lunes, 27 de enero de 2014

El diablo tiene ojos cafes: Capitulo 5

CAPÍTULO 5

Cuando un apartamento quedaba disponible, nunca permanecía vacío mucho tiempo aunque su precio fuese de millones. Daba igual que sólo tuviera setenta metros cuadrados —las dimensiones del apartamento que le habían adjudicado a mi jefe, que me encantaba porque me parecía de lo más acogedor— o ciento cincuenta, porque siempre disponías de las mejores vistas. También contabas con los beneficios adicionales de tener un conserje y un servicio de tintorería disponible las veinticuatro horas del día, cocinas de diseño abarrotadas de cuarzo y granito, apliques en cristal de Murano, cuartos de baño con suelos de mármol travertino y bañeras dignas de un patricio romano, armarios tan grandes que habrías podido aparcar un coche dentro de ellos, y la tarjeta de miembro del club para residentes ubicado en el sexto piso, que ofrecía una piscina de dimensiones olímpicas, un gimnasio y tu propio preparador personal.
Pese a todos aquellos servicios, Yoochun y Junsu se habían mudado. Junsu les tenía un poco de manía a los rascacielos, y ambos pensaban que Chul y Junho necesitaban vivir en una casa con jardín. Ya eran propietarios de un rancho, pero quedaba demasiado lejos de la ciudad y de las oficinas de Yoochun para que pudieran utilizarlo como residencia principal. Así que se buscaron un terreno en la urbanización y se hicieron construir una casita familiar al estilo europeo.
Apenas un apartamento quedaba vacío, nuestra agente inmobiliaria, Na Ri, empezaba a enseñárselo a los posibles interesados. Pero antes de que esas personas pudieran ver una vivienda en el edificio, Na Ri tenía que haber obtenido una referencia de algún banco o bufete legal para asegurarse de que eran gente normal. «Te asombraría —me había contado— la cantidad de chalados que se mueren por echarle una miradita a un apartamento de lujo.» También me reveló que alrededor de una tercera parte de nuestros residentes habían pagado sus apartamentos en efectivo, al menos la mitad de ellos eran altos ejecutivos, y casi tres cuartas partes eran lo que Na Ri consideraba «nuevos ricos».
Una semana después de que un mensajero llevara la chaqueta de Yunho a su oficina tras pasar por el servicio de tintorería, recibí una llamada de Na Ri.
Parecía tensa y un poco alterada.
—Jae, hoy no puedo ir a trabajar. Mi padre ha tenido dolores en el pecho este fin de semana, y ahora está en el hospital y le están haciendo pruebas.
—Oh, lo lamento. ¿Hay algo que pueda hacer?
—Sí —gimió——. ¿Me harías el favor de decírselo a Moo Kyul por mí? De verdad que me sabe fatal. Él dejó claro que debíamos avisar con veinticuatro horas de antelación para tomarnos un día libre.
—Moo Kyul no está —le recordé—. Se tomó un fin de semana largo, ¿te acuerdas? —Por lo que sabía, Moo Kyul estaba teniendo una aventura a larga distancia con un hombre, e iba a visitarlo al menos una vez al mes. Se tenía muy callado su nombre y su profesión, pero a mí me había dado a entender que era alguien muy rico y poderoso, y que estaba colado por él, naturalmente.
Con quién estuviera saliendo Moo Kyul era algo que no podía importarme menos, pero traté de parecer adecuadamente impresionado para que no se sintiera ofendido. Moo Kyul parecía esperar de mí que encontrara fascinantes todos los detalles de su existencia, sin importar lo prosaicos que pudieran ser. A veces repetía las mismas historias, como la de que había pasado un buen rato atrapado en un atasco de tráfico, o que su masajista le había dicho que estaba en muy buena forma, dos o tres veces, incluso cuando yo le recordaba que ya me las había contado. Estaba seguro de que era algo deliberado por su parte, aunque no podía imaginar el motivo, o por qué yo parecía ser la única persona del trabajo a la cual martirizaba.
— ¿Algo más, Na Ri? —pregunté.
—Te quedaría muy agradecida si pudieras ir a mi ordenador e imprimir el último plan de marketing para el señor Kim. Hoy va a pasarse por ahí, y tendría que echarle un vistazo.
—Me aseguraré de que le llegue —dije.
—Y una cosa más... Un tío irá ahí a las nueve para echarle una mirada al apartamento. ¿Podrías enseñárselo por mí? Dile que siento no haber podido acudir a la cita, y que estaré disponible por móvil para responder a cualquier pregunta.
—Claro. ¿Está cualificado?
—Tanto que me dan mareos sólo de estar en la misma habitación que él. —Un suspiro teatral—. Soltero y forrado. ¡Maldita sea! Con las ganas que tenía yo de encargarme de esa visita... Lo único que me consuela es saber que Moo Kyul tampoco podrá verlo.
Me reí.
—Gracias. Y no te olvides de darle el número de mi móvil.
—Entendido.
Mientras rumiaba la frase «soltero y forrado», un escalofrío raro me bajó por la espalda, y de alguna manera... lo supe. Supe quién era el señor Soltero-y-Forrado, y me pregunté qué demonios podía estar tramando.
—Na Ri —pregunté con recelo—, ¿cómo se…?
—Tengo una llamada en espera —dijo ella—. Es papá... Lo siento, pero he de colgar.
Volví a dejar el teléfono en su sitio. Fui al ordenador de Na Ri, y estaba acabando de imprimir su plan de marketing cuando el Conserje, habló por el intercomunicador.
—Na Ri, el señor Jung está en el vestíbulo.
Cuando mi sospecha quedó confirmada, por un momento me faltó la respiración. Sentí aturdimiento, preocupación y una extraña diversión, todo al mismo tiempo.
—Na Ri no ha venido — dije con una voz que me costó reconocer como la mía—. Dile al señor Jung que Kim Jaejoong se encargará de enseñarle el apartamento. Enseguida bajo.
—Muy bien.
Efectué un rápido y discreto repaso en el espejito de mano, me puse un poco de bálsamo labial y me aparté el flequillo de la frente. Llevaba unos pantalones de lana marrón oscuro y un suéter con escote en pico a juego con los pantalones. Ese día había decidido ponerme unos zapatos de salón para estar cómodo en el trabajo. Si hubiera sabido que iba a ver a Jung Yunho, unos zapatos más altos para reducir un poco su ventaja en estatura.
Miré el expediente que Na Ri había preparado sobre Yunho y leí el informe de precualificación, y el expediente casi se me cayó de las manos en cuanto vi las cifras. Cuando Yunho había dicho que su compañía estaba yendo «bien», se había olvidado de mencionar que iba camino de hacerse asquerosamente rico. Esa propiedad de la que estaban obteniendo «unos resultados bastante buenos» debía de haber sido todo un hallazgo. De marca mayor.
Jung Yunho iba a convertirse en todo un magnate del petróleo. Yo no era la persona más adecuada para echárselo en cara, naturalmente. Mi padre estaba muy vinculado con la industria petrolera. E incluso mi hermano mayor, con su compañía de energías alternativas, no había eliminado por completo los combustibles fósiles de su repertorio de actividades. Con un suspiro, cerré el expediente y cogí el ascensor para bajar al vestíbulo residencial.
Yunho estaba sentado en un sillón de cuero negro cerca del escritorio del conserje, hablando con él. Nada más verme se levantó del sillón, y el corazón empezó a latirme tan fuerte que sentí que se me iba un poco la cabeza.
—Señor Jung.
—Hola, Kim.
Un enérgico e impersonal apretón de manos, y nos quedamos de pie el uno frente al otro. Habríamos podido ser dos perfectos desconocidos. Pero había un destello en sus ojos que trajo un nuevo calor a mi piel.
—Lamento que Na Ri no esté disponible esta mañana —dije.
—Yo no —repuso él, al tiempo que me daba un rápido repaso—. Gracias por devolverme la chaqueta. No hacía falta que la mandara a la tintorería.
Eso atrajo la atención del conserje. Giró la cabeza hacia nosotros y sus ojos fueron del uno al otro con un nada discreto interés.
—Me temo que lo único que podré hacer —le dije a Yunho con mi mejor tono de eficiencia profesional— será acompañarlo en un recorrido inicial para que pueda hacerse una idea del apartamento. No soy agente de leasing, así que Na Ri es la que responderá a sus preguntas.
—Estoy seguro de que usted será capaz de responder a cualquier pregunta por mi parte.
Nos dirigimos hacia el ascensor, y un par de mujeres salieron de él, una bastante mayor, la otra más o menos de mi edad. Parecían una madre y una hija que van de compras. Cuando entré en el ascensor y me giré de cara a la puerta, vi que ambas volvían la cabeza para echarle una buena mirada a Yunho.
Tuve que reconocer que los vaqueros le sentaban de muerte. La pana vieja se le ceñía a las caderas, y reseguía las largas líneas de aquellos músculos notables que tenía en los muslos. Y aunque me aseguré de no comprobar qué aspecto tenía visto desde atrás, mi visión periférica se lo estaba pasando en grande.
Pulsé el botón del decimoctavo. Mientras el ascensor subía con silenciosa celeridad, Yunho y yo ocupamos rincones separados.
Él me estudió con franco interés. El suéter de cachemir azul que llevaba ceñía suavemente las duras líneas de su torso.
—Le agradezco que me dedique una parte de su tiempo, Kim.
Él pronunciaba «Kim» con un toque de respeto exagerado que rayaba en la burla.
—Puede llamarme Jaejoong —murmuré.
—Jaejoong —repitió. Oír mi nombre pronunciado por aquella voz que era como alquitrán derretido me hizo sentir una punzada de nervioso placer.
— ¿Qué está haciendo aquí? — Repuse con bastante sequedad—. ¿Realmente está interesado en ese apartamento?
— ¿Por qué no iba a estarlo?
—Vi su dirección en el impreso de precualificación. Ahora mismo está viviendo en en buen lugar. No veo por qué querría mudarse de ahí hasta aquí.
—Ese sitio sólo lo arriendo —respondió sin inmutarse—. No lo he comprado. Y me gusta más esta zona.
Entorné los ojos.
—Supongo que sabrá quiénes vivieron en este apartamento hasta hace poco, ¿no?
—Su hermano y su cuñado. ¿Y qué?
—Que se me hace un poco raro que quiera vivir en el antiguo hogar de Yoochun y Junsu.
—Si tiene disponible algún otro apartamento, también le echaré una mirada.
Salimos del ascensor a los pasillos, todos serenos en sus distintos tonos cremas y grises. Me volví hacia Yunho, y el aire casi crepitó con la mirada retadora que le lancé.
—Este lugar no es mucho mejor que donde vive —dije—. De hecho, en términos de lo que obtienes a cambio de lo que pagas, probablemente haría mejor quedándose donde está.
Yunho enarcó una ceja y me miró como si aquello le hiciera gracia.
— ¿Está intentando aplicar alguna nueva táctica de ventas conmigo?
—No. Me estoy preguntando cuál es su motivo oculto.
— ¿Cuál diría usted que es?
Clavé la mirada en el café insondable de aquellos ojos.
—Creo que no puede olvidar a mi cuñado. — La sonrisa de Yunho huyó de sus labios.
—Está usted muy equivocado. Su cuñado y yo ni siquiera llegamos a acostarnos. Le deseo lo mejor del mundo a Junsu, pero le aseguro que no sueño con él. —Se me acercó un poco más, sin llegar a tocarme, pero sentí como si fuera a… Bueno, no habría sabido decir a qué. Un escalofrío me bajó por la espalda—. Así que mejor lo intenta otra vez —dijo——. Si realmente quiere mantenerme alejado de este edificio, tendrá que encontrar una buena razón.
Retrocedí un poco y tragué aire con un jadeo entrecortado.
—Usted siempre anda buscando problemas —dije—. Eso es una buena razón.
Él volvió a sonreír.
—Aprendí a dejar de buscarlos en cuanto hube cumplido los veinte.
—Tiene cara de que todavía le gusta armarla de vez en cuando.
—No. Me he vuelto de lo más manso.
Por un instante pude ver cómo debía de haber sido cuando hacía travesuras en el colegio, y me lo imaginé intentando convencer a su profesor de que era inocente. Y su sinuoso encanto era tan irresistible que tuve que girar la cabeza para ocultar la sonrisa que acudió a mis labios.
—Seguro que sí —dije mientras lo acompañaba hacia el apartamento.
Me detuve ante la puerta y empecé a teclear números en la cerradura de combinación. Era intensamente consciente de la presencia de Yunho junto a mí. Ahí estaba ese olor otra vez, tan omnipresente que hacía que me costara pensar con claridad.
Apreté el último botón, apenas consciente de lo que hacía. Aunque había utilizado aquel teclado mil veces durante el tiempo que había vivido allí con Yoochun y Junsu, debí de darle a un número equivocado, porque en lugar de abrirse con un suave chasquido, la cerradura emitió unos pitidos.
—Lo siento —dije con un hilo de voz, tratando de mirar cualquier cosa que no fuera Jung Yunho —. He apretado los botones que no debía. Cuando ocurre eso, la cerradura tarda unos segundos en borrar los datos erróneos y reiniciarse. Puede cambiar la combinación poniendo cualquier número que…
—Jaejoong —musitó él.
Me agarré al pomo como si me fuera la vida en ello. Luego tuve que carraspear antes de que me fuera posible emitir un sonido.
— ¿Qué?
— ¿Por qué lo pongo tan nervioso? —Su voz era muy suave, y la sentí llegar hasta una parte de mí que todavía estaba en carne viva. Una sonrisa burlona aleteó en sus labios—. ¿Teme que intente propasarme con usted?
No pude responder. «No aguanto más», pensé con desesperación. Una oleada de calor fluyó por mi cuerpo, otra capa de color superponiéndose a la primera. El corazón me latía tan fuerte que me dolía. Lo único que pude hacer fue mirar a Yunho sin pestañear, la espalda pegada a la puerta mientras él se inclinaba sobre mí. Se acercó un poco más, impartiendo gradualmente la presión de su cuerpo hasta que sentí el contacto de sus duros músculos en varios sitios a la vez. Cerré los ojos, avergonzado por la rapidez con que me había puesto a jadear.
—Entonces acabemos de una vez —murmuró—, y así podrá dejar de preocuparse.
Su oscura cabeza se inclinó y acercó su boca a la mía. Yo alcé los puños, los brazos tensos sobre el pecho en una rígida barricada. No podía decidirme a apartarlo, pero tampoco podía dejar que tomara posesión de mí de aquella manera. Sus brazos subieron alrededor de mí, el abrazo firme pero delicado, como si tuviera cuidado de no llegar a aplastarme. Nuestros alientos se mezclaron, y sentí que el calor palpitaba nerviosamente en mi entrepierna.
La boca de Yunho se movió, tomando mi labio superior primero y el inferior después, para abrirlos suavemente. Cada vez que yo pensaba que el beso podía cesar, se prolongaba y se tornaba aún más profundo, y el paladar empezó a cosquillearme como si me estuvieran dando a comer algo inmensamente dulce. Sentí la sedosa caricia de su lengua... un lento saborear… Otro… Y mi cuerpo se aflojó contra el suyo, disolviéndose en un mar de sensaciones.
Su ternura me había dejado tan desarmado que por un instante casi me olvidé del nudo de miedo que notaba en el estómago. Me quedé inmóvil, respirando a Yunho, sintiéndolo a mí alrededor… Pero era como si él estuviera en todas partes, y yo sabía que no le costaría nada imponerme su voluntad. Daba igual lo tierno y delicado que pudiera llegar a mostrarse, porque la sensación de desamparo me era de todo punto insoportable. Apartando la boca de la suya, puse punto final al beso con algo parecido a un gimoteo.
Sentí que sus labios me rozaban la coronilla, y luego me soltó muy despacio. Bajó la mirada hacia mí, y el café de sus ojos me pareció más intenso.
—Ahora enséñeme el apartamento —susurró.
Por puro azar —aún no era capaz de extraer un solo pensamiento coherente de mi cerebro— conseguí marcar la combinación correcta y abrir la puerta.
Como no estaba seguro de cuánta distancia podría recorrer sin caer redondo, dejé que Yunho explorara el apartamento por su cuenta. Fue por los tres dormitorios, examinando los acabados, los apliques y las vistas. En la sala, una pared toda de ventanales ofrecía una espectacular panorámica, con la ciudad extendiéndose en una mixtura de bloques de oficinas, centros comerciales, mansiones y pequeñas casas, lo humilde y lo suntuoso coexistiendo tranquilamente.
Mientras contemplaba la larga y esbelta forma de Yunho silueteada contra aquellos ventanales, pensé que el apartamento le iba que ni pintado. Él quería que la gente viera que había triunfado. Y tampoco podías culparlo por eso. Si querías que te hicieran un sitio en la mesa, necesitabas tener ropas de diseño, coches de lujo, un ático dúplex en un rascacielos, una mansión y una esposa o esposo parecido a un modelo.
Tenía que romper el silencio, y al final decidí hablar.
—Junsu me contó que usted había trabajado en muchas torres de perforación —dije, y me apoyé en la encimera de la cocina sin dejar de observarlo—. ¿Qué hacía exactamente?
Él me miró por encima del hombro.
—Era soldador.
«No me extraña», pensé, y no me di cuenta de que también lo había dicho en voz alta hasta que lo oí hablar.
— ¿Por qué no le extraña?
—Lo decía por... por sus hombros y sus brazos —murmuré, apurado.
—Oh. —Se volvió hacia mí, las manos aún metidas en los bolsillos—. Pues sí, cuando eres un poco corpulento y estás trabajando en una torre de perforación, siempre te eligen para las labores más pesadas; las soldaduras y todo eso que los subcontratistas no pueden hacer. Así que los días en que me tocaba ir torre arriba y torre abajo, tenía que llevar a cuestas los cincuenta kilos que pesa un especial... y le aseguro que eso pone en forma a cualquiera.
— ¿Un especial es algún tipo de generador?
Yunho asintió con la cabeza.
—Los últimos modelos tienen las asas más separadas, de manera que se pueden llevar entre dos. Pero la versión más antigua, la que yo tenía que transportar de un lado a otro, sólo podía ser llevada por un hombre. Dios, acababa con los músculos tan hechos papilla que… —Sonrió y se frotó la nuca, como si recordara dolores de un pasado ya lejano—. Pero tendría que haber visto a los otros soldadores. Comparado con ellos yo parecía lo que se dice un fideo.
—Vaya —dije.
Se acercó sonriendo y se apoyó en el otro extremo de la encimera.
— ¿Le gustaba ser soldador? —pregunté, otra vez un poco nervioso—. Quiero decir, ¿era lo que usted quería hacer?
—Quería hacer cualquier cosa que me llevara fuera.
— ¿De donde creció?
El asintió.
—Me rompí una rodilla jugando al fútbol, así que no había posibilidad de conseguir una beca. Y si no llegas a ir a la universidad, tus opciones están muy limitadas. Yo sabía soldar, por mi época de poner vallados. No me costó demasiado conseguir el certificado profesional. Y por un amigo que trabajaba en los pozos supe que los soldadores ganaban ochenta la hora.
— ¿Se imaginó alguna vez que seguiría progresando hasta… esto? —pregunté, mientras abarcaba con un movimiento de la mano el apartamento impecable que nos rodeaba.
—No. Nunca imaginé que yo… —Pero entonces me miró a los ojos y se quedó callado. Por un momento pareció estar sopesando las implicaciones de sus palabras, preguntándose cuál sería mi reacción si me decía la verdad—. Sí, siempre supe —dijo finalmente, casi en un susurro— que haría lo que hiciera falta. Vivir en un parque para caravanas, corretear con una pandilla de chicos descalzos... Ya me habían organizado la vida, y no me hacía ninguna gracia cómo pintaba. Así que siempre supe que aprovecharía la ocasión en cuanto se presentara. Y si no se presentaba, ya me encargaría yo de hacer que ocurriera algo.
Yo estaba empezando a entender la tremenda dosis de impulso y energía que habría necesitado, y por eso me sorprendió aquel atisbo de algo parecido a la vergüenza o el ponerse a la defensiva que había en su tranquila admisión.
— ¿Por qué le molesta reconocer que era ambicioso?
Yunho me miró con perplejidad, como si fuera una pregunta que nunca le habían hecho antes. Hubo una pausa cargada de recelo, y luego dijo:
—Enseguida aprendí a guardármelo dentro. La gente se ríe de ti si no lo haces.
— ¿Por qué?
—Es como los cangrejos en una caja. —Vio que yo no entendía y se explicó—: Puedes meter un montón de cangrejos en un recipiente pequeño, y ninguno de ellos se escapará. Porque en cuanto uno de ellos intenta subir por las paredes para salir, los demás tiran de él hasta que vuelve a acabar dentro.
Nos miramos a los ojos, con los antebrazos apoyados en la encimera que se interponía entre nosotros. Su presencia me resultaba demasiado próxima, demasiado intensa, como si alguna corriente hubiera empezado a fluir entre nosotros. Retrocedí y aparté la mirada, cortando la conexión.
— ¿Qué hacía usted, cuando se caso? —preguntó.
—Estuve trabajando en un hotel por poco tiempo. Luego me quedé en casa alrededor de un año.
Un destello burlón brilló en sus ojos.
— ¿Haciendo qué? ¿Ser un esposo trofeo, quizá? — Habría preferido morir antes que responder a aquella pregunta, así que me limité a murmurar:
—Sí, era bastante aburrido.
— ¿Por eso se acabó su matrimonio? ¿Lo encontraba demasiado aburrido?
—Más o menos. —Le leí la expresión, y más que preguntar, dije—: Piensa que he estado demasiado mimado, ¿verdad?
Yunho no se molestó en tratar de negarlo.
—Lo que pienso es que debería haberse casado con alguien que hubiera sabido tenerlo un poco más entretenido.
—Nunca debí haberme casado. No tengo madera de esposo.
—Eso nunca se sabe. Puede que algún día quiera volver a intentarlo.
Sacudí la cabeza.
—Ningún hombre volverá a tener esa clase de poder sobre mí nunca más.
—Pero si el que tenía todo el poder era usted, querido —dijo Yunho, ahora con una sombra de desprecio en la voz—. Es hijo de un hombre rico.
Por supuesto. Eso era lo que parecía desde fuera. Nadie podía saber que yo no había tenido ningún poder sobre nada.
—Todo el tema del matrimonio es aburrido —dije—. Especialmente el mío. Y preferiría que dejara de llamarme «querido». —Salí de detrás de la encimera, los brazos cruzados sobre el pecho—. ¿Qué le parece el apartamento?
—Me gusta.
—Es mucho espacio para un hombre solo, ¿no?
—Crecí en una familia de cinco que vivía en una caravana. Después de eso, no me importa tener mucho espacio.
Intenté recordar lo que me había contado Junsu acerca de su familia.
—Dos hermanos y una hermana, ¿no?
—Sí. —Una sombra cruzó por su rostro—. Mi hermana murió el año pasado de cáncer de pecho. Luchó hasta el último momento. Dos mastectomías, cuatro meses de quimioterapia. Yo la habría llevado a cualquier rincón del mundo, pero todos decían que ya la estaban tratando en el mejor sitio. Al final empezaron a darle Arimidex, que ella decía era peor que la quimioterapia. Nada de lo que probaron pudo evitar que los análisis fueran saliendo cada vez peor.
—Lo siento. —Me hubiera gustado hacerle sentir hasta qué punto lo entendía, incluso las cosas que él no había dicho. Me encontré yendo hacia él, y acabé apoyándome en el mismo lado de la encimera—. Sé lo que es perder a alguien de esa manera. Mi madre también murió de cáncer de pecho. Con la diferencia de que ella nunca llegó a pasar por la quimioterapia. Se lo descubrieron demasiado tarde. Estaba en la fase cuatro con metástasis pulmonares. Mi madre prefirió vivir menos tiempo, con una mejor calidad de vida, a prolongar la cosa y pasar por toda la cirugía y los tratamientos, que de todas formas tampoco hubieran servido de nada.
— ¿Qué edad tenía usted? —preguntó Yunho en voz baja.
—Quince años.
Sin dejar de mirarme, extendió la mano hacia mí para apartarme el flequillo, que me había caído encima de un ojo.
—Jaejoong... dígame que no coja el apartamento, y no lo cogeré. De otro modo, lo quiero. De usted depende.
Abrí mucho los ojos.
—Yo... yo... Su decisión no tiene nada que ver conmigo. No me haga parte de ella.
— ¿Le molestaría tenerme viviendo aquí?
—Claro que no —dije demasiado deprisa. Yunho sonrió con indolencia.
—No soy un hombre de demasiados talentos... pero los pocos que tengo resultan útiles. Por ejemplo, siempre sé darme cuenta si me están mintiendo.
No me quedó más remedio que afrontar la verdad.
—Vale. Podría molestarme un poco.
— ¿Por qué?
Sabía cogerme desprevenido. Pude sentir cómo se me aceleraba el pulso. No hubiese sabido decir qué tenía Yunho que siempre conseguía atravesar mis defensas. Maldición, era astuto. Agresivo, avasallador, pero lo bastante inteligente para cubrirlo todo con una capa de don de gentes. Era diez veces más hombre que Siwon, y era simplemente demasiado, demasiado en todos los aspectos. Si dejaba que se me acercara alguna vez, me tendría más que merecido lo que sucediera, y sabía que los resultados no serían nada agradables.
—Oiga —dije secamente—, tanto si se viene a vivir aquí como si no, debería tener muy claro que no estoy interesado en ninguna clase de… lo que sea… con usted.
No apartó los ojos de mí. Se le oscureció la mirada.
—Defina «lo que sea».
—En este caso significa sexo.
—Ése es uno de mis talentos —me informó él.
Nervioso como estaba, casi sonreí.
—Estoy seguro de que eso hará muy felices a algunos residentes. —Hice una pausa para dar más énfasis a lo que me disponía a decir, y añadí—: Pero yo no figuraré entre ellos.
—Entendido. Bueno, Jaejoong, ¿dónde voy a tener que residir? ¿Aquí?
Hice un gesto de impaciencia para indicar que me daba absolutamente igual.
—Múdese aquí si quiere. Estamos en un país libre.
—De acuerdo. Lo haré.

No me gustó la forma en que lo dijo. Como si acabáramos de hacer alguna clase de trato.

23 comentarios:

  1. y jae por que no quiere tenerlo tan cerca acaso tiene miedo de que lo conquiste pues si ya lo a echo a jae le gusta yunho por eso lo pone taaaan nervioso y si a yunho le gusta jae pues que se deje llevar por lo que sienten el uno por el otro jae no debería de tenerle miedo a yunho si con el sera feliz no como le fue con el sinvergüenza de siwon yunho es diferente y sera tierno y cuidara de jae

    ResponderEliminar
  2. Oww! Muy candente el asunto del departamento! Aunque se ve a leguas que Yunho ha tenido una vida dura y que le ha costado llegar hasta donde está, bien por él! Aunque lo que desee ahora sea a JaeJoong, quien está más perdido que los niños perdidos de peter pan, pero espero que juntos encuentren un camino donde Jae pueda superar todos sus traumas.
    PD. Que fogoso beso!!!

    ResponderEliminar
  3. Jae apesar de que siente atraccion por Yunho, el miedo a que le pase lo mismo que le paso con Siwon no lo deja avanzar.

    Ambos han pasado por cosas muy dolorosas y con esto del departamento, me da que fue como una especie de reto: "me quedo y te conquisto" "haber si lo logras" xDD

    Me encanto el capo y el beso mas!!!

    ResponderEliminar
  4. Y de alguna forma u otra yunho y jaejoong siempre se encuentran y pasan por cada cosas, jae a leguas se nota que se siente atraído por yunho y viceversa aun le cuesta trabajo aceptarlo luego de todo lo que pasi debido a siwon ah, y yunho sin saberlo y tener otra impresió. Espero las cosas avancen entre estos dos, gracias por actualizar ! ^^

    ResponderEliminar
  5. wow interesante el capi
    yo creo ke los sentimientos los tienen alli es mas ke la primera vex ke se conocieron solo ke ahora se estan mostrando mas
    y jae tambien lo sabe solo ke tiene miedo
    y mas el beso wow
    de echo yunho le ensenhara lo ke en verdad es el amor

    ResponderEliminar
  6. :D estaba esperando co ansias las continuacones de las historias todas estan muy interesantes ....
    Pero definitivamente Jae debe tomerlo con mas calma que tal si lo intenta con Yunho, claro con mas tiempo, se nota que le tiene unas ganas que no se haga el desentendido :).

    Y yunho me mata con su actitud tan genial y sexy jajajaj, yo que tu Jae ya hubiera atracado jajaajj.

    Ojala pronto haya continuacion, bye unnie.

    ResponderEliminar
  7. Me alegra que actualizaras, me gustaria que Jae le diga la verdad a Yunho ya que parece que el esta mal interpretando todo y cree que Jae se divorcio por un berrinche de niño rico, ojala arreglen sus diferencias y Jae pueda superar el trauma que le dejo siwon

    ResponderEliminar
  8. jae tiene miedo toda via no supera su matrimonio y yunho. piensa que jae es un niño Nimado que no tenia nada que hacer en su matrimonio , gracias por el capitulo

    ResponderEliminar
  9. Ohhhh, pobre Jae asustadito :C
    Gracias por el capitulo, espero que pronto puedes subir uno nuevo ^^

    ResponderEliminar
  10. Waaaa no entendí w.w eso significa q yunho y Jae van a vivir en el mismo departamento?? Alguien me puede ayudar por favor? Y bueno esta historia cada vez se va poniendo más interesante solo espero q Jae ya no sufra

    ResponderEliminar
  11. hay jae dale una oportunidad a yunni se que te va ser feliz el no te va a ser nada malo como el desgraciado de siwon y también se jae que aunque lo niegues tu ya te estas enamorando de yunni y sin saberlo o no saber pero lo quieres negar me muero por saber que mas pasara y mas si van a vivir en el mismo departamento bueno estaré esperando con ansias el siguiente capitulo bye :)

    ResponderEliminar
  12. OOOOOh cada vez estan mas cerca uno al otro ^-^ No tengas miedo de avanzar animos hahah XD

    ResponderEliminar
  13. juntitos siiiiiii
    ya los quiero ver con algo mas serio xd
    continuare leyendo n,n

    ResponderEliminar
  14. se besaron...! (*w*)
    me imagino que poco a poco se le va ir el miedo que jaejoong le tiene a Yunho , Jae merece darse una nueva oportunidad para el amor :3 y quien mejor que yunho <3 <3 <3

    ResponderEliminar
  15. xD
    Solo dire que me encanto,,,,,,,,*w*

    ResponderEliminar
  16. Me encanta la química que tienen los dos XD

    ResponderEliminar
  17. kyaaa Me encanta! Me encanta!!!!! *W* Y se volvieron a besar... asjdbsajdbk De a poco Joongie va a sentirse cada vez mas seguro con el...

    ResponderEliminar
  18. bueeenooo.... ese par va progresando xD

    ResponderEliminar
  19. Muero está demasiado interesante *----* se nota la tensión entre ellos!!1Gracias

    ResponderEliminar
  20. Yunho practicamente le pidio permiso a Jae para comprar el departamento ... y es obvio que algo se trae entre manos .
    .Esta muy interesante

    ResponderEliminar
  21. Yunho tiene un concepto de Jae como que es un mimado, temo que le haga daño si se vinculan por eso conceptos preconcebidos,,, no quiero que Jae siga sufriendo. no es un mimado ni un bueno para nada, no entiendo por qué tiene pinta de eso si nunca lo demostró. solo tuvo la desdicha o dicha, según cómo se vea, de nacer en cuna de oro.
    ojalá Yunho no sea déspota y lo trate desdeñosamente por eso. gracias por el capitulo

    ResponderEliminar
  22. Están tan atraídos el uno del otro, pero Jae está muy lastimado y con terror a abrir su corazón.

    Yunho debería investigar bien a Jae para se de cuenta que no es ningún niño mimado y que su matrimonio fue una pesadilla por culpa de Siwon.

    Gracias!!! 💗💕💞

    ResponderEliminar
  23. Hmm, JJ tiene una muralla de miedo. No permite que se le acerque porque le hace sentir lo que nunca a sentido, y teme que YH lo controle aun mas de lo que hizo Siwon. Bueno YH, paciencia y lo lograrás.

    ResponderEliminar