El conquistador: Capítulo 4

Capítulo 4

— ¿Qué le hiciste?

Jaejoong permaneció detrás de Yunho mientras él se curvaba sobre Changmin, quien estaba profundamente dormido. Yunho se enderezó y giró, horrorizado y  enojado.

—Respóndeme, muchacho.

Jaejoong dio un paso atrás, su corazón comenzando a latir violentamente. Yunho dio un paso hacia él.

—No le hice nada. —  Jaejoong jadeó.

Yunho lo agarró antes que él pudiese reaccionar.

— ¡Le pusiste  algo en la cerveza! ¿Qué fue?

Yunho era astuto, y Jaejoong recordaría eso muy bien.

—Sólo una poción para dormirlo — Jaejoong gritó. — ¡Él despertará en poco tiempo!

Yunho lo soltó.

— ¿Tiene  algún otro efecto?

—Él estará somnoliento durante algún tiempo, pero estará bien.

La mirada feroz que Yunho le dio a Jaejoong le mostro que tendría mucha, mucha suerte si verdaderamente no había dañado a su hombre.

— ¿Dónde conseguiste esa poción?

Su corazón latió aceleradamente. Jaejoong se asustó. Jaejoong dio otro paso atrás. En ese instante Jaejoong fue consciente que todos sus hombres estaban de pie detrás de ellos observando tensamente. Jaejoong oyó alguien susurrar la palabra brujo y otro dijo una maldición. Su rubor se intensificó.

—La poción, Karam — Yunho dijo. —Dame la poción.

— Se acabó — Jaejoong mintió.

Yunho lo miró fijamente, luego tomó su brazo y lo llevó bruscamente hacia la tienda. Yunho levantó la tela de cuero. Jaejoong sintió un inmenso alivio y corrió a la seguridad del interior, sólo queriendo poner tanta distancia como fuese posible entre Yunho y él. Apenas estaba dentro cuando lo oyó ordenándole a sus hombres que se dispersarán, y entonces, de repente, su cuerpo enorme pareció empequeñecerlo. Jaejoong inhaló alarmada.

Yunho soltó el cuero de la puerta.

— ¿Qué estás haciendo?— Jaejoong gritó, retrocediendo horrorizado contra la pared opuesta – tan lejos de él como era posible en verdad, no era demasiado lejos, un poco más que a un  brazo de distancia.

Yunho no respondió. Ahora estaba oscuro adentro, y Jaejoong no podía distinguirlo bien hasta que Yunho encendió una antorcha. Cuidadosamente la colocó en un soporte en el suelo, luego giró para enfrentarlo.

— ¿Necesito preguntarte  nuevamente?

Si sólo hubiese algún lugar a donde él pudiese correr.

—Karam.

Había una advertencia en esa palabra.

— ¡Te mentí! Le hice una maldición. ¡Me estás presionando demasiado! ¡Te mandaré una maldición a ti también!

Yunho sonrió entonces, la primera señal genuina de diversión que Jaejoong había visto en él. Yunho no le creía. Verdaderamente no creía que él era un brujo. Jaejoong se sintió decepcionado y a la vez emocionado.

—Quizás — Yunho dijo lentamente, sus ojos brillantes. — Tú ya me maldijiste o   ¿fue una bendición?

—No entiendo.

— ¿Tu me hechizaste con este antinatural y pagano deseo que siento por ti?

Jaejoong se movió contra la pared de cuero, viendo su mirada  hacerse caliente.

—No.

— ¿No? ¿Tú no me hiciste una brujería?

—No,  juro que no.

—No creo en ti. — Sus  manos se extendieron. Jaejoong sabía que él lo agarraría, pero aún así, Yunho fue mucho más rápido en reaccionar que Jaejoong y aunque hubiera podido ser más rápido, no tenía lugar a donde ir, estaba atrapado. Yunho se acercó y Jaejoong podía sentir la calidez de su respiración trayendo calor a su cuerpo. —La poción — Yunho murmuró. —Dámela.

—No la tengo — Jaejoong susurró, sus manos se posaron en su cintura, como hierros calientes. Tan grandes, tan fuertes. Jaejoong intentó soltarse, y dándose cuenta que era inútil, se quedó quieto. Intentó alejarlo poniendo sus manos sobre  su pecho. Yunho era tan duro como una piedra, pero tibia, viva, debajo de las puntas de sus dedos.

—Tu cintura es tan pequeña — Yunho dijo en voz baja.

Jaejoong examinó su mirada y no pudo desviar su propia mirada.

—Mis dedos casi se tocan. — Jaejoong no podía respirar. —Eres demasiado bonito para ser mortal — Yunho dijo roncamente.

Sus manos, en su cintura, se apretaron. Su propio cuerpo estaba haciendo que  su sangre  corriese locamente.

—Déjame ir— Jaejoong dijo débilmente.

—Quizás— Yunho dijo, y su boca fue más cerca, su labio inferior era más relleno que su compañero, bellamente esculpido —Eres un brujo.

—No — Jaejoong se oyó decir ferozmente. — No soy un brujo — Jaejoong quería decirle  la verdad, quería desesperadamente que él supiese eso y que le creyera.

Una de sus manos subió por sus costillas. Jaejoong se estremeció ante esa caricia tan  gentil. Intentó apartarse pero no podía. Yunho era inflexible. Su mano hizo una pausa debajo de su pecho. Seguramente él podía sentir los latidos de su corazón a lo largo de su cuerpo. Seguramente  no se atrevería  a tocarlo  más íntimamente.

Ningún hombre se había atrevido a tocarlo de esa manera.

Su mano pasaba con la delicadeza de alas de un colibrí, apenas rozando su pecho, la palma de su mano tocó su pezón erguido. Un gemido minúsculo, medio de shock y  medio de placer, se escapó de los labios de Jaejoong. Y entonces su mano deslizó por su espalda y Yunho se inclinó mas cerca, sus labios  casi  encima de los suyos.

Jaejoong se olvidó que él era su enemigo. Sólo existía su boca sobre la suya, ligeramente abierta, suave, seductora. Y esa vez su mano acariciando suavemente su hombro. Entonces eso era besar, eso era el placer de la carne, Jaejoong descubrió. Cuando Yunho se alejó, Jaejoong lo miró ofuscado.

Yunho lo estaba mirando fijamente. Le sonrió muy levemente, muy despectivamente.

Y Jaejoong lo golpeó.

El golpe fue furioso y reflejo, y toda su rabia y su desesperación estaban contenido en el. Yunho esquivó su palma, entonces Jaejoong sólo le rozó la mandíbula. Su corazón estaba estallando dentro de  su pecho, y Jaejoong se congeló con  perplejidad.

Por una fracción de segundo, Yunho también se quedó congelado, el shock y la incredulidad estaban escritos en su rostro. Y entonces sus labios se apretaron  severamente y su mano ofensora fue tomada por la suya – y Yunho lo empujó contra la pared  presionándolo con su cuerpo. Su reacción había sido instantánea.

— ¡No!

Su otro brazo lo aprisionó y su boca encontró la suya, y esa vez no hubo nada suave o seductor en su beso. Yunho era vencedor, Jaejoong era el vencido. Su boca aplastó la suya. Su triunfo era total, su dominación completa. Jaejoong sintió sus dientes apretarse cuando Yunho forzó a su boca para que se abriese. Jaejoong luchó como un zorro salvaje, pero sus movimientos eran totalmente fútiles. Cuando Yunho la soltó Jaejoong sofocó lo  que era un sollozo y un  jadeo para tomar aire, su pecho se levantaba agitadamente.

—Nadie — el normando dijo, su rostro enrojecido, su respiración jadeante —se ha atrevido a lo que tu te has atrevido.

— ¡Que el diablo se lleve tu alma!— Jaejoong gritó con los puños apretados. — ¡Maldito seas, vete al infierno!

Yunho miró sus propios puños apretados y temblorosos a los costados.

Jaejoong dio un paso atrás y sintió la pared de la tienda. Atrapado. Él estaba atrapado. Y aunque nunca se lo demostraría, Jaejoong tenía miedo, oh, mucho miedo.

Sus miradas se encontraron y lucharon. Jaejoong no desviaría la mirada, sin importar lo que sucediese, a pesar de su terror creciente. Sus labios parecieron curvarse en los extremos.

Y entonces, como rayo, su mano se metió dentro de su escote.

— ¿Qué es esto?— Yunho levantó la bolsa de cuero. La ira invadió a Jaejoong.

— ¡Devuélveme eso!

Yunho sacó la bolsita antes que Jaejoong pudiese responder y la deslizó sacándola por su cabeza y se la metió en su propia túnica.

— ¡Bastardo!— Nunca en su vida, Jaejoong había usado ese epíteto vil con nadie. — ¡Púdrete en el infierno bastardo!

—No quiero que mis hombres terminen envenenados — Yunho dijo severamente.

Jaejoong estaba jadeando furioso.

— ¡Me engañaste!

— ¿Engañarte?— Yunho sonrió. —Llámame como quieras, querido. Yo tomé lo que estaba buscando. ¿Prefieres que te golpee para obtenerlo?

Jaejoong apretó los dientes y cerró sus puños.

—No me pelees, Karam. Como ya habrás visto, nos vamos a llevar  bien  juntos,  muy bien. — Su mirada fue hacia abajo, demorándose en su tembloroso pecho y sus pezones erguidos.

— ¡Nunca!— Jaejoong gritó con énfasis.

Yunho sonrió ampliamente, sus facciones  inhumanas se transformaron  en una  imagen de belleza pagana.

—Niégalo ahora, mientras todavía puedas, pues muy pronto no podrás negarlo.

Yunho hizo una pausa en la puerta de la tienda.

—Ni te podrás negar a mí.