martes, 11 de noviembre de 2014

El ángel caído: Capítulo 2

CAPÍTULO 2

           
Los instintos de Jaejoong lo instaban a sacar la daga que llevaba en la bota, a realizar unos cuantos cortes y a salir de allí pitando, pero se obligó a quedarse donde estaba. Estaba claro que no conseguiría dar más de un par de pasos antes de que Yunho le rompiera todos los huesos del cuerpo.

Aquello era justo lo que le había hecho a un vampiro que pensaba traicionarlo.

Aquel vampiro había sido encontrado en medio de la calle. Todavía estaba vivo. Y aún intentaba gritar « ¡No, Yunho! ¡No!», pero para entonces su voz no era más que un susurro, ya que su mandíbula se sujetaba tan solo con unos cuantos tendones visibles y le faltaban trozos de carne en varios lugares.

Jaejoong (que había salido del país debido a una partida de caza), había visto las imágenes en un noticiero poco después. Sabía que el vampiro había agonizado durante tres horas antes de que un par de ángeles lo recogieran. Todo el mundo en la ciudad (qué coño, todo el mundo en el país) sabía que estaba allí, pero nadie se había atrevido a ayudarlo, no cuando la marca de Yunho estaba grabada en su frente. El arcángel había deseado que todo el mundo presenciara el castigo para recordarle a la gente quién y qué era. Y había funcionado. Ahora la mera mención de su nombre provocaba un temor visceral.

Sin embargo, Jaejoong no estaba dispuesto a arrastrarse. Ante nadie. Era algo que había decidido la noche en que su padre le exigió que se arrodillara y le suplicara para que tal vez, solo tal vez, reconsiderara la idea de readmitirlo en la familia.
         

Hacía más de diez años que no hablaba con su padre.

—Deberías tener cuidado —dijo Yunho, que rompió así el silencio sobrenatural y empezó a tutearlo.

Aquello no lo alivió en absoluto: el ambiente seguía cargado con la promesa de una amenaza.

—No me gustan los jueguecitos.

—Pues empieza a apreciarlos. —El arcángel se apoyó en el respaldo del asiento—. Tu vida será muy corta si esperas solo honestidad.

Al percibir que el peligro había pasado (por el momento), Jaejoong aflojó los dedos con cierto esfuerzo. Cuando el flujo de sangre volvió a recorrerlos le causó muchísimo dolor.

—Yo no diría que espero honestidad. La gente miente. Los vampiros mienten. Incluso... —Se quedó callado.

—No irás a empezar a ser discreto ahora, ¿verdad? —La diversión había vuelto, pero estaba atemperada con cierto matiz que acarició la piel del cazador como si se tratara de una hoja de afeitar.

Jaejoong contempló aquel rostro perfecto y supo que nunca en toda su vida se había enfrentado a una criatura más letal. Si lo disgustaba, Yunho lo mataría con tanta facilidad como él aplastaba una mosca. No debería olvidarlo, por más que aquello lo enfureciera.

— ¿No has dicho que habría que hacer una prueba?

Sus alas se agitaron ligeramente en ese instante y captaron la atención de Jaejoong. Eran muy, muy hermosas, y no pudo evitar mirarlas embelesado. Ser capaz de volar... era un regalo extraordinario.

Los ojos de Yunho se clavaron en algún lugar situado por encima de su hombro izquierdo.

—Más que una prueba, se trata de un experimento.

Jaejoong no se dio la vuelta, no le hacía falta.

—Hay un vampiro detrás de mí.

— ¿Estás seguro? —Su expresión no había cambiado ni un ápice.

Jaejoong luchó contra el impulso de volverse.

—Sí.

Yunho asintió.

—Puedes mirar.

Jaejoong vaciló, preguntándose qué era peor: darle la espalda a un enigmático e impredecible arcángel o a un vampiro desconocido. Al final, la curiosidad ganó. El rostro de Yunho mostraba una evidente satisfacción y Jaejoong deseaba saber qué era lo que la había provocado.

Se volvió hacia un lado con todo el cuerpo para poder seguir viendo a Yunho con el rabillo del ojo. Luego contempló a las «dos»... criaturas que había tras él.

—Madre mía...

—Pueden irse. —La voz de Yunho contenía una orden que aplacó el abyecto terror dibujado en los ojos del que todavía guardaba alguna semejanza con un humano. El otro se escabulló como el animal que era.

Jaejoong los observó mientras atravesaban las puertas de cristal y luego tragó saliva.

— ¿Qué edad tenía...? —No pudo llamar vampiro a aquella cosa. Y tampoco humano.

—Sun Ah fue Convertido ayer.

—No sabía que pudieran caminar a esa edad. —Intentaba parecer profesional, aunque estaba muerto de miedo.

—Ha tenido un poco de ayuda. —El tono del arcángel dejaba claro que aquella era la única respuesta que iba a obtener—. Tae Won era... un poco mayor.

Jaejoong cogió el zumo que había rechazado antes y dio un buen trago para intentar librarse del hedor que había penetrado en los poros de su piel. Los vampiros antiguos carecían de aquella repugnante característica. Todos ellos (salvo aquellos similares a la peculiar recepcionista) olían a vampiro, al igual que él olía a humano. Sin embargo, los jóvenes desprendían un leve olor similar al de la calabaza podrida o la carne en descomposición, y Jaejoong siempre debía frotarse más de tres veces para librarse de él. Por esa razón había empezado a coleccionar geles de baño y perfumes. Después de su primer contacto con un recién Convertido, creyó que jamás se sacaría aquel olor de la nariz.

—Creí que un cazador no se alteraría tanto al ver a un recién Convertido. — Yunho tenía una peculiar expresión sombría. Fue entonces cuando Jaejoong se fijó en que había alzado un poco las alas.

Se preguntó si aquello significaba que estaba concentrado o que estaba furioso. Dejó el vaso en la mesa.

—En realidad, no estoy alterado. —Y era cierto, ahora que la oleada inicial de repugnancia había desaparecido—. Es el olor... Es como una capa que se queda pegada a la lengua. Da lo mismo cuánto te frotes, no puedes librarte de él.

El rostro del arcángel mostró un genuino interés.

— ¿Tan intensa es esa sensación?

Jaejoong se estremeció y echó un vistazo a la mesa en busca de algo que lo aplacara un poco. Cuando Yunho le acercó un trozo de pomelo, lo aceptó de buena gana.

—Ajá. —El jugo ácido del cítrico aplacó un poco el hedor. Al menos lo suficiente para que pudiera pensar.

—Si te pidiera que rastrearas a Sun Ah, ¿serías capaz de hacerlo?

Se echó a temblar al recordar aquellos ojos casi muertos, o no del todo vivos. No era de extrañar que la gente creyera esas historias que describían a los vampiros como muertos vivientes.

—No. Creo que es demasiado joven.

— ¿Y a Tae Won?

—En estos momentos está en la planta baja del edificio. —El apestoso rastro del vampiro recién Convertido era tan penetrante que había impregnado todo el edificio—. En el vestíbulo.

Las alas de puntas doradas se extendieron para dar sombra a la mesa mientras Yunho unía sus palmas en un breve aplauso.

—Bien hecho, Jaejoong. Bien hecho.

Jaejoong apartó la mirada del pomelo y comprendió demasiado tarde que acababa de demostrar lo bueno que era, cuando lo que debería haber hecho era fallar y librarse de aquel asunto, fuera lo que fuera. Mierda. Al menos él le había dado una pista sobre el trabajo.

— ¿Quieres que rastree a un desertor?

El arcángel se levantó de la silla con un movimiento súbito y elegante.

—Espera un momento.

Jaejoong observó, petrificado, cómo se acercaba al borde del tejado. Era un ser tan majestuoso que el mero hecho de observar cómo se movía le provocó un vuelco en el corazón. Daba igual que supiera que era una ilusión óptica, que aquel tipo era tan letal como el cuchillo que él llevaba atado al muslo. Nadie, ni siquiera él, podía negar que Yunho, el arcángel, era un ser digno de admiración. Y de adoración.

Aquel pensamiento, de lo más inapropiado, lo sacó de su aturdimiento. Echó la silla hacia atrás y contempló con dureza su espalda. ¿Le había hecho algo en la cabeza? Justo en aquel momento, Yunho se dio la vuelta y lo miró con aquellos increíbles ojos. Durante un segundo, Jaejoong tuvo la sensación de que estaba respondiendo a su pregunta. Luego, el arcángel apartó la mirada... y se arrojó al vacío desde el tejado.

Jaejoong se levantó de un salto. Solo para volver a sentarse, con las mejillas ruborizadas, cuando Yunho remontó el vuelo para reunirse con un ángel al que él no había visto hasta ese momento. Hye Ji. El equivalente femenino de Yunho, con una belleza de tal magnitud que Jaejoong podía sentir su fuerza incluso desde lejos. Comprendió con sorpresa que estaba presenciando un encuentro en el aire entre dos arcángeles.

—Junsu no se lo va a creer... —De repente olvidó el hedor del vampiro joven, ya que la reunión focalizaba toda su atención. Había visto a Hye Ji en fotos, pero ninguna de ellas reflejaba la realidad.

La arcángel tenía la piel de un exquisito color, y un cabello brillante que le llegaba hasta la cintura en una mata salvaje. Su cuerpo era la encarnación de la feminidad, esbelto y lleno de curvas a un tiempo, con unas alas de un delicado tono bronce que contrastaban con el rico color de su piel. Su rostro...

—Vaya...

Incluso a aquella distancia, el rostro de Hye Ji era la definición de la perfección. A Jaejoong le pareció que sus ojos tenían un tono claro imposible, pero pensó que debía de haberlo imaginado. Los arcángeles estaban demasiado lejos.

Aunque aquello tenía poca importancia. La arcángel tenía un rostro que no solo detendría el tráfico, sino que provocaría un centenar de accidentes.

Frunció el ceño. A pesar de que apreciaba la hermosura de Hye Ji, no le costaba ningún trabajo pensar con claridad. Lo cual significaba que aquel bastardo arrogante de ojos marrones había estado jugueteando con su mente. ¿Deseaba que él lo adorara? Pues ya se vería si lo conseguía.

Nadie, ni siquiera un arcángel, iba a convertirlo en una marioneta.

Como si lo hubiera oído, Yunho dijo algo a su compañera y regresó a la azotea con un par de aletazos. Su aterrizaje fue mucho más vistoso en esta ocasión. Jaejoong estaba seguro de que el hombre quería mostrarle el diseño de la superficie interna de sus alas. Daba la impresión de que una brocha empapada en oro hubiese empezado por el extremo superior de las alas antes de descender hasta las puntas, que empezaban a ser blancas casi al final. Jaejoong se vio obligado a dejar la furia a un lado y enfrentarse a la verdad: si aquel demonio (o arcángel) se acercara y le ofreciera sus alas, tal vez le vendería el alma.

Pero los arcángeles no Convertían a otros ángeles. Solo convertían a vampiros chupasangres. Nadie sabía de dónde procedían los ángeles. Jaejoong suponía que nacían de padres angelicales, aunque, bien pensado, jamás había visto a un ángel bebé.

Sus pensamientos se descarrilaron de nuevo cuando vio la gracia con la que caminaba Yunho, tan seductor, tan...

Se puso en pie y envió la silla al suelo.

— ¡Sal... de... mi cabeza!

Yunho se detuvo de inmediato.

— ¿Pretendes utilizar esa daga? —Sus palabras eran puro hielo. El aire desprendía olor a sangre, y Jaejoong comprendió que era la suya.

Bajó la mirada y descubrió que su mano aferraba con fuerza la hoja de la daga que había sacado por instinto de la funda del tobillo. Jamás habría cometido un error así. Yunho lo estaba obligando a infligirse daño con la intención de demostrarle que no era más que un juguete para él. En lugar de luchar, Jaejoong la apretó con más fuerza.

—Si quieres que haga un trabajo para ti, lo aceptaré. Pero no permitiré que me manipulen.

Los ojos del arcángel descendieron hasta la sangre que goteaba desde su puño. No hizo falta que dijera nada.

—Es posible que seas capaz de controlarme —dijo Jaejoong en respuesta a la burla silenciosa que había en su rostro—, pero si te hubiera bastado con eso para llevar a cabo el trabajo, jamás habrías pasado por la farsa de contratarme. Me necesitas a mí, a Kim Jaejoong, y no a uno de tus pequeños esbirros vampiro.

Su mano se aflojó con un violento espasmo que le hizo soltar la daga. El cuchillo cayó al suelo con un ruido amortiguado por el charco de sangre que se había formado sobre Yunho. Jaejoong no se movió, no hizo ningún intento por contener la hemorragia.

Y cuando Yunho se acercó para situarse a menos de un paso de distancia de él, no retrocedió.

—Así que crees que estoy en una posición de desventaja, ¿no es así? —inquirió el arcángel. El cielo estaba completamente azul, pero Jaejoong sentía los vientos de tormenta que le agitaban los mechones de cabello.

—No. —Permitió que la esencia de Yunho (limpia, fresca, con aroma de mar) impregnara su lengua, cubriendo los restos de sabor a vampiro que tenía en la boca—. Estoy dispuesto a marcharme sin mirar atrás y a devolverte el pago que le hiciste al Gremio.

—Eso —dijo Yunho al tiempo que cogía una servilleta y se la enrollaba alrededor de la mano— no es una opción.

Aturdido por un movimiento tan imprevisto, Jaejoong cerró la mano para ayudar a contener el flujo de sangre.

— ¿Por qué no?

—Quiero que tú hagas este trabajo —respondió, como si aquella fuera razón suficiente.
Y para un arcángel, lo era.

— ¿En qué consiste ese trabajo? ¿Es una recuperación?

—Sí.

El alivio empezó a inundarlo como si se tratara de aquella lluvia que sentía tan cerca. Pero no era la lluvia, sino su esencia, lo que le llevaba el frescor del agua.

—Lo único que necesito para empezar es algo que el vampiro haya llevado puesto hace poco. Si tienes una localización general, mejor aún. Si no, les diré a los genios informáticos del Gremio que investiguen los transportes públicos, los registros bancarios y todo lo demás mientras yo busco pistas sobre el terreno. —Su mente ya se había puesto a trabajar, considerando y descartando opciones.

—Me has malinterpretado, Jaejoong. La criatura a la que quiero que encuentres no es un vampiro.

Aquello la desconcertó.

— ¿Estás buscando a un humano? Bueno, puedo encontrarlo, pero en realidad no tengo ninguna ventaja sobre cualquier otro investigador privado.

—Inténtalo de nuevo.

Nada de vampiros. Nada de humanos. Eso dejaba...

— ¿Un ángel? —Preguntó en un susurro—. No.

—No —convino Yunho, y una vez más, Jaejoong sintió una fresca oleada de alivio. Aunque solo duró hasta que él añadió—: Un arcángel.

Lo miró fijamente.

—Estás de coña.

Las mejillas de Yunho se tensaron contra la piel suave y bronceada.

—No. El Grupo de los Diez no bromea.

A Jaejoong se le hizo un nudo en el estómago cuando oyó mencionar al Grupo... Si Yunho era un ejemplo de su mortífero poder, no quería reunirse jamás con aquel augusto grupo directivo.

— ¿Por qué quieren rastrear a un arcángel?

—No es necesario que lo sepas. —Su tono era concluyente—. Lo único que necesitas saber es que si tienes éxito al encontrarlo, serás recompensado con más dinero del que puedas gastar en toda tu vida.
Jaejoong contempló la servilleta manchada de sangre.

— ¿Y si fracaso?

—No fracases, Jaejoong. —Sus ojos parecían amables, pero su sonrisa hablaba de cosas que era mejor no pronunciar en voz alta—. Me intrigas... detestaría tener que castigarte.

La mente de Jaejoong rememoró la imagen del vampiro de la calle, aquel desecho sangrante que una vez había sido una persona... la definición de castigo según Yunho.

* * *

Jaejoong se sentó en el parque y contempló los patos que nadaban en círculos en un estanque. Había ido allí para intentar aclararse las ideas, pero al parecer no estaba funcionando. Solo podía pensar en si los patos tenían sueños.

Suponía que no. ¿Con qué soñaría un pato? Pan fresco, un vuelo tranquilo hacia el lugar adonde fueran los patos... Volar. Se quedó sin respiración cuando su mente le mostró imágenes de distintos recuerdos: unas hermosas alas con vetas doradas, unos ojos llenos de poder, el brillo del polvo de ángel. Se frotó los ojos con las palmas de las manos en un intento por borrar aquellas imágenes. Pero no sirvió de nada.

Era como si Yunho le hubiera implantado una maldita sugestión subliminal en la cabeza que no dejaba de mostrarle imágenes de cosas en las que él no quería pensar. Lo consideraba capaz de hacerlo, pero el arcángel no había tenido tiempo de introducirse en su cabeza a tanta profundidad. Se había alejado de él un minuto después de que le dijera que no fracasara. Y, por extraño que pareciese, Yunho había permitido que se marchara.

En aquel instante los patos se estaban peleando, graznándose los unos a los otros y empujándose con los picos. Ni siquiera los patos podían permanecer tranquilos. ¿Cómo coño iba a pensar con semejante alboroto? Soltó un suspiro, apoyó la espalda contra el respaldo del banco del parque y contempló el cielo despejado. Le recordó a Yunho.

Soltó un resoplido.

El color del cielo era bonito. Quizá si lo miraba durante más tiempo podría olvidar aquellas alas que lo atormentaban en todo momento. Como en aquel instante. Se extendieron sobre su campo de visión y transformaron el color del cielo en un blanco dorado.

Frunció el ceño e intentó deshacerse de la ilusión.

Unos filamentos con la punta dorada aparecieron ante sus ojos. Su corazón latía como el de un conejo asustado, pero no tuvo energías para sorprenderse.

—Me has seguido.

—Me ha parecido que necesitabas pasar un tiempo a solas.

— ¿Puedes bajar el ala? —Pidió con educación—. Me impides que vea el paisaje.

El ala se plegó con un suave susurro que Jaejoong sabía que jamás asociaría con nada que no fueran aquellos apéndices emplumados. Las alas de Yunho.

— ¿No vas a mirarme, Jaejoong?

—No. —Siguió contemplando el cielo—. Cuando te miro, las cosas se vuelven confusas.

Se oyó una risa masculina, grave y ronca... que sonó en el interior de su mente.

—No servirá de nada que no me mires.

—A mí me parece que sí —replicó Jaejoong con suavidad, aunque la furia ardía como una brasa al rojo vivo en sus entrañas—. ¿Eso es lo que te excita, obligar a los hombres a postrarse a tus pies?

Se hizo el silencio. El sonido de unas alas al extenderse y plegarse con rapidez.

—Estás poniendo en peligro tu vida.

Jaejoong se arriesgó a mirarlo. Estaba de pie al borde del agua, pero de frente a él. Sus ojos se habían oscurecido hasta adquirir el tono del cielo a medianoche.

—Oye, moriré de todas formas. —Pretendía parecer desdeñoso—. Tú mismo lo has dicho: puedes joderme con la mente siempre que quieras. E imagino que ese no es más que un pequeño truco de los muchos que tienes en la manga, ¿no?

Yunho asintió de manera majestuosa, increíblemente hermoso bajo un inoportuno rayo de sol. Como un dios oscuro. Y Jaejoong sabía que ese pensamiento era cosa suya. Porque lo que le repugnaba de Yunho era lo mismo que le atraía: el poder. Aquel era un ser al que no podía vencer. Una parte más profunda de sí mismo apreciaba aquel tipo de fuerza, aunque también lo enfurecía.

—Y si tú eres capaz de hacer todo eso, ¿de qué será capaz ese otro tío? —Se puso a contemplar los patos para evitar la erótica seducción del rostro del arcángel—. Me hará picadillo antes de que me acerque a un centenar de pasos de él.

—Estarás protegido.

—Yo trabajo solo.

—Esta vez no. —Su tono era puro acero—. Chul Min siente cierta predilección por el dolor. El Marqués de Sade fue uno de sus aprendices.

Jaejoong no estaba dispuesto a demostrarle lo mucho que lo había asustado aquello.

—Así que le va el sexo perverso.

—Esa sería una forma de verlo. —De algún modo, el arcángel consiguió añadir sangre, dolor y horror con aquel único comentario. Las emociones serpentearon por la piel de Jaejoong, atravesaron sus poros y se enroscaron alrededor de su garganta para empezar a ahogarlo.

—Basta —dijo de pronto mientras lo miraba a los ojos una vez más.

—Mis disculpas. —Sus labios esbozaron una pequeña sonrisa—. Eres más sensible de lo que esperaba.

Jaejoong no lo creyó ni por un instante.

—Cuéntame más cosas sobre ese tal Chul Min. —No sabía nada de aquel otro arcángel, salvo que gobernaba una región de Europa.

—Es tu presa. —El rostro de Yunho perdió toda expresión y sus ojos se volvieron casi negros—. Eso es lo único que debes saber.

—No puedo trabajar así. —Se puso en pie, aunque mantuvo las distancias—. Soy bueno porque me meto en la mente de mi objetivo para predecir dónde estará, qué hará y con quién contactará.

—Confía en tu don innato.

—Aun en el caso de que pudiera percibir la esencia de los arcángeles —algo que no podía hacer—, yo no hago magia —señaló Jaejoong, frustrado—. Necesito un punto de inicio. Si no tienes nada, tendré que empezar con su personalidad, con sus patrones de comportamiento.

Yunho se acercó para acortar la distancia que él deseaba mantener.

—Los movimientos de Chul Min no son predecibles. Todavía no. Debemos esperar.

— ¿Qué es lo que debemos esperar?

—Sangre.

Aquella única palabra lo dejó helado.

— ¿Qué ha hecho?

Yunho alzó un dedo y lo deslizó sobre la mejilla de Jaejoong. Jaejoong se estremeció. Pero no porque le hubiera hecho daño, sino más bien todo lo contrario. Los lugares que tocaba... parecían estar conectados directamente con la parte más sensible de su cuerpo. Una sola caricia bastaba para humedecerlo, y aquello lo avergonzaba. No obstante, se negó a retroceder; se negó a rendirse.

— ¿Qué... —repitió—... ha hecho?

El dedo se deslizó sobre su mandíbula y empezó a recorrer la línea de su cuello, provocándole un increíble e indeseado placer.

—Nada que necesites saber. Nada que pueda ayudarte a rastrearlo.

Jaejoong realizó un esfuerzo por levantar la mano para apartar aquel dedo, aunque solo tuvo éxito porque el arcángel se lo permitió. Y aquello lo irritó.

— ¿Has acabado ya con los jueguecitos sexuales? —preguntó, enfurecido.

Su sonrisa fue mucho más sutil esa vez, y sus ojos cambiantes pasaron del negro a un tono cobalto. Vivo. Eléctrico.

—No le estaba haciendo nada a tu mente, Jaejoong. Esta vez no lo hacía.

Vaya... Mierda.
           
* * *

Había mentido. Era obvio que había mentido. Jaejoong dejó escapar un suspiro de alivio y se desplomó sobre el sofá. No era tan idiota para sentirse atraído por un arcángel. Y aquello solo dejaba la puerta número dos: Yunho había jugado con su mente y lo había negado solo para fastidiarlo a su retorcido modo.

Una molesta vocecita en su interior insistía que aquella clase de manipulación no encajaba con lo que él sabía de Yunho. En la azotea no había ocultado que había indagado en su mente. Mentir parecía algo impropio de Yunho.

— ¡Ja! — Exclamó Jaejoong, dirigiéndose a la vocecita—. Lo que sé de él no bastaría para llenar un dedal... Ese tipo ha manipulado a los mortales desde hace siglos. Se le da muy bien. —Muy bien no. Era todo un experto.

Y ahora Jaejoong estaba en sus manos.

A menos que el arcángel hubiera cambiado de opinión en las pocas horas que habían pasado desde que se largó del estanque de los patos. Aquello lo animó un poco. Estiró el brazo para abrir el ordenador portátil sobre la mesita de café, lo encendió y utilizó la conexión inalámbrica a internet para consultar su cuenta en el Gremio. El historial de transacciones mostraba un depósito reciente.

—Demasiados ceros. —Respiró hondo. Los contó de nuevo—. Siguen siendo demasiados.

Había tantos ceros que la cifra dejaba el sustancial pago del señor Ebose a la altura del betún.

Con las manos sudorosas, Jaejoong tragó saliva y utilizó la rueda del ratón para descender en la pantalla. El pago procedía de «la Torre del Arcángel». Eso lo sabía. Era obvio que lo sabía. Pero verlo escrito en blanco y negro le provocó una sacudida que recorrió su cuerpo de arriba abajo. El trato estaba hecho. Ahora trabajaba oficialmente para Yunho. Y solo para Yunho.

Su posición en el Gremio había cambiado de «Activo» a «Contratado por un período indefinido».

Cerró el portátil y clavó la vista en la Torre. No podía creer que hubiera estado en la parte superior de aquel descomunal edificio esa misma mañana; no podía creer que se hubiera atrevido a llevarle la contraria a un arcángel y, sobre todo, no podía creer que Yunho deseara que lo hiciera. Una fuerte sensación de hormigueo en el estómago empezó a provocarle náuseas, pánico y... una extraña y palpitante excitación. Aquel era uno de esos trabajos que convertían a los cazadores en leyendas. Aunque, por supuesto, para convertirse en leyenda por lo general había que estar muerto.

Sonó el teléfono, lo que puso un agradable fin a aquella línea de pensamientos.

— ¿Qué pasa?

—Yo también te deseo buenos días, cielo —dijo la alegre voz de Junsu.
Jaejoong no permitió que lo engañara. Su amigo no había llegado a convertirse en el director del Gremio siendo Miss Simpatía. Tenía nervios de acero y una voluntad tan fuerte como la de un bull terrier.

—No puedo contarte nada —le espetó Jaejoong sin más—. Así que no preguntes.

—Vamos, Jae... Sabes muy bien que sé guardar un secreto.

—No. Si te lo cuento, estás muerto. — Yunho le había dejado aquello muy claro antes de permitir que se marchara.

«Si se lo cuentas a alguien (ya sea hombre, mujer o niño), lo eliminaremos. Sin excepciones.»

Junsu soltó un resoplido.

—No te pongas melodramático. Soy...

—Él sabía que me lo preguntarías —añadió mientras recordaba todo lo que le había dicho el arcángel con aquel tono engañosamente suave. Una espada envuelta en terciopelo, así era la voz de Yunho.

— ¿En serio?

—Si te lo cuento, no solo acabará con Yoochun y contigo; también matará a Junho.

La furia que atravesó la línea estaba provocada por el más fuerte instinto de protección materno.

—Cabrón...

—Estoy totalmente de acuerdo contigo.

Al parecer, Junsu estaba demasiado furioso para hablar, así que tardó unos segundos en decir algo.

—El hecho de que haya proferido esa amenaza significa que esto es algo grande.

— ¿Has visto el depósito?

— ¡Joder, claro que lo he visto! Creí que el contable había metido la pata y había depositado todo en nuestra cuenta en lugar de meter solo el porcentaje del Gremio. —Soltó un largo silbido—. Tío, eso es dinero y lo demás es cuento.

—No lo quiero. —Sentía la necesidad de compartir su incomprensible tarea con Junsu y con el idiota de Changmin, pero no podía hacerlo—. Ya me ha separado de mis mejores amigos. —Apretó la mano hasta convertirla en un puño.

—Deja que lo intente... —dijo Junsu—. Así que no puedes contarme los detalles... Menuda cosa. Lo averiguaré todo muy pronto. Ya me hago una idea.

El nerviosismo atenazó la espalda de Jaejoong.

— ¿En serio?

— ¿Un vampiro asesino? —Se quedó callado un momento—. Vale, no puedes responderme, pero ¿qué otra cosa podría ser?

Jaejoong se hundió de nuevo en el sofá.

— ¿Recuerdas a ese que desertó? —inquirió Junsu.

—Ha habido más de uno —replicó él, aunque se le había helado la sangre.

—Hace unos veinte años. Lo estudiamos en las clases del Gremio.

No habían pasado veinte años, pensó Jaejoong, sino dieciocho.

—Slater Patalis. —El nombre salió de sus labios como una pesadilla, una que jamás había compartido con nadie, ni siquiera con el mejor amigo al que le había confiado todo lo demás—. ¿A cuántos acabó matando? —se obligó a preguntar... antes de que las antenas de Junsu empezaran a dar señales de aviso.

—La cifra oficial fue de cincuenta y dos muertos en un mes —fue la tétrica respuesta—. De manera extraoficial, nosotros creemos que hubo algunos más. —Se oyó un crujido, y Jaejoong casi pudo ver cómo unsu se acomodaba en la butaca de cuero que su amigo adoraba como si fuera su segundo hijo—. Ahora que soy director, tengo acceso a todo tipo de información supersecreta.

— ¿Quieres compartirla conmigo? —Vaciló unos instantes, ignorando los ecos de un pasado que nada podría cambiar.

—Mmm... ¿Por qué no? Después de todo, eres mi número dos en todos los sentidos salvo en el nombre.

—Puaj... — Jaejoong chasqueó la lengua—. Nada de despachos para mí, gracias.
Junsu se echó a reír por lo bajo.

—Aprenderás. De cualquier forma, el informe oficial de Slater dice que el tipo padecía una enfermedad psíquica antes de que fuera Convertido, una enfermedad que consiguió ocultar de alguna manera.

—Una especie de trastorno sociópata grave. —Antes de oír el comentario de Junsu, Jaejoong había creído que conocía cada perturbador detalle sobre la vida y los crímenes del vampiro asesino más terrible de la historia reciente—. Pruebas de abusos infantiles y maltrato de animales. El perfil clásico de un asesino en serie.

—Demasiado clásico —señaló Junsu—. No es más que un montón de mierda. El Gremio lo inventó bajo la presión del Grupo de los Diez.

Por un segundo, Jaejoong tuvo la aterradora sospecha de que Slater Patalis no estaba realmente muerto, de que el Grupo lo había salvado por alguna perversa razón oculta. Sin embargo, un instante después recobró la cordura: no solo había visto el vídeo de la autopsia, sino que además se había colado en los almacenes y había cogido el tubo de ensayo que preservaba la sangre de Slater. Sus sentidos habían reaccionado.

«Vampiro», le había susurrado la sangre, «vampiro». Y cuando le había quitado el tapón al tubo, había oído un susurro con la voz hipnótica e inconfundible de Slater: «Ven aquí, pequeño cazador. Pruébala».

Se mordió con fuerza el labio inferior y arrancó su propia sangre para desterrar aquel recuerdo. Al menos hasta que llegaran las pesadillas.

— ¿No vas a contarme la verdad? —le preguntó a Junsu.

—Slater era normal cuando ingresó como Candidato —dijo su amigo—. Ya sabes lo meticulosos que son los ángeles a la hora de comprobar la lista de aspirantes seleccionados. Fue escaneado, analizado, y casi abierto en canal con todas las pruebas que le hicieron. El hombre estaba limpio y saludable, tanto de cuerpo como de mente.

—Hay rumores... —susurró Jaejoong, que tenía los ojos abiertos como platos—, que siempre hemos considerado leyendas urbanas, pero si lo que dices es cierto...

—... significa que ser Convertido tiene un efecto secundario muy malo. A una diminuta, ínfima y casi inexistente minoría de Candidatos se les fastidia el cerebro sin remedio. Y lo que resulta de esa jodienda no siempre es humano.

Debería haberle parecido raro que alguien insinuara que los vampiros eran humanos en algún sentido, pero entendía lo que Junsu pretendía decir. La humanidad, como un todo, también incluía a los vampiros. Como Jaejoong sabía por su propia familia, los vampiros podían aparearse e incluso reproducirse con los seres humanos. La concepción era muy difícil, pero no imposible, y aunque los niños (todos mortales) a veces padecían anemia o trastornos similares, por lo demás eran normales. La primera regla de la biología: si pueden aparearse, lo más probable es que pertenezcan a la misma especie.

Aquella regla no podía aplicarse a los que eran como Yunho. Los ángeles atraían a cantidades industriales de fans: en su mayoría vampiros, aunque a veces se permitía también la presencia de algún humano imponente. Pero, a pesar de la lujuria que despertaban, Jaejoong jamás había oído hablar de un hijo procedente de una relación entre un humano y un ángel; ni siquiera de una relación entre un vampiro y un ángel. Quizá los ángeles no puedan tener hijos, pensó. Tal vez consideren a los vampiros sus hijos.

Sangre en lugar de leche, inmortalidad en vez de amor.

Una mierda de infancia. No obstante, ¿qué sabía él de la infancia?

—Junsu... voy a necesitar pleno acceso a los ordenadores y los archivos del Gremio.

—Nadie salvo el director tiene acceso pleno. —El tono de Junsu tenía un matiz de acero—. Si me prometes que te pensarás lo del puesto como ayudante de director, te daré acceso total.

—Eso sería mentirte —dijo Jaejoong—. Me volvería loco detrás de un escritorio.

—Yo mismo pensé eso mismo una vez, y ahora estoy feliz como una perdiz.

— ¿Qué tienen que ver las perdices con todo esto? —murmuró Jaejoong.

—No tengo ni la menor idea. Dime que te lo pensarás.

—Existe una diferencia crucial entre tú y yo, señor director. —Dejó que su tono hablara por él—. Elige a alguna de los cazadores casados. No desperdicies tu tiempo conmigo.

Se oyó un suspiro.

—El hecho de que estés soltero no significa que te quiera ahí fuera, en la línea de fuego. Eres mi mejor amigo, mi hermano... en todo salvo en la sangre.

A Jaejoong se le llenaron los ojos de lágrimas.

—Lo mismo digo. —Cuando su familia la repudió, fue Junsu quien lo ayudó a recuperarse. El vínculo que los unía era prácticamente irrompible—. Sabes tan bien como yo que la seguridad no es para mí. Nací para ser lo que soy. —Un cazador. Un rastreador. Un solitario.

— ¿Por qué me molesto en discutir contigo? — Jaejoong casi pudo ver cómo sacudía la cabeza—. Te estoy dando acceso en estos mismos momentos.

Aquello era lo que a Jaejoong le encantaba del Gremio. No había necesidad de papeleo: los cazadores elegían a su director, y confiaban en que tomara buenas decisiones. Nada de reuniones ni de juntas. Nada de gilipolleces.

—Gracias.

—Oh oh... —Ruido de tecleo rápido—. Una ligera advertencia: tengo la impresión de que alguien supervisa quién accede a los archivos de alta seguridad.

— ¿Quién? —Preguntó, aunque conocía la respuesta—. ¿Con qué autoridad?

—Con la misma que les permite contratar a mi gente sin decirme qué demonios pasa —replicó Junsu—. Me convertí en director para poder mantener a los cazadores a salvo. Yunho va a descubrir que...

— ¡No! —Gritó Jaejoong—. Por favor, Junsu, no te acerques a él. La única razón, la única, por la que sigo vivo es que necesita que haga un trabajo para él. De no haber sido por eso, lo más probable es que hubieras pasado una tarde estupenda intentando identificar mi cuerpo (o lo que quedara de él) en el depósito de cadáveres.

—Maldita sea, Jae... Juré proteger a mis cazadores, y no voy a incumplir ese juramento solo porque ese Yunho sea aterrador...

—En ese caso, hazlo por Junho —lo interrumpió Jaejoong—. ¿Quieres que crezca sin un padre?

—Zorra... —El tono de Junsu se parecía bastante a un gruñido—. Si no te quisiera tanto, te daría una paliza. Eso es chantaje emocional, joder.

—Prométemelo, Junsu. —Aferró con mucha fuerza el auricular del teléfono—. Esta caza va a ser la más difícil que haya llevado a cabo nunca... No quiero tener que preocuparme por ti también. Prométemelo.

Se hizo un silencio muy, muy largo.

—Te prometo que no me acercaré a Yunho... a menos que crea que te encuentras en peligro de muerte. Eso es todo lo que vas a conseguir de mí.

—Con eso bastará. —Solo tenía que asegurarse de que Junsu no descubriera jamás que la caza era en sí misma el equivalente a una muerte casi segura. Un paso en falso y adiós Kim Jaejoong.

Algo emitió un pitido.

—Tengo otra llamada... Lo más probable es que sea Jin Hee —dijo Junsu.

Según lo último que había oído Jaejoong, Jin Hee estaba en la región de los pantanos cazando a un vampiro cajún de voz aterciopelada que tenía la mala costumbre de enemistarse con los ángeles... y de jugar al gato y al ratón con Jin Hee.

— ¿Todavía sigue en en el país?

—No. El cajún decidió «darse una vueltecita» por Europa. — Junsu soltó un resoplido muy poco elegante—. ¿Sabes? Uno de estos días lo va a cabrear de verdad y va a acabar empalado desnudo en un lugar público, cubierto de azúcar y con un cartel de «Muérdeme» colgado del cuello.

—Quiero entradas para verlo. —Colgó tras oír la risotada de Junsu.

Se frotó la cara con las manos y decidió que ya era hora de ponerse a trabajar. Tendría que llevar a cabo aquella caza sí o sí... por tanto, más le valía intentar salir de una pieza.

Se sacó la camisa blanca de la cinturilla, se cambió los pantalones negros por unos vaqueros y abrió el ordenador portátil por segunda vez. Como no le gustaba la idea de que el Grupo observara todos sus movimientos (a pesar de que eran ellos los que la habían contratado), abrió el navegador de internet y utilizó un conocido buscador en lugar de entrar en la base de datos del Gremio.

Luego tecleó en el cuadro de búsqueda: «Chul Min».

6 comentarios:

  1. si que es todo un reto para jae espero y todo le resulte bien pues no quiero que muera y espero que junsu no se entere de nada pues corre el riesgo de que si se llegan a enterar de que el sabe lo mataran y a los demás también
    pero no creo que yunho lastime a jae mas bien quiere permanecer a su lado por que le a de gustar jae a ese hermoso arcangel de yunho
    GRACIAS por el capitulo

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  2. Wow que control que quiere ejercer yunho en jae
    Ahora si es hora del desafio para jae y que sera lo que ha hecho chul min para ser cazado mmmm
    Me gusto que junsu fuera protector con jae
    Graciass por el capi :-P

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  3. 0_= definitivamente Jae se esta metiendo en algo muy peligroso... ademas estará mas que expuesto a ese arcángel que obviamente tiene poderes que él no.

    Supongo que Yunho deberá ayudarlo de alguna forma no creo que lo deje indefenso :(
    Estaba esperando actualización :) gracias

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  4. wooo no creo q el tipo al q jae busca sea una dulce paloma q se ha escapado para ser libre debio hacer algo muy malo y jae esta en peligro y ni siquiera puede contar con la ayuda de sus amigos D: espero q yunho busque la manera de protegerlo waaa este es uno de los fics q mas me gusto y me dejo con ganas de mas gracias x continuarlo !!

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  5. Yunho es demasiado imponente da tanto miedo ... Jae como le va ha hacer Jaejoong para rastrear a un arcangel ... si es igual de terrorifico que Yunho .... pobrecillo! Jae es muy inteligente y parece tener un pasado oscuro ... esta muy interesante

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  6. Pero va de ponerse super interesante...quiero leer más...

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