CAPÍTULO 15
—Es que no tiene pies
ni cabeza, de verdad —dije en cuanto He Yi hubo acabado de leer el mensaje de Siwon.
Lo había impreso y le pedí que le echara una mirada durante nuestra sesión de terapia
del sábado—. Le ha dado la vuelta a todo. Vamos, que lo cuenta exactamente al
revés de cómo sucedió realmente. Parece Alicia en el País de las Maravillas.
El mensaje, de diez
páginas, estaba repleto de acusaciones y mentiras. Leerlo me había hecho sentir
sucio y mezquino, pero por encima de todo, profundamente indignado. Era como si
Siwon hubiera rodado una nueva versión de nuestro matrimonio, una en la que él
interpretaba el papel de víctima y yo el de antagonista. Según decía, yo había
sido un esposo trastornado, histriónico e infiel, y él había intentado en vano
aplacarme y amoldarse a mis continuos cambios de humor y arranques de mal
genio. Y al final, aquella noche en que acabó perdiendo los estribos conmigo,
fue porque yo había colmado su paciencia con mi obstinado rechazo de sus
sinceros esfuerzos por subsanar todo lo que iba mal en nuestra relación.
—Lo que más me cabrea
—continué con indignación— es lo detallado y convincente que le ha quedado...
como si él fuese el primero en creerse sus propias gilipolleces. Pero no es
así, ¿verdad? ¿Y por qué me lo ha enviado? ¿Acaso piensa que voy a tragarme
algo de lo que pone ahí?
He Yi me miró con
ceño.
—La mentira
patológica es habitual en los narcisistas. Para ellos, la verdad importa sólo
si sirve para proporcionarles lo que quieren. Que es atención. Necesitan contar
con un suministro continuo de ella. Así que básicamente Siwon está intentando conseguir
una reacción por tu parte. La que sea, eso le da igual.
— ¿Quieres decir que
de cara al suministro de atención, odiarlo le va igual de bien que quererlo?
—Exacto. Atención es
atención. Lo único que Siwon no puede soportar es la indiferencia. Eso crea lo
que llamamos una «lesión narcisista»... y por desgracia ese correo electrónico
que acaba de enviarte es una señal que apunta en esa dirección.
Eso no me gustó nada.
—Bueno, ¿y qué pasa
cuando se sufre una herida narcisista?
—Puede tratar de
asustarte de algún modo, lo que para él es otra forma de conseguir ese suministro
emocional que necesita. Y si sigues sin reaccionar, entonces puede iniciar una
escalada de la situación.
—Oh, estupendo. ¿Más
llamadas telefónicas? ¿Más visitas inesperadas?
—Espero que no. Pero
sí, probablemente. Y si llega a ponerse lo bastante furioso, puede querer
castigarte.
Hubo un largo
silencio en la pequeña consulta de He Yi mientras yo trataba de digerir aquella
información. Era tan injusto... Había creído que bastaría con divorciarme. ¿Por
qué tenía que salirme ahora con aquello? ¿Por qué parecía empeñado en que yo
siguiera interpretando un papel secundario en la película de su vida?
— ¿Cómo me deshago de
él? —pregunté.
—No será fácil. Pero
yo, en tu lugar, guardaría este correo electrónico y documentaría cualquier
clase de contacto futuro con Siwon. E intentaría mantenerme alejado, haga lo
que haga él. Rechaza los regalos, no respondas a sus correos, y no hables de Siwon
con nadie que pueda venir de su parte. — He Yi miró la copia impresa y volvió a
fruncir el ceño—. Si a un narcisista se le hace sentir inferior a algo o a
alguien, eso lo va royendo por dentro hasta que acaba dándole rienda suelta de
alguna manera. Siwon no parará hasta que sienta que puede dar por finalizada la
batalla porque se ha alzado con la victoria.
—Pero estamos
divorciados —protesté—. ¡No hay ninguna batalla que librar!
—Por supuesto que la
hay. Siwon está batallando por conservar su imagen de sí mismo. Porque sin esa
imagen de superioridad y dominio y control... él no es nada.
La sesión con He Yi
no había ayudado a mejorar demasiado mi estado de ánimo. Me sentía preocupado y
furioso, y quería que me consolaran. Y como Yunho seguía sin responder a su
móvil, ahora se encontraba peligrosamente cerca de los primeros puestos de mi
lista de blancos en los que centrar el enfado.
Cuando mi teléfono
sonó finalmente el domingo, me apresuré a mirar la pantallita para ver quién
llamaba. Mis esperanzas se desvanecieron: era mi padre. Con un suspiro de
cansancio, respondí de mala gana:
— ¿Sí?
—Jae. —Papá empleó un
tono bastante seco, y había en su voz una satisfacción que no me gustó nada—.
Necesito que vengas a verme. Tenemos que hablar.
—Vale. ¿Cuándo?
—Ahora.
Me hubiera encantado
decirle que estaba ocupadísimo, pero no se me ocurrió ninguna excusa mínimamente
convincente. Y como ya me encontraba aburrido y de mal humor, pensé que daba igual.
—Muy bien —dije—.
Dentro de nada estoy ahí.
Conduje y encontré a
papá en su dormitorio, que tenía las dimensiones de un pequeño apartamento.
Estaba disfrutando de un rato de relajación en el sillón de masajes que ocupaba un rincón entero de la habitación, apretando botones en el
panel de control.
— ¿Te apetece
probarlo? — Me ofreció, dando unas palmaditas en el apoyabrazos—. Puede administrar
hasta quince clases distintas de masaje. Analiza los músculos de tu espalda y
hace recomendaciones. También aprieta y distiende los músculos del muslo y la
pantorrilla.
—No, gracias. —Le
sonreí y me acomodé en un asiento normal próximo al sillón de masajes—. ¿Cómo
va todo, papá? ¿De qué querías que habláramos?
Él se tomó su tiempo
para responder, concentrado en introducir un mensaje de programa en el sillón.
El mecanismo empezó a zumbar y ajustó la posición.
—De Jung Yunho —dijo
finalmente.
Sacudí la cabeza y
chasqueé la lengua.
—Nanay. No pienso
hablar sobre ese tema. Me da igual lo que quieras saber, pero no...
—No te estoy pidiendo
información, Jae. Sé algo sobre él. Algo que necesitas oír.
Todos mis instintos
me gritaron que me fuera de allí inmediatamente. Mi padre siempre estaba
acumulando información sobre todo el mundo, y no habría vacilado en hurgar en
el pasado de Yunho en busca de asuntos turbios. Pero yo no quería ni necesitaba
saber nada que Yunho no se sintiera preparado para confiarme. Además, me sentía
razonablemente seguro de que ya estaba al corriente de lo que iba a contarme
papá: las cosas que había hecho el padre de Yunho, el tiempo que había pasado
en la cárcel, y el que hacía unos días lo habían detenido por conducir borracho.
Así que decidí oír lo que tuviera que decirme papá, y cantarle las cuarenta en
cuanto hubiera acabado de hablar.
El dormitorio había
quedado sumido en el silencio salvo por el suave rumor de los mecanismos del
sillón de masajes. Me obligué a sonreír fríamente.
—Vale, cuéntamelo.
—Ya te advertí que Jung
Yunho no era trigo limpio —dijo papá—, y estaba en lo cierto. Te ha vendido,
cariño. Así que será mejor que lo borres y vayas en busca de otro hombre.
Alguien capaz de tratarte todo lo bien que te mereces.
— ¿Cómo que me ha
vendido? —Exclamé, mirándolo con cara de perplejidad—. ¿Se puede saber de qué
estás hablando?
—T. J. me telefoneó
después de verte con Jung la noche del viernes. Me preguntó qué me parecía a mí
que estuvieras saliendo con un sinvergüenza como Jung, y se lo dije.
—Siempre metiendo las
narices donde no los llaman, ¿verdad? —Repuse con una mueca de disgusto—. Dios,
con la cantidad de tiempo y dinero que tienen, ¿no podrían encontrar otro entretenimiento
mejor que hablar de mi vida amorosa?
—A T. J. se le había
ocurrido una idea para desenmascarar a Jung... para que vieras de una vez la
clase de hombre que es. Y después de que me la explicó, le dije que por mí
adelante. Así que ayer llamó a Jung...
—Oh, demonios
—murmuré.
— Y le ofreció un trato.
Dijo que estaba dispuesto a estampar su firma en el contrato de arrendamiento
que Jung le ofreció hace algún tiempo, y que además se olvidaría de la bonificación.
Si Jung prometía que no volvería a verte. Nada de salir juntos, nada de
encuentros sociales de ninguna clase.
—Y Yunho le dijo a T.
J. que se fuera a parir panteras —dije.
Mi padre me lanzó una
mirada conmiserativa.
—No. Jung aceptó el
acuerdo. —Se repantigó en el sillón de masajes mientras yo trataba de asimilar
aquellas cuatro palabras.
Sentí un hormigueo en
la piel. Mi mente se negaba a dar crédito a lo que acababa de oír, diciéndose
que Yunho nunca habría aceptado semejante acuerdo. No después de la noche que habíamos
compartido. Yo sabía que Yunho sentía algo por mí, que me necesitaba. Era
absurdo que ahora tirase por la borda todo eso. No a cambio de un contrato que
probablemente habría acabado logrando de todas maneras.
¿Qué diablos estaba
sucediendo en la cabeza de Yunho? Decidí averiguarlo. Pero primero...
—Ya veo que sigues
siendo el mismo viejo manipulador de siempre —le espeté a mi padre—. ¿Por qué
tienes que entrometerte en mi vida privada?
—Porque te quiero.
— ¡Querer a otra
persona significa respetar sus derechos y los límites que esa persona se ha
marcado en la vida! No soy ningun niño. Soy... No, tú ni siquiera me consideras
un niño, me tratas igual que a un perro que puedes llevar cogido de una correa
y controlar como te venga en gana...
—No digas disparates
—me interrumpió él, frunciendo el ceño—. Vamos, Jae, procura calmarte y...
— ¡No quiero
calmarme! Tengo todo el derecho del mundo a estar furioso. Dime, ¿acaso serías
capaz de hacerle semejante bajeza a Yoochun, Hyun Joong o Changmin?
—Tú eres un hombre
que ya ha pasado por un mal matrimonio y probablemente estaba yendo de cabeza a
otro.
—Hasta que seas capaz
de tratarme como a un ser humano, papá, nuestra relación ha terminado. Estoy
harto. —Me levanté.
—Te he hecho un favor
—dijo él con una mueca de irritación—. Acabo de demostrarte que Jung Yunho no
es lo bastante bueno para ti. Todos lo saben. Él mismo lo sabe. Y si no fueras
tan testarudo, tú también lo admitirías.
—Si realmente cerró
ese trato con T. J. —dije—, entonces no me merece. Pero tú tampoco, por haber
sido capaz de hacer algo tan innoble en primer lugar.
— ¿Vas a matar al
mensajero?
—Sí, papá, si el
mensajero no deja de meter las narices en mis asuntos —repliqué mientras echaba
a andar en dirección a la puerta.
—Bueno —le oí
mascullar—, al menos has terminado con Jung Yunho.
Le lancé una mirada
asesina por encima del hombro.
—Todavía no he
terminado con él. No pienso dar por finalizada esa relación sin haber descubierto
por qué hizo lo que hizo. Y me refiero a una razón de verdad, no a ese
trapicheo que han organizado entre tú y T. J.
* * *
No había nadie con
quien pudiera hablar. Todo el mundo, incluido Seung, me había advertido que
aquello era exactamente la clase de cosas que debía esperar de Jung Yunho. Ni
siquiera podía llamar a Junsu, porque él ya le había hecho algo parecido en una
ocasión, y eso significaba que Junsu no podría decirme que era incapaz de
portarse así. Y lo peor era que me sentía como un imbécil, porque aún lo amaba.
Una parte de mí
quería hacerse un ovillo y llorar. Otra parte estaba que se subía por las paredes.
Y aún otra estaba ocupada en analizar la situación y determinar la mejor manera
de afrontarla. Decidí que necesitaba calmarme un poco antes de encararme con Yunho.
Lo llamaría al día siguiente en cuanto hubiera salido del trabajo, y
hablaríamos sin tapujos de todo el asunto. Si él quería que rompiéramos, me
aguantaría. Pero al menos no habríamos roto a causa de una tercera fuerza,
personificada por dos viejos carcamales manipuladores.
* * *
La oficina se hallaba
inusualmente silenciosa cuando llegué allí a las ocho de la mañana del lunes.
Todo el mundo estaba callado y parecía tener muchas cosas que hacer. Nadie
parecía con ganas de compartir los pequeños detalles de su fin de semana como
teníamos por costumbre. Nada de conversaciones en torno a la máquina del café,
nada de pequeñas confidencias entre colegas.
Cuando faltaba poco
para la hora de almorzar, fui al cubículo de Na Ri a preguntarle si quería
salir a tomar un bocadillo conmigo.
Na Ri, normalmente
tan vivaracha, parecía abatida y tristona detrás de su mesa. Su padre había
muerto hacía dos semanas, así que aún tendría que pasar algo de tiempo antes de
que volviera a ser la de siempre.
— ¿Te apetece
almorzar? —le pregunté—. Invito yo.
Ella me dirigió una
sonrisa bastante lánguida y se encogió de hombros.
—No tengo hambre.
Pero gracias de todas maneras.
—Déjame traerte al
menos un yogur o un... —Me callé cuando vi el destello de una lágrima bajo uno
de sus ojos—. Oh, Na Ri...
—Me acerqué y la
abracé—. Lo siento. Tienes uno de esos días en que no estás de humor para nada,
¿verdad? ¿Has estado pensando en tu padre?
Ella asintió con la
cabeza y hurgó en el cajón de su mesa en busca de pañuelos de papel.
—En parte es eso. —Se
sonó la nariz—. Y en parte... —Su esbelta mano fue por encima de la mesa y
empujó hacia mí una hoja.
— ¿Qué es esto? ¿Un
aviso del banco de que te han cargado algo en la cuenta? —Fruncí el ceño, sin
acabar de entender por qué eso la había afectado tanto—. ¿Cuál es el problema?
—Mi nómina semanal me
llega por transferencia directa, cada viernes. Así que la semana pasada
consulté los movimientos de mi cuenta, y el disponible era mucho más bajo de lo
que esperaba. Hoy he entrado en el programa del departamento y he descubierto
por qué. —Esbozó una sonrisa torcida, y las lágrimas volvieron a acudirle a los
ojos—. ¿Te acuerdas de aquel arreglo floral tan enorme que la empresa envió al
funeral de mi padre? ¿El que llevaba los nombres de todos ustedes escritos en
la tarjeta?
—Sí —murmuré, y por
un momento casi no quise oír lo siguiente.
—Bueno, costó
doscientos dólares. Y Moo Kyul me los ha deducido de la nómina.
—Pero...
—No sé qué ha podido
impulsarlo a hacer algo así —continuó Na Ri—. Pero está claro que he hecho algo
que lo ha disgustado, e imagino que fueron esos días que me tomé libres después
de que muriera papá... Desde entonces se ha mostrado muy frío y distante
conmigo.
—Te tomaste esos días
para asistir al funeral de tu padre, Na Ri. A ninguna persona normal se le
ocurriría reprochártelo.
—Lo sé —dijo con un
suspiro estremecido—. Moo Kyul tiene que estar sometido a una gran presión. Me
dijo que había elegido el peor momento posible para ausentarme del trabajo.
Parecía sentirse muy decepcionado conmigo.
Una rabia volcánica
fluyó por mis venas. Me entraron ganas de cruzar la oficina en plan Godzilla y
bailar un zapateado tras otro encima de la mesa de mi jefe hasta dejarlo hecha astillas.
Si Moo Kyul quería atacarme y rebajarme, yo no iba a hundirme por eso. Pero
abusar así de la pobre Na Ri a raíz de un drama familiar… aquello era intolerable.
—No se te ocurra
decirle que me he quejado —susurró Na Ri—. No aguantaría tener problemas en el
trabajo precisamente ahora.
—No tendrás ningún
problema. Y no tendrían que haberte deducido esos doscientos dólares. Ahora
mismo volverán a tu cuenta.
Na Ri me miró como si
lo dudara.
—No tendrían que
habértelos deducido —repetí. Cogí un pañuelo de papel y le enjugué los ojos—.
Esas flores corren de cuenta del departamento, no tuya. Enseguida lo arreglo,
¿vale?
—Vale —dijo, y
consiguió esbozar una sonrisa—. Gracias, Jae.
El intercomunicador
de mi mesa empezó a zumbar. Como la oficina estaba dispuesta en cubículos
abiertos, cualquier cosa que Moo Kyul dijera por el intercomunicador era
audible para todo el mundo.
—Jaejoong, ven a mi
despacho, por favor.
—Lo que tú digas
—mascullé, saliendo del cubículo de Na Ri y yendo hacia el despacho que Moo
Kyul ocupaba en la esquina. Me tomé mi tiempo, tratando de recuperar la
compostura antes de encararme con mi jefe. Sabía que lo que me disponía a
decirle probablemente me costaría el despido, y había muchas probabilidades de
que luego fuera víctima de una campaña de difamación altamente efectiva. Pero
me daba igual. Siempre podía encontrar otro trabajo. Y el daño que Moo Kyul le
haría a mi reputación no era ni la mitad de importante que el hecho de plantarle
cara.
Cuando llegué al
despacho de Moo Kyul, él ya había vuelto a apretar el botón del intercomunicador.
—Jaejoong, haz el
favor de venir a mí...
—Aquí me tienes —dije
yendo directamente hacia su mesa. No tomé asiento, sino que me quedé de pie
ante él.
Me miró como si yo
fuera una hormiga que estuviera subiendo por la pared.
—Espera en mi puerta,
por favor —dijo en tono distante—, hasta que se te invite a entrar. ¿O es que
aún no hemos hablado de eso lo suficiente para que te acuerdes, Jaejoong?
—Voy a olvidarme de
las reglas por unos minutos. Esto es importante. Se ha cometido un error con
las hojas de pago de las nóminas. Hay que corregirlo inmediatamente.
Moo Kyul no estaba
acostumbrado a que nadie fijara el orden del día por él.
—Ahora no tengo
tiempo para eso, Jaejoong. No te he hecho venir a mi despacho para hablar de
las nóminas.
— ¿No quieres saber
de qué se trata? —Esperé. Cuando fue evidente que no iba a contestarme, sacudí
la cabeza lentamente—. Claro, porque ya lo sabes. No fue ningún error, ¿verdad?
Una sonrisa extraña e
inquietante se extendió por sus labios.
—Está bien, Jaejoong.
Lo haremos a tu manera. ¿De qué se trata?
—A Na Ri le han
cobrado las flores que el departamento mandó al funeral de su padre. —Esperaba
alguna clase de reacción, una pequeña dilatación de las pupilas, un fugaz
destello de vergüenza, un fruncimiento de ceño. Lo que fuese, cualquier cosa.
Pero mostró tan poca emoción como un maniquí de unos grandes almacenes—. Vamos
a arreglarlo de inmediato, ¿verdad?
Se hizo un denso
silencio. El silencio era una de las armas más efectivas de Moo Kyul; se me quedaba
mirando sin decir nada, hasta hacerme desmoronar como una torre de Lego, y
entonces yo decía algo, lo que fuese, para llenar aquel enervante vacío de
palabras. Pero esta vez le sostuve la mirada sin pestañear. El silencio se
prolongó hasta que pasó a ser casi gracioso. Pero conseguí tener más paciencia
que mi jefe.
—No te pases, Jaejoong
—dijo finalmente—. Cómo dirijo al personal a mis órdenes no es asunto de tu
incumbencia.
— ¿Debo entender que
descontar esa suma de la nómina de Na Ri es el último grito en técnicas de
gestión empresarial?
—Será mejor que
salgas de mi despacho ahora mismo. De hecho, tómate el día libre. Ya estoy harto
de ti y de tus aires de grandeza.
—Si te niegas a dar
la orden de que devuelvan esa suma a la cuenta corriente de Na Ri —dije—, iré a
ver a Hyun Joong.
Eso sí provocó una
reacción. Una sombra cruzó su rostro, y vi brillar un destello de ira en sus
ojos.
—Zorra malcriada
—dijo con un filo cortante en la voz—. Siwon me lo ha contado todo sobre ti...
Cómo utilizas a las personas, lo egoísta que eres. Cómo mientes y manipulas
para salirte con la tuya. Pequeño parásito mentiroso, siempre quejándote por
todo y...
—Vaya, veo que Siwon ha
decidido volver a encargarse de mis relaciones públicas. — ¿Acaso Moo Kyul
había salido con mi ex? Por Dios, ¿en qué podrían entretenerse dos narcisistas
cuando salían de copas?—. Pero ahora no estamos hablando de eso, ¿verdad? ¿Vas
a devolver el dinero, o tendré que ir a hablar con Hyun Joong?
—Atrévete a decirle
una sola palabra, y cuando haya acabado de contarle lo que eres realmente, le
darás tanto asco como a mí. Te dirá dónde puedes...
—Moo Kyul —siseé—, Hyun
Joong es mi hermano. ¿Tan arrogante eres que crees que podrías volverlo contra
mí? Hyun Joong es leal. Puedes echarme encima toda la mierda que quieras, pero
eso no te hará ganar puntos ante él.
Estaba tan rabioso
que la cara había empezado a cubrírsele de manchitas rojas que parecían flotar
sobre su piel como gotas de aceite sobre el agua. Pero cuando volvió a hablar,
se las arregló para emplear un tono bastante controlado.
—Sal de mi despacho, Jaejoong.
Y no vuelvas. Acabas de ser despedido.
Mantuve una fachada
de calma, aunque sentía el corazón tan desbocado que temí fuera a estallarme en
cualquier momento.
—Imaginaba que dirías
eso. Adiós, Moo Kyul.
Fui a mi mesa a
recoger el bolso. Cuando estaba llegando a mi cubículo, me quedé atónito al ver
a Na Ri, Goo y Hae de pie allí, con los rostros inexpresivos. Si no hubiera
estado tan fuera de mí, me habría parecido gracioso. Menuda cara estaban
poniendo todos.
— ¿Qué pasa?
—pregunté, entrando en el cubículo. Y entonces me detuve en seco cuando vi a Hyun
Joong plantado junto a mi mesa. Estaba mirando la pantalla del
intercomunicador, la boca apretada en una rígida línea y el color bastante
subido.
—Hola, Hyun Joong
—dije, un poco desconcertado—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—He venido a llevarte
a almorzar —respondió él muy despacio. Hae se acercó y me tocó el brazo.
—El intercomunicador
estaba encendido —murmuró.
Moo Kyul debía de
haberse olvidado de apagarlo cuando yo había irrumpido en su despacho. Y mi
hermano y los demás habían oído cada palabra.
Hyun Joong cogió mi
bolso y me lo tendió.
—Vamos —dijo con voz
hosca.
Palidecí al ver que
íbamos en dirección al despacho de mi jefe.
Hyun Joong abrió la
puerta sin llamar, se quedó inmóvil en el umbral y miró fijamente a Moo Kyul.
A éste se le demudó
el rostro.
—Hyun Joong —dijo
sorprendido. Luego le sonrió, con una expresión tan servicial que me asombró el
cambio operado en él—. Qué alegría verte. Entra, por favor.
Mi hermano sacudió la
cabeza, sus oscuros ojos fríos como el hielo. Y luego dijo sólo tres palabras,
en un tono que no admitía réplica:
—Recoge tus cosas.
* * *
Pasé el resto de la
tarde con Hyun Joong, explicándole cómo Moo Kyul había tratado de acosarme y manipularme,
y que probablemente hacía lo mismo con Na Ri. Cuando hube terminado, Hyun Joong
ya no sacudía la cabeza sin dejar de mascullar palabrotas, y simplemente
parecía asqueado.
—Por los clavos de
Cristo, Jae... ¿por qué te lo has tenido callado hasta ahora?
—No quería ir de diva
por el mundo. Quería lo que fuese mejor para la empresa, y sabía que Moo Kyul había
hecho un trabajo excelente en el pasado.
—A la mierda la
empresa. La gente importa más que los negocios. Me da igual lo buen
administrador que sea Moo Kyul si luego se comporta como un terrorista entre
bastidores.
—Al principio creí
que se le pasaría con el tiempo, o que alcanzaríamos alguna clase de arreglo
para que ambos pudiéramos sentimos a gusto. Pero no tardé en comprender que las
personas como Moo Kyul nunca cambian. No hay forma de llegar a un acuerdo con
ellas. Es igual que Siwon, un narcisista lleno de veneno. Hacerle daño al
prójimo le causa tan pocos remordimientos como los que sentiríamos tú o yo por
pisar una hormiga.
Hyun Joong apretó los
labios.
—El mundo de los
negocios está lleno de gente así. Y aunque odio decirlo, algunos aspectos de
esa conducta (ser ambicioso e implacable y no pensar en los demás) pueden
promocionarte en algunas empresas. Pero en la mía no.
— ¿Estás seguro de
que quieres despedirlo?
Hyun Joong asintió
sin pensárselo dos veces.
—Moo Kyul ya no
existe. Ahora tendré que encontrar a alguien que ocupe su puesto. —Una pausa
significativa—. ¿Tienes alguna idea?
—Puedo hacerlo
—dije—. Ojo, tampoco estoy diciendo que vaya a ser el jefe perfecto. Cometeré
errores. Pero sé que soy capaz de asumir la responsabilidad.
Una sonrisa iluminó
el rostro de mi hermano.
—Vaya, últimamente no
paro de aprender cosas nuevas.
Dedicamos un buen
rato a hablar de la situación del departamento, y luego la conversación pasó a
cuestiones personales. No pude evitar contarle que había decidido cortar toda
clase de relación con papá. Le hablé de T. J. y Yunho, y del trato sobre los
terrenos.
Hyun Joong se mostró
satisfactoriamente furioso al enterarse, y dijo que eran unos gilipollas. También
estuvo de acuerdo conmigo en que necesitaba llegar al fondo de las razones que
habían impulsado a Yunho a hacer aquello, porque no tenía ningún sentido.
—T. J. tiene unas
cuantas propiedades de primera —dijo—, pero no es el único terrateniente que
hay en la ciudad. Y tu Yunho puede acudir a quien le dé la gana. Vale que quizá
quiera esos terrenos en particular, pero tampoco es que le vaya la vida en
ello. Así que yo diría que esto es su forma de romper contigo. Ha hecho algo
que sabe que te obligará a partir peras con él.
—Una cucharada de
agresividad y otra de pasividad, ¿eh? —murmuré —. Si quería romper, debería
habérmelo dicho a la cara.
Hyun Joong sonrió.
—Casi compadezco al
pobre desgraciado. Vale, tú te encargas de Jung, y yo iré a hablar con papá
para ver si le aclaro un par de cosas.
—No, olvídate de
papá. No puedes reparar mi relación con él.
—Siempre puedo hacer
de parachoques o actuar como interferencia.
—Gracias, Hyun Joong,
pero no necesito ningún parachoques, y te aseguro que ya he tenido suficientes
interferencias en mi vida.
Eso pareció
disgustarlo.
—Bueno, ¿por qué has
desperdiciado todo este tiempo en quejarte ante mí si no querías que intentara
hacer algo al respecto?
—No quiero que
resuelvas mis problemas. Sólo quería que me escucharas.
— ¡Venga ya, Jae! Si
lo único que querías era unos oídos, habrías hablado con algun amigo. Si hay
algo que saque de quicio, es que nos vengan con algún problema y luego nos impidan
hacer algo al respecto. Nos hace sentir fatal. Y entonces la única manera de
hacer que nos sintamos mejor es partir por la mitad un listín de teléfonos o
lanzar algo contra la pared. Vamos a ver si lo entiendes de una vez: no soy un
oyente, ¿vale?
—Desde luego. —Me
levanté y sonreí—. ¿Quieres que te invite a una copa en uno de esos bares para
oficinistas recién salidos del trabajo?
—Eso ya me gusta más
—dijo mi hermano, y nos fuimos de la oficina.
* * *
Todavía quedaba mucha
tarde por delante cuando llegué a mi apartamento. Una copa y un par de horas en
compañía de Hyun Joong habían hecho que me sintiera mejor. Lo que más me había sorprendido
era que él no expresara ninguna clase de condena hacia Yunho, especialmente teniendo
en cuenta cuál había sido su postura anterior sobre el tema.
—No estoy ni a favor
ni en contra de él —me había comunicado antes de beber un trago de cerveza—.
Mira, te explicaré cómo veo yo ese trato con T. J.: o Yunho ha hecho lo que no
debía por la razón equivocada... —Otro trago de cerveza—. O ha hecho lo que no
debía por la razón correcta.
— ¿Cómo puede haber
una razón correcta para lo que hizo?
—Demonios, no lo sé.
Lo único que digo es que deberías darle una oportunidad de explicarse.
—Seung piensa que Yunho
es manipulador y retorcido —dije con aire taciturno.
Por alguna razón eso
hizo que Hyun Joong se echara a reír.
—Bueno, ya deberías
estar acostumbrado a eso, teniendo en cuenta que eres un Kim. Exceptuando a Yoochun,
todos somos más retorcidos que un sacacorchos. Y Seung podría ser de la familia,
créeme.
—Me estás asustando
—dije, pero no pude evitar sonreír.
* * *
Aún conservaba la
sonrisa cuando llegué a mi apartamento, pero estaba un poco nervioso, porque no
podía dejar de pensar en cómo iría mi encuentro con Yunho. Cuando vi que la
lucecita del contestador estaba parpadeando, el corazón me dio un vuelco. Fui
hacia el teléfono y apreté un botón para oír el mensaje.
Yunho.
«Tengo que verte. Haz el favor de llamarme
cuando llegues a casa esta noche.»
—Vale —murmuré,
cerrando los ojos. Pero enseguida volví a abrirlos, porque acababa de fijarme
en otra cosa. Algo pequeño relucía junto a la base del teléfono. Perplejo,
tendí la mano hacia el objeto, y me asombró descubrir que era una pulsera con
colgantitos de la suerte. La que mi tía Yoo Sun llevaba siempre en la muñeca.
Pero ¿cómo había ido a parar allí? Había estado en poder de Siwon. Siwon...
Antes de que tuviera
tiempo de emitir ningún sonido, alguien se me acercó sigilosamente por detrás,
y una mano se cerró sobre mi cuello. Sentí el frío metal del cañón de una
pistola apretado contra mi sien. Supe quién era incluso antes de oír su voz.
—Te pillé —se regodeó
Siwon.
o por dios esto se pone cada bes mas interesante pobre jae no sale de una cuando ya le callo otra que le ara lo secuestrara y que le explicara yunho o romperá con el no se iré corriendo a leer el siguiente me voy bye
ResponderEliminarnooooooooooo!!! ese desagraciado aparece de nuevo para malograr todo :( pobre Jae ahora en manos de Siwon y Yunho que esta perdido en sus problemas ..... tienes que ayudarlo Yunho, no dejes que el desgraciado le haga daño a Jae .... me quede en suspenso ....
ResponderEliminarBueno me voy a leer la continuacion rapido :)
Demonios! Jaejoong se enfrenta a la zorra narcisista de su jefe y éste se le voltean las cosas, me sentí bien de que Jaejoong por fin le haya plantado la cara. Yunho debe tener una razón para lo que hizo imagino que se siente culpable por lo que hizo anteriormente. Y ahora Siwon está aferrado en tener la atención de Jaejoong. Dios esto está muy bueno!
ResponderEliminarpor que por que yunho sigue evitando a jae
ResponderEliminary ahora siwon como demonios se metio a su depa de jae????
esto esta realmente que quema como dicen por ahi
Ayyyy maldito Siwon!!!
ResponderEliminarporque no dejas en paz a Jae y vas y te tiras al imbecil de Moo Kyul y se pierden los dos!!!
Yunhooo aparece demonios!!!!
No me lo puedo creer pobre Jae! Primero yunho se pone en un plan... Y ahora como rayos hizo siwon para colarse en el departamento??? Espero qué súper yunho aparezca otra ves y lo salve
ResponderEliminarQue miedoo..!!!! se me erizo toda la piel leyendo lo ultimo..!
ResponderEliminarSiwon maldito..!!! como le habrá hecho para entrar a su casa? seguro algo tiene que ver con Moo Kyul , los odiooo ojala se mueran ambos.!
Mi jaejoong T____T que no le pase nada ..
Que susto Puff
ResponderEliminarque pasara con Jae que quiere siwon de Jae si cuando lo tenia no lo tratava como debia y una vez se aleja de el lo busca por todos los lado y ahora lo apunta con una arma
Rayos, que planea Siwon...No puedo ser nada bueno
ResponderEliminaraaaaaahhgg la seguridad es tan mala en ese edificio?? o es que moo kyul le facilito las cosas a siwon?
ResponderEliminarwaaaaaaaaaaaaa Como fue que la plaga maldita pudo entrar ahí???
ResponderEliminarAy noooo como es posible como pudó entrar supongo que el desgraciado del jefe de Jae lo ha ayudado por lo menos ya lo despidieron ahora que pasará.
ResponderEliminarLa última parte típica de una película de terror que miedo
por Dios, qué metido es el padre de Jae, me cayó siempre tan mal
ResponderEliminarbien que echaron al insufrible del jefe de Jae, le tenía tanta envidia a Jae.
y sigue Siwon siendo un incordio.
qué tipo tan pesado por favor.
que Yunho aparezca de una vez ,por el amor de Dios, dónde se metió?? que venga y salve a su Jae.
gracias por el capitulo
Oh no.. Maldito Siwon no soporta w otros sean felices lejos de él...Todo un narcisista
ResponderEliminarQue susto, Siwon a parte de narcisismo está loco, porbre Jae está rodeado de manipuladores, locos y ahora a Yunho que le pasara por la mente que está actuando así, y yo creo que lo quiere alejar por el tipo de familia que tiene.
ResponderEliminarGracias!!! 💗💕💞