martes, 26 de noviembre de 2013

Corazón Salvaje: Capítulo 1

Capítulo 1

LA TORMENTA DE octubre ruge sobre el inquieto mar... Es de noche, y las ráfagas de un viento huracanado hacen estrellarse contra los acantilados de rocas las olas gigantescas, que caen luego, en hirviente manto de espuma, bajo el azote de la lluvia; Negro está el cielo; y la tierra, como sobrecogida. Es la costa brava que se abre, primero en pequeñas ensenadas, en playones estrechos, y luego, unos pocos metros más allá, se convierte en selva espesa.
Un barco entra en el puerto, a despecho de los elementos desencadenados... y uniéndose al concierto del viento y de las olas, la salva de honor de veintiún cañonazos le saluda desde el fuerte.
Un pequeño bote desvencijado ha ganado milagrosamente la arena de una diminuta playa próxima a la ciudad, y su único tripulante salta, metiéndose en el agua hasta la cintura, para arrastrar el frágil cayuco, librándolo de la furia renovada de los elementos...
La luz vivísima de un rayo ha iluminado de pies a cabeza al audaz marinero, que en noche tal arriba. Es fuerte y ágil; con flexible soltura de felino da unos pasos alejándose del mar, para erguirse después, como calculando el peligro del lugar en que dejó su bote. Tiene la piel tostada por la intemperie; ancho y fuerte el cuello; los hombros, cuadrados; las caderas, estrechas; las manos, callosas, y los pies descalzos, que parecen aferrarse como zarpas a la tierra que pisan... Puede tener apenas unos doce años...
El ominoso estampido de un trueno agitabas sombras nocturnas... El muchacho, dominando su primer movimiento de, temor instintivo, mira de frente al firmamento oscuro, donde marcan los rayos los latigazos de su vivida luz, y exclama:
— ¡Por fin!
Por un momento parece vacilar, mas no es por temor. La horrible noche no le produce espanto... Sólo calcula, con mirada certera, qué camino debe seguir para llegar más pronto a la ciudad cercana, cuyas luces se apiñan alrededor de la bahía.
Palpa el pequeño sobre que como un tesoro lleva entre sus ropas mojadas, mira de nuevo al bote que dejara sobre la arena y echa a andar con paso silencioso y rápido...

* * *

—Si no se da usted prisa, llegaremos tarde a la fiesta del Gobernador, amigo Jung.
— ¿Prisa? Nunca me di prisa por nada ni por nadie, amigo Yoon; sin contar con que llueve a cántaros. Pocos serán los invitados que no se retrasen esta noche, y además, el Mariscal llega en esa fragata que vio usted entrar hace veinte minutos escasos. El es el invitado de honor...
—No más que usted, amigo mío. La fiesta es en honor de ambos, y el coche está aguardando desde hace mucho rato.
—Está bien, amigo Yoon... Vamos, pues... — Jung In Bum se ha puesto de pie con ademán de elegante fastidio... Ha dado unos pasos a través de la lujosa estancia, y se detiene en medio del vestíbulo, con gesto de extrañeza al oír los fuertes aldabonazos que repentinamente cubren el lugar con sus ecos...
Disgustado, interpela altanero a su criado:
— ¿Quién llama de ese modo, Bautista?
—Iba a verlo en este momento, señor —responde el criado—. No sé quién pueda ser el atrevido...
—Pues ponlo en su lugar —ordena, tajante, Jung. Una ráfaga dé viento y lluvia hace irrupción, silbando, en el elegante vestíbulo; y airado, Jung grita: — ¡Cierra esa puerta,  estúpido!
Antes que el criado logre cerrarla, el importuno visitante ha penetrado de un salto; los revueltos cabellos mojados sobre la frente, el cuerpo semidesnudo chorreando agua sobre las alfombras... tan sorprendentemente atrevido y audaz, que Jung In Bum y Yoon Yong Hyun retroceden al verle, apagada la indignación por la sorpresa...
— ¡Caramba! —exclama Yoon.
— ¿Pero qué es esto? —indaga Jung.
—Busco al señor Jung In Bum... —explica el muchacho con decisión.
—Debe ser un loco, señor... —interviene el criado—. ¡Voy a...!
— ¡Ahora, déjalo en paz! —ataja imperativo Jung.
— ¿Es usted don Jung In Bum? — Inquiere el muchacho—. ¿Es usted, señor?
—Si, soy yo... Pero tú, ¿quién eres? ¿Y qué diablos te pasa para atreverte a llegar a mi casa de esta manera?
—Mi nombre es Yunho. Vengo desde el Cabo del Diablo para traerle esta carta. El señor Han Wie se está muriendo y dijo que tenía usted que llegar antes de que él acabara. Si es usted de veras el señor Jung, venga conmigo... Traje mi bote para llevarlo... ¿Vamos...?
El muchacho ha dio un paso hacia la puerta, pero se detuvo observando el rostro de Jung In Bum, que lo miraba estupefacto, en la mano el mojado sobre de la carta que acaba de entregarle... Es un hombre alto y distinguido, que viste con extraordinaria elegancia... A su lado Yoon Yong Hyun, su amigo y notario; rechoncho y bondadoso, mueve la cabeza como si no pudiese dar crédito a lo que está viendo y escuchando, y con sorpresa y disgusto a la vez, pregunta:
— ¿Llevar al señor Jung en tu bote?
— ¡Cuando digo yo que es un loco...! Lo mejor será llamar para que vengan a llevárselo... —insiste el criado.
— ¡Quieto! —ordena Jung. Luego, como recordando, murmuro—: Han Wie... Han Wie...
—Dijo que fuera usted en seguida, que él, por desgracia, no podía esperar demasiado. Si salimos ahora mismo, al amanecer estaremos allá.
—Han Wie se está muriendo..: — susurra Jung.
—Eso aseguró el curandero... Que no llegará a mañana. Y le dejó un remedio, pero él no se lo quiso tomar y me mandó con esta carta... Dijo que usted tenía que ir allá...
—Pues está completamente equivocado. No conozco a ningún Han Wie... —exclama Jung, ceñudo.
— ¡No es posible, señor! Si es usted Jung In Bum...
— ¡No conozco a ningún Han Wie! —recalca éste. Se vuelve hacia su amigo y le invita—: ¿Vamos, Yoon?
— ¡Pero, señor...! —se lamenta el muchacho, Ha salido seguido del notario, sin volverse a mirar al muchacho, y salta el cochero del pescante para abrirle la puerta del carruaje. Por un instante contempla la mojada carta, la hunde luego en su bolsillo, y entrando al coche ordena con voz fuerte:
—Al palacio del Gobernador. ¡Pronto!
El muchacho se acerca, gritando implorante:
— ¡Señor... señor... señor...!
Todo es inútil. El coche se ha alejado; el muchacho vacila un instante, y luego echa a andar bajo la lluvia que azota la calle...
Yoon Yong Hyun, el notario de la familia Jung, con las gruesas manos apoyadas sobre la empuñadura de plata de su bastón, mira de reojo al hombre que va a su lado. A pesar de la brusca respuesta dada al muchacho, a pesar de su gesto glacial, Jung In Bum parece hondamente conmovido, profundamente preocupado. Tiene los labios apretados y las mejillas pálidas... Las inquietas manos cambian a cada instante de posición y con frecuencia palpan el húmedo sobre guardado en su bolsillo... Al fin, el notario, tras mirar y remirar, arriesga una palabra:
— ¿No va usted a leer esa carta? Puede tratarse de algo realmente Importante. Cuando se obliga a un niño a venir desde el Cabo del Diablo hasta la ciudad, para traerla en una noche como ésta... será porque ese Han Wie, a quien usted no conoce, tiene absoluta necesidad de decirle algo... —Baja la voz y, en tono insinuante, explica—: Han Wie — A mí ese nombre me suena...
— ¿Cómo...?
—De momento no pude recordarlo, mas ahora voy haciendo memoria... Han Wie llegó hará unos quince años. Pertenecía a una de las más distinguidas familias... Trajo dinero para comprar una hacienda, y adquirió una bien extensa al Sudeste de la isla, con grandes plantaciones de café, tabaco y cacao. Pronto se convirtió en un hombre opulento, alegre y liberal, franco y expresivo, y trajo consigo a su esposa: una bellísima muchacha de la que estaba locamente enamorado...
— ¡Basta! —le ataja, airado, Jung.
—Perdón... No creí importunarle. Me sorprende que no recuerde a Han Wie. Usted estaba cuando los días de su desgracia...
— ¿A qué llama usted su desgracia?
—El principio de su desgracia fue la fuga de su esposa...
— ¿Qué trata de insinuar?
—No insinúo, amigo Jung... recuerdo. Han Wie juró públicamente matar al hombre que se la había llevado, pero el nombre de aquél quedó en el misterio. Ella desapareció para siempre y Han Wie se dio a todos los vicios: bebía, jugaba, buscaba la compañía de las peores mujerzuelas del puerto... Al fin perdió la finca y, totalmente arruinado, desapareció él también. Pero recordando, recordando, me viene a la memoria algo que me dijo un amigo...
El coche se detuvo frente a la puerta de la casa del Gobernador, mas Jung In Bum no se movió... Tenso, crispado, vuelto hacia el notario, parece esperar sus últimas palabras, que Yoon Yong Hyun pronuncia como a desgana, con una sutil insinuación resbalando de cada frase:
—Parece ser que el último pedazo de tierra que le quedaba era esa desnuda roca del Cabo del Diablo. Sobre ella, por sus propias manos, fabricó una cabaña, y allí es donde seguramente agoniza y desde donde le ha mandado llamar. ¿No le parece?
—Tiene usted la buena memoria más abominable que conocí jamás.
— ¡Por Dios, amigo Jung, es mi oficio...! Son tantas las historias que se escuchan cuando se manejan papeles de familia, que con frecuencia son el reflejo de dramas de alcoba. Por lo demás, Han Wie fue un hombre interesante... Sus asuntos dieron mucho que hablar, y su desgracia...
—No me interesa su desgracia. ¡Nunca fui su amigo!
—A veces, con ser enemigo basta para interesarse.
— ¿Qué quiere decirme, Yoon?
— ¿Me autoriza para que hable francamente?
— ¿Acaso no estoy pidiéndole que lo haga?
—Pues bien… creo que debería usted leer esa carta, e ir a ver a su enemigo Han Wie, al Cabo del Diablo...
Jung In Bum, nervioso ha oído las palabras del notario, y con gesto de rabia estruja en su bolsillo aquella carta que el muchacho le entregara momentos antes. Luego sonríe, tratando de vestir de ironía la inquietud que apenas puede ya disimular:
— ¿No tenía tanto empeño en que llegásemos temprano a la fiesta del Gobernador?
—Hasta hace media hora era lo más importante que tenía usted que hacer.
—Y ahora, ¿qué? ¿Le parece más importante que el Gobernador y su fiesta, recoger el último aliento de ese vicioso, de ese borracho, de ese desdichado caído en todos los vicios, sólo porque una mujer le ha engañado?
—Era su esposa y él la amaba —responde Yoon con suavidad—. Lo cubrió de vergüenza y él no logró jamás encontrarse con el agresor…
— ¡No lo encontró porque no quiso buscarlo! —salta Jung, con ira concentrada.
—Tal vez el otro supo ocultarse bien...
— ¿Piensa usted que era un cobarde?
—No, claro que no puedo pensarlo. Sin duda, era capaz de afrontarlo todo, todo, menos el escándalo. Por lo demás, tenía obligaciones graves, y ella la esposa de Han Wie, Il Hwa no lo ignoraba. Era casado... su esposa estaba apunto de darle un hijo... Yo no culpo a ese hombre, amigo Jung... Son pecados de hombre... Más grave me parece no acudir a la llamada de un moribundo...
— ¡Basta, Yoon! Iré allá.
— ¡Por fin! Perdóneme por haber insistido tanto. Le conozco un poco, amigo Jung, y sé que hay cosas que no se las perdonaría usted jamás.
—Entonces, ¿quiere usted presentar mis excusas al Gobernador?
—Con verdadero gusto, amigo mío.
—Pues vaya. —De pronto Jung exclama—: ¡Un momento...!
—No es preciso que me recomiende la discreción más absoluta —aclara Yoon, comprensivo—. Es... mi oficio, amigo Jung.

* * *

LA TORMENTA HA amainado. El mar está casi tranquilo, y un viento fresco, casi frio, llega con la proximidad del alba, barriendo las nubes.
El frágil bote, que resistió la tempestad, encalla en la arena de una profunda grieta, tallada en la roca viva por los golpes del mar, y otra vez salta el muchachuelo metiéndose en el agua para sacar a tierra la barquilla, dejándola a salvo. Luego, sus pies descalzos, endurecidos por la intemperie, trepan por los peñascos afilados, primero con agilidad de felino, después más lentamente, como si no quisieran llegar hasta el lugar a donde van... Ya en lo alto del farallón de rocas, parece como si fuesen de plomo... se detienen a cada instante, tiemblan como si fueran a tomar otro rumbo, y al fin llegan hasta el hueco sin puerta, entrada de la mísera cabaña que es la única habitación, humana en el Cabo del Diablo.
Una voz de enfermo, cargada de rencor, pregunta:
— ¿Quién es?
—Soy yo, Yunho...
— ¡Yunho del Diablo!
Del camastro donde yace, con febril esfuerzo se ha incorporado un hombre que más parece, un despojo humano: la piel sobre los huesos; las mejillas hundidas; sucios, crecidos y revueltos el cabello y la barba... la boca, un hueco crispado de dolor... por vestidos, unos sucios andrajos. Inspiraría compasión profunda si no fuese por su mirada: ardiente, audaz, desafiadora, cargada de odio, relampagueante de rencor, como cargadas de odio y amargura suenan cada una de sus palabras.
— ¿Y el perro que te mandé buscar? ¿Viene contigo? ¿Dónde está? ¿Dónde está el maldito Jung In Bum? ¡Corre... llámalo! Tráelo, dile que pase... ¡Un poco más y no puedo aguardarle!
—No vino conmigo—se excusa el muchacho.
— ¿No...? ¿Por qué? ¿No hiciste lo que te dije, maldito? ¿No llegaste a su casa? No me obedeciste, ¿eh? Ahora verás…
Ha tratado de levantarse, pero cae de nuevo sin fuerzas, para quedar inmóvil, extenuado, los ojos vidriosos... El muchacho le mira impasible, se acerca paso a paso, con una expresión extraña en sus profundos ojos altaneros, y afirma:
—Si; llegué a su casa... - .
— ¿Y le diste la carta?
—Sí, señor, en la mano.
— ¿Y no vino después de leerla?
—No la leyó. Dijo que no conocía a nadie que se llamara Han Wie...
— ¿Dijo eso el perro?
—Y se fue en coche a una fiesta donde lo estaban esperando.
— ¡Maldito! ¿Y tú qué hiciste entonces? ¿Qué hiciste?
— ¿Qué iba a hacer? Nada.
— ¡Nada...! ¡Nada! Sabes que me estoy muriendo, sabes que necesito que venga, ¡y no haces nada! ¡Tenías que ser quien eres…!
— ¡Pero, padre...! —suplica el muchacho.
— ¡No soy tu padre! ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? No soy tu padre. ¡Cuando esa maldita volvió a buscarme, cuando vino a buscar mi amparo, ya te traía en los brazos...! ¡No eres hijo mío! Si ella, además de engañarme, me hubiera robado un hijo mío, yo la habría matado. Pero no, volvió con el hijo de otro, con el hijo de ese canalla... ¡contigo!
— ¿Hijo de quién?
— ¿De quién...? ¿De quién? ¿Quieres saberlo? Para decírselo, lo mandé llamar. Hijo de él, de ese, del que se iba en coche a una fiesta mientras yo veo acercarse a la muerte… Del que me lo quitó todo, del que me lo robó todo, para darme, en cambio, a ti.
— ¡No entiendo... no entiendo!
— ¡Pues entiéndelo! Ese señor que te volvió la espalda, ese señor que te dijo que no me conocía... ¡es tu padre!
— ¿Mi padre...? ¿Mi padre...? —balbucea el muchacho en el paroxismo de la sorpresa.
—Pero no te preocupes... tampoco te conocerá ¡Qué asco!
—Señor Han Wie... repítame eso. ¿Mi padre...? ¿Dijo usted que mi padre...?
—Tu padre es Jung In Bum. ¡Díselo a todo el mundo, grítalo en todas partes! Tu padre es Jung In Bum... A él le debes toda tu desgracia. Le debes la miseria, le debes la vergüenza, le debes tu desnudez y tu hambre... Le debes el insulto que han de echarte a la cara cuando seas hombre, ¡porque él manchó a tu madre! Todo eso le debes... Y ahora, cuando lo llamo porque me estoy muriendo, porque vas a quedarte solo, se va a una fiesta donde lo están esperando. —Un sollozo se quiebra en su garganta, dejando paso a la ternura—. ¡Yunho...! ¡Yunho, hijo mío...!
— ¡Señor...!
—Te aborrezco porque eres hijo suyo, pero hay algo con lo que puedes limpiarte, lavarte esa mancha... Cuando seas hombre, busca a Jung In Bum y haz lo que yo no hice, lo que no tuve el valor de hacer: mátalo. ¡Mátalo! —Y como si en estas palabras hubiese puesto el último hálito de su vida, cae desplomado al suelo.
— ¡Señor... señor, señor! ¡Respóndame! – Lo ha sacudido en vano. ¡Han Wie no responderá más!

* * *

Nadie en la costa; nadie en la honda grieta, entrada de la, estrecha playa; nadie en los imponentes farallones de rocas en los que rudamente se estrella el mar; nadie en lo alto del promontorio del Cabo del Diablo; nadie en todo cuanto su vista inquisitiva alcanza... Ni alma viviente ni habitación humana... Sólo una cabaña miserable al amparo del negro promontorio que se adentra en el mar: el Cabo del Diablo.
Bien puesto tiene el nombre el abrupto paisaje, ahora más desolado bajo los espesos nubarrones grisáceos que envuelven las montañas... tan bajos, tan cerca de la tierra, como si quisieran también tragársela. Con paso firme. Jung In Bum va hasta aquella cabaña y llama con estentórea voz:
— ¡Han Wie!
El nombre suena hueco en la desnuda estancia sin puertas, sin ventanas, sin muebles casi... En el camastro se halla la forma rígida de un cuerpo que se destaca bajo una sábana, increíblemente limpia en aquel lugar... Impresionado, Jung musita:
—Han Wie...
De un tirón ha bajado un poco la sábana para ver aquel rostro en el que la muerte puso ya su máscara, y apenas puede reconocer en él al hombre joven, sano y arrogante, que fue su rival... Hay manchones de canas entre los revueltos cabellos oscuros, entre la espesa barba que cubre las mejillas adelgazadas, y hay también una sombra de suprema paz sobre los párpados cerrados... Estremeciéndose, Jung In Bum cubre aquel rostro, y retrocede un paso. ...
Ha llegado tarde, demasiado tarde... Aquellos labios lívidos ya no le entregarán el secreto que guarda... Callan para siempre... Pero la mano de Jung In Bum palpa nerviosamente en sus bolsillos y extrae el arrugado sobre de aquella carta que aun no ha leído... La guardó como puede guardarse un veneno, un arma, una dormida serpiente emponzoñadora. Pero ahora, frente a aquel cadáver, rasga el sobre y da un paso hacia la ventana sin hojas, por la que penetra la luz lechosa del día que nace...
"Con mis últimas fuerzas te escribo, Jung In Bum, y te pido que vengas a mi lado. Ven sin miedo... No te llamo para intentar una venganza. Es tarde para que yo me cobre en sangre todo el mal que me has hecho y que le hiciste a ella. Eres rico y feliz, amado y respetado, mientras yo, hundido en la abyección y en la miseria, miro llegar la muerte como la única liberación posible. No he de repetirte cuánto te odio. Tú lo sabes. Si te matase con el pensamiento, te habría aniquilado; pero sólo yo mismo me he consumido poco apoco en la hoguera de este rencor que me cubre el alma..."
Por un instante. Jung In Bum ha interrumpido la lectura para contemplar la forma rígida que destaca bajo el lienzo blanco, sintiendo que la angustia le invade, que le es difícil respirar bajo el techo de aquella cabaña donde todo parece rechazarlo, y otra vez vuelven sus ojos a la lectura...
"Me mata el odio más que el alcohol, más que el abandono... Y por odio he callado durante muchos años. Hoy quiero decirte algo que acaso pueda interesarte. Esta carta la pondrá en tus manos un muchacho. Tiene doce años y nadie se ocupó jamás de bautizarlo. Yo le llamo Yunho, y los pescadores de la costa le dicen algo más: Yunho del Diablo... Poco tiene de ser humano. Es una fiera, un salvaje... Lo crié en el odio... Tiene tu corazón malvado, y yo he dado, además, rienda suelta a todos sus instintos. ¿Sabes por qué? Voy a decírtelo por si no te decides a venir a escucharme: Es tu hijo..."
La carta ha temblado en sus manos... Con ojos agrandados de angustia mira a todas partes, pero los renglones desiguales le atraen como letreros de fuego, y bebe de un sorbo él resto de veneno de aquellas palabras...
"Si lo tienes delante, míralo a la cara... A veces es tu vivo retrato... Otras, se parece a ella... A ella... la maldita... Es tuyo... Tómalo... Tiene el corazón envenenado y el alma dañada de rencor. No sabe más que aborrecer... Si lo llevas contigo, será el peor castigo que puedas tener... Si lo abandonas, será un asesino, un pirata, un salteador de caminos, que acabará en la horca... Y es tu hijo... Tiene tu misma sangre. .. ¡Esa es mi venganza!"
Pálido de espanto primero, rojo de indignación un instante después, Jung In Bum ha estrujado aquella carta, último mensaje de su rival vencido, de su enemigo inmóvil para siempre ya triunfador en la muerte, tanto como en la vida fue derrotado... Con súbito impulso de irrefrenable cólera, ha ido hasta el camastro, descubriendo el rostro del Cadáver, y le espeta, tembloroso de horror y de rabia.
— ¡Mientes! ¡Mientes! ¡Esto no es verdad! ¿Por qué no me esperarte con vida para obligarte a confesar? ¡Embustero! ¡Cobarde! ¡Como siempre fuiste, tenías que portarte, hasta el final! ¡Cobarde, si... cobarde! Jamás me buscaste cara a cara... Jamás, como hombre, me pediste cuentas... Y ahora... ¿por qué no estás vivo? ¿Por qué no me aguardaste? —Ha retrocedido tambaleándose, cegado por un vaho rojo que forma en torno suyo. Como una atmósfera de irrealidad—. ¡Eres el más vil de los embusteros, pero no vas a alcanzarme con tu torpe venganza! ¡No! ¡No!
— ¡Señor Jung! —llama, suave, la voz de Yong Hyun.
— ¡Eso no es verdad! ¡Eso no es verdad!
— ¡Jung! —Insiste Yong Hyun, acercándose— ¡Jung!
— ¡Cobarde...! ¡Canalla...!
—Amigo mío... ¿pero está usted loco?
— ¿Eh? ¿Qué? —reacciona, por fin, Jung. Está usted enfermo, trastornado... Vuelva a la realidad. ..
—Yong Hyun... Amigo Yong Hyun...
—Cálmese, por favor... Cálmese...
Jung In Bum se ha contenido con tremendo esfuerzo, alejándose del camastro donde yace el cadáver, mientras Yong Hyun se acerca respetuoso.
—Es un embustero... ¡Un embustero y un canalla...! —sentencia Jung con voz sorda.
—Ya no es nada, amigo mío, sino un triste despojo. Déjelo, y vamos...
— ¿Cómo está usted aquí? —interroga Jung, saliendo del marasmo de su estupor.
—Me pareció conveniente venir a buscarlo... Bautista me dijo el camino que había usted seguido. Creo que llegué a tiempo... y usted, en cambio, demasiado tarde. Pero venga, vamos...
—Aguarde... Aguarde... ¿Dónde está el muchacho?
— ¿Qué muchacho?
—El que llevó la carta... ¿Dónde está?
—No sé... No he visto a nadie. Supongo que el desdichado Han Wie vivía en la más absoluta soledad.
—El niño vivía con él... ¿Dónde está?
—Repito que no he visto a nadie, pero si usted se empeña... ¡Oh, mire...!
Jung se ha vuelto con viveza... Muy cerca del camastro, sentado en el suelo, tras los desvencijados muebles de la casa, una mesa y un par de sillas rotas, está el muchacho que fue llevando aquella carta, y arden con un extraño fuego sus ojos bajo el pelo enmarañado que le cubre la frente...
— ¿Qué haces ahí escondido, muchacho? —Indaga Yong Hyun—. Levántate... Levántate, que el señor te está buscando...
Yunho se ha levantado lentamente, sin dejar de mirar a Jung In Bum, que siente enrojecer sus mejillas bajo aquella mirada... Es una mirada que acusa, que condena... acaso que pregunta...
— ¿Estabas ahí? ¿Estabas ahí desde que yo entré? —quiere saber Jung—. ¡Responde!
—Sí, señor —contesta el muchacho—. Ahí estaba...
— ¿Por qué te escondías? —pregunta Yong Hyun.
—No estaba escondido... Estaba ahí...
—Sin decir una sola palabra... —se queja Jung.
— ¿Y qué tenía yo que decir?
El muchacho se ha puesto de pie. Es alto para su edad, delgado y rudo, inquieto y ágil como un animalillo montaraz, y Jung se vuelve a él, sujetándolo bruscamente por los brazos...
—Me has estado espiando, oyendo mis palabras... Sí, ¿verdad? ¿Conocías tú el contenido de la carta que llevaste?
— ¿Cómo?
— ¡Que si habías leído esa carta...! ¡Responde! —le apremia Jung, airado.
— ¡Oh, suélteme! Yo no lo estaba espiando... ¡Suélteme! No tiene por qué sujetarme... Tampoco leí la carta… No sé leer...
—Naturalmente, amigo Jung —interviene, conciliador, Yong Hyun—. ¡Qué ocurrencia! ¿Cómo va a saber leer este pobre muchacho?
— ¿Te había dicho él lo que me escribió en esta carta? ¡Responde la verdad! —Jung se dirige al muchacho, en tono amenazador.
—Ya he dicho que no —responde el muchacho.
—Por favor, amigo Jung —aconseja Yong Hyun —, Calma. .. Calma…
Jung In Bum se ha alejado unos pasos, apretados los puños y trémulos los labios, mientras el notario mira bondadosamente al muchacho inmóvil, duro y hosco, y le pregunta:
— ¿A qué hora murió el señor Han Wie?
—No sé... Hace tiempo ya...
— ¿No has avisado a nadie?
—Llegué hasta las cabañas de allá abajo... Allí me dieron esa sábana... Después me dijeron que vendrían los de la justicia... Pero yo no estaba espiando a nadie... —insiste con terquedad—. Ese señor dice...
—EI señor Jung está nervioso por todo cuanto ha pasado. Tu actitud le pareció extraña, pero nada más. Ven acá... acércate un poco... Comprendo que tú también te sientes mal. ¿Qué eras tú del señor Han Wie? ¿Amigo? ¿Pariente? ¿Criado?
El muchacho se ha erguido. Su mirada, como una flecha, se ha clavado en Jung In Bum, que vuelve ya sobre sus pasos, mirándolo de frente. Un instante se cruzan en el airé aquellas dos miradas extrañamente iguales... y el notario, tras contemplarles, indaga con suavidad:
— ¿No sabes lo que eras del señor Han Wie? Probablemente, vecino nada más... ¿Eres de la aldea de pescadores que está allá abajo?
—No... Yo vivo aquí... El señor Han Wie era... Era mí, padre...
—Efectivamente —suspira Jung—. Creo que este muchacho es hijo de Han Wie y de su infortunada esposa. La enfermedad y el alcohol debieron enloquecer a Han Wie en sus últimos tiempos... Ha debido decir tantas cosas extrañas, que el pobre muchacho está trastornado...
Su mano temblorosa ha querido posarse en la cabeza de Yunho, que con un brusco movimiento lo esquiva. Luego, con gesto de desaliento, Jung sale lentamente de la cabaña, y Yong Hyun va tras él. Unos pasos más adelante se detiene y el notario interroga a su amigo:
— ¿Me permite preguntarle qué va usted a hacer?
—Haré que sepulten a Han Wie con decencia. ¿Querría ocuparse de eso? —contesta Jung con tristeza, sereno, ya dueño de sus emociones.
—Naturalmente, si usted lo dispone...
—Pienso salir para mis tierras mañana, de madrugada...
— ¿Y el muchacho?
—Lo llevaré conmigo.
— ¡Ah...! ¿Pero querrá irse? No creo que ustedes hayan simpatizado.
—Confió en su buena mafia para conquistarlo. Yong Hyun.
—Perdóneme una última pregunta. ¿Leyó, por fin, la famosa carta?
—La leí y la rompí en el acto. Sólo decía locuras y disparates. Por eso sé que Han Wie estaba completamente loco. ¡Absolutamente trastornado!
Yong Hyun se ha llevado al muchacho, alejándolo un tanto de la cabaña, rumbo al camino que por otra vía comunica con la ciudad aquel paraje desolado. Han pasado las horas, y los oscuros y rutinarios trámites para dar sepultura al cuerpo de Han Wie tocan ya a su fin. Sólo queda aquel último punto delicado que Jung In Bum encargara a su diplomático amigo y notario.
—El señor Jung va a llevarte con él. ¿Sabes lo que eso significa? Te llevará a su casa, donde van a tratarte bien, donde hay toda clase de comodidades. Tu vida va a cambiar...
— ¡No… no quiero! —protesta el muchacho, huraño.
— ¿Que no quieres? No puedo creerlo. Seguramente no he logrado que entiendas mis palabras... El señor Han Wie ha muerto. No te queda nada qué hacer por acá.
— ¡No quiero irme!
—No seas terco... Vas a una hermosa casa donde gozarás de todas las comodidades, donde vivirás como un ser humano. El señor Jung quiere ampararte, es muy bueno...
— ¡No! ¡No! ¡No es verdad! ¡No quiero ir con él!
—Pues tendrás que hacerlo, por las buenas o por las malas. No van a hacerte ningún daño... Al contrario... Pero será peor para ti que te lleven a la fuerza, metido en un saco como un mono salvaje.
— ¡Si me llevan a la fuerza, me escaparé!
—Y te volverán a atrapar... —dice el notario, afectuoso—. Pero, ¿por qué eres tan terco, muchacho? Mira... ¿quieres que hagamos un trato? Yo voy a ir con ustedes pasaré dos o tres días en la hacienda del señor Jung. Si no quieres quedarte allí, cuando yo regrese, te traigo.
— ¿Por qué no me deja con usted desde ahora? Yo sé trabajar en muchas cosas: cortar leña, cuidar caballos... Yo...
—Perfectamente. Te ocuparás de todo eso cuando volvamos a casa. Pero, por el momento, tienes que complacer al señor Jung. Te equivocas al pensar que no es bueno, es bueno y generoso, posee una linda casa de campo, su esposa es una bella dama, distinguida y amable, y tiene un hijo que poco más o menos tendrá tus mismos años. Seguramente te querrá para que estés con él, para que le acompañes en sus juegos y seas algo así como su pequeño lacayo. Lo vas a pasar bien, Yunho.
—Yo prefiero quedarme con usted... o que me dejen solo.
—Solo no vamos a dejarte. Yo te llevo, y...
—Y me trae... Me trae después... me da su palabra... ¡Yo no quiero quedarme allá!
—Bien, hombre, bien. Te llevo y te traigo. Eres un ingrato con el señor Jung. Al menos, tienes que tratar de demostrarle tu gratitud por su buena voluntad. Anda, ve para el coche, que allí viene él y tengo que hablarle.
— ¿Qué pasa, amigo Yong Hyun? —pregunta Jung.
—Se resistió bastante, pero logré amansarlo con la promesa de ir yo con ustedes y traerle de regreso sino se halla a gusto. El prefiere quedarse conmigo, y no lo tome usted a desaire. Es un muchacho raro, pero me temo que extraordinariamente inteligente a pesar de su aspecto rudo y salvaje.
— ¿Temer? ¿Por qué?
—Es una manera de hablar. Al fin y al cabo, siempre es preferible tratar con inteligentes que con brutos. Este nos ha probado ser un valiente. El viaje que hizo anoche en ese bote, y con esa borrasca, precisa un temple que muchos hombres no hubieran tenido. Parece, además, altivo, reservado, con cierta dignidad natural. Nada de eso es común en quien vive como un mendigo. Se le ve cierta casta...
— ¡Deje en paz su casta! Lo recojo porque supongo que era lo que quería pedirme Han Wie, pero nada más. A mi esposa no tenemos por qué darle detalles de nada de eso. La imaginación de las mujeres todo lo enreda. Esperó que no se sorprenda usted demasiado si me oye contar alguna historia distinta referente al muchacho.
—Me temo que es usted quien va a enredarla, porque apenas se peine y se lave la cara, ese muchacho no podrá pasar por ningún mestizo. ¿Se ha fijado en que es un buen mozo? Sus ojos recuerdan extraordinariamente a los de la infortunada Il Hwa. ¿No se ha fijado?
Yong Hyun le ha observado, viéndole palidecer, apretar los labios... Luego, Jung In Bum encoge los hombros, forzando el gesto despreocupado, al comentar:
—No he tenido tiempo de mirarle bien a la cara. De un modo o de otro, ya se arreglarán las cosas. Y en el peor de los casos, todavía soy yo el que manda en mi casa.

14 comentarios:

  1. ahhhhhhhh me encanta !! esta historia es hermosa ♥ asdadasd a
    gracias x compartirla !! :)

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  2. YunHo a tenido una fea infancia, sin los cuidados ni la educación que debió tener u.u

    ese señor Jung muy en el fondo sabe que si es su hijo pero no lo quiere aceptar, por algo lo lleva con el no????

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  3. Aaa!!! Siempre he querido leer este libro, pero ahora que lo estas adaptando será doblemente genial!!

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  4. si se ha dado cuenta yunho de lo que ese hombre dijo y si ya sabe que el es su padre pero no lo dice por que le tiene rencor por lo que le ha tocado vivir y ese no lo quiere reconocer como su hijo pero cuando este limpio y vea el rostro de yunho que es su viva imagen que dirá para negarlo delante de su mujer

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  5. Un gran comienzo para la historia ... como odio a Jung In Bum el "padre" de yunho aggg .... wooo enserio ansío mucho el desarrollo de la historia
    Unnie gracias por la nueva actu <3

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  6. Que triste es la historia de Yunho, criado por un hombre cruel que no era su padre, tuvo qu vivir con el y su odio, ya me imagino las cosas hirientes y terribles que le dijo, pobrecillo.

    Ahora le toca vivir con su verdadero padre pero él sabe que fue su padre quien degracio a su madre, no creo que le guarde mucho cariño.

    De verdad es una triste historia , como teminará en un yunjae aun no lo sé pero estaré esperando saber como continua esta historia, se lee muy interesante...
    Ojala la actualices pronto unnie.

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  7. Me da algo, mira que vivir tanto tiempo con alguien que creía era su padre y al fin y al cabo resulta que esto no es así y enterarse de la manera menos adecuada, jae será el hijo que tiene con la esposa el señor jung? o como se conocerán, me intriga todo esto,necesito saber más jaj gracias por la actualización!

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  8. que buena se ve e interesante , yunho es muy intelijente y sabe que el es su padre uuuu que pasara ?, gracias por actualizar

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  9. OMG!! estuvo super interesante el 1er capitulo
    el papa de yunho es Jung In Bum?? no parece una persona mala
    ojala ayude a yunho, no creo que yunho sea malo y mejore su relación entre ambos :3
    uhmmm quien sera el hijo de ese señor???

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  10. Wooo se lee interesante <3
    Gracias por la adaptacion ^-^

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  11. Oh muy buena a mi siempre megusto esa novela las dos veces que la pasaron la vi pero no desde el principio asi que no se como empeso en realidad espero la continues gracias x compartir y disculpa por comentar tan tarde apenas voy acomenzar a leer tu blog ya habia hecho comentario anteriormente pero se me daño la compu y perdi el link hasta ahora gracias otra vez x compartir

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  12. Que feo pasado lo peor es que siembran el rencor en sus hijos ... me da pena Yunho y todas las carencias que seguro tuvo que soportar todo este tiempo ... el ha tenido que pagar por los errores de sus padres gracias por adaptarla seguire leyendo

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  13. Pobre Yunho... tener que soportar tanto odio y resentimiento ajeno u.U a ver como sigue~ gracias por el capítulo :)

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  14. Pobre Yunho en su corazón alberga tanto rencor y miedo a su verdadero padre, espero que este no lo trate mal, pues al fin el es hijo del amor entre el y esa que engaño a ese hombre. Que interesante está.

    Gracias!!!

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