reactor que despegaba
desgarró el silencio acolchado del Cadillac. Parpadeé y me fui irguiendo poco a
poco en el asiento, y sólo entonces me di cuenta de que estábamos en una pista
del aeropuerto.
—Déjeme
ayudarlo —dijo Re Oh mientras extendía la mano hacia mí.
Me encogí
temerosamente y sacudí la cabeza. Me tambaleé y Re Oh me agarró del brazo que
tenía libre para evitar que perdiese el equilibrio.
—Joven Kim
—continuó, sin dejar de sujetarme a pesar de que yo me esforzaba débilmente por
soltarme—. Joven Kim, por favor, escúcheme. Lo único que quiero es ayudarlo a
subir a ese avión. Tiene que dejar que lo ayude, ¿comprende? Si se cae
intentando subir esos peldaños usted solo, entonces sí que tendrá que ir al
hospital. Y a mí no me quedará más remedio que ir ahí con usted, porque su
hermano me rompería las dos piernas como se enterara de que lo había dejado
solo.
Asentí y
acepté su ayuda. Quería estar a bordo de aquel avión. Quería salir allí lo más
deprisa posible, alejarme de Siwon.
—Bueno, vamos
a ver —murmuró Re Oh mientras recorríamos pasito a pasito la distancia que nos
separaba del avión. —. Ya casi hemos llegado, y entonces podrá volver a
sentarse, y Yoochun estará esperándolo cuando llegue. —Mientras subíamos la
escalerilla con una tortuosa lentitud, Re Oh mantuvo un monólogo constante como
si intentara distraerme de la agonía de mi mandíbula y mis costillas—. Es un
avión estupendo. Pertenece a una compañía de programas informáticos. Hace
tiempo que conozco al piloto. Es todo un experto en su oficio, y con él volará
usted la mar de seguro.
— ¿Quién es el
dueño de la compañía? —farfullé, preguntándome si sería alguien que conociera.
—Yo. — Re Oh sonrió
y luego me ayudó a ir con mucho cuidado hasta uno de los asientos de delante, y
me abrochó el cinturón. Acto seguido fue a un minibar, sacó unos cuantos
cubitos de hielo que envolvió, en un paño, y me lo dio—. Para su cara. Ahora
descanse. Voy a hablar un momento con el piloto y enseguida estará usted de
camino.
—Gracias
—murmuré mientras me apretaba la mandíbula con el peso de los cubitos de hielo que
sentía deslizarse dentro del paño. Me recosté en el asiento, y amoldé
cautelosamente la bolsa de hielo improvisada al lado hinchado de mi cara.
El vuelo fue
espantoso pero breve. Tardé un poco en reaccionar cuando el avión se detuvo al
final de la pista, y mis dedos se hicieron un lío con el cierre del cinturón de
seguridad. En cuestión de segundos, mi hermano estuvo a bordo.
Yoochun se
quedó inmóvil por una fracción de segundo en cuanto me vio, y luego tragó
saliva y vino hacia mí.
—Jae —dijo con
voz ronca. Se arrodilló ante el asiento y apoyó las manos en los reposabrazos
mientras me escrutaba con la mirada.
Por fin
conseguí quitarme el cinturón, y me incliné hacia delante percibiendo el aroma familiar
de mi hermano. Yoochun me rodeó con los brazos, en un movimiento cauteloso muy
distinto de los cariñosos apretujones a los que me tenía acostumbrado, y
comprendí que se contenía por miedo a hacerme daño. Percibí los leves temblores
que lo estremecían por debajo de su inmovilidad.
Abrumado por
el alivio, apoyé la mejilla buena en el hombro de mi hermano.
—Yoochun
—murmuré—. Te quiero más que a nadie en el mundo.
Él tuvo que
aclararse la garganta con un carraspeo para responder:
—Yo también,
bichito.
—No me lleves con
papa.
Él lo entendió
al momento.
—No, cariño
—dijo—. Vas a venir a casa conmigo. No le he dicho a papá que estás aquí.
Me ayudó a ir
hasta su coche, un Maybach plateado de líneas muy elegantes.
—No te duermas
—me ordenó cuando vio que yo cerraba los ojos y apoyaba la nuca en el reposacabezas.
—Estoy muy
cansado.
—Tienes un
bulto detrás de la cabeza. Probablemente has sufrido una conmoción, lo que significa
que no debes dormir.
—Dormí un rato
en el avión. Me encuentro bien, ¿ves? Anda, déjame…
—Tú no te encuentras
bien —dijo Yoochun con una fiereza que me dejó encogido en el asiento—.
Estás... —Se calló, y moduló el tono en cuanto vio el efecto que su voz acababa
de ejercer en mí—. Demonios, lo siento. No te asustes. No gritaré. Es sólo que…
me cuesta mucho mantener la calma cuando veo lo que te ha hecho ese cerdo.
—Tragó aire con un jadeo entrecortado—. Mantente despierto hasta que lleguemos
al hospital. Sólo serán unos minutos.
—Nada de
hospitales —dije, saliendo de mi aturdimiento—. Querrán saber cómo sucedió. — El
servicio de urgencias informaría a la policía y cabía la posibilidad de que
presentaran cargos contra Siwon por agresión, y no me sentía con fuerzas para
pasar por aquello.
—Tranquilo, yo
me ocuparé de todo.
Lo haría, por
supuesto. Yoochun tenía suficiente poder y dinero como para sortear todos los procesos
habituales. Unas cuantas palmas serían untadas, unos cuantos favores serían intercambiados.
La gente miraría hacia otro lado exactamente en el momento adecuado. El
apellido Kim era una llave que podía abrir todas las puertas; o cerrarlas, si
era preferible.
—Quiero ir a
alguna parte y descansar. —Traté de que mi voz sonara lo más resuelta posible.
Pero me salió confusa y quejumbrosa, y la cabeza me latía demasiado para
mantener una discusión.
—Podrías tener
rota la mandíbula —dijo Yoochun en voz baja—. Y sabe Dios lo que ese hijo de perra
le habrá hecho al resto de tu persona. —Resopló—. ¿Quieres contarme qué ha
sucedido?
Negué con la
cabeza. A veces una pregunta de lo más simple puede tener una respuesta muy complicada.
Yoochun no volvió a abrir la boca
durante el resto del trayecto hasta el Centro Médico.
— ¿Ha sido la
primera vez? —preguntó Yoochun cuando entrábamos en el aparcamiento de urgencias.
—No.
Él masculló
unas palabrotas.
—Si me hubiera
pasado por la cabeza que ese bastardo se atrevería a levantarte la mano, nunca
habría dejado que te fugaras con él.
—No podrías
habérmelo impedido —repuse con voz pastosa—. Estaba resuelto a hacerlo. Fue una
estupidez por mi parte.
—No digas eso.
— Yoochun me miró con expresión de furia y angustia—. No fue ninguna estupidez.
Apostaste por alguien, y ese alguien resultó ser… Mierda, no tengo palabras
para expresarlo. Un monstruo. —Su tono sonó sombrío—. Un muerto. Porque cuando
le ponga las manos encima...
—Por favor.
—Ya había tenido suficiente violencia y voces enfurecidas por una noche—. No sé
si Siwon era consciente del daño que me estaba haciendo.
—Un moradito
de nada bastaría para darme derecho a matarlo. —Me sacó del coche, cogiéndome
en brazos igual que a un niño.
—Puedo andar
—protesté.
—No vas a
cruzar andando todo el aparcamiento con sólo unos calcetines en los pies.
Maldita sea, Jaejoong, no le des más vueltas.
Me llevó hasta
la sala de espera, y me depositó en el suelo con cuidado junto al mostrador de
recepción.
—Kim Yoochun
—dijo después, tendiéndole una tarjeta a la mujer que había detrás del cristal
de separación—. Necesito que algún médico vea a mi hermano inmediatamente.
Vi que la
mujer abría los ojos como platos y luego señalaba con un cabeceo la puerta que había
a la izquierda del mostrador de recepción.
—Lo espero en
la puerta, señor Kim. Entre.
—Voy a vomitar
—murmuré.
Un recipiente
de plástico en forma de riñón apareció de la nada como en un número de magia y
me incliné sobre él, entre gemidos. Como no había cenado, tampoco había gran
cosa que expulsar. Vomité en una serie de dolorosos espasmos, para acabar con
unas arcadas secas que no llegaron a echar nada.
—Me parece que
está un poco conmocionado —oí que le decía Yoochun a la enfermera—. Tiene un
chichón en la cabeza, y le cuesta hablar. Y ahora las náuseas.
—Enseguida nos
ocupamos de él, señor Kim. —La enfermera me acompañó hasta una silla de ruedas.
Resultó que
tenía rota una de las costillas centrales, pero mi mandíbula no estaba fracturada,
sólo contusionada. También tenía una conmoción cerebral, pero no lo bastante
grave como para permanecer ingresado en el hospital. Y me dieron analgésicos
suficientes para colocar a un elefante.
Dormí durante
lo que duró el trayecto hasta el ático que ocupaba Yoochun, un edificio de
acero y cristal propiedad de los Kim. Un ascensor muy rápido nos llevó al piso
decimoctavo. La puerta ya estaba abierta antes de que hubiéramos llegado al
final del pasillo. Junsu estaba de pie allí, vestida con una bata color melocotón.
Deseé que no hubiera
estado allí, mi guapísimo y perfecto cuñado que había sabido elegir como es
debido, el hombre al que todos los de mi familia adoraban. Junsu era la última
persona que habría querido que me viera en aquel estado. Me sentí humillado y
pensé que debía de parecer un troll mientras iba hacia él dando traspiés por el
pasillo.
Junsu me
acompañó al interior del piso, que era ultramoderno y estaba amueblado de forma
muy austera. Vi como se ponía de puntillas para besar a Yoochun. Después se
volvió hacia mí.
—Espero que no
te importará... —empecé, pero me callé cuando él me rodeó con los brazos.
Junsu era tan
suave, olía a polos aromatizados y dentífrico, y tenía el cuello tan
delicado... Intenté retroceder, pero él no me soltó.
—Me alegro
tanto de que estés aquí —murmuró él. Sentí como todos mis músculos se relajaban,
porque comprendí que no iba a recibir ninguna clase de enjuiciamiento por parte
de Junsu, sólo bondad.
Me llevó al
dormitorio de invitados y me ayudó a ponerme un pijama, y luego me arropó como
si yo tuviera la edad de Junho.
—Duerme todo
lo que quieras —susurró Junsu, y cerró la puerta.
Y me dejé
llevar por el sueño, lleno de gratitud mientras una parte de mí deseaba no despertar
nunca.
Tras haber
dormido unas veinticuatro horas, con Junsu entrando a echarme miraditas de vez
en cuando, finalmente me levanté. Fui al cuarto de baño y me inspeccioné la
cara en el espejo. Tenía un ojo negro, pero la hinchazón había bajado. Mi
mandíbula aún estaba hinchada y rara en un lado, y parecía como si acabara de
salir de un accidente de coche. Pero al menos tenía hambre, lo que pensé que
probablemente era una buena señal, y ya no me sentía como si fuese una liebre atropellada
en la carretera.
Cuando entré
en el salón, dolorido y un poco obnubilado por todas las horas que había dormido,
vi a Yoochun sentado a una mesa de cristal.
Normalmente
siempre iba vestido de manera impecable, pero en aquel momento llevaba una camiseta
vieja y unos pantalones de chándal, y había ojeras oscuras debajo de sus ojos.
Junsu entró
con un bebé en brazos.
—Helo aquí
—dijo alegremente. Mi sobrino Chul era un pequeñín adorable con una sonrisa
llena de encías, unos enormes ojos y una buena cantidad de pelo negro en la cabecita.
Junsu me
examinó con la mirada.
—Bueno, ya va
siendo hora de que vuelvas a tomarte la medicina —dijo—. ¿Crees que antes podrías
comerte unos huevos revueltos?
—Sí, por
favor.
Vi cómo
acomodaba a su hijo en un asiento de bebe y esparcía unos cuantos cereales sobre
el tablero abatible. Chul se apresuró a recoger los trocitos de cereal y se los
fue metiendo en la boca con el puñito.
— ¿Café? —
ofreció Junsu —. ¿Té caliente?
—Un té me iría
estupendamente.
Yoochun acabó
de beberse su café, dejó la taza y extendió la mano para coger la mía.
— ¿Cómo te
encuentras?
Nada más
tocarme él, una horrible sensación de estar amenazado hizo presa en mí. No pude
evitar apartar la mano con un respingo.
—Lo siento
—dije, sintiéndome avergonzado.
—No eres tú
quien debería sentirlo —murmuró finalmente.
Después de que
Junsu me hubiera traído el té y las pastillas que me habían recetado en urgencias,
Yoochun carraspeó y dijo:
—Jaejoong,
¿cómo escapaste de Siwon la otra noche? ¿Cómo fue que acabaste en la calle sin
el bolso y descalzo?
—Bueno, él...
él me echó... de casa. Creo que esperaba que me quedara sentado en la entrada del
edificio hasta que decidiera dejarme entrar.
Vi que Junsu se
detenía por un instante antes de venir a la mesa para servir un poco más de café.
Me sorprendió lo horrorizado que parecía sentirse. Yoochun cogió un vaso de
agua, con un movimiento tan brusco que por poco no lo volcó. Luego lo vació de
unos tragos.
—Siwon te pegó
y te puso de patitas en la calle —murmuró. No era una pregunta, más bien una
afirmación que intentaba obligarse a creer.
Asentí y él
extendió la mano para acercar al puñito de Chul uno de los cereales que el bebé
estaba tratando de coger infructuosamente.
—No sé qué
hará Siwon en cuanto vea que me he ido —me oí decir—. Temo que pueda acudir a la
policía para denunciar mi desaparición. Supongo que debería llamarle. Aunque
preferiría no decirle dónde estoy.
—Voy a llamar
a uno de nuestros abogados — dijo Yoochun —. Me informaré sobre nuestro próximo
paso. —Y continuó hablando con voz mesurada, sobre cómo quizá tendríamos que
tomar unas fotos de mis lesiones, cómo conseguir el divorcio lo más deprisa
posible, cómo reducir al mínimo mi participación en todo el proceso para que no
tuviera que ver a Siwon o hablar con él...
— ¿Divorcio?
—pregunté estúpidamente, mientras Junsu me ponía un plato delante—. No sé si
estoy preparado para eso.
— ¿Cómo puedes
decir que no lo estás? ¿Tú te has mirado al espejo, Jae? ¿Cuántas palizas más
vas a necesitar para sentirte preparado?
Mi hermano
sólo estaba tratando de protegerme, quería hacer lo que fuese mejor para mí. Pero
ese afán de protección suyo se parecía demasiado a una imposición. Y me
recordaba a papá.
—Es sólo que
quiero meditar un poco las cosas antes de hablar con un abogado.
—Válgame Dios,
Jae, espero que no estarás pensando en volver con ese...
—No. No quiero
que tomes decisiones sobre mi próximo paso.
—Muy bien.
Entonces ya puedes ir tomando esas decisiones. Pero procura hacerlo deprisa, porque
de lo contrario las tomaré yo por ti.
Junsu intervino
antes de que yo replicara.
—Yoochun —murmuró.
Sus esbeltos dedos fueron hacia el tenso bíceps de mi hermano y lo acarició
cariñosamente. Eso bastó para que Yoochun dejara de estar pendiente de mí. Miró
a su esposo, las líneas de tensión en su rostro se suavizaron y respiró hondo.
Yo nunca había visto a nadie ejercer semejante poder sobre mi autoritario
hermano, y me sentí muy impresionado—. Esto es un proceso bastante lento —le
dijo con dulzura—. Ya sé que nos gustaría que Jae pudiera saltarse todos los
preliminares e ir directamente al final..., pero creo que la única manera de
que deje atrás todo esto de una vez es pasando por ello. Etapa tras etapa.
Yoochun frunció
el ceño pero no discutió.
—Voy a
vestirme y después me pasaré por el despacho. No haré ninguna llamada. —Me miró
significativamente antes de añadir—: De momento. —Luego fue a la trona, cogió a
Chul y lo sostuvo en alto para hacerlo chillar de deleite. Bajando el
cuerpecito que no paraba de retorcerse, Yoochun le besó el cuello y le hizo
unos mimitos—. Eh, socio. No hagas enfadar demasiado a papa mientras estoy
fuera de casa. Volveré dentro de un rato y tú y yo haremos cositas de hombres.
Volvió a
sentarlo en la trona, y luego se inclinó sobre su esposo para darle un beso y acariciarle
la nuca.
Junsu esperó a
que su marido hubiera ido a ducharse para decirme:
—Se lo veía
tan fuera de sí después de que te trajo a casa... Yoochun te quiere muchísimo.
Lo saca de quicio pensar que alguien pueda hacerte daño. Le costó horrores no
ir y... hacer algo que no te conviene nada.
Palidecí.
—Si va a ver a
Siwon...
—No, no;
puedes estar seguro de que no irá. Yoochun tiene mucho autodominio cuando se
trata de obtener resultados. Créeme, tu hermano hará lo que haga falta para
ayudarte, por muy complicado que sea.
—Siento que
hayan tenido que verse involucrados en esto. Sé que es lo último que tú o Yoochun
necesitan en estos momentos.
—Somos tu
familia. —Se inclinó y me envolvió en otro de aquellos afectuosos abrazos—. Ya pensaremos
en algo. Y no te preocupes por Yoochun, porque no voy a dejar que te dé
órdenes. Tu hermano sólo quiere que puedas sentirte seguro..., pero tiene que
dejar que seas tú el que decida cómo llevar el asunto.
Sentí una
oleada de gratitud y afecto hacia él. Si todavía quedaba algún vestigio de resentimiento
o celos en mi corazón, se evaporó en ese preciso instante.
En cuanto
empecé a hablar, ya no pude parar. Le conté a Junsu absolutamente todo, la forma
en que Siwon controlaba nuestra vida en común, el ritual del planchado, su
manía de llamarme «Shik». Él abrió mucho los ojos cuando oyó esto último, y
luego murmuró:
—Oh, Jae. Es
como si estuviera intentando hacerte desaparecer.
Habíamos
extendido en el suelo una gran colcha con un motivo campesino, y Chul se había
pasado un buen rato gateando entre los animales bordados hasta que acabó
quedándose dormido encima de un rebaño de ovejas. Junsu abrió una botella de
vino blanco bien frío.
Recostado
sobre la colcha con el pequeñín dormido, traté de encontrar una posición más cómoda
en el montón de cojines que Junsu había puesto para mí.
—Quizá le
importabas todo lo que era capaz de que llegara a importarle una persona.
Sonreí con
tristeza.
—Pues mira qué
bien. —Estábamos hablando de mi relación con Siwon como si ya formara parte del
pasado—. Si lo hubiera conocido más tiempo —proseguí—, si hubiera salido más
tiempo con él, quizás habría llegado a ver a través de la fachada. La culpa fue
mía por haberme precipitado en casarme.
—No fue culpa
tuya. A veces un sucedáneo del amor puede ser muy convincente.
Esas palabras
me recordaron algo que le había oído decir sobre su noche de bodas hacía mucho
tiempo. Toda una vida antes.
— ¿Como la
imitación que tuviste con Jung Yunho?
Él asintió, y
se quedó pensativo.
—Sí, aunque yo
diría que Yunho no es de esa clase de hombres. Él nunca haría daño a una
persona. De hecho, Yunho tenía el problema contrario..., siempre estaba
queriendo rescatar a alguien... No me acuerdo de qué nombre le dan a eso.
—Complejo del
caballero andante.
—Sí. Pero una
vez llevado a cabo el rescate, Yunho consideraba que tenía que irse.
—Tampoco es
que estuviera muy caballeresco cuando le echó a perder ese trato comercial a
Yoochun —señalé.
Junsu sonrió
con una mueca compungida.
—En eso tienes
razón. Pero creo que a quien quería hacerle daño con eso era a Yoochun, no a
mí. —Sacudió la cabeza como si no le apeteciera seguir hablando de ello—.
Acerca de ti y Siwon... Tú no tienes la culpa de que él te fuera detrás. He
leído que los maltratadores siempre eligen parejas a las que puedan manipular,
como si tuvieran una especie de radar para localizarlas.
—Oh,
estupendo. Así que soy un blanco ambulante.
—No es eso, es
solo que eres… muy confiado. Estás lleno de amor, Jae. Cualquier tío normal
sabría apreciarlo enseguida, Pero creo que alguien como Siwon probablemente
piensa en el amor como una debilidad de la que puede sacar provecho.
—No puedo
volver con el –dije despacio —, ¿verdad que no puedo?
Junsu sacudió
la cabeza por toda respuesta.
—Me imagino lo
que diría Papá si me divorcio –refunfuñé —. Empezará con «Ya te lo había dicho»,
y seguirá con la cantinela durante años.
—No —dijo Junsu
poniéndose seria—. De verdad que no. He hablado con Joon Gyu más de una vez
sobre la manera en que se comportaba contigo. Siente haber sido tan cabezota.
Me costó
creerlo.
—Papá será
cabezota incluso en su funeral.
Junsu se
encogió de hombros.
—Lo que diga o
piense Joon Gyu carece de importancia en estos momentos. Ahora lo único que importa
es lo que tú quieres.
Quería que nunca
volvieran a pegarme o chillarme. Quería que me llamaran por mi nombre. Quería
que mi cuerpo me perteneciera. Quería todas las cosas que nos merecemos por ser
humanos. Incluido el amor.
Puse los
labios sobre la cabecita de Chul. No había nada en el mundo que huela tan bien como
un bebé limpio. Que inocente y confiado se lo veía mientras dormía.
—Quiero hablar
con el abogado —dije con voz somnolienta—.
Junsu nos
cubrió con una manta de viaje.
—Vale — susurró—. Tú mandas, Jae.
Me he leído estos 3 capítulos y es una historia genial, siwon en un desgraciado espero jae le haga caso a Yoochun y no lo vuelva a ver, eso ni dudarlo, ahora me intriga como será que yunho vuelva a aparecer en su vida? ay espero con muchas ansías el siguiente capítulo, gracias por compartir esta genial historia!
ResponderEliminarSiwon es un imbécil! Ah! xxq no se quedo con Yunho cuando lo conoció en la fiesta T_T lo bueno es que tiene un hermano y un cuñado que lo apoyan, ojalá salga pronto de esto, para que Yunho aparezca de nuevo!
ResponderEliminarsiwon hijo de tu putisima madre!!!!! ㄱㄱ
ResponderEliminarlo siento! pero me da cólera!!!!
espero que se le caiga la cochinada que tiene entre las piernas, maldito poco hombre ㄱㄱ
menos mal que Jaejoong no se quedó allí y fue en busca de ayuda ;o;
gracias a dios que este jae por fin se ha decidido en el divorcio pues es lo mejor que puede hacer como le dijo junsu siwon quería desaparecer lo cambiando hasta el nombre que tenia por el que a el le paresia mejor y yo creo que siwon si se caso con jae para ver que le sacaba a el padre de jae y como jae no pedía que le dieran nada se desespero y saco el avaro que llevaba dentro ese siwon es un maldito cobarde y ambicioso total si quiere dinero que el mismo lo produzca y no se espere a que otros se lo den como pretendía tenerlo gracias a jae y todavía siwon decía que el le izo a jae el favor de casarse con siendo siwon el que quiso sacar provecho de esta boda y como no pudo se desquito con jae pues espero y le den su merecido a ese siwon que ya se a ganado la golpiza del año nomas para que sienta lo que jae sintió cuando el le ponía las manos en sima
ResponderEliminarDe verdad no encuentr palabras para definir a ese.... como se atrevio a golpear a Jae, es un .... , y la verdad ya era hora que Jae se diera cuneta y reflexionara respecto a ese hombre, jamas debio permitir que lo tocara.
ResponderEliminarAhora solo queda divorciare y hacer que le den una buena paliza que le recuerde toda su desgraciada vida en un segundo.
Pero tambien Jae debio ser juicioso y llevar las cosas con calma para poder conocerlo y ver que clase de hombre era ese....
Ahora solo queda curar sus heridas fisicas y psicologicas y comenzar de nuevo por que la vida siempre te da nuevas oportunidades.
maldito siwon como se atrevio a golpear a Jae y echarlo de la casa despues de casi matarlo lo bueno que Jae no se quedo alli y busco la ayuda de Yoochun y el le brindo su ayuda al igual que Junsu y lo hicieron sentirse querido
ResponderEliminarque bueno que Jae se decidio divorciarse de el es lo mejor que puede hacer y hacer que ses imbecilde siwon vaya a la carcel por lo que le hizo
y ahora a esperar que Jae se cure de sus heridas y vuelva a sentirse seguro de si mismo
djsadhff desgraciado, arg siwon! no tiene perdón, hacer a jae sufrir de esa manera tanto fisica como emocional y mentalmente en serio que es un desgraciado que bueno que ya jae por fin huyo de su lado y se fue con yoochun y junsu, que lo ayuden a divorciarse de siwon y que poco a poco se recupere de todo el daño y busque nuevas oportunidades y empiece de nuevo con su vida.
ResponderEliminarMaldito desgraciado, espero que Yoochun o alguien le de su merecido al imbecil de Siwon.
ResponderEliminarConforme iba leyendo como Jae lo justificaba, pensé que iba a hacer lo mismo cuando lo hecho, pero me alegro de que haya reaccionado y alejarse de ese animal.
Gracias por el capo!!!
me mato este capitulo como siwon pudo ser tan maldito con jae lo odio desgraiado , gracias por el capitulo
ResponderEliminarWaaaa q desgraciado fue siwon en moler así a Jae espero a obtenga su merecido y q Jae pueda salir adelante
ResponderEliminarO.O esto no puede ser pobre jae T.T vaya lo que te toco vivir animoooooo sige delante y todo estara mejor....
ResponderEliminarsiwon eres un... #%&@&* hijo de .. #%&@&* ojala que te ... #%&@&* ..!!
ResponderEliminarsorry ese siwon si que me ha hecho renegar un montón! XD!
No pensé que Jae ya este casado con el.. ojala que se divorcien pronto y que yoochun y junsu apoyen a Jae :(
Lo único bueno de este capitulo es que Jaejoong puede quedarse embarazado :3 con tal que no sea de ese siwon solo de Yunho <3
lo unico que puedo decir que el capitulo fue horrible!!! me dolio todo lo que el baboso de Siwon le hice a Jaejoong, no tiene nombre, ojala se divorcien rápido y que mi caballero andante aparezca rápido!!!
ResponderEliminarJaejoong lo necesita.....T^T
Siwon cabrón, cómo se le ocurre tratar así a Jaejoong...Se merece la cárcel por maltratador. Espero que Yoochun lo solucione todo
ResponderEliminarwaaaaaaa Fue tan difícil leer este capitulo... Todo lo que ese malnacido de Siwon le hacia a Jae arrrrgggg Ojala Yoochun se encargue de el como tiene que ser... Jae ya esta de acuerdo con hablar con el abogado... Ese es un gran paso para que al fin pueda divorciarse del maldito... Espero que pronto se libre de el...
ResponderEliminarse me han aguado los ojos y se me a cocinado el hígado con este capitulo siwon %$&$&/ al menos jae al parecer ya tomo la decision de terminar con eso
ResponderEliminarLo sabia Siwon es un desgraciado todo fue por interés, me da cólera que jae soportara tanto si no le ponen un alto en la primera ocasión es muy difícil que no lo vuelvan hacer, me da cólera Jae, pero lastimosamente esto es una realidad muchas mujeres pasan por esto y lo peor que muchas mueren soportándolo y lo peor viendo que sus hijos paguen las mismas consecuencias, en fin espero que Yoochun lo destruya
ResponderEliminarA mi tambien me dolio todo lo que le hiso el desgraciado se Siwon que bien que Jae halla podido escapar y no lo haya perdonado de lo contrario el infeliz hasta lo puede matar.
ResponderEliminarJae merece ser feliz pero se tiene que tomar su tiempo en conocer a las personas y escuchar de vez en cuando los consejos de los demas no le haria daño
oh por Dios, pobre Jae ,tan lastimado y golpeado. Yoochum debe ir y darle hasta debajo de la lengua a Siwon para que aprenda a que no se le debe pegar a su pareja.
ResponderEliminary eso de llamar a Jae por otro nombre ,es imperdonable. no me explico cómo Jae pudo soportar tantos años con ese maltratador psicológico y físico.
gracias
Menos mal q a pesar de todo Jae busco a su héroe a su hermano....Nadie como él para ayudarlo y reconfortarlo... Igual q Junsu se portaron muy bien pero Jae debe ser fuerte....Debe salir adelante
ResponderEliminarDios pobre Jae, espero que Siwon reciba su merecido.....qué feliz estoy de haber encontrado tu blog...gracias
ResponderEliminar.
Maldito Siwon, lo que le hizo a Jae no tiene nombre. Al describir todo lo que le hizo cuando lo golpeó me hizo llorar, independientemente si lo hubiera conocido más tiempo, si Siwon ya tenía todo planeado no lo hubiera demostrado hasta estar seguro que tenía a Jae. En lo que Jae tuvo la culpa es que desde el primer golpe, primera violencia no lo hubiera justificado. A ver que pasa ahora que se entere su padre y sus demás hermanos, además de Yunho.
ResponderEliminarGracias!!! 💗💕💞
ojala y Jae se ame lo suficiente para divorciarse. Que ridiculo, no permite que las personas que quiere lo mejor para el quieran ayudarle tomando decisiones por el, y permite que la persona que obviamente no quiere lo mejor para el, lo maneje a su antojo y tome las decisiones por el en todo.
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