Capítulo 2
— ¡MAMÁ, MAMACITA!... POR ahí viene ya papá. ¡Por ahí viene...!
Brillantes los ojos de alegría, un momento encendidas por la emoción las
mejillas, un muchacho como de doce años ha entrado en la alcoba de la señora Jung, que abre los ojos,
incorporándose lentamente en la amplia hamaca en que descansa.
— ¿Ya? ¿Es posible? ¡Pero si no lo esperaba yo hasta el sábado!
Jung Soo Hyang tiene una belleza delicada y frágil... grandes ojos,
cabellos suaves y lacios como los del muchacho.
Un momento ha desaparecido su gesto doliente ante la noticia que acaba de
traerle su hijo. Y ya de pie, da unos pasos apoyándose en los delgados hombros
de éste.
—Pues claro, mamá, Sebastián vino corriendo a avisar. Dice que desde lo
alto de la loma vio a papá en su caballo blanco, y detrás los tres coches de la
caravana. A lo mejor vienen llenos de regalos...
— ¿Para ti?
—Para ti, mamita. Si ha llegado barco, papá te traerá de todo: telas de
seda, perfumes, bombones y todas esas cosas que siempre te trae. Yo le pedí un
reloj de bolsillo. ¿Me lo traerá?
—Seguramente, hijo. Pero llama a mis doncellas..., A Isabel, a Ana... a la
primera que encuentres. Tengo que peinarme, que vestirme...
— ¡Señora, señora...! Dicen que el señor está llegando para acá —exclama
Ana, la doncella, irrumpiendo en la alcoba.
— ¿Tú ves? ¿Tú ves, mamita? Ya está aquí.
— ¡Jesús! Ayúdame a peinarme. Ana. De cambiarme de ropa no hay tiempo,
pero...
—La señora está, como siempre, linda y arreglada. — No miente la doncella.
Como siempre, la señora Jung está impecable. Un fino traje blanco adornado con
amplios encajes, medias de seda, zapatos de tacón y un fino aderezo con el que
muy bien podría presentarse en cualquier centro elegante de su tierra natal.
Sin embargo, sólo está en la gran casa, centro de las plantaciones de la
hacienda, mansión enorme y sólida, de amplísimas estancias suntuosas, grandes
lámparas y pisos brillantes como espejos, tan lujosa, tan señorial, con sus
lunas y sus consolas doradas, que resulta anacrónica en el corazón de aquella
isla, tórrida y salvaje, pero es digna morada, de la frágil dama que avanza paso
a paso sobre el pulido parquet, una mano apoyada en el brazo de su doncella
favorita, otra sobre la cabeza de aquel hijo único tan extraordinariamente parecido
a ella.
— ¡Ahí está papa! —grita el muchacho, alejándose alborotado. Ha corrido al
encuentro del jinete que ya se detiene frente a la entrada principal y desmonta
de un salto del brioso caballo, arrojando las riendas a la media docena de
sirvientes que han acudido para atenderle y saludarle. Y desde la semi penumbra
de la ancha galería, Jung Soo Hyang contempla, con ojos de celosa enamorada, la
figura varonil, altanera y gallarda, ante la que todos se inclinan, porque él
amo es soberano indiscutible de la tierra que pisa.
— ¿Me trajiste el reloj, papá?
—No hijo. No tuve tiempo de buscarlo.
— ¿Y la caja de colores? ¿Y las cuerdas para mi mandolina?
—Lo siento, pero en este viaje no hubo tiempo para buscar nada.
—In Bum... —murmura Soo Hyang, acercándose a su esposo.
—Soo Hyang... ¿cómo estás? —indaga Jung, afectuoso y tierno.
—Como siempre... Pero dejemos mis achaques. ¿Cómo es que has regresado tan
pronto? Todavía no te esperábamos...
—Supongo que no te disgusta el que haya adelantado mi regreso —contesta Jung
en tono jovial.
— ¿Disgustarme? ¡Qué cosas dices! Es una sorpresa gratísima pero una sorpresa,
al fin y al cabo. ¿Qué pasó? ¿No llegó la fragata que esperaban? ¿Suspendieron
las fiestas preparadas en honor del Mariscal? ¿O acaso le traes tú?
— ¡Oh, no, no! Ni siquiera he visto al Mariscal.
— ¿Qué ha pasado? ¿Alguna desgracia? El tiempo ha estado terrible estos
últimos días...
—No, ninguna desgracia. La fragata entró sin novedad y las fiestas deben
estarse celebrando.
—Pero...
—No me interesó quedarme a ellas, Soo Hyang. Eso es todo.
—Pensé que te agradaría departir con un compatriota ilustre. Seguramente
traerá cosas interesantes qué contar. Podríamos tener noticias...
— ¿Chismes de salón o intrigas políticas? ¿Para qué puede servirnos aquí,
querida? Estamos a siete mil millas de distancia y hasta el sol nos alumbra a
distintas horas.
—No por eso podemos olvidar a nuestra patria—le reprocha Soo Hyang.
—Mi patria es ésta, querida. Porque aquí está mi casa, está mi hijo y estás
tú. En esta isla, que sólo para tu salud ha sido inhospitalaria. ¿Pero no
sientes curiosidad en ver lo que te traigo? — Se ha vuelto hada el macizo de
flores que envuelve la escalinata, entrada principal de aquella mansión, donde
acaban de detenerse los tres carruajes que forman la caravana que le seguía.
Uno totalmente vacío, del otro descienden ya sus servidores particulares, y del
tercero, que es el más próximo, baja Yong Hyun casi arrastrando al hosco
muchacho que ha sido su compañero de viaje. Las finas cejas de la señora Jung
se juntan en un gesto de extrañeza que es casi, casi de disgusto, al comentar:
—Yong Hyun... ¿Pero a quién trae?
—A alguien que puede entretener tus ratos de ocio y los de nuestro hijo Changmin
—explica Jung.
— ¡Un muchacho!— salta, alegremente, Changmin —. ¡Me trajiste un amigo,
papá!
—Justamente. Has dicho la palabra exacta. Te he traído un amigo. Me agrada
mucho que lo hayas entendido en el primer momento. Un amigo, un compañero...
— ¿Pero qué estás diciendo In Bum? —interrumpe Soo Hyang, con disgusto
reprimido.
—Traiga usted a Yunho, Yong Hyun —le indica a éste, Jung.
—Señora Jung —saluda Yong Hyun, aproximándose—, es un gran honor para mí el
poder presentarle mis respetos. —Luego, dirigiéndose a Changmin, exclama—:
¡Hola, buen mozo!
—Buenos días, señor Yong Hyun —corresponde Changmin.
—Este es Yunho... —explica Jung, presentándolo.
— ¿Yunho? ¿Yunho qué? —quiere saber, Soo Hyang.
—Por el momento, Yunho a secas. Es un huérfano desamparado, para el que
espero no falte un rincón en esta casa tan grande.
—Yunho... a secas, ¿eh? —recalca Soo Hyang, con retintín.
—También me llaman Yunho del Diablo —aclara el hosco muchacho,
imperturbable.
—Jesús, María y José —se escandaliza la doncella persignándose. Hay un
momento de estupor general, y también alguna risa ahogada, cuando Yong Hyun,
mundano, interviene:
—Excúselo, señora. El diamante todavía está sin tallar.
—Ya lo veo... Y sin separarlo de la broza —dice Soo Hyang, en tono mordaz—.
Los caballeros son una verdadera calamidad. A ninguno de los dos se les ha
ocurrido bañar a este muchacho antes de meterlo en el coche.
—Es un olvido que puede remediarse —explica Jung, conteniendo
su manifiesto disgusto—.Hazte cargo de él, Ana. Llévalo al baño, arréglalo,
péinalo y ponle ropa limpia de Changmin.
— ¿De Changmin? —se extraña Soo Hyang.
—No creo que ya pueda usar la mía.
—Ni cabe en la de mi hijo.
—Todo puede compaginarse —interviene Yong Hyun, conciliador—. Seguramente
no faltará ropa de alguien, que pueda servirle.
—La negra Paula es la encargada de la ropa de los jornaleros —aclara
despectiva la Señora Jung—. Pídele una camisa y unos pantalones para este
muchacho Ana.
—Yo tengo un traje que me queda grande, mamá —ofrece Changmin —. Todavía no
lo he estrenado, precisamente por eso. Es el de paño azul...
—Lo mandaron de regalo tus tíos —se opone Soo Hyang con creciente disgusto.
—Se lo ha ofrecido de buena voluntad —comenta Jung en tono suave, pero con determinación—.
No le cortes el impulso generoso, Soo Hyang. Nuestro Changmin tiene ropa para
vestir a diez muchachos. Ve con Yunho y con Ana, hijo, y piensa que, para él
éste es un mundo nuevo por el que tú vas a guiarlo. —Volviéndose a su esposa, le suplica con amabilidad—: Tú ven
conmigo, querida. Yo también voy a ponerme un poco más presentable. —Y alzando
la voz, llama al criado—: Bautista... Lleva al señor Yong Hyun a la habitación que suele ocupar y encárgate de que
nada le falte.
—Por mí no se molesten —se disculpa Yong Hyun—. Me considero de la casa.
—Y lo es. Dentro de media hora, Soo Hyang nos hará servir un aperitivo que
tomaremos juntos antes de sentarnos a la mesa, ¿verdad? Hoy te veo muy bien,
tienes muy buena cara, Soo Hyang. Seguramente podrás acompañarnos y será un
gran placer para nosotros. La mesa es otra cuando tú nos acompañas...
Ha salido Yong Hyun, seguido por el criado, y quedan solos los esposos Jung.
Soo Hyang no puede ocultar los celos que le corroen el alma, al preguntar:
— ¿Quién es ese muchacho?
—Soo Hyang querida, cálmate...
—Y tú respóndeme... ¿Quién es ese muchacho? ¿De dónde lo sacaste y para qué
le has traído aquí? ¿Por qué no me contestas?
—Voy a contestarte, pero por partes. Se llama Yunho y es un huérfano...
—Eso ya lo dijiste —le interrumpe Soo Hyang, nerviosa—, y es lo único que
sé. Se llama Yunho del Diablo... una respuesta bastante insolente de su parte,
cuando nadie le preguntaba nada.
—No hay insolencia en su respuesta, Soo Hyang. Se trata del apodo que
seguramente le daban los pescadores, por el lugar en que estaba ubicada la
cabaña de sus padres.
— ¿Qué lugar era ése?
—Bueno... cerca de lo que llaman el Cabo del Diablo. — Jung intenta
restarle importancia—.Hay allí una aldea de gentes muy humildes, muy pobres,
que remiendan redes y componen barcos. Entre esa pobre gente...
—Entre esa pobre gente hay muchos huérfanos, hay muchos muchachos mendigos
y miserables en los arrabales. Jamás se te ocurrió traer a ninguno, y mucho
menos dárselo a tu hijo como amigo...como hermano, diría yo.
— ¡Soo Hyang!
— ¡Es la forma en que has traído a ese pordiosero! —Exclama Soo Hyang,
arrebatada ya por la ira —. Y creo que tengo derecho a preguntarte: ¿por qué lo
traes así? ¿Qué tienes tú qué ver con él? ¿Por qué no puede vestirse con ropa
de los jornaleros, y pretendes que estrene los trajes de Changmin? ¿Por qué ha
de ser nuestro hijo quien tiene que darle la bienvenida, y es en esta casa
donde hemos de encontrarle un rincón, habiendo cien barracones de jornaleros
donde siempre cabe uno más?
—Siempre te tuve por mujer de nobles y generosos sentimientos, Soo Hyang.
—No me falta la caridad para los desgraciados, y más de una vez te pareció
excesiva.
—Cuando se trataba de desmoralizar a los que son mis servidores, a los que
por fuerza tengo que hacer que me conozcan como señor y amo. No puede manejarse
una hacienda, que es como una provincia, sin el respeto absoluto a una
autoridad, sin disciplina y sin castigos que obliguen a respetarla. Por eso
discutimos en más de una ocasión. En este caso...
—En esté caso, todo es diferente. Lo sé, lo veo y lo palpo. No es una obra
de caridad lo que estás haciendo. Es una obra de reparación. Ese muchacho te
importa por ti mismo. Te importa mucho... demasiado...
—Pues bien, Soo Hyang... Sí... Voy a decirte la verdad. Ese muchacho es el
hijo de un hombre con el que yo me porté mal. Un hombre que se arruinó por
culpa mía. Ha muerto dejándolo en la más espantosa miseria. Creo un deber de
conciencia ampararlo. —Duda un momento—. ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras de ese modo?
¿Es que no me crees?
—Me parece muy extraño. Has arruinado a muchos, y no trajiste sus hijas a
casa... Mejor cabría pensar la historia de otro modo. ¡Ese muchacho es el hijo
de una mujer a la que tú has amado!
Con esa acusación recta y precisa, como un venablo disparado contra la fría
coraza de indiferencia conque en vano pretende revestirse Jung In Bum, han ido
las palabras de Soo Hyang dando justamente en el blanco. Por un momento ha
pareado a punto de estallar en uno de sus arranques de violenta cólera. Luego, lentamente,
se ha dominado, porque aquella mujercita frágil, doliente como una flor de
estufa, es la única persona que parece tener la facultad de amansar en él los
ímpetus bravios, de resolver sus tormentas en una sonrisa o en un gesto ambiguo
que cuaja después en forzada actitud galante.
— ¿Por qué te empeñas en pensar siempre lo que más pueda mortificarte?
—Pienso mal para acertar... y acierto, por desgracia.
—En este caso, no…
—En este caso más que en ninguno. ¿De qué amor es el fruto esa criatura?
¿Por qué no tiene nombre? Ese hombre a quien arruinaste, a quien quieres
satisfacer recogiéndole el hijo, ¿qué apellido tenía? ¿Cómo se llamaba?
—Bueno, el caso es que el muchacho es hijo natural de este hombre del que
hablo, que no llegó a darle el apellido... Se descuidó, son cosas que pasan. Al
prometerle hacerme cargo de él, tranquilizaba, además, su conciencia. Y no
querrás que falte a la promesa que hice a un hombre que murió bendiciéndome,
sólo porque en esa linda cabecita le ha entrado una idea tan descabellada como
la que acabas de manifestar.
—No vas a ablandarme con historias sentimentales...
—Entonces tendré que concretar las cosas: he prometido, he jurado ayudar al
muchacho… No creo que pueda molestarte en lo más mínimo. Yo mismo me encargaré
de educarlo...
— ¿Cómo a otro hijo...? —insinúa amargamente Soo Hyang.
—Como un amigo y leal servidor de Changmin —corta, tajante, Jung —. Le
enseñaré a quererlo, a defenderlo, a prestarle su ayuda y su protección cuando
llegue el caso.
— ¿Su protección?
— ¿Por qué no? Nuestro hijo no es fuerte ni audaz.
—Me lo echas en cara como si yo fuera la culpable.
—No, Soo Hyang, no quiero llevar esta discusión adelante, pero si hemos de
considerar la verdad, nuestro hijo, por un exceso de cuidados y mimos de tu
parte, no es lo que debiera ser para las luchas y responsabilidades que caerán
sobre él el día de mañana. Ya te lo dije antes: le falta valor, fuerza,
audacia. Tiempo es que comience a adquirirlas cuanto antes.
—Mi hijo irá a educarse a Europa. No quiero que se haga hombre en este
medio salvaje.
—Tengo para él proyectos contrarios: quiero que se haga hombre aquí, que
conozca a fondo el terreno en que ha de desenvolverse, que sepa gobernar, el
día de mañana, el pequeño reino que voy a legarle. Si hubiéramos tenido una
niña, serías tú la que dijeras sobre ella la última palabra. Pero es un
muchacho y necesito que se haga un hombre. Por eso hablo y mando.
— ¿Y ese chiquillo que trajiste...?
—Ese chiquillo es casi un hombre ya, y servirá a las mil maravillas para mi
empeño. Me encargaré de enseñarle que todo se lo debe a Changmin y que es su
deber dar la vida por él si es preciso. ¡Esa será mi venganza!
— ¿Venganza de qué?
—Del destino, de la suerte, o como quieras llamarle. Te ruego que no
hablemos más del asunto, Soo Hyang. Déjame a mí arreglar las cosas.
— ¡Júrame que lo que me has
dicho es verdad!
—Puedo jurártelo. No te he dicho nada que sea mentira. Además, no estoy
haciendo nada con carácter definitivo. Sólo trato de darle al muchacho una
oportunidad de probar que vale la pena ayudarlo. De lo que él me demuestre ser,
dependerá su porvenir. Si tiene en las venas la sangre que dice que tiene,
sabrá demostrarlo.
— ¿Qué sangre?
— ¿Dan ustedes su permiso? —Es Yong Hyun, que llega en el preciso instante
en que la situación se hace ya insostenible entre los esposos.
—Adelante, Yong Hyun —invita Jung, aspirando profundamente y agradeciendo
en su fuero interno la llegada de su amigo—. Llega usted en el momento oportuno
de que tomemos ese aperitivo de que hablé antes. No te molestes, Soo Hyang. Yo
mismo ordenaré que lo traigan. —Y al decir esto se aleja, dejando solos a Soo
Hyang y a Yong Hyun.
Soo Hyang ha hecho un vago ademán de detenerle, tensa el alma en la
respuesta no obtenida a sus últimas palabras, pero queda inmóvil, turbada por
aquella mirada con que Yong Hyun parece envolverla, adivinando hasta sus más
recónditos pensamientos.
—A veces vale más no ahondar demasiado en las cosas, ¿verdad? Admitir, sin
profundizar demasiado, que hasta los mejores hombres tienen, caprichos,
debilidades y cometen errores lamentables, que con un poco de indulgencia
pueden disimularse, evitando males mayores.
— ¿Qué trata de decirme, señor Yong Hyun?
—En concreto nada, señora. Hablaba por hablar, como hablo muchas veces,
pero mientras cruzaba esta preciosa casa, para acercarme aquí, pensaba que son
ustedes un matrimonio realmente dichoso y que conservar esa felicidad merece
cualquier pequeño sacrificio de amor propio.
— ¿Para qué me está preparando Yong Hyun?
—Para nada, señora... ¡qué ocurrencia! Es usted demasiado sensata para
necesitar de un consejo mío, mas si por casualidad me preguntara cuál es en mi
opinión la mejor forma de llevarse con el señor Jung, yo le respondería que
esperara. Mi padre, que fue notario de los Jung, me decía siempre: "La
cólera de un Jung es como un huracán: violenta, pero pasajera".
Oponerse a ella en el momento del arrebato, es una verdadera locura. Pero pronto
pasa, y entonces es el momento de reparar lo que destrozaron...
* * *
— ¿VES QUE BIEN estás? Pareces otro. Mírate en el espejo —dice Changmin
a Yunho.
— ¿El espejo...?
—El espejo, claro... Aquí. Mírate. ¿No habías visto nunca un espejo?
—Tan grande, no. Es como un pedazo de agua quieta.
—No le pases la mano, que lo empañas —prohíbe Bautista, el criado—.
¡Habráse visto el salvaje...!
—Déjale en paz. Papá dijo que no lo molestara nadie.
— ¿Y quién lo está molestando? ¿Qué más quiere él? – Yunho ha
retrocedido un paso para mirarse de pies a cabeza en el espejo que tiene
delante. Es, efectivamente, como un gran trozo de agua quieta que le devuelve
entera su imagen... una imagen en la que parece otro, aunque es la primera vez,
en los doce años de su vida, que puede contemplarse como ahora lo está
haciendo. Hay un gran asombro de si mismo en la mirada. Aunque tiene la misma
edad que Jung Changmin, es bastante más alto; su cuerpo, delgado y musculoso,
tiene agilidad de felino; sus manos son anchas y fuertes, casi como las de un
hombre; su frente es amplia y altanera, y sus cabellos castaños, ahora peinados
hacia atrás, la dejan libre, dándole un vago parecido con el dueño de la
hacienda; la nariz es recta; la boca, firme y apretada en gesto amargo, que
haría demasiado duro aquel rostro infantil sin los ojos marrones,
aterciopelados... aquellos admirables ojos, iguales a los de Il Hwa.
—Ahora, ven para que te vean papá y mamá.
— ¿Con el señor...? ¿Con la señora...?
— ¡Pues claro! El señor y la señora son papá y mamá.
—Para ti, pero no para éste —interviene Bautista, despectivo—. Yo creo
que no debes llevarlo al salón.
— ¿Por qué no? Papá me dijo que tenía que enseñarle toda la casa, mis
libros, mis cuadernos, mis trabajos de pintar, mi mandolina y mi piano.
—Enséñale todo lo que gustes, mas si no quieres disgustar a la señora,
no lo lleves al salón, ni a su cuarto, ni a donde ella pueda mirarle.
¿Entendiste? Y tú, entiéndelo también: si quieres quedarte en esta casa, no te
pongas por delante a la señora.
Solo, en aquella aislada habitación que es a la vez biblioteca y
despacho, Jung In Bum ha vuelto a leer la carta que hundiera, arrugada, en sus
bolsillos. La ha leído lentamente, desmenuzándola, deteniéndose en cada
palabra, tratando de penetrar hasta el fondo cada una de sus frases. Después
va hacia la pared central y, apartando unos libros, busca en el fondo de un
estante la puerta disimulada de una pequeña caja de hierro, y arroja allí el
papel, como si le quemara las manos.
— ¡Eh! ¿Quién anda ahí? —indaga al oír cerrarse, cautelosamente, una
puerta.
—Yo, papá.
—Changmin, ¿qué haces escondiéndote en mi despacho?
—No estaba escondiéndome, papá. Entraba para darte las buenas noches...
—En todo el día no había vuelto a verte. ¿Dónde estabas?
—Con Yunho...
—Podías haberte acercado con Yunho. ¿Cómo le quedó, por fin, tu traje?
—Como hecho para él. A mí me quedaba grande, muy grande. Lo que no le
sirvieron fueron mis zapatos. Se lo mandé decir a mamá con Bautista, mas ella
dijo que no importaba que estuviera descalzo. Pero eso es feo, ¿verdad?
—Sí, muy feo. ¿Dónde está ahora Yunho?
—Lo mandaron acostarse.
— ¿Dónde...?
—En el último cuarto del patio de los criados —explica el muchacho, en
tono compungido—. Bautista dijo que así lo mandaba mamá.
— ¡Ya! ¿Y por qué no te acercaste a mí en todo el día?
—Porque andaba con Yunho, y Bautista dijo que mamá no quería que Yunho
se le pusiera por delante. Y como tú has estado todo el día con mamá... Claro
que tú me habías mandado llevarlo por toda la casa, mas como dijo eso Bautista...
¿Hice mal?
—No. Tienes que obedecer a tu madre, como es natural.
— ¿Y a ti no?
—A mí más que a nadie —contesta Jung, tajante—, Mañana nos pondremos de
acuerdo tu madre y yo. Ahora, ve
a acostarte. Buenas noches.
—Buenas noches, papá.
—Aguarda... ¿Qué te parece Yunho?
—Me encanta.
— ¿Te has divertido con él? ¿Has jugado? ¿Le has enseñado tus cosas?
—Si, pero no le gustaron. Estaba muy serio y muy triste. Después
salimos al jardín... nos fuimos más allá, y entonces comenzó lo bueno: Yunho
sabe montarse en los caballos sin ensillarlos, y tirar piedras, tan fuerte y
tan alto, que alcanza a los pájaros que van volando... Y caza lagartijas y
sapos. Cogió viva una serpiente con una horqueta que hizo de un palo, y le dio
vuelta y la metió en una caja. Y no lo mordió, porque él sabe cómo agarrarla.
Me dijo que si tuviéramos un bote iba yo a ver cómo se pesca... porque él sabe
tirar las redes y sacar peces.
—Me lo imagino. Supongo que ése fue su oficio.
— ¿De veras, papá? ¿No es mentira que él puede andar solo en un bote
por el mar?
—No es mentira... pero sigue contándome. ¿Qué más pasó con Yunho?
—Se burlaron de él en la barranca porque andaba descalzo y con mi traje
de paño azul... Le dio una trompada al que estaba más cerca, el cual era más
grande que él, y lo tiró de espaldas. Los demás se fueron. Pero no vas a
castigarlo, ¿verdad, papá?
—No. Hizo lo que me gustaría que tú hicieras si se rieran de ti alguna
vez.
—Pero de mí no se ríe nadie... Se quitan el sombrero cuando paso, y si
los dejo, me besan la mano.
Jung se ha puesto de pie con gesto extraño. Ha acariciado la cabellera de su
hijo; lo empuja suavemente hasta la puerta del despacho y lo despide:
—Vete a dormir, Changmin. Hasta mañana.
Jung In Bum ha cruzado su enorme casa, llevando en la mano una
pequeña lámpara de petróleo, ha atravesado el patio de los criados hasta llegar
a la entornada puerta de aquel último cuarto, donde sobre un jergón de paja,
rendido por las duras emociones del día, duerme el pequeño Yunho.
Un instante alza la luz, iluminándolo. Mira el pecho desnudo, la
cabeza bien formada, el rostro de nobles y regulares rasgos... Así, con, los
ojos cerrados, parece borrarse en él el parecido maternal, y los duros rasgos
de la raza paterna destacan en el rostro infantil...
— ¡Hijo! ¿Hijo mío...? ¡Quizás...! ¡Quizás...!– Una duda sutil y
penetrante, una duda que al brotar parece romper en su corazón algo duro y
frío, subiéndole del pecho a la garganta, como puede subir la lengua quemante
de una llama, ha inundado el alma de Jung In Bum. Solo, contemplando a aquel
niño que duerme, ha sentido por fin el impulso buscado en vano desde antes...
Puede que Han Wie no mintiera, puede que fueran verdad sus últimas palabras...
Y, por primera vez, no es un sentimiento indefinible, mezcla de curiosidad y
rencor, lo que le llena el alma. Es como un hondo orgullo, como una profunda
satisfacción, un violento deseo de que, en verdad, sea de su propio tronco
aquélla rama robusta, ruda y audaz, síntesis ardiente de su espíritu de
aventura y de combate. Cualquier hombre podría estar orgulloso de pensar hijo
suyo a aquel muchacho extraordinario, endurecido como un hombre frente a la
desgracia, y la pregunta se hace afirmación en sus labios:
— ¡Hijo
mío! ¡Sí! ¡Hijo mío...!
Con emoción que le hace temblar, descubre los rasgos iguales... y, por
contraste doloroso, piensa en Changmin, frágil, aun cuando brilla en sus ojos la
mirada de una inteligencia superior; en Changmin, tan igual a su madre,
heredero legal de su fortuna y su apellido, su único hijo ante el mundo...
— ¡In Bum! —Le interpela Soo Hyang con voz alterada, penetrando en el
humilde recinto—. ¿Qué pasa? ¿Qué haces aquí? ¿Qué significa esto?
—Soy yo el que puedo preguntarte —dice Jung, rehaciéndose de la
sorpresa —. ¿Qué
significa esto, Soo Hyang? ¿Por qué no estás ya descansando?
— ¿Puedo acaso descansar, cuando tú...?
—Cuando yo, ¿qué? ¡Acaba!
—Nada... pero quisiera saber desde cuándo vas tú, con una lámpara,
comprobando y velando el sueño de los criados.
— ¡No es un criado!
— ¿Qué es? ¡Dilo de una vez! ¡Dilo!
— ¿Eh? ¿Qué? —Es Yunho que despierta a causa de las alteradas voces—.
El señor Jung... La señora...
—No te muevas... quédate donde estás... Duerme... descansa… y mañana
ve a buscarme en cuanto te levantes —le aconseja Jung.
— ¡Para que me hagas el favor de llevártelo de esta casa!
— ¡Calla! ¡No vamos a hablar delante del muchacho! — Bruscamente la ha tomado del brazo,
obligándola a salir al patio, encendidos los ojos con aquel arrebato de cólera
violenta que le es tan peculiar, y con ira a duras penas contenida, la acusa:
— ¿Es que has perdido el juicio, Soo Hyang?
— ¿Crees que me falta razón para perderlo? —Se exalta Soo Hyang —.
¿Crees que no tengo motivos para estar desesperada? ¡Estabas ahí, viéndole
dormir, contemplándole como nunca miraste a nuestro Changmin!
— ¡Basta, Soo Hyang, basta...!
— ¡Ese niño es tu hijo! No puedes negarlo. Es tu hijo. Tu hijo... y de
alguna de esas perdidas con las que siempre me has engañado. ¿De qué charca lo
sacaste para traerlo a mi hogar, para darlo por compañero a mi hijo?
— ¿Vas a callarte?
— ¡No! ¡No me callaré! ¡Que me oigan los sordos! ¡Porque no voy a
tolerarlo! ¡Es hijo tuyo y no lo quiero aquí! ¡Sácalo de esta casa! ¡Sácalo, o
seré yo la que salga con mi hijo!
— ¿Quieres dar un escándalo?
— ¡No me importa! ¡Saldré! El Gobernador...
— ¡El Gobernador no hace sino lo que a mí me de la gana!—asegura Jung bajando
el tono de voz, que lo vuelve más amenazador—. ¡Vas a hacer el ridículo!
—El Mariscal fue amigo de mi padre, conoce a mis hermanos... ¡El tendrá
que ampararme! ¡Porque yo...!
— ¡Calla! ¡Calla!
— ¡Papá....! ¿Qué le haces a mamá...? —grita Changmin, acercándose
angustiado.
Jung ha soltado el cuello blanco que ya locamente apretaban sus manos; ha
retrocedido tambaleante, mientras su hijo le hace frente con impulso fiero:
— ¡No la toques! ¡No le hagas daño, porque yo... yo...!
— ¡Changmin! —reprende Jung.
— ¡Yo te mato si tú le pegas a mamá!
Jung ha retrocedido aun más, apagada de pronto su rabia, totalmente
desconcertado... Un momento mira sus manos que llegaron hasta el cuello de Soo
Hyang, luego; bruscamente, vuelve la espalda y se pierde entre las sombras...
— ¡Changmin!... ¡Hijo!.... —exclama Soo Hyang, rompiendo a llorar.
—Nadie te hará daño, mamá. Nadie va a hacerte nunca daño. Al que te
haga daño, ¡yo lo mato!
* * *
— ¿QUE ES ESO? ¿El señor Jung...? — Es Yong Hyun, el notario, quien
hace la pregunta a Bautista, el criado.
—Sí... Es el caballo blanco del amo... El diablo anda suelto en esta
casa desde que llegó ese maldito muchacho.
— ¡Calle! ¡Calle! ¡Algo ha tenido que pasar...! – Yong Hyun ha salido
apresuradamente de la lujosa alcoba donde le han instalado. No le basta mirar
por la ventana. Sale al ancho portal que rodea la casa, baja las escalinatas de
piedra, sigue con ojos sorprendidos la blanca silueta de aquel caballo que a
la luz de la luna se pierde ya sobre los campos, Y exclama:
— ¡Señor...! ¡Señor...! ¡Pero qué barbaridad!
Otros ojos han visto alejarse la arrogante figura que es Jung In Bum
sobre su caballo favorito. Otros ojos infantiles, abiertos de sorpresa, acaso
de espanto. Es Yunho. Todo lo ha oído desde aquel último cuarto del patio de
los criados, y ahora, fuera ya de la casa, corre como trastornado hasta que una
mano cae sobre su brazo, reteniéndole rudamente...
—Y tú, ¿a dónde vas? —Inquiere Bautista. —A dónde vas, te estoy
preguntando...
—Yo iba... Yo...
—No tienes que ir a ninguna parte sino a la cama, adonde te han mandado
hace ya dos horas...
—Es que el señor Jung...
—No te importa lo que haga el señor Jung.
—Pero la señora Soo Hyang...
—Ésa menos te importa lo que haga.
—Es que yo vi, yo oí... Yo no quiero que por culpa mía...
—En lo que pase por culpa tuya, tampoco te tienes que meter. Tú no te
gobiernas ni te mandas. Te han traído para que obedezcas y para que te
calles. Anda a tu cuarto. Anda a tu cama, si no quieres que te lo diga de otra
manera. ¡Anda! —Le ha dado un rudo empujón, metiéndolo en el cuarto, y
cerrándolo con llave.
— ¡Ábrame! ¡Ábrame! —grita el muchacho, golpeando con tuerza la puerta.
— ¡Cállate, condenado! Ya te abriré cuando venga el amo. ¡Cállate!
* * *
—Ana, necesito hablar inmediatamente con la señora.
—La señora no quiere ver a nadie, señor Yong Hyun. Tiene la jaqueca...
y cuando la señora tiene la jaqueca, no quiere ver a nadie.
La voz lenta, sin modulaciones, empalagosa y recargada de la doncella
favorita de la señora Jung, se extiende como blanda barrera deteniendo el
ímpetu del notario, que iba a cruzar ya bajo los cortinajes que dan entrada a
las habitaciones privadas de Soo Hyang.
—Lo que tengo que decirle es importante —porfía Yong Hyun.
—La señora no oye a nadie cuando le duele la cabeza. Dice que cuando le
hablan, le duele más. Además, es muy temprano.
—Anúnciame, dile que es urgente, y ya verás cómo me hace pasar.
La doncella ha sonreído mostrando su dentadura blanca, mientras mueve
la rizada cabeza adornada con una diminuta cofia de encaje. Suave y tozuda,
terca y mansa, parece tener el don de agotar la paciencia del notario.
— ¿No has oído que avises a tu señora? ¿Por qué te quedas ahí parada?
—Para avisarle a la señora tengo que hablarle, y la señora no quiere
que le hablen cuando le duele la cabeza...
— ¿Qué pasa...? —interrumpe Soo Hyang, saliendo de su alcoba.
—Perdóneme, señora, pero es necesario que hablemos unos minutos... Es
importante.
—Mucho debe serlo cuando viene usted a las seis de la mañana.
—Es que el señor Jung no ha regresado desde anoche en que salió a
caballo.
— ¿No ha regresado?
—No, señora, y nadie sabe a dónde fue ni por qué salió de ese modo. Yo
le vi pasar como alma que lleva el diablo y pregunté a los sirvientes, pero
ninguno pudo darme razón.
Soo Hyang ha hecho un leve gesto de cansancio, apoyándose en su
doncella. Ni las lágrimas largamente lloradas, ni la noche de insomnio cambian en nada su
aspecto siempre igual: pálida, frágil como una flor de invernadero semi asfixiada
entre estufas, da la impresión de escuchar siempre por primera vez hasta las
cosas que mejor sabe. En este caso, sus labios se aprietan levemente y un breve
y rojo relámpago de rencor cruza por su mirada.
— ¿Qué es lo que pretende usted que yo sepa Yong Hyun?
—Dicen que salió después de hablar con usted. Yo sé que estos días ha
sufrido emociones muy desagradables, que se encontraba en un desastroso estado
de inquietud, de zozobra, de violencia contenida...
—Pues sabe usted más que yo. Por lo visto, es el triste destino de las
mujeres: que no se nos entere de nada. Ha venido usted al peor lugar a
informarse...
El notario ha buscado al niño, con la mirada inquieta, pero Changmin
ha aprovechado la oportunidad para salir de las habitaciones de su madre. Ya
del otro lado de las cortinas, se detiene un instante para oír con interés las
palabras del notario.
—Me atrevería a pedirle un poco de paciencia para el señor Jung en
estos días, señora. Usted es la única persona que puede aliviar su carga o
hacerla más pesada; porque, aunque tal vez haya usted llegado a dudarlo, su
esposo la adora, Soo Hyang.
—Pues tiene una extraña manera de adorarme —se lamenta Soo Hyang, con
amargura—. Pero eso, desde luego, es un asunto personal y privado.
Concretando: no sé a dónde ha ido In Bum ni por qué ha pasado la noche
fuera de casa. Y ahora, excúseme, estoy muy ocupada: preparo mi viaje, con Changmin.
Puede decírselo a mi esposo si es él quien le ha enviado a informarse de mi
estado de ánimo. Salgo y ya envié una carta al Mariscal para que me haga el
favor de recibirme apenas llegue yo a la capital.
* * *
Libre de la compañía de su madre y de la vigilancia de Ana, Changmin se
ha alejado a buen paso. Su cabeza arde... las ideas y los sentimientos parecen
girar dentro de él en revuelta amalgama.
Aquellas duras palabras que jamás escuchara entre sus padres, aquella violencia
de Jung In Bum, a la que hizo frente por amor de hijo y por instinto de
caballerosidad, todo el cúmulo de sucesos extraños que parecen girar en torno
suyo, se agolpan sobre el cielo azul de su feliz infancia, haciéndole sentirse,
por primera vez en su vida, terriblemente desdichado. No quiere hablar a los:
sirvientes, no quiere aumentar con comentarios la pena de su madre... pero
necesita confiar a alguien la angustia, que llena su corazón de niño. Piensa en
su amigo... Por eso busca a Yunho. Pero el cuarto en qué le creía encerrado,
está vacío. De la ventana abierta sobre el campo, falta un barrote qué deja al
descubierto el hueco por donde Yunho escapara... Lo busca con un ansia nunca
sentida, con la amarga sensación de desamparo de quien ve vacilar, por primera
vez, a los que fueran para él evangelio y oráculo: sus padres...
Por la misma brecha que abriera Yunho, Changmin se desliza también,
saltando a la pendiente al mismo tiempo que llama a gritos al fugitivo:
— ¡Yunho...! ¡Yunho...!
Acaba de verlo, ya bastante lejos de la casa, junto a aquel arroyo de
cauce pedregoso que baja a saltos desde la montaña, impetuoso y violento como
lo es todo en aquella isla surgida de los mares al soplo de un volcán, y llega
hasta él, sofocado por la carrera.
—Yunho, ¿por qué no contestabas?
Despacio, Yunho se ha puesto de pie, mirándolo casi con desagrado.
Siente por él una especie de rencor. Es tan distinto a todos los muchachos que
él viera hasta entonces... Es como un muñeco de porcelana que se hubiera
escapado de uno de los adornos del salón. Pero Changmin le sonríe de un modo
varonil y franco, y los ojos le miran afectuosos, sinceros, en una corriente de
irresistible simpatía, a la que "Yunho del Diablo" resiste
encogiendo los hombros...
— ¿Para qué andas gritando? ¿Quieres que me atrapen?
— ¿Acaso te escapaste?
— ¡Claro! ¿No me ves?
—Humm... Bautista le dijo a Ana que te había encerrado para que no
molestaras y yo, en cuanto pude, me escapé del cuarto de mamá para ir a abrirte
la puerta.
—Para no molestar, me largo.
— ¿Largarte? ¿Quieres decir que te vas?
—Pues claro. Pero no sé por dónde... ¡No quiero estar aquí más!
—Pero papá quiere que estés, y yo también. Eres mi amigo y no voy a
dejarte. No te vayas, Yunho. Yo, ahora, también estoy triste... El señor Yong
Hyun le dijo a mamá que tú habías sido muy desgraciado, que habías sufrido ya
demasiado para tus años, y yo, entonces, no lo entendí bien, porque no sabía lo
que era sufrir de verdad.
—Y ¿ahora lo sabes?
—Sí... porque ahora estoy triste. Papá, de pronto, se volvió malo.
— ¿De pronto? ¿Nunca habían peleado antes?
—No... Nunca. ¿Pero cómo sabes que pelearon? ¿Estabas despierto anoche?
—Ellos me despertaron...
— ¿Quiénes? ¿Papá y mamá? Pues a mí, no. Yo estaba levantado. Papá me
había mandado dormir, pero yo, a veces, no le hago caso. De pronto lo vi pasar
y pensé que iba a regañarte por lo que yo le había contado que hiciste en la
tarde. Después pasó mamá, entonces esperé un rato, hasta que oí que gritaban, y
cuando llegué... Bueno, si estabas despierto lo oíste todo. Papá... —la voz se
quiebra en su garganta—. Papá se portó mal con mamá.
Ahora es él quien rehuye la mirada de Yunho, como si le avergonzara
pensar que éste había escuchado la escena pasada. Pero Yunho aprieta los labios
sin responder, sintiéndose hombre frente a Changmin, con la instintiva conciencia
de que debe callar, seguir callando aquel secreto torturante que no sabe si es
mentira o verdad...
—Yo no sé cómo empezó la pelea. Oí que mamá quería irse y que papá no quería dejarla. Y se puso
furioso cuando ella dijo que iría de todos modos a ver al Gobernador y al
Mariscal ese... que no sé ni cómo se llama, pero que era amigo de mi abuelo...
Y entonces... si lo oíste, ya lo sabes. Tuve que meterme para defender a mamá y
papá y yo quedamos peleados. El se fue a caballo y todavía no ha vuelto a la casa.
Por eso estoy triste...
Changmin ha aguardado una respuesta, un comentario, pero nada
responde Yunho, ceñudo y silencioso, por lo que interroga con suavidad:
— ¿Tú crees que papá no volverá más? Yo sé que hay hombres que se
enojan mucho y se van para siempre de su casa.
—Seguro que vuelve.
— ¿Crees que vuelva? ¿De verdad? —exclama Changmin, con alegría. Más
acto seguido, le invade la preocupación—. ¿Pero seguirá peleando con mamá si
vuelve? ¿Y a mí, Yunho? A
mí, ¿crees que papá no va a quererme más?
— ¿Querer...?
— ¿No sabes lo que es querer? ¿Nunca te quisieron? ¿Nunca quisiste a
nadie? ¿Ni a tu mamá?
—Yo no tuve...
—Todos tienen. Será que no te acuerdas. Las mamas son muy buenas y
cuando uno es pequeño lo cuidan mucho y lo duermen en los brazos. Todos tienen.
Hasta los más pobres, los que viven en las barracas. Algunos no se acuerdan,
pero todos tuvieron madre... —De pronto se voltea y exclama—: ¡Oh! Mira esa
gente que viene por allá.
— ¡Ahí Sí...! parece como que traen un muerto...
— ¿Un muerto?
— ¿No sabes lo que es un muerto? ¿Nunca viste un muerto?
—No, nunca lo vi. Pero... eso no es un muerto... Es una camilla de
ramas. Traen a un hombre acostado.
—Herido o muerto...
— ¡Es papá! —Casi grita Changmin, con el espanto reflejado en su
rostro—. ¡Es papá!
Oh!!!! Rayos!!! Este capítulo estuvo muy intenso, demasiadas cosas para el pequeño y huraño Yunho. Changmin por otro lado es demasiado frágil, lindo, imagino que Yunho querrá mucho a este Minne.
ResponderEliminarLas cosas se fueron de las manos, primero por no hablar claramente, pues In Bum no estaba totalmente seguro que fuera su hijo, pero lo sabía dentro de sí, quería a este hijo fuerte, aunque Chamgmin es suyo también, siente que es más sangre de su madre que suya. Es una extraña forma de percepción, pero así era.
Ahora que ha fallecido? Espero que no, porque si no que será del pequeño Yunho!!
Gracias por actualizar :)
noooooooo!!!! se quedo en la mejor parte, no puede, que le habra pasado al padre de Yunho? y si le pasa algo y Yunho queda desamparado? T_T.
ResponderEliminarQue triste historia le toco vivir a Yunho al lado de personas que no lo aprecian, aunque Changmin si lo quiere pero no sabemos como reaccionará cuando se entere que es su hermano.
No me imagino como continuará la historia, solo espero que las cosas mejoren para Yunho, bye unnie y gracias por el capitulo estuvo muy interesante, ojala lo puedas actualizar pronto :)
interesante muy interesante nomas que la mujer esa mama de min es muy mala con yunho el no tiene la culpa de ser muy lindo y el hijo de su marido el que si en lindo y cariñoso es min con yunho el si que me callo bien hasta ahora espero y no se porte mal con yunho en un futuro y que le abra pasado ha el papa de min nervios esperare
ResponderEliminarOhhh como que el señor Jung no supo llevar muy bien el "descubrimiento" de su paternidad sobre YunHo...llevó las cosas a un terrible extremo, que ocurrirá ahora con YunHo????
ResponderEliminaren su afán de alejarse de aquel lugar termino lastimandose, será que pueda sobrevivir al accidente que tuvo????
y Changmin como podrá ese pobre niño seguir????
Caray cada cosas por las que sigue pasando yunho,la señora jung lo desprecia y su padre no acepta el hecho de serlo, changmin es el único que lo aprecia e intentan alejarloa ah y que pasará con yunho? ;; espero que las cosas mejoren y ver como continuara la historia, gracias por actualizar!
ResponderEliminarWow el capitulo me parecio interesante, no me cae la mama de changmin solo espero que el Padre de Yunho no muera, no recuerdo bien como va el inicio de la historia por eso me alegra leerlo y mas con esta adaptacion yunjae.
ResponderEliminarespero puedas continuarlo pronto. Gracias
uuu que interesante . la mama de changmin es mala , no quiere a yunho para nada es pero que no se halla muerto el papa de yunho . gracias por el capltulo
ResponderEliminarque bueno que changmin quiera y ayude a yunho me parece muy tierno :3
ResponderEliminarla mama de changmin la odie que mala mujer y esa tal bautista también que cólerame dan..!!
me imagino que seguirán haciéndole la vida imposible al pobre yunho :(
que le habra pasado al señor Jung In Bum ?? espero que nada grave :(
Gracias esperare ansiosa el próximo capitulo ;)
Pobre Yunho pero menos mal aun tiene a Changmin con el. No me cabien la madre de Chagmin es mala mujer
ResponderEliminarGracias por compartir y espero por el siguiente cap <3
pobre Minni tan inocente y Yunho que lleva la peor parte gracias x compartir
ResponderEliminarWohhhh! Capitulo impactante ... aqui los adultos son basura ... las unicas victimas son esos pobres niños ... A Yunho no parece caerle tan mal Changmin podrian llegar a quererse mucho pero algo me dice que a la larga se convertiran en rivales por culpa de los rencores del pasado ... que sera de Yunho si su padre muere mal que bien el lo pensaba tener
ResponderEliminarQue buen capítulo, muy interesante~ y ese repentino orgullo de In Bum hacia Yunho... no me da buena espina. Bueno, gracias por el capítulo :D
ResponderEliminarPobre Yunho ha sufrido mucho para tan tierna edad, espero que esa señora sea misericordiosa con él, pues no tiene la culpa de los errores de los padres.
ResponderEliminarGracias!!!