jueves, 1 de junio de 2017

Promesa Audaz: Capítulo 27 Final

Capítulo 27

El agua templada era algo celestial contra la piel desnuda de Jaejoong, pero mejor aún que el agua era la libertad.
No había chismosos de la Corte que los observaran, haciendo comentarios sobre su conducta indecorosa. Y en verdad la conducta que ahora observaban era muy indecorosa para un conde y su esposo, propietarios de vastas propiedades.
Habían viajado durante tres días antes de ver aquel encantador lago azul, una esquina del cual estaba oculta por sauces llorones. En él estaban ambos, jugando como niños.
–Oh, Yunho–dijo Jaejoong, con voz que era mezcla de risita y susurro.
La risa de Yunho resonó profundamente en su garganta. Lo levantó en vilo sobre el agua y lo dejó caer otra vez. Llevaban una hora jugando de ese modo, persiguiéndose para besarse y tocarse. Las ropas yacían en la orilla, amontonadas, mientras ellos se movían sin estorbos en el agua.
–Jaejoong–susurró Yunho, acercándose–, haces que olvide mis deberes. Mis hombres no están habituados a semejante descuido.
–Tampoco yo estoy habituado a tanta atención–repuso él, mordisqueándole el hombro.
–No vuelvas a empezar. Debo regresar al campamento.
Jaejoong suspiró, comprendiendo que era verdad. Caminaron hasta la costa y Yunho se vistió deprisa. Luego esperó a su esposo, impaciente. Él sonrió.
– ¿Cómo quieres que me vista si me estás mirando así? Vuelve al campamento, que yo te seguiré dentro de un ratito.
–No me gusta dejarte solo –protestó él con el entrecejo fruncido.
–Estamos muy cerca del campamento. No puede pasarme nada.
El se inclinó para darle un feroz abrazo.
–Perdóname si te protejo demasiado. Es que estuve muy cerca de perderte por lo del niño.
–No fue por eso por lo que estuviste a punto de perderme.
Él, riendo, le dio una palmada en el trasero mojado.
–Vístete, pícaro, y vuelve cuanto antes al campamento.
–Sí, mi señor–sonrió él.
Al quedar a solas, Jaejoong se vistió con lentitud, disfrutando de aquella soledad que le permitía un momento para sus cavilaciones. Los últimos días habían sido un deleite: por fin, Yunho era suyo. Ya no ocultaban su mutuo amor.
Una vez vestido, no regresó al campamento; prefirió sentarse bajo un árbol a disfrutar de aquel lugar apacible.
Pero no estaba solo. A poca distancia había un hombre que apenas se había alejado de él desde el comienzo del viaje, aunque Jaejoong no lo hubiera visto ni supiera que estaba tan cerca. Alan Fairfax se mantenía discretamente oculto, pero lo vigilaba sin molestarlo. Después de seguirlo durante varios días, empezaba a tranquilizarse. Varias veces se había preguntado por qué lo custodiaba así, puesto que él contaba con su marido, que apenas se apartaba de su lado.
Distraído en maldecirse por su estupidez, no oyó los pasos que se acercaban por detrás. Una espada descendió contra su sien con fuerza brutal. El joven cayó hacia adelante, entre las hojas del suelo.
Sin previo aviso, Jaejoong sintió que le arrojaban una capucha sobre la cabeza y le sujetaban los brazos por atrás, impidiéndole todo forcejeo. La sofocante tela ahogó sus gritos. Un hombre se lo cargó a la espalda, dejándolo casi sin respiración.
El secuestrador pasó junto al cuerpo inerte de Alan y echó una mirada interrogante al hombre montado.
–Déjalo. Él dirá a Yunho que esta ha desaparecido. Entonces él vendrá por mí. Y ya veremos a cuál de los dos prefiere.
El hombre no reveló lo que pensaba. Se limitaba a cobrar su dinero y a ejecutar la tarea encomendada. Cargó el bulto en la montura y siguió a Yoon Ji a través del bosque.
Alan despertó rato después, confundido y con un horrible dolor de cabeza. Al levantarse, tuvo que apoyarse contra un árbol. A medida que se le aclaraba la vista, recordó a Jaejoong y comprendió que debía informar a Yunho, para que ambos pudieran iniciar la búsqueda. A tropezones inició la marcha hacia el campamento.
Yunho salió al encuentro a medio camino.
– ¿Qué haces aquí?–Acusó–. ¿No te bastó con tocar a mi esposo en la Corte? ¿Crees que voy a perdonarte otra vez la vida?
– ¡Han secuestrado a Jaejoong!–Exclamó el joven, llevándose una mano a la cabeza palpitante.
Yunho lo sujetó por el cuello y lo levantó en vilo.
– ¡Si le has tocado un solo cabello te...!
Alan ahogó una exclamación y, olvidándose del dolor de cabeza, se liberó de aquella mano.
–Eres tú quien puede haberle hecho daño. Aunque no lo creas, Lady Yoon Ji es capaz de cualquier fechoría. Y tú has dejado a Jaejoong sin protección.
– ¿Qué estás diciendo?
– ¡Qué necio eres! Yoon Ji ha tomado prisionero a tu esposo... y tú no haces sino hablar.
Yunho se quedó mirándolo con fijeza.
–Yoon Ji... mi esposo... ¡No te creo!
Alan le volvió la espalda.
–Me creas o no, no seguiré perdiendo el tiempo en charlas. Iré solo a buscarlo.
Yunho no volvió a pronunciar palabra: giró en redondo y regresó al campamento. Pocos instantes después, él y varios de sus hombres estaban ya a lomos de caballo y alcanzaban a Alan.
– ¿A la casa de Yoon Ji?
–Sí–fue la grave respuesta.
Fueron las únicas palabras que intercambiaron los caballeros, mientras cabalgaban juntos en pos de los secuestradores.
* * *
–Bienvenido a mi casa–dijo Yoon Ji cuando cayó la capucha. Jaejoong secuestrado respiró con dificultad–. ¿No te ha gustado el paseo? Lo siento mucho. Los hombres como tú están habituados a lo mejor, sin duda.
– ¿Qué quieres de mí?–Preguntó Jaejoong, tratando de calmar su dolor de hombros, pues las sogas que le sujetaban las muñecas casi le dislocaban los brazos.
–De ti, nada–aclaró Yoon Ji–. Pero tienes lo que es mío y quiero su devolución.
Jaejoong alzó el mentón.
– ¿Te refieres a Yunho?
–Sí–se jactó Yoon Ji–. Me refiero a Yunho. Mi Yunho. Siempre mío.
– ¿Por qué no te casaste con él cuando te lo propuso?–preguntó Jaejoong con calma.
Yoon Ji abrió mucho los ojos. Sus labios se curvaron en una mueca que dejó los dientes al descubierto. Sus manos se convirtieron en garras que buscaron la cara de Jaejoong.
Jaejoong se apartó y aquellos garfios no lo alcanzaron.
Ela sujetó con fuerza el brazo de su ama.
–Vamos, tesoro, no os alteréis. Él no vale la pena.
Yoon Ji pareció relajarse.
– ¿Por qué no vais a descansar?–La tranquilizó la doncella–. Yo me quedaré con él. Tenéis que lucir vuestro mejor aspecto cuando llegue Lord Yunho.
–Sí–reconoció Yoon Ji en voz baja–. Tengo que lucir como nunca.
Y se retiró sin mirar a Jaejoong.
Ela sentó su cuerpo grande y blando en una silla, cerca de la que ocupaba Jaejoong, y tomó un tejido.
– ¿Qué casa es esta?–Preguntó Jaejoong.
La doncella no levantó la vista.
–Una finca, una de las que posee Lady Yoon Ji, mi señora–respondió con aire de orgullo.
– ¿Por qué me han traído?
Ela hizo una breve pausa en su tejer, pero lo reanudó de inmediato.
–Porque mi señora desea ver nuevamente a Lord Yunho.
– ¿Y tú crees eso?–Apuntó Jaejoong, perdiendo la compostura–. ¿Crees que esa loca sólo quiere ver a mi esposo?
Ela arrojó el tejido en su regazo.
– ¡No os atreváis a llamar loca a mi señora! Vos no la conocéis como yo. No ha llevado una vida fácil. Hay motivos.
Y cruzó el cuarto a grandes pasos hacia la ventana.
–Bien sabes que está demente, ¿verdad?–insistió Jaejoong en voz baja–. El hecho de que Yunho la haya rechazado la ha llevado a la locura.
– ¡No!–Exclamó la anciana doncella. Pero se calmó–Lord Yunho no podría rechazar a mi Yoon Ji. Ningún hombre podría rechazarla. Es hermosa y siempre lo ha sido. Incluso cuando era un bebé, fue la más encantadora de cuantas he visto
– ¿Estás junto a ella desde que era niña?
–Sí, siempre junto a ella. Cuando nació, yo ya había dejado atrás la edad de tener hijos propios. La pusieron bajo mi cuidado y ha sido como un don del cielo para mí.
–Serías capaz de cualquier cosa por ella.
–Sí–afirmó Ela–. Sería capaz de cualquier cosa.
–Hasta de matarme para que ella se quedara con mi esposo.
La anciana miró a Jaejoong con ojos preocupados.
–Nadie va a mataros. Es que Lady Yoon Ji necesita volver a estar con Lord Yunho, y vos no lo permitís. Vos sois egoísta. Le habéis quitado a su hombre y no sentís piedad ni simpatía por el dolor de mi ama.
Jaejoong sintió que perdía los estribos.
–Me ha mentido, me ha engañado, ha hecho cuanto ha podido para quitarme a mi esposo. Una de sus tretas costó la vida de mi hijo.
– ¡Un hijo!–Siseó Ela–. Mi adorable señora no puede tener hijos. ¿Sabéis vos cuánto desea uno? ¡Un hijo de Lord Yunho, el que vos le robasteis! Si perdisteis lo que debía ser de mi señora, bien merecido lo tenéis.
Jaejoong iba a decir algo, pero se interrumpió. La doncella estaba tan loca como su ama. La defendería contra todo cuanto se le dijera.
– ¿Y qué pensáis hacer conmigo?
Ela volvió a su tejido, notando que el prisionero estaba más tranquilo.
–Seréis nuestro... huésped durante algunos días. Cuando venga Lord Yunho, se le permitirá pasar algún tiempo con Lady Yoon Ji. Cuando vuelvan a estar juntos, él comprenderá que la ama. Sólo harán falta unos pocos días, tal vez unas pocas horas, para que él se olvide de vos, pues en verdad estaba enamorado de Lady Yoon Ji mucho antes de su casamiento. Ese habría sido un verdadero matrimonio de amor, no por interés, como el que lo llevó a vos. Ahora mi señora es una viuda rica, que puede aportar vastas tierras a la familia Jung.
Jaejoong permanecía en silencio, contemplando el movimiento de las agujas. La anciana doncella tenía una expresión satisfecha. Jaejoong habría querido hacerle muchas preguntas, cómo pensaba Yoon Ji liberar a Yunho para que pudiera casarse nuevamente, por ejemplo. Pero la prudencia le impidió formularlas. Habría sido inútil.
Durante la feroz cabalgata hasta la casa solariega, Yunho guardó silencio. No podía convencerse de que hallaría a Jaejoong prisionero de Yoon Ji. Sabía del engaño practicado por Yoon Ji en la Corte y no ignoraba lo que se decía de ella, pero en verdad no encontraba malignidad en aquella mujer. Aún la consideraba una muchacha muy dulce, a la que el amor por él había llevado a grandes extremos.
El portón principal estaba abierto. Yunho arrojó a Alan una mirada de triunfo: en aquel lugar no se podía tener cautivo a un heredero.
–Yunho–exclamó Yoon Ji, corriendo a su encuentro–. Tenía la esperanza de que vinieras a visitarme.
Estaba más pálida que nunca; lucía un vestido de seda azul que hacía juego con sus ojos.
Yunho desmontó y se mantuvo a distancia, tieso.
– ¿Está mi esposo aquí?–Preguntó con frialdad.
La mujer dilató los ojos.
– ¿Tu esposo?–Preguntó con inocencia.
Alan alargó una mano y la sujetó por el antebrazo.
– ¿Dónde lo tienes, grandísima perra? No tengo tiempo para tus juegos
Yunho le dio un fuerte empellón que arrojó al joven contra su caballo.
– ¡No vuelvas a tocarla!–Advirtió. Y se volvió hacia Yoon Ji. –Quiero una respuesta.
–Entrad–invitó Yoon Ji. Pero se interrumpió al ver la expresión de Yunho–. Él no acostumbra visitarme.
–En ese caso, nos vamos. Lo han secuestrado y tenemos que buscarlo.
Yoon Ji, viendo que estaba a punto de montar otra vez, se arrojó contra él.
– ¡No! ¡No me dejes, Yunho! ¡No me dejes, por favor!
Él trató de apartarla.
–Vuestro esposo está aquí.
Al volverse, Yunho vio a Ela de pie en el umbral.
–El hombre está aquí, a salvo, pero no seguirá estando a salvo si hacéis daño a mi Lady Yoon Ji.
Yunho se puso junto a aquella anciana en un segundo.
– ¿Me amenazas, vieja bruja?–Y volviéndose hacia Yoon Ji: – ¿Dónde está?
Los ojos de la rubia desbordaban grandes y encantadoras lágrimas. No dijo palabra.
– ¡Pierdes el tiempo!–Advirtió Alan–. Tenemos que echar abajo esta mansión hasta hallarla.
Yunho dio un paso hacia la casa.
– ¡No lo hallarás!
Yunho giró en redondo. La voz era una versión distorsionada de la de Yoon Ji: chillona y aguda. Su boquita, contraída en una mueca, descubría dientes muy torcidos. ¿Cómo era posible que él no hubiera reparado nunca en ese detalle?
–Está donde ni tú ni hombre alguno podrán encontrarlo –continuó Yoon Ji, dejando caer por primera vez su fachada de dulzura delante de Yunho–. ¿Me crees capaz de dar a ese maldito mi mejor cuarto? ¡Sólo merece el fondo del foso!
Yunho dio un paso hacia ella, sin poder creer en aquel drástico cambio. No se parecía siquiera remotamente a la mujer que él había amado.
–No sabes que él se ha entregado a muchos hombres, ¿verdad? Que el niño que perdió ni siquiera era tuyo, sino de Min Woo–Yoon Ji le puso una mano en el brazo. –Yo podría darte hijos varones–su voz y su cara eran una caricatura de la mujer que él había creído conocer.
–Y por esto descuidabas a Jaejoong–apuntó Alan en voz baja–. ¿Ves ahora lo que todos los demás vemos?
–Lo veo, sí–exclamó Yunho, asqueado. Yoon Ji retrocedió, con los ojos enloquecidos. Recogió sus faldas y echó a correr, seguida por Ela. Alan iba a perseguirlas, pero Yunho dijo: –Déjala. Prefiero recuperar a mi esposo antes que castigar a Yoon Ji.
La mujer corría de un edificio al otro, ocultándose, acechando, mirando furtivamente a su alrededor. Yunho la había mirado como si ella le diera asco. De algún modo sabía que Ela la seguía, pero su mente parecía incapaz de pensar sino en una sola cosa a la vez. En ese momento, sólo podía comprender que alguien más le había robado a su amante. Subió apresuradamente los escalones de la torre, asegurándose de que nadie la siguiera.
Jaejoong levantó la vista. Yoon Ji estaba en el vano de la puerta, con el pelo en desorden y el velo torcido.
– ¡Bueno!–Exclamó con un destello salvaje en los ojos–. ¿Crees que lo vas a recuperar?
Jaejoong se acurrucó contra las sogas. Tenía la garganta irritada por tanto gritar, pero las murallas eran demasiado gruesas y nadie lo oía.
Yoon Ji cruzó a paso rápido el cuarto y tomó un pote de aceite caliente del brasero. Sobre el aceite flotaba una mecha, lista para ser encendida. La rubia sostuvo el recipiente con cuidado y caminó hacia su prisionero.
–Cuando esto te haya comido la mitad de la cara, él ya no te verá hermoso.
– ¡No!–Susurró Jaejoong, apartándose tanto como podía.
– ¿Te doy miedo? ¿Hago de tu vida un infierno, como tú lo has hecho de la mía? Yo era una mujer feliz antes de que te entrometieras. Mi vida no ha sido la misma desde que oí tu nombre por primera vez. Tenía un padre que me amaba; Yunho me idolatraba; un conde muy rico pidió casarse conmigo. Pero tú me los has robado a todos. Mi padre apenas me reconoce. Yunho me odia. Mi rico esposo ha muerto. Y todo por tu culpa.
Se alejó de Jaejoong para sepultar el pote de aceite entre las brasas.
–Tiene que estar caliente, hirviendo. ¿Qué pasará cuando pierdas tu belleza?
Jaejoong comprendió que era imposible tratar de hacerla razonar, pero lo intentó.
–Con perjudicarme a mí no recuperarás a tu esposo. En cuanto a tu padre, ni siquiera lo conocí.
– ¡Mi esposo!–Se burló Yoon Ji–. ¿Crees acaso que quiero recuperarlo? Era un cerdo. Pero en algún momento me amó. Cambió después de asistir a tu boda. Tú le hiciste creer que yo no era digna de él.
Jaejoong no podía hablar. Mantenía la vista fija en el aceite que se calentaba.
–Señor–dijo Ela, nerviosa–, tenéis que venir. Tengo miedo.
– ¿Qué pasa, vieja bruja?
–Mi señora. Temo por ella.
Yunho hubiera llegado a grandes extremos para no hacer daño a una mujer. Aun después de ver a Yoon Ji como realmente era, no podía exigirle que revelara dónde estaba Jaejoong. Pero sujetó a Ela por un brazo.
– ¿Qué estás diciendo? Estoy harto de este juego del escondite. ¿Dónde está mi esposo?
–Yo no quería hacer daño alguno–susurró la doncella–. Sólo traté de que vos volvierais a mi ama, porque ella lo deseaba mucho. Siempre trato de darle lo que desea.
Pero ahora tengo miedo. No quiero que Jaejoong sufra daño ninguno.
– ¿Dónde está?–Insistió Yunho, apretándole el brazo con más fuerza.
–Ella ha cerrado la puerta con llave y...
– ¡Vamos!–Ordenó Yunho, empujándola hacia adelante. Él y Alan la siguieron a través del patio hasta la torre.
“Dios bendito”, rezaba el esposo, “que Jaejoong no sufra ningún mal.”
A los primeros golpes descargados contra la puerta, Yoon Ji dio un respingo. Sabía que el cerrojo no resistiría mucho tiempo. Sacó de entre sus ropas un puñal largo y afilado y lo puso contra el cuello de su prisionero en tanto desataba las sogas.
–Vamos–indicó, sujetando el aceite en la otra mano.
Jaejoong sintió el filo contra su cuello y el calor del pote cerca de la mejilla. Sabía que el menor movimiento sobresaltaría a aquella nerviosa mujer, haciéndole soltar el aceite o hundirle el puñal en la garganta.
– ¡Arriba!–Ordenó Yoon Ji, obligándolo a subir lentamente por una estrecha escalera que llevaba al tejado. Ella se mantenía a un costado, lejos del borde. Rodeaba a Jaejoong con un brazo y retenía el cuchillo contra el cuello de Jaejoong.
Yunho, Ela y Alan irrumpieron en la habitación segundos después. Al encontrarla desierta subieron por la escalera. Los tres quedaron petrificados al ver a Yoon Ji, con expresión enloquecida, sujetando a Jaejoong.
–Mi dulce Lady Yoon Ji...–comenzó Ela.
– ¡No me dirijas la palabra!–Ordenó el ama, apretando las manos–. Dijiste que lo recuperarías para mí, pero él me odia. ¡Lo sé!
– ¡No!–Exclamó Ela, adelantándose un paso–. Lord Yunho no os odia, mi señora. Protege a su esposo porque es propiedad de él, sólo por eso. Ahora venid y hablaremos. Sin duda Lord Yunho comprenderá lo que ha pasado.
– ¡No! Míralo. ¡Me desprecia! Me mira con una mueca, como si yo fuera la más detestable de las sabandijas. ¡Y todo por su maldito pelinegro!
– ¡No le hagas daño!–Advirtió Yunho.
Yoon Ji carcajeó.
– ¡Que no le haga daño! Le haré algo más que eso. Mira. –Levantó el pote de aceite. –Está muy, pero muy caliente. Le llenará la cara de cicatrices. ¿Qué dirás cuando ya no lo veas tan hermoso?
Yunho dio un paso adelante.
– ¡No!–Chilló Yoon Ji. Y empujó a Jaejoong contra una chimenea, cerca del borde, ordenando: – ¡Sube!
– ¡No!–Susurró Jaejoong. Aunque estaba muy asustado, su miedo a la altura era aún mayor.
–Haz lo que te ordena–dijo Yunho en voz baja. Por fin comprendía que Yoon Ji no estaba en su sano juicio.
Jaejoong hizo un gesto de asentimiento y subió al borde del tejado. Frente a él se levantaba la chimenea. Se aferró de ella con los brazos muy rígidos.
Yoon Ji se echó a reír.
– ¡Tiene miedo de estar aquí! Es como un niño. ¡Y tú preferías a este perro! Yo soy una verdadera mujer.
Ela apoyó una mano en el brazo de Yunho, que iba a adelantarse. Los dos estaban en una posición precaria. Jaejoong tenía los ojos vidriosos de miedo y los nudillos blancos por la fuerza con que apretaba el ladrillo. Yoon Ji meneaba el puñal y el pote de aceite hirviente.
–Sí–dijo Ela–. Vos sois una verdadera mujer. Bajad, para que Lord Yunho pueda comprenderlo.
– ¿Tratas de engañarme?–Preguntó Yoon Ji.
– ¿Alguna vez os he engañado?
–No–la rubia dedicó una momentánea sonrisa a la anciana–. Eres la única persona que siempre me ha tratado con bondad.
Aquella momentánea distracción le hizo tambalearse.
Ela manoteó desesperadamente, empujando a su ama hacia el tejado de la casa solariega. Al mismo tiempo, Yoon Ji se aferró de ella. La anciana cayó por el costado y tardó varios segundos en llegar al suelo de piedras. Yoon Ji rodó hacia atrás, lejos del borde, gracias al sacrificio de su doncella. Pero el pote de aceite cayó con ella y chorreó desde la frente hasta la mejilla. La mujer empezó a dar gritos espantosos.
Yunho dio un salto hacia Jaejoong, que seguía inmóvil.
Su extremado temor a las alturas había hecho que se aferrara a la chimenea con mano de hierro, salvándole la vida.
Los alaridos de Yoon Ji llenaban el aire.
Yunho aflojó los dedos de su esposo del ladrillo, uno a uno, y lo estrechó contra sí. Estaba tenso y con el corazón palpitante.
– ¡Mira lo que me has hecho!–Aulló Yoon Ji en medio de sus dolores–. ¡Y Ela! ¡Has matado a mi Ela, la única que me amaba de verdad!
–No–respondió Yunho, mirando con gran piedad el rostro mutilado de Yoon Ji–. No hemos sido Jaejoong ni yo quienes te hemos hecho daño. Has sido tú misma. –Mientras levantaba en brazos a Jaejoong, se volvió hacia Alan. –Encárgate de ella y no dejes que muera. Tal vez esa cicatriz sea el justo castigo por sus mentiras.
Alan miró con disgusto a aquella mujer acurrucada, pero caminó hacia ella.
Yunho llevó a su esposo hasta el cuarto de abajo. Él tardó algunos minutos en relajarse.
–Ya ha pasado todo, mi amor–susurraba él–. Estás a salvo. Ella no podrá volver a hacerte daño.
Y lo estrechó con mucha fuerza.
Los gritos de Yoon Ji se iban acercando, ya reducidos a roncos gruñidos de dolor. Yunho y Jaejoong la vieron pasar, guiada por Alan hacia abajo. La herida se detuvo aún para arrojar a Jaejoong una mirada cruel, pero se volvió al encontrarse con la expresión de pena de Jaejoong. Alan se la llevó de allí.
– ¿Qué será de ella?–Preguntó Jaejoong en voz baja.
–No sé. Podría entregarla a los jueces, pero creo que ya ha sufrido suficiente castigo. Su belleza no volverá a servir de trampa a los hombres.
Jaejoong lo miró, sorprendido, estudiando sus facciones.
–Me miras como si me vieras por primera vez–observó él.
–Quizá sea así. Estás libre de ella.
–Ya te he dicho que había dejado de amarla.
–Sí, pero una parte de ti era de ella, una parte a la que yo no podía llegar. Ahora ya no le perteneces. Eres total y completamente mío.
– ¿Y eso te complace?

–Sí–susurró él–. Me complace profundamente.



 FIN

9 comentarios:

  1. Hello...me da tanto gusto ver q sigues con las historias...casi un mes sin saber de ti...todavía no lq e leido pero no aguante dejarte un comentario para q sepas q aquí sigo y seguire fiel a tu blog...gracias x seguir con esto....estoy emocionadanx leer esta historia..gracias

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  2. Amo tu blog y tus historias!!

    Siempre que termino de leer, quedo emocionada y se me olvida dejar comentarios :( pero me los he leído todos! amo esta historia! amo el YunJae <3 mientras espero las otras actualizaciones la leeré de nuevo :D

    Kai

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  3. No comente en capitulos anteriores porque la trama se torno demasiado interesante para mi y no podia dejar de leer.

    Agradezco de verdad lo que haces, no solo el adaptar, si no que ademas te empeñas en buscar historias hermosas para compartir. Te agradezco el tiempo que te tomas en esta bonita labor, tienes una nueva seguidora y fan. Por favor cuenta con mi apoyo en el futuro.


    ¡gracias!

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  4. bueno esa obtuvo su castigo bien ganado y dado por ella misma así que a sufrir por el resto de sus días sola y marcada y lo peor sin el amor de Yunho
    Jae por fin podrá ser completamente feliz a el lado de su Yunho
    Gracias

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  5. Soy tu fan!! amo este blog! Siempre son fantásticas tus adaptaciones!! Esperaré ansiosa tu próximo Trabajo!

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  6. Hola amiga. Aquí todavía checando tu blog esperando x mas actualizaciones...se te extraña..ya mas de un año sin aparecer....vuelve x favor!!

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  7. Hola un año más y sigo esperando x ti amiga... Espero que pronto te animes de nuevo a traernos más historias Yunjae... Saludos

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  8. Al fin esa bruja tuvo lo que merecía y Yunho aunque no la amaba seguía viendo una dulce y hermosa criatura, menos mal que al último se vio la horrible persona que era realmente.

    Gracias por otra hermosa e interesante historia, me encantó! ❤️💕💞

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  9. Me gustó mucho, pero me hubiese gustado ver un poco de su futuro matrimonio feliz. Me gustó muchísimo. No pude parar.

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