martes, 7 de enero de 2014

Besar un angel: Capitulo 2

CAPÍTULO 02


Jae se paseaba por el rincón más apañado de la sección de fumadores de la puerta de embarque, dando unas caladas profundas y rápidas al cigarrillo, que empezó a marearse. El avión, se dirigía a una de sus ciudades favoritas, algo que tomó como una buena señal en una larga cadena de acontecimientos que se iban volviendo cada vez más desastrosos.
Primero, el estirado y poderoso señor Jung se negó a aceptar el plan. Luego le había saboteado el equipaje. Cuando el chófer descargó una sola maleta del maletero en lugar del juego completo que él había preparado, Jae pensó que era una equivocación, pero Yunho lo sacó rápidamente de su error.
—Viajaremos con poco equipaje. Le ordené al ama de llaves que lo rehiciera por ti durante la ceremonia.
— ¡No tenía derecho a hacer eso!
—Vamos a facturar. — Yunho cogió su propio y ligero equipaje, y Jae se quedó mirando con asombro cómo echaba a andar sin dejarle otra opción que seguirlo. Él apenas podía cargar con la maleta; mientras se arrastraba tras él. Sintiéndose desgraciado y cohibido, se había dirigido a la entrada, donde todo aquel que pasaba notaba el pantalón agujereado, la ropa quemada.
Cuando Yunho desapareció en los aseos, Jaejoong se había apresurado a comprar una nueva cajetilla, pero descubrió que sólo tenía un billete. Se dio cuenta con inquietud de que ése era todo el dinero que poseía. Sus cuentas corrientes estaban bloqueadas y las tarjetas de crédito canceladas. Por lo tanto, volvió a guardar el billete en la cartera y le pidió un pitillo a un atractivo ejecutivo.
En cuanto lo apagó, Yunho salió de los aseos y al ver cómo iba vestido sintió un vuelco en el estómago. El oscuro traje sastre había sido reemplazado por una camisa vaquera, desgastada por infinidad de lavados, y unos vaqueros tan descoloridos que parecían casi blancos. Los bajos deshilachados del pantalón caían sobre unas botas camperas de piel llenas de rozaduras. Llevaba la camisa remangada, mostrando unos fuertes y bronceados antebrazos y un reloj de oro con una correa de piel. Jae se mordisqueó el labio inferior. Al pensar en todo lo que su padre podía haberle hecho.
Yunho se acercó a él cargando la maleta con facilidad por el asa. Los ceñidos pantalones revelaban unas piernas musculosas y unas caderas estrechas. A Ah Hyun le hubiera encantado.
—Vamos. Acaban de hacer la última llamada.
—Señor Jung, por favor, no creo que quiera hacer esto. Si me prestara sólo la tercera parte del dinero que legítimamente me pertenece, podríamos poner fin a esta situación.
—Le hice una promesa a tu padre y nunca falto a mi palabra. Quizá sea un poco anticuado, pero es una cuestión de honor.
— ¡Honor! ¡Se ha vendido! ¡Dejó que mi padre le comprara! ¿Qué clase de honor es ése?
—Sang y yo hicimos un trato y no voy a romperlo. Por supuesto, si insistes en marcharte, no te detendré.
— ¡Sabe que no puedo hacerlo! No tengo dinero.
—Entonces, vámonos. — Yunho sacó las tarjetas de embarque del bolsillo de la camisa y se puso en marcha.
Jae no tenía dinero ni tarjetas de crédito, y su padre le había ordenado que no se pusiera en contacto con él. Con el estómago revuelto, se percató de que no tenía otra alternativa que seguirlo, y cogió la maleta.
Delante de Jaejoong, Yunho había alcanzado la última hilera de sillas, donde un adolescente estaba sentado fumando. Cuando su nuevo marido pasó junto al chico, el cigarrillo de éste comenzó a arder.

* * *

Unas dos horas después Jae se encontraba bajo un sol resplandeciente en el aparcamiento del aeropuerto, observando la camioneta negra de Yunho; tenía el capó cubierto por una gruesa capa de polvo y la matrícula casi ilegible por el barro seco que la ocultaba.
—Déjala ahí detrás. — Yunho lanzó su propia maleta sobre la camioneta, pero no se ofreció a hacer lo mismo con la de él, igual que no se había ofrecido a llevársela en el aeropuerto.
Jae rechinó los dientes. Si pensaba que iba a pedirle ayuda, podía esperar sentado. Le dolieron los brazos cuando intentó lanzar la voluminosa maleta a la parte trasera. Pudo sentir los ojos de Yunho sobre él y, aunque sospechaba que al final agradecería todo lo que el ama de llaves había metido en ella, en ese momento habría dado cualquier cosa por que aquel diseño fuera más pequeño.
Cogió el asa con una mano y sujetó la parte inferior de la maleta con la otra. Con gran esfuerzo, tiró de ella.
— ¿Necesitas ayuda? —preguntó Yunho con falsa inocencia.
—No..., gra... cias. —Las palabras parecían gruñidos más que otra cosa.
— ¿Estás seguro?
Jae, que por fin consiguió alzarla para empujarla con el hombro hacia dentro, no tenía suficiente aliento para contestar. Sólo unos centímetros más. Se tambaleó. Un poco más...
Con un grito de consternación, la maleta y él cayeron hacia atrás. Gritó al impactar contra el pavimento, luego chilló de pura rabia. Con la mirada clavada en el cielo se percató de que la maleta había amortiguado la caída y evitado que se lastimara. También se dio cuenta de que había caído de manera desgarbada, las rodillas pegadas y los pies extendidos.
Unas oscuras y gastadas botas camperas entraron en su ángulo de visión. Deslizó la mirada por los muslos que se perfilaban bajo los vaqueros y por el ancho pecho y, al llegar a aquellos ojos que brillaban con diversión, Jae recuperó su dignidad. Juntando los tobillos, se apoyó en los codos.
—Esto es justo lo que pretendía.
La risa de Yunho fue ronca y oxidada, como si no se hubiera reído en mucho tiempo.
—Si tú lo dices.
—Así es. —Con toda la dignidad que pudo reunir, se impulsó sobre los codos hasta quedar sentado. —A esto es a lo que nos ha llevado su comportamiento infantil. Espero que lo sienta.
Yunho soltó una carcajada.
—Tú lo que necesitas es un vigilante, cara de ángel, no un marido.
— ¡Deje de llamarme así!
—Agradéceme que te llame así. —Cogió el asa de la maleta y la lanzó con facilidad sobre la parte trasera de la camioneta como si no pesara más que el orgullo de Jae. Luego tiró de Jae hasta ponerlo en pie. Abrió la puerta de la camioneta y lo empujó al sofocante interior.
Jae esperó para hablar hasta que hubieron dejado el aeropuerto atrás. Viajaban por una carretera de doble sentido que se dirigía tierra adentro, Jae no esperaba eso.
Maleza bordeaba ambos lados de la carretera y el aire caliente que entraba por las ventanillas abiertas de la camioneta le agitaba los cabellos contra las mejillas. Adoptando un tono suave, Jae rompió el silencio.
— ¿Podría encender el aire acondicionado? Se me enreda el pelo.
—Lleva años sin funcionar.
Tal vez estuviera ya entumecido, porque aquella respuesta no lo sorprendió. Los kilómetros pasaron volando y los signos de civilización escaseaban cada vez más. De nuevo le preguntó lo que se había negado a contestar cuando bajaron del avión.
— ¿Podría decirme adonde nos dirigimos?
—Es mejor que lo veas por ti mismo.
—Eso no suena muy esperanzador.
—Por decirlo de una manera suave, donde vamos no hay salón de cóctel.
Vaqueros, botas. ¡Tal vez fuera ranchero! «Por favor, Dios, que sea ranchero. Que sea igual que un episodio de televisión. Que haya una hermosa casa, ropas de diseño.»
— ¿Es usted ranchero?
— ¿Parezco ranchero?
—Lo que parece es un psiquiatra. Responde a una pregunta con otra.
— ¿Los psiquiatras hacen eso? Nunca he ido a uno.
—Por supuesto que no. Es evidente lo bien que le funciona la cabeza
Jae había intentado que el comentario sonara sarcástico, pero el sarcasmo nunca se le había dado bien y pareció que lo estaba adulando.
Jae miró por la ventanilla el hipnótico paisaje de la carretera. Totalmente ensimismado, vio una casa desvencijada con un árbol en el patio delantero lleno de comederos de pájaros hechos de calabaza. El aire caliente los movía.
Cerró los ojos y se imaginó fumando. O lo intentó. Hasta ese día, no se había dado cuenta de lo mucho que dependía de la nicotina. En cuanto se adaptara a la nueva situación, tendría que dejar de fumar. En cuanto llegara a su nueva vida, tendría que replantearse muchas cosas. Por ejemplo, nunca fumaría en la casa del rancho. Si le apetecía un cigarrillo, saldría a fumárselo a la terraza, en el balancín al lado de la piscina.
Mientras seguía soñando, se encontró rezando otra vez: «Por favor, Dios, que haya terraza. Que haya piscina...»
Un poco más tarde, lo despertó el traqueteo de la camioneta. Se incorporó bruscamente, abrió los ojos y soltó un grito ahogado de asombro.
— ¿Pasa algo?
—Dígame que eso no es lo que creo que es.
El dedo de Jae temblaba cuando señaló hacia el objeto que se movía al otro lado del polvoriento parabrisas.
—Es difícil confundir a un elefante con otra cosa.
Era un elefante. Un elefante de verdad, vivito y coleando. La bestia recogió un fardo de heno con la trompa y lo lanzó hacia atrás. Mirando la deslumbrante luz del atardecer, Jae rezó para estar todavía durmiendo y que aquello sólo fuera una pesadilla.
—Dígame que estamos aquí porque quiere llevarme al circo.
—No exactamente.
— ¿Va a ir usted solo?
—No.
Jae tenía la boca tan seca que le resultaba difícil articular las palabras.
—Sé que no le gusto, señor Jung, pero, por favor, dígame que no trabaja aquí.
—Soy el gerente.
—Gerente de un circo —repitió él débilmente.
—Exacto.
Atontado, Jae se dejó caer contra el asiento. A pesar de su optimismo, era incapaz de encontrar una luz al final del túnel.
En el recinto abrasado por el sol había una carpa de circo roja y azul junto con varias carpas más pequeñas y una gran cantidad de caravanas. La carpa más grande, salpicada por estrellas doradas, tenía un gran rótulo de color rojo intenso donde se podía leer el nombre del circo. Además de unos cuantos elefantes atados, Jae vio una llama, un camello, varias jaulas enormes con animales y toda clase de gente de mal vivir, entre la que incluyó a algunos hombres bastante sucios. A la mayoría de ellos parecían faltarle los dientes delanteros.
El padre de Jae siempre había sido un esnob. Le encantaba todo ese rollo de los linajes antiguos y los títulos de nobleza. Se jactaba de descender de las más grandes familias. El hecho de que hubiera casado a su único hijo con un hombre que trabajaba en un circo decía mucho de lo que sentía por él.
—No es exactamente tan vistoso.
—Eso ya lo veo —repuso Jae débilmente.
—Pero es uno de los circos que se conocen como circos de barro.
— ¿Por qué dice eso?
—Pronto lo averiguarás —la respuesta sonó ligeramente diabólica.
Su marido aparcó la camioneta al lado de las demás, apagó el motor y salió. Para cuando Jae bajó, Yunho ya había sacado las maletas de la parte trasera y había echado a andar cargando con ellas.
Los zapatos de Jae se hundieron en el terreno arenoso y se tambaleó mientras seguía a Yunho. Todos dejaron lo que estaban haciendo y clavaron los ojos en él. La rodilla le asomaba por el ancho agujero de los pantalones, la chamuscada chaqueta se le caía de un hombro y los zapatos se hundían en algo demasiado blando. Afligido, Jae bajó la mirada para asegurarse de que había pisado justo lo que se temía.
— ¡Señor Jung!
El chillido del joven tenía un deje de histeria, pero Yunho pareció no oírlo y siguió caminando hacia la hilera de caravanas. Jaejoong restregó la suela del zapato por la arena, llenándoselo de polvo durante el proceso. Con una exclamación ahogada, Jaejoong echó a andar de nuevo.
Yunho se acercó a dos vehículos que estaban aparcados uno al lado del otro. El más cercano era una moderna caravana plateada con una antena parabólica. Al lado había otra caravana abollada y oxidada que parecía haber sido verde en otra vida.
«Por favor, que sea la caravana de la parabólica en vez de la otra. Por favor...»
Yunho se paró ante la fea caravana verde, abrió la puerta y desapareció en el interior. Jaejoong gimió, luego se dio cuenta de que estaba tan entumecido emocionalmente que ni siquiera era capaz de sorprenderse.
Yunho reapareció en la puerta un momento después y observó cómo se acercaba tambaleándose hacia él.
Cuando al fin llegó al combado peldaño de metal, Yunho le ofreció una sonrisa cínica.
—Hogar, dulce hogar, cara de ángel. ¿Quieres que te coja en brazos para cruzar el umbral?
A pesar del sarcástico comentario, Jaejoong eligió ese momento en particular para recordar que nunca lo habían cogido en brazos para cruzar un umbral y que a pesar de las circunstancias, éste era el día de su boda.
Quizá poner un toque sentimental los ayudaría a los dos a sacar algo positivo de esa terrible experiencia.
—Sí, gracias.
— ¿Estás de coña?
— ¿Quiere o no quiere hacerlo?
—No quiero.
Jaejoong intentó disimular la decepción.
—Vale.
—Es una puta caravana.
—Ya lo veo.
—Ni siquiera creo que las caravanas tengan umbrales.
—Si hay una puerta, hay un umbral. Incluso un iglú tiene umbral.
Por el rabillo del ojo, Jaejoong vio que comenzaba a formarse una multitud a su alrededor. Yunho también se dio cuenta.
—Vamos, entra.
—Es usted quien se ha ofrecido.
—Estaba siendo sarcástico.
—Ya me he fijado que lo hace mucho. Y por si nadie se lo ha dicho nunca, es una costumbre molesta.
—Entra, Jaejoong.
De alguna manera se había trazado una línea y lo que había comenzado como un impulso se había convertido en un duelo de voluntades. Jaejoong permaneció en el escalón, con las rodillas temblorosas, pero intentando mantenerse firme.
—Le agradecería que por lo menos tuviera la decencia de cumplir esa tradición.
—Por el amor de Dios. — Yunho bajó de un salto, lo levantó en brazos y lo llevó al interior, cerrando la puerta de una patada. Al momento lo dejó bruscamente en pie.
Antes de poder decidir si había ganado o perdido esa batalla en particular, Jaejoong fue consciente de lo que lo rodeaba y se olvidó de todo lo demás.
— ¡Ay, Dios!
—Herirás mis sentimientos si me dices que no te gusta.
—Es horrible.
El interior era incluso peor que el exterior. Estrecho y desordenado, olía a moho, a viejo y a comida rancia. Delante de Jaejoong había una cocina en miniatura, el mostrador de fórmica color azul desvaído estaba astillado. Los platos sucios estaban amontonados en el diminuto fregadero y había una cacerola con una gruesa costra sobre el fogón, justo encima de la puerta del horno, que estaba sujeta por un trozo de cordel. La raída alfombra había sido dorada en otro tiempo, pero ahora tenía tantas manchas que su color sólo podía describirse recurriendo a alguna función corporal. A la derecha de la cocina, la descolorida tapicería a cuadros del pequeño sofá apenas era visible debajo de la pila de libros, periódicos y ropa. Vio una nevera descascarillada, armarios con el laminado astillado y una cama revuelta.
Jaejoong miró rápidamente a su alrededor.
— ¿Dónde están el resto de las camas?
Yunho lo miró sin expresión, luego pasó junto a las maletas que había dejado en medio del suelo.
—Esto es una caravana, cara de ángel, no una suite. Es todo lo que hay.
—Pero... — Jaejoong cerró la boca. Tenía la garganta seca y un vacío en el estómago.
La cama ocupaba la mayor parte del fondo de la caravana y estaba separada del resto por un alambre que sostenía una descolorida cortina color café que en ese momento estaba recogida contra la pared. Sobre las sábanas había algunas ropas enredadas, una toalla y algo que parecía ser un pesado cinturón negro.
—El colchón está limpio y es cómodo —dijo Yunho.
—Estaré más cómodo en el sofá.
—Como quieras.
Jaejoong oyó una serie de tintineos metálicos y vio que Yunho se estaba vaciando los bolsillos en la desordenada encimera de la cocina: algunas monedas, las llaves de la camioneta y la cartera.
—Vivía en otra caravana hasta hace una semana, pero era muy pequeña para dos personas, así que me mudé a ésta. Es una pena que no haya tenido tiempo para llamar al decorador. — Yunho sacudió la cabeza. —Los donnickers están allí. Es el único sitio que me dio tiempo a limpiar. Puedes meter tus cosas en el armario que tienes detrás. La función empieza en una hora; no te acerques a los elefantes.
« ¿Donnicker? ¿La función?»
—En realidad, no creo que pueda vivir aquí —dijo Jaejoong. —Está asqueroso.
—Tienes razón. Supongo que necesita el toque de un esposo. Encontrarás productos de limpieza debajo del fregadero.
Yunho pasó por su lado en dirección a la puerta, entonces se detuvo. Estupefacto, Jaejoong vio cómo se acercaba de nuevo a la encimera, cogía la cartera y volvía a meterla en el bolsillo.
Se sintió profundamente ofendido.
—No pensaba robarle.
—Por supuesto que no. Pero es mejor no tentar a la suerte. — Yunho le rozó el brazo con el pecho cuando volvió a pasar junto a Jaejoong hacia la puerta. —Hoy tenemos función a las cinco y a las ocho. Actúo en las dos.
— ¡Deténgase ahora mismo! ¡No puedo quedarme en este horrible lugar y no voy a limpiar toda esta porquería!
Yunho miró con aire distraído la punta de su bota, luego levantó la vista. Jaejoong se quedó mirando aquellos ojos castaños y sintió un escalofrío de temor, seguido de otra extraña sensación que no quiso examinar más a fondo.
Yunho levantó lentamente la mano, y Jaejoong dio un respingo cuando la cerró con suavidad alrededor de su garganta. Sintió la ligera aspereza del pulgar cuando le rozó el hueco bajo la oreja con algo que parecía una caricia.
—Escúchame con atención, cara de ángel —dijo Yunho con suavidad. —Podemos hacer esto por las buenas o por las malas. De un modo u otro voy a ganar. Tú decides cómo quieres que sea.
Se miraron fijamente a los ojos. En un instante que pareció eterno, Yunho le exigió sin palabras que se sometiera a él. Los ojos de Yunho dejaron un rastro de fuego sobre Jaejoong, consumiéndole la ropa, la piel, hasta que Jaejoong se sintió desnudo y despojado, con todas sus debilidades expuestas. Quería huir y esconderse, pero la fuerza de aquella mirada lo dejó inmovilizado.
Yunho le deslizó la mano por la garganta, luego le quitó la chaqueta por los brazos, haciendo que cayera al suelo con un susurro. Cogió el tirante de la camisa que llevaba debajo y se lo deslizó por el hombro. El corazón comenzó a latirle con fuerza.
Con la punta del dedo, Yunho bajó el tirante por su pecho hasta llegar al pezón. Luego, inclinó la cabeza y tomó con los dientes la suave piel que había expuesto.
Jaejoong se quedó sin respiración cuando notó el pellizco. Debería haber sido doloroso, pero sus sentidos percibieron el pequeño mordisco con placer. Sintió la insolente mano de Yunho en el pelo y luego Yunho se apartó, aunque ya había dejado su marca en Jaejoong como si fuera un animal salvaje. Fue entonces cuando Jaejoong supo a qué le recordaban esos ojos. A un animal de presa.
La puerta de la caravana se meció sobre sus goznes. Yunho salió y lo miró.

Estalló en llamas.

13 comentarios:

  1. waaa pobre Jae xDDDD ahí sabia q algo raro hacia con los cigarros e.e
    bue a ver como le hace jejung para acostumbrarse a su nueva vida de casado jajaja gracias x compartir esta genial :)

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  2. owch eso si que es feo fue una decepción para jae mira que de tenerlo todo que termine mudándose ha una caravana que todavía esta en malas condiciones y todavía lo ponen ha que la arregle el que estaba acostumbrado ha que hicieran todo por el y ahora el tener que hacerlo ooooh pobre jae en la que se ha metido o mejor dicho en la que lo ha metido su padre que ara que ara

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  3. Bueno no se que decir, la historia me ha gustado porque no me imagino a Jae viviendo en una caravana despues de haber tenido todos esos lujos pero en parte me parece divertido saber como hara para arreglar y mejorasr su "casa" como toda una ama de casa ajajjaja.

    Bueno Ynho no parece que sea malo sin que es un hombre de circo un poco tosco pero irresistible y se que pronto van a sentir los sentimienos florecer.

    Realmente me parece una historia mas jovial, relajada y entretenida, es un poco diferente a las otras historias pero me gusta mucho, estaré esperando la continuacion, unnie :)

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  4. Hola patricia, hace tiempo que esperaba una actu tuya, te extrañe mucho mujer, bueno ahora si con respecto al fic
    wooo este capitulo estuvo genial, que fue todo eso del final? me dejo O.o OMG SUN! no q se odiaban?, bueno a ver que pasara en el siguiente capitulo
    PD: Patricia voy a cerrar esta cuenta muy pronto por motivos personales, si no es mucha molestia (lo se, parezco el profesor jirafales) podría enviarme una invitación para poder ingresar al blog? , si es que si se puede este seria mi nueva cuenta - mapiyjdjss@gmail.com - y bueno seguire comentando con el mismo nombre de mapiYJ
    Gracias por las actus , mas tarde me leeré las demás

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  5. huyyy ya se sabia el de los cigarros era yunho ademas creo ke jae sabra sobresalir del momento ke esta pasando y ke yunho ya siente algo por jae ;-)

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  6. Que intenso este capitulo! waoh ya sabia que algo raro se traía yunho desde lo que ocurria con los cigarros de jae, la parte final omg este yunho es todo un caso, a ver como se van dando las cosas y como se van desarrollando ya que deben vivir juntos 6 meses, espero todo mejore, gracias por actualizar espero con ansías el siguiente capítulo!

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  7. Madre mía!!

    Pobre Jae se va a traumar con todo eso, primero su problema con los animales, despues donde va a vivir y por ultimo las sensaciones que le provoca Yunho xDD

    Lo de los cigarros me imagine que Yunho tenia que ver, pero la pregunta es ¿como lo hace?

    Gracias!!

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  8. mi pobre jae va a tener que ponerse las pilas , trabajar no mas jajjaja
    gracias

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  9. Pobre ahora tendra que acostumbrarse a su nueva vida, por q de lo contrario lo va a pasar muy mal solo espero que las cosas mejoren por el bien de ambos.

    gracias...

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  10. Pobre Jae, con este despojo no premeditado debe estar sufriendo :<
    Estoy segura que la otra caravana es también de Yunho y la ocupa para las cochinas xDDDD

    Gracias por el capitulo ^^

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  11. Vaya ahora le tocara ir a dormir en una carabana con Yunho de recien casados y aparte de eso le toca a trbajar duro pobre es un cambio muy grande para Jae espero que pueda salir con la suya y que Yunho le echo una mano por cualquier cosa que pase-------
    espero que actualices pronto y gracias por compartir <3

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  12. Jajaja obligarlo a subirlo en volandas x el umbral estuvo maravilloso...pero adentrandose a su nueva y "lujosa" casa...jaja oh vaya decepción...continuación x fa .....
    Me encanta x donde va la historia

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  13. Jajaja, pobre Jae de princecito a amó de casa, tener que poner en orden lo que ahora es su casa y Yunho a de ser mago o algo así, porque hacer estallar los cigarros y ahora desaparecer de esa forma.


    Me encanta, gracias!!! ❤️💕💞

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