martes, 17 de febrero de 2015

El ángel caído: Capítulo 4

CAPÍTULO 4

           
Jaejoong gritó... y aterrizó con fuerza sobre su trasero y apoyó las manos sobre la superficie rugosa de unas baldosas muy caras.

—Pufff... —Tras maldecirse para sus adentros por haber proferido aquella amarga exclamación de sorpresa, se sentó en el suelo e intentó recuperar el aliento.

Yunho estaba de pie a su lado, como una visión sacada del cielo y el infierno. De ambos lugares. A la vez. En aquel momento comprendió por qué los ancestros de la humanidad habían considerado a los de su especie los guardianes de los dioses, aunque no tenía claro que ese no fuese un demonio.

—Esto no es el Gremio —consiguió decir después de un buen rato.

—Decidí que hablaríamos aquí. —Le tendió la mano.

Jaejoong la ignoró y se puso en pie sin ayuda, aunque logró a duras penas resistir la tentación de frotarse la parte baja de la espalda, que le dolía muchísimo.

— ¿Siempre sueltas a tus pasajeros de esa forma? —murmuró—. No es muy elegante.

—Eres el primer humano al que he llevado en brazos en muchos siglos —replicó. Sus ojos marrones parecían casi negros en la oscuridad—. Había olvidado lo frágiles que son. Te sangra la cara.

— ¿Qué? —Alzó la mano hasta un punto de la mejilla que le escocía. El corte era tan minúsculo que apenas lo notaba—. ¿Cómo me he cortado?

—El viento, tu cabello. —Se dio la vuelta y empezó a caminar hacia el recinto acristalado—. Límpiatela, a menos que quieras ofrecerles un tentempié a los vampiros de la Torre.

Se frotó la herida con la manga y luego apretó los puños con fuerza mientras clavaba una mirada asesina a la espalda que se alejaba.

—Si crees que voy a seguirte como un perrito...

Yunho echó un vistazo por encima del hombro.

—Podría hacer que te arrastraras, Jaejoong. —No había ni el menor rastro de humanidad en su rostro, nada salvo el brillo de un poder tan enorme que Jaejoong deseó poder protegerse los ojos. Le costó un verdadero esfuerzo no dar un paso atrás—. ¿De verdad quieres que te obligue a postrarte ante mí?

En aquel instante, supo que Yunho estaba dispuesto a hacer justo eso. Algo de lo que había dicho o hecho había llevado al arcángel más allá de sus límites. Si quería sobrevivir con el alma intacta, tendría que tragarse el orgullo... o Yunho se lo destrozaría. La sola idea le abrasó la garganta antes de afirmarse con la solidez de una roca en su estómago.

—No —respondió, a sabiendas de que si alguna vez tenía la oportunidad, le clavaría un cuchillo en la garganta por haber pisado su orgullo de aquella manera.

Yunho lo contempló durante varios minutos, una exploración fría que convirtió en hielo la sangre de Jaejoong. A su alrededor brillaban millones de luces de la ciudad, pero sobre aquella azotea solo había oscuridad... a excepción del resplandor que emanaba de él. Había oído a la gente cuchichear sobre aquel fenómeno, pero jamás había llegado a presenciarlo... porque cuando un ángel brillaba, se convertía en un ser con poder absoluto, un poder que por lo general estaba destinado a matar o a destruir. Un ángel solo resplandecía cuando estaba a punto de hacerle pedazos a alguien.

Jaejoong le devolvió la mirada, reacia a rendirse... o más bien incapaz de hacerlo. Había cedido tanto como podía. Si la cosa continuaba así, lo mismo daría arrodillarse.

Ponte de rodillas y suplica. Tal vez entonces reconsidere la idea.

No lo había hecho entonces. Y no lo haría ahora. Sin importar el precio que tuviera que pagar.

Justo en el momento en que creyó que todo había acabado, Yunho se dio la vuelta y continuó su camino hacia el ascensor. El resplandor se apagó en un abrir y cerrar de ojos. Jaejoong lo siguió, muy consciente del sudor que corría por su espalda y del intenso sabor del miedo que le llenaba la boca. Sin embargo, por dentro hervía de furia.

Yunho, el arcángel, se había convertido en el ser al que más odiaba del universo.

Mantuvo la puerta abierta para él. Jaejoong pasó a su lado sin mediar palabra. Y cuando Yunho se situó a su lado y le rozó la espalda con las alas, se puso rígido y clavó la mirada en las puertas del ascensor. El elevador llegó segundos después, y Jaejoong entró. Lo mismo hizo Yunho, cuya esencia era como papel de lija para sus sentidos innatos de cazador.

La mano con la que manejaba los cuchillos ansiaba apretar una hoja afilada. Era una necesidad casi dolorosa. Sabía que la sensación fría del acero lo centraría, pero esa sensación de seguridad sería una ilusión, una que lo pondría en un peligro aún mayor.

«Podría hacer que te arrastraras, Jaejoong.»

Apretó los dientes con tanta fuerza que su mandíbula protestó. Cuando las puertas del ascensor se abrieron de nuevo, salió con rápidas zancadas sin esperar a Yunho. Aunque se detuvo de repente. Si aquel lugar se consideraba apropiado para asuntos de negocios, estaba claro que la decoración empresarial había cambiado. La alfombra tenía un lujurioso tono negro, al igual que las lustrosas paredes. Los únicos muebles que había a la vista (un par de pequeñas mesas auxiliares) estaban fabricados también en aquel tono rico y exótico.

Irradiaban colores ocultos, posibilidades.

Las rosas rojas como la sangre (colocadas en jarrones de cristal que estaban situados sobre las mesitas auxiliares) proporcionaban un intenso contraste. Y lo mismo podía decirse del enorme cuadro rectangular que había colgado en una de las paredes. Jaejoong se acercó a él, embelesado. Un millar de tonos de rojo en furiosas pinceladas que parecían seguir alguna extraña lógica y que mostraban una sensualidad que hablaba de sangre y muerte.

Sintió los dedos de Yunho sobre el hombro.

—Han Sun tiene mucho talento.

—No me toques. —Las palabras brotaron de sus labios como dagas de hielo—. ¿Dónde estamos? —Se volvió para mirarlo y reprimió el impulso de sacar una de sus armas.

Las llamas marrones que relampaguearon en los ojos del arcángel no eran de furia.

—En la planta de los vampiros. Ellos utilizan este lugar para... bueno, ya lo verás.

— ¿Por qué tengo que verlo? Sé todo lo que hay que saber sobre los vampiros.

Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de Yunho.

—En ese caso, no te sorprenderás. —Le ofreció su brazo, pero Jaejoong se negó a aceptarlo. Aun así, su sonrisa no vaciló ni un instante—. Cuánta rebeldía... ¿De quién la heredaste? Es evidente que no fue de tus padres.

—Una palabra más sobre mis padres y me dará igual que me conviertas en un millón de jodidos pedazos —dijo con los dientes apretados—. Te arrancaré el corazón y se lo serviré a los perros callejeros como cena.

Yunho enarcó una ceja.

— ¿Estás seguro de que tengo corazón? —Y tras eso, empezó a avanzar por el pasillo.

Puesto que no quería ir por detrás de él, Jaejoong apresuró el paso para poder caminar a su lado.

—Supongo que tendrás un corazón físico —dijo—. ¿Corazón, emocionalmente hablando? Ni de coña.

— ¿Qué hace falta para que te mueras de miedo? —preguntó Yunho, y parecía sentir verdadera curiosidad.

Una vez más, Jaejoong tuvo la sensación de que se había deslizado sobre la finísima capa de hielo que la separaba del peligro y había logrado salir con vida. Pero había estado cerca. Se preguntó si Yunho se mostraría tan compasivo con él cuando terminara el trabajo y ya no le resultara útil. No iba a quedarse a su lado para descubrirlo.

—Nací cazador —dijo mientras se hacía la promesa mental de encontrar una vía de escape. Siberia sonaba bien—. No mucha gente sabe lo que eso significa, las consecuencias inevitables que tiene.

—Cuéntamelo. —Empujó una puerta de cristal y esperó a que Jaejoong pasara antes de cerrarla—. ¿Cuándo te diste cuenta de que poseías la capacidad de rastrear la esencia de los vampiros?

—No me di cuenta. —Encogió los hombros—. Siempre he podido hacerlo. No fue hasta los cinco años cuando comprendí que eso era algo diferente, anormal. —La palabra que empleaba su padre salió de su boca sin más. Jaejoong notó un sabor amargo—. Pensaba que todo el mundo podía hacerlo.

—Igual que un ángel joven cree que todo el mundo puede volar.

La curiosidad fue más fuerte que la furia.

—Sí. —Así que había niños ángeles... Pero ¿dónde?—. Supe que nuestro vecino era un vampiro mucho antes que los demás. Percibí su esencia un día por accidente. —Aún se sentía mal por eso, aunque en aquella época no era más que un niño —. Intentaba hacerse pasar por humano.

El rostro de Yunho adquirió una expresión de disgusto.

—Lo mejor habría sido que le hubiera cedido la oportunidad a otra persona. ¿Por qué aceptar el don de la inmortalidad si deseas ser humano?

—En eso estoy de acuerdo. —Se encogió de hombros—. El señor Benson se vio obligado a mudarse después del escándalo que formaron los vecinos.

—Parece que el lugar donde pasaste tu infancia no era muy tolerante.

—No. —Y su padre estaba al frente de los intolerantes. Cuánto lo había humillado que su hijo fuera también un monstruo—. Unos años más tarde, percibí a Slater Patalis mientras recorría el país asesinando a la gente. —Se le heló la sangre, alarmado por el horrible secreto que lo conectaba a aquel nombre.

—Uno de nuestros escasos errores.

En realidad no fue un error, pensó Jaejoong, no si el asesino era una persona normal antes de Convertirse. Pero no podía decir aquello sin traicionar a Junsu.

—Estoy acostumbrado al miedo, ¿sabes? Crecí sabiendo que el hombre del saco estaba ahí fuera.

—Me mientes, Jaejoong. —Se detuvo frente a una sólida puerta negra—. Pero lo dejaré pasar. Pronto me dirás el verdadero motivo por el que bailas con la muerte tan alegremente.

Jaejoong se preguntó si el arcángel tendría el nombre de Bit Na y de Boo Ki en sus archivos, si conocía la tragedia que había destruido a su madre y había convertido a su padre en un desconocido.

—Ya sabes lo que se dice sobre ser demasiado confiado...

—Exacto. —Hizo un breve asentimiento con la cabeza—. Esta noche te mostraré por qué aquellos a los que llamas «zorras» desean a los vampiros como amantes.

—Nada de lo que puedas hacer o decir me hará cambiar de opinión. —Frunció el ceño—. No se diferencian en nada de los drogadictos.

—Cuánta obstinación... —murmuró Yunho antes de empujar la puerta.

Se oían susurros, risas, el tintineo del cristal. Sonidos que fluían como una invitación. Los ojos de Yunho lo desafiaron a entrar. Y como era estúpido, aceptó el desafío y (tras sacar la daga de la funda que llevaba en el brazo) se adentró en la estancia pensando en el arcángel que iba tras él, en la vulnerabilidad de su espalda... Hasta que se quedó boquiabierto por la impresión.

Los vampiros celebraban un cóctel.

Jaejoong parpadeó con incredulidad mientras se fijaba en la iluminación tenue y romántica, en los mullidos sofás, en los entremeses acompañados de elegantes copas de champán. Estaba claro que la comida era para los invitados humanos, hombres y mujeres, que charlaban y flirteaban con sus anfitriones vampiros. Las chaquetas de gala encajaban a la perfección sobre hombros ágiles y musculosos; había vestidos de fiesta de todos los tipos (desde largos y ceñidos hasta cortos y sexis), y los colores predominantes eran el negro y el rojo, aunque de vez en cuando se apreciaba un atrevido despliegue de blanco.

Las conversaciones se detuvieron en el momento en que la gente lo vio. No obstante, cuando posaron sus ojos en la figura que había tras él, casi pudo oírse un suspiro colectivo de alivio: el cazador estaba bajo la vigilancia del arcángel. Tras aplacar el impulso infantil de demostrarles que no era así, Jaejoong volvió a guardar la daga en su funda con discreción.

Y menos mal, porque un vampiro se acercó a él con una copa de vino en la mano. Al menos esperaba que fuera vino, ya que el líquido oscuro y rojo podría haber sido sangre.

—Hola, Jaejoong. —Las palabras fueron pronunciadas con una voz hermosa y profunda, pero era el acento lo que resultaba verdaderamente embriagador: rico, siniestro y sensual.

—El vampiro de la puerta —susurró Jaejoong con voz ronca. Solo cuando chocó contra el cuerpo cálido de Yunho se dio cuenta de que había retrocedido ante la desgarradora belleza de aquella caricia invisible que era su voz.

—Me llamo Han Sun. —El tipo sonrió, mostrando una hilera de dientes blancos y brillantes, sin colmillos a la vista. Un vampiro viejo y experimentado—. Ven, baila conmigo.

El calor se deslizó entre sus piernas, una reacción involuntaria a la esencia de Han Sun, una esencia que contenía un atractivo muy especial (y muy erótico) para un cazador nato.

—Para ya, o te juro que te convertiré en un eunuco.

Han Sun bajó la mirada para contemplar la daga que se apretaba contra la cremallera de sus pantalones. Cuando alzó la cabeza de nuevo, su expresión tenía un matiz algo más que molesto.

—Si no has venido a jugar, ¿por qué estás aquí? —La esencia se había disipado, como si la hubiera encerrado en su interior—. Este es un lugar seguro, solo para divertirse. Llévate tus armas a otro sitio.

Ruborizado, Jaejoong apartó la daga. Era obvio que había metido la pata.

—Yunho...

El arcángel apretó la mano sobre la parte superior de su brazo.

—Jaejoong está aquí para aprender. No entiende la fascinación que causan en los humanos.

Han Sun enarcó una ceja.

—A mí me encantaría enseñársela.

—Esta noche no, Han Sun.

—Como desees, sire. —Tras realizar una breve inclinación de cabeza, Han Sun se alejó... pero solo después de dejar una envolvente ráfaga de su esencia como mazazo de despedida.

Su lenta sonrisa demostraba que había percibido la respuesta de Jaejoong, que sabía que le habían flaqueado las rodillas. Sin embargo, el efecto empezó a desvanecerse con cada paso que se alejaba, hasta que Jaejoong dejó de anhelar el dolor sensual de su contacto: la esencia de Han Sun era una herramienta de control mental tan efectiva como las habilidades de Yunho. No obstante, por primera vez comenzó a entender por qué algunos cazadores se sentían atraídos a nivel sexual (o incluso romántico) por las criaturas a las que perseguían.

Por supuesto, ellos no cazaban a los tipos como Han Sun.

—Es lo bastante viejo para haber pagado la deuda de cien años varias veces. —Por no mencionar su considerable poder; jamás había conocido a un vampiro con semejante magnetismo—. ¿Por qué permanece a tu lado?

La mano de Yunho era como un hierro al rojo sobre su brazo, y le abrasaba la piel incluso con el tejido de la camisa de por medio.

—Necesita desafíos constantes. Trabajar para mí le da la oportunidad de satisfacer sus necesidades.

—En más de un sentido —murmuró Jaejoong, que observaba cómo Han Sun se acercaba a una pequeña rubia llena de curvas y le colocaba la mano sobre la cintura. La mujer alzó la vista, fascinada. No era de extrañar, ya que Han Sun poseía una belleza de ensueño.

—No soy un proxeneta. —Era evidente que a Yunho le había hecho gracia—. Los vampiros que se encuentran en esta estancia no precisan semejantes servicios. Mira a tu alrededor. ¿A quiénes ves?

Jaejoong frunció el ceño, a punto de soltar una réplica cortante. Pero abrió los ojos de repente. Allí, en un rincón, una morena de piernas largas...

—No puede ser... —Entrecerró los párpados—. Esa es Sarita Monaghan, la supermodelo.

—Sigue mirando.

Sus ojos se posaron sobre la rubia voluptuosa de Han Sun.

—La he visto en algún sitio... ¿En algún programa de televisión?

—Sí.

Jaejoong continuó inspeccionando la estancia, atónita. Pudo ver a un apuesto presentador de telediarios, tumbado en un sofá con una vampira pelirroja impresionante. A su izquierda estaba sentada una poderosa pareja, accionista mayoritaria en una de las compañías que aparecían en Fortune 500. Gente guapa. Gente inteligente.

— ¿Están aquí por voluntad propia? —Conocía la respuesta. No había ninguna señal de desesperación en los ojos que le devolvían la mirada, ningún indicio de que les hubieran robado la voluntad. En lugar de eso, el coqueteo, la diversión y el sexo llenaban el ambiente. El sexo sobre todo. La lánguida calidez de la sensualidad impregnaba hasta las paredes.

— ¿Lo sientes, Jaejoong? — Yunho colocó la mano libre sobre su otro hombro, lo atrajo hacia su pecho y le rozó la oreja con los labios cuando se inclinó para susurrarle—: Esta es la droga que anhelan. Esta es su adicción. El placer.

—No es lo mismo —dijo Jaejoong, que se mantuvo en sus trece—. Las zorras de vampiros no son más que fanáticas.

—Lo único que las diferencia de este grupo son la riqueza y la belleza.

A Jaejoong le dolió darse cuenta de que él tenía razón.

—Vale, lo retiro. Los vampiros y sus fans son gente sana y agradable. —No podía creer lo que estaba viendo: el presentador de telediarios había deslizado la mano por la abertura de la falda de su compañera, ajeno a todo lo demás.

Yunho rió entre dientes.

—No, no son agradables. Pero tampoco son diabólicos.

—Yo nunca he dicho que lo fueran —replicó Jaejoong, que no dejaba de observar el increíble placer que mostraba el rostro del presentador mientras acariciaba la piel pálida de la pelirroja—. Sé que solo son personas. Lo que quiero decir es que... —Tragó saliva al oír el gemido de otra de las mujeres, que tenía la boca de su compañero vampiro a un centímetro escaso del lugar donde latía el pulso en su garganta: un cálido susurro que prometía éxtasis.

— ¿Qué es lo que quieres decir? — Yunho deslizó la boca sobre su cuello.

Jaejoong dio un respingo y se preguntó cómo demonios había acabado en los brazos de un arcángel... de una criatura a la que había planeado clavarle un cuchillo en el corazón.

—No me gusta la forma en que los vampiros utilizan sus habilidades para esclavizar a los humanos.

—Pero ¿y si los humanos desean ser esclavizados? ¿Ves a alguien que se queje?

No. Lo único que veía eran los embriagadores roces del jugueteo sensual, una erótica mezcla de hombres y mujeres, de vampiros y humanos.

— ¿Me has traído a una maldita orgía?

Yunho rió de nuevo por lo bajo, aunque esta vez, el sonido fue cálido y líquido, como caramelo derretido sobre la piel de Jaejoong.

—En ocasiones se pasan un poco de la raya, pero esto es lo que parece: una fiesta en la que se puede encontrar pareja.

Deslizó las manos arriba y abajo por sus brazos mientras su aliento agitaba los mechones de la sien de Jaejoong. Durante un breve instante, Jaejoong vaciló. ¿Cómo sería echarse hacia atrás y dejar que Yunho...? Joder... ¿Qué le estaba ocurriendo?

—Ya he visto suficiente. Vámonos. —Forcejeó para apartarse de Yunho.

El arcángel lo apretó con fuerza y sus alas se extendieron para impedir que viera el resto de la estancia. Jaejoong sentía su pecho cálido y fuerte contra la espalda.

— ¿Estás seguro? —Sus labios se deslizaron sobre una piel tan sensibilizada que Jaejoong tuvo que luchar contra el impulso de estremecerse—. Hace eones que no tengo un amante humano, pero tu sabor me resulta... intrigante.


* * *


«Amante humano.»

Aquellas palabras lo liberaron de la prisión de deleite sensorial en la que el arcángel lo había encerrado a sangre fría. No era más que un juego para Yunho. Después de acabar con él, lo descartaría como si fuera un juguete viejo. Aburrido. Olvidado.

—Búscate a otro con el que divertirte. Yo no estoy en el mercado. —Se apartó de Yunho, y en esa ocasión, Yunho se lo permitió.

Receloso, se volvió para mirarlo a la cara. Esperaba ver enfado, quizá furia, por el rechazo, pero el rostro de Yunho era una máscara inexpresiva y vigilante. Se preguntó si habría jugado con él desde el principio. ¿Por qué narices iba a tener un arcángel un amante humano cuando podía elegir entre un harén de deslumbrantes bellezas vampíricas?

Dijeran lo que dijeran sobre los requerimientos alimenticios, estaba claro que el vampirismo mejoraba enormemente el cuerpo y la piel. Cualquier vampiro de más de cinco décadas permanecía esbelto, con una piel impecable. Y su atractivo también crecía con cada año que pasaba, si bien la intensidad de aquel atractivo dependía de cada individuo. Jaejoong había conocido a varios vampiros viejos que seguían siendo más una presa que un depredador, pero los que eran de verdad poderosos...

Algunos, como Han Sun, ocultaban con pericia su poder, su increíble carisma, hasta que deseaban utilizarlo. Otros habían vivido tanto que irradiaban poder de forma casi constante. Pero incluso los débiles, los que jamás llegarían a ser nada parecido a lo que Han Sun era en aquellos momentos, poseían una belleza deslumbrante.

—He aprendido la lección —dijo al ver que Yunho permanecía en silencio—. Debo ser más tolerante con las prácticas sexuales de los demás.

—Una interesante forma de decirlo. —Al final, bajó las alas y las plegó con pulcritud a su espalda—. No obstante, tan solo has atisbado la punta del iceberg.

Se preguntó si, a esas alturas, los dedos del presentador televisivo habrían llegado a las bragas de la vampira.

—Ya he visto suficiente. —Se ruborizó al percibir todos los actos sensuales que se desarrollaban tras él.

— ¿Eres un mojigato, Jaejoong? Creía que los cazadores entregaban con toda libertad sus afectos.

—Eso no es asunto tuyo, joder —murmuró Jaejoong—. Si no nos vamos, aceptaré la oferta de Han Sun.

— ¿Crees que me importaría?

—Seguro que sí. —Hizo frente a su mirada y se obligó a no retroceder—. Una vez que ese vampiro me clave sus colmillos, seré incapaz de caminar, y mucho menos de trabajar.

—Nunca había oído a nadie comparar el miembro masculino con un colmillo —murmuró Yunho—. Tendré que contarle a Han Sun que tienes sus habilidades en muy alta estima.

Jaejoong notó que el rubor de sus mejillas se intensificaba, pero se negó a permitir que le ganara aquella disputa verbal.

—Colmillos, miembro... ¿Qué más da? Para los vampiros, todo es sexual.

—Pero no para un ángel. El mío sirve para un propósito muy específico.

La lujuria (aguda, peligrosa e inesperada) llenó el pecho de Jaejoong con tanta intensidad que apenas podía respirar. El sonrojo se desvaneció cuando todo el calor de su cuerpo se concentró en otro lugar. Un lugar mucho más bajo y húmedo.

—Seguro que sí... —dijo con dulzura. Permaneció firme, a pesar de que su cuerpo lo traicionaba—. Satisfacer a todas esos fanáticos de los vampiros debe de resultar agotador.

Los ojos del arcángel se entrecerraron.

—Esa boca puede acarrearte problemas que no serías capaz de manejar. —No obstante, contemplaba su boca con una expresión que nada tenía que ver con la censura. Miraba sus labios como si deseara que le recorrieran la piel.

—Ardería en el puñetero infierno antes que... —dijo Jaejoong con voz ronca, a pesar de que sentía la sangre cada vez más densa.

Yunho no se molestó en fingir que no había comprendido el significado de aquel comentario salido de la nada.

—En ese caso, me aseguraré de que estemos en el cielo cuando suceda. —Los ojos de color añil estaban cargados de desafío cuando se volvió para abrir la puerta.

Jaejoong salió con cautela... después de echar un último vistazo culpable a la fiesta. Han Sun lo miró fijamente mientras rozaba con los labios la piel cremosa del cuello de la rubia y deslizaba las manos muy cerca de sus pechos. Mientras la puerta se cerraba, Jaejoong pudo ver el brillo de sus colmillos. Se le hizo un nudo en el estómago provocado por una depravada sensación de anhelo.

— ¿Serías dulce en su cama? —le susurró Yunho al oído; su voz fue como una espada afilada—. ¿Gemirías y suplicarías?

Jaejoong tragó saliva.

—No, joder... Ese tipo es como una tarta con doble capa de chocolate. Tiene buen aspecto y querrías comértela entera, pero en realidad es demasiado empalagosa. —La naturaleza sensual de Han Sun resultaba agobiante, densa, como una manta que repelía a pesar de su atractivo.

—Si él es una tarta, ¿qué soy yo? —Aquellos labios crueles y sensuales se deslizaron contra su mejilla, contra su mandíbula.

—Veneno —susurró Jaejoong—. Un veneno hermoso y seductor.

Tras él, Yunho se quedó tan quieto que Jaejoong recordó la calma que precede a la tormenta. No obstante, cuando la tormenta llegó, se descargó en forma de una voz sedosa que se introdujo en su interior y lo dejó desnudo.

—Y aun así, preferirías ahogarte en el veneno que darte un festín con la tarta. —Apretó las manos sobre sus caderas.

Jaejoong tenía la lujuria atascada en la garganta, exigente y brutal.

—Pero ambos sabemos que tengo una pronunciada vena autodestructiva. —Se alejó de él, apoyó la espalda contra la pared y levantó la vista para mirarlo, deseando que su cuerpo dejara de prepararse para una penetración que él nunca permitiría—. No estoy dispuesto a convertirme en tu juguete roto.
Puede que las líneas del rostro del arcángel fueran la encarnación de la masculinidad, pero en aquel instante, sus labios eran pura tentación: suaves, turgentes, sensuales de una forma en que solo puede serlo la boca de un hombre.

—Si te tumbara sobre mi escritorio e introdujera mis dedos dentro de ti en este mismo momento, creo que descubriría algo muy diferente.

Los muslos de Jaejoong se contrajeron en un espasmo de necesidad que recorrió todo su cuerpo. En aquel instante, lo único que podía ver era la imagen de aquellos dedos largos y fuertes entrando y saliendo de su interior mientras él yacía indefenso. Y cerrar los ojos solo empeoró las cosas, así que los mantuvo abiertos y concentró la mirada en el brillo negro de la pared de enfrente.

—No sé qué clase de mierda lasciva flota en el ambiente de este edificio, pero no quiero formar parte de ella.

Yunho se echó a reír, y el sonido de su risa estaba cargado de oscuros y eróticos conocimientos.

—Si esto te parece lascivo, es posible que hayas llevado una vida mucho más protegida de lo que yo creía.

Era un desafío que lo retaba a responder. Jaejoong luchó por controlarse. Así que no estaba tan abierto al sexo como algunos de los demás cazadores... Bueno, ¿y qué? Le daba igual que aquella panda testosterónica le hubiese puesto el apodo de Virgen Vestal cuando rechazó a sus miembros uno tras otro. En realidad no era virgen, pero si eso lo mantenía a salvo de los juegos eróticos de Yunho, le seguiría el juego.

—Quiero seguir llevando esa vida protegida, gracias. ¿Podemos marcharnos de este lugar antes de que me quede dormido?

—Mi cama es muy cómoda.

Se habría dado de bofetadas por ponérselo tan fácil, sobre todo cuando su cerebro empezó a suplicar mostrándole imágenes de Yunho en la cama, con las alas extendidas, los muslos desnudos y la po...
Jaejoong apretó los dientes.

— ¿Qué es lo que quieres que te diga?

Los ojos del arcángel resplandecieron, pero lo único que dijo fue:

—Ven. —Y empezó a caminar de vuelta hacia el ascensor.

Jaejoong también empezó a caminar, pero frenó en seco al darse cuenta de que Yunho esperaba que obedeciera sin rechistar. Como si fuese un perrito. Sin embargo, por una vez, mantuvo la boca cerrada. Quería alejarse todo lo posible de la planta de los vampiros, con su hedor a sexo, placer y adicción.

El viaje en ascensor fue corto, y esta vez al salir se encontró en una estancia con mucha clase. El blanco era el color predominante, aunque estaba adornado con elegantes toques dorados. Sin embargo, cuando Yunho lo condujo a su despacho, descubrió que su escritorio era un enorme bloque negro de piedra volcánica pulida.

«Si te tumbara sobre mi escritorio e introdujera mis dedos dentro de ti en este mismo momento, creo que descubriría algo muy diferente.»

Descartó aquella idea antes de que invadiera su mente una vez más y se mantuvo al otro extremo del escritorio mientras Yunho lo rodeaba para situarse junto a la ventana. El arcángel clavó la vista en las luces de la ciudad y en la oscura corriente, que se veía al fondo.

—Chul Min está en el país.

— ¿Qué? —Sorprendido aunque contento por el abrupto giro de la conversación hacia el tema del trabajo —. Eso convierte nuestro trabajo en algo bastante sencillo. Lo único que tengo que hacer es dar la alerta en la red de los cazadores para que se inicie una búsqueda de un ángel con las alas gris oscuro.

—Has hecho los deberes.

—El diseño de sus alas es tan distintivo como el tuyo —dijo él—. Casi igual al de la polilla gitana o Lymantria dispar.

—No alertarás a nadie.

Jaejoong tensó la mandíbula. Cualquier posible vestigio residual de deseo se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos.

— ¿Cómo se supone que voy a realizar mi trabajo si me impides hacer todo lo necesario para llevarlo a cabo de manera eficiente?

—Esas cosas te resultarían inútiles en esta caza.

— ¡Venga ya! —Le gritó a la espalda—. Es un ángel enorme con unas alas inconfundibles. La gente se habrá fijado en él. ¿Puedes mirarme cuando hablamos?

Yunho se dio la vuelta, con los ojos en llamas. El poder emanaba de él en oleadas que Jaejoong casi podía percibir.

—A Chul Min no le gusta llamar la atención. Y a mí tampoco.

Jaejoong frunció el ceño.

— ¿De qué estás hablando?... Ay, joder... —Ya no estaba allí. Jaejoong sabía que tenía que estar por algún sitio, pero Jaejoong ya no lo veía.

Tragó saliva, se acercó hasta la última posición que había ocupado y estiró el brazo.

Tocó una piel cálida y varonil.

Una mano fantasmagórica se cerró sobre su muñeca cuando intentó apartar el brazo. Luego, uno de sus dedos fue succionado por esa misma boca que había contemplado momentos antes, y su calor húmedo provocó una nueva y violenta palpitación entre sus muslos. Fue entonces cuando se dio cuenta de que parte de su dedo se había vuelto también invisible.

— ¡Para! —Apartó la mano de un tirón y retrocedió con dificultad hasta el escritorio.
Yunho apareció como un holograma antes de volverse sólido.

—Solo estaba demostrando lo que quiero decir. —Se colocó delante de Jaejoong para impedir que se moviera.

— ¿Siempre le chupas el dedo a la gente para hacer una demostración? —Se le encogieron los dedos—. ¿Qué coño ha sido eso?

—Glamour —respondió mientras recorría el contorno de su boca con la mirada—. Nos permite movernos entre las multitudes sin ser vistos. Es una de las diferencias entre ángeles y arcángeles.

— ¿Durante cuánto tiempo puedes permanecer invisible? —Intentó no preguntarse en qué pensaba cuando lo miraba de aquella manera y trató de recordarse que había amenazado al bebé de Junsu y también su propia vida. No obstante, resultaba difícil hacerlo cuando Yunho estaba tan cerca, y era tan... palpable. Casi parecía humano. Siniestra y sexualmente humano.

—Todo el que sea necesario —susurró, y Jaejoong tuvo la certeza de que el comentario tenía un doble sentido—. Chul Min tiene más edad que yo. Su poder es mayor. Lo único que tiene que hacer... 
—Se quedó callado tan de repente que Jaejoong comprendió que había estado a punto de revelar demasiado—. En plenas condiciones, puede mantener el glamour durante un tiempo casi indefinido. Incluso débil, puede mantenerlo durante la mayor parte del día y dejarlo durante las horas de la noche.

— ¿Vamos a dar caza al Hombre Invisible? —Se inclinó un poco más hacia atrás, hasta que estuvo casi sentado sobre el escritorio.
Las manos del arcángel estaban apoyadas sobre la superficie resplandeciente a ambos lados de sus caderas. Jaejoong no sabía cómo había conseguido acercarse tanto.

—Por esa razón necesitamos tu sentido del olfato.

—Yo percibo la esencia de los vampiros —replicó él, frustrado—, no la de los ángeles. No percibo la tuya.

Yunho hizo un gesto con la mano para descartar aquellos detalles, como si carecieran de importancia.

—Tendremos que esperar.

— ¿Esperar qué?

—El momento oportuno. —Sus alas se alzaron e impidieron la vista de todo lo demás, sumiéndolo en la oscuridad—. Y mientras esperamos, satisfaré mi necesidad de comprobar si tu sabor es tan ácido como tus palabras.

El hechizo sensual se partió en dos. Sin avisar, Jaejoong hizo uso de su agilidad para deslizarse hacia atrás y bajar por el otro lado del escritorio, aunque tiró al suelo varios papeles con el movimiento.

—Te lo dije —jadeó. Saber que había escapado por los pelos hacía que su corazón latiera a mil por hora—. No quiero convertirme en tu aperitivo, tu juguetito ni en tu follamigo. Encuentra a un vampiro al que clavarle tu colmillo. —Salió de la estancia a grandes zancadas y se dirigió al vestíbulo sin aguardar respuesta.

Para su asombro, Yunho no lo detuvo. Cuando llegó a la planta baja, descubrió que había un taxi esperando... para él. Estuvo a punto de decirle al conductor que se largara, pero sintió el frío de la noche y se sentó en el asiento trasero.

—Sáqueme de este puto lugar.

—Por supuesto. —La voz del taxista era muy suave. Demasiado suave.

Jaejoong alzó la vista para enfrentarse a su mirada en el espejo retrovisor.

— ¿Ahora los vampiros conducen taxis?

El tipo sonrió, pero no tenía ni por asomo el elegante encanto de Han Sun... y tampoco la peligrosa sensualidad del arcángel que parecía decidido a convertir su «relación» en algo... ¡Ja!... sexual.

Haría mucho frío en el reino privado de Lucifer antes de que eso ocurriera. El sexo no estaba en el menú. Y tampoco Jaejoong.

6 comentarios:

  1. Par favor Jaejoong sabemos que mueres de ganas por ese arcángel... y Yunho sabrá muy pronto tentarte con sus encantos jajajaj

    Ahora solo queda ver cuanto tiempo podrás resistirte a la pasión que los consume a ambos cuando están cerca...de seguro será un encuentro muyyyy caliente.

    Aunque es mas emocionante de esa forma... ambos se tienen ganas pero Jae se resiste a caer en sus redes

    Me gusto el capitulo, gracias por compartir :)

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  2. Me encanto el capitulo
    esos dos resien comienzan owwwww
    estuvo muy interesantee
    gracias por compartir hasta el sgt capitulo <33333

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  3. yunho si que es persistente y jae se resiste pero por cuanto tiempo lo podrá hacer casi cae y no se deja
    ese jae tiene una voluntad de acero pero creo que yunho lo podrá derretir muy pronto sigue así yunho que ya casi lo logras tener entre tus brazos
    Gracias por el capitulo sigo

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  4. Wow. Si se nota a leguas quelos dos estan a full de entregarse al placerdel otro para estar satistefechos jejejeje
    Crei que yunho cuand se hizo invisible le besaria pero fue mas que eso jejejeje y ahora creo que la tension sexual esta que crece en ambos
    Gracias por el capi

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  5. se traen ganas!! bien jae haste el difícil para q yunho se vuelva loco xD pero seguro q yunhp tampoco se la va a poner fácil a jae en hombre es persistente *-*
    gracias x la actu esta genial!! <3

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  6. Jajaja este capo estuvo genial....todo seductor y aun así JJ se resistió....yo no hubiera podido con esos vampiritos y sus colmillos sexys...y mucho menos a un angel Yunho seductor...ufff q fuerza de voluntad de Jae.....

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