domingo, 21 de julio de 2013

El diablo tiene ojos cafes: Capitulo 3

CAPÍTULO 3


Contrariamente a mis expectativas de que fugarnos supondría una ceremonia furtiva. Yoochun y Junsu nos costearon la fuga; fue su regalo de bodas para Siwon y para mí.
Después de haber dejado bien claro que se oponía a mi matrimonio con Siwon, papá llevó a la práctica su amenaza de cortar cualquier clase de relación conmigo. Nada de dinero, nada de comunicaciones. «Ya se le pasará», me dijeron mis hermanos, pero yo les respondí en un tono de lo más categórico que no tenía ningunas ganas de que se le pasara, que estaba harto de papá y sus mil formas de controlarme la vida.
Junsu y yo tuvimos nuestra primera pelea sonada cuando intentó convencerme de que Joon Gyu no había dejado de quererme y nunca dejaría de hacerlo. Junsu y yo no tardamos mucho tiempo en volver a dirigirnos la palabra.
Siwon encontró trabajo como estimador de costes en una constructora. Yo encontré un empleo de prueba como coordinador de comercialización en un hotel, lo que se traducía en que ayudaba al director de relaciones públicas en todo, especialmente en los proyectos de marketing.  Compramos un apartamento.
Siwon me llamaba al trabajo un mínimo de dos veces al día sólo para saber cómo me iban las cosas. No parábamos de hablar.
Siwon reaccionaba muy mal a las críticas, incluso cuando eran expresadas cariñosamente y con la mejor intención. No estaba habituado a que le encontraran defectos. A mí, en cambio, se me había criado a base de una dieta de críticas y evaluaciones.
—Bueno, no podemos permitirnos llevar todas mis camisas a la tintorería —dijo Siwon el día después de Navidad—. Tendrás que aprender a plancharlas.
— ¿Quién, yo? —Nunca había planchado nada en mi vida. —. ¿Cómo es que no puedes plancharte las camisas?
—Necesito un poco de ayuda por tu parte. ¿Es demasiado pedir que me eches una mano con mi ropa?
—No, claro que no. Lo siento. Es sólo que no sé cómo se hace. Tengo miedo de estropearlas.
—Te enseñaré. Y aprenderás. — Siwon sonrió y me dio una palmadita en el trasero—. Tendrás que contactar con el ama de casa que llevas dentro.
Le dije que siempre la había tenido encadenada en el sótano, pero que ahora estaba dispuesto a liberarla de su cautiverio por él.
Mi técnica con la plancha pasó a ser inspeccionada a diario. Siwon iba al armario, repasaba la hilera de prendas planchadas, y acto seguido me explicaba con detalle qué había hecho mal.
Exasperado y derrotado, acabé recurriendo a mi fondo personal para hacer que las camisas de Siwon fueran lavadas y planchadas en la tintorería. Pensé que era una buena solución. Pero cuando Siwon vio que dentro del armario había colgadas camisas metidas en fundas de plástico, se enfadó mucho.
—Creía que habíamos acordado —me dijo secamente— que ibas a aprender a plancharlas.
—Usé mi propio dinero —murmuré con una sonrisa conciliadora—. Debo de tener alguna deficiencia de planchado. Quizá tendría que empezar a tomar complejos vitamínicos.
Siwon se abstuvo de devolverme la sonrisa.
—Lo que pasa es que no pones bastante empeño en hacerlo bien.
—Pondré más empeño —dije—. Pero cariño... ¿hay alguna cosa más que no esté saliendo como tú querrías? ¿Algo de lo que debiéramos hablar aparte del planchado? Ya sabes que yo haría lo que fuera por ti.
Él me miró con frialdad.
—Me conformaría con que por una puta vez hicieras algo bien, aunque sólo fuese para variar.
Llamé a Seung, el cual se mostró muy comprensivo y me dijo que todas las parejas tenían discusiones estúpidas. Estuvimos de acuerdo en que eso formaba parte de una relación normal. No me atreví a contárselo a nadie de mi familia, porque prefería morir a hacer nada que pudiera hacer sospechar a papá que mi matrimonio no estaba yendo bien. Me disculpé ante Siwon.
Una noche salimos con dos parejas más, dos empleados de la constructora en que trabajaba Siwon y sus esposos. Yo estaba muy emocionado ante la perspectiva de hacer algo de naturaleza social. Me había sorprendido descubrir que Siwon no parecía tener ninguna antigua amistad a la que presentarme. Yo tenía muchas ganas de hacer amistades, y quería causar una buena impresión.
—Por cierto —dijo abruptamente—, sólo para que no te sorprendas, te aviso que le he dicho a esa gente que te llamas Shik.
— ¿Por qué no les diste mi nombre de pila? —me las arreglé para preguntar.
—Porque suena demasiado cateto —respondió Siwon sin mirarme.
—Es el nombre con que se me llama habitualmente y me gusta. No quiero ser Shik. Quiero...
—Dios, ¿es que no puedo tener un esposo normal con un nombre normal? —Estaba enrojeciendo, respiraba con jadeos entrecortados, y un aura de hostilidad casi palpable había empezado a flotar en el aire.
—Vale —dije—. Entonces esta noche seremos Siwon y Shik.
—Vale. —Pareció calmarse un poco.
Después de aquella velada, que fue bastante bien, Siwon casi nunca me llamaba Jae, ni siquiera en casa. Decía que si no me acostumbraba a que me llamaran Shik, seguramente me haría un lío cuando saliéramos con otra gente.
Cuando faltaba poco para nuestro primer aniversario. Siwon culpaba a mi padre de que no nos diera el dinero necesario para comprarnos una casa en toda regla. No paraba de insistir en que yo tenía que restablecer las relaciones con mi padre y mis hermanos, en que les pidiera cosas, y se enfurecía cuando yo me negaba a hacerlo.
Yo le decía que no serviría de nada, por mucho que eso no fuera cierto. A pesar de la actitud de mi padre, mis hermanos me habrían dado todo lo que yo les pidiera, fuera lo que fuese. Especialmente Yoochun. Las pocas ocasiones en que habíamos hablado por teléfono, al final él siempre acababa preguntándome si había algo que pudiera hacer por nosotros, y yo siempre le respondía que no, por supuesto que no, que todo iba a pedir de boca.
—Tu padre tendrá que hacer unas cuantas cosas por nosotros en cuanto tengamos hijos — me dijo Siwon una vez—. Que sus nietos tuvieran que vivir en un condenado cuchitril supondría una vergüenza social para él, y estoy seguro de que el viejo no querrá verse en ese aprieto. Ya verás como entonces no le queda más remedio que soltar el dinero. — ¿Ya te has tomado la píldora esta mañana? —me interrumpió Siwon.
Yo me había pasado a los anticonceptivos orales en cuanto empezamos a dormir juntos.
—No; siempre la tomo después del desayuno. ¿Por qué lo preguntas?
—Si te lo he preguntado es porque ya va siendo hora de que dejes de tomar la píldora. Deberíamos empezar a tener hijos ahora que aún somos jóvenes.
— ¿De verdad crees que estamos preparados para tener hijos? —le pregunté finalmente—. Quizá sería mejor que antes ahorráramos algo de dinero.
—No hace falta. Tu padre se mostrará más razonable en cuanto se entere que Yoochun y Junsu no son los únicos que pueden producir un crío.
Fui al cuarto de baño para arreglarme antes de ir a trabajar. Siwon entró unos instantes después y se puso a rebuscar en el surtido de cosméticos y productos para el pelo que yo había dispuesto encima de la repisa. Encontró el recipiente de los anticonceptivos, y lo abrió para revelar las píldoras.
—Ya no las necesitas —dijo, y las tiró al cubo de la basura.
—Tengo que acabar el ciclo —protesté—. Y antes de intentar quedarme embarazado, lo normal es que vaya al ginecólogo para un chequeo general...
—Estás más sano que un roble. Todo irá bien. —Me puso la mano en el hombro cuando me agachaba para recuperar las píldoras, y tiró de mí obligándome a incorporarme—. Déjalas ahí.
—Siwon, de verdad que preferiría esperar. —Cogí un cepillo para el pelo y empecé a pasármelo por el cabello —. Y realmente ahora no es un buen momento para hablar de tener hijos, con los dos preparándonos para ir al trabajo y...
— ¡Yo decidiré de qué hablamos y cuándo! —La intensidad de su voz me sobresalió a tal punto que se me cayó el cepillo—. ¡No sabía que tuviera que concertar una puta cita contigo para hablar de nuestra vida personal!
—Siwon...
— ¿Has pensado alguna vez en alguien o en algo que no fueses tú mismo? —La ira le había tensado el cuello y la cara—. Siempre se trata de lo que tú quieres, maldito egoísta, pero ¿qué hay de lo que yo quiero?
Se inclinó sobre mí, imponente y furioso, y me encogí hasta pegar la espalda al espejo.
—Siwon, yo sólo... —Tenía la boca tan seca que apenas podía articular las palabras—. Tampoco te estoy diciendo que no. Sólo quiero... me gustaría... que habláramos de ello más tarde.
Eso me ganó la clase de mirada de desprecio que sientes en el alma.
—No sé... Quizá no merezca la pena hablar de ello. Empiezo a sospechar que todo este matrimonio no vale una mierda. ¿Creías que me estabas haciendo el favor del siglo al casarte conmigo? Fui yo el que te hizo un favor a ti. ¿O es que piensas que otro hombre aguantaría tantas chorradas?
—Siwon...
Lo vi encaminarse hacia el dormitorio. Di un paso para ir tras él pero me detuve, temiendo enfurecerlo todavía más. Vi como iba al armario y hurgaba a manotazos entre la ropa colgada, en busca de una camisa. Decidí batirme en retirada y volví a entrar en el cuarto de baño.
Tenía las mejillas pálidas y rígidas. Siwon había vuelto y me acorralaba, aferrando algo en el puño. Gritando. Nunca me había sucedido que alguien me gritase a la cara de aquella forma, ciertamente no un hombre, y fue como una especie de muerte súbita.
Lo que Siwon tenía en la mano era una camisa a rayas. Al parecer yo la había echado a perder de alguna manera, una equivocación… pero Siwon decía que había sido un acto de sabotaje. De pronto su brazo se movió hacia atrás, y el mundo quedó envuelto en llamas...
Tardé unos momentos en comprender que Siwon acababa de pegarme un bofetón. Me quedé inmóvil, meciéndome lentamente de un lado a otro con la mente en blanco mientras exploraba con los dedos la mejilla donde la sensación de calor había cedido paso a un extraño entumecimiento.
El velo de lágrimas que me nublaba los ojos hacía que lo viera todo borroso, pero de súbito oí la voz de Siwon, distorsionada por el enfado.
—Mira lo que me has hecho hacer —me espetó, y luego volvió al dormitorio.
Adiós a lo de batirse en retirada. No podía huir del apartamento. Sólo teníamos un coche. Y no se me ocurría adónde ir. Puse la toalla debajo del agua fría, me senté en la taza con la tapa bajada y sostuve la tela goteante contra mi mejilla.
No había nadie a quien pudiera contarle lo sucedido. La vergüenza me embargó, extendiéndose como si rezumara de la médula, y tuve la sensación de que me lo merecía, porque de lo contrario no habría sucedido.
Esperé sin moverme del sitio mientras Siwon acababa de arreglarse para ir al trabajo. No me moví ni siquiera cuando lo oí llamar al hotel y decirles que su esposo no iría a trabajar ese día. No se encontraba bien, dijo con voz apenada. La gripe o algo por el estilo, no sabía exactamente qué. Sonaba compasivo y preocupado. Se rió levemente de algo que le dijo su interlocutor.
—Sí —dijo después—. Cuidaré bien de él.
Esperé hasta que oí el tintineo de las llaves, y la puerta al cerrarse. Metí la mano en el cubo de la basura y saqué mis píldoras. Me tomé una, me eché agua en la boca con la mano y la hice bajar penosamente.
Encontré la camisa a rayas en el suelo del dormitorio y la extendí sobre el colchón. Por mucho que la miré, no pude ver que le pasara nada. No pude encontrar el defecto que había hecho que Siwon se pusiera de aquella manera.
Cuando Siwon llegó a casa, el apartamento estaba limpio y la mesa estaba puesta. Tuve que armarme de valor para mirarlo a la cara. Pero él entró sonriente y con expresión un poco contrita, trayendo consigo un ramo de flores variadas. Me tendió la fragante ofrenda y un suave rumor de pétalos resonó entre las capas de celofán y papel de seda que la envolvían.
—Toma, cariño —dijo.
Después se inclinó para besarme la mejilla, la que había abofeteado antes. Todo ese lado de mi cara se había hinchado y había adquirido un tono sonrosado. Me mantuve inmóvil mientras sus labios tocaban la piel. Quería apartarme de él. Quería devolverle el golpe. Pero lo que quería por encima de todo era llorar.
En lugar de eso, llevé las flores al fregadero y empecé a desenvolverlas mecánicamente.
—No debí haberme comportado así esta mañana —dijo Siwon detrás de mí—. Me he pasado el día entero pensando en ti.
—Yo también he pensado en ti. —Metí el ramo en un jarrón y lo llené de agua, incapaz de enfrentarme a la perspectiva de cortar los tallos y disponer las flores.
—Ver lo que le habías hecho a mi camisa fue la gota que colmó el vaso. He pensado que debes dejar de trabajar. – dijo.
—No puedo dejar mi empleo —dije, sintiéndome nervioso —. No podemos permitirnos prescindir de mi sueldo.
—Estoy a punto de conseguir un ascenso. Todo irá bien.
—Pero... ¿qué voy a hacer todo el día?
—Ser un esposo. Cuidar de la casa. Y de mí. Y de ti mismo, claro. —Se me acercó un poco más—. Y yo cuidaré de ti. Porque de todas maneras no tardarás en quedar embarazado, claro. Entonces tendrías que dejar el trabajo, así que ya puestos sería mejor que lo dejaras ahora.
—Siwon, me parece que no...
—Tanto tú como yo hemos estado muy estresados últimamente, cariño. Eso nos quitaría de encima una buena parte de la presión. —Alargó el brazo, me cogió una mano con delicadeza y se la llevó a la cara—. De verdad que siento mucho lo de esta mañana —murmuró mientras me rozaba la palma con los labios—. Juro que nunca volverá a ocurrir. Suceda lo que suceda.
—Me diste mucho miedo, Siwon —susurré—. No eras tú mismo.
—Tienes razón. Sabes que no era yo. —Con un cuidado infinito, me atrajo hacia su pecho—. Nadie podría quererte tanto como yo. Tú lo representas todo para mí. Y a partir de ahora vamos a cuidar el uno del otro, ¿verdad?
—No sé... —Mi voz sonó tensa y vacilante. Nunca me había sentido tan indeciso, dividido entre el deseo de quedarme con Siwon y el de dejarlo, porque ahora lo amaba al mismo tiempo que lo temía. —Por favor, no vuelvas a hacerlo, Siwon —me oí susurrar con una vocecita muy tenue.
—Nunca —dijo él al tiempo que me besaba en la cabeza, en la oreja, en el cuello. Sus dedos fueron hacia mi mejilla enrojecida para tocármela en una delicada caricia—. Pobrecito mío... — murmuró——. Me alegro de haberte pegado con la mano abierta, porque si no ahora habría que ver el moretón que tendrías.
Nuestra vida sexual empezó a ir cuesta abajo, y estaba seguro de que Siwon se daba cuenta. Tampoco era que nunca hubiéramos sido ninguna maravilla en el dormitorio; yo no había tenido ningún tipo de experiencia sexual antes de conocer a Siwon, y no podía saber qué era lo que se suponía que debía hacer.
Al principio de nuestra relación, el caso era que yo encontraba cierto placer en estar con él. Pero gradualmente Siwon fue dejando de hacer las cosas que él sabía que me gustaban, y el sexo pasó a convenirse en un mero dicho-y-hecho. Aunque yo hubiera sabido lo suficiente sobre el tema para explicarle mis necesidades, eso no habría cambiado nada. Siwon no estaba interesado en las posibilidades del sexo más allá de la simple cuestión de un cuerpo que entra en otro.
Hice lo imprescindible para que la cosa durara lo mínimo. Su postura favorita era el estilo perrito, para la que utilizaba una serie de rápidas embestidas que no me proporcionaban ninguna estimulación placentera. Solía elogiarme diciendo que afortunadamente yo no era uno de esos hombres que se desviven por los preliminares del acto. A decir verdad, a mí ya me iba bien que Siwon optara por prescindir de ellos: sólo habrían servido para prolongar una actividad que yo encontraba complicada, a menudo incómoda, y completamente desprovista de romanticismo.
Acabé pensando que yo debía de ser una de esas personas que tienen muy poco impulso sexual. La visión del cuerpo de Siwon, que él se aseguraba de mantener lo más en forma posible, no me producía ninguna sensación especial. Cuando salíamos a dar una vuelta, me percataba de la manera en que otros hombres miraban a mi apuesto marido y sentían envidia de mí.
Una noche recibí una llamada de Junsu, y por su tono supe enseguida que había ocurrido algo terrible.
—Jae, me temo que tengo que darte una mala noticia. Verás, el caso es que la tía Yoo Sun...
Sentí que la pena y el desespero hacían presa en mí. Yoo Sun llevaba un par de días quejándose de que últimamente le dolía horrores la cabeza, y había sufrido un desvanecimiento repentino cuando se encontraba en su habitación. Fue tal el estruendo que hizo al desplomarse que papá lo había oído desde el vestíbulo. Para cuando llegó la ambulancia, mi tía ya había fallecido. Un aneurisma cerebral, dijeron en el hospital.
—No puedes imaginar cómo lo siento —dijo Junsu, la voz deformada por el llanto. Oí que se sonaba—. Yoo Sun era tan buena persona... Sé que tú y ella se tenían muchísimo cariño.
Me senté en el sofá, recosté la cabeza en el respaldo y dejé que las lágrimas me trazaran un reguero de calor por las mejillas.
— ¿Cuándo es el funeral? —conseguí preguntar pasados unos segundos.
—Pasado mañana. ¿Vendrás? ¿Querrás alojarte en nuestra casa?
—Sí. Gracias. Yo... ¿Cómo se encuentra papá? —Con todo lo mal que había llegado a estar nuestra relación, en aquel momento sentí una inmensa pena por él. Sabía que haber perdido a su hermana iba a ser muy duro para él, sin duda uno de los peores momentos de su existencia.
—Supongo que todo lo bien que se podía esperar dadas las circunstancias. —Junsu volvió a sonarse. Y añadió en un susurro abatido—: Nunca lo había visto llorar.
—Yo tampoco. —Oí la llave en la cerradura de la entrada. Siwon acababa de llegar. Sentí un alivio inmenso, porque necesitaba que me consolara estrechándome entre sus fuertes brazos —No sé si iré en coche o cogeré el avión. Te llamaré después de que hable con Siwon.
—De acuerdo, Jae. Adiós.
Siwon me miró y dejó su maletín en el suelo.
— ¿Qué pasa? —preguntó, frunciendo el ceño mientras venía hacia mí.
—La tía Yoo Sun ha muerto —respondí, y me eché a llorar de nuevo.
Siwon se sentó a mi lado en el sofá, y me rodeó con el brazo. Me apretujé contra su hombro. Después de unos minutos de consuelo, Siwon se levantó y fue a la cocina. Sacó una cerveza de la nevera.
—Lo siento, pequeño —dijo al volver—. Sé que esto es muy duro para ti, pero probablemente es mejor que no asistas al funeral.
Parpadeé, sorprendido.
—Claro que asistiré —le dije—. Si no tenemos dinero para el billete de avión, siempre puedo...
—Entiendo que se te haya ido de la memoria. Pero resulta que teníamos planes para este fin de semana, Shik. —Me miró fijamente, y yo le devolví la mirada con una mueca de perplejidad—. La gran cangrejada anual, en la casa del dueño de la constructora. Este es mi primer año con ellos, así que no puedo faltar.
Lo miré con los ojos desorbitados.
— ¿Quieres... quieres que vaya a una cangrejada en lugar de al funeral de mi tía?
—No hay más remedio. Por Dios, Shik, ¿quieres que me despida de todas mis probabilidades de conseguir un ascenso? Voy a ir a esa cangrejada, y ten por seguro que no iré solo. Necesito un esposo y necesito que cause buena impresión.
—No puedo —dije, más atónito que furioso. No podía creer que mis sentimientos por tía Yoo Sun significaran tan poco para él—. Necesito estar con mi familia. Estoy seguro de que los de la constructora lo entenderán si les explicas que...
— ¡Tu familia soy yo! —Tiró la lata de cerveza, que rebotó en el borde del fregadero entre una explosión de espuma—. ¿Quién te paga las facturas, Shik? ¿Quién mantiene un techo encima de tu cabeza? Yo. Nadie de tu puta familia ha movido un dedo para ayudarnos. Harás lo que yo diga.
— ¡No soy tu esclavo! —le grité a mi vez—. Tengo derecho a ir al funeral de tía Yoo Sun, y voy a....
—Inténtalo —sonrió él, viniendo hacia mí en tres rápidas zancadas—. Inténtalo, Shik. No tienes dinero y no dispones de ningún medio de locomoción para ir hasta allí. —Me agarró de los brazos y me empujó con fuerza, y yo retrocedí dando traspiés hasta chocar con la pared—. Nunca entenderé cómo te las arreglaste para acabar la universidad con lo imbécil que eres. Tú les importas una mierda, Shik. A ver si te entra de una vez en esa cabeza tan dura que tienes.
Le envié un correo electrónico a Junsu diciéndole que no podía asistir al funeral. Me abstuve de explicarle el motivo, y no recibí ninguna respuesta. Como no hubo llamadas del resto de mi familia, creí saber lo que estarían pensando de mí.
Acudí a la cangrejada con Siwon. No dejé de sonreír ni un solo segundo. Y llevé puesta una playera de manga larga para ocultar que tenía los brazos llenos de moretones producto de los achuchones de mi marido. El día del funeral de la tía Yoo Sun no derramé ni una sola lágrima. Pero sí lloré el lunes, en cuanto me llegó un paquetito por correo. Contenía la pulsera de mi tía con todos sus colgantitos de la suerte. «Querido Jae —rezaba la nota de Junsu —, sé que se suponía que esto debía ser para ti.»
Cuando íbamos por la mitad de nuestro segundo año de matrimonio, Siwon estaba tan determinado a dejarme embarazado que no hablaba de otra cosa. Así que escondí las píldoras dentro de un bolso que luego oculté al fondo del armario.
Convencido de que el problema tenía que estar en mí, Siwon me obligó a ir al médico. Me tiré una hora entera llorando en su consulta mientras le explicaba que me sentía inquieto y desgraciado y no sabía por qué, y volví a casa con una receta de antidepresivos.
—No puedes tomar esa mierda — dijo Siwon en cuanto la vio, estrujando la receta y tirándola a la basura—. Podría ser perjudicial para el niño. — ¿Qué dijo el médico sobre lo de que te quedes embarazado? —Preguntó Siwon, escrutándome con la mirada.
—Dijo que podía tardar hasta un año en suceder.
Yo no le había mencionado al médico que estuviéramos tratando de que me quedara embarazado, y me limité a pedirle que me renovara la receta para las píldoras anticonceptivas.
—No quiero hacerlo —me oí decir hoscamente en un momento dado.
—Ya verás lo contento que te pones en cuanto suceda.
—Sigo sin querer hacerlo. No estoy preparado.
—Nunca estarás preparado. Nunca sucederá a menos que yo te empuje a hacerlo. Por el amor de Dios, Shik, ¿quieres hacer el favor de crecer de una vez y ser un hombre adulto?
—Soy un hombre adulto. No necesito tener un hijo para demostrarlo.
—Lo que eres es un puto mimado. Un parásito. Por eso no le importas un cuerno a tu familia.
— ¡Y tú eres un capullo egoísta!
Me dio una bofetada tan brutal que me volvió la cara del revés. Oí un zumbido muy estridente en los oídos. Tragué saliva penosamente y me llevé la mano a la mejilla.
—Dijiste que nunca más volverías a hacerlo —murmuré con voz ronca.
Siwon respiraba entrecortadamente y tenía la mirada de un loco.
—La culpa es tuya por sacarme de mis casillas. Maldita sea, te enseñaré a comportarte como es debido. —Me agarró de un brazo, con la otra mano me cogió del pelo y me llevó por la fuerza a la sala de estar. Una vez allí me dejó tendido boca abajo, sin dejar de soltar juramentos.
— ¡No! —Chillé, la voz ahogada por la tapicería—. ¡No, por favor!
Pero él me bajó de un tirón los vaqueros y junto con la ropa interior y metió el miembro en mi entrada seca, y la penetración me produjo un dolor muy intenso que se convirtió en fuego líquido, y supe que Siwon había roto algo dentro de mí. Luego empezó a embestirme más deprisa, cada vez más fuerte, reduciendo la ferocidad de sus primeras acometidas únicamente cuando dejé de murmurar que no y me quedé callado mientras las lágrimas resbalaban hacia el almohadón. Traté de pensar más allá del dolor, me dije que aquello pronto habría acabado. «Tú sólo aguanta, aguanta, se correrá enseguida.»
Hubo una última acometida devastadora y sentí que Siwon se estremecía encima de mí, y yo me estremecí también mientras pensaba en el líquido que anegaba mi interior. No quería tener nada que ver con los hijos de Siwon. No quería tener nada que ver con él.
Dejé escapar un suspiro de alivio cuando salió de mí, y noté que un hilillo caliente me resbalaba por los muslos. Lo oí subirse los pantalones y cerrarse la cremallera.
Siwon hablo, y ahora su voz sonó más normal.
—Acabaré de preparar la cena mientras te limpias. ¿Qué necesito hacer?
—Hervir la pasta.
— ¿Cuánto rato?
—Doce minutos.
Desde la cintura hasta las rodillas, me dolía todo. Era la primera vez que practicaba el sexo salvaje. «Ha sido una violación», murmuró una vocecita en mi interior, pero me apresuré a decirme que sólo con que me hubiera relajado un poco, con que no hubiera estado tan seco, me habría dolido menos. «Pero es que tú no querías hacerlo», insistió la vocecita.
Me puse en pie y torcí el gesto ante el intenso palpitar del dolor, luego me encaminé hacia el cuarto de baño con paso vacilante.
—Tampoco hace falta que le eches tanto melodrama al asunto, caramba —le oí decir a Siwon.
Guardé silencio mientras seguía hacia el cuarto de baño. Entré y cerré la puerta. Abrí los grifos de la ducha, esperé hasta que el agua salió lo más caliente que podría aguantar, y entonces me desnudé y me metí en la bañera. Me quedé inmóvil bajo el chorro de agua durante lo que me pareció una eternidad, hasta que sentí el cuerpo limpio, dolorido y lleno de escozores. Mi mente flotaba en una nube de perplejidad, y no dejaba de preguntarse cómo podía ser que mi vida se hubiera convertido en esto. Siwon no se calmaría hasta que yo hubiera tenido un hijo.
Cerré los grifos de la ducha, me envolví el cuerpo dolorido en una toalla y fui al espejo. La puerta del baño vibró.
—Llevas demasiado rato ahí dentro. Sal y cenemos.
—No tengo hambre.
—Abre la dichosa puerta y deja de hacerme berrinches.
Quité el cerrojo y abrí la puerta, y me quedé inmóvil ante Siwon, aquel hombre enfurecido que parecía dispuesto a hacerme pedazos en cualquier momento. Yo le tenía miedo, pero por encima de eso, me sentía completamente vencido.
—Esta vez sí que no me voy a disculpar —dijo él—. Lo estabas pidiendo a gritos. Sabes de sobra que no debes hablarme así.
—Si tuviéramos hijos —dije—, también les pegarías.
La falta de toda reacción por su parte me asustó. El silencio se hizo profundo. Siwon me miraba sin pestañear. Se me puso la carne de gallina en todo el cuerpo, cubierto apenas con la toalla fría y mojada.
— ¿Dónde están? —preguntó abruptamente, y pasó junto a mí. Empezó a rebuscar en los cajones, y todo iba cayendo estrepitosamente sobre el suelo mojado.
— ¿El qué? —pregunté mientras el corazón se me disparaba. Me asombró lo calmada que sonaba mi voz cuando el terror me estaba corroyendo las entrañas como ácido de batería—. No sé de qué estás hablando.
—Sabes muy bien de qué estoy hablando.
—Voy a vestirme —dije sin perder la calma, mientras él seguía rompiendo, haciendo trizas, destruyendo.
Saqué unos vaqueros y ropa interior y una camiseta, aunque ya era tarde y lo lógico habría sido que echara mano de un pijama. Mi subconsciente ya se había dado cuenta de que aquella noche no iba a pegar ojo. Mientras terminaba de vestirme, Siwon irrumpió en el dormitorio y me hizo a un lado de un empujón. Luego empezó a sacar los cajones de la cómoda y los yació en el suelo, esparciendo mis cosas.
—Siwon, para.
— ¡Dime dónde las tienes!
—Si estás buscando alguna excusa para volver a pegarme, no te compliques tanto la vida y pégame. —No hablé en tono desafiante. Ni siquiera tenía miedo. Lo único que sentía era un profundo cansancio.
Finalmente se apartó del armario con mis píldoras anticonceptivas en la mano, una mirada asesina mientras avanzaba hacia mí. Fui vagamente consciente de que, al igual que me sucedía a mí, mi marido ya no era dueño de sus acciones.
Fui agarrado y lanzado contra la pared, y la cabeza se me llenó de estática cuando chocó contra la dura superficie. Siwon me pegó más fuerte que nunca, esta vez con el puño cerrado, y sentí crujir mi mandíbula. Sólo entendí unas cuantas palabras de lo que dijo, algo sobre las píldoras, y que ahora podría tomarme todas las putas píldoras que quisiera, y entonces saco unas cuantas y me las metió en la boca, y yo traté de mantener rígida la mandíbula mientras escupía y me atragantaba. Me dio un puñetazo en el estómago y me retorcí de dolor, y entonces me arrastró por todo el apartamento hasta la puerta principal.
Me vi arrojado al suelo. Choqué con el borde del escalón de la entrada y un instante después una llamarada de agonía me atravesó el cuerpo cuando me dio un puntapié en las costillas.
—Te quedarás ahí hasta mañana —gruñó—. Ve pensando en lo que has hecho.
La puerta se cerró con estrépito.
Me quedé tendido en el pavimento, inmóvil. Pasado un rato me senté, escupí algo salado y evalué los daños. Notaba dolores en el estómago, las costillas y en el trasero, y en la parte posterior de la cabeza. Me sangraba la boca, e intensas punzadas me desgarraban la mandíbula.
Mi mayor temor era que Siwon abriera la puerta y me arrastrara dentro.
Traté de pensar y consideré mis opciones. Sin dinero. Sin permiso de conducir. Sin móvil. Sin llaves del coche. Tampoco tenía zapatos. Me miré los pies descalzos, y no pude evitar reír por mucho que mi boca hinchada protestara con nuevas punzadas. Mierda, lo cierto era que mi situación no podía ser peor. Se me ocurrió que quizá tuviera que pasar toda la noche allí fuera como un gato al que Siwon hubiera echado de casa. Por la mañana me dejaría entrar y yo regresaría con la cabeza gacha, derrotado y escarmentado.
Quería hacerme un ovillo y llorar. Pero de pronto me encontré levantándome del pavimento, penosamente y a costa de un gran esfuerzo.
«Vete al infierno», pensé con la mirada clavada en la puerta cerrada. Aún podía caminar.
Si hubiera podido ir a ver a alguien en ese momento, habría sido a Seung, mi mejor amigo. Necesitaba su comprensión y su consuelo. Pero en aquellas circunstancias, sólo había una persona que realmente pudiera ayudarme. Yoochun. Todo el mundo le debía favores o quería hacerle favores para congraciarse con él. Yoochun podía resolver un problema rápida y eficientemente, sin ninguna clase de fanfarrias. Y no había nadie en el mundo en quien yo confiara más.
Eché a andar en dirección al supermercado que había a medio kilómetro de casa. Tenía miedo de desmayarme en cualquier momento. Mantuve la cabeza baja. Nada de policía. Podría llevarme de vuelta con mi marido. Siwon se había vuelto tan poderoso en mi mente que lo creía capaz de explicarlo todo, meterme otra vez dentro de casa y posiblemente matarme.
El dolor en la mandíbula era el peor. Traté de apretar los dientes para ver si estaba rota o desencajada, pero incluso el más leve movimiento era pura agonía. Cuando llegué al supermercado por fin, estaba considerando seriamente en ofrecer mi anillo de boda a cambio de algo para el dolor. Pero no podía poner los pies en aquel establecimiento, por el debía de tener.
Encontré un teléfono público enfrente del supermercado y llamé a cobro revertido, pulsando cada botón con intensa concentración. Me sabía de memoria el número del móvil de Yoochun. «Por favor responde», pensé mientras me preguntaba qué iba a hacer en el caso de que no respondiera. «Por favor responde. Por favor... »
Y entonces oí la voz de Yoochun, y la operadora le preguntó si aceptaba la llamada.
— ¿Yoochun? —Sostuve el auricular con las dos manos, aferrándome a él como si fuera un salvavidas.
—Sí, soy yo. ¿Qué pasa?
La tarea de responder, de explicar, se me hacía tan abrumadora que por un instante no pude hablar.
—Necesito que vengas a recogerme —conseguí murmurar finalmente.
— ¿Qué ha pasado, cariño? ¿Te encuentras bien? —La voz de Yoochun sonó muy pausada y suave, como si le estuviera hablando a una criatura.
—No.
Hubo un corto silencio cargado de electricidad, y luego Yoochun volvió a hablar.
— ¿Dónde estás, Jae? —preguntó, ahora en tono apremiante. Por un segundo fui incapaz de responder. El alivio de oír mi nombre pronunciado por aquella voz tan familiar, se abrió paso a través del entumecimiento. Tragué saliva y sentí cómo las lágrimas me corrían por la cara, abrasándome la piel erosionada.
—Estoy enfrente de un supermercado —conseguí farfullar finalmente.
—Jae, ¿estás solo?
—Ajá.
— ¿Puedes coger un taxi hasta el aeropuerto?
—No. —Sorbí aire por la nariz y volví a tragar saliva—. No tengo dinero.
— ¿Dónde estás? —repitió Yoochun pacientemente.
Le dije el nombre del supermercado y el de la calle.
—Vale. Quiero que esperes cerca de la entrada de ese supermercado... ¿Hay algún sitio donde puedas sentarte?
—Hay un banco.
—Buen chico. Jae, ve a sentarte en ese banco y no te muevas de ahí. Te enviaré a alguien lo más pronto posible. No vayas a ninguna parte, ¿entiendes? Quédate sentadito ahí y espera.
—Yoochun —susurré—, no llames a Siwon, ¿vale?
Oí que mi hermano tragaba aire con un jadeo entrecortado, pero cuando volvió a hablar, su voz sonó normal.
—No te preocupes, cariño. No volverá a acercársete.
No sé cuánto tiempo pasó. Pero finalmente un hombre, bastante joven que vestía pantalones de pinzas y una camisa con el cuello desabrochado, vino hacia el banco. Se puso en cuclillas frente a mí, y me encontré contemplando con expresión aturdida un par de ojos que me miraban con preocupación. El joven sonrió como para tranquilizarme.
— ¿Joven Kim? —Su voz era dulce —. Me llamo Re Oh, y soy amigo de su hermano Yoochun. Me llamó y me dijo que necesitaba que la llevaran. —Sin dejar de mirarme, añadió—: Pero ahora que lo estoy viendo me pregunto si no sería conveniente que primero fuéramos a un servicio de urgencias.
Negué con la cabeza, al borde del pánico.
—No, no. No quiero ir a ningún servicio de urgencias. No me lleve ahí...
—De acuerdo, de acuerdo —me tranquilizó—. Le prometo que no iremos a ningún servicio de urgencias. Y ahora deje que lo ayude a ir hasta mi coche.
—Prométame que no vamos a ir a ningún servicio de urgencias —dije sin moverme del banco.
—Se lo prometo. Prometido, ¿de acuerdo?
Pero yo seguí sin moverme.
—No puedo subir a un avión —farfullé. Cada vez me costaba más hablar—. No llevo encima ninguna documentación.
—Es un avión privado, joven Kim. —Su mirada era amable y compasiva—.Venga, vayamos a... —Se calló cuando vio mis pies heridos, que habían empezado a sangrar—. Dios —susurró.
—Nada de hospitales —murmuré.
Re Oh se sentó a mi lado en el banco. Vi cómo se quitaba los mocasines y los calcetines, volvía a meter los pies descalzos en los mocasines, y luego me ponía sus calcetines con mucho cuidado.
—Le daría los zapatos —dijo—, pero no podría aguantarlos. ¿Me dejará llevarlo hasta el coche?
Sacudí la cabeza. Estaba seguro de que no aguantaría ser tocado por nadie, por ninguna razón, sin importar lo breve que fuera el contacto.
—Lo que usted diga —murmuró Re Oh —. No tenemos ninguna prisa, así que tómese su tiempo. —Se levantó del banco y esperó pacientemente mientras yo trataba de ponerme de pie, mirándome con las manos medio extendidas como si tuviera que reprimir el impulso de sujetarme—. Tengo el coche ahí mismo. Es aquel Cadillac blanco.
Fuimos muy despacito hacia el coche, y Re Oh me sostuvo la puerta mientras yo me acomodaba penosamente en el asiento.
— ¿No cree que estaría más cómodo con el respaldo un poco echado hacia atrás? —me preguntó.
Cerré los ojos, demasiado exhausto para responder. Re Oh se inclinó sobre mi asiento, apretó un botón, y fue echando el respaldo hacia atrás hasta que quedé medio reclinado.
Luego rodeó el coche, se puso al volante y le dio al encendido. Oí el ruidito de un móvil al ser abierto, y luego los tenues pitidos de un número que era marcado.
—Yoochun —dijo Re Oh pasados unos instantes—. Sí, está conmigo. Estamos yendo al DFW. Tengo que decirte una cosa... Le ha dado una buena paliza. Se encuentra un poco aturdido. —Hubo Una larga pausa, y luego Re Oh dijo en voz baja—. Ya lo sé, tío. — Otra pausa—. Sí, creo que se encuentra en condiciones de viajar, pero cuando llegue allí... Ajá. Pues francamente, sí. Te llamaré en cuanto él haya despegado. No hay problema.
Un instante después oí la voz de Re Oh entre el ruidoso palpitar del pulso en mis oídos.
— ¿Le parece que va a vomitar, joven Kim?
Me las arreglé para emitir un sonido negativo. No pensaba hacer tal cosa; me dolería demasiado.
Un pequeño receptáculo de plástico fue depositado con cuidado sobre mi regazo.
—Sólo por si acaso —dijo Re Oh. — ¿Sabe? El marido de mi hermana solía pegarle muy a menudo. Por ningún motivo o por el motivo que fuese. En aquel entonces yo no sabía que el muy hijoputa hiciera eso, o le juro que lo habría matado. Al final ella lo dejó y se vino con sus hijos a casa de mamá, y se quedó allí hasta que pudo rehacer su vida. Fue a visitar a un terapeuta y todo ese rollo. Mi hermana me contó que lo que más la ayudó fue oír que ella no había tenido la culpa de lo sucedido. Necesitaba oírlo muy a menudo. Así que quiero ser el primero en decírselo: usted no ha tenido la culpa de lo que acaba de sucederle.
No me moví ni hablé. Pero sentí cómo las lágrimas se me escurrían entre los párpados apretados.
—Usted no ha tenido la culpa —repitió Re Oh firmemente, y luego condujo el resto del trayecto en silencio.
Me quedé adormilado y desperté unos minutos después para ver que el coche se había detenido y Re Oh estaba abriendo la puerta. El rugido de un reactor que despegaba desgarró el silencio acolchado del Cadillac. Parpadeé y me fui irguiendo poco a poco en el asiento, y sólo entonces me di cuenta de que estábamos en una pista del aeropuerto.
—Déjeme ayudarlo —dijo Re Oh mientras extendía la mano hacia mí.
Me encogí temerosamente y sacudí la cabeza. Me tambaleé y Re Oh me agarró del brazo que tenía libre para evitar que perdiese el equilibrio.
—Joven Kim —continuó, sin dejar de sujetarme a pesar de que yo me esforzaba débilmente por soltarme—. Joven Kim, por favor, escúcheme. Lo único que quiero es ayudarlo a subir a ese avión. Tiene que dejar que lo ayude, ¿comprende? Si se cae intentando subir esos peldaños usted solo, entonces sí que tendrá que ir al hospital. Y a mí no me quedará más remedio que ir ahí con usted, porque su hermano me rompería las dos piernas como se enterara de que lo había dejado solo.
Asentí y acepté su ayuda. Quería estar a bordo de aquel avión. Quería salir allí lo más deprisa posible, alejarme de Siwon.
—Bueno, vamos a ver —murmuró Re Oh mientras recorríamos pasito a pasito la distancia que nos separaba del avión. —. Ya casi hemos llegado, y entonces podrá volver a sentarse, y Yoochun estará esperándolo cuando llegue. —Mientras subíamos la escalerilla con una tortuosa lentitud, Re Oh mantuvo un monólogo constante como si intentara distraerme de la agonía de mi mandíbula y mis costillas—. Es un avión estupendo. Pertenece a una compañía de programas informáticos. Hace tiempo que conozco al piloto. Es todo un experto en su oficio, y con él volará usted la mar de seguro.
— ¿Quién es el dueño de la compañía? —farfullé, preguntándome si sería alguien que conociera.
—Yo. — Re Oh sonrió y luego me ayudó a ir con mucho cuidado hasta uno de los asientos de delante, y me abrochó el cinturón. Acto seguido fue a un minibar, sacó unos cuantos cubitos de hielo que envolvió, en un paño, y me lo dio—. Para su cara. Ahora descanse. Voy a hablar un momento con el piloto y enseguida estará usted de camino.
—Gracias —murmuré mientras me apretaba la mandíbula con el peso de los cubitos de hielo que sentía deslizarse dentro del paño. Me recosté en el asiento, y amoldé cautelosamente la bolsa de hielo improvisada al lado hinchado de mi cara.
El vuelo fue espantoso pero breve. Tardé un poco en reaccionar cuando el avión se detuvo al final de la pista, y mis dedos se hicieron un lío con el cierre del cinturón de seguridad. En cuestión de segundos, mi hermano estuvo a bordo.
Yoochun se quedó inmóvil por una fracción de segundo en cuanto me vio, y luego tragó saliva y vino hacia mí.
—Jae —dijo con voz ronca. Se arrodilló ante el asiento y apoyó las manos en los reposabrazos mientras me escrutaba con la mirada.
Por fin conseguí quitarme el cinturón, y me incliné hacia delante percibiendo el aroma familiar de mi hermano. Yoochun me rodeó con los brazos, en un movimiento cauteloso muy distinto de los cariñosos apretujones a los que me tenía acostumbrado, y comprendí que se contenía por miedo a hacerme daño. Percibí los leves temblores que lo estremecían por debajo de su inmovilidad.
Abrumado por el alivio, apoyé la mejilla buena en el hombro de mi hermano.
—Yoochun —murmuré—. Te quiero más que a nadie en el mundo.
Él tuvo que aclararse la garganta con un carraspeo para responder:
—Yo también, bichito.
—No me lleves con papa.
Él lo entendió al momento.
—No, cariño —dijo—. Vas a venir a casa conmigo. No le he dicho a papá que estás aquí.
Me ayudó a ir hasta su coche, un Maybach plateado de líneas muy elegantes.
—No te duermas —me ordenó cuando vio que yo cerraba los ojos y apoyaba la nuca en el reposacabezas.
—Estoy muy cansado.
—Tienes un bulto detrás de la cabeza. Probablemente has sufrido una conmoción, lo que significa que no debes dormir.
—Dormí un rato en el avión. Me encuentro bien, ¿ves? Anda, déjame…
—Tú no te encuentras bien —dijo Yoochun con una fiereza que me dejó encogido en el asiento—. Estás... —Se calló, y moduló el tono en cuanto vio el efecto que su voz acababa de ejercer en mí—. Demonios, lo siento. No te asustes. No gritaré. Es sólo que… me cuesta mucho mantener la calma cuando veo lo que te ha hecho ese cerdo. —Tragó aire con un jadeo entrecortado—. Mantente despierto hasta que lleguemos al hospital. Sólo serán unos minutos.
—Nada de hospitales —dije, saliendo de mi aturdimiento—. Querrán saber cómo sucedió. — El servicio de urgencias informaría a la policía y cabía la posibilidad de que presentaran cargos contra Siwon por agresión, y no me sentía con fuerzas para pasar por aquello.
—Tranquilo, yo me ocuparé de todo.
Lo haría, por supuesto. Yoochun tenía suficiente poder y dinero como para sortear todos los procesos habituales. Unas cuantas palmas serían untadas, unos cuantos favores serían intercambiados. La gente miraría hacia otro lado exactamente en el momento adecuado. El apellido Kim era una llave que podía abrir todas las puertas; o cerrarlas, si era preferible.
—Quiero ir a alguna parte y descansar. —Traté de que mi voz sonara lo más resuelta posible. Pero me salió confusa y quejumbrosa, y la cabeza me latía demasiado para mantener una discusión.
—Podrías tener rota la mandíbula —dijo Yoochun en voz baja—. Y sabe Dios lo que ese hijo de perra le habrá hecho al resto de tu persona. —Resopló—. ¿Quieres contarme qué ha sucedido?
Negué con la cabeza. A veces una pregunta de lo más simple puede tener una respuesta muy complicada.  Yoochun no volvió a abrir la boca durante el resto del trayecto hasta el Centro Médico.
— ¿Ha sido la primera vez? —preguntó Yoochun cuando entrábamos en el aparcamiento de urgencias.
—No.
Él masculló unas palabrotas.
—Si me hubiera pasado por la cabeza que ese bastardo se atrevería a levantarte la mano, nunca habría dejado que te fugaras con él.
—No podrías habérmelo impedido —repuse con voz pastosa—. Estaba resuelto a hacerlo. Fue una estupidez por mi parte.
—No digas eso. — Yoochun me miró con expresión de furia y angustia—. No fue ninguna estupidez. Apostaste por alguien, y ese alguien resultó ser… Mierda, no tengo palabras para expresarlo. Un monstruo. —Su tono sonó sombrío—. Un muerto. Porque cuando le ponga las manos encima...
—Por favor. —Ya había tenido suficiente violencia y voces enfurecidas por una noche—. No sé si Siwon era consciente del daño que me estaba haciendo.
—Un moradito de nada bastaría para darme derecho a matarlo. —Me sacó del coche, cogiéndome en brazos igual que a un niño.
—Puedo andar —protesté.
—No vas a cruzar andando todo el aparcamiento con sólo unos calcetines en los pies. Maldita sea, Jaejoong, no le des más vueltas.
Me llevó hasta la sala de espera, y me depositó en el suelo con cuidado junto al mostrador de recepción.
—Kim Yoochun —dijo después, tendiéndole una tarjeta a la mujer que había detrás del cristal de separación—. Necesito que algún médico vea a mi hermano inmediatamente.
Vi que la mujer abría los ojos como platos y luego señalaba con un cabeceo la puerta que había a la izquierda del mostrador de recepción.
—Lo espero en la puerta, señor Kim. Entre.
—Voy a vomitar —murmuré.
Un recipiente de plástico en forma de riñón apareció de la nada como en un número de magia y me incliné sobre él, entre gemidos. Como no había cenado, tampoco había gran cosa que expulsar. Vomité en una serie de dolorosos espasmos, para acabar con unas arcadas secas que no llegaron a echar nada.
—Me parece que está un poco conmocionado —oí que le decía Yoochun a la enfermera—. Tiene un chichón en la cabeza, y le cuesta hablar. Y ahora las náuseas.
—Enseguida nos ocupamos de él, señor Kim. —La enfermera me acompañó hasta una silla de ruedas.
Resultó que tenía rota una de las costillas centrales, pero mi mandíbula no estaba fracturada, sólo contusionada. También tenía una conmoción cerebral, pero no lo bastante grave como para permanecer ingresado en el hospital. Y me dieron analgésicos suficientes para colocar a un elefante.
Dormí durante lo que duró el trayecto hasta el ático que ocupaba Yoochun, un edificio de acero y cristal propiedad de los Kim. Un ascensor muy rápido nos llevó al piso decimoctavo. La puerta ya estaba abierta antes de que hubiéramos llegado al final del pasillo. Junsu estaba de pie allí, vestida con una bata color melocotón.
Deseé que no hubiera estado allí, mi guapísimo y perfecto cuñado que había sabido elegir como es debido, el hombre al que todos los de mi familia adoraban. Junsu era la última persona que habría querido que me viera en aquel estado. Me sentí humillado y pensé que debía de parecer un troll mientras iba hacia él dando traspiés por el pasillo.
Junsu me acompañó al interior del piso, que era ultramoderno y estaba amueblado de forma muy austera. Vi como se ponía de puntillas para besar a Yoochun. Después se volvió hacia mí.
—Espero que no te importará... —empecé, pero me callé cuando él me rodeó con los brazos.
Junsu era tan suave, olía a polos aromatizados y dentífrico, y tenía el cuello tan delicado... Intenté retroceder, pero él no me soltó.
—Me alegro tanto de que estés aquí —murmuró él. Sentí como todos mis músculos se relajaban, porque comprendí que no iba a recibir ninguna clase de enjuiciamiento por parte de Junsu, sólo bondad.
Me llevó al dormitorio de invitados y me ayudó a ponerme un pijama, y luego me arropó como si yo tuviera la edad de Junho.
—Duerme todo lo que quieras —susurró Junsu, y cerró la puerta.
Y me dejé llevar por el sueño, lleno de gratitud mientras una parte de mí deseaba no despertar nunca.
Tras haber dormido unas veinticuatro horas, con Junsu entrando a echarme miraditas de vez en cuando, finalmente me levanté. Fui al cuarto de baño y me inspeccioné la cara en el espejo. Tenía un ojo negro, pero la hinchazón había bajado. Mi mandíbula aún estaba hinchada y rara en un lado, y parecía como si acabara de salir de un accidente de coche. Pero al menos tenía hambre, lo que pensé que probablemente era una buena señal, y ya no me sentía como si fuese una liebre atropellada en la carretera.
Cuando entré en el salón, dolorido y un poco obnubilado por todas las horas que había dormido, vi a Yoochun sentado a una mesa de cristal.
Normalmente siempre iba vestido de manera impecable, pero en aquel momento llevaba una camiseta vieja y unos pantalones de chándal, y había ojeras oscuras debajo de sus ojos.
Junsu entró con un bebé en brazos.
—Helo aquí —dijo alegremente. Mi sobrino Chul era un pequeñín adorable con una sonrisa llena de encías, unos enormes ojos y una buena cantidad de pelo negro en la cabecita.
Junsu me examinó con la mirada.
—Bueno, ya va siendo hora de que vuelvas a tomarte la medicina —dijo—. ¿Crees que antes podrías comerte unos huevos revueltos?
—Sí, por favor.
Vi cómo acomodaba a su hijo en un asiento de bebe y esparcía unos cuantos cereales sobre el tablero abatible. Chul se apresuró a recoger los trocitos de cereal y se los fue metiendo en la boca con el puñito.
— ¿Café? — ofreció Junsu —. ¿Té caliente?
—Un té me iría estupendamente.
Yoochun acabó de beberse su café, dejó la taza y extendió la mano para coger la mía.
— ¿Cómo te encuentras?
Nada más tocarme él, una horrible sensación de estar amenazado hizo presa en mí. No pude evitar apartar la mano con un respingo.
—Lo siento —dije, sintiéndome avergonzado.
—No eres tú quien debería sentirlo —murmuró finalmente.
Después de que Junsu me hubiera traído el té y las pastillas que me habían recetado en urgencias, Yoochun carraspeó y dijo:
—Jaejoong, ¿cómo escapaste de Siwon la otra noche? ¿Cómo fue que acabaste en la calle sin el bolso y descalzo?
—Bueno, él... él me echó... de casa. Creo que esperaba que me quedara sentado en la entrada del edificio hasta que decidiera dejarme entrar.
Vi que Junsu se detenía por un instante antes de venir a la mesa para servir un poco más de café. Me sorprendió lo horrorizado que parecía sentirse. Yoochun cogió un vaso de agua, con un movimiento tan brusco que por poco no lo volcó. Luego lo vació de unos tragos.
—Siwon te pegó y te puso de patitas en la calle —murmuró. No era una pregunta, más bien una afirmación que intentaba obligarse a creer.
Asentí y él extendió la mano para acercar al puñito de Chul uno de los cereales que el bebé estaba tratando de coger infructuosamente.
—No sé qué hará Siwon en cuanto vea que me he ido —me oí decir—. Temo que pueda acudir a la policía para denunciar mi desaparición. Supongo que debería llamarle. Aunque preferiría no decirle dónde estoy.
—Voy a llamar a uno de nuestros abogados — dijo Yoochun —. Me informaré sobre nuestro próximo paso. —Y continuó hablando con voz mesurada, sobre cómo quizá tendríamos que tomar unas fotos de mis lesiones, cómo conseguir el divorcio lo más deprisa posible, cómo reducir al mínimo mi participación en todo el proceso para que no tuviera que ver a Siwon o hablar con él...
— ¿Divorcio? —pregunté estúpidamente, mientras Junsu me ponía un plato delante—. No sé si estoy preparado para eso.
— ¿Cómo puedes decir que no lo estás? ¿Tú te has mirado al espejo, Jae? ¿Cuántas palizas más vas a necesitar para sentirte preparado?
Mi hermano sólo estaba tratando de protegerme, quería hacer lo que fuese mejor para mí. Pero ese afán de protección suyo se parecía demasiado a una imposición. Y me recordaba a papá.
—Es sólo que quiero meditar un poco las cosas antes de hablar con un abogado.
—Válgame Dios, Jae, espero que no estarás pensando en volver con ese...
—No. No quiero que tomes decisiones sobre mi próximo paso.
—Muy bien. Entonces ya puedes ir tomando esas decisiones. Pero procura hacerlo deprisa, porque de lo contrario las tomaré yo por ti.
Junsu intervino antes de que yo replicara.
—Yoochun —murmuró. Sus esbeltos dedos fueron hacia el tenso bíceps de mi hermano y lo acarició cariñosamente. Eso bastó para que Yoochun dejara de estar pendiente de mí. Miró a su esposo, las líneas de tensión en su rostro se suavizaron y respiró hondo. Yo nunca había visto a nadie ejercer semejante poder sobre mi autoritario hermano, y me sentí muy impresionado—. Esto es un proceso bastante lento —le dijo con dulzura—. Ya sé que nos gustaría que Jae pudiera saltarse todos los preliminares e ir directamente al final..., pero creo que la única manera de que deje atrás todo esto de una vez es pasando por ello. Etapa tras etapa.
Yoochun frunció el ceño pero no discutió.
—Voy a vestirme y después me pasaré por el despacho. No haré ninguna llamada. —Me miró significativamente antes de añadir—: De momento. —Luego fue a la trona, cogió a Chul y lo sostuvo en alto para hacerlo chillar de deleite. Bajando el cuerpecito que no paraba de retorcerse, Yoochun le besó el cuello y le hizo unos mimitos—. Eh, socio. No hagas enfadar demasiado a papa mientras estoy fuera de casa. Volveré dentro de un rato y tú y yo haremos cositas de hombres.
Volvió a sentarlo en la trona, y luego se inclinó sobre su esposo para darle un beso y acariciarle la nuca.
Junsu esperó a que su marido hubiera ido a ducharse para decirme:
—Se lo veía tan fuera de sí después de que te trajo a casa... Yoochun te quiere muchísimo. Lo saca de quicio pensar que alguien pueda hacerte daño. Le costó horrores no ir y... hacer algo que no te conviene nada.
Palidecí.
—Si va a ver a Siwon...
—No, no; puedes estar seguro de que no irá. Yoochun tiene mucho autodominio cuando se trata de obtener resultados. Créeme, tu hermano hará lo que haga falta para ayudarte, por muy complicado que sea.
—Siento que hayan tenido que verse involucrados en esto. Sé que es lo último que tú o Yoochun necesitan en estos momentos.
—Somos tu familia. —Se inclinó y me envolvió en otro de aquellos afectuosos abrazos—. Ya pensaremos en algo. Y no te preocupes por Yoochun, porque no voy a dejar que te dé órdenes. Tu hermano sólo quiere que puedas sentirte seguro..., pero tiene que dejar que seas tú el que decida cómo llevar el asunto.
Sentí una oleada de gratitud y afecto hacia él. Si todavía quedaba algún vestigio de resentimiento o celos en mi corazón, se evaporó en ese preciso instante.
En cuanto empecé a hablar, ya no pude parar. Le conté a Junsu absolutamente todo, la forma en que Siwon controlaba nuestra vida en común, el ritual del planchado, su manía de llamarme «Shik». Él abrió mucho los ojos cuando oyó esto último, y luego murmuró:
—Oh, Jae. Es como si estuviera intentando hacerte desaparecer.
Habíamos extendido en el suelo una gran colcha con un motivo campesino, y Chul se había pasado un buen rato gateando entre los animales bordados hasta que acabó quedándose dormido encima de un rebaño de ovejas. Junsu abrió una botella de vino blanco bien frío.
Recostado sobre la colcha con el pequeñín dormido, traté de encontrar una posición más cómoda en el montón de cojines que Junsu había puesto para mí.
—Quizá le importabas todo lo que era capaz de que llegara a importarle una persona.
Sonreí con tristeza.
—Pues mira qué bien. —Estábamos hablando de mi relación con Siwon como si ya formara parte del pasado—. Si lo hubiera conocido más tiempo —proseguí—, si hubiera salido más tiempo con él, quizás habría llegado a ver a través de la fachada. La culpa fue mía por haberme precipitado en casarme.
—No fue culpa tuya. A veces un sucedáneo del amor puede ser muy convincente.
Esas palabras me recordaron algo que le había oído decir sobre su noche de bodas hacía mucho tiempo. Toda una vida antes.
— ¿Como la imitación que tuviste con Jung Yunho?
Él asintió, y se quedó pensativo.
—Sí, aunque yo diría que Yunho no es de esa clase de hombres. Él nunca haría daño a una persona. De hecho, Yunho tenía el problema contrario..., siempre estaba queriendo rescatar a alguien... No me acuerdo de qué nombre le dan a eso.
—Complejo del caballero andante.
—Sí. Pero una vez llevado a cabo el rescate, Yunho consideraba que tenía que irse.
—Tampoco es que estuviera muy caballeresco cuando le echó a perder ese trato comercial a Yoochun —señalé.
Junsu sonrió con una mueca compungida.
—En eso tienes razón. Pero creo que a quien quería hacerle daño con eso era a Yoochun, no a mí. —Sacudió la cabeza como si no le apeteciera seguir hablando de ello—. Acerca de ti y Siwon... Tú no tienes la culpa de que él te fuera detrás. He leído que los maltratadores siempre eligen parejas a las que puedan manipular, como si tuvieran una especie de radar para localizarlas.
—Oh, estupendo. Así que soy un blanco ambulante.
—No es eso, es solo que eres… muy confiado. Estás lleno de amor, Jae. Cualquier tío normal sabría apreciarlo enseguida, Pero creo que alguien como Siwon probablemente piensa en el amor como una debilidad de la que puede sacar provecho.
—No puedo volver con el –dije despacio —, ¿verdad que no puedo?
Junsu sacudió la cabeza por toda respuesta.
—Me imagino lo que diría Papá si me divorcio –refunfuñé —. Empezará con «Ya te lo había dicho», y seguirá con la cantinela durante años.
—No —dijo Junsu poniéndose seria—. De verdad que no. He hablado con Joon Gyu más de una vez sobre la manera en que se comportaba contigo. Siente haber sido tan cabezota.
Me costó creerlo.
—Papá será cabezota incluso en su funeral.
Junsu se encogió de hombros.
—Lo que diga o piense Joon Gyu carece de importancia en estos momentos. Ahora lo único que importa es lo que tú quieres.
Quería que nunca volvieran a pegarme o chillarme. Quería que me llamaran por mi nombre. Quería que mi cuerpo me perteneciera. Quería todas las cosas que nos merecemos por ser humanos. Incluido el amor.
Puse los labios sobre la cabecita de Chul. No había nada en el mundo que huela tan bien como un bebé limpio. Que inocente y confiado se lo veía mientras dormía.
—Quiero hablar con el abogado —dije con voz somnolienta—.
Junsu nos cubrió con una manta de viaje.
—Vale — susurró—. Tú mandas, Jae.

23 comentarios:

  1. Me he leído estos 3 capítulos y es una historia genial, siwon en un desgraciado espero jae le haga caso a Yoochun y no lo vuelva a ver, eso ni dudarlo, ahora me intriga como será que yunho vuelva a aparecer en su vida? ay espero con muchas ansías el siguiente capítulo, gracias por compartir esta genial historia!

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  2. Siwon es un imbécil! Ah! xxq no se quedo con Yunho cuando lo conoció en la fiesta T_T lo bueno es que tiene un hermano y un cuñado que lo apoyan, ojalá salga pronto de esto, para que Yunho aparezca de nuevo!

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  3. siwon hijo de tu putisima madre!!!!! ㄱㄱ
    lo siento! pero me da cólera!!!!
    espero que se le caiga la cochinada que tiene entre las piernas, maldito poco hombre ㄱㄱ

    menos mal que Jaejoong no se quedó allí y fue en busca de ayuda ;o;

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  4. gracias a dios que este jae por fin se ha decidido en el divorcio pues es lo mejor que puede hacer como le dijo junsu siwon quería desaparecer lo cambiando hasta el nombre que tenia por el que a el le paresia mejor y yo creo que siwon si se caso con jae para ver que le sacaba a el padre de jae y como jae no pedía que le dieran nada se desespero y saco el avaro que llevaba dentro ese siwon es un maldito cobarde y ambicioso total si quiere dinero que el mismo lo produzca y no se espere a que otros se lo den como pretendía tenerlo gracias a jae y todavía siwon decía que el le izo a jae el favor de casarse con siendo siwon el que quiso sacar provecho de esta boda y como no pudo se desquito con jae pues espero y le den su merecido a ese siwon que ya se a ganado la golpiza del año nomas para que sienta lo que jae sintió cuando el le ponía las manos en sima

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  5. De verdad no encuentr palabras para definir a ese.... como se atrevio a golpear a Jae, es un .... , y la verdad ya era hora que Jae se diera cuneta y reflexionara respecto a ese hombre, jamas debio permitir que lo tocara.

    Ahora solo queda divorciare y hacer que le den una buena paliza que le recuerde toda su desgraciada vida en un segundo.

    Pero tambien Jae debio ser juicioso y llevar las cosas con calma para poder conocerlo y ver que clase de hombre era ese....

    Ahora solo queda curar sus heridas fisicas y psicologicas y comenzar de nuevo por que la vida siempre te da nuevas oportunidades.

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  6. maldito siwon como se atrevio a golpear a Jae y echarlo de la casa despues de casi matarlo lo bueno que Jae no se quedo alli y busco la ayuda de Yoochun y el le brindo su ayuda al igual que Junsu y lo hicieron sentirse querido
    que bueno que Jae se decidio divorciarse de el es lo mejor que puede hacer y hacer que ses imbecilde siwon vaya a la carcel por lo que le hizo
    y ahora a esperar que Jae se cure de sus heridas y vuelva a sentirse seguro de si mismo

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  7. djsadhff desgraciado, arg siwon! no tiene perdón, hacer a jae sufrir de esa manera tanto fisica como emocional y mentalmente en serio que es un desgraciado que bueno que ya jae por fin huyo de su lado y se fue con yoochun y junsu, que lo ayuden a divorciarse de siwon y que poco a poco se recupere de todo el daño y busque nuevas oportunidades y empiece de nuevo con su vida.

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  8. Maldito desgraciado, espero que Yoochun o alguien le de su merecido al imbecil de Siwon.

    Conforme iba leyendo como Jae lo justificaba, pensé que iba a hacer lo mismo cuando lo hecho, pero me alegro de que haya reaccionado y alejarse de ese animal.

    Gracias por el capo!!!

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  9. me mato este capitulo como siwon pudo ser tan maldito con jae lo odio desgraiado , gracias por el capitulo

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  10. Waaaa q desgraciado fue siwon en moler así a Jae espero a obtenga su merecido y q Jae pueda salir adelante

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  11. O.O esto no puede ser pobre jae T.T vaya lo que te toco vivir animoooooo sige delante y todo estara mejor....

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  12. siwon eres un... #%&@&* hijo de .. #%&@&* ojala que te ... #%&@&* ..!!
    sorry ese siwon si que me ha hecho renegar un montón! XD!
    No pensé que Jae ya este casado con el.. ojala que se divorcien pronto y que yoochun y junsu apoyen a Jae :(
    Lo único bueno de este capitulo es que Jaejoong puede quedarse embarazado :3 con tal que no sea de ese siwon solo de Yunho <3

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  13. lo unico que puedo decir que el capitulo fue horrible!!! me dolio todo lo que el baboso de Siwon le hice a Jaejoong, no tiene nombre, ojala se divorcien rápido y que mi caballero andante aparezca rápido!!!
    Jaejoong lo necesita.....T^T

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  14. Siwon cabrón, cómo se le ocurre tratar así a Jaejoong...Se merece la cárcel por maltratador. Espero que Yoochun lo solucione todo

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  15. waaaaaaa Fue tan difícil leer este capitulo... Todo lo que ese malnacido de Siwon le hacia a Jae arrrrgggg Ojala Yoochun se encargue de el como tiene que ser... Jae ya esta de acuerdo con hablar con el abogado... Ese es un gran paso para que al fin pueda divorciarse del maldito... Espero que pronto se libre de el...

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  16. se me han aguado los ojos y se me a cocinado el hígado con este capitulo siwon %$&$&/ al menos jae al parecer ya tomo la decision de terminar con eso

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  17. Lo sabia Siwon es un desgraciado todo fue por interés, me da cólera que jae soportara tanto si no le ponen un alto en la primera ocasión es muy difícil que no lo vuelvan hacer, me da cólera Jae, pero lastimosamente esto es una realidad muchas mujeres pasan por esto y lo peor que muchas mueren soportándolo y lo peor viendo que sus hijos paguen las mismas consecuencias, en fin espero que Yoochun lo destruya

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  18. A mi tambien me dolio todo lo que le hiso el desgraciado se Siwon que bien que Jae halla podido escapar y no lo haya perdonado de lo contrario el infeliz hasta lo puede matar.

    Jae merece ser feliz pero se tiene que tomar su tiempo en conocer a las personas y escuchar de vez en cuando los consejos de los demas no le haria daño

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  19. oh por Dios, pobre Jae ,tan lastimado y golpeado. Yoochum debe ir y darle hasta debajo de la lengua a Siwon para que aprenda a que no se le debe pegar a su pareja.
    y eso de llamar a Jae por otro nombre ,es imperdonable. no me explico cómo Jae pudo soportar tantos años con ese maltratador psicológico y físico.
    gracias

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  20. Menos mal q a pesar de todo Jae busco a su héroe a su hermano....Nadie como él para ayudarlo y reconfortarlo... Igual q Junsu se portaron muy bien pero Jae debe ser fuerte....Debe salir adelante

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  21. Dios pobre Jae, espero que Siwon reciba su merecido.....qué feliz estoy de haber encontrado tu blog...gracias
    .

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  22. Maldito Siwon, lo que le hizo a Jae no tiene nombre. Al describir todo lo que le hizo cuando lo golpeó me hizo llorar, independientemente si lo hubiera conocido más tiempo, si Siwon ya tenía todo planeado no lo hubiera demostrado hasta estar seguro que tenía a Jae. En lo que Jae tuvo la culpa es que desde el primer golpe, primera violencia no lo hubiera justificado. A ver que pasa ahora que se entere su padre y sus demás hermanos, además de Yunho.

    Gracias!!! 💗💕💞

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  23. ojala y Jae se ame lo suficiente para divorciarse. Que ridiculo, no permite que las personas que quiere lo mejor para el quieran ayudarle tomando decisiones por el, y permite que la persona que obviamente no quiere lo mejor para el, lo maneje a su antojo y tome las decisiones por el en todo.

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