miércoles, 12 de noviembre de 2014

Promesa Audaz: Capítulo 4

Capítulo 4

Al terminar la larga misa de esponsales, Yunho tomó a Jaejoong de la mano y lo condujo hasta el altar, donde se arrodillaron ante el sacerdote para que los bendijera. El santo hombre dio a Yunho el beso de la paz, que él transmitió a su esposo. Debería haber sido un beso simbólico; en verdad fue leve, pero los labios de Yunho se demoraron en él. Jaejoong le echó una mirada, sus ojos oscuros reflejaban placer al tiempo que sorpresa.
Yunho sonreía ampliamente, lleno de puro gozo. Lo tomó nuevamente de la mano y lo llevó afuera casi corriendo. Una vez en el exterior, la muchedumbre les arrojó una lluvia de arroz que, por su volumen, resultó casi mortífera. Él levantó a Jaejoong para sentarlo en su montura; aquel talle era muy estrecho, aun envuelto en tantas capas de tela. El joven habría querido subirlo a su grupa, pero ya había faltado sobradamente a las costumbres al verlo por primera vez. Iba a tomar las riendas del animal, pero Jaejoong se hizo cargo de ellas. Yunho quedó complacido.
Los novios encabezaron el cortejo hasta la casa solariega de Kim; cuando entraron en el gran salón, Yunho lo llevaba con firmeza de la mano. Jaejoong contempló los lirios y los pétalos de rosa esparcidos por el suelo. Pocas horas antes, esas flores le habían parecido el presagio de algo horrible que estaba a punto de ocurrirle. Ahora, al mirar aquellos ojos castaños que le sonreían, la idea de ser su esposo no le parecía horrible en absoluto.
–Daría cualquier cosa por conocer tus pensamientos–dijo Yunho, acercándole los labios al oído.
–Pensaba que el matrimonio no parece tan mala cosa como yo creía.
Yunho quedó aturdido por un momento; luego echó la cabeza atrás, en un bramido de risa. Jaejoong no tenía idea de que acababa de insultarlo y elogiarlo en una misma frase.
Un joven bien educado jamás habría admitido que le disgustaba la idea de casarse con el hombre elegido para él.
–Bueno, esposo mío–dijo con ojos chispeantes–eso me complace sobremanera.
Eran las primeras palabras que intercambiaban... y no tuvieron tiempo para más. Los novios tenían que ponerse al frente de la fila para saludar a los cientos de invitados que iban a felicitarlos.
Jaejoong permaneció sereno junto a su esposo, sonriendo a cada uno de los invitados. Conocía a muy pocos de ellos, puesto que su vida había transcurrido en reclusión.
Kim Tae Woong, a un lado, lo observaba para asegurarse de que no cometiera errores. No estaría seguro de haberse liberado de él mientras el matrimonio no se consumara.
Jaejoong había temido, en un principio, que sus ropas fueran excesivamente ostentosas, pero al observar a sus huéspedes, murmurando palabras de agradecimiento, comprendió que su atuendo era conservador. Los asistentes vestían colores de pavo real... varios de ellos al mismo tiempo. Había cuadros, listas, brocados, aplicaciones y lujosos bordados. El vestido verde y oro de Judith se destacaba por su discreción.
De pronto, Taecyeon lo tomó por la cintura y lo levantó en vilo para plantarle un sonoro beso en cada mejilla.
–Bienvenido al clan de los Jung, hermanito –le  dijo con dulzura, con las mejillas surcadas por profundos hoyuelos.
A Jaejoong le gustó esa franqueza. El siguiente fue Changmin, a quien él conocía por haber oficiado él de representante durante el compromiso. Aquella vez lo había mirado como con ojos de halcón.
Changmin seguía observándolo de ese modo extraño y penetrante. Jaejoong desvió los ojos hacia su marido, que parecía estar regañando a Taecyeon por alguna broma sobre un hombre feo. Taecyeon, más bajo que Yunho, vestía de terciopelo negro con ribetes plateados; sus profundos hoyuelos y los risueños ojos hacían de él un hombre apuesto. Changmin era tan alto como el mayor, pero de constitución más ligera.
De los tres, era quien vestía con más lujo: chaleco de lana verde oscuro y chaqueta verde brillante, forrada de martas oscuras. Le ceñía las esbeltas caderas un ancho cinto de cuero con esmeraldas incrustadas.
Los tres eran fuertes y gallardos, pero al verlos juntos Yunho eclipsaba a los otros. Al menos, así era a los ojos de Jaejoong. Yunho sintió aquella mirada fija en su persona y giró hacia él. Le tomó la mano y le aplicó un beso en los dedos. Jaejoong sintió que su corazón se aceleraba: Yunho acababa de tocarle con la lengua la punta de un dedo.
–Creo que deberías esperar un rato, hermano, aunque comprendo los motivos de tu impaciencia–rió Taecyeon –Háblame otra vez de los herederos gordos y demasiado alimentados.
Yunho soltó con desgana la mano de su esposo.
–Puedes burlarte de mí cuanto quieras, pero soy yo quien lo posee, de modo que reiré al último. O tal vez no corresponda hablar de risas.
Taecyeon dejó escapar un sonido gutural y asestó un codazo a su hermano menor.
–Vamos a ver si encontramos algún otro dios de ojos oscuros en esta casa. Da un beso de bienvenida a tu cuñado y ponte en marcha.
Changmin tomó la mano de Jaejoong y la besó largamente, sin dejar de mirarlo a los ojos.
–Creo que reservaré el beso para un momento de mayor intimidad–dijo, antes de seguir a Taecyeon.
Yunho lo rodeó posesivamente con un brazo.
–No dejes que te alteren. Sólo están bromeando.
–Pues me gustan sus bromas.
Yunho le sonrió, pero de pronto apartó el brazo. Ese contacto había estado a punto de hacerlo arder. El lecho estaba a muchas horas de distancia. Si quería llegar al fin de la jornada, tendría que mantener las manos lejos de él.
Más tarde, mientras Jaejoong aceptaba un beso de cierta mujer marchita, condesa de alguna parte, sintió que Yunho se ponía rígido a su lado. Siguió la dirección de su mirada; estaba fija en una mujer tan bella que varios hombres la miraban boquiabiertos. Cuando la tuvo ante sí, quedó asombrado ante el odio que ardía en aquellos ojos. Estuvo a punto de persignarse a manera de protección. Algunas risitas le llamaron la atención: a varias personas les divertía grandemente el espectáculo de aquellos dos, ambos hermosos y muy diferentes, enfrentados entre sí.
La mujer pasó rápidamente junto a Yunho, negándose a mirarlo a los ojos. Jaejoong notó una expresión de dolor en la cara de su marido. Se trataba de un encuentro desconcertante, que no logró comprender.
Por fin, acabó la recepción. Todos los huéspedes habían felicitado a los recién casados y recibido un regalo del padre del novio, según su importancia. Por fin, sonaron las trompetas, indicando que se iniciaba el festín.
Mientras los invitados saludaban a los novios, se habían puesto las mesas en el gran salón y ya estaban cubiertas de comida.
La riqueza del ajuar de la finca estaba a la vista en los platos de oro y plata que usaban los huéspedes más importantes, sentados a la mesa principal, en una plataforma algo elevada. Jaejoong y Yunho tenían copas gemelas: altas, esbeltas, hechas de plata y con bases de oro finamente trabajado.
En el centro había una zona despejada donde cantaban y actuaban los juglares, Había bailarinas que se movían tentadoramente, acróbatas y un elenco de artistas itinerantes que representaban una obra. El tremendo bullicio colmaba aquel inmenso salón, cuya altura era de dos plantas.
–No comes mucho–observó Yunho, tratando de no gritar, aunque resultaba difícil hacerse oír en medio de tanto estruendo.
–No–él lo miró con una sonrisa. La idea de que aquel desconocido era su esposo le cruzaba por la mente con insistencia. Sentía deseos de tocarle la hendidura del mentón.
–Ven–propuso él.
Y lo tomó de la mano para ayudarlo a levantarse. Hubo silbidos y bromas obscenas a granel, en tanto Yunho conducía a su desposado fuera del gran salón. Ninguno de ellos volvió la cabeza.
Pasearon por los campos, llenos de flores primaverales que rozaban la larga falda de Jaejoong. A la derecha se alzaban las tiendas de quienes participarían en el torneo del día siguiente. En cada tienda flameaba un estandarte que identificaba a su ocupante. Por doquier, el leopardo de los Jung. El estandarte mostraba a tres leopardos dispuestos en sentido vertical, bardados en centelleante hilo de oro sobre un campo verde esmeralda.
– ¿Todos son parientes tuyos?–Preguntó Jaejoong.
Yunho miró por encima de su cabeza.
–Tíos y primos. Cuando Taecyeon dijo que éramos un clan no mentía.
– ¿Eres feliz con ellos?
– ¿Feliz?– Yunho se encogió de hombros. –Son Jung. –Para él, eso parecía respuesta suficiente.

Se detuvieron en una pequeña loma, desde donde  se veían las tiendas elevadas abajo. Él lo retuvo de la mano, mientras Jaejoong esparcía sus faldas para sentarse. Yunho se tendió a su lado cuan largo era, con las manos detrás de la nuca.
Jaejoong permaneció sentado, algo más adelante, con las piernas del mozo extendidas ante sí. Apreció la curva de los músculos por encima de las rodillas, allí donde se redondeaban hacia el muslo. Supo, sin lugar a dudas, que cada uno de aquellos muslos era más ancho que su cintura. Inesperadamente se estremeció.
– ¿Tienes frío?–Preguntó Yunho, inmediatamente alertado. Se incorporó sobre los codos para observarlo. Jaejoong meneó la cabeza–Espero que no te haya molestado salir un rato. Pensarás que no tengo educación: primero, lo de la iglesia; ahora, esto. Pero había demasiado ruido y yo quería estar a solas contigo.
–Yo también–reconoció él con franqueza, mirándolo a los ojos.
Él levantó una mano para tomar una melena de su cabellera, dejando que se le enroscara a la muñeca.
–Me llevé una sorpresa al verte. Me habían dicho que eras feo.
Sus ojos chisporroteaban.
– ¿Quién te dijo eso?
–Todo el mundo opinaba que si Kim mantenía oculto a su hijo era por eso.
–Antes bien, se me mantenía oculto de él.
Jaejoong no dijo más, pero Yunho comprendió. Poco le gustaba aquel hombre pendenciero, que castigaba a los débiles y se acobardaba ante los fuertes.
Le sonrió.
–Me complaces mucho. Eres más de lo que cualquier hombre podría desear.
De pronto, Jaejoong recordó aquel dulce beso en la iglesia. ¿Cómo sería besarse otra vez, sin prisa? Tenía muy poca experiencia en las costumbres entre parejas.
Yunho contuvo el aliento al notar que él le miraba la boca. Una rápida mirada al sol le indicó que aún faltaban muchas horas para tenerlo sólo para sí. No comenzaría algo, que no pudiera terminar.
–Tenemos que volver a la casa–dijo bruscamente–Nuestra conducta ya ha de haber provocado maledicencia para varios años.
Lo ayudó a ponerse de pie. Al tenerlo tan cerca le miró la cabellera, inhalando su especiada fragancia. Sabía que el sol la había entibiado; su única intención fue aplicar un casto beso a aquellos cabellos, pero Jaejoong levantó la cara para sonreírle. A los pocos segundos lo tenía abrazado y lo estaba besando.
El escaso conocimiento que Jaejoong tenía sobre las relaciones sexuales provenía de sus doncellas, que reían como niñitas al comparar las proezas amatorias de un hombre y otro. Por eso reaccionó al beso de Yunho no con la reticencia, sino con todo el entusiasmo que sentía.
Yunho le puso las manos tras la nuca y Jaejoong abrió los labios, apretándose a él. ¡Qué corpulento era! Los músculos de su pecho se sentían duros contra su suavidad; sus muslos eran como acero. Le gustaban su contacto, su olor, y estrechó el abrazo.
De pronto, Yunho se echó atrás, respirando con jadeos breves.
–Pareces saber demasiado de besos–observó, enfadado– ¿Has besado mucho?
La mente y el cuerpo de Jaejoong estaban tan llenos de sensaciones nuevas que no reparó en su tono.
–Nunca antes había besado a un hombre. Mis doncellas me dijeron que era agradable, pero es más que eso.
Yunho lo miró con fijeza; sabía reconocer la sinceridad de aquella respuesta.
–Ahora volvamos y recemos para que anochezca temprano.
Jaejoong apartó la cara enrojecida y lo siguió. Caminaron con lentitud hacia el castillo, sin pronunciar palabra. Yunho parecía concentrar su atención en la tienda que se estaba erigiendo. Si no hubiera sujetado con tanta firmeza la mano de su esposo, Jaejoong habría pensado que lo tenía olvidado.
Como miraba hacia el lado opuesto, el joven no vio a Kim Tae Woong, que los estaba esperando. Jaejoong sí. Reconociendo la ira en su mirada, se preparó para enfrentarse a él.
– ¡Desgraciado!–Siseó el padre–Andas jadeando tras él como una perra en celo. ¡No quiero que toda el país se ría de mí!–Levantó la mano y la descargó de revés contra la cara de Jaejoong.
Yunho tardó un momento en reaccionar. Nunca habría imaginado que un padre podía golpear a su hijo. Cuando reaccionó, lo que hizo fue hundir el puño en la cara de su suegro, con lo cual lo dejó despatarrado en tierra, totalmente aturdido.
Jaejoong echó un vistazo a su marido. Tenía los ojos negros y la mandíbula convertida en granito.
–No os atreváis a tocarlo nunca más–ordenó él en voz baja y mortífera–Siempre conservo lo que me pertenece... y lo cuido.
Dio otro paso hacia Kim, pero Jaejoong lo sujetó por el brazo.
–No, por favor. No me ha hecho daño, y ya le has hecho pagar esa pequeña bofetada.
Yunho no se movió. Los ojos de Kim Tae Woong iban de su hijo a su yerno. Tuvo la prudencia de no pronunciar palabra; en vez de ello se levantó para alejarse con lentitud.
Jaejoong tiró de la manga de su esposo.
–No dejemos que nos arruine el día. Él nada sabe, salvo usar los puños.
Su mente era un torbellino. Los pocos hombres que conocía habrían pensado que todo padre estaba en su derecho si castigaba a un hijo. Tal vez Yunho sólo lo consideraba propiedad suya, pero su modo de hablar había hecho que Jaejoong se sintiera protegido, casi amado.
–Deja que te mire–pidió Yunho. Su voz demostraba que le estaba costando dominar su carácter.
Le deslizó la punta de los dedos por los labios, buscando magulladuras o cortes. Jaejoong estudió la sombra de su mentón, allí donde acechaba la barba bajo la piel bien rasurada. Su solo contacto le aflojaba las rodillas. Levantó la mano y apoyó un dedo en la hendidura del mentón. Yunho interrumpió su exploración para mirarlo a los ojos. Ambos guardaron silencio durante largos instantes.
–Tenemos que regresar a la casa–dijo Yunho con tristeza. Lo tomó del brazo para conducirlo otra vez al castillo.
Habían estado ausentes más tiempo del que pensaban.
La comida había sido retirada y las mesas de caballete, desmanteladas, estaban amontonadas contra la pared. Los músicos afinaban sus instrumentos, pues estaba a punto de iniciarse el baile.
–Yunho–llamó alguien–tú lo tendrás el resto de tu vida. No debes acapararlo hoy también.
Jaejoong se aferró al brazo del mozo, pero pronto se vio atraído a un círculo de enérgicos bailarines. En tanto lo llevaban y lo traían con pasos rápidos y vigorosos, trató de no perder de vista a su marido. Un hombre rió entre dientes, haciéndole levantar la vista.
–Hermanito–dijo Taecyeon–de vez en cuando deberías reservar una mirada para nosotros, los demás.
Jaejoong le sonrió; tuvo apenas tiempo de hacerlo antes de que un brazo fuerte lo hiciera girar, levantándolo del suelo. Cuando volvió al lado de Taecyeon, dijo:
– ¿Cómo ignorar a hombres tan apuestos como mis cuñados?
–Buena réplica, pero, si tus ojos no mienten, es sólo mi hermano el que enciende la luz de las estrellas en esos hermosos ojos.
Una vez más, alguien se llevó a Jaejoong. En el momento en que giraba en brazos de otro, vio que Yunho sonreía a una bonita mujer de vestido verde y púrpura. Vio también que la mujer tocaba el terciopelo de la pechera masculina.
– ¿Por qué has perdido la sonrisa?–Le preguntó Taecyeon cuando volvieron a encontrarse. Y giró para observar a su hermano.
– ¿Verdad que es bonita?–Preguntó Jaejoong.
El joven se dominó para no soltar una carcajada.
– ¡Es fea! Parece un ratón. Yunho no la tomaría. “Porque todo el mundo ya lo ha hecho”, agregó para sus adentras. Y suspiró: –Ah, vamos a tomar un poco de sidra.
Lo tomó del brazo para conducirlo al otro lado del salón, lejos de Yunho. Jaejoong permaneció muy quieto a su lado, observando a Yunho, que guiaba a la mujer de pelo castaño por la pista de baile; cada vez que Yunho tocaba a la mujer un dolor veloz cruzaba el pecho de Jaejoong. Taecyeon estaba absorbido por la conversación con otro hombre. Jaejoong dejó su copa y caminó lentamente hacia fuera.
Detrás de la casa solariega había un pequeño jardín amurallado. Cada vez que Jaejoong necesitaba estar solo acudía allí. Tenía grabado a fuego la imagen de Yunho con la mujer entre sus brazos. ¿Por qué lo molestaba tanto? Apenas hacía unas cuantas horas que lo conocía. ¿Qué importaba que él tocara a alguien más?
Se sentó en un banco de piedra, oculto al resto del jardín.  ¿Era posible que estuviera celoso? En toda su vida no había experimentado esa emoción, pero sólo sabía que no quería ver a su marido atento a alguien más.
–Sabía que te encontraría aquí.
Jaejoong miró a su madre y volvió a bajar la vista. Chae Young se apresuró a sentarse a su lado.
– ¿Ocurre algo malo? ¿Ha sido él poco amable contigo?
– ¿Yunho?–preguntó Jaejoong con lentitud, saboreando el sonido de ese nombre– Al contrario. Es más que  amable. – A Chae Young no le gustó lo que veía en la cara de su hijo.
Ella también había sido así. Lo tomó por los hombros, aunque el movimiento afectaba a su brazo no del todo curado.
– ¡Debes escucharme! Hace demasiado tiempo que postergo esta conversación contigo. Día a día esperaba que algo impidiera este casamiento, pero no fue así. Te diré algo que tienes que saber: nunca jamás confíes en un hombre.
Jaejoong quiso defender a su esposo.
– ¡Pero si Yunho es un hombre honorable!–Dijo, terco.
Su madre dejó caer las manos en el regazo.
–Ah, sí, son honorables entre ellos y hasta con sus caballos. Pero para todo hombre una mujer u esposo representa menos que su caballo. Se reemplaza con más facilidad y cuesta menos. El hombre incapaz de mentir al más miserable de sus vasallos no duda en contar las peores fábulas a su esposo. No tiene nada que perder. ¿Qué es un esposo?
–No–dijo Jaejoong–No puedo creer que todos sean así.
–En ese caso, te espera una vida tan larga y desdichada como la mía. Si yo hubiera aprendido eso a tu edad, mi vida habría sido diferente. Yo me creía enamorado de tu padre. Hasta se lo dije. Él se rió de mí. ¿Sabes lo que significa entregar su corazón a un hombre y ver que él lo recibe con una carcajada?
–Pero los hombres aman a sus esposos...–comenzó Jaejoong. No podía creer lo que su madre le estaba diciendo.
–Aman, si, pero sólo a aquellos cuyas camas ocupan... y cuando se cansan de uno, aman a otro. Sólo hay un momento en que se tiene algún poder sobre su esposo: cuando aún es nuevo para él, cuando aún opera la magia del lecho. Entonces él lo “ama” y él puede dominarlo.
Jaejoong se levantó, dándole la espalda.
–No todos los hombres serán como tú dices. Yunho...–Pero no pudo terminar.
Chae Young, alarmada, se acercó a él y lo miró de frente.
–No me digas que te sientes enamorado de él. Oh, Jaejoong, mi dulce Jaejoong, ¿has vivido veinte años en esta casa sin aprender nada, sin ver nada? Tu padre también era así en otros tiempos. Aunque te cueste creerlo, yo también era hermosa y le agradaba. Es por eso por lo que te digo estas cosas. ¿Crees que me gusta revelarlas a mi único hijo? Te preparé para la Iglesia, para salvarte de estas cosas. Préstame atención: tienes que afirmarte ante él desde un principio, de ese modo te escuchará. Nunca le demuestres miedo. Cuando dejas translucir, el hombre se siente fuerte. Si planteas exigencias desde un principio, tal vez te escuche... pero pronto será demasiado tarde. Habrá mujeres y...
– ¡No!–Gritó Jaejoong.
Chae Young lo miró con gran tristeza. No podía ahorrar a su hijo el dolor que le esperaba.
–Tengo que volver junto a los invitados. ¿Me acompañas?
–No–murmuró Jaejoong–Iré dentro de un momento. Necesito pensar.
Chae Young se encogió de hombros y entró por el portón lateral. No había otra cosa que pudiera hacer.
Jaejoong permaneció sentado en el banco de piedra, con las rodillas recogidas bajo el mentón. Mentalmente defendía a su esposo de lo que su madre había dicho. Una y otra vez pensó en cien maneras de demostrar que Yunho era muy diferente de su padre, pero casi todas eran producto de su imaginación.
Interrumpió sus pensamientos el ruido del portón al abrirse. Una mujer delgada entró al jardín. Jaejoong la reconoció de, inmediato, pues vestía de modo tal que la gente reparaba en ella. El costado izquierdo de su corpiño era de tafetán verde; el derecho, rojo; los colores se invertían en la falda. Caminaba con aire seguro. Jaejoong la observó desde su banco, oculto entre las madreselvas. Su primera impresión, al verla en la recepción, había sido que Lee Yoon Ji era bella, pero ahora ya no le parecía así. Tenía el mentón débil y la boca apretada, como para revelar lo menos posible. Sus ojos centelleaban como el hielo. Jaejoong oyó un pesado paso masculino al otro lado del muro y caminó hacia el portón más pequeño, el que había usado su madre. Quería dar a la mujer la oportunidad de recibir a su amante en privado, pero las primeras palabras hicieron que se detuviera. Ya reconocía esa voz.
– ¿Por qué me has pedido que te esperara aquí?–Preguntó Yunho, muy tieso.
–Oh, Yunho–dijo Yoon Ji, apoyándole las manos en los brazos–qué frío eres conmigo. ¿No has podido perdonarme? ¿Tan fuerte es el amor por tu nuevo esposo?
Yunho la miró con el entrecejo fruncido y sin tocarla, pero no se apartó.
– ¿Y tú me hablas de amor? Te rogué que te casaras conmigo. Ofrecí desposarte sin dote. Ofrecí devolver a tu padre lo que debiera entregar. Pero te negaste.
– ¿Y me guardas rencor por eso?–Acusó ella– ¿Acaso no te mostré los moretones que me hizo mi padre? ¿No te hablé de las veces que me encerró sin agua ni comida? ¿Qué podía yo hacer? Me reunía contigo cuando podía. Te di cuanto podía dar a un hombre. Y mira cómo me pagas. Ya amas a otro. Dime, Yunho, ¿alguna vez me has amado?
– ¿Por qué dices que amo a otro? No he dicho eso–el fastidio de Yunho no había disminuido–Me casé con él porque era una buena propuesta. Ese hombre me aportará riquezas, tierras y también un título, como tú misma me hiciste ver.
–Pero cuando lo viste...–protestó Yoon Ji deprisa.
–Soy un hombre y él es hermoso. Me gustó, por supuesto.
Jaejoong quería abandonar el jardín. Aun al ver a su esposo con la mujer quiso retirarse, pero su cuerpo parecía convertido en piedra; no podía moverse. Cada palabra que oía pronunciar a Yunho era como un cuchillo en el corazón: él había suplicado a aquella mujer que se casara con él; aceptaba a Jaejoong por sus riquezas, a falta de otro mejor. ¡Qué tonto había sido al ver en sus caricias una chispa de amor!
– ¿No lo amas?–Insistió Yoon Ji.
– ¿Cómo quieres que lo ame? No he pasado con él sino unas pocas horas.
–Pero podrías enamorarte de él–le espetó la mujer, seca. Giró la cabeza a un costado. Cuando volvió a mirarlo había lágrimas en sus ojos: enormes y encantadoras lágrimas– ¿Puedes asegurar que no lo amarás jamás?
Yunho guardó silencio.
Yoon Ji suspiró profundamente. Luego sonrió entre lágrimas.
–Tenía la esperanza de verte aquí. He hecho que nos envíen un poco de vino.
–Tengo que volver a la fiesta.
—No te distraeré por mucho tiempo–aseguró ella con dulzura, mientras lo guiaba a un banco instalado contra el muro de piedra.
Jaejoong la observaba fascinado. Estaba contemplando a  una gran actriz. Había visto cómo se clavaba diestramente la uña en la comisura de un ojo para provocar las lágrimas necesarias. Sus palabras eran melodramáticas. El joven recién casado la observó, mientras Yoon Ji se sentaba en el banco con cuidado, para no arrugar el tafetán de su vestido, y le servía dos copas de vino. Con movimientos lentos y rebuscados, se quitó del dedo un anillo grande, abrió el compartimento disimulado y dejó caer un polvo blanco en su propia bebida.
En tanto ella comenzaba a sorber el vino, Yunho le arrancó la copa de la mano y la arrojó al otro lado del jardín.
— ¿Qué haces? — Acusó.
Yoon Ji se reclinó lánguidamente contra la pared.
—Querría acabar con todo, amor mío. Puedo soportar cualquier cosa si es por los dos. Puedo soportar que me casen con otro y que tú desposes a otro, pero necesito tu amor. Sin él nada soy. — Bajó lentamente los párpados; su expresión de paz era tal que ya parecía ser un ángel del Señor.
—Yoon Ji— exclamó Yunho, tornándola en sus brazos — no puedes quitarte la vida.
— Mi dulce Yunho, no sabes qué es el amor para las mujeres. Sin él ya estoy muerta. ¿A qué prolongar el tormento?
— ¿Cómo puedes decir que no tienes amor?
— ¿Me amas, Yunho? ¿Sólo a mí?
— Por supuesto. — Él se inclinó para besarla en la boca, aún con restos de vino. El sol poniente intensificaba el color aplicado a sus mejillas. Las pestañas oscuras lanzaban una sombra misteriosa en ellas.
— ¡Júramelo! — Pidió ella con firmeza — Tienes que jurarme que me amarás sólo a mí, a nadie más.
Parecía poco precio por evitar que se matara.
—Lo juro.
Yoon Ji se levantó con prontitud.
— Tengo que regresar antes de que se note mi ausencia — parecía completamente recobrada — ¿No me olvidarás? ¿Ni siquiera esta noche? — Susurró contra sus labios, hurgándole bajo la ropa. Sin esperar respuesta, escapó de entre sus manos y cruzó el portón.
Un sonido de aplausos hizo que Yunho se volviera. Allí estaba Jaejoong, con los ojos y el vestido brillando en un reflejo del sol poniente.
— ¡Excelente representación! — Dijo él, bajando las manos — Hacía años que no veía una igual. Esa mujer tendría que estar en los escenarios. Dicen que se necesitan buenos cómicos.
Yunho avanzó hacia él con la ira reflejada en el rostro.
— ¡Pequeño mentiroso y falso! ¡No tienes derecho a espiarme!
— ¡Espiarte! — Bramó él — Salí del salón para tomar un poco de aire, puesto que mi esposo — pronunció con burla esa palabra — me dejaba solo. Y aquí, en el jardín, he visto cómo mi esposo se arrastraba a los pies de una mujer llena de afeites, capaz de manejarlo con el dedo meñique.
Yunho levantó un brazo y le dio una bofetada. Una hora antes habría jurado que por nada del mundo era capaz de hacerle daño.
Jaejoong rodó por tierra, en un alboroto de cabellera arremolinada y seda de negra. El sol pareció arrimarle una antorcha.
De inmediato Yunho se sintió arrepentido, asqueado de lo que había hecho, y se arrodilló para ayudarlo a levantarse.
Jaejoong se apartó, con el odio brillando en sus ojos. Su voz sonó tan serena, tan seca, que él apenas pudo entender lo que decía.
—Dices que no querías casarte conmigo, que sólo lo has hecho por las riquezas que yo te aportaba. Yo tampoco quería casarme contigo. Me negué hasta que mi padre, delante de mi vista, rompió un brazo a mi madre como si fuera una astilla. No siento amor alguno por ese hombre, pero menos aún por ti. Él, por lo menos, es sincero. No jura amor eterno ante un sacerdote y cientos de testigos, para jurar ese mismo amor a otra apenas una hora después. Eres más despreciable que la serpiente del Edén. Siempre maldeciré el día en que me unieron a ti. Has hecho un juramento a esa mujer. Ahora yo te haré otro. Ante Dios juro que lamentarás este día. Puedes obtener la riqueza que ansías, pero jamás me entregaré a ti de buen grado.
Yunho se apartó de Jaejoong, como si se hubiera convertido en veneno. Su experiencia a las rameras y a su amistad con unas pocas damas de la Corte. Todas eran castas y pudorosas, como Yoon Ji. ¿Qué derecho tenía Jaejoong a plantearle exigencias, a maldecirlo, a hacer juramentos con Dios como testigo? El dios de toda mujer y hombre era su marido. Cuanto antes se lo enseñara, mejor sería.
Yunho tomó a Jaejoong por la cabellera y tiró de él hacia sí.
— Te poseeré cuantas veces lo desee y cuando quiera que se me antoje, y deberás estar agradecido. — Lo soltó y le dio un empujón que volvió a dar con él por tierra. — Ahora levántate y prepárate para convertirte en mi esposo.
— Te odio — dijo él por lo bajo.
— ¿Qué me importa? Yo tampoco te amo.

Sus miradas se encontraron: castaño acero contra oscuro. Ninguno de los dos se movió hasta que llegaron las mujeres encargadas de preparar a Jaejoong para la noche nupcial.

13 comentarios:

  1. hay por dios como es posible que pasara esto primero la madre metiendo le ideas absurdas de los esposos y llega yunho a reafirmar lo que la madre le dijo y con esa zorra
    creo que yunho terminara mas que arrepentido por todo el daño que le esta provocando a jae el si que merece el amor de yunho y no esa que se a acosado con cuanto fulano se le ponga al frente y como dice jae esta actuando para tener a yunho comiendo de su mano y este ni por enterado que desgracia que desgracia pobre jae en lugar de empezar un bonito matrimonio creo que sera un infierno espero y no dure mucho y pronto pueda ser feliz GRACIAS por los capítulos espero leerte pronto bye

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  2. ay Yunho que hiciste, mira que ser tan cruel con Jae, quien es muchco mucho mucho mejor que esa resbalosa tipa que solo sabe manipularte y tu ni cuenta te das de sus viles artimañas.

    Pobre Jae tenia a un padre que solo ha sabido maltratarlo y despreciarlo y ahora Yunho confirmando todos sus miedos :( tendran un terrible comienzo pero espero que puedan entenderse despues.

    Gracias por actualizar esta historia.

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  3. yunho es un idiota por dejarse manipular por esa maldita vibora -.-
    pobre jae seguro va a sufrir mucho antes q yunho se de cuenta de la estupidez q esta haciendo S: gracias x la actu! espero el sig con ansias ^^

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  4. Yunho eres un total y reverendo idiota!!! Pero pronto veras cuanta razón tiene Jae de esa mujercita y para cuando eso pase, solo espero que no hayas hecho que Jae te odie
    Gracias por la actualización de este fic de verdad me encanta

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  5. las mejores historias de amor empiezan asi ??
    polos opuestos se atraen
    me encantaaaaa espero la actu pronto ....

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  6. Que desgraciado Yunho, esta ciego y ni siquiera se muestra arrepentido por haber dicho todo eso. Que infeliz, es idea mia?, o Changmin chispea por Jae?.......esa Yeo esta horrible, tan bruja. GRACIAS, ACTU POR FAVOR!!!!!!

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  7. al comienzo Yunho parecía maravillado por jae lo trataba bien y hasta lo defendió de su padre! y al siguiente momento el lo lastima! estoy completamente indignada..!
    Yunho cuarto capitulo y ya te odio(? y mas a esa Yoon Ji !! me revienta el hígado! si así es Yunho con jaejoong al comienzo que sera mas adelante oh Dios! ....
    Esta historia esta realmente buena continuala por favor ..... esperare muy ansiosa la actualización ^^.
    Muchas Gracias ;)

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  8. Tremendo desgraciado Yunho como te atreviste a golpear a Jaejoong y por defender a esa p...!! Cuando te enteres de todo la verdad y puedas ver con claridad te vas a arrepentir mucho asi como dice Jae.
    Actualiza pronto!! Esta muy interesante la historia

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  9. Noooooooo Yunho se comporto como una basura como pudo hacerle eso a Jae, es un doble primero lo defiende de su padre par luego el hacer algo mucho peor, para colmo hacerle ese juramento a su amante, tiene que pagar por todo lo que ha hecho....

    Ahora si la parte buena me encantaron los hermanos de Yunho son un encanto parecen mucho mas caballeros que el.
    Me encantó esta historia es muy buena gracias y espero puedas actualizar pronto.

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  10. Odio a Yunho...totalmente....ojala q sufra mucho x Jae....q no le de su amor...Jae vale más q cualquier puta barata q Yunho "quiera"??

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  11. Solo por este fic ¡odio a Yunho!

    ¡gracias por el capitulo!

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  12. Dios que desastre,no tengo palabras....gracias

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  13. Yunho es un verdadero pelele con esa viejo, como dice Jae lo maneja con el meñique de su dedo,y Jae se dio cuenta en el momento de verla que solo es una actuación de ella para manejar a Yunho a su antojo, que bueno que no se quedó callado y le dijo a Yunho sus verdades,

    Yunho se porto como un cobarde a golpear y aventar a Jae.

    Gracias!!! 💗💕💞

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