Capítulo Seis
–Se supone
que estamos en verano –comentó Jaejoong mirando por la ventana, desde la que se
veía todo el paisaje cubierto por la bruma.
Sus planes
no iban a poder ser. No iban a poder salir a ver las localizaciones en las que
se habían rodado las películas y él necesitaba salir de la casa cuanto antes.
De lo contrario, le iba a saltar a Yunho al cuello.
–No es para
tanto.
Se giró y lo
encontró en vaqueros y más atractivo que nunca.
–Ven a comer
algo –le indicó él–. Si no te importa mojarte un poco, podemos salir a dar un
paseo a caballo –comentó mientras Jaejoong se servía cereales en un cuenco.
¿Pero no se
daba cuenta de que ya estaba completamente mojado?
–No pienso
montar contigo –le aseguró mirándolo.
–Si no
quieres ir a caballo, podemos ir en quad –propuso Yunho–. Está demasiado
lejos como para ir andando –le explicó–. Además, supongo que a tus turistas les
encantarán las excursiones en quad.
Ir en quad
quería decir que tendría que sentarse detrás de él y agarrarse a su
cintura. Era evidente que Yunho estaba decidido a echar por tierra sus
barreras.
–Bien, pero
quiero uno para mí solo –decretó masticando los cereales.
–Muy bien
–contestó Yunho como si le diera igual–. Mientras tú terminas de desayunar, yo
voy a preparar los quads.
Cuando Yunho
se giró para irse, Jaejoong no pudo evitar fijarse en su trasero, en lo bien
que le quedaban los vaqueros y en la elegancia con la que andaba. Una vez a
solas, volvió a concentrarse en los cereales diciéndose que, si no iba a poder
saciar cierto apetito interno, por lo menos, saciaría el otro. A ver si, así,
le dejaban de temblar las piernas.
Sin embargo,
veinte minutos después, sentado en una potente máquina, le vibraban más que
nunca. Si seguía así, no iba a poder volverse a poner en pie. Aquello era de
locos. Era imposible que se estuviera excitando con una máquina. No, claro que
no. Ya estaba excitado antes de subirse a ella.
–¿Adónde
vamos? –le preguntó a Yunho.
Condujeron
durante casi una hora y media, parando en algunos lugares que Yunho le explicó
que se habían utilizado en el rodaje. Luego, pararon los quads y
apagaron los motores. Jaejoong pudo disfrutar del precioso paisaje, lo que hizo
que se olvidara de que había dormido mal pensando en Yunho y comenzara a
sentirse muy bien.
–Podemos
seguir un poco más hacia el valle –sugirió Yunho, emocionado.
–¿No te
preocupa que arrecie la lluvia?
–No. Estoy
bien, ¿y tú?
–Yo, también
–contestó Jaejoong, que se moría de ganas por seguir viendo aquellos paisajes
tan impresionantes.
Con él.
Aunque
llevaba los vaqueros llenos de barro y la lluvia le había calado hasta la
camiseta, le daba igual. Siguió a Yunho por el sendero y bajaron hacia el río.
Un rato después, la lluvia comenzó a caer con más fuerza. Las máquinas
levantaban tanto barro que Jaejoong apenas veía por dónde iba. En un momento
dado, vio que el quad derrapaba delante de él y quedaba a dos ruedas, lo
que lo hizo gritar asustado.
Pero Yunho
saltó con maestría y aterrizó en el suelo sobre las plantas de los pies.
–Hola,
hombre de barro –bromeó él ocultando el alivio que le producía que no se
hubiera hecho nada.
Menos mal
que iban a poca velocidad. Yunho se rio, se quitó el casco y supervisó los
daños.
–Voy a
necesitar una grúa para sacarlo de aquí.
Jaejoong no
quería fijarse en el pelo revuelto de Yunho, y tampoco querían imaginarse cómo
tendría él el pelo al haberse quitado también el casco, pero lo que no quería
pensar bajo ningún concepto era en que estaban a varios kilómetros de la casa y
que iban a tener que volver los dos en su quad.
–Lo has
hecho adrede, ¿verdad? –lo acusó enfadado.
–Es cierto
que puedo hacer muchas cosas increíbles, pero todavía no sé cómo controlar el
tiempo –contestó Yunho riéndose–. Además, para que lo sepas, la lluvia me
molesta más que a ti.
–¿Por qué?
–le preguntó Jaejoong en tono incrédulo.
–Porque
tenía planes para hoy.
–Infames,
supongo... –comentó sentado en el quad y con las manos en las caderas.
–Por
supuesto –admitió Yunho–. Menos mal que yo siempre tengo un plan B.
Jaejoong
supuso que los planes de Yunho incluían seducirlo y conseguir acostarse con él.
Lo sabía porque no lo había ocultado en ningún momento, siempre había sido
sincero. Pero Jaejoong no estaba dispuesto a ceder.
–No pienses que
te voy a ceder mi quad –le advirtió con firmeza–. No te pienso dejar
conducir. Eres demasiado temerario.
Yunho se
acercó y colocó las manos en el manillar de la máquina de Jaejoong.
–¿Quieres
que vuelva andando?
–No, voy a
conducir yo.
–Te gusta controlar
la situación, ¿eh? –murmuró Yunho.
Jaejoong se
dio cuenta de que había cometido un grave error. Yunho se sentó detrás de él.
Lo sentía demasiado cerca, sentía sus manos en la cintura y se dijo que, si
hubiera sido él el que se hubiera montado detrás, la situación habría resultado
menos íntima.
–No hace
falta que te agarres a mí con tanta fuerza porque no voy a ir deprisa –le dijo.
Yunho se rio
y a Jaejoong le entraron ganas de echarse hacia atrás para absorber la
vibración de su pecho, pero encendió el motor y aceleró con determinación.
–Vaya, veo
que sabes perfectamente lo que haces –comentó Yunho cuando hubo salido de la
parte más difícil del río a toda velocidad–. Podrías ir a uno de esos programas
de la televisión de supervivencia en la naturaleza.
–No te
pases, no hago rápel con hilo dental ni esas cosas que hacen en esos programas
–bromeó Jaejoong–. Conozco perfectamente mis limitaciones. Sé hasta dónde puedo
llegar.
–¿Ah, sí? ¿Y
hasta dónde quieres llegar?
Jaejoong
ignoró la doble intención de la pregunta y contestó sinceramente.
–Todavía me
dan miedo las alturas.
–¿Todavía?
–Se me
revuelve el estómago, pero la mayoría de las veces lo puedo controlar –le
contó–. A mi padre le encantaba escalar en alta montaña. Aquí, se encontraría
en su elemento.
–¿Y tú
sueles escalar con él?
–Cuando era
más joven, sí –contestó Jaejoong brevemente–. Si quería pasar tiempo con él,
tenía que hacerlo porque él estaba todo el día escalando.
–¿Y tú
querías pasar tiempo con él?
–Claro que
sí.
Era su padre
y Jaejoong se había pasado toda la vida buscando su atención y su aprobación
hasta que había crecido lo suficiente como para aceptar que eso nunca se iba a
producir.
–Aunque la
verdad es que nunca llegué a comprender su necesidad por conquistar la naturaleza.
O sea apreciar su belleza, respetar a los animales, disfrutar, pero, ¿por qué
esa necesidad de domarla? ¿Dónde está la gracia en arriesgar la vida? ¿El ser
humano contra la naturaleza? Siempre ganará la naturaleza.
–¿Y dónde
vive tu padre? –quiso saber Yunho.
–No muy
lejos de aquí. Tiene una tienda de artículos de montaña y de esquí.
–Vaya. ¿Te
quieres pasar a verlo mientras estás aquí?
–No.
–¿Y tu
madre? ¿A ella también le gustan los deportes al aire libre?
–No, ella es
todo lo contrario. Ella es la reina de las urbanitas.
–¿Están
divorciados?
–Sí, se
divorciaron hace casi veinte años.
–Y siendo
tan diferentes, ¿cómo es que llegaron a casarse?
–Tuvieron
una aventura y mi madre se quedó embarazada, así que intentaron que funcionara,
pero fue imposible. Habría sido mejor para todos que hubieran decidido poner
fin a su relación mucho antes.
–Pero te
querían –comentó Yunho como si eso lo solucionara todo.
A veces, Jaejoong
pensaba que habría sido mejor que lo hubieran dado en adopción a una pareja que
realmente hubiera querido tener hijos. Sus padres habían sido demasiado
egoístas. Ninguno de los dos había querido sacrificar lo que era importante
para ellos y Jaejoong había tenido que encajar como había podido en sus vidas.
Jamás se había sentido realmente deseado y nunca había tenido la convicción de
hacerlos felices.
Cuánto le
hubiera gustado ser el centro de sus vidas, no haber tenido que hacerse hueco
como un contorsionista para encajar en sus existencias.
–Decidieron
tener la custodia compartida, pero solo porque ninguno de ellos quería quedarse
conmigo.
–¿Qué
quieres decir con que ninguno de ellos quería quedarse contigo? –le preguntó Yunho
agarrándose con un poco más de fuerza a su cintura e inclinándose adelante.
–Exactamente
eso –contestó Jaejoong dudando si seguir hablando de aquel tema–. Ya sabes, una
semana con mi madre y otra semana con mi padre –le explicó–. A todo el mundo le
parece genial porque puedes hacer lo que te dé la gana ya que en casa de tu
madre hay unas normas y en casa de tu padre hay otras. Se supone que haces lo
que quieres porque siempre puedes decir que el otro te deja hacerlo, pero para
mí fue espantoso. A mí me habrían ido bien unas cuantas normas... por lo menos,
con eso me habrían demostrado que les importaba.
Sí, si
hubieran discutido un poco de su bienestar, las cosas habrían sido más
normales. Los había oído discutir muchas veces cuando uno de los dos pretendía
saltarse la semana que le tocaba estar con él y se había convencido de que para
sus padres era una molestia. Por eso, se había acostumbrado a hacer lo que
ellos querían y no lo que él quería. Por eso, cedía, era bueno e intentaba
agradar, lo que resultaba extenuante. Al final, se quedaba en su habitación
viendo películas. Solo.
–¿Eres hijo
único?
–Sí
–contestó Jaejoong–. Es una suerte teniendo en cuenta qué tipo de padres tengo,
pero la verdad es que me habría venido bien tener compañía.
–¿Y tú
sueñas con tener una familia tipo Con ocho basta?
Jaejoong se
rio.
–Eso son
fantasías...
–Desde luego
–convino Yunho.
–¿Cómo lo
sabes? Tú también eres hijo único.
–Sí, pero tenía muchos amigos que tenían
familias numerosas y no te creas que les encantaba –le contó Yunho–. ¿Quieres
tener hijos? –le preguntó a pesar de que sabía que no debía hacerlo.
–No lo sé.
Probablemente, no.
–¿De verdad?
–se extrañó Yunho.
–Bueno, a lo
mejor si conozco al hombre adecuado... –admitió–. Pero realmente tiene que ser
el hombre adecuado. Necesito que quiera estar conmigo y que quiera tener hijos.
No es agradable saber que no has sido un hijo deseado. Quiero que, si tengo
hijos, mis hijos tengan a sus dos padres cerca, puedan contar con su apoyo y
con su amor y sepan que están a su lado para lo que haga falta.
Yunho lo
entendió perfectamente. Jaejoong quería que sus hijos tuvieran los padres que él
no había tenido. Aquello hizo que sintiera pena por él, pero también admiración
por su valor. Era evidente que Jaejoong tenía claro lo que quería y que no
estaba dispuesto a hacerlo de otra manera. Era evidente que no iba a querer
nada serio con un tipo como él porque él nunca podría estar ahí para lo que
fuera necesario.
–Me da la
sensación de que tú no eres de los que quieren tener hijos –comentó Jaejoong en
tono divertido.
–Me gustan
los niños, pero no creo que pudieran encajar en mi vida. No puedo garantizar
estar ahí para ellos porque quiero hacer ciertas cosas y no me parece justo
tener una familia cuando no les puedes dar todo lo que necesitan –contestó Yunho
sinceramente.
No quería
quedarse sin hacer ciertas cosas por las responsabilidades que hubiera
adquirido de cara a su familia. No tenía capacidad ni ganas de cumplir con las
demandas de una relación larga y duradera. Lo había intentado unos años atrás y
le había salido fatal. Su padre, por ejemplo, lo había hecho bien en la
relación, pero le había ido fatal en los negocios. Era imposible compaginar las
dos cosas.
–Ahora
mismo, estoy completamente volcado en mi trabajo, pero tampoco me gustaría
casarme y tener hijos tan mayor como mi padre. Le agradezco en el alma el haberme
tenido, pero ojalá lo hubiera hecho antes.
–¿Tu madre
era más joven?
–Unos
treinta años –contestó Yunho–. Todo el mundo creía que mi padre era mi abuelo
–recordó intentando no darle importancia–. Pero a ellos les daba igual, estaban
completamente enamorados, paseaban por la calle agarrados de la mano como
adolescentes.
–Había oído
que su matrimonio no había sido nada feliz –contestó Jaejoong parando el quad.
–Qué va –se
rio Yunho–. La gente no podía entender la diferencia de edad entre ellos, pero
su matrimonio fue muy feliz.
–¿Y a ti te
molestaba que hablaran de tus padres?
–Ya te
puedes imaginar que en un sitio tan pequeño, los rumores eran insistentes.
–¿Qué hay de
malo en que dos personas se hagan felices mutuamente? ¿Por qué no puede la gente
alegrarse por ellos? ¿Acaso no queremos todos encontrar un gran amor así?
Yunho sonrió
ante su ingenuidad. Aquel hombre había visto demasiadas películas con final
feliz.
–La gente
puede resultar muy desagradable cuando no comprende algo. Estaban realmente
enamorados. Muy, pero que muy enamorados. A veces, resultaban incluso
empalagosos –le narró recordando cómo, en algunas ocasiones, se había sentido
excluido.
Aunque
siempre había sido consciente de haber sido el fruto de su amor, a veces se
había sentido apartado. Jamás se lo había dicho. Aprendió a manejar a los otros
chicos cuando hacían comentarios desagradables. No le había quedado más
remedio. Un niño bajito de seis años con acento y cuyo padre ya estaba jubilado
mientras que la madre era más guapa y joven que la de los demás. No le había
quedado más remedio y lo había hecho estupendamente.
–Veían el
mundo el uno a través de los ojos del otro –recordó con una mezcla de felicidad
y de frustración porque sus padres no habían podido llegar a más debido a la
adoración mutua que se tenían.
–¿Y tu madre
se ha vuelto a casar? –preguntó Jaejoong.
–No. A mí me
encantaría que lo hiciera –confesó Yunho por primera vez en su vida–, pero ella
insiste en que jamás conocerá a nadie como mi padre. Yo creo que le da miedo
volver a sufrir una pérdida tan grande. Cuando mi padre murió, no fue capaz de
seguir viviendo, donde tan feliz había sido con él.
–¿Y tú? Tú
eras muy pequeño, ¿no?
Yunho se rio
para apartar la compasión de Jaejoong. Siempre se reía cuando alguien tocaba un
tema demasiado delicado para él.
–Yo me quedé
aquí porque quería terminar lo que mi padre había empezado. Lo quiero hacer por
él.
–Supongo que
a tu madre le dolería mucho separarse de ti.
Aquel
comentario le dio de lleno, pero Yunho consiguió controlarlo.
–Mi madre
sabía que yo estaba bien y ocupado –contestó.
Él se había
encargado de hacérselo creer así. Siempre se le había dado bien ocultar su
dolor. Los años de entrenamiento en el colegio le habían dado eso. No había
nadie que cubriera el dolor con una sonrisa mejor que él. Se había sobrepuesto
a las situaciones desagradables porque sabía reír y hacer reír a los demás,
pero jamás había permitido que los demás se acercaran realmente a él porque
sabía lo mucho que se sufría cuando una persona querida se iba.
–Lo habría
pasado muy mal si se hubiera quedado –concluyó e hizo un comentario de la
montaña que tenían a su derecha.
–Pues no me
he traído otros vaqueros –comentó Jaejoong cuando se bajaron del quad.
Yunho no
pudo contener la risa, Jaejoong parecía un dios de barro.
–Te dejo
unos, si quieres.
–No creo que
me quepan.
–Seguro que
sí. Venga, que me estoy muriendo de frío –mintió.
Aquella
misma mañana había ordenado que quitaran la lona que cubría la piscina del spa
y hacia allí se dirigió.
–Ya te he
dicho que no me he traído bañador –le recordó Jaejoong siguiéndolo y mirando el
agua con anhelo.
Era evidente
que Jaejoong tenía una vena sensual y Yunho estaba más que dispuesto a
conseguir que la explotara.
–Te puedo
prestar una camiseta –se ofreció.
Sabía que Jaejoong
se iba a tener que quitar los vaqueros, aquella tela azul completamente
empapada que le marcaba los glúteos y los muslos. Se moría por deslizar la mano
y desabrocharle la bragueta.
Para
controlarse, se dirigió al vestuario y salió con una camiseta, que le entregó a
Jaejoong. A continuación, lo dejo a solas para que se cambiara. Mientras tanto,
él hizo lo mismo junto a la piscina y se obligó a darse una ducha fría para
quitarse el barro antes de meterse en el agua caliente.
–No has
podido resistirte, ¿eh? –bromeó Jaejoong cuando salió del vestuario.
Él también
se había duchado y, por eso, la camiseta de Yunho se le pegaba al cuerpo
mojado. Yunho apretó el botón del hidromasaje para que las burbujas salieran
con más fuerza y ocultaran el efecto que verlo así tenía en él.
–¿Resistirme
a qué? –preguntó vagamente, sin poder apartar sus pensamientos del sexo.
Le habría encantado
poder dejar de pensar en él o, por lo menos, haber sido capaz de pensar en otro
hombre porque nunca se había sentido tan obsesionado con nadie. Seguramente,
había sido porque aquel hombre lo había despertado en mitad de la noche
cabalgándolo.
Pura
fantasía hecha realidad.
Por
supuesto, no podía dejar de pensar en ello. Por supuesto, tenía que conseguir
acostarse con él de nuevo... aunque solo fuera durante el fin de semana. Por
supuesto, no estaba resultando tan fácil como había planeado.
–A buscar el
placer –contestó Jaejoong negando con la cabeza y estremeciéndose mientras se
metía lentamente en el agua.
–Trabajo
mucho, así que también tengo derecho a disfrutar de mi tiempo libre –contestó Yunho
mirándolo de reojo–. Relajarse, celebrar y disfrutar de los placeres de la vida
no tiene nada de malo. Deberíamos hacerlo más a menudo, de hecho.
–Si te crees
que voy a acceder a acostarme contigo porque te pongas a cantar las bondades
del hedonismo, estás muy equivocado –le espetó Jaejoong.
–Sabes que
tengo razón. Tú mismo lo dijiste –le recordó–. Dijiste que había sido el mejor
encuentro sexual de tu vida –añadió recordando aquella noche.
¿Cómo no
recordarlo cuando su protagonista se estaba metiendo en una bañera de agua
caliente con él y se le estaba mojando la camiseta?
–La verdad
es que no es de buen gusto comparar –comentó Jaejoong sentándose frente a él, pero
sin atreverse a mirar su torso desnudo.
Seguro que
para él no había sido el mejor encuentro sexual de su vida.
–No me estoy
comparando con nadie –se rio Yunho–. Solo te estoy recordando que la noche que
pasaste conmigo fue la mejor de tu vida en cuanto al sexo. No entiendo por qué
no quieres repetir.
–Porque no
fue real –contestó Jaejoong.
–¿Cómo que
no fue real? –se indignó Yunho.
En un abrir
y cerrar de ojos, el ambiente relajado y divertido se evaporó. Jaejoong sintió
que las burbujas de la bañera las provocaba la temperatura de su cuerpo.
–No, no fue
real –insistió.
Yunho lo
miró fijamente.
–Dijiste que
fue el mejor encuentro sexual de tu vida –repitió.
–Está bien,
eso es cierto, pero, ¿no te parece que eso fue porque todo fue una gran fantasía?
¿Como un sueño? Fue tan bueno que es imposible que fuera real. Yo no te conocía
y tú no me conocías a mí –prosiguió–. No podríamos volver a recrear ese
escenario.
–¿Lo que me
estás diciendo es que crees que, si volviéramos a estar juntos, sería una decepción?
–quiso saber Yunho con incredulidad.
–Evidentemente
–murmuró Jaejoong–. ¿Tú no crees lo mismo?
–No y,
además, ¿no sientes curiosidad?
–Yo...
Sí, claro
que sentía curiosidad. Muchísima. Pero no se quería arriesgar a perder su trabajo.
–Te gustó el
sexo de fantasía –comentó Yunho.
–Y a ti
también –se defendió Jaejoong.
–Sí, a mí me
encantó –admitió Yunho con una gran sonrisa–. Hay otras muchas cosas que
podríamos hacer...
–No me
gustan las perversiones.
–Oh, nada de
perversiones, bonito. Se me ocurren unas cuantas fantasías de lo más sencillas
y efectivas... si te apetece probarlas...
Jaejoong se
mojó los labios con la lengua sin darse cuenta del erotismo que estaba
añadiendo a la escena.
–Jaejoong.
Oh, ayuda.
No se podía mover, no podía huir. Esperó a que Yunho se acercara. Lo tenía tan
cerca que tuvo que elevar el mentón para mantener el contacto visual, tan cerca
que sentía su respiración. La excitación era tan fuerte que sus propios
músculos no le respondían.
–¿Quieres fantasía?
–le preguntó Yunho inclinándose sobre él.
Jaejoong no
podía ni respirar, solo oía las palabras de Yunho y el latido amplificado de su
corazón. Sentía la piel de todo el cuerpo supersensible. Sentía todas y cada
una de sus células supersensibles. Gritaban que lo deseaban, gritaban tanto que
acallaban a la voz de la razón e hicieron que Jaejoong ladeara la cabeza y la
acercara a la de Yunho de manera que sus labios se tocaron.
En aquel
mismo instante, se supo perdido, cerró los ojos y se concentró en la sensación
de terciopelo de sus besos y en la insistencia de su lengua, que lo llevó a
abrir la boca para él, a dejarlo entrar porque lo que Yunho le estaba
transmitiendo era exactamente lo que él sentía: pasión y necesidad.
Con cada
beso de Yunho, la resistencia de Jaejoong se iba derritiendo. Todo él se estaba
derritiendo, sus músculos, su boca... pero existía un centro tenso, que le
indicaba que los besos no iban a ser suficiente, que necesitaba más contacto
para derretirse por completo.
Jaejoong
necesitaba sentir piel con piel, torso con pecho, muslos con muslos, los brazos
de Yunho alrededor de su cuerpo, poder aferrarse a él en una intimidad sin
fronteras. O, sí, quería eso y lo quería inmediatamente.
Gimió y Yunho lo besó con más fuerza, haciéndolo estremecerse. Lo
tenía muy cerca, muy cerca... pero no era suficiente todavía... todavía había
distancia entre ellos...
–¿Qué te ha parecido esta fantasía? –le preguntó Yunho apartándose
y sentándose de nuevo en su sitio.
Jaejoong no
se lo podía creer, no se podía creer que lo hubiera besado así y se hubiera
alejado, no se podía creer la intensidad de su expresión y de su acción,
aquella intensidad que se había evaporado.
–Desde
luego, se te da muy bien provocar –concedió.
–Tú tampoco
te quedas corto –contestó Yunho.
–Yo no te he
provocado, has sido tú el que ha venido a mí –le recordó Jaejoong apartándose
el pelo mojado de la cara.
–Porque tú
no paras de tentarme –contestó Yunho encogiéndose de hombros.
–¿Así que la
culpa es mía?
–Por supuesto.
Jaejoong no
pudo evitar reírse.
–¿Te parece
divertido? –le preguntó Yunho.
Jaejoong
asintió.
–Eres lo
mejor que hay en el mundo para el ego.
–Me alegro
de oír esas palabras. Ya sabes que tus deseos son órdenes para mí –contestó Yunho
inclinando la cabeza.
Jaejoong
volvió a asentir. Yunho había vuelto a ser el hombre encantador y guasón de
antes, un hombre que le encantaba, pero sospechaba que, bajo aquella fachada
agradable y siempre de buen humor, se escondía un muro impenetrable que también
le fascinaba.
Maldición.
Poco a poquito va Yunho va acercándose a Jae y rompiendo las barreras que se ha impuesto.
ResponderEliminarGracias!!!💗💕💞
Ohh x fin de vuelta... Gracias y bienvenida...
ResponderEliminarWow Yunho para decir que no tiene tiempo para marido... Como que persigue mucho e invierte tiempo en Jae.. Y Jaejoong, que blandito eres.. Luego luego te convencen jaja me encanta como va la historia toda sensual.
De nuevo... Gracias x volver