Capítulo 27
El agua templada era algo celestial contra la piel desnuda de Jaejoong,
pero mejor aún que el agua era la libertad.
No había chismosos de la Corte que los observaran, haciendo
comentarios sobre su conducta indecorosa. Y en verdad la conducta que ahora
observaban era muy indecorosa para un conde y su esposo, propietarios de vastas
propiedades.
Habían viajado durante tres días antes de ver aquel encantador
lago azul, una esquina del cual estaba oculta por sauces llorones. En él
estaban ambos, jugando como niños.
–Oh, Yunho–dijo Jaejoong, con voz que era mezcla de risita y
susurro.
La risa de Yunho resonó profundamente en su garganta. Lo levantó
en vilo sobre el agua y lo dejó caer otra vez. Llevaban una hora jugando de ese
modo, persiguiéndose para besarse y tocarse. Las ropas yacían en la orilla,
amontonadas, mientras ellos se movían sin estorbos en el agua.
–Jaejoong–susurró Yunho, acercándose–, haces que olvide mis
deberes. Mis hombres no están habituados a semejante descuido.
–Tampoco yo estoy habituado a tanta atención–repuso él,
mordisqueándole el hombro.
–No vuelvas a empezar. Debo regresar al campamento.
Jaejoong suspiró, comprendiendo que era verdad. Caminaron hasta la
costa y Yunho se vistió deprisa. Luego esperó a su esposo, impaciente. Él sonrió.
– ¿Cómo quieres que me vista si me estás mirando así? Vuelve al
campamento, que yo te seguiré dentro de un ratito.
–No me gusta dejarte solo –protestó él con el entrecejo fruncido.
–Estamos muy cerca del campamento. No puede pasarme nada.
El se inclinó para darle un feroz abrazo.
–Perdóname si te protejo demasiado. Es que estuve muy cerca de
perderte por lo del niño.
–No fue por eso por lo que estuviste a punto de perderme.
Él, riendo, le dio una palmada en el trasero mojado.
–Vístete, pícaro, y vuelve cuanto antes al campamento.
–Sí, mi señor–sonrió él.
Al quedar a solas, Jaejoong se vistió con lentitud, disfrutando de
aquella soledad que le permitía un momento para sus cavilaciones. Los últimos
días habían sido un deleite: por fin, Yunho era suyo. Ya no ocultaban su mutuo
amor.
Una vez vestido, no regresó al campamento; prefirió sentarse bajo
un árbol a disfrutar de aquel lugar apacible.
Pero no estaba solo. A poca distancia había un hombre que apenas
se había alejado de él desde el comienzo del viaje, aunque Jaejoong no lo
hubiera visto ni supiera que estaba tan cerca. Alan Fairfax se mantenía
discretamente oculto, pero lo vigilaba sin molestarlo. Después de seguirlo
durante varios días, empezaba a tranquilizarse. Varias veces se había preguntado
por qué lo custodiaba así, puesto que él contaba con su marido, que apenas se
apartaba de su lado.
Distraído en maldecirse por su estupidez, no oyó los pasos que se
acercaban por detrás. Una espada descendió contra su sien con fuerza brutal. El
joven cayó hacia adelante, entre las hojas del suelo.
Sin previo aviso, Jaejoong sintió que le arrojaban una capucha
sobre la cabeza y le sujetaban los brazos por atrás, impidiéndole todo
forcejeo. La sofocante tela ahogó sus gritos. Un hombre se lo cargó a la
espalda, dejándolo casi sin respiración.
El secuestrador pasó junto al cuerpo inerte de Alan y echó una
mirada interrogante al hombre montado.
–Déjalo. Él dirá a Yunho que esta ha desaparecido. Entonces él
vendrá por mí. Y ya veremos a cuál de los dos prefiere.
El hombre no reveló lo que pensaba. Se limitaba a cobrar su dinero
y a ejecutar la tarea encomendada. Cargó el bulto en la montura y siguió a Yoon
Ji a través del bosque.
Alan despertó rato después, confundido y con un horrible dolor de
cabeza. Al levantarse, tuvo que apoyarse contra un árbol. A medida que se le
aclaraba la vista, recordó a Jaejoong y comprendió que debía informar a Yunho,
para que ambos pudieran iniciar la búsqueda. A tropezones inició la marcha
hacia el campamento.
Yunho salió al encuentro a medio camino.
– ¿Qué haces aquí?–Acusó–. ¿No te bastó con tocar a mi esposo en
la Corte? ¿Crees que voy a perdonarte otra vez la vida?
– ¡Han secuestrado a Jaejoong!–Exclamó el joven, llevándose una
mano a la cabeza palpitante.
Yunho lo sujetó por el cuello y lo levantó en vilo.
– ¡Si le has tocado un solo cabello te...!
Alan ahogó una exclamación y, olvidándose del dolor de cabeza, se
liberó de aquella mano.
–Eres tú quien puede haberle hecho daño. Aunque no lo creas, Lady Yoon
Ji es capaz de cualquier fechoría. Y tú has dejado a Jaejoong sin protección.
– ¿Qué estás diciendo?
– ¡Qué necio eres! Yoon Ji ha tomado prisionero a tu esposo... y
tú no haces sino hablar.
Yunho se quedó mirándolo con fijeza.
–Yoon Ji... mi esposo... ¡No te creo!
Alan le volvió la espalda.
–Me creas o no, no seguiré perdiendo el tiempo en charlas. Iré
solo a buscarlo.
Yunho no volvió a pronunciar palabra: giró en redondo y regresó al
campamento. Pocos instantes después, él y varios de sus hombres estaban ya a
lomos de caballo y alcanzaban a Alan.
– ¿A la casa de Yoon Ji?
–Sí–fue la grave respuesta.
Fueron las únicas palabras que intercambiaron los caballeros,
mientras cabalgaban juntos en pos de los secuestradores.
* * *
–Bienvenido a mi casa–dijo Yoon Ji cuando cayó la capucha. Jaejoong
secuestrado respiró con dificultad–. ¿No te ha gustado el paseo? Lo siento
mucho. Los hombres como tú están habituados a lo mejor, sin duda.
– ¿Qué quieres de mí?–Preguntó Jaejoong, tratando de calmar su
dolor de hombros, pues las sogas que le sujetaban las muñecas casi le
dislocaban los brazos.
–De ti, nada–aclaró Yoon Ji–. Pero tienes lo que es mío y quiero
su devolución.
Jaejoong alzó el mentón.
– ¿Te refieres a Yunho?
–Sí–se jactó Yoon Ji–. Me refiero a Yunho. Mi Yunho. Siempre mío.
– ¿Por qué no te casaste con él cuando te lo propuso?–preguntó Jaejoong
con calma.
Yoon Ji abrió mucho los ojos. Sus labios se curvaron en una mueca
que dejó los dientes al descubierto. Sus manos se convirtieron en garras que
buscaron la cara de Jaejoong.
Jaejoong se apartó y aquellos garfios no lo alcanzaron.
Ela sujetó con fuerza el brazo de su ama.
–Vamos, tesoro, no os alteréis. Él no vale la pena.
Yoon Ji pareció relajarse.
– ¿Por qué no vais a descansar?–La tranquilizó la doncella–. Yo me
quedaré con él. Tenéis que lucir vuestro mejor aspecto cuando llegue Lord Yunho.
–Sí–reconoció Yoon Ji en voz baja–. Tengo que lucir como nunca.
Y se retiró sin mirar a Jaejoong.
Ela sentó su cuerpo grande y blando en una silla, cerca de la que
ocupaba Jaejoong, y tomó un tejido.
– ¿Qué casa es esta?–Preguntó Jaejoong.
La doncella no levantó la vista.
–Una finca, una de las que posee Lady Yoon Ji, mi señora–respondió
con aire de orgullo.
– ¿Por qué me han traído?
Ela hizo una breve pausa en su tejer, pero lo reanudó de
inmediato.
–Porque mi señora desea ver nuevamente a Lord Yunho.
– ¿Y tú crees eso?–Apuntó Jaejoong, perdiendo la compostura–.
¿Crees que esa loca sólo quiere ver a mi esposo?
Ela arrojó el tejido en su regazo.
– ¡No os atreváis a llamar loca a mi señora! Vos no la conocéis
como yo. No ha llevado una vida fácil. Hay motivos.
Y cruzó el cuarto a grandes pasos hacia la ventana.
–Bien sabes que está demente, ¿verdad?–insistió Jaejoong en voz
baja–. El hecho de que Yunho la haya rechazado la ha llevado a la locura.
– ¡No!–Exclamó la anciana doncella. Pero se calmó–Lord Yunho no
podría rechazar a mi Yoon Ji. Ningún hombre podría rechazarla. Es hermosa y
siempre lo ha sido. Incluso cuando era un bebé, fue la más encantadora de
cuantas he visto
– ¿Estás junto a ella desde que era niña?
–Sí, siempre junto a ella. Cuando nació, yo ya había dejado atrás
la edad de tener hijos propios. La pusieron bajo mi cuidado y ha sido como un
don del cielo para mí.
–Serías capaz de cualquier cosa por ella.
–Sí–afirmó Ela–. Sería capaz de cualquier cosa.
–Hasta de matarme para que ella se quedara con mi esposo.
La anciana miró a Jaejoong con ojos preocupados.
–Nadie va a mataros. Es que Lady Yoon Ji necesita volver a estar
con Lord Yunho, y vos no lo permitís. Vos sois egoísta. Le habéis quitado a su
hombre y no sentís piedad ni simpatía por el dolor de mi ama.
Jaejoong sintió que perdía los estribos.
–Me ha mentido, me ha engañado, ha hecho cuanto ha podido para
quitarme a mi esposo. Una de sus tretas costó la vida de mi hijo.
– ¡Un hijo!–Siseó Ela–. Mi adorable señora no puede tener hijos.
¿Sabéis vos cuánto desea uno? ¡Un hijo de Lord Yunho, el que vos le robasteis!
Si perdisteis lo que debía ser de mi señora, bien merecido lo tenéis.
Jaejoong iba a decir algo, pero se interrumpió. La doncella estaba
tan loca como su ama. La defendería contra todo cuanto se le dijera.
– ¿Y qué pensáis hacer conmigo?
Ela volvió a su tejido, notando que el prisionero estaba más
tranquilo.
–Seréis nuestro... huésped durante algunos días. Cuando venga Lord
Yunho, se le permitirá pasar algún tiempo con Lady Yoon Ji. Cuando vuelvan a
estar juntos, él comprenderá que la ama. Sólo harán falta unos pocos días, tal
vez unas pocas horas, para que él se olvide de vos, pues en verdad estaba
enamorado de Lady Yoon Ji mucho antes de su casamiento. Ese habría sido un
verdadero matrimonio de amor, no por interés, como el que lo llevó a vos. Ahora
mi señora es una viuda rica, que puede aportar vastas tierras a la familia Jung.
Jaejoong permanecía en silencio, contemplando el movimiento de las
agujas. La anciana doncella tenía una expresión satisfecha. Jaejoong habría
querido hacerle muchas preguntas, cómo pensaba Yoon Ji liberar a Yunho para que
pudiera casarse nuevamente, por ejemplo. Pero la prudencia le impidió
formularlas. Habría sido inútil.
Durante la feroz cabalgata hasta la casa solariega, Yunho guardó
silencio. No podía convencerse de que hallaría a Jaejoong prisionero de Yoon Ji.
Sabía del engaño practicado por Yoon Ji en la Corte y no ignoraba lo que se
decía de ella, pero en verdad no encontraba malignidad en aquella mujer. Aún la
consideraba una muchacha muy dulce, a la que el amor por él había llevado a
grandes extremos.
El portón principal estaba abierto. Yunho arrojó a Alan una mirada
de triunfo: en aquel lugar no se podía tener cautivo a un heredero.
–Yunho–exclamó Yoon Ji, corriendo a su encuentro–. Tenía la
esperanza de que vinieras a visitarme.
Estaba más pálida que nunca; lucía un vestido de seda azul que
hacía juego con sus ojos.
Yunho desmontó y se mantuvo a distancia, tieso.
– ¿Está mi esposo aquí?–Preguntó con frialdad.
La mujer dilató los ojos.
– ¿Tu esposo?–Preguntó con inocencia.
Alan alargó una mano y la sujetó por el antebrazo.
– ¿Dónde lo tienes, grandísima perra? No tengo tiempo para tus
juegos
Yunho le dio un fuerte empellón que arrojó al joven contra su
caballo.
– ¡No vuelvas a tocarla!–Advirtió. Y se volvió hacia Yoon Ji. –Quiero
una respuesta.
–Entrad–invitó Yoon Ji. Pero se interrumpió al ver la expresión de
Yunho–. Él no acostumbra visitarme.
–En ese caso, nos vamos. Lo han secuestrado y tenemos que buscarlo.
Yoon Ji, viendo que estaba a punto de montar otra vez, se arrojó
contra él.
– ¡No! ¡No me dejes, Yunho! ¡No me dejes, por favor!
Él trató de apartarla.
–Vuestro esposo está aquí.
Al volverse, Yunho vio a Ela de pie en el umbral.
–El hombre está aquí, a salvo, pero no seguirá estando a salvo si
hacéis daño a mi Lady Yoon Ji.
Yunho se puso junto a aquella anciana en un segundo.
– ¿Me amenazas, vieja bruja?–Y volviéndose hacia Yoon Ji: – ¿Dónde
está?
Los ojos de la rubia desbordaban grandes y encantadoras lágrimas.
No dijo palabra.
– ¡Pierdes el tiempo!–Advirtió Alan–. Tenemos que echar abajo esta
mansión hasta hallarla.
Yunho dio un paso hacia la casa.
– ¡No lo hallarás!
Yunho giró en redondo. La voz era una versión distorsionada de la
de Yoon Ji: chillona y aguda. Su boquita, contraída en una mueca, descubría
dientes muy torcidos. ¿Cómo era posible que él no hubiera reparado nunca en ese
detalle?
–Está donde ni tú ni hombre alguno podrán encontrarlo –continuó Yoon
Ji, dejando caer por primera vez su fachada de dulzura delante de Yunho–. ¿Me
crees capaz de dar a ese maldito mi mejor cuarto? ¡Sólo merece el fondo del
foso!
Yunho dio un paso hacia ella, sin poder creer en aquel drástico
cambio. No se parecía siquiera remotamente a la mujer que él había amado.
–No sabes que él se ha entregado a muchos hombres, ¿verdad? Que el
niño que perdió ni siquiera era tuyo, sino de Min Woo–Yoon Ji le puso una mano
en el brazo. –Yo podría darte hijos varones–su voz y su cara eran una
caricatura de la mujer que él había creído conocer.
–Y por esto descuidabas a Jaejoong–apuntó Alan en voz baja–. ¿Ves
ahora lo que todos los demás vemos?
–Lo veo, sí–exclamó Yunho, asqueado. Yoon Ji retrocedió, con los
ojos enloquecidos. Recogió sus faldas y echó a correr, seguida por Ela. Alan
iba a perseguirlas, pero Yunho dijo: –Déjala. Prefiero recuperar a mi esposo
antes que castigar a Yoon Ji.
La mujer corría de un edificio al otro, ocultándose, acechando,
mirando furtivamente a su alrededor. Yunho la había mirado como si ella le
diera asco. De algún modo sabía que Ela la seguía, pero su mente parecía incapaz
de pensar sino en una sola cosa a la vez. En ese momento, sólo podía comprender
que alguien más le había robado a su amante. Subió apresuradamente los
escalones de la torre, asegurándose de que nadie la siguiera.
Jaejoong levantó la vista. Yoon Ji estaba en el vano de la puerta,
con el pelo en desorden y el velo torcido.
– ¡Bueno!–Exclamó con un destello salvaje en los ojos–. ¿Crees que
lo vas a recuperar?
Jaejoong se acurrucó contra las sogas. Tenía la garganta irritada
por tanto gritar, pero las murallas eran demasiado gruesas y nadie lo oía.
Yoon Ji cruzó a paso rápido el cuarto y tomó un pote de aceite
caliente del brasero. Sobre el aceite flotaba una mecha, lista para ser
encendida. La rubia sostuvo el recipiente con cuidado y caminó hacia su prisionero.
–Cuando esto te haya comido la mitad de la cara, él ya no te verá
hermoso.
– ¡No!–Susurró Jaejoong, apartándose tanto como podía.
– ¿Te doy miedo? ¿Hago de tu vida un infierno, como tú lo has
hecho de la mía? Yo era una mujer feliz antes de que te entrometieras. Mi vida
no ha sido la misma desde que oí tu nombre por primera vez. Tenía un padre que
me amaba; Yunho me idolatraba; un conde muy rico pidió casarse conmigo. Pero tú
me los has robado a todos. Mi padre apenas me reconoce. Yunho me odia. Mi rico
esposo ha muerto. Y todo por tu culpa.
Se alejó de Jaejoong para sepultar el pote de aceite entre las
brasas.
–Tiene que estar caliente, hirviendo. ¿Qué pasará cuando pierdas
tu belleza?
Jaejoong comprendió que era imposible tratar de hacerla razonar,
pero lo intentó.
–Con perjudicarme a mí no recuperarás a tu esposo. En cuanto a tu
padre, ni siquiera lo conocí.
– ¡Mi esposo!–Se burló Yoon Ji–. ¿Crees acaso que quiero
recuperarlo? Era un cerdo. Pero en algún momento me amó. Cambió después de
asistir a tu boda. Tú le hiciste creer que yo no era digna de él.
Jaejoong no podía hablar. Mantenía la vista fija en el aceite que
se calentaba.
–Señor–dijo Ela, nerviosa–, tenéis que venir. Tengo miedo.
– ¿Qué pasa, vieja bruja?
–Mi señora. Temo por ella.
Yunho hubiera llegado a grandes extremos para no hacer daño a una
mujer. Aun después de ver a Yoon Ji como realmente era, no podía exigirle que
revelara dónde estaba Jaejoong. Pero sujetó a Ela por un brazo.
– ¿Qué estás diciendo? Estoy harto de este juego del escondite.
¿Dónde está mi esposo?
–Yo no quería hacer daño alguno–susurró la doncella–. Sólo traté
de que vos volvierais a mi ama, porque ella lo deseaba mucho. Siempre trato de
darle lo que desea.
Pero ahora tengo miedo. No quiero que Jaejoong sufra daño ninguno.
– ¿Dónde está?–Insistió Yunho, apretándole el brazo con más
fuerza.
–Ella ha cerrado la puerta con llave y...
– ¡Vamos!–Ordenó Yunho, empujándola hacia adelante. Él y Alan la
siguieron a través del patio hasta la torre.
“Dios bendito”, rezaba el esposo, “que Jaejoong no sufra ningún
mal.”
A los primeros golpes descargados contra la puerta, Yoon Ji dio un
respingo. Sabía que el cerrojo no resistiría mucho tiempo. Sacó de entre sus
ropas un puñal largo y afilado y lo puso contra el cuello de su prisionero en
tanto desataba las sogas.
–Vamos–indicó, sujetando el aceite en la otra mano.
Jaejoong sintió el filo contra su cuello y el calor del pote cerca
de la mejilla. Sabía que el menor movimiento sobresaltaría a aquella nerviosa
mujer, haciéndole soltar el aceite o hundirle el puñal en la garganta.
– ¡Arriba!–Ordenó Yoon Ji, obligándolo a subir lentamente por una
estrecha escalera que llevaba al tejado. Ella se mantenía a un costado, lejos
del borde. Rodeaba a Jaejoong con un brazo y retenía el cuchillo contra el
cuello de Jaejoong.
Yunho, Ela y Alan irrumpieron en la habitación segundos después.
Al encontrarla desierta subieron por la escalera. Los tres quedaron
petrificados al ver a Yoon Ji, con expresión enloquecida, sujetando a Jaejoong.
–Mi dulce Lady Yoon Ji...–comenzó Ela.
– ¡No me dirijas la palabra!–Ordenó el ama, apretando las manos–.
Dijiste que lo recuperarías para mí, pero él me odia. ¡Lo sé!
– ¡No!–Exclamó Ela, adelantándose un paso–. Lord Yunho no os odia,
mi señora. Protege a su esposo porque es propiedad de él, sólo por eso. Ahora
venid y hablaremos. Sin duda Lord Yunho comprenderá lo que ha pasado.
– ¡No! Míralo. ¡Me desprecia! Me mira con una mueca, como si yo
fuera la más detestable de las sabandijas. ¡Y todo por su maldito pelinegro!
– ¡No le hagas daño!–Advirtió Yunho.
Yoon Ji carcajeó.
– ¡Que no le haga daño! Le haré algo más que eso. Mira. –Levantó
el pote de aceite. –Está muy, pero muy caliente. Le llenará la cara de cicatrices.
¿Qué dirás cuando ya no lo veas tan hermoso?
Yunho dio un paso adelante.
– ¡No!–Chilló Yoon Ji. Y empujó a Jaejoong contra una chimenea,
cerca del borde, ordenando: – ¡Sube!
– ¡No!–Susurró Jaejoong. Aunque estaba muy asustado, su miedo a la
altura era aún mayor.
–Haz lo que te ordena–dijo Yunho en voz baja. Por fin comprendía
que Yoon Ji no estaba en su sano juicio.
Jaejoong hizo un gesto de asentimiento y subió al borde del
tejado. Frente a él se levantaba la chimenea. Se aferró de ella con los brazos
muy rígidos.
Yoon Ji se echó a reír.
– ¡Tiene miedo de estar aquí! Es como un niño. ¡Y tú preferías a
este perro! Yo soy una verdadera mujer.
Ela apoyó una mano en el brazo de Yunho, que iba a adelantarse. Los
dos estaban en una posición precaria. Jaejoong tenía los ojos vidriosos de
miedo y los nudillos blancos por la fuerza con que apretaba el ladrillo. Yoon
Ji meneaba el puñal y el pote de aceite hirviente.
–Sí–dijo Ela–. Vos sois una verdadera mujer. Bajad, para que Lord Yunho
pueda comprenderlo.
– ¿Tratas de engañarme?–Preguntó Yoon Ji.
– ¿Alguna vez os he engañado?
–No–la rubia dedicó una momentánea sonrisa a la anciana–. Eres la
única persona que siempre me ha tratado con bondad.
Aquella momentánea distracción le hizo tambalearse.
Ela manoteó desesperadamente, empujando a su ama hacia el tejado
de la casa solariega. Al mismo tiempo, Yoon Ji se aferró de ella. La anciana
cayó por el costado y tardó varios segundos en llegar al suelo de piedras. Yoon
Ji rodó hacia atrás, lejos del borde, gracias al sacrificio de su doncella.
Pero el pote de aceite cayó con ella y chorreó desde la frente hasta la
mejilla. La mujer empezó a dar gritos espantosos.
Yunho dio un salto hacia Jaejoong, que seguía inmóvil.
Su extremado temor a las alturas había hecho que se aferrara a la
chimenea con mano de hierro, salvándole la vida.
Los alaridos de Yoon Ji llenaban el aire.
Yunho aflojó los dedos de su esposo del ladrillo, uno a uno, y lo
estrechó contra sí. Estaba tenso y con el corazón palpitante.
– ¡Mira lo que me has hecho!–Aulló Yoon Ji en medio de sus
dolores–. ¡Y Ela! ¡Has matado a mi Ela, la única que me amaba de verdad!
–No–respondió Yunho, mirando con gran piedad el rostro mutilado de
Yoon Ji–. No hemos sido Jaejoong ni yo quienes te hemos hecho daño. Has sido tú
misma. –Mientras levantaba en brazos a Jaejoong, se volvió hacia Alan. –Encárgate
de ella y no dejes que muera. Tal vez esa cicatriz sea el justo castigo por sus
mentiras.
Alan miró con disgusto a aquella mujer acurrucada, pero caminó
hacia ella.
Yunho llevó a su esposo hasta el cuarto de abajo. Él tardó algunos
minutos en relajarse.
–Ya ha pasado todo, mi amor–susurraba él–. Estás a salvo. Ella no
podrá volver a hacerte daño.
Y lo estrechó con mucha fuerza.
Los gritos de Yoon Ji se iban acercando, ya reducidos a roncos
gruñidos de dolor. Yunho y Jaejoong la vieron pasar, guiada por Alan hacia
abajo. La herida se detuvo aún para arrojar a Jaejoong una mirada cruel, pero
se volvió al encontrarse con la expresión de pena de Jaejoong. Alan se la llevó
de allí.
– ¿Qué será de ella?–Preguntó Jaejoong en voz baja.
–No sé. Podría entregarla a los jueces, pero creo que ya ha
sufrido suficiente castigo. Su belleza no volverá a servir de trampa a los
hombres.
Jaejoong lo miró, sorprendido, estudiando sus facciones.
–Me miras como si me vieras por primera vez–observó él.
–Quizá sea así. Estás libre de ella.
–Ya te he dicho que había dejado de amarla.
–Sí, pero una parte de ti era de ella, una parte a la que yo no
podía llegar. Ahora ya no le perteneces. Eres total y completamente mío.
– ¿Y eso te complace?
–Sí–susurró él–. Me complace profundamente.
FIN
Hello...me da tanto gusto ver q sigues con las historias...casi un mes sin saber de ti...todavía no lq e leido pero no aguante dejarte un comentario para q sepas q aquí sigo y seguire fiel a tu blog...gracias x seguir con esto....estoy emocionadanx leer esta historia..gracias
ResponderEliminarAmo tu blog y tus historias!!
ResponderEliminarSiempre que termino de leer, quedo emocionada y se me olvida dejar comentarios :( pero me los he leído todos! amo esta historia! amo el YunJae <3 mientras espero las otras actualizaciones la leeré de nuevo :D
Kai
No comente en capitulos anteriores porque la trama se torno demasiado interesante para mi y no podia dejar de leer.
ResponderEliminarAgradezco de verdad lo que haces, no solo el adaptar, si no que ademas te empeñas en buscar historias hermosas para compartir. Te agradezco el tiempo que te tomas en esta bonita labor, tienes una nueva seguidora y fan. Por favor cuenta con mi apoyo en el futuro.
¡gracias!
bueno esa obtuvo su castigo bien ganado y dado por ella misma así que a sufrir por el resto de sus días sola y marcada y lo peor sin el amor de Yunho
ResponderEliminarJae por fin podrá ser completamente feliz a el lado de su Yunho
Gracias
Soy tu fan!! amo este blog! Siempre son fantásticas tus adaptaciones!! Esperaré ansiosa tu próximo Trabajo!
ResponderEliminarHola amiga. Aquí todavía checando tu blog esperando x mas actualizaciones...se te extraña..ya mas de un año sin aparecer....vuelve x favor!!
ResponderEliminarHola un año más y sigo esperando x ti amiga... Espero que pronto te animes de nuevo a traernos más historias Yunjae... Saludos
ResponderEliminarAl fin esa bruja tuvo lo que merecía y Yunho aunque no la amaba seguía viendo una dulce y hermosa criatura, menos mal que al último se vio la horrible persona que era realmente.
ResponderEliminarGracias por otra hermosa e interesante historia, me encantó! ❤️💕💞
Me gustó mucho, pero me hubiese gustado ver un poco de su futuro matrimonio feliz. Me gustó muchísimo. No pude parar.
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