Capítulo 4
Al terminar la larga misa de esponsales, Yunho tomó a Jaejoong de
la mano y lo condujo hasta el altar, donde se arrodillaron ante el sacerdote
para que los bendijera. El santo hombre dio a Yunho el beso de la paz, que él
transmitió a su esposo. Debería haber sido un beso simbólico; en verdad fue
leve, pero los labios de Yunho se demoraron en él. Jaejoong le echó una mirada,
sus ojos oscuros reflejaban placer al tiempo que sorpresa.
Yunho sonreía ampliamente, lleno de puro gozo. Lo tomó nuevamente
de la mano y lo llevó afuera casi corriendo. Una vez en el exterior, la
muchedumbre les arrojó una lluvia de arroz que, por su volumen, resultó casi
mortífera. Él levantó a Jaejoong para sentarlo en su montura; aquel talle era
muy estrecho, aun envuelto en tantas capas de tela. El joven habría querido
subirlo a su grupa, pero ya había faltado sobradamente a las costumbres al
verlo por primera vez. Iba a tomar las riendas del animal, pero Jaejoong se
hizo cargo de ellas. Yunho quedó complacido.
Los novios encabezaron el cortejo hasta la casa solariega de Kim;
cuando entraron en el gran salón, Yunho lo llevaba con firmeza de la mano. Jaejoong
contempló los lirios y los pétalos de rosa esparcidos por el suelo. Pocas horas
antes, esas flores le habían parecido el presagio de algo horrible que estaba a
punto de ocurrirle. Ahora, al mirar aquellos ojos castaños que le sonreían, la
idea de ser su esposo no le parecía horrible en absoluto.
–Daría cualquier cosa por conocer tus pensamientos–dijo Yunho,
acercándole los labios al oído.
–Pensaba que el matrimonio no parece tan mala cosa como yo creía.
Yunho quedó aturdido por un momento; luego echó la cabeza atrás,
en un bramido de risa. Jaejoong no tenía idea de que acababa de insultarlo y
elogiarlo en una misma frase.
Un joven bien educado jamás habría admitido que le disgustaba la
idea de casarse con el hombre elegido para él.
–Bueno, esposo mío–dijo con ojos chispeantes–eso me complace
sobremanera.
Eran las primeras palabras que intercambiaban... y no tuvieron
tiempo para más. Los novios tenían que ponerse al frente de la fila para
saludar a los cientos de invitados que iban a felicitarlos.
Jaejoong permaneció sereno junto a su esposo, sonriendo a cada uno
de los invitados. Conocía a muy pocos de ellos, puesto que su vida había
transcurrido en reclusión.
Kim Tae Woong, a un lado, lo observaba para asegurarse de que no
cometiera errores. No estaría seguro de haberse liberado de él mientras el
matrimonio no se consumara.
Jaejoong había temido, en un principio, que sus ropas fueran
excesivamente ostentosas, pero al observar a sus huéspedes, murmurando palabras
de agradecimiento, comprendió que su atuendo era conservador. Los asistentes
vestían colores de pavo real... varios de ellos al mismo tiempo. Había cuadros,
listas, brocados, aplicaciones y lujosos bordados. El vestido verde y oro de
Judith se destacaba por su discreción.
De pronto, Taecyeon lo tomó por la cintura y lo levantó en vilo
para plantarle un sonoro beso en cada mejilla.
–Bienvenido al clan de los Jung, hermanito –le dijo con dulzura, con las mejillas surcadas
por profundos hoyuelos.
A Jaejoong le gustó esa franqueza. El siguiente fue Changmin, a
quien él conocía por haber oficiado él de representante durante el compromiso.
Aquella vez lo había mirado como con ojos de halcón.
Changmin seguía observándolo de ese modo extraño y penetrante. Jaejoong
desvió los ojos hacia su marido, que parecía estar regañando a Taecyeon por
alguna broma sobre un hombre feo. Taecyeon, más bajo que Yunho, vestía de
terciopelo negro con ribetes plateados; sus profundos hoyuelos y los risueños
ojos hacían de él un hombre apuesto. Changmin era tan alto como el mayor, pero
de constitución más ligera.
De los tres, era quien vestía con más lujo: chaleco de lana verde
oscuro y chaqueta verde brillante, forrada de martas oscuras. Le ceñía las
esbeltas caderas un ancho cinto de cuero con esmeraldas incrustadas.
Los tres eran fuertes y gallardos, pero al verlos juntos Yunho
eclipsaba a los otros. Al menos, así era a los ojos de Jaejoong. Yunho sintió
aquella mirada fija en su persona y giró hacia él. Le tomó la mano y le aplicó
un beso en los dedos. Jaejoong sintió que su corazón se aceleraba: Yunho
acababa de tocarle con la lengua la punta de un dedo.
–Creo que deberías esperar un rato, hermano, aunque comprendo los
motivos de tu impaciencia–rió Taecyeon –Háblame otra vez de los herederos
gordos y demasiado alimentados.
Yunho soltó con desgana la mano de su esposo.
–Puedes burlarte de mí cuanto quieras, pero soy yo quien lo posee,
de modo que reiré al último. O tal vez no corresponda hablar de risas.
Taecyeon dejó escapar un sonido gutural y asestó un codazo a su
hermano menor.
–Vamos a ver si encontramos algún otro dios de ojos oscuros en
esta casa. Da un beso de bienvenida a tu cuñado y ponte en marcha.
Changmin tomó la mano de Jaejoong y la besó largamente, sin dejar
de mirarlo a los ojos.
–Creo que reservaré el beso para un momento de mayor
intimidad–dijo, antes de seguir a Taecyeon.
Yunho lo rodeó posesivamente con un brazo.
–No dejes que te alteren. Sólo están bromeando.
–Pues me gustan sus bromas.
Yunho le sonrió, pero de pronto apartó el brazo. Ese contacto
había estado a punto de hacerlo arder. El lecho estaba a muchas horas de
distancia. Si quería llegar al fin de la jornada, tendría que mantener las
manos lejos de él.
Más tarde, mientras Jaejoong aceptaba un beso de cierta mujer
marchita, condesa de alguna parte, sintió que Yunho se ponía rígido a su lado.
Siguió la dirección de su mirada; estaba fija en una mujer tan bella que varios
hombres la miraban boquiabiertos. Cuando la tuvo ante sí, quedó asombrado ante
el odio que ardía en aquellos ojos. Estuvo a punto de persignarse a manera de
protección. Algunas risitas le llamaron la atención: a varias personas les
divertía grandemente el espectáculo de aquellos dos, ambos hermosos y muy
diferentes, enfrentados entre sí.
La mujer pasó rápidamente junto a Yunho, negándose a mirarlo a los
ojos. Jaejoong notó una expresión de dolor en la cara de su marido. Se trataba
de un encuentro desconcertante, que no logró comprender.
Por fin, acabó la recepción. Todos los huéspedes habían felicitado
a los recién casados y recibido un regalo del padre del novio, según su
importancia. Por fin, sonaron las trompetas, indicando que se iniciaba el
festín.
Mientras los invitados saludaban a los novios, se habían puesto
las mesas en el gran salón y ya estaban cubiertas de comida.
La riqueza del ajuar de la finca estaba a la vista en los platos
de oro y plata que usaban los huéspedes más importantes, sentados a la mesa
principal, en una plataforma algo elevada. Jaejoong y Yunho tenían copas
gemelas: altas, esbeltas, hechas de plata y con bases de oro finamente
trabajado.
En el centro había una zona despejada donde cantaban y actuaban
los juglares, Había bailarinas que se movían tentadoramente, acróbatas y un
elenco de artistas itinerantes que representaban una obra. El tremendo bullicio
colmaba aquel inmenso salón, cuya altura era de dos plantas.
–No comes mucho–observó Yunho, tratando de no gritar, aunque
resultaba difícil hacerse oír en medio de tanto estruendo.
–No–él lo miró con una sonrisa. La idea de que aquel desconocido
era su esposo le cruzaba por la mente con insistencia. Sentía deseos de tocarle
la hendidura del mentón.
–Ven–propuso él.
Y lo tomó de la mano para ayudarlo a levantarse. Hubo silbidos y
bromas obscenas a granel, en tanto Yunho conducía a su desposado fuera del gran
salón. Ninguno de ellos volvió la cabeza.
Pasearon por los campos, llenos de flores primaverales que rozaban
la larga falda de Jaejoong. A la derecha se alzaban las tiendas de quienes
participarían en el torneo del día siguiente. En cada tienda flameaba un
estandarte que identificaba a su ocupante. Por doquier, el leopardo de los Jung.
El estandarte mostraba a tres leopardos dispuestos en sentido vertical,
bardados en centelleante hilo de oro sobre un campo verde esmeralda.
– ¿Todos son parientes tuyos?–Preguntó Jaejoong.
Yunho miró por encima de su cabeza.
–Tíos y primos. Cuando Taecyeon dijo que éramos un clan no mentía.
– ¿Eres feliz con ellos?
– ¿Feliz?– Yunho se encogió de hombros. –Son Jung. –Para él, eso
parecía respuesta suficiente.
Se detuvieron en una pequeña loma, desde donde se veían las tiendas elevadas abajo. Él lo
retuvo de la mano, mientras Jaejoong esparcía sus faldas para sentarse. Yunho se
tendió a su lado cuan largo era, con las manos detrás de la nuca.
Jaejoong permaneció sentado, algo más adelante, con las piernas
del mozo extendidas ante sí. Apreció la curva de los músculos por encima de las
rodillas, allí donde se redondeaban hacia el muslo. Supo, sin lugar a dudas,
que cada uno de aquellos muslos era más ancho que su cintura. Inesperadamente
se estremeció.
– ¿Tienes frío?–Preguntó Yunho, inmediatamente alertado. Se
incorporó sobre los codos para observarlo. Jaejoong meneó la cabeza–Espero que
no te haya molestado salir un rato. Pensarás que no tengo educación: primero,
lo de la iglesia; ahora, esto. Pero había demasiado ruido y yo quería estar a
solas contigo.
–Yo también–reconoció él con franqueza, mirándolo a los ojos.
Él levantó una mano para tomar una melena de su cabellera, dejando
que se le enroscara a la muñeca.
–Me llevé una sorpresa al verte. Me habían dicho que eras feo.
Sus ojos chisporroteaban.
– ¿Quién te dijo eso?
–Todo el mundo opinaba que si Kim mantenía oculto a su hijo era
por eso.
–Antes bien, se me mantenía oculto de él.
Jaejoong no dijo más, pero Yunho comprendió. Poco le gustaba aquel
hombre pendenciero, que castigaba a los débiles y se acobardaba ante los
fuertes.
Le sonrió.
–Me complaces mucho. Eres más de lo que cualquier hombre podría
desear.
De pronto, Jaejoong recordó aquel dulce beso en la iglesia. ¿Cómo
sería besarse otra vez, sin prisa? Tenía muy poca experiencia en las costumbres
entre parejas.
Yunho contuvo el aliento al notar que él le miraba la boca. Una
rápida mirada al sol le indicó que aún faltaban muchas horas para tenerlo sólo
para sí. No comenzaría algo, que no pudiera terminar.
–Tenemos que volver a la casa–dijo bruscamente–Nuestra conducta ya
ha de haber provocado maledicencia para varios años.
Lo ayudó a ponerse de pie. Al tenerlo tan cerca le miró la
cabellera, inhalando su especiada fragancia. Sabía que el sol la había
entibiado; su única intención fue aplicar un casto beso a aquellos cabellos,
pero Jaejoong levantó la cara para sonreírle. A los pocos segundos lo tenía
abrazado y lo estaba besando.
El escaso conocimiento que Jaejoong tenía sobre las relaciones
sexuales provenía de sus doncellas, que reían como niñitas al comparar las
proezas amatorias de un hombre y otro. Por eso reaccionó al beso de Yunho no
con la reticencia, sino con todo el entusiasmo que sentía.
Yunho le puso las manos tras la nuca y Jaejoong abrió los labios,
apretándose a él. ¡Qué corpulento era! Los músculos de su pecho se sentían
duros contra su suavidad; sus muslos eran como acero. Le gustaban su contacto,
su olor, y estrechó el abrazo.
De pronto, Yunho se echó atrás, respirando con jadeos breves.
–Pareces saber demasiado de besos–observó, enfadado– ¿Has besado
mucho?
La mente y el cuerpo de Jaejoong estaban tan llenos de sensaciones
nuevas que no reparó en su tono.
–Nunca antes había besado a un hombre. Mis doncellas me dijeron
que era agradable, pero es más que eso.
Yunho lo miró con fijeza; sabía reconocer la sinceridad de aquella
respuesta.
–Ahora volvamos y recemos para que anochezca temprano.
Jaejoong apartó la cara enrojecida y lo siguió. Caminaron con
lentitud hacia el castillo, sin pronunciar palabra. Yunho parecía concentrar su
atención en la tienda que se estaba erigiendo. Si no hubiera sujetado con tanta
firmeza la mano de su esposo, Jaejoong habría pensado que lo tenía olvidado.
Como miraba hacia el lado opuesto, el joven no vio a Kim Tae Woong,
que los estaba esperando. Jaejoong sí. Reconociendo la ira en su mirada, se
preparó para enfrentarse a él.
– ¡Desgraciado!–Siseó el padre–Andas jadeando tras él como una
perra en celo. ¡No quiero que toda el país se ría de mí!–Levantó la mano y la
descargó de revés contra la cara de Jaejoong.
Yunho tardó un momento en reaccionar. Nunca habría imaginado que un
padre podía golpear a su hijo. Cuando reaccionó, lo que hizo fue hundir el puño
en la cara de su suegro, con lo cual lo dejó despatarrado en tierra, totalmente
aturdido.
Jaejoong echó un vistazo a su marido. Tenía los ojos negros y la
mandíbula convertida en granito.
–No os atreváis a tocarlo nunca más–ordenó él en voz baja y
mortífera–Siempre conservo lo que me pertenece... y lo cuido.
Dio otro paso hacia Kim, pero Jaejoong lo sujetó por el brazo.
–No, por favor. No me ha hecho daño, y ya le has hecho pagar esa
pequeña bofetada.
Yunho no se movió. Los ojos de Kim Tae Woong iban de su hijo a su
yerno. Tuvo la prudencia de no pronunciar palabra; en vez de ello se levantó
para alejarse con lentitud.
Jaejoong tiró de la manga de su esposo.
–No dejemos que nos arruine el día. Él nada sabe, salvo usar los
puños.
Su mente era un torbellino. Los pocos hombres que conocía habrían
pensado que todo padre estaba en su derecho si castigaba a un hijo. Tal vez Yunho
sólo lo consideraba propiedad suya, pero su modo de hablar había hecho que Jaejoong
se sintiera protegido, casi amado.
–Deja que te mire–pidió Yunho. Su voz demostraba que le estaba
costando dominar su carácter.
Le deslizó la punta de los dedos por los labios, buscando
magulladuras o cortes. Jaejoong estudió la sombra de su mentón, allí donde
acechaba la barba bajo la piel bien rasurada. Su solo contacto le aflojaba las
rodillas. Levantó la mano y apoyó un dedo en la hendidura del mentón. Yunho interrumpió
su exploración para mirarlo a los ojos. Ambos guardaron silencio durante largos
instantes.
–Tenemos que regresar a la casa–dijo Yunho con tristeza. Lo tomó
del brazo para conducirlo otra vez al castillo.
Habían estado ausentes más tiempo del que pensaban.
La comida había sido retirada y las mesas de caballete,
desmanteladas, estaban amontonadas contra la pared. Los músicos afinaban sus
instrumentos, pues estaba a punto de iniciarse el baile.
–Yunho–llamó alguien–tú lo tendrás el resto de tu vida. No debes
acapararlo hoy también.
Jaejoong se aferró al brazo del mozo, pero pronto se vio atraído a
un círculo de enérgicos bailarines. En tanto lo llevaban y lo traían con pasos
rápidos y vigorosos, trató de no perder de vista a su marido. Un hombre rió
entre dientes, haciéndole levantar la vista.
–Hermanito–dijo Taecyeon–de vez en cuando deberías reservar una
mirada para nosotros, los demás.
Jaejoong le sonrió; tuvo apenas tiempo de hacerlo antes de que un
brazo fuerte lo hiciera girar, levantándolo del suelo. Cuando volvió al lado de
Taecyeon, dijo:
– ¿Cómo ignorar a hombres tan apuestos como mis cuñados?
–Buena réplica, pero, si tus ojos no mienten, es sólo mi hermano
el que enciende la luz de las estrellas en esos hermosos ojos.
Una vez más, alguien se llevó a Jaejoong. En el momento en que
giraba en brazos de otro, vio que Yunho sonreía a una bonita mujer de vestido
verde y púrpura. Vio también que la mujer tocaba el terciopelo de la pechera
masculina.
– ¿Por qué has perdido la sonrisa?–Le preguntó Taecyeon cuando
volvieron a encontrarse. Y giró para observar a su hermano.
– ¿Verdad que es bonita?–Preguntó Jaejoong.
El joven se dominó para no soltar una carcajada.
– ¡Es fea! Parece un ratón. Yunho no la tomaría. “Porque
todo el mundo ya lo ha hecho”, agregó para sus adentras. Y suspiró: –Ah,
vamos a tomar un poco de sidra.
Lo tomó del brazo para conducirlo al otro lado del salón, lejos de
Yunho. Jaejoong permaneció muy quieto a su lado, observando a Yunho, que guiaba
a la mujer de pelo castaño por la pista de baile; cada vez que Yunho tocaba a
la mujer un dolor veloz cruzaba el pecho de Jaejoong. Taecyeon estaba absorbido
por la conversación con otro hombre. Jaejoong dejó su copa y caminó lentamente
hacia fuera.
Detrás de la casa solariega había un pequeño jardín amurallado.
Cada vez que Jaejoong necesitaba estar solo acudía allí. Tenía grabado a fuego
la imagen de Yunho con la mujer entre sus brazos. ¿Por qué lo molestaba tanto?
Apenas hacía unas cuantas horas que lo conocía. ¿Qué importaba que él tocara a alguien
más?
Se sentó en un banco de piedra, oculto al resto del jardín. ¿Era posible que estuviera celoso? En toda su
vida no había experimentado esa emoción, pero sólo sabía que no quería ver a su
marido atento a alguien más.
–Sabía que te encontraría aquí.
Jaejoong miró a su madre y volvió a bajar la vista. Chae Young se
apresuró a sentarse a su lado.
– ¿Ocurre algo malo? ¿Ha sido él poco amable contigo?
– ¿Yunho?–preguntó Jaejoong con lentitud, saboreando el sonido de
ese nombre– Al contrario. Es más que
amable. – A Chae Young no le gustó lo que veía en la cara de su hijo.
Ella también había sido así. Lo tomó por los hombros, aunque el
movimiento afectaba a su brazo no del todo curado.
– ¡Debes escucharme! Hace demasiado tiempo que postergo esta
conversación contigo. Día a día esperaba que algo impidiera este casamiento,
pero no fue así. Te diré algo que tienes que saber: nunca jamás confíes en un
hombre.
Jaejoong quiso defender a su esposo.
– ¡Pero si Yunho es un hombre honorable!–Dijo, terco.
Su madre dejó caer las manos en el regazo.
–Ah, sí, son honorables entre ellos y hasta con sus caballos. Pero
para todo hombre una mujer u esposo representa menos que su caballo. Se
reemplaza con más facilidad y cuesta menos. El hombre incapaz de mentir al más
miserable de sus vasallos no duda en contar las peores fábulas a su esposo. No
tiene nada que perder. ¿Qué es un esposo?
–No–dijo Jaejoong–No puedo creer que todos sean así.
–En ese caso, te espera una vida tan larga y desdichada como la
mía. Si yo hubiera aprendido eso a tu edad, mi vida habría sido diferente. Yo
me creía enamorado de tu padre. Hasta se lo dije. Él se rió de mí. ¿Sabes lo
que significa entregar su corazón a un hombre y ver que él lo recibe con una
carcajada?
–Pero los hombres aman a sus esposos...–comenzó Jaejoong. No podía
creer lo que su madre le estaba diciendo.
–Aman, si, pero sólo a aquellos cuyas camas ocupan... y cuando se
cansan de uno, aman a otro. Sólo hay un momento en que se tiene algún poder
sobre su esposo: cuando aún es nuevo para él, cuando aún opera la magia del
lecho. Entonces él lo “ama” y él puede dominarlo.
Jaejoong se levantó, dándole la espalda.
–No todos los hombres serán como tú dices. Yunho...–Pero no pudo
terminar.
Chae Young, alarmada, se acercó a él y lo miró de frente.
–No me digas que te sientes enamorado de él. Oh, Jaejoong, mi
dulce Jaejoong, ¿has vivido veinte años en esta casa sin aprender nada, sin ver
nada? Tu padre también era así en otros tiempos. Aunque te cueste creerlo, yo
también era hermosa y le agradaba. Es por eso por lo que te digo estas cosas.
¿Crees que me gusta revelarlas a mi único hijo? Te preparé para la Iglesia,
para salvarte de estas cosas. Préstame atención: tienes que afirmarte ante él
desde un principio, de ese modo te escuchará. Nunca le demuestres miedo. Cuando
dejas translucir, el hombre se siente fuerte. Si planteas exigencias desde un
principio, tal vez te escuche... pero pronto será demasiado tarde. Habrá mujeres
y...
– ¡No!–Gritó Jaejoong.
Chae Young lo miró con gran tristeza. No podía ahorrar a su hijo
el dolor que le esperaba.
–Tengo que volver junto a los invitados. ¿Me acompañas?
–No–murmuró Jaejoong–Iré dentro de un momento. Necesito pensar.
Chae Young se encogió de hombros y entró por el portón lateral. No
había otra cosa que pudiera hacer.
Jaejoong permaneció sentado en el banco de piedra, con las
rodillas recogidas bajo el mentón. Mentalmente defendía a su esposo de lo que
su madre había dicho. Una y otra vez pensó en cien maneras de demostrar que Yunho
era muy diferente de su padre, pero casi todas eran producto de su imaginación.
Interrumpió sus pensamientos el ruido del portón al abrirse. Una
mujer delgada entró al jardín. Jaejoong la reconoció de, inmediato, pues vestía
de modo tal que la gente reparaba en ella. El costado izquierdo de su corpiño
era de tafetán verde; el derecho, rojo; los colores se invertían en la falda.
Caminaba con aire seguro. Jaejoong la observó desde su banco, oculto entre las
madreselvas. Su primera impresión, al verla en la recepción, había sido que Lee
Yoon Ji era bella, pero ahora ya no le parecía así. Tenía el mentón débil y la
boca apretada, como para revelar lo menos posible. Sus ojos centelleaban como
el hielo. Jaejoong oyó un pesado paso masculino al otro lado del muro y caminó
hacia el portón más pequeño, el que había usado su madre. Quería dar a la mujer
la oportunidad de recibir a su amante en privado, pero las primeras palabras
hicieron que se detuviera. Ya reconocía esa voz.
– ¿Por qué me has pedido que te esperara aquí?–Preguntó Yunho, muy
tieso.
–Oh, Yunho–dijo Yoon Ji, apoyándole las manos en los brazos–qué
frío eres conmigo. ¿No has podido perdonarme? ¿Tan fuerte es el amor por tu
nuevo esposo?
Yunho la miró con el entrecejo fruncido y sin tocarla, pero no se
apartó.
– ¿Y tú me hablas de amor? Te rogué que te casaras conmigo. Ofrecí
desposarte sin dote. Ofrecí devolver a tu padre lo que debiera entregar. Pero
te negaste.
– ¿Y me guardas rencor por eso?–Acusó ella– ¿Acaso no te mostré
los moretones que me hizo mi padre? ¿No te hablé de las veces que me encerró
sin agua ni comida? ¿Qué podía yo hacer? Me reunía contigo cuando podía. Te di
cuanto podía dar a un hombre. Y mira cómo me pagas. Ya amas a otro. Dime, Yunho,
¿alguna vez me has amado?
– ¿Por qué dices que amo a otro? No he dicho eso–el fastidio de Yunho
no había disminuido–Me casé con él porque era una buena propuesta. Ese hombre
me aportará riquezas, tierras y también un título, como tú misma me hiciste
ver.
–Pero cuando lo viste...–protestó Yoon Ji deprisa.
–Soy un hombre y él es hermoso. Me gustó, por supuesto.
Jaejoong quería abandonar el jardín. Aun al ver a su esposo con la
mujer quiso retirarse, pero su cuerpo parecía convertido en piedra; no podía
moverse. Cada palabra que oía pronunciar a Yunho era como un cuchillo en el
corazón: él había suplicado a aquella mujer que se casara con él; aceptaba a Jaejoong
por sus riquezas, a falta de otro mejor. ¡Qué tonto había sido al ver en sus
caricias una chispa de amor!
– ¿No lo amas?–Insistió Yoon Ji.
– ¿Cómo quieres que lo ame? No he pasado con él sino unas pocas
horas.
–Pero podrías enamorarte de él–le espetó la mujer, seca. Giró la
cabeza a un costado. Cuando volvió a mirarlo había lágrimas en sus ojos:
enormes y encantadoras lágrimas– ¿Puedes asegurar que no lo amarás jamás?
Yunho guardó silencio.
Yoon Ji suspiró profundamente. Luego sonrió entre lágrimas.
–Tenía la esperanza de verte aquí. He hecho que nos envíen un poco
de vino.
–Tengo que volver a la fiesta.
—No te distraeré por mucho tiempo–aseguró ella con dulzura,
mientras lo guiaba a un banco instalado contra el muro de piedra.
Jaejoong la observaba fascinado. Estaba contemplando a una gran actriz. Había visto cómo se clavaba
diestramente la uña en la comisura de un ojo para provocar las lágrimas
necesarias. Sus palabras eran melodramáticas. El joven recién casado la
observó, mientras Yoon Ji se sentaba en el banco con cuidado, para no arrugar
el tafetán de su vestido, y le servía dos copas de vino. Con movimientos lentos
y rebuscados, se quitó del dedo un anillo grande, abrió el compartimento
disimulado y dejó caer un polvo blanco en su propia bebida.
En tanto ella comenzaba a sorber el vino, Yunho le arrancó la copa
de la mano y la arrojó al otro lado del jardín.
— ¿Qué haces? — Acusó.
Yoon Ji se reclinó lánguidamente contra la pared.
—Querría acabar con todo, amor mío. Puedo soportar cualquier cosa
si es por los dos. Puedo soportar que me casen con otro y que tú desposes a
otro, pero necesito tu amor. Sin él nada soy. — Bajó lentamente los párpados;
su expresión de paz era tal que ya parecía ser un ángel del Señor.
—Yoon Ji— exclamó Yunho, tornándola en sus brazos — no puedes
quitarte la vida.
— Mi dulce Yunho, no sabes qué es el amor para las mujeres. Sin él
ya estoy muerta. ¿A qué prolongar el tormento?
— ¿Cómo puedes decir que no tienes amor?
— ¿Me amas, Yunho? ¿Sólo a mí?
— Por supuesto. — Él se inclinó para besarla en la boca, aún con
restos de vino. El sol poniente intensificaba el color aplicado a sus mejillas.
Las pestañas oscuras lanzaban una sombra misteriosa en ellas.
— ¡Júramelo! — Pidió ella con
firmeza — Tienes que jurarme que me amarás sólo a mí, a nadie más.
Parecía poco precio por evitar que se matara.
—Lo juro.
Yoon Ji se levantó con prontitud.
— Tengo que regresar antes de que se note mi ausencia — parecía
completamente recobrada — ¿No me olvidarás? ¿Ni siquiera esta noche? — Susurró
contra sus labios, hurgándole bajo la ropa. Sin esperar respuesta, escapó de
entre sus manos y cruzó el portón.
Un sonido de aplausos hizo que Yunho se volviera. Allí estaba Jaejoong,
con los ojos y el vestido brillando en un reflejo del sol poniente.
— ¡Excelente representación! — Dijo él, bajando las manos — Hacía
años que no veía una igual. Esa mujer tendría que estar en los escenarios.
Dicen que se necesitan buenos cómicos.
Yunho avanzó hacia él con la ira reflejada en el rostro.
— ¡Pequeño mentiroso y falso! ¡No tienes derecho a espiarme!
— ¡Espiarte! — Bramó él — Salí del salón para tomar un poco de
aire, puesto que mi esposo — pronunció
con burla esa palabra — me dejaba solo. Y aquí, en el jardín, he visto cómo mi
esposo se arrastraba a los pies de una mujer llena de afeites, capaz de
manejarlo con el dedo meñique.
Yunho levantó un brazo y le dio una bofetada. Una hora antes
habría jurado que por nada del mundo era capaz de hacerle daño.
Jaejoong rodó por tierra, en un alboroto de cabellera arremolinada
y seda de negra. El sol pareció arrimarle una antorcha.
De inmediato Yunho se sintió arrepentido, asqueado de lo que había
hecho, y se arrodilló para ayudarlo a levantarse.
Jaejoong se apartó, con el odio brillando en sus ojos. Su voz sonó
tan serena, tan seca, que él apenas pudo entender lo que decía.
—Dices que no querías casarte conmigo, que sólo lo has hecho por
las riquezas que yo te aportaba. Yo tampoco quería casarme contigo. Me negué
hasta que mi padre, delante de mi vista, rompió un brazo a mi madre como si
fuera una astilla. No siento amor alguno por ese hombre, pero menos aún por ti.
Él, por lo menos, es sincero. No jura amor eterno ante un sacerdote y cientos
de testigos, para jurar ese mismo amor a otra apenas una hora después. Eres más
despreciable que la serpiente del Edén. Siempre maldeciré el día en que me
unieron a ti. Has hecho un juramento a esa mujer. Ahora yo te haré otro. Ante
Dios juro que lamentarás este día. Puedes obtener la riqueza que ansías, pero
jamás me entregaré a ti de buen grado.
Yunho se apartó de Jaejoong, como si se hubiera convertido en
veneno. Su experiencia a las rameras y a su amistad con unas pocas damas de la
Corte. Todas eran castas y pudorosas, como Yoon Ji. ¿Qué derecho tenía Jaejoong
a plantearle exigencias, a maldecirlo, a hacer juramentos con Dios como
testigo? El dios de toda mujer y hombre era su marido. Cuanto antes se lo
enseñara, mejor sería.
Yunho tomó a Jaejoong por la cabellera y tiró de él hacia sí.
— Te poseeré cuantas veces lo desee y cuando quiera que se me
antoje, y deberás estar agradecido. — Lo soltó y le dio un empujón que volvió a
dar con él por tierra. — Ahora levántate y prepárate para convertirte en mi esposo.
— Te odio — dijo él por lo bajo.
— ¿Qué me importa? Yo tampoco te amo.
Sus miradas se encontraron: castaño acero contra oscuro. Ninguno
de los dos se movió hasta que llegaron las mujeres encargadas de preparar a Jaejoong
para la noche nupcial.
hay por dios como es posible que pasara esto primero la madre metiendo le ideas absurdas de los esposos y llega yunho a reafirmar lo que la madre le dijo y con esa zorra
ResponderEliminarcreo que yunho terminara mas que arrepentido por todo el daño que le esta provocando a jae el si que merece el amor de yunho y no esa que se a acosado con cuanto fulano se le ponga al frente y como dice jae esta actuando para tener a yunho comiendo de su mano y este ni por enterado que desgracia que desgracia pobre jae en lugar de empezar un bonito matrimonio creo que sera un infierno espero y no dure mucho y pronto pueda ser feliz GRACIAS por los capítulos espero leerte pronto bye
ay Yunho que hiciste, mira que ser tan cruel con Jae, quien es muchco mucho mucho mejor que esa resbalosa tipa que solo sabe manipularte y tu ni cuenta te das de sus viles artimañas.
ResponderEliminarPobre Jae tenia a un padre que solo ha sabido maltratarlo y despreciarlo y ahora Yunho confirmando todos sus miedos :( tendran un terrible comienzo pero espero que puedan entenderse despues.
Gracias por actualizar esta historia.
yunho es un idiota por dejarse manipular por esa maldita vibora -.-
ResponderEliminarpobre jae seguro va a sufrir mucho antes q yunho se de cuenta de la estupidez q esta haciendo S: gracias x la actu! espero el sig con ansias ^^
Yunho eres un total y reverendo idiota!!! Pero pronto veras cuanta razón tiene Jae de esa mujercita y para cuando eso pase, solo espero que no hayas hecho que Jae te odie
ResponderEliminarGracias por la actualización de este fic de verdad me encanta
las mejores historias de amor empiezan asi ??
ResponderEliminarpolos opuestos se atraen
me encantaaaaa espero la actu pronto ....
Que desgraciado Yunho, esta ciego y ni siquiera se muestra arrepentido por haber dicho todo eso. Que infeliz, es idea mia?, o Changmin chispea por Jae?.......esa Yeo esta horrible, tan bruja. GRACIAS, ACTU POR FAVOR!!!!!!
ResponderEliminaral comienzo Yunho parecía maravillado por jae lo trataba bien y hasta lo defendió de su padre! y al siguiente momento el lo lastima! estoy completamente indignada..!
ResponderEliminarYunho cuarto capitulo y ya te odio(? y mas a esa Yoon Ji !! me revienta el hígado! si así es Yunho con jaejoong al comienzo que sera mas adelante oh Dios! ....
Esta historia esta realmente buena continuala por favor ..... esperare muy ansiosa la actualización ^^.
Muchas Gracias ;)
Tremendo desgraciado Yunho como te atreviste a golpear a Jaejoong y por defender a esa p...!! Cuando te enteres de todo la verdad y puedas ver con claridad te vas a arrepentir mucho asi como dice Jae.
ResponderEliminarActualiza pronto!! Esta muy interesante la historia
Noooooooo Yunho se comporto como una basura como pudo hacerle eso a Jae, es un doble primero lo defiende de su padre par luego el hacer algo mucho peor, para colmo hacerle ese juramento a su amante, tiene que pagar por todo lo que ha hecho....
ResponderEliminarAhora si la parte buena me encantaron los hermanos de Yunho son un encanto parecen mucho mas caballeros que el.
Me encantó esta historia es muy buena gracias y espero puedas actualizar pronto.
Odio a Yunho...totalmente....ojala q sufra mucho x Jae....q no le de su amor...Jae vale más q cualquier puta barata q Yunho "quiera"??
ResponderEliminarSolo por este fic ¡odio a Yunho!
ResponderEliminar¡gracias por el capitulo!
Dios que desastre,no tengo palabras....gracias
ResponderEliminarYunho es un verdadero pelele con esa viejo, como dice Jae lo maneja con el meñique de su dedo,y Jae se dio cuenta en el momento de verla que solo es una actuación de ella para manejar a Yunho a su antojo, que bueno que no se quedó callado y le dijo a Yunho sus verdades,
ResponderEliminarYunho se porto como un cobarde a golpear y aventar a Jae.
Gracias!!! 💗💕💞