jueves, 1 de junio de 2017

Promesa Audaz: Capítulo 26

Capítulo 26

Alan y Jaejoong abandonaron el ruido y la confusión de la casa real para caminar hacia el parque boscoso que rodeaba las murallas del castillo. La caminata era larga, pero ambos disfrutaron de ella.
Para Jaejoong fue una tarde interesante. Ahora comprendía que nunca había tratado con los hombres. Alan era entretenido, y el día pasó con rapidez. Al joven le fascinó tratar con un hombre tan bien educado. Rieron juntos ante las confesiones de Jaejoong, quien contó que sus doncellas solían llevarle en secreto relatos románticos para que él se los leyera en voz alta. Alan estaba seguro de que Jaejoong no tenía conciencia de lo poco ortodoxo de su infancia. Sólo avanzada la tarde habló él de su vida de casado. Contó cómo había reorganizado el castillo de Yunho, y mencionó de pasada sus tratos con el armero. Alan empezaba a comprender los arrebatos de Yunho; cualquier hombre necesitaba mucha fortaleza para hacerse a un lado y permitir que su esposo impusiera sus propias órdenes.
Conversaron y rieron hasta que el sol estuvo bajo en el cielo.
–Tenemos que regresar–dijo Alan–, pero detesto dar por terminada la diversión.
–Estoy de acuerdo–sonrió Jaejoong –. De verdad me he divertido. Me alegra alejarme de la Corte, donde hay tantos rumores y rencillas disimuladas.
–No es mal sitio... a menos que uno mismo sea el blanco de la maledicencia.
–Como yo ahora–observó él con una mueca dolida.
–Sí. Hacía años que no se contaba con tan buen tema de conversación.
–Sir Alan–rió él–, ¡qué cruel sois conmigo!
Lo enlazó por el brazo y le sonrió.
– ¡Ajá!–Siseó una voz a poca distancia–. ¡Es aquí donde te escondes!
Jaejoong giró en redondo y vio a Yoon Ji de pie a un lado.
– ¡Pronto será mío!–se jactó la mujer, acercándose a ella–. Cuando sea libre de ti volverá a buscarme.
Jaejoong dio un paso atrás. La luz que brillaba en aquellos ojos no era natural. Sus labios se curvaban, mostrando los dientes desiguales que habitualmente ocultaba con tanto cuidado.
Alan se interpuso entre ambos.
– ¡Marchaos, Lady Yoon Ji!–Amenazó en voz baja.
– ¿Te ocultas detrás de tu amante?–Chilló Yoon Ji sin prestarle atención–. ¿No puedes esperar el divorcio para buscar a otros?
La mano de Alan se cerró sobre el hombro de Yoon Ji.
–Marchaos y no regreséis. Si os veo otra vez cerca de Jaejoong, tendréis que responder ante mí.
La mujer quiso decir algo más, pero aquella mano clavada en su hombro se lo impidió. Giró en redondo sobre un solo talón y se marchó a grandes zancadas.
Alan se volvió hacia Jaejoong, que seguía a la mujer con la mirada.
–Parecéis algo asustado.
–Y lo estoy–reconoció él, frotándose los brazos–. Esa mujer me da escalofríos. Antes la creía enemiga mía, pero ahora casi me inspira compasión.
–Sois bondadoso. Cualquiera la odiaría por lo que os ha hecho.
–Yo también la odiaba. Tal vez aún siento lo mismo, pero no puedo culparla por todos mis problemas. Muchos han sido causados por mí mismo y por...
Se interrumpió, bajando la vista.
– ¿Y por vuestro esposo?
–Sí–susurró él–. Por Yunho.
Alan estaba muy cerca. Caía rápidamente la oscuridad. Habían pasado juntos el día entero. Tal vez fue por la luz delicada de su cabellera y sus ojos, él no pudo evitar besarlo. Le tomó la barbilla en la mano para levantarle la cara y lo besó en los labios, susurrando:
–Dulce y encantador Jaejoong, te preocupas demasiado por los otros y muy poco por ti mismo.
Jaejoong se sobresaltó, pero aquella caricia no le pareció ofensiva. Tampoco muy estimulante. Mantuvo los ojos abiertos y observó las pestañas de Alan contra sus mejillas. Sus labios eran suaves y agradables, pero no encendían fuego en él.
Un momento después, se abrió el mundo y brotó el infierno. Jaejoong se vio violentamente apartado de Alan y arrojado contra un árbol. Por un instante perdió el sentido. Miró a su alrededor, aturdido. Alan estaba en el suelo, manando sangre por la comisura de la boca, y se frotaba la mandíbula, moviéndola con cuidado. Yunho se inclinó como para atacarlo otra vez.
– ¡Yunho!–Gritó él, arrojándose contra su esposo.
Él lo apartó sin prestarle atención.
– ¿Cómo os atrevéis a tocar lo que me pertenece?–Gruñó al caballero–. ¡Pagaréis esto con vuestra vida!
Alan se puso inmediatamente de pie y echó mano de la espada. Se miraban echando chispas, sin hablar, con las narices dilatadas de cólera. Jaejoong se interpuso, enfrentándose a su esposo.
– ¿Quieres pelear por mí después de haberme abandonado voluntariamente?
Al principio él pareció no escuchar, no reparar siquiera en su presencia. Poco a poco apartó la vista de Alan para mirar a su esposo.
–No he sido yo quien te ha abandonado–dijo, sereno–. Has sido tú.
– ¡Pero tú me has dado justos motivos!–Estalló él–. Durante toda nuestra vida de casados te has resistido cada vez que traté de ofrecerte amor.
–Nunca me has ofrecido amor–fue la respuesta. Jaejoong lo miraba con fijeza. Estaba olvidando su furia.
–No he hecho otra cosa desde que nos casamos, Yunho. He tratado de satisfacerte, de ser como tú querías, pero tú querías que yo fuera... ¡ella! Y yo no puedo ser sino yo mismo.
Bajó la cabeza para disimular sus lágrimas. Yunho dio un paso hacia él, pero se volvió para mirar a Alan con odio. Jaejoong sintió la tensión y levantó la vista.
–Si le tocas un solo cabello, lo lamentarás–advirtió.
Yunho, con el entrecejo fruncido, quiso decir algo, pero poco a poco acabó por sonreír.
–Había empezado a pensar que mi Jaejoong ya no existía–susurró–. Pero sólo estaba oculto bajo un manto de dulzura.
Alan tosió para disimular una carcajada.
Jaejoong irguió la espalda y echó los hombros hacia atrás. Se alejó de aquellos dos, disgustado porque ambos se rieran de él.
Yunho lo observó un momento, sin decidirse entre el deseo de pelear con Alan Fairfax y el de correr tras su esposo. Jaejoong venció con holgura. En tres largos pasos lo tuvo en sus brazos. Alan se apresuró a dejarlos solos.
–Si no te quedas quieto, te pondré en la rama de un árbol hasta que no puedas moverte.
La horrible amenaza lo inmovilizó. Yunho se sentó en el suelo con él, sujetándole los brazos.
–Así me gusta más–dijo, al verlo más sereno–. Ahora yo hablaré y tú escucharás. Me has humillado en público.
– ¡No!–Se interrumpió–. No digas nada hasta que yo haya terminado. Puedo soportar que me ridiculices en mi propio castillo, pero ya estoy harto de que lo hagas delante del rey. Y ahora toda Inglaterra se ríe de mí.
–Al menos eso me da cierto placer–dijo Jaejoong, presuntuoso.
– ¿De veras, Jaejoong? ¿Esto te ha dado placer?
Jaejoong parpadeó con rapidez.
–No. Pero no es culpa mía.
–Cierto. Eres inocente de la mayor parte. Pero te he dicho que te amo y te he pedido perdón.
–Y yo te he dicho que...
Él le apoyó dos dedos en los labios y ahogó con ellos sus palabras.
–Estoy cansado de reñir contigo. Eres mi esposo, me perteneces y quiero tratarte como corresponde. No habrá divorcio–sus ojos se oscurecieron–. Tampoco volverás a pasar la tarde con jóvenes caballeros. Mañana abandonaremos este nido de chismosos para volver a casa. Allí te encerraré en una torre, si hace falta, y sólo yo tendré la llave. Tardaremos mucho tiempo en acallar las risas en toda Inglaterra, pero se puede conseguir–hizo una pausa, sin que Jaejoong hablara–. Lamento mucho la mala pasada de Yoon Ji. También yo he derramado muchas lágrimas por el niño que hemos perdido. Pero con divorciarnos no cambiaremos nada. Sólo espero dejarte embarazado pronto, para que eso cure tu herida. Pero si no lo crees así, no importa: voy a hacer las cosas a mi modo.
Yunho lo había dicho todo con decisión. Jaejoong, sin responder, permaneció quieto entre sus brazos.
– ¿No tienes nada que decir?–Preguntó él.
– ¿Y qué podría decir? No creo que se me permita dar una opinión.
Él tenía la vista perdida en la verde campiña.
– ¿Tanto te repugna la idea?
Jaejoong no pudo contenerse por más tiempo; se echó a reír. Yunho lo miró con extrañeza.
–Dices que me amas y que me retendrás encerrado en una torre, donde pasaremos noches de pasión. Admites que la mujer a quien juraste amar ha sido falsa contigo. Me dices todo esto y me preguntas si me repugna la idea. Me has dado lo que más deseaba desde el momento en que te vi por primera vez, en la iglesia.
Él continuaba mirándolo.
–Jaejoong–murmuró, vacilante.
–Te amo, Yunho–sonrió él–. ¿Es tan difícil de comprender?
–Pero hace tres días... el divorcio...
Esta vez fue él quien le apoyó dos dedos en los labios.
–Me has pedido perdón. ¿Podrás perdonarme tú?
–Sí–susurró Yunho, besándolo. Pero se retiró bruscamente–. ¿Y qué me dices de ese hombre que te ha besado? ¡Voy a matarlo!
– ¡Pero no! Ha sido sólo una muestra de amistad.
–Pues no me parecía...
– ¿Te estás encolerizando otra vez?–Acusó él con chispas en les ojos–. Me he pasado días enteros viendo cómo te manoseaban las mujeres.
Él rió entre dientes.
–Debería haber disfrutado de la ocasión, pero no fue así. Me has arruinado para toda la vida.
–No comprendo.
–Las mujeres sólo hablaban de trapos y... cremas faciales–explicó Yunho con un chisporroteo en la mirada–. He tenido problemas con las anotaciones contables y ninguna de ellas ha sabido ayudarme.
Jaejoong se preocupó de inmediato.
– ¿Has dejado otra vez que ese panadero te robe? –Y quiso levantarse. –Vamos, anda. Tengo que ver eso inmediatamente.
Yunho lo ciñó entre los brazos.
– ¡No te irás! ¡Al diablo con los registros! ¿No puedes usar tu dulce boca para algo que no sea parlotear?
Jaejoong le sonrió con aire inocente.
– ¿No soy vuestra propiedad y vos el amo?
Él ignoró la pulla.
–Pues ven, esclavo, y busquemos una guarida secreta en este oscuro bosque.
–Sí, mi amo. Como vos mandéis.
Y se adentraron en el bosque tomados de la mano.
Pero no estaban solos. Yoon Ji había presenciado sus palabras de amor y sus juegos. Los observaba con ojos febriles.
–Venid, pequeña–dijo Ela, llevándosela por la fuerza.
Miró con odio a la pareja que caminaba por entre los árboles, entrelazando los cuerpos. ¡Esos demonios jugaban con su Yoon Ji! La provocaban y se reían de ella hasta enloquecer a la pobre niña. Pero ya lo pagarían bien caro.
–Buenos días–susurró Jaejoong, acurrucándose contra su marido.
Él lo besó en la frente, sin responder.
– ¿Es cierto que nos vamos hoy?
–Solo si tú quieres.
–Oh, sí que quiero. Estoy harto de chismes, de miradas ladinas y de hombres que me hacen preguntas indecentes.
– ¿Qué hombres?–Inquirió Yunho, frunciendo el entrecejo.
–No me confundas–replicó él. De pronto se sentó en la cama, dejando caer las mantas–. ¡Tengo que hablar con el rey ahora mismo! No puedo permitir que siga adelante con el divorcio. Tal vez se pueda detener al mensajero.
Yunho tiró de él para acostarlo en la cama y le deslizó los dientes por el tendón del cuello. Habían hecho largamente el amor en el bosque, pero estaba lejos de sentirse saciado.
–No hay prisa alguna. El Papa no recibirá ningún mensaje.
– ¿Cómo?–Se extrañó Jaejoong, apartándose–. ¿Qué estás diciendo? Hace varios días que pedí el divorcio al rey.
–El mensaje no fue enviado.
Jaejoong se apartó a viva fuerza.
– ¡Exijo una explicación, Yunho! Hablas en acertijos.
Él se incorporó.
–El rey Yoochun me reveló tu solicitud y preguntó si yo también quería el divorcio. Respondí que era un absurdo imaginado por ti debido a tu enfado. Le dije que te arrepentirías en poco tiempo.
Jaejoong abrió la boca para hablar, con los ojos muy grandes. Por fin barbotó:
– ¡Cómo te has atrevido a...! ¡Yo tenía todo el derecho...!
–Jaejoong–interrumpió él–, no se puede otorgar el divorcio a cualquier mujer u hombre que se enfade con su marido. De ese modo no quedarían matrimonios.
–Pero tú no tenías derecho...
– ¡Tengo todo el derecho del mundo! Soy tu esposo y te amo. ¿Quién puede tener más derechos que yo? Ahora ven aquí y deja de hablar.
– ¡No me toques! ¿Cómo voy a mirar al rey después de lo que me has dicho?
–Lo has mirado todos estos días y no pareces haber sufrido daño alguno–apuntó él, mirándole el pecho desnudo.
Jaejoong se cubrió con las mantas hasta el cuello.
– ¡Te has reído de mí!
– ¡Jaejoong!–Exclamó Yunho en voz baja y amenazadora–. Te he soportado muchas cosas en este caso. He soportado las risas y el ridículo, todo con intención de apaciguarte. Pero basta ya. Si no te comportas debidamente, te pondré sobre las rodillas para darte una buena zurra en ese bonito trasero. ¡Ahora ven aquí!
Jaejoong iba a desafiarlo, pero acabó por sonreír y se acurrucó contra su pecho.
– ¿Por qué estabas tan seguro de que no me divorciaría de ti?
–Porque te amaba lo suficiente como para impedirlo. En verdad te habría encerrado en una torre antes de verte en brazos de otro.
–Pero has soportado las burlas por el divorcio.
Yunho emitió una risa despectiva.
–No tenía intenciones de hacerlo. No sabía que tu rabieta llegaría a ser de público conocimiento. Claro, que había olvidado hasta qué punto es chismosa la Corte. Aquí nadie hace nada sin que todos lo sepan.
– ¿Cómo se divulgó la noticia?
–Por las doncellas, supongo. ¿Cómo se supo lo de la treta de Yoon Ji?
Jaejoong levantó la cabeza.
– ¡No vuelvas a mencionarme a esa mujer!
Yunho volvió a estrecharlo contra su pecho.
– ¿No sabes perdonar? Esa mujer me ama, tal como en otros tiempos yo creí amarla. Lo ha hecho todo por ese amor.
Jaejoong soltó un suspiro exasperado.
–Aún no puedes pensar mal de ella, ¿eh?
– ¿Sigues celoso?–Inquirió él, sonriente.
Jaejoong lo miró con mucha seriedad.
–En cierto sentido, sí. A ella siempre la imaginarás perfecta. Todo cuanto ha hecho lo interpretas como actos de amor. La creerás siempre pura y perfecta. A mí, en cambio...
– ¿A ti qué?–Le provocó él.
–Yo soy terrenal. Represento lo que tienes y puedes poseer. Yoon Ji representa el amor etéreo.
Él frunció el entrecejo.
–Dices que me equivoco, pero ¿qué otro motivo tuvo ella para hacer lo que hizo?
Jaejoong movió negativamente la cabeza.
–Codicia. Te cree suyo y piensa que yo te he robado a ella. No te ama más de lo que me ama a mí... descontando el hecho de que tú tienes con qué dar a su cuerpo algún placer... por breve que sea.
Yunho arqueó una ceja.
– ¿Me insultas?
–No, pero escucho los rumores que corren. Los hombres se quejan de que tiende a la violencia.
Yunho ahogó una exclamación.
–No volvamos a hablar de esto–dijo con frialdad–. Eres mi esposo y te amo, pero aun así no quiero que te ensañes con alguien tan desdichada. Tú has ganado, ella ha perdido. Con eso debería bastarte.
Jaejoong parpadeó para alejar las lágrimas.
–Te amo, Yunho. Te amo profundamente, pero temo que no tenga tu amor íntegro mientras la enfermedad de Yoon Ji siga carcomiéndote el corazón.
Yunho frunció el ceño, estrechándolo con más fuerza.
–No tienes motivos para tenerle celos.
Jaejoong iba a hablar, pero calló. ¿De qué servirían sus palabras? Siempre tendría que ceder un trocito del corazón de su esposo a una gélida belleza rubia. Y no había palabras que pudieran alterar esos sentimientos.
* * *
Despedirse de sus conocidos en la Corte no fue fácil para Jaejoong. El rey Junsu, en especial, había llegado a ser su amigo. En el momento de hacer la reverencia ante el rey, sintió que enrojecía. Lamentaba haber pedido el divorcio, pero al menos se había dado cuenta de su error y ambos seguían unidos. Levantó la cabeza con una sonrisa. El saber que Yunho lo amaba tanto como él a él valía la pena de haber pasado por tanto bochorno, por tantas burlas.
–Echaremos de menos vuestro bello rostro, señor–dijo Yoochun, sonriente–. Espero que volváis pronto a visitamos.
Yunho lo rodeó con un brazo, posesivo.
– ¿Su bello rostro o la diversión que ha proporcionado?
– ¡Yunho!–Se escandalizó Jaejoong.
El rey echó la cabeza atrás y bramó de risa.
–Es cierto, Yunho–dijo al cabo–. Puedo asegurar que no me he divertido tanto en muchos años. No creo que haya matrimonios tan fascinantes como este.
Yunho le devolvió la sonrisa.
–Será cuestión de vigilar a Han Sun. He oído decir que su novia, la escocesa, lo amenazó con un puñal en la noche de bodas.
– ¿Lo hirió?–Preguntó el rey, preocupado.
–No–fue la sonriente respuesta–, pero imagino que no pudo dominar igualmente su carácter. Tal vez la mujer tuviera motivos para encolerizarse. Después de todo, Han Sun llegó a su propia boda con tres días de retraso.
El rey Yoochun sacudió la cabeza.
–No lo envidio–aseguró, sonriente–. Al menos, uno de los hermanos Jung está perfectamente.
–Sí–reconoció el joven, acariciando el brazo de su esposo –. En verdad todo está bien.
Terminaron de despedirse y abandonaron el salón grande. Les había llevado la mayor parte del día hacer el equipaje para iniciar el viaje de regreso. En realidad deberían haber esperado hasta el día siguiente, pero todo el mundo parecía tan dispuesto a partir como Jaejoong y Yunho. Contando el tiempo pasado en el castillo de Min Woo y la estancia en la Corte, llevaban muchas semanas ausentes.
Mientras ellos montaban a caballo y se despedían con la mano de las personas reunidas para saludarlos, sólo una los observaba con preocupación. Alan Fairfax no había podido hallar un momento para estar a solas con Jaejoong, como esperaba. Temprano por la mañana, Yoon Ji había abandonado el castillo con sus sirvientes y sus pertenencias. Todos los de la Corte parecían creer que la mujer aceptaba su derrota al ver a la pareja reconciliada, pero Alan pensaba distinto. Tenía la sensación de conocer a fondo a aquella mujer. Yoon Ji había sido humillada y buscaría venganza.
Cuando la partida de Jung estuvo fuera de las murallas, Alan montó a caballo y los siguió a discreta distancia. No venía mal andarse con cautela... al menos hasta que Jaejoong estuviera a salvo tras las murallas de su propio castillo.
Alan, sonriendo, flexionó la mandíbula dolorida por el golpe del día anterior. No había expresado de viva voz sus temores, sabiendo que Lord Yunho le atribuía un interés muy poco caballeresco por su esposo. Tal vez fuera cierto, en el fondo. Tal vez en un principio lo había sentido. Pero comenzaba a mirar a Jaejoong como a un hermano menor.

Suspiró y estuvo a punto de reír en voz alta. Al menos, podía reconocerlo ante sí mismo: dado el modo en que él miraba a su marido, no tenía esperanzas de encontrar en él nada más.

2 comentarios:

  1. pues que bueno que Alan le ayudo a Jae a que regrese mas rápido Yunho a su lado y a esa la saco de su camino pero como dice el hay que tener mucho cuidado con esa loca uno nunca sabe cuando actuara de nuevo en contra de Jae
    Gracias

    ResponderEliminar
  2. Si deben cuidarse y como ella se fue temprano espero no esté preparando una emboscada contra ellos. Presiento que Alan si tendrá que salir en su ayuda.

    Gracias!!! ❤️💕💞

    ResponderEliminar