CAPÍTULO 6
— ¡Y un cuerno va a
vivir aquí, joder! —dijo Hyun Joong con indignación mientras se paseaba por mi despacho,
hecho una furia, ese mismo día.
Se había pasado por
allí un momento para ver cómo iba todo.
Aunque eso era algo
que mi hermano no reconocería jamás, tuve la impresión de que se llevó una
alegría en cuanto vio que Moo Kyul no había venido a trabajar. Cuando andaba
por ahí, mi jefe no dejaba de enviar discretas señales de que le habría
encantado que Hyun Joong y él iniciaran alguna clase de relación que fuese más
allá del ámbito estrictamente profesional. Gracias a Dios, mi hermano no
parecía tener el menor interés en que eso llegara a ocurrir.
Mientras Hyun Joong
seguía echando chispas por lo de Yunho, yo no levantaba la cabeza de mi
ordenador portátil, ocupado en tratar de encontrarle un poco de lógica a un
nuevo programa que se negaba a obedecerme.
—Pues yo no lo veo
así, mira —dije finalmente, al tiempo que levantaba la vista de la pantalla—. «Los amigos y los enemigos, mejor tenerlos
cerca que lejos.» ¿Qué mejor manera de averiguar si Jung realmente está
tramando algo que teniéndolo en nuestro edificio?
Eso hizo que Hyun
Joong dejara de dar vueltas por mi cubículo como una fiera enjaulada.
—Bueno, supongo que
tiene sentido —dijo tras unos instantes de reflexión—. Pero ¿por qué demonios
está tan empeñado en vivir precisamente ahí? Si está pensando en hacerles
alguna trastada a Yoochun y Junsu...
—Sinceramente, no
creo que se trate de eso. Tengo la impresión de que Jung habría cogido cualquier
apartamento que se hubiera quedado vacío.
Hyun Joong se sentó
en el borde de mi mesa.
—Ese tío tiene alguna
carta escondida en la manga. Te lo garantizo.
Parecía tan seguro de
lo que decía que le lancé una mirada interrogativa.
— ¿Conoces a Jung?
—Sí, lo conocí hará
cosa de un año. Jung estaba saliendo con un chico con el que yo había salido
durante una temporada y me encontré casualmente con ellos en un bar de copas, y
estuvimos hablando unos minutos los tres.
— ¿Qué impresión te
causó?
Los labios de mi
hermano se curvaron en una sonrisa burlona.
—No me gusta
admitirlo, pero si no fuera por aquella putada que le hizo a Yoochun con lo de
los biocarburantes, y si no se hubiera colado en la recepción de la boda sin
haber sido invitado, seguramente me habría caído bien. Estuvimos hablando de
caza y pesca, me pareció que era un tío como Dios manda. Y tanto si te cae bien
como si no, una cosa no se le puede negar: esa compañía suya está arrasando.
— ¿A qué crees que
puede deberse eso?
—Jung organizó un
equipo estupendo, y sabe negociar como el mejor. Pero lo principal es que tiene
olfato para encontrar petróleo. Llámalo suerte o llámalo talento, pero no cabe
duda de que no tiene un pelo de tonto. Caray, yo no lo subestimaría. —Se pasó
la mano por la cabeza y pareció ponerse pensativo—. Changmin también lo conoce.
Parpadeé sorprendido.
— ¿Qué? ¿Nuestro
hermano Changmin conoce a Jung?
—Sí. Changmin le hizo
un montón de fotos para ese artículo sobre él que apareció el año pasado.
—Menuda casualidad
—dije con expresión pensativa—. Bueno, ¿y qué impresión le dio a Changmin?
—No me acuerdo.
Tendré que preguntárselo. —Frunció el ceño — ¿Tú crees que Jung pretende alguna
clase de venganza contra los Kim?
— ¿Por qué motivo?
— ¿Porque Yoochun se
casó con su antiguo novio?
—Eso sería llevar las
cosas demasiado lejos —dije—. Quiero decir que, bueno, ni siquiera llegaron a
acostarse.
Hyun Joong enarcó las
cejas.
— ¿Cómo lo sabes?
—Es lo que me dijo
él.
— ¿Estuviste hablando
de sexo con Jung Yunho? —se asombró.
—No de esa forma
—murmuré, sintiéndome un poco incómodo —. Digamos que fue una referencia de
pasada. — Hyun Joong me miró fijamente.
—Como se le ocurra
aunque sólo sea girar la cabeza hacia ti, juro que fregaré el suelo con su culo…
—Hyun Joong,
tranquilízate...
— Y puedes estar
seguro de que se lo dejaré muy claro antes de que el contrato se firme.
—Tú hazme pasar por
esa vergüenza y podrás empezar a buscar un nuevo asistente. Hablo en serio, Hyun
Joong. Ni una palabra a Yunho.
Hubo un largo
silencio mientras mi hermano me miraba.
— ¿Estás interesado
en Jung? —preguntó finalmente.
— ¡No, por Dios!
—Me alegro. Porque, y
no te lo tomes como algo personal, no confío demasiado en tu capacidad para
elegir un tío cabal. Si alguien te gusta, lo más probable es que sea un sinvergüenza.
—Esta vez sí te has
pasado de la raya, Kim Hyun Joong —me indigné.
— ¿Por qué lo dices?
—Pues porque nunca me
oirás hacer comentarios sobre la clase de tíos con que sales, y por la misma
regla de tres, tú no tienes ningún derecho a juzgar cuál es la clase de tíos
con los que debería salir.
—Vale, de acuerdo,
pero... — Hyun Joong se calló y volvió a fruncir el ceño—. Tienes razón. No es asunto
mío. Es sólo que... me gustaría que encontrases a alguien decente que no
llevara ningún jodido pasado a cuestas.
No pude evitar reír.
Mi irritación se evaporó tan deprisa como había llegado, y Hyun Joong me dio una
palmadita en la mano.
—Si alguna vez
encuentras uno —dijo— házmelo saber. Mi móvil empezó a sonar y lo saqué.
—Hasta luego, Hyun
Joong —dije, y abrí el móvil—. ¿Sí?
—Jae.
Oír la voz de Yunho
me produjo un agradable escalofrío.
—Hola —murmuré, y me
maldije por sonar sorprendido. Hyun Joong, que ya estaba a punto de irse, se
detuvo en la puerta del cubículo y me miró con curiosidad. Le hice señas de que
se fuera, pero él se quedó plantado en el sitio, mirando y escuchando.
Adopté mi mejor tono
de profesional eficiente.
— ¿Tienes alguna
pregunta sobre el apartamento? Te daré el número de Na Ri...
—Ya tengo su número.
No; quería hablar contigo.
—Oh. —Cogí un
bolígrafo y empecé a darle vueltas—. ¿En qué puedo ayudarte?
—Necesito que me
recomienden a alguien para hacer una remodelación a fondo: elegir el mobiliario,
los colores, ese tipo de cosas.
— ¿Un decorador de
interiores, quieres decir?
—Sí, pero uno bueno.
El que contraté para mi último apartamento acabó saliéndome por un ojo de la
cara y me lo dejó que aquello parecía una taberna de vaqueros.
— ¿Y tu estilo no es
ése?
—No; precisamente ése
es mi estilo. Ahí está el problema. Necesito actualizar mi imagen.
—Bueno, tampoco hace
falta que te obsesiones con eso. Impresionar está pasado de moda. Ahora lo que
se lleva es el diseño cómodo e informal.
—Me alegro, porque
tengo un sofá que se tiró un montón de años pastando en la pradera.
No pude contener la
risa.
— ¿Me estás diciendo
que tienes un sofá tapizado con piel de vaca? Oh, Dios. Sí, ya veo que necesitas
ayuda. —Pensé en Seung —. Conozco a alguien... pero no sale barato
precisamente.
—Por mí no hay
problema, con tal de que conozca su oficio.
— ¿Quieres que te
concierte una cita con él?
—Gracias. Eso me iría
muy bien. Y como un favor personal... ¿te importaría estar presente cuando
hable con él?
Titubeé, los dedos
tensos alrededor del bolígrafo.
—No creo que mi
presencia vaya a serte de mucha ayuda.
—Necesito tu opinión.
Mis ideas para decorar una casa no van más allá de combinar el cuero, el ante y
las pieles con unas cuantas cornamentas. No te imaginas lo que podrían llegar a
convencerme de que pusiera.
—De acuerdo —cedí a
regañadientes—. Me pasaré por ahí. ¿Cuándo estás libre?
—Hoy y mañana voy a
estar muy ocupado terminando una APG. Así que al día siguiente o en cualquier
momento después de eso me iría bien.
— ¿Qué es una APG?
—Una autorización
para un programa de gastos. Básicamente consiste en la previsión de cuánto te
va a salir perforar un pozo y completar la torre, incluidos los sueldos, el
coste de los servicios auxiliares y el equipo. Si no la redactas como es debido
y no te aseguras de que todo el mundo la seguirá al pie de la letra, puedes
acabar perdiendo dinero por un tubo. Es una cuestión importante para una
empresa pequeña que trabaja con un presupuesto limitado.
— ¿Así que tú eres el
que se asegura de que todo el mundo siga las especificaciones de la APG?
—Sí, podríamos decir
que soy el malo de la película —admitió Yunho —. Mis socios se harían un lío:
uno es geofísico y no quiere saber nada de lo que no sean aspectos científicos,
y al otro le entran sudores fríos cuando tiene que encararse con la gente. Así
que me toca apechugar con ello. Nunca estoy seguro de que he llevado bien un
proyecto si antes no he recibido unas cuantas amenazas de muerte mientras lo
estaba negociando.
—Apuesto a que eso de
encararte con la gente se te da muy bien — dije.
—Sí, hay momentos en
los que no me queda más remedio que hacerlo. Pero tampoco es que sea así por
naturaleza.
—Claro —dije
sonriendo escépticamente—. Te llamaré dentro de un rato para decirte qué día
quedamos.
—Vale, jefe.
La sonrisa seguía
agazapada en las comisuras de mis labios cuando levanté la vista y vi a Hyun
Joong plantado en la puerta del cubículo. No tuve muy claro si estaba
frunciendo el ceño o haciendo una mueca, pero el caso era que no se lo veía
nada contento.
—Espero que no me
dirás que estabas hablando con Jung Yunho — dijo.
—Pues sí, acabo de
hablar con Jung Yunho. ¿Pasa algo?
—No te oía reír como
un bobo desde que estabas en el instituto.
—No me he reído como
un bobo —repuse a la defensiva—. Yo nunca me río como un bobo. Y antes de que
digas una palabra más, recuerda que ahora tengo una vida propia.
—Asegúrate de que Jung
se acuerda de ello —masculló Hyun Joong, y se marchó.
* * *
—Verás — dijo Seung —,
he tenido muchos clientes con gustos espantosos en cuestiones de decoración.
Pero lo malo es que nunca están dispuestos a admitirlo. Contratan mis
servicios, y dedican un montón de horas a encontrar pegas a las propuestas que
les presento. Éste es el primer cliente al que no le importa admitir que tiene
muy mal gusto.
—Bueno, de hecho creo
que incluso se siente orgulloso de su mal gusto en cuestiones de decoración
—dije.
Estábamos subiendo al
decimoctavo piso en el ascensor, donde habíamos quedado con Yunho en su nuevo
apartamento.
— ¿Te he contado lo
que me dijo Beebe cuando le comenté que iba a ocuparme del apartamento de Jung?
—preguntó Seung.
Cuando íbamos al instituto,
Beebe había sido el chico más guapo, aparte de jefe del grupo de animadores. Su
boda había sido una de las ceremonias más grandes nunca vistas en la historia,
y once meses después ya estaba divorciado.
—No. ¿Qué te dijo?
—Pues dijo: «Vale, puede que tú vayas a ocuparte de su
apartamento, pero yo ya me he ocupado de él.»
Me quedé boquiabierto.
— ¿Beebe se ha
acostado con Jung Yunho? —susurré escandalizado.
Una expresión de
deleite iluminó los ojos de Seung.
—Fue un polvo de una
noche. Se conocieron en la luna de hiel de él.
— ¿Qué es una luna de
hiel?
—El viajecito que
haces después de separarte... Ya sabes, como una luna de miel pero en sentido
contrario. ¿Tú no lo hiciste?
Me acordé del montón
de horas que había pasado acostado en el apartamento de Yoochun y Junsu con una
sujeción elástica alrededor de las costillas y una leve conmoción cerebral, y
me salió una sonrisa bastante forzada.
—No exactamente.
—Bueno, pues Beebe sí
lo hizo. Había una fiesta, y dio la casualidad de que Jung Yunho también estaba
ahí. Así que primero estuvieron hablando un rato, y luego se fueron a la habitación
del hotel de Beebe. Según él, se tiraron toda la noche haciéndolo en todas las
posturas posibles, y cuando terminaron él se sentía como una puta barata. Dijo
que fue fabuloso.
Me llevé la mano al
diafragma, que acababa de tensárseme en un nudo de nervios. Pensar en Yunho
haciéndolo con alguien a quien yo conocía era extrañamente sobrecogedor.
Lo fusilé con la
mirada.
—Hazme un favor,
¿quieres? Preferiría que no intentaras echarle los tejos a Yunho.
—Tranquilo. Tú has
llegado antes, ¿eh?
—Qué va. En absoluto.
Es sólo que no quiero que lo pongas nervioso.
—Creo que
sintonizarás con Yunho —dije—. Luego ya me dirás qué te ha parecido; me muero de
ganas de saberlo, en serio.
Seung tenía un
talento infalible para descifrar a las personas, para captar los secretos que dejaban
traslucir sin darse cuenta siquiera. El lenguaje corporal, los titubeos
verbales, los minúsculos cambios de expresión... Seung veía todo eso con la
aguda sensibilidad para el detalle típica de un artista.
Cuando llegamos a la
puerta, vimos que ya estaba abierta.
— ¿Hola? — dije
mientras entrábamos en el apartamento.
Yunho salió a nuestro
encuentro, y sus ojos me sometieron a un rápido escrutinio para acabar
centrándose en mi rostro.
—Hola. —Sonrió y me
cogió la mano. La sostuvo un poco más de lo necesario, y sentí cómo deslizaba
el pulgar por el hueco de mi palma antes de que yo la liberara de un pequeño
tirón.
Llevaba un traje de
lo más exclusivo, una camisa preciosa, un reloj de los buenos. El nudo de la
corbata estaba un poco flojo, como si hubiera estado tirando de él después de
ponérsela, y el pelo le caía sobre las sienes en relucientes ondas castañas que
prácticamente suplicaban ser acariciadas. Aquella indumentaria tan civilizada
le sentaba muy bien, pero seguía habiendo algo agresivo en él, una vaga
sensación de que Jung Yunho no había nacido para verse constreñido por un traje
y una corbata.
— ¿Quiere que le eche
una mano con eso? —le preguntó a Seung, que se había traído consigo un
portafolio, muestrarios, bocetos y carpetas.
—Tranquilo, ya puedo —
dijo Seung al tiempo que depositaba su carga sobre la encimera de cuarzo gris.
Dirigió una afable sonrisa a Yunho y le tendió la mano—. Seung. Menuda casita tiene
usted aquí. Creo que podremos encontrar algo realmente bueno para ella.
—Eso espero. — Yunho
le estrechó la mano con firmeza—. Procuraré no ser ningún estorbo.
—Eh, tampoco hace
falta que se abstenga de participar. Pienso tomar en consideración tanto sus
filias como sus fobias. —Hizo una pausa y añadió con una sonrisa—: Incluso
podríamos incluir el sofá de piel de vaca, si se siente muy unido a él.
—Es comodísimo —dijo Yunho
con una sombra de nostalgia en la voz—. Guardo muy buenos recuerdos de ese
sofá.
—No hace falta que
los compartas con nosotros — dije en tono bastante seco.
Yunho me sonrió.
—A falta de
mobiliario — dijo Seung —, esto tendrá que ser una reunión alrededor de la encimera
de la cocina. Si viene por aquí, Yunho, le explicaré algunas ideas que se me
han ocurrido. Tengo una copia del plano del apartamento, así que estoy
familiarizado con la disposición...
Mientras Yunho
rodeaba la encimera para reunirse con él, Seung se giró hacia mí y sus labios articularon
un «guau»
silencioso, al tiempo que una expresión de placer iluminaba sus ojos. Opté por
no hacerle caso.
Él y Yunho se
inclinaron sobre el primer muestrario.
— ¿Ve esta paleta de
colores...? — dijo Seung —. Tonos tierra, caramelo, verdes de jardín botánico,
un poco de naranja y de calabaza para darle un toquecito pop. Quedaría un
entorno de lo más acogedor. Y ayudaría a suavizar la esterilidad de los
acabados del apartamento.
Se pusieron de
acuerdo rápidamente sobre los tonos y las texturas naturales, y un mobiliario
con líneas precisas. La única preferencia expresada por Yunho fue que no quería
un montón de asientos y mesitas auxiliares esparcido por todas partes. Él
prefería los muebles sólidos que no lo hicieran sentirse apretujado.
—No me extraña —dijo Seung
—. Un hombretón como usted... ¿Cuánto mide, metro ochenta y dos, metro...?
—Metro ochenta y seis.
—Ya —dijo Seung al
tiempo que me lanzaba una mirada traviesa. Estaba claro que Yunho le resultaba
tan atractivo como a mí. Pero a diferencia de lo que me pasaba a mí, a él eso
no le producía ninguna clase de conflicto interior.
— ¿Qué te parece? —Me
preguntó Yunho mientras sacaban unas páginas de un muestrario y las alineaban
una al lado de otra— ¿Te gusta el aspecto?
Cuando me puse junto
a él, sentí el suave contacto de su mano en mi espalda. Una ola de calor me
subió por la columna.
—Sí —dije—. Pero sigo
sin estar de acuerdo con lo de conservar el sofá de piel de vaca.
—Eso le añade un
toque personal a la decoración —protestó Seung —. Te aseguro que funcionará.
Venga, Jae, dale una oportunidad.
—Si él dice que no le
gusta la piel de vaca, nos olvidamos del sofá —intervino Yunho.
Seung arqueó una ceja
mientras me lanzaba una mirada burlona.
— ¿Qué tal el
naranja, Jae? ¿Podemos tener un poquitín de naranja, o será demasiado para ti?
Estudié la paleta del
muestrario y toqué una muestra de terciopelo color chocolate.
—Ahora que lo pienso,
este marrón me gusta bastante.
—Es que ése ya tenía
pensado utilizarlo para el tapizado del sillón —argumentó Seung.
—Entonces reserva el
naranja para el sillón y utiliza el marrón para el sofá.
Seung reflexionó unos
instantes y luego tomó unas cuantas notas.
Oí el tono de llamada
de un móvil. Yunho nos miró.
—Perdón. ¿Les importa
si contesto? Enseguida acabo.
—Tranquilo, tómese su
tiempo —dijo Seung —. Todo va sobre ruedas.
Yunho abrió el móvil
y fue a la habitación de al lado para tener un poco de intimidad.
—Aquí Jung. —Se quedó
callado mientras oía a su interlocutor—. Asegúrate de que empiezan a perforar
más despacio en cuanto pasen a la modalidad de deslizamiento... Y quiero que
ese ángulo quede lo más cerrado posible, ¿entendido? El equipo puede
aguantarlo. Especialmente si no perforamos a demasiada profundidad, sin exceder
el radio medio...
No hay ningún negocio
que emplee una terminología más fálica que el del petróleo. Oír tres minutos de
conversación sobre perforaciones, agujeros, fluidos y sistemas de bombeo haría
que hasta la monja más devota empezara a pensar guarrerías. Seung y yo nos
quedamos callados, con toda la atención concentrada en escuchar.
—... diles que
seguiremos una línea de avance lo más larga y horizontal posible...
—Me encantaría seguir
una línea de avance lo más larga y horizontal posible con él — comentó Seung.
Reprimí la risa.
—Admito que es
atractivo.
— ¿Atractivo, dices?
Está de muerte. Desgraciadamente... Todo tuyo, chico.
Sacudí la cabeza.
—Mi divorcio es
demasiado reciente. No lo quiero, gracias. Además, puede ser bastante lanzado,
y ya he tenido suficiente de eso.
—Pero si desde que
entramos aquí has estado dejando que te tocara a cada momento — observó Seung
como si tal cosa.
Abrí los ojos como
platos.
—No.
—Sí que lo has hecho.
Pequeños contactos de nada aquí y allá. Él te pone la mano en el brazo o la
espalda y luego se queda muy cerca de ti, para que te vayas acostumbrando a su
presencia... Es un ritual de emparejamiento. Como la danza de los pingüinos.
—Pero eso no tiene
nada que ver con los rituales de emparejamiento. Aquí la gente no se inhibe a
la hora de tocarse.
—Sobre todo cuando
quieren acostarse contigo en algún momento de la semana que viene.
—Ya está bien, Seung
—mascullé, y él soltó una risita burlona.
Ambos nos apresuramos
a bajar la vista hacia el muestrario cuando Yunho volvió.
Unos minutos más de
discusión, y entonces Yunho consultó el reloj.
—De verdad que me
sabe mal tener que preguntarlo, pero... ¿importaría que diéramos por acabada la
reunión un poco antes de lo previsto?
—En absoluto —dijo Seung
—. Tengo material de sobra para empezar a trabajar.
—Gracias. — Yunho se
aflojó la corbata y se desabrochó el cuello de la camisa—. Hora de quitarme el
traje de etiqueta. Estamos teniendo ciertos problemas de perforación con un
pozo que se empeña en desviarse de la trayectoria,
y no tengo más remedio que ir a echarle un vistazo al
asunto.
—Cogió un maletín y un juego de llaves, y me sonrió—. De momento el agujero
está seco. Pero me da en la nariz que tenemos entre manos lo que se dice una
auténtica mina.
No me atreví a mirar
a Seung.
—Buena suerte —dije—.
Por cierto, ¿te parece bien si Seung y yo nos quedamos aquí unos minutos?
—Claro.
—Cerraré con llave
cuando nos vayamos.
—Gracias. — Yunho
pasó junto a mí, y por una fracción de segundo sus dedos me rozaron la mano que
tenía apoyada en la encimera. La calidez del contacto me puso piel de gallina
en el brazo. La mirada de Yunho sostuvo la mía en un destello —. Hasta luego.
—La puerta se cerró tras él.
Apoyé el peso del
cuerpo en la encimera, y me esforcé por pensar con claridad. Pero mi cerebro
parecía haber decidido que era hora de salir a dar una vuelta.
Transcurrió algo más
de un minuto antes de que volviera a levantar la vista hacia Seung. Él tenía
los ojos ligeramente velados, como si se estuviese despertando de un sueño
lascivo.
—No sabía que todavía
los hicieran así —dijo.
— ¿Así cómo?
—Duros, impasibles,
retrosexuales. La clase de hombres que sólo lloran si un coche acaba de arrollar
a su perro. El tío de pecho descomunal con el que podemos dar rienda suelta a
nuestros patéticos complejos de quiero-estar-con-mi-papi.
— ¡Yo no tengo ningún
patético complejo de quiero-estar-con-mi-papi!
— ¿No? Venga, dime
que no te has imaginado lo que sería estar sentadito en el regazo de Jung Yunho
—dijo Seung, y sonrió al ver que me ruborizaba—. ¿Sabes qué es lo que hueles en
él, Jae? Testosterona. Le rezuma de los poros.
Me tapé los oídos con
las manos, y él se echó a reír. Esperó hasta que hube apartado las manos antes
de decir, ahora en tono más serio
—Deberías tener
cuidado con él, cariño.
— ¿Cuidado? ¿Por qué?
—Porque me da la
impresión de que bajo todo ese exterior de inocencia-de-ojos cafés, Jung Yunho esconde una mente un poquito perversa.
— ¿Perversa en el
sentido de que no está en sus cabales, quieres decir? —pregunté.
—No, lo único que digo
es que Jung Yunho juega con cartas marcadas y le da igual saltarse las reglas
si piensa que eso le va a reportar algún beneficio.
—No estoy de acuerdo.
Jung es igual que Hyun Joong. Franco, sincero, la clase de tío que nunca se anda
con rodeos.
—Eso es lo que Jung
quiere que pienses. Pero no te lo creas ni por un segundo. Ese numerito suyo de
mira-lo-cateto-que-soy sólo es una fachada. Lo hace para que la gente baje la
guardia en su presencia. Y entonces él entra a matar.
— ¿Me estás diciendo
que Jung Yunho es un genio de la manipulación? —pregunté escépticamente—. Pero
si creció en una caravana, Seung.
—La única persona que
conozco que es casi igual de buena a la hora de jugar con cartas marcadas (pero
sólo casi, ojo) es tu padre.
Solté una carcajada de
incredulidad, pero no pude evitar un escalofrío en la espalda.
— ¿Piensas que Jung
Yunho es mala persona?
—No. Pero debajo de
esa superficie siempre se está cociendo algo. Fíjate en sus ojos. Incluso
cuando intenta mostrarse como un tío legal, está pendiente de todo y le toma la
medida a cuanto lo rodea.
— ¿Y todo eso lo has
descubierto hablando de sofás con él?
Seung sonrió.
—La gente revela
mucho sobre sí misma cuando se pone a hablar de sus gustos. Y observarlo mientras
él te observaba acabó de completar la imagen. Me parece que ese tío te las va a
hacer pasar difíciles, cariño.
— ¿Crees que debería
mantenerme alejado de él?
Seung tardó un
momento en responder.
—Mi consejo es que si
te tienta probarlo, mantengas los ojos bien abiertos. No hay nada de malo en
permitir que alguien juegue un poquito contigo, Jae, siempre que tengas muy
claro de qué va el asunto.
—Yo no quiero que
jueguen conmigo.
—Oh, no sé qué
decirte. —Una sonrisa aleteó en sus labios—. Con un tío así... podría ser divertido.
* * *
Una vez terminada mi
pausa del almuerzo, volví a mi cubículo y la voz suave pero cortante de Moo
Kyul me habló desde el intercomunicador cuando estaba entrando en él.
—Jaejoong, haz el
favor de venir a mi despacho.
Razoné que no había
cometido ninguna metedura de pata. No podía haberme metido en ningún lío, pero
cada una de las palabras de mi jefe me atravesó como si acabaran de dispararme en
el corazón con una pistola de clavos.
Lo que sí tenía
bastante claro era que el largo fin de semana romántico de Moo Kyul no había ido
muy bien, porque había vuelto de un humor de perros. Sus facciones lucían la
misma máscara serena de costumbre, pero cuando estábamos a solas en su
despacho, Moo Kyul había tirado «accidentalmente» su portaplumas y
me habla pedido que se lo recogiera. Y luego se le había caído una carpeta de
expedientes, y me pidió que recogiera los papeles esparcidos por el suelo. Yo
no podía acusarlo de haberlo hecho a propósito. Después de todo, nadie está
exento de tener un momento de torpeza. Pero sabía que no había sido accidental.
Y verme a cuatro patas en el suelo recogiendo los papeles la había puesto de
bastante mejor humor. Para cuando hube acabado de recomponer la carpeta, casi
se le veía contento.
Me di cuenta de que
en un período de tiempo muy corto, había incorporado a mi vida una nueva
persona a la que temer.
Sí... Yo sabía cómo
manejar a un narcisista. Nunca podías llevarle la contraria. Tenías que parecer
impresionadísimo por todo lo que te dijera, y no pasar por alto ninguna
oportunidad de elogiarlo o hacerle la pelota. Básicamente, tenías que ir
deshaciéndote poco a poco de todo lo que te hacía ser quien eras, hasta que
llegaba un momento en que ya no te quedaba ni una brizna de dignidad, amor
propio o alma.
Moo Kyul no se
molestó en levantar la vista de su escritorio cuando entré por la puerta abierta
de su despacho.
—Me gustaría que
llamaras antes de entrar —dijo, todavía concentrado en la pantalla de su ordenador.
—Oh. Claro. —Volví a
la puerta, llamé a la puerta con los nudillos y aguardé una respuesta.
Mo Kyul no dijo nada,
y se limitó a seguir tecleando en el ordenador. Yo me quedé plantada en el
umbral y dejé transcurrir dos minutos enteros hasta que finalmente él se dignó
dejar de teclear para mirarme.
—Entra.
—Gracias —dije con
modales exquisitos.
—Siéntate.
Me acomodé en la
butaca que había frente a su escritorio y lo miré con expresión expectante. Que
alguien tan repulsivo por dentro pudiera ser tan atractivo por fuera me parecía
terriblemente injusto. Los ojos de Moo Kyul armonizaban con el óvalo de su
rostro.
—Me gustaría que
pusieras un poco de orden en la zona del café y limpiaras la máquina — dijo.
—Pero si la limpié
ayer.
—Pues me temo que
tendrás que volver a limpiarla. El café no sabe como debería. —Enarcó las
cejas—. A menos que te parezca que es una tarea indigna de ti, claro. No quiero
obligarte a hacer nada que te haga sentir incómodo, Jaejoong.
—Qué va, tranquilo
—dije con una sonrisa inocua—. No hay problema. ¿Alguna cosa más?
—Sí. Sobre tus actividades
durante la hora del almuerzo. —Lo miré inocentemente—. Esta tarde estuviste
haciendo algo con el nuevo inquilino en su apartamento.
—Le presenté un
decorador de interiores —dije—. Me había pedido que le buscara uno.
—No me pediste el
visto bueno.
—No se me ocurrió que
tuviera que hacerlo —dije despacio. — Fue más bien un favor personal.
—Bueno, tengo una
regla que debería haberte explicado antes, Jaejoong. Nada de iniciar una relación
personal con ningún residente de este edificio. Hacerlo puede acabar
ocasionando problemas, y puede ser un obstáculo a la hora de hacer tu trabajo
eficientemente.
—Créeme, yo jamás...
—Me callé, porque me había cogido desprevenido —. Te aseguro que no hay
absolutamente nada entre el señor Jung y yo.
Algo de mi sincera
consternación debió de llegar hasta Moo Kyul, porque fue evidente que se sentía
muy complacido. Su expresión se suavizó para pasar a adoptar la cariñosa
preocupación propia de un hermano mayor.
—Me alegra saberlo.
Porque alguien con tu pasado de relaciones fallidas podría organizar un buen
estropicio.
—Yo... — ¿Mi pasado
de relaciones fallidas? Sólo había tenido una relación. Un matrimonio fracasado.
Me entraron ganas de recordarle que él también había pasado por un divorcio,
así que no era quién para ponerse a impartir lecciones sobre el tema. Pero me
las arreglé para mantener la boca cerrada, mientras el rostro se me encendía.
—Bueno —dijo con una
dulce sonrisa—, no más encuentros privados con el señor Jung, ¿entendido?
Contemplé aquellos
magníficos ojos, aquel rostro hermoso y sereno.
—Entendido —medio
murmuré—. ¿Alguna cosa más?
—Pues ahora que lo
dices... me he dado cuenta de que una máquina expendedora de refrescos que hay
al lado de la sala de juntas no funciona. Querría que miraras el número de
servicio en la máquina y llamaras para que vengan a repararla.
—Ahora mismo me ocupo
de ello. —Obligué a mis labios a que esbozaran una sonrisa y me levanté del
asiento—. ¿Es todo?
—Sí.
Fui a limpiar la
máquina del café, pensando resueltamente que sabría aguantar todas las trastadas
que tratara de hacerme Kang Moo Kyul.
* * *
Moo Kyul habría
podido ahorrarse la advertencia de que me mantuviera alejado de los residentes
del edificio. Yo ya había decidido seguir el consejo de Seung acerca de Yunho.
Mi tío de despecho, cuando y si encontraba uno, no sería manipulador o
retorcido. Sería alguien que no me abrumara con su presencia. Y aunque Yunho
sólo me llevaba siete u ocho años, tenía mucha más experiencia en prácticamente
todos los sentidos. En lo tocante al sexo, por ejemplo, había «echado
mano del azucarero», como solía decir mi tía Yoo Sun, demasiadas veces.
Pero el día después
de que Yunho se hubiera mudado, encontré encima de mi mesa un paquete envuelto
en papel de regalo y atado con un lazo rojo. Como no era mi cumpleaños ni
ninguna festividad en la que se acostumbre a hacer regalos, me quedé bastante
perplejo.
Hae estaba esperando
en la entrada del cubículo.
—Fue entregado hace
unos minutos —dijo—, por uno de los tíos más sexy que he visto jamás. Ojos cafes,
músculos fuertes, piel bronceada... Un sueño de hombre, vamos.
—Sería el nuevo
residente —dije, acercándome al paquete con tanta cautela como si pudiera contener
una bomba—. El señor Jung.
—Si ésa es la clase
de residentes que estamos atrayendo ahora —dijo Hae —, trabajaré aquí el resto
de mi vida. Gratis.
—Yo en tu lugar me
mantendría alejada de él. —Me senté detrás de mi mesa—. No es el tipo de hombre
que respeta a las mujeres.
—Qué bien —dijo ella.
La miré con
extrañeza.
— ¿Moo Kyul lo ha
visto traerlo? ¿Se cruzó con él?
Hae sonrió.
—No sólo se cruzó con
él, sino que empezó a caérsele la baba en cuanto lo vio, igual que a Na Ri y a
mí. Y se moría de ganas de saber qué contiene el paquete, pero por mucho que lo
intentó no hubo manera de que él se lo dijera.
«Estupendo», pensé, y
reprimí un suspiro. No había que ser Einstein para saber que hoy iba a tener
que limpiar la máquina del café al menos diez veces.
—Bueno... ¿no vas a
abrirlo?
—Luego —dije.
Cualquiera sabía lo que había dentro, y pensé que sería mejor esperar hasta poder
desenvolverlo en privado.
—Jaejoong... estás
loco si piensas que podrás sacar ese regalo de la oficina sin que Moo Kyul se entere
de qué es. —Aunque Hae parecía apreciar a nuestro jefe, todo el mundo sabía que
ningún detalle de lo que ocurría en el departamento escapaba a la atención de Moo
Kyul.
Puse el paquete en el
suelo. Pesaba bastante, y cuando lo moví oímos una especie de tintineo metálico
dentro de él. ¿Sería alguna clase de electrodoméstico? Dios, que no fuese algún
extravagante juguete sexual.
—No tengo por qué
permitir que mi jefe se entere de los detalles de mi vida privada.
—Seguro —dijo Hae al
tiempo que me miraba con escepticismo—. Espera a que Moo Kyul haya regresado de
almorzar. Tu intimidad durará lo mismo que un pastel a la puerta de un colegio.
Como era de suponer,
naturalmente, Moo Kyul vino directo a mi cubículo en cuanto regresó de almorzar.
Llevaba un elegantísimo traje blanco, con una camisa rosa. Me puse tenso mientras
él se sentaba en el borde de mi mesa y bajaba la mirada hacia mí.
—Hemos tenido una
visita mientras estabas fuera —observó con una sonrisa—. Al parecer tú y el
señor Jung se han hecho muy buenos amigos.
—Me llevo bien con
todos los residentes del edificio —dije. Eso pareció hacerle gracia.
— ¿Con cuántos de
ellos intercambias regalos, Jaejoong? — Lo miré sin pestañear.
—El señor Jung y yo
no estamos intercambiando regalos.
—Entonces ¿eso qué
es? —preguntó él, señalando el paquete en el suelo al lado de mi mesa.
—Supongo que su
manera de darme las gracias. Por haberle recomendado a ese interiorista.
— ¿Supones? —rió suavemente—.
Bueno, dejémonos de suposiciones y averigüemos qué es.
—Ahora mismo estoy
demasiado ocupado para entretenerme con eso —dije, tratando de impedir que la
desesperación se me filtrara en la voz—. Tengo un montón de...
—Oh, siempre hay
tiempo para los regalos —dijo Moo Kyul alegremente—. Vamos, Jaejoong. Ábrelo.
Lo maldije, me
maldije y, por encima de todo, maldije a Jung Yunho por haberme puesto en aquella
encrucijada, pero conseguí hacerlo sin llegar a abrir la boca en ningún
momento. Luego cogí el paquete y me lo puse encima del regazo. Al primer ruido
de papel rasgado, los otros empleados, Hae, Goo y Hyuk Joo entre ellos, se
congregaron alrededor de la entrada de mi cubículo. Ahora tenía un público.
—Eh —dijo Hae con una
sonrisa—, por fin te has decidido a abrir esa cosa.
Acabé de arrancar el
envoltorio, hice una bola con él y la tiré a la papelera. El regalo, lo que quiera
que fuese, estaba dentro de una inofensiva caja blanca. Si se trataba de algo
embarazoso, pensé, mataría a Jung Yunho con mis manos desnudas. Conteniendo la
respiración, levanté la tapa de la caja y apareció un maletín de plástico rosa
moldeado. Con una tarjeta atada al asa: «Espero que te sea de utilidad. Y.»
— ¿Son sales de baño?
—Quiso saber Hae—. ¿Joyas?
— ¿Joyas en un maletín?
—respondí mientras abría los cierres plateados.
—Vamos, vamos —me
instó Mo Kyul, al ver que yo titubeaba antes de abrir el maletín.
Finalmente lo hice, y
no pude evitar que una ancha sonrisa de boba se extendiera por mi rostro. El
maletín contenía un juego de herramientas que incluía un martillo con mango
rosa, una cinta métrica, un destornillador y un surtido de alicates.
— ¿Un juego de
herramientas? —preguntó Hae, perpleja—. Bueno. Supongo que no deja de ser
original.
Moo Kyul tampoco pudo
disimular su decepción. Sin duda había abrigado la esperanza de que el regalo
fuera algo escandaloso o comprometedor, o al menos caro. Pero regalar un juego
de herramientas difícilmente podría interpretarse como una indicación de que Jung
y yo mantuviéramos una aventura.
Desgraciadamente en
lo que a mí respectaba, aquello fue más efectivo que un arcón de diamantes.
Porque demostraba que Jung Yunho me entendía, que me había tomado la medida, de
una forma en la que ningún hombre había sabido jamás. Ni siquiera Siwon. Eso me
asustó casi tanto como me complació.
—Es mono —dije, al
tiempo que giraba la cabeza para que no vieran que me había sonrojado. Cerré el
maletín y lo dejé en el suelo junto a la mesa.
Moo Kyul siguió allí
cuando todos hubieron vuelto a sus respectivos puestos de trabajo. Yo sentía el
peso impalpable de su mirada clavada en mí. Hice como que no me daba cuenta, y
me dediqué a mirar fijamente la pantalla de mi ordenador sin enterarme de nada
de lo que aparecía en ella.
—Lo que pasa contigo
es que no tienes arte con los tíos — dijo en un tono tan bajo que sólo mis
oídos pudieron captarlo—. Yo habría conseguido que me regalara algo mucho mejor
que eso.
Me convencí de que lo
correcto era agradecerle el regalo a Yunho.
Así que aquella noche
subí a su apartamento después de cenar, con la esperanza de que él no estuviera.
Mi plan era dejarle delante de la puerta una botella de vino acompañada por una
nota, y evitar cualquier contacto real con él.
Pero cuando salí del
ascensor en el decimoctavo piso, vi que estaba tecleando el código en la cerradura
de su puerta. Acababa de finalizar una sesión de ejercicio — debía de haber ido
al gimnasio del sexto piso—, y llevaba unos pantalones de chándal y una
camiseta sudada que se le pegaba al cuerpo. Era robusto pero no en exceso,
sólo… fuerte. Con cada cosa en su sitio. Reseguí con la mirada las pequeñas
hendiduras de los músculos de su espalda. Sus bíceps tensaban las mangas de la camiseta. El sudor le había mojado el pelo en la
nuca, y una fina capa de transpiración perlaba sus brazos.
Era lo que se dice un
pedazo de hombre, y por un instante casi pude oler la sal y el sudor reciente y
la piel recalentada por el ejercicio físico. Sentí cómo los impulsos
contrapuestos de la aversión y el anhelo tiraban de mí. Quería paladear a Jung
Yunho. Quería poner la boca sobre él, sobre cualquier parte de él. También
quería salir por piernas de allí.
Entonces él me miró
por encima del hombro, y me obligué a sonreír mientras apretaba la botella
contra mi pecho.
—Hola —murmuró, con
la mirada fija en mí.
—Hola. —La palabra
pareció tardar una eternidad en llegar hasta su destinatario, como si el pasillo
se hubiera convertido en una cinta transportadora que avanzaba en sentido
contrario. Cuando por fin llegué a la puerta del apartamento, le tendí la
botella de vino con un ademán bastante torpe—. Gracias —dije—. Por el regalo.
Me encanta.
Él empujó la puerta
con la mano.
—Adelante.
—No, gracias. Sólo
quería darte esto... —Nuestros dedos se rozaron cuando él cogió la botella, y
me apresuré a apartar la mano.
Me miró como si le
hiciera gracia que hubiera subido por eso, y un destello retador cruzó sus
ojos.
— ¿No quieres ver la
decoración que hizo Seung?
—Yo... Sí, supongo
que podría entrar un momento —dije, y lo seguí al interior del apartamento.
Yunho encendió las
luces, y casi di un grito ahogado ante el cambio experimentado por el lugar.
Había sido transformado en un refugio rústico pero sofisticado. Los ricos tonos
terrosos de las maderas y los tapizados sacaban el máximo partido de la
generosa ~ hilera de ventanales. El mobiliario había sido mantenido en el
mínimo indispensable, con unos cuantos muebles grandes y cómodos, presididos
por un enorme sofá, unos sillones y una otomana tapizada con cuero color caramelo.
Un elegante tríptico pintado a mano con unos vaqueros conduciendo un rebaño de
reses había sido montado en una pared. Perfecto.
—No sé cuánto te
habrá cobrado Seung —dije—, pero ha merecido la pena.
—Eso mismo me dijo
él. — Yunho miró la botella con una sonrisa de apreciación—. Napa. Un vino de
las montañas. Me encantan, especialmente los cabernet.
— ¿Acabaste yendo a
alguna cata de vinos? —pregunté, sonrojándome un poco al recordar cómo me había
subido a la mesa en la bodega de mi familia y se había puesto entre mis...
—Sí, a unas cuantas —
dijo mientras ponía la botella sobre la encimera—. He aprendido un poco aquí y
allá. Pero no hubo manera de que acabara de pillarle el truco a eso de la retroolfacción.
—Es muy sutil. A
veces ayuda mantener el vino en la boca hasta que alcance tu temperatura corporal...
— Yunho se me acercó, y eso bastó para que me olvidara de lo que estaba
diciendo. Deslicé la mirada hacia la piel bronceada de su cuello, el hueco
humedecido por el sudor en la base—. Bueno... —murmuré—, tengo que irme. Así
podrás darte una ducha. —Pensar en Yunho desnudo, con el agua caliente
corriendo sobre aquel cuerpo de estatua griega, sobre toda aquella energía
contenida, hizo que mi compostura flaqueara aún más.
—No has visto el
resto del apartamento — dijo.
—Seguro que ha
quedado estupendo.
—Deberías ver el
dormitorio, al menos. —Me miró con un brillo travieso en los ojos.
—No, gracias.
Yunho se inclinó
sobre mí, todo fuerza y hormonas, y apoyó una mano en la pared.
—No soy el hombre
adecuado.
—Tú y Seung... ¿hace
mucho que son amigos?
Asentí con la cabeza.
—Desde que íbamos al
colegio.
Un fruncimiento de
ceño serpenteó entre las cejas de Yunho.
— ¿Nunca has salido
con él?
— ¿Quieres decir en
plan cita? No.
El ceño desapareció,
como si mi respuesta le confirmara algo que sospechaba.
—No eres su tipo,
pues.
—Bueno, no. Seung es
una especie de «aceptamos toda clase de tarjetas». Ha tenido relaciones con
hombres y con mujeres. Está abierto a cualquier posibilidad, porque para él el exterior
de una persona sólo es envoltorio. Es un punto de vista bastante ilustrado si
lo piensas un poco.
—Pues yo no soy nada
ilustrado —replicó tajante—. A mí sólo me interesan los envoltorios que mas
delicados. —Y por un instante me miró el pecho con un interés que me pareció
incongruente. Luego volvió a mirarme a los ojos—. Jaejoong, hay algo a lo que
debo asistir mañana por la noche... Van a reabrir un teatro...
El teatro, famoso en
toda la nación, había tenido que ser sometido a una reconstrucción que había
durado un año después de que unas inundaciones hubieran destruido el nivel
subterráneo. La reapertura iba a contar con la presencia de numerosas
celebridades locales y nacionales, al igual que con la elite política y social
al completo.
— Ya he quedado con Seung
para asistir a la reapertura.
—Uno de mis socios
hizo un donativo para las obras en nombre de nuestra compañía. Así que me ha
tocado ir.
Tuve la impresión de
que Yunho había estado a punto de pedirme que fuera con él. Como en una cita.
Me entraron sofocos sólo de pensarlo. Aún no me sentía preparado para salir con
ningún hombre, y menos con él.
—Bueno, puede que nos
veamos allí —dije con jovialidad—. Pero si nuestros caminos no llegan a
cruzarse... que disfrutes de la noche.
—Lo mismo digo.
—Vale. Hasta pronto.
—Me di la vuelta y empecé a luchar con el pomo. Él extendió el brazo y lo
agarró.
—Ya te abro yo.
Aguardé con temerosa
impaciencia, listo para salir huyendo. Pero Yunho no abrió la puerta.
—... Jaejoong.
—Esperó hasta que me volví hacia él, los cuerpos casi tocándose.
Cada uno era tan
consciente de la presencia del otro que casi sentí su presión contra mi piel, la
dureza y el peso de su cuerpo. No pude evitar preguntarme cómo sería hacerlo
con él, si me haría daño, si sería delicado y cariñoso.
No podía imaginarme a
Jung Yunho comportándose así, aquellas manos fuertes haciéndole daño a alguien
vulnerable, dejando moretones en la piel. Pero Siwon me había hecho descubrir
que cosas inimaginables eran perfectamente posibles.
Cuando consiguiera
hacer acopio del valor suficiente para volver a intentarlo, no sería con ningún
hombre excesivamente masculino. Pero quizás eso formaba parte de la atracción,
saber instintivamente que los verdaderos sentimientos, el que alguien te importara
de verdad, era algo que nunca podría suceder con Yunho.
Alcé la mirada hacia
sus ojos, fascinado por aquel café. Sabía que no debía hacerlo, pero deseé
fundirme con él, apretarme contra aquel cuerpo fuerte y... dejarme llevar. Respirar.
Confiar.
—Quédate —susurró él—
y compartamos el vino.
—Necesitas...
necesitas darte una ducha.
Una sonrisa le cruzó
lentamente la cara.
—También podemos
compartir la ducha.
—Claro —dije con voz
malhumorada, mientras mi mente se llenaba de visiones de su piel enjabonada y
músculos resbaladizos por el agua—. Anda ya.
Yunho abrió la puerta
y me dejó salir.
—Habría sido
divertido. —dijo a mi espalda mientras me alejaba por el pasillo.
Tuve que esconder una
sonrisa, sin atreverme a mirar atrás.
Después de aquello
pasé la noche hecho un manojo de nervios, mi duermevela interrumpida por breves
sueños, y por la mañana desperté cansado y sintiéndome un poco deprimido. Fue entonces
cuando caí en la cuenta de que cada uno de los encuentros que había tenido con Jung
Yunho empezaba a parecerme un mero preliminar al acto amoroso.
* * *
El tema de la noche
era con cantantes y músicos rindiendo homenaje. Al menos cinco mil personas
llenaban el edificio mientras la música de jazz flotaba suavemente en el aire.
Los Gershwin eran la elección ideal para la noche, porque le daban una
atmósfera de placeres espontáneos combinados por mera casualidad.
El teatro tenía dos
escenarios, el de arriba, de unos cuatro pisos de alto, era un gran teatro al
estilo tradicional para montajes de gran espectáculo. Pero fue el teatro de
abajo el que me pareció más interesante. Consistía en un escenario modular con
un suelo con cada sección instalada sobre sus propios pistones neumáticos
independientes. De esa manera el suelo podía ser reconfigurado para darle cualquier
forma que requiriera el montaje. Las paredes también estaban segmentadas, lo
que proporcionaba diversas posibilidades escenográficas.
Aunque yo era inmune
a Seung en cualquier sentido romántico, me encantó verlo de esmoquin. A juzgar
por las miradas que le lanzaban, casi todos los asistentes al acto pensaban lo
mismo que yo. Se lo veía ágil y felino, y el esmoquin realzaba elegantemente la
esbeltez de su cuerpo.
Seung me había
llevado de compras y se había encargado de elegirme el traje.
Tal como me esperaba,
el grueso de mi familia se hallaba presente, papá, Junsu y mis tres hermanos.
Mi cuñado estaba encantador.
—Por mucho que lo
intente no consigo apartar la vista de tu esposo —le dijo Seung a Yoochun —. Es
como mirar el fuego.
Yoochun sonrió y rodeó
la cintura de Junsu. Los músicos empezaron a tocar Embraceable You, y Junsu
alzó la mirada hacia él.
—Quieres bailar —dijo
Yoochun, interpretando aquella expresión expectante, y él asintió con la
cabeza. Yoochun lo cogió de la mano y murmuró—: Vayamos, entonces —en un tono
tan gentil que lo hizo ruborizar. Sus dedos se entrelazaron y Yoochun lo llevó
hacia la pista.
—Ya veo que te tiene
bien enseñado, chico —les dijo Seung mientras se alejaban, y vino a sentarse
con Hyun Joong y conmigo.
En el otro lado de la
mesa, había un continuo desfile de gente que venía a rendirle pleitesía a papá.
—Junsu le ha hecho
muchísimo bien —comentó Hyun Joong mientras los miraba bailar—. Yoochun ha aprendido
a tomarse las cosas de otra manera desde que se casaron. Y nunca pensé que lo
vería desvivirse de esa manera por nadie.
Le sonreí.
—También te pasará a
ti. Cualquier día conocerás a alguien, y sentirás como si te hubieran atizado
en la cabeza con un mazo de picar piedra.
—Me siento así cada
noche de sábado —me informó Hyun Joong.
—Tu cita está de
muerte — dijo Seung mientras el novio-del-día de Hyun Joong venía hacia nuestra
mesa, de regreso de los lavabos —. ¿Cómo se llama? ¿Jun?
Hyun Joong palideció.
—No. Dios, por favor,
no la llames Jun. Ambos se pelearon en público la semana pasada.
— ¿A causa de qué? —Pregunté,
y puse los ojos en blanco cuando vi la expresión culpable que apareció en el
rostro de mi hermano—. Olvídalo. No quiero saberlo.
—Hay otra cosa que
seguramente tampoco querrás saber —me dijo Seung.
En respuesta a mi
mirada de perplejidad, señaló con la cabeza el otro lado de la mesa, donde papá
seguía dando audiencia. Sentí que me daba un vuelco el corazón cuando vi a Jung
Yunho estrechándole la mano. Yunho no lucía el esmoquin con la indolencia
desenvuelta de un aristócrata, sino con la mal disimulada impaciencia de
alguien que preferiría estar tomando unas copas con los amigotes. Constreñido
dentro de una indumentaria civilizada, parecía una fuerza de la naturaleza enjaulada.
Mi padre lo miró con
los ojos entornados y expresión de interés. Como de costumbre, Kim Joon Gyu era
tan sutil como una piqueta. Y como de costumbre, todo el mundo contuvo la respiración
cuando habló.
— ¿Busca complicarles
la vida a los Kim? —Preguntó con tono de amable interés—. ¿Está planeando
hacernos alguna mala pasada?
Yunho le sostuvo la
mirada sin inmutarse, un joven bribón que le toma la medida a un viejo bribón,
no sin respeto.
—No, señor.
— ¿Entonces por qué
ha venido a vivir a mi edificio? — Una leve sonrisa flotó en los labios de
Yunho.
—Los Kim no son los
únicos que quieren tener una buena vista desde el último piso.
No necesité mirarle
la cara a mi padre para saber que aquella réplica le había encantado. Encantado,
sí. Pero aun así, Kim Joon Gyu no era la clase de hombre que olvida una cuenta pendiente.
—De acuerdo —le dijo
a Yunho —. Ya ha presentado sus respetos al perro más viejo del lugar, puede
irse.
—Gracias. Pero usted
no es el Kim que he venido a ver. — Y Yunho me miró.
Estaba siendo
cortejado delante de mi familia. Le lancé una rápida mirada a Seung, suplicándole
auxilio en silencio. Pero mi amigo del alma estaba disfrutando demasiado con el
espectáculo para hacerme caso.
Con la mirada
colectiva del clan Kim fija en mí, miré a Yunho. Y en un tono lo más normal que
pude, dije:
—Hola, señor Jung.
¿Lo está pasando bien?
—Espero que sí.
Un mundo de problemas
acechaba en aquellas tres palabras.
—Oiga, Jung —dijo Hyun
Joong, levantándose y dándole una palmada en el hombro—. ¿Qué le parece si
vamos a tomarnos una cerveza en el bar?
Yunho no movió un
músculo.
—No, gracias.
—Invito yo. Insisto.
Como si las cosas no
estuvieran lo bastante complicadas, Yoochun y Junsu volvieron a la mesa. Y Yoochun,
que siempre se mostraba agresivamente territorial en todo lo referente a su
esposo, miró a Yunho con una expresión que auguraba sangre.
Junsu le cogió la
mano y se la apretó.
—Yunho —dijo con una
sonrisa relajada—, cuánto tiempo sin verte. ¿Cómo estás?
—De fábula. ¿Y tú?
—Estupendamente.
Ahora tenemos un pequeñín. Chul.
—Sí, me he enterado.
Felicidades.
Yoochun seguía
mirándolo de un modo inquietante.
— ¿Qué quiere?
—preguntó sin levantar la voz.
Yunho volvió la
mirada hacia mí, y la mantuvo, mientras respondía.
—Quiero bailar con su
hermano.
—Ni lo sueñe —repuso Yoochun,
antes de que yo abriese la boca.
—Me parece que no
podrá ser —terció Hyun Joong casi simultáneamente.
Mi padre me miró a
través de la mesa y enarcó las cejas.
Y mi hermano Changmin
escogió ese momento para aparecer detrás de mi asiento y ponerme la mano en el
hombro.
— ¿Algún problema?
—preguntó a nadie en particular.
Me sentí asfixiado
por los hombres de mi familia, que parecían decididos a protegerme sin siquiera
preguntarme mi opinión sobre el asunto. Aparté el hombro de la mano de Changmin.
—Ningún problema
—dije—. El señor Jung acaba de pedirme que baile con él. Y voy a...
—Ni hablar —dijo Changmin
mientras volvía a ponerme la mano en el hombro.
Le hinqué el codo con
una mueca de irritación.
—No he pedido tu
opinión.
—Pues quizá deberías
hacerlo —gruñó Changmin y me miró con cara de pocos amigos—. Necesito hablar
contigo, Jae.
—Luego —dije, cada
vez más incómodo. Estábamos dando una escena. La gente empezaba a mirarnos.
—Ahora —insistió Changmin.
Lo miré con
incredulidad.
—Por el amor de Dios
—dije—, incluso para una familia fanáticos del control, esto es demasiado.
Yunho frunció el
ceño.
—Mientras tú y tus
hermanos celebran una reunión de emergencia para decidir si te permiten bailar
conmigo —me dijo—, estaré en el bar.
Y se fue mientras yo
fulminaba con la mirada a Changmin, quien normalmente era el hermano que menos
se entrometía en mi existencia. Lo que tampoco era decir mucho, claro. Pero ya
era algo.
—Disculpennos —les
dijo al resto de los Kim, y me llevó a un aparte.
— ¿Qué está pasando?
—inquirí en un murmullo cargado de tensión mientras deambulábamos entre el
gentío—. ¿Por qué es tan terrible que yo baile con Jung Yunho?
—Todo el mundo sabe
que ese tío sólo quiere causar problemas —dijo Changmin sin perder la calma—.
Con los hombres que hay aquí para escoger, ¿por qué quieres facilitarle las
cosas? ¿Tan empeñado estás en averiguar hasta dónde puedes llevarle la
contraria a tu familia?
—Avance informativo
de última hora, Changmin: hay ciertas cosas en mi vida que tengo derecho a decidir
por mi cuenta sin tomar en cuenta la opinión de mi familia.
—Tienes razón
—reconoció él—. Pero no pienses que voy a quedarme callado si veo que echas a
andar hacia otro agujero. No si hay alguna posibilidad de que pueda evitar que
acabes cayéndote dentro.
—Lo que yo haga o
deje de hacer con Jung Yunho es asunto mío. Ya apechugaré con las consecuencias
en cuanto lleguen.
—Perfecto. Con tal
que entiendas que hay muchas probabilidades de que juegue contigo y te utilice.
Lo miré con dureza.
— ¿Por qué dices eso?
—Hace dos años, poco
después de tu boda, me llamaron para encargarme del reportaje fotográfico del
artículo que iban a publicar sobre Jung. A petición suya, pasé la mayor parte
del día con él. Hablamos de muchas cosas, pero casi al final comprendí que todos
los hilos de la conversación llevaban directamente a la misma persona... Jung
no paró de hacerme preguntas, recopilar información, sonsacarme detalles
privados...
—Sobre Junsu
—murmuré.
—No, qué va. Sobre
ti.
— ¿Qué? —pregunté con
un hilo de voz.
—Jung me dijo que se
habían conocido en la recepción de la boda.
Mi corazón pareció
dejar de latir.
— ¿Te contó cómo fue?
—No, pero era
evidente que no había dejado de pensar en ti desde entonces. Así que le dejé claro
que no debía acercársete. Le dije que estabas casado. Y pareció que a él le
daba igual. Seguía queriendo saber más. Empecé a tener un mal pálpito, incluso
entonces. — Chanmgin me miró —. Y ahora acabas de salir de un divorcio y eres
vulnerable, y ese tío te va detrás.
—No me va detrás,
sólo me ha pedido que bailara con él.
—Ese tío te va detrás
—repitió Changmin con firmeza—. De todos los hombres que hay aquí, ha venido
directo hacia ti sin pensárselo dos veces. ¿A qué crees que puede deberse, Jae?
—Eso no es cierto
—protesté.
—Pues yo creo que sí
que lo es —dijo Changmin, pasándose la mano por el pelo con una mueca de exasperación—.
Por el amor de Dios, Jae, búscate algún otro. Si quieres conocer tíos, yo puedo
presentarte un montón...
—No —dije
hoscamente—. No quiero conocer a nadie.
—Entonces volvamos a
la mesa.
Sacudí la cabeza. La
idea de volver al redil familiar como un niño al que se acaba de reñir por una
travesura me resultó insoportable.
— ¿Quieres bailar?
—preguntó Changmin. No pude evitar sonreír.
— ¿Con mi hermano?
Olvídalo, sería demasiado patético. Además, tú detestas bailar.
—Cierto —dijo Changmin,
poniendo cara de alivio.
—Voy a los lavabos
—dije—. Enseguida estaré en la mesa.
Después de que Changmin
se alejara, eché a andar entre el gentío con expresión desconsolada. Estaba
claro que no habría debido asistir a aquel evento. Debería haberme quedado en
casa. Necesitaba encontrar respuesta a algunas preguntas, como la de por qué,
aunque el sentido común me decía que no siguiera por ese camino y mi familia
estaba convencida de que sería un error, seguía sintiéndome tan atraído por Jung
Yunho.
Pero antes de que me
diera cuenta, ya había ido hasta el bar.
No me costó nada
localizar la silueta de Yunho. Medio acodado en la barra, tenía en la mano un
vaso alto de whisky. Parecía estar hablando con alguien, aunque su hombro se interponía
en mi línea de visión. Fui hacia él con paso vacilante, al tiempo que ladeaba
la cabeza en un intento de ver a su acompañante.
Era un hombre. Por
supuesto. No cabía esperar que un hombre con su aspecto no atrajera la atención.
El hombre, llevaba un reluciente traje.
Todo eso, junto con
su pelo, hacía que pareciera una estatuilla en alguna ceremonia de entrega de
premios.
Entonces le vi la
cara y me quedé patidifuso.
—Hola, Moo Kyul —dije
con un hilo de voz.
osea jae no puede acercarse a yunho pero el si mira nomas para mi que Moo Kyul lo quiere para el pero yunho esta interesado en jae y no en Moo Kyul lastima
ResponderEliminaromo se pone cada vez mas interesante 0_0 , no se que pensar de Yunho solo espero que no trate mal o se aprobeche de Jae ... aunque ese hombre es muy atractivo y Jae le tiene ganas no se que es lo que pretende ojala no sea nada malo.... Jae ya a pasado por muchas experiencia terribles en su vida.
ResponderEliminarPero por otro lado yo se que Jae va a terminar cayendo en las redes de la seeduccion de Yunho... quien no lo haria? bueno me voy a leer la continuacion :)
Ooooh Yunho es tan caliente! Entiendo el porque Jaejoong no puede evitar sentirse atraido. Aunque he quedado un poco anonadada ¿Yunho tendrá realmente buenas intenciones o solo trata de usar a Jae?
ResponderEliminarowwwwwe que directo fue yunho eh venido por un kim en especial yo creo que en verdad si quiere a jae y bueno su familia lo protegen porque no quieren verlo herido de nuevo
ResponderEliminarhay yunni no se que te haría si solamente usas a jae te digo el ya sufrió por muchas cosas malas para que vengas tu a desgraciar le mas la vida espero que muy en el fondo te estés enamorando de jae sin darte cuenta así los son serian muy felices me muero por saber que pasara en el siguiente capitulo cada vez esta historia se esta poniendo muy interesante bye :)
ResponderEliminarYunho quiere que su departamento este escho con el gusto de Jae...
ResponderEliminarEsta bien que la familia de Jae quiera protegerlo despues de lo que vivio, pero con esto que esta pasando se me hace demasiado, no lo estan dejando que tome sus propias decisiones.
ResponderEliminary yo sinceramente no creo que Yunho vaya con malas intenciones, espero no equivocarme.
y ese MooKyul o como se llame me esta empezando a caer suuuper mal.
Me quede en shock con la osadía de jung yunho este hombre si que se las trae muchas gracias por subir este fic!!! Me muero de ganas por saber como acabara todo
ResponderEliminartodo lo que tiene que aguantar el pobre Jaejoong que hermanos para mas sobre protectores tiene! changmin me riso ajajaja XD!
ResponderEliminarYunho si que la va tener difícil para ganarse el cariño y la confianza de la familia de jaejoong u.u
Ese tal Moo Kyul no me cae para nada bien! ¬¬
Como sobre protegen a Jaejoong, me encantó Changmin XD.
ResponderEliminar¿Ahora que querrá Moo Kyul?, que tipo más insufrible
Realmente espero que Yunho no le haga daño a Joongie... Moo Kyul no me cae bien... Que se traerá entre manos??
ResponderEliminarme alegra que cuiden tanto de Jae, pero lo van a asfixiar si siguen asi, espero de verdad que yunho no intente aprovecharse de jae, y moo kyul ya cansaa ojala lo pongan en su lugar
ResponderEliminarQue cólera me da Jae como se deja tratar así por su jefe debería ponerle un alto, por mucho que no quiera tener privilegios pero tampoco tiene que dejar denigrar.
ResponderEliminarAhora su familia esta bien que quieran protegerlo pero tampoco pueden meterse así en su viuda sólo espero que le ponga un alto a todos
pero es que Jae es el mártir de los gilipollas??? a cuento de qué soporta ese trato de su jefe?? por qué se deja ningunear de esa manera¿¿
ResponderEliminareso me desespera ,no puede ser más tonto porque no practica.
gracias
Jajaja... Me dio mucha risa como se pusieron todos los Kim cuando Yunho le pidió a Jae bailar con él Y ahora ese mugre jefe de Jae parece querer conquistar a Yunho, a ver que reacción tiene cuando Yunho lo deje por Jae.
ResponderEliminarGracias!!! 💗💕💞