Capítulo 3
La luz del sol entraba a torrentes por las ventanas abiertas y
caía oblicuamente sobre el suelo cubierto de juncos, jugando con las pequeñas
motas de polvo que centelleaban como partículas de oro. Era un perfecto día de
primavera; el primero de mayo. Brillaba el sol y en el aire flotaba esa dulzura
que só1o la primavera puede aportar. La habitación, grande y abierta, ocupaba
la mitad del cuarto piso. Sus ventanas daban al sur y dejaban entrar luz
suficiente para calentar la estancia. El ambiente era sencillo, pues Kim Tae
Woong no gustaba de malgastar el dinero en cosas que le parecían frívolas, como
alfombras y tapices.
Sin embargo, esa mañana el cuarto no parecía tan austero. Todas
las sillas estaban cubiertas de color, pues había vestiduras por todas partes:
bellas, lujosas prendas, todas habrían pasado inadvertidas, de no ser porque su
figura opacaba el brillo de las telas y las joyas. Sus pequeños pies estaban
enfundados en suave cuero verde, forrado y ribeteado de armiño blanco con
manchas negras. Por encima de la cintura, el traje se ajustaba bien a su
cuerpo. Las largas mangas se estiraban desde las muñecas hasta por debajo del
cinturón. Su talle era muy esbelto. El escote cuadrado exhibía el pecho llenos
de Jaejoong. La falda era una blanda campana que se mecía con suavidad al
caminar.
Su tela era un tejido de oro, frágil y pesado, iridiscente al sol.
Le rodeaba la cintura una estrecha banda de cuero dorado con incrustaciones de
esmeraldas. En su frente, un fino cordón de oro sostenía una esmeralda grande.
Le ceñía los hombros un manto de tafetán verde, completamente forrado de
armiño.
En cualquier otro, el mero brillo de ese atuendo verde y dorado
habría sido excesivo, pero Jaejoong era más bello que prenda alguna. La
cabellera oscura le pendía hasta la pequeña cintura.
Mantenía alto el mentón y apretadas las fuertes mandíbulas.
Aunque pensaba en los horribles sucesos que sobrevendrían, sus
labios se mantenían suaves y llenos. Pero eran los ojos los que llamaban la
atención: su color intenso captaba la luz solar y los destellos de su traje.
Giró apenas la cabeza para contemplar el bello día. En cualquier
otro momento habría sentido deseos de montar a caballo para cruzar praderas
floridas, pero ese día permanecía muy quieto, cuidando de no moverse para no
arrugar el vestido. Sin embargo, no era su atuendo lo que lo mantenía tan
quieto, sino lo triste de sus pensamientos. Pues aquel era el día de su boda,
día largamente temido, que acabaría con su libertad y con la felicidad
conocida.
De pronto, se abrió la puerta y sus dos doncellas entraron en la
gran habitación. Estaban ruborizadas, pues habían venido corriendo desde la
iglesia, adonde habían ido para echar un primer vistazo al novio.
–Oh – dijo Maud – ¡es tan apuesto! Alto, de pelo y ojos castaños –
dijo con un suspiro dramático.
Sus ojos danzaban al observar a su amo. No le gustaba verlo tan
desdichado.
–Y camina así–agregó Joan.
Echó los hombros hacia atrás, hasta que los omóplatos llegaron
casi a juntarse, y dio varios pasos largos y firmes por el cuarto.
–Sí–aseveró Maud–es orgulloso. Tan orgulloso como todos los Jung.
Actúan como si fueran los dueños del mundo.
–Ojalá fuera así–rió Joan.
Y miró de soslayo a Maud, que hacía lo posible por no reír con
ella. Pero Maud estaba más atenta a su señor. Pese a todas las bromas, Jaejoong
no había esbozado siquiera una sonrisa. La muchacha alargó una mano, indicando
a su compañera que guardara silencio.
–Señor –dijo en voz baja– ¿hay algo que desees? Tenemos tiempo,
antes de partir hacia la iglesia. Tal vez...
Jaejoong meneó la cabeza.
–Ya no hay ayuda posible para mí. ¿Mi madre está bien?
–Sí. Descansa antes de montar para ir a la iglesia. La distancia
es larga y su brazo...
Maud se interrumpió, captando la expresión dolorida de su ama. Jaejoong
se culpaba por la fractura de Chae Young. Le bastaban sus remordimientos sin
que Maud cometiera la torpeza de recordársela. Maud habría querido darse de
puntapiés.
– ¿Estás listo?–Preguntó con suavidad.
–Mi cuerpo está listo. Sólo mis pensamientos necesitan más tiempo.
¿Tú y Joan encárguense de mi madre?
–Pero, señor...
–No–interrumpió Jaejoong –Quiero estar solo. Tal vez sea mi último
instante de intimidad por algún tiempo. ¿Quién sabe qué traerá el mañana?
Y tornó a mirar hacia la ventana.
Joan iba a replicar a tanta melancolía, pero Maud se lo impidió.
Joan no comprendía a Jaejoong. Tenía fortuna, este era el día de su boda y, por
añadidura, iba a casarse con un caballero joven y apuesto. ¿Por qué no era
feliz? Se encogió de hombros, resignado, mientras Maud la empujaba hacia la
puerta.
Los preparativos para la boda habían requerido semanas enteras.
Sería una festividad suntuosa y compleja, que costaría a su padre las rentas de
todo un año. Jaejoong había anotado en los registros cada compra, extrañado por
las miles de piezas de tela necesarios para formar los grandes doseles, a fin
de cobijar a los invitados. ¡Y la comida que se iba a
servir! Las listas
eran interminables.
Y todo eso por algo que él detestaba desesperadamente.
A casi todos los niños como él se les educaba para que consideraran
el matrimonio como parte del futuro. No era el caso de Jaejoong. Desde el día
de su nacimiento, se le había tratado de modo diferente. Su madre estaba ya
desgastada por los abortos y por los años pasados junto a un esposo que la
castigaba a la menor oportunidad. Al contemplar aquella menudencia de vida pelinegra,
Chae Young quedó prendada. Aunque nunca se oponía a su esposo, por esa criatura
se enfrentaría al mismo Diablo. Quería dos cosas para su pequeño Jaejoong:
protección contra un padre brutal y violento, y la seguridad de que jamás
caería en manos de hombres similares.
Por primera vez en muchos años de matrimonio, Chae Young se irguió
ante el esposo al que tanto temía y exigió que su hijo fuera destinado a la
Iglesia. Poco le importaba a Tae Woong lo que fuera de la madre o del hijo.
¿Qué le importaba ese niño? Tenía dos hijos de su primera esposa; lo único que
había podido darle esa mujer medrosa y gimoteante eran bebés muertos y un niño inútil.
Riendo, aceptó que el niño fuera entregado a las monjas a la edad debida. Pero
para demostrar a aquella criatura gemebunda lo que pensaba de sus exigencias,
la arrojó por la escalera de piedra. Chae Young aún renqueaba de resultas de
una doble fractura en la pierna, pero había valido la pena. Conservaba a su
hijo consigo, en completa intimidad. A veces, ni siquiera recordaba que era
casada. Le gustaba imaginar que era viuda y que vivía sola con su encantador
hijo.
Fueron años felices en los que adiestró a su niño para la exigente
carrera del convento.
Y ahora todo eso quedaría en la nada. Jaejoong iba a convertirse
en esposo: un hombre sin más poder que el que le permitiera su esposo y señor.
Jaejoong nada sabía de la vida de esposo: cosía mal y no sabía tejer. Nadie le
había enseñado a permanecer sentado y quieto durante horas, permitiendo que los
Sirvientes trabajaran por él. Peor aún: Jaejoong ignoraba el sometimiento. Un
esposo debía mantener los ojos bajos ante su marido y pedir su consejo en todo.
A Jaejoong, en cambio, se le había enseñado que algún día seria. Miraba a su
padre y a sus hermanos de frente, ni siquiera se acobardaba cuando el padre le
levantaba el puño. Eso, por algún motivo, parecía divertir a TaeWoong. Su
orgullo no era común entre los hombres como él... ni tampoco entre la mayoría de
los hombres, en realidad. Caminaba con los hombros echados hacia atrás y la
espalda erguida.
Ningún hombre toleraría que, con voz serena, analizara las
relaciones del rey o expresara sus radicales opiniones sobre el tratamiento de
los siervos. Jaejoong, en cambio, solía dejar que sus doncellas le eligieran la
vestimenta, pero en cuanto faltaban de las despensas dos sacos de lentejas, su
ira era formidable.
Chae Young se había tomado grandes molestias para apartar a su
hijo del mundo exterior. Temía que algún hombre, al verlo, lo solicitara, y que
Tae Woong accediera al enlace. Eso equivaldría a perderlo. Jaejoong debería
haber ingresado en el convento a los doce años, pero su madre no soportaba
separarse de él. Lo conservó consigo año tras año, egoístamente, sólo para que
todos sus esfuerzos se disolvieran en la nada.
Jaejoong había tenido meses enteros para hacerse a la idea de que
se casaría con un desconocido. No lo había visto ni quería verlo, demasiado
tendría que tratarlo en el futuro. No conocía a más hombres que su padre y sus
hermanos; por lo tanto, esperaba una vida junto a un hombre malvado; lo
imaginaba nada instruido e incapaz de aprender algo, salvo el uso de la fuerza.
Siempre había planeado escapar de una existencia semejante; ahora sabia que era
imposible. En el curso de diez años ¿sería como su madre?
¿Un ser trémulo, siempre temeroso, cuyos ojos se desviaban hacia los rincones?
Jaejoong se levantó, y la pesada falda de oro cayó al suelo con un
agradable susurro. ¡No sería así! Jamás mostraría su miedo a aquel hombre.
Sintiera lo que sintiera, conservaría la cabeza en alto y la mirada firme.
Por un momento se le encorvaron los hombros. Sentía temor de aquel
desconocido que sería su amo y señor. Sus doncellas reían y hablaban de sus
amantes con alegría. ¿Acaso el matrimonio de los nobles podía ser igual?
¿Habría caballeros capaces de amor y ternura?
Lo sabría en poco tiempo.
Volvió a erguir los hombros. Le daría una oportunidad, se dijo
para sus adentros. Sería como su espejo: cuando su esposo se mostrara amable,
él sería amable. Pero si él era como su padre, se encontraría con la horma de
su zapato.
Ningún hombre había mandado nunca sobre él y jamás lo haría. Ese
fue su juramento.
– ¡Señor!–Llamó Joan, excitada, irrumpiendo en el cuarto–Afuera
están Sir Taecyeon y su hermano, Sir Changmin. Han venido a veros. –Como su amo
la miraba inexpresivamente, puso cara de exasperación. –Son los hermanos de su
esposo, mi señor. Sir Taecyeon quiere conocerlo antes de la boda.
Jaejoong hizo un gesto de asentimiento y se levantó para recibir a
los visitantes. El hombre que iba a desposarlo no evidenciaba interés alguno
por él. Hasta el compromiso había sido realizado por medio de un representante.
Y ahora no era él quien la visitaba, sino sus hermanos. Respiró hondo y se
obligó a no temblar, aunque estaba más asustado de lo que había pensado.
* * *
Taecyeon y Changmin descendían juntos la amplia escalera de la
casa Kim. Habían llegado apenas la noche anterior, pues Yunho insistía en
postergar el inminente enlace hasta el último instante. Taecyeon trató de que
visitara a su novio, pero él se negó. Puesto que tendría que verlo durante
tantos años venideros, ¿a qué encarar anticipadamente la maldición?
Cuando Changmin regresó del compromiso, tras oficiar de
representante, fue Taecyeon quien le interrogó con respecto al heredero. Como
de costumbre, Changmin dijo poca cosa, pero Taecyeon adivinó que estaba ocultando
algo. Y al verse frente al novio, comprendió qué era.
– ¿Por qué no dijiste nada a Yunho?–Acusó–Sabes cuánto teme que se
trate de un heredero feo.
Changmin no sonrió, pero le brillaban los ojos al recordar a su
futuro cuñado.
–Tal vez convenga demostrarle, por una vez, que puede equivocarse.
Taecyeon sofocó una carcajada. A veces Yunho trataba a su hermano
menor como si fuera un niño y no un hombre de veinte años. El hecho de que Changmin
no le describiera la belleza de su novio era pequeño castigo para tanto
autoritarismo.
– ¡Pensar que Yunho me lo ofreció y ni siquiera hice el intento!
Si lo hubiera visto habría peleado por él. ¿Te parece que es demasiado tarde?
Si hubo respuesta, Taecyeon no la escuchó. Sus pensamientos
estaban fijos en aquel cuñado. Después de enfrentarse a sus ojos, ya nada vio. Kim
Jaejoong lo había encarado con una mirada inteligente y serena, como
evaluándolo. Taecyeon, incapaz de pronunciar palabra, se sentía sumergido en la
corriente de aquellos ojos, Jaejoong no hacía caritas ni reía infantilmente,
como casi todos los vírgenes: lo miraba de igual a igual, y esa sensación le
resultó embriagadora. Changmin tuvo que darle un codazo para que hablara,
mientras el otro se imaginaba llevándoselo lejos de aquella casa y de toda
aquella gente para hacerlo suyo. Había sentido la necesidad de marcharse antes
de tener más pensamientos indecentes con respecto al prometido de su hermano.
–Changmin–dijo al bajar, conteniendo la risa–tal vez podamos
desquitamos de nuestro hermano mayor por habernos exigido tantas horas en el
campo de adiestramiento.
– ¿Qué planes tienes?–Los ojos del menor ardían de interés.
–Si no me falla la memoria, acabo de ver a un enano espantoso, de
dientes podridos y trasero increíblemente gordo.
Changmin empezó a sonreír. En verdad habían visto a un verdadero
espantajo al bajar la escalera.
–Comprendo. No tenemos que mentir, pero nada nos obliga a decir
toda la verdad.
–Es lo que yo pienso.
* * *
Aún era temprano cuando Jaejoong siguió a sus doncellas por la
escalera, hasta el gran salón del segundo piso. El suelo estaba cubierto de
juncos frescos; los tapices almacenados habían sido colgados allí, y el
trayecto entre la puerta y la parte trasera del sa1ón era un grueso camino de
lirios y pétalos de rosa. Por allí caminaría al regresar de la iglesia, ya
casado.
Maud marchaba detrás de su amo, sosteniendo en alto la larga cola
del frágil vestido dorado y el manto forrado de armiño. Jaejoong se detuvo
durante un segundo antes de abandonar la casa y respiró hondo para darse valor.
Tardó un momento en adaptarse a la fuerte luz del sol; entonces vio
la larga fila de personas que habían acudido para presenciar las bodas del hijo
de un conde. No estaba preparada para recibir los vítores con que la saludaron:
un alarido de bienvenida y de placer por la visión de joven tan espléndido.
Jaejoong sonrió a manera de respuesta, saludando con la cabeza a
los huéspedes montados, a siervos y mercaderes.
El trayecto hasta la iglesia sería como un desfile, ideado para
exhibir la riqueza y la importancia de Kim Tae Woong. Más tarde, podría
vanagloriarse de que a la boda de su hijo habían asistido tantos condes y
tantos barones. Los juglares encabezaban la procesión, anunciando con
entusiasmo el paso del novio. Jaejoong fue subido al caballo blanco por su
propio padre, que hizo una señal de aprobación ante su atuendo y su porte. Para
aquella gran ocasión debía montar de costado; la desacostumbrada posición lo
hacía sentirse incómodo, pero lo disimuló. Su madre cabalgaba detrás,
flanqueada por Changmin y Taecyeon. Los seguía una multitud de invitados, en
orden de importancia.
Con gran estruendo de címbalos, los juglares comenzaron a cantar y
la procesión se puso en marcha. Avanzaban lentamente, siguiendo a los músicos y
a Kim Tae Woong, que iba a pie, llevando de la brida el caballo de su hijo.
Pese a todos sus votos y juramentos, Jaejoong descubrió que se
estaba poniendo más y más nervioso, la curiosidad con respecto a su prometido
comenzaba a carcomerlo. Permanecía muy erguido, pero aguzaba la vista, tratando
de divisar las dos siluetas que ocupaban la puerta de la iglesia: el sacerdote
y el desconocido que sería su esposo.
Yunho no tenía la misma curiosidad. Aún sentía el estómago
revuelto por la descripción de Taecyeon: al parecer, el muchacho era medio
idiota, además de feo. Trató de no mirar el cortejo que se acercaba
rápidamente, pero el ruido de los juglares y los ensordecedores vítores de los
siervos, reunidos a la vera del camino, le impedían oír sus propios
pensamientos. Contra su voluntad, sus ojos giraron hacia el desfile.
Al levantar la vista, vio al muchacho de cabellera oscura a lomo
de un caballo blanco. No tenía idea de quién podía ser, y tardó todo un minuto
en comprender que se trataba de su novio. El sol centelleaba en él como si
fuera un dios pagano. Lo miró boquiabierto. Después, estalló en una sonrisa.
¡Taecyeon! ¡Era de esperar que Taecyeon mintiera! Su alivio y su
felicidad fueron tales que, sin darse cuenta, abandonó el atrio de la iglesia
para bajar la escalinata bajando los peldaños de a dos en dos y de tres en
tres. La costumbre dictaba que el novio esperara hasta que el padre del
desposado bajara al muchacho de su caballo y lo acompañara por la escalinata
para presentarlo a su nuevo señor. Pero Yunho quería verlo mejor. Sin oír las
risas y los vítores de los espectadores, apartó a su suegro de un empujón y
tomó a su novio de la cintura para bajarlo del caballo.
Desde cerca era aún más hermoso. Los ojos de Yunho se regodearon
con aquellos labios blandos, llenos e incitantes. Su piel era clara, más suave
que el mejor satén. Y cuando al fin reparó en los ojos estuvo a punto de lanzar
una exclamación.
Sonrió de puro placer y Jaejoong le devolvió la sonrisa,
descubriendo sus dientes blancos. El rugido de la multitud lo devolvió a la
realidad. Contra su voluntad, Yunho lo depositó en tierra y le ofreció el
brazo, sujetando la mano enlazada a su codo como si temiera verlo huir. Tenía
toda la intención de conservar aquella nueva pertenencia.
Los espectadores quedaron totalmente complacidos por su impetuosa conducta
y expresaron de viva voz su aprobación. Tae Woong frunció profundamente el ceño
por haber sido empujado, pero luego vio que todos sus invitados reían.
La ceremonia matrimonial se realizó en el atrio de la iglesia,
para que todos pudieran presenciarla, puesto que en el interior sólo habrían
cabido unos pocos. El sacerdote preguntó a Yunho si aceptaba a Kim Jaejoong por
esposo.
Yunho contempló al hombre que estaba a su lado, con la cabellera
suelta hasta la cintura, y replicó: –Acepto.
Luego el sacerdote interrogó a Jaejoong, que miraba a su prometido
con la misma franqueza. Este vestía de gris de la cabeza a los pies; el chaleco
y la amplia chaqueta eran de suave terciopelo; esta última estaba completamente
forrada de visón oscuro, y la piel formaba un ancho cuello, además de un
estrecho borde en la pechera. Su único adorno era la espada que pendía baja
desde su cadera; la empuñadura lucía un gran diamante que centelleaba bajo el
sol.
Si bien las doncellas habían dicho que Yunho era apuesto, Jaejoong
no esperaba encontrarse con tal aire de fuerza, sino con algún joven delicado.
Observó su pelo castaño, los labios que le sonreían y aquellos ojos, que de
pronto le hicieron correr un escalofrío por la columna. Para deleite de la
multitud, el sacerdote tuvo que repetirle la pregunta. Jaejoong sintió que le
ardían las mejillas al dar el sí. Decididamente, estaba muy dispuesto a aceptar
a Jung Yunho.
Prometieron amarse, honrarse y obedecerse. Después vino el
intercambio de anillos, en tanto la multitud, momentáneamente callada hasta
entonces, soltaba otro bramido amenazador para el tejado del templo. La lectura
de la dote que aportaría la novia casi no se oyó. Aquellos hermosos jóvenes
contaban con el gran afecto de todos. Los novios tomaron después sendas canastillas
con monedas de plata, para arrojarlas al gentío reunido al pie de la
escalinata. Luego, la pareja siguió al sacerdote al interior de la catedral,
silenciosa y relativamente oscura.
Yunho y Jaejoong ocuparon sitiales de honor en el coro, por encima
de la muchedumbre de los invitados. Parecían niños por el modo en que se
miraban furtivamente, a lo largo de aquella misa larga y solemne. Los invitados
los observaban con adoración, encantados por aquel matrimonio que se iniciaba
como un cuento de hadas. Los juglares ya estaban componiendo las canciones que
entonarían después, durante el banquete. Los siervos y la clase media
permanecían fuera de la iglesia, intercambiando comentarios sobre las
exquisitas vestimentas de los invitados y, más que nada, sobre la belleza del
novio.
Pero había allí una persona que no era feliz. Yoon Ji, sentada
junto a la gorda y soñolienta silueta de su futuro esposo, Kwang Gyu, miraba al
desposado con todo el odio de su corazón. ¡Yunho había quedado como un tonto!
Hasta los siervos se habían reído al verle correr por la escalinata en busca de
aquel hombre, como el muchachito que corre tras su primer caballo.
¿Y cómo podía alguien decir que aquel brujo pelinegro era hermoso?
Apartó la vista de Jaejoong para fijarla en Yunho. Era él quien la
enfurecía. Yoon Ji lo conocía mejor de lo que él se conocía a sí mismo. Aunque
una cara bonita pudiera hacerlo brincar como un payaso, sus emociones eran
profundas. Le había dicho que la amaba y era cierto. Y ella se ocuparía de
recordárselo cuanto antes. No le permitiría olvidarse de eso cuando estuviera
en el lecho con aquel demonio pelinegro.
Se miró las manos y sonrió. Era dueña de un anillo... sí, lo tenía
consigo. Algo más tranquila, miró otra vez a los novios, mientras iba formando
un plan en su mente.
Vio que Yunho tomaba la mano de Jaejoong para besarla, sin prestar
atención a Taecyeon, quien le recordaba que estaban en la iglesia. Yoon Ji
meneó la cabeza; ese tonto ni siquiera sabía cómo reaccionar. Debería haber
entornado los ojos y ruborizarse; por su parte, sabía ruborizarse de un modo
muy favorecedor. Pero Kim Jaejoong se limitó a mirar fijamente a su esposo,
atento a cada uno de sus movimientos. Muy poco delicado.
En ese momento alguien la estaba observando. Taecyeon clavó la
vista en Yoon Ji desde el coro y reparó en la arruga que fruncía su frente
perfecta. Sin duda alguna, la joven no tenía idea de que estaba haciendo ese
gesto, pues siempre ponía mucho cuidado en mostrar só1o lo que debía ser visto.
“Fuego y hielo”, pensó. La belleza de Jaejoong era como fuego
junto a la gélida palidez de Yoon Ji. Sonrió al recordar la facilidad con que
el fuego derretía el hielo, pero luego recordó que todo dependía de la
intensidad de las llamas y del tamaño del bloque helado. Su hermano era un
hombre cuerdo y sensato, racional en todos los aspectos, salvo en uno: Yoon Ji.
Yunho la adoraba; se enfurecía cuando alguien hacía la más leve mención de sus
defectos. Ese nuevo esposo ejercía su atracción sobre él, pero ¿por cuánto
tiempo? ¿Podría superar el hecho de que Yoon Ji le hubiera robado el corazón?
Taecyeon rezó porque así fuera. Mientras paseaba su mirada entre
los dos, comprendió que Yoon Ji podía ser una mujer para adorar, pero Jaejoong era
para el amor.
aaaaah yunho quedo flechado por jae y pensar que creía que era feo chaparro y tonto oooooooooooooooooh sorpresa cuando vio a jae todo lo contrario a lo que el pensó obvio que se deslumbro por su belleza
ResponderEliminary esa fulana que se friegue por tonta si ella lo tenia y no lo supo cuidar llego jae y se lo quedo
por favor actualiza pronto si GRACIAS esperare con impaciencia :)
ResponderEliminarya cayó Yunho, y el hermano de Yunho también.me gustó que le mintieran a Yunho sobre lo feo que era Jae antes de que se casara.jajaja. se lo merecía por no querer conocer a su prometido antes de la boda.
ResponderEliminary ya está la maldita de la amante mirando y especulando . quiere tener dominado a Yunho.
veremos qué pasa.
por favor no tardes en actualizar, está demasiado interesante.
gracias
waaa tae y min q malvados como le describieron a jj xD jajaja bue esa maldita seguro se metera con ellos ojala y yunho se de cuenta a tiempo gracias x la actu!!!
ResponderEliminarA Yunho le gusta Jae eaea
ResponderEliminarMe encanto que los hermanos le hallan gastado esa broma, si jae es bonito <3
Espero que la mujer no haga nada malo, cosa que dudo :c
Gracias, espero que no te demores tanto la historia esta muy buena
jajajajaj esos dos hermanos si que pusieron a Yunho en aprietos ajajajaj lo engañaron... pobre Yunho pensando que su prometido era muy feo pero se llevo la sorpresa de que era todo lo contrario
ResponderEliminarNo me imagino como seguira esta historia, el hermano de Yunho tiene razon, yunho puede estar ahora prendido de Jae pero algo me dice que todavia puede caer frente a esa tipa y al parecer Jae va a sufrir mucho por su esposo... solo deseo que Jae puede ser fuerte y que Yunho puede apreciar de la mejor forma a Jae y que aprenda a amarlo como se merece.
Me encanta esta historia, porfa unnie trata de actualizarla pronto, supongo que algunas veces se hace dificil poder hacerlo seguido pero siempre voy a estar pendiente de las actualizaciones, bye y gracias por la actualizacion.
yaaaaaa que buena broma le hicieron a yunho jejejeje elq ue nada queria ver a su prometido y luego empujo hasta el suegro jejejejee es que jae es todk un amor
ResponderEliminarse ve a ver que va a ver enfrentamientos x yunho pero jae se le vas a ganar todas asi que la muchachita que se prepare
Wiiii Yunho se a enamorado Jae eso es seguro
ResponderEliminarGracias por compatit espero el siguente cap <3
jajaja Yunho se llevo una gran sorpresa al ver a Jae
ResponderEliminarpero al parecer la arpia de Yoon Ji les traerá muchos problemas
sobre todo porque Yunho esta prendido de ella grrrr, espero que mi
hermoso Jae no sufra tanto
Linda me disculpo, por no haber comentado en mucho tiempo, pero ahora el tiempo que tengo es muy corto, de todos modos seguire los fics en los cuales comente anteriormente y bueno... sobre las nuevas traducciones, no podre leerlas todas por el momento .... espero tu comprensión
me alegro que hayas vuelto a publicar, nos leemos pronto linda.
jajajaja Yunho estaba super angustiado pensando que se casaría con alguien sin gracia(? jajaja sus hermanos dan risa , me hubiese gustado ver la cara de alivio y después de asombro de Yunho X3 l
ResponderEliminaresa Yoon Ji va ser una "roca" en el zapato ¬¬ !
Jaejoong esta hecho para el amor me gusto esa frase !! Yunho quedo hechizado por Jae ... espero que su obsecion por Yoon Ji no pueda mas que el amor que seguramente sentira por Jae
ResponderEliminarAy Dios..cuando menos Jae tendrá un aliado...o 2...sus cuñados ya estan prendidos de su encanto y saben q lo q le conviene a Yunho es el pelinegro
ResponderEliminarAl menos Changmin y Taecyeon parecen querer velar por su cuñado. Babo Yunho :(
ResponderEliminar¡gracias por el capitulo!
Esa Yoon Ji está furibunda al darse cuenta de la belleza de Jae y de la reacción de Yunho al verlo, aunque que estará tramando pata que Yunho no esté con Jae y sólo con ella. Espero que Yunho no esté tan ciego como para no darse cuenta.
ResponderEliminarGracias!!! 💗💕💞