martes, 21 de febrero de 2017

La Voz: Capítulo 5

Capítulo 5.

 

Soy la voz en el viento y la lluvia torrencial.

 

10 DE AGOSTO, 2012.

—Yunho, no puedes seguir así, mi cielo — Beom Soo regañó por enésima vez a su bisnieto—. No puedes pasarte el resto de tu vida encerrado en esta casa.

—Oh, y yo que pensaba que estabas encantado con mi compañía… No todas las personas tienen la suerte de compartir sus días con un hombre joven, guapo y sano como yo —ironizó mirando a su bisabuelo.

Beom Soo frunció el ceño y observó a su único descendiente varón. Ya no era el joven dispuesto a comerse el mundo que había sido antaño, ahora más bien parecía que el mundo se lo había comido a él, para luego escupirlo.

—Claro que estoy encantado de pasar mis días con un hombre tan especial como tú —le respondió ignorando el doloroso sarcasmo que él usaba al hablar de sí mismo. Yunho bufó al escucharlo —. Pero… Cariño, eres joven, tienes que vivir tu vida, mientras que yo soy solo un viejo cansado cuyo único deseo es ver pasar el tiempo. Soy un simple espectador en el teatro de la vida, tú eres el actor principal, y estás perdiendo el tiempo regodeándote en tus heridas.

Yunho levantó la cabeza bruscamente y observó enfadado a su bisabuelo, nadie, absolutamente nadie, se atrevía a mencionar las heridas en su presencia. Bueno, nadie excepto bisa Beom Soo.

—Además, qué crees que pensará tu novio de ti. Siempre encerrado entre estas cuatro paredes, con el ceño fruncido, sin ni siquiera peinarte y afeitarte. ¡Estás hecho un guarro! ¿Crees que a Jaejoong le gusta verte así? No sé ni cómo le sigues gustando…

Yunho elevó la mirada al cielo y gruñó algo sobre novias y bisabuelos pesados.

—¡No pongas esa cara, jovencito! Soy yo el que tiene que estar enfadado, no tú. ¿Cómo pretendes que le pida a Jaejoong que te acepte como novio, si no tienes oficio ni beneficio, y además apestas? Me estás dejando en muy mal lugar.

—Abuelo… —susurró enfadada, la madre de Yunho—. Déjale en paz.

—No te preocupes, mamá, bisa Beom Soo tiene razón, apesto. Voy a ducharme.

Beom Soo miró a su nieta y gruñó. Si seguía tratando a Yunho como a un niño desvalido, defendiéndole y consintiéndole sus caprichos, solo conseguiría que él se perdiera más y más.

Poco después de la medianoche, cansado de dar vueltas en la cama, Yunho salió de su habitación y se dirigió a la de su bisabuelo. En algunas ocasiones él permanecía despierto hasta tarde, cosas de la edad y el insomnio, decía. Esperaba que esa fuera una de esas noches, necesitaba hablar con alguien que no le dijera “sí” a todo, y la única persona lo suficiente valiente para hacer eso era bisa Beom Soo.

Giró con cuidado el pomo, no quería despertarlo en caso de que estuviera dormido, y entreabrió la puerta. Su bisabuelo estaba sentado en su butaca favorita, la que estaba situada junto a la ventana abierta. Miraba a las estrellas y… ¿Hablaba con ellas?

—Tienes que ayudarle, Jaejoong, está muy perdido — Yunho observó a Beom Soo asentir con la cabeza, respondiendo a alguien invisible. Su bisabuelo cada vez parecía más ido, pensó entristecido—. Sabes que es un buen muchacho, solo tiene que encontrarse, pero necesita un empujoncito… — El anciano encogió los hombros y suspiró—. Sí, tus hermanos son un problema, demasiado gruñones para mi gusto, pero no es difícil darles esquinazo. ¿Recuerdas cómo nos escondíamos en el bosque de niños mientras Antares se pasaba horas y horas buscándonos?

Beom Soo comenzó a reír con su voz cascada por los años, y por un segundo, Yunho pudo intuir al niño que había sido, el que jugaba en las montañas y se había inventado un amigo invisible al que contarle sus secretos. Solo que esa fantasía había seguido presente en su vida. Incluso ahora seguía hablando con ese amigo al que nadie podía ver y que era hijo de una diosa…

—Bisa… —lo llamó desde el umbral, él se giró al escucharle y le hizo un gesto para que se acercara y se sentara junto a él, sobre el reposabrazos de la butaca.

—No te preocupes por nada, mi niño, bisa sabe cómo solucionarlo todo —le susurró Beom Soo con la misma voz que usaba cuando él era pequeño para cantarle sus preciosas nanas—. Empezaremos mañana mismo. Te levantarás pronto y me acompañaras a la peluquería, yo me peinaré mis tres pelos y tú te cortarás las greñas, y luego daremos un paseo —le advirtió con voz mafiosa.

Yunho rió divertido por las ocurrencias de su bisa. Beom Soo le miró sorprendido y, satisfecho, hacía más de un año que no escuchaba su risa.

«Bisa Beom Soo es una verdadera alegría» pensó Yunho intentando no ver su reflejo en los espejos.

Tal y como había dicho su bisabuelo habían ido a la peluquería y después habían dado un paseo hasta el centro del barrio. Bisa Beom Soo asistía dos veces a la semana a clases de gimnasia para ancianos y se había empeñado en que lo acompañara. Y luego, sin el menor remordimiento, le había exigido que la esperara en esa sala hasta que regresara de su clase.

Y ahí estaba.

Abandonado ante cuatro paredes forradas del espejos.

Se pasó una mano por la cabeza y maldijo a la peluquera que le había cortado el pelo. Ya no podía ocultan sus rasgos tras éste. Enredó los dedos sobre los mechones que cubrían sus orejas e intentó disimular con ellos las cicatrices de la mejilla, pero no pudo, eran demasiado cortos. Suspiró enfadado y miró a su alrededor, los espejos reflejaron sin compasión su semblante grotesco. Bajó la mirada al suelo y sin atreverse a levantarla, caminó hasta el centro de la sala.

El eco le devolvió el sonido de sus pasos.

Cerró los ojos, inspiró profundamente y giró sobra su pierna izquierda. Esta aguantó sin quejarse. Intentó hacerlo sobre la derecha, la maldita rodilla estuvo al punto de fallarle.

Abrió los ojos y centró la mirada en el cuerpo que reflejaban los espejos.

Se vio alzar lentamente los brazos, sosteniéndolos en una línea larga y estilizada, con los hombros rectos y alineados. Elevó la barbilla y dando un par de pasos laterales, ejecutó un glissade sencillo. Dejó que sus brazos se balancearan a la vez que su espalda se erguía buscando la verticalidad y sin darse tiempo a pensarlo recorrió la sala en un lento adagio que poco a poco se convirtió en allegro.

Sus pies comenzaron a volar veloces, tomó impulso y saltó, su pierna derecha se elevó recta en el aire mientras la izquierda la perseguía en un chassé perfecto. Intentó entonces un jeté, y al ver que lo conseguía sin apenas dolor, lanzó ambas piernas al aire, consiguiendo su horizontalidad sincronizada con la vertía calidad de la parte superior de su cuerpo, en un grand jeté ejecutado con maestría, al menos, hasta que sus pies volvieron a tocar el suelo y su rodilla se cansó de portarse bien.

Cayó desmadejado sobre el pulido parqué, de sus labios escapó un gruñido mezcla de frustración y dolor. Golpeó el suelo con ambos puños a la vez que echaba la cabeza hacia atrás para rugir por su fracaso.

Y entonces, lo vio.

Apretó los labios ahogando el grito que comenzaba a surgir de ellos y lo observó en los espejos. Parecía tres o cuatro años menor que él. Iba vestido de blanco ropa ajustada al cuerpo, iba descalzo y… parecía un ángel.

El cabello negro resplandeciente y su rostro era simplemente perfecto, piel pálida, labios gruesos, de un rojo brillante, y ojos negros que le observaban persistentes, como si conocieran todos sus secretos.

—¿Te divierte mirar a un monstruo? —preguntó levantándose y girando el rostro para que él pudiera ver con claridad las cicatrices de quemaduras que surcaban su perfil izquierdo.

—No veo ningún monstruo ante mí —contestó él caminando hacia Yunho —. Solo a un hombre perdido —musitó alzando su mano y acariciándole la mejilla herida. Yunho apartó la cara sin dejar de mirarlo —. No volverás a bailar como antes. Jamás —afirmó mirándole a los ojos—. Pierdes el tiempo deseando lo que nunca podrá ser.

—No entiendes nada, no tienes ni idea de… — Yunho dio un paso atrás, alejándose de él, enfadado y asustado por la verdad que sus certeras palabras le mostraban.

Lo observó con los ojos entornados. Esa voz… había escuchado antes esa voz. En sueños y despierto. Durante el día y la noche. Había escuchado su risa en los momentos felices y sus susurros de consuelo en las horas más duras.

—¿Quién eres?

—¿No lo sabes? Soy Jaejoong, y tú eres mío.

 

***

 

—¡¿Qué has hecho?! —siseó Yunho a su bisabuelo tomándolo con cuidado por el brazo e instándolo a abandonar el aula.

—¿Qué he hecho de qué? —le preguntó Beom Soo, confuso. No entendía la premura de su bisnieto  por abandonar el centro, aún no había acabado la clase.

—¿No lo sabes? —susurró enfadado—. Acabo de encontrarme con un loco que dice llamarse Jaejoong y que asegura que yo soy ¡Suyo! ¿Qué estás tramando, bisa Beom Soo?

—¿Jaejoong ha venido? ¿Dónde está? — Beom Soo giró sobre sus pies y miró a su alrededor buscando a su mejor amigo. Yunho se apresuró a sujetarlo cuando estuvo a punto de caer por el ímpetu que imprimió a sus movimientos.

—¡Bisa! Ten cuidado, no estás para estos meneos —lo regañó.

—¿Dónde está Jaejoong? Dímelo.

—No tengo ni idea, como te puedes imaginar no me he quedado a escucharlo.

—Has huido… —murmuró Beom Soo acariciando a su bisnieto en el mismo lugar en que Jaejoong le había tocado minutos antes. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Yunho.

—Regresamos a casa, no estoy de humor.

 

***

 

Cuando por fin estuvo seguro de que Beom Soo estaba dormido en su cama, Yunho se encerró en su cuarto con la intención de… no tenía ni idea de cuál era su intención. Se presionó las sienes con los dedos y emitió un quedo gemido. Eran más de las dos de la madrugada, llevaba todo el día dándole vueltas a la cabeza y no le cabía ninguna duda: su bisabuelo había perdido la cabeza. Claro que tampoco se podía esperar otra cosa de un anciano de 104 años. Pero una cosa era escuchar sus cuentos sobre dioses energéticos y niños inmortales, y otra muy distinta era lo que había sucedido esa misma mañana. ¡Por favor! Había convencido a un hombre  para que se hiciera pasar por el tal Jaejoong. O eso, o el muchacho estaba tan loco como Beom Soo, lo cual sería una pena porque además de ser muy joven, era muy guapo. Y decía que él era suyo… ¡Por Dios!

Y la cuestión era que estaba seguro de conocer a esa chico, había oído su voz en más ocasiones de las que podía recordar… había sentido su cálido aliento sobre su piel durante los horribles minutos que estuvo atrapado en el coche tras el accidente que le había convertido en un monstruo. Había sentido sus manos acariciándole la frente cada noche que había pasado en el hospital. Y seguía sintiéndolo y escuchándolo cada día, en los momentos más inesperados.

No era posible.

Todo era producto de su desbocada imaginación.

Toda la vida escuchando a su bisabuelo asegurar que estaba comprometido con un supuesto novio celestial que le cuidaba entre las sombras había acabado por hacer mella en él y volverle chiflado. Pero esa voz…

Recordaba haberla escuchado cada vez que había estado a punto de meterse en algún problema siendo niño… y siendo adulto. Recordaba sus quedos susurros tras los días que siguieron a la tarde que marcó el final de su vida. Esa voz había traspasado el muro de su desesperación obligándole a despertarse cada mañana, retándole a esforzarse durante la durísima rehabilitación. Estaba seguro de que sin esas palabras de ánimo, jamás hubiera encontrado la fuerza para afrontar cada nuevo día.

Pero esa voz era pura fantasía, una voz que su imaginación había inventado por culpa de todas las historias que bisa Beom Soo le había contado. Nada más. No podía ser real. Nadie tenía un Ángel de la Guarda cuidándole. Y él, menos que nadie, pensó frunciendo el ceño.

Un sonido procedente del exterior llamó su atención, cerró los ojos y aguzó el oído hasta que volvió a escucharlo. Sonaba como si alguien golpeara, suaves y persistentemente, los cristales de las puertas de la terraza, y dudaba que fueran sus padres, era demasiado tarde para que estuvieran despiertos. Se levantó y atravesó sigiloso el pasillo hasta llegar al salón.

Y allí se encontró con él.

—Me pregunto qué harás esta vez, llorar desconsolado o huir como alma que lleva el diablo… Sorpréndeme —le dijo Jaejoong. Estaba en la terraza.

Descalzo, con su angelical ropa en blanco ondeando contra sus tobillos desnudos.

—Jamás he llorado ante ti —replicó Yunho. El aire frío de la calle le acarició el rostro cuando salió junto al joven.

—Sí lo has hecho, si no recuerdo mal tenías más o menos seis años, te aferraste con tus manitas a la ropa de Beom Soo y comenzaste a llorar a la vez que gritabas a pleno pulmón que jamás te casarías con un viejo como yo.

—Tú no eres ese hombre… Es imposible que estuvieras hace veinte años en el Retiro.

—¿Estás seguro? — Jaejoong arqueó una de sus perfectas cejas.

Yunho ignoró su pregunta, se apoyó en la barandilla y miró hacia la calle.

¿Cómo demonios se había colado en la terraza? Era imposible que hubiera escalado hasta allí, y tampoco había entrado en la casa por la puerta, lo habría oído. Lo que solo le dejaba una opción: se había vuelto completamente loco y estaba viendo visiones… visiones celestiales a juzgar por el precioso muchacho que se encontraba frente a él.

—Sabes que jamás serás el bailarín que deseas ser —afirmó el joven al ver que él no decía nada—. Ese ya no es tu destino.

—¿Cuál es entonces? ¿Ser tu consorte? —preguntó sarcástico. No podía creerse que estuviera hablando con una fantasía. Más exactamente con la fantasía de su bisabuelo.

Un furioso viento helado impactó de repente contra su cuerpo, haciéndole retroceder.

—No creo que sea tan sencillo como parece —murmuró Jaejoong extendiendo una mano como si quisiera apaciguar al viento, y éste, extrañamente dejó de molestarle— Antares, Yunho es el bisnieto de Beom Soo, compórtate.

—¿Con quién hablas? —inquirió Yunho acercándose de nuevo a la barandilla para a continuación asomarse y mirar a la calle. Esperaba encontrarse con árboles zarandeados por el viento, o al menos con remolinos de hojas caídas. Pero en el exterior solo había quietud. Nada que hiciera suponer que solo unos segundos antes un huracán había barrido su terraza.

—Con Antares, mi hermano mayor —respondió en ese momento Jaejoong. Yunho lo miró sin comprender—. Acaba de encontrarme y está enfadado porque me he escapado. Me temo que debo marcharme.

—¿Antares? — Yunho entornó los ojos, recordando—. Ah, sí. El dios energético del viento o algo similar… según dice mi bisabuelo —comentó irónico.

—No me gusta tu prometido, Jaejoong —declaró en ese momento un hombre de piel pálida y cabellos blancos que se apareció de repente junto al joven —. Madre nos reclama. Debemos irnos. —Antares asió la mano de su hermano, y juntos desaparecieron en un remolino cuya fuerza tiró al suelo al humano.

Yunho miró aturdido a su alrededor. ¿Qué coño había sucedido? ¿De dónde narices había salido ese tipo?

Y lo más importante, ¿Por qué se había ido Jaejoong? Jaejoong era su fantasía, no tenía derecho a irse sin su permiso.

 

13 DE AGOSTO, 2012.

Yunho abrió los ojos al escuchar un crujido. Entornó los parpados intentando ver algo, pero el resplandor azulado de los números del despertador era la única y escasa luz que rompía la oscuridad de su habitación. Se mantuvo en silencio, intentando averiguar qué era lo que le había despertado, y tras comprobar que era solo su desquiciada imaginación, miró la hora y se dio la vuelta en la cama para intentar volver a dormirse. Apenas era la una de la tarde, demasiado pronto para; enfrentarse a todo un día lleno de horas que no sabía cómo ocupar.

—¿No te cansas de compadecerte? —susurró Jaejoong en su oído.

Yunho se sentó sobresaltado en la cama mientras su mano recorría a tientas la pared en busca del interruptor de la luz. Cuando lo encontró lo pulsó con rapidez, y entonces lo vio. Estaba sentado sobre el escritorio con sus preciosos pies desnudos balanceándose en el aire. Había cambiado la etérea túnica por unos pantalones cortos de tela vaquera y una camiseta blanca de tirantes. Su cabello oscuro caía en cascada sobre sus hombros y todo él parecía brillar. Era tan hermoso que dolía mirarlo y saber que era solo una fantasía.

—Debería darte vergüenza… —comentó Jaejoong bajando del escritorio—. El sol está en lo más alto del cielo, y mira dónde estás tú… tirado en la cama, haciendo nada y regodeándote en la pereza.

Yunho abrió la boca para defenderse, pero volvió a cerrarla al instante siguiente. Jaejoong no era real. Los hombres reales no desaparecían en el aire en mitad de la noche, ni aparecían de repente para echarle la bronca.

—¿No tienes nada que decir? —inquirió Jaejoong cruzándose de brazos y mirándole enfadado —. No me extraña, yo en tu lugar estaría tan avergonzado que sería incapaz de hablar.

—No estás aquí. No existes. Solo eres producto de mi imaginación — musitó Yunho bajándose de la cama y dándole la espalda.

Un pellizco en el trasero le hizo brincar sobresaltado.

—¿Pueden las fantasías dar pellizcos? —le preguntó Jaejoong risueño situándose a su lado—. Por cierto, Beom Soo tiene razón, tienes un culo precioso, y muy duro.

—¿Mi bisabuelo te ha dicho que tengo un…? — Yunho se detuvo de repente y lo miró fijamente—. No estás aquí —repitió.

—¿Quieres que vuelva a pellizcarte?

Una divertida sonrisa se dibujó en los labios del joven al escuchar la amenaza. Levantó una mano con el índice extendido y, sin dejar de mirarlo, caminó hacia la ventana.

—No te muevas de ahí —lo advirtió. Subió la persiana apresuradamente sin apartar los ojos de Jaejoong. Necesitaba comprobar que seguía estando allí a la luz del día. Que era real—. Te has cambiado de ropa… —murmuró sin saber bien que decir.

—Las personas normales suelen cambiarse de ropa todos los días… para no apestar, ya sabes —replicó Jaejoong arqueando una ceja.

Yunho bajó la vista y observó la camiseta y los pantalones del pijama, largos para cubrir las cicatrices de la rodilla, con los que iba vestido. Las mismas prendas que se había puesto al regresar del centro de mayores con Beom Soo. No se había molestado en cambiarse ni en ducharse. ¿Para qué? Nadie iba a ir a visitarle y él no pensaba salir de casa después del fiasco de la última vez. Se rascó la cara pensativo y en ese momento recordó que tampoco se había afeitado desde entonces. Lo miró aturdido, Jaejoong estaba precioso y él parecía un pordiosero.

—Espera aquí, no te vayas —le ordenó antes de abandonar a la carrera la habitación.

Entró en el cuarto de baño y se duchó y afeitó tan rápido como fue capaz para luego, envuelto en una toalla de baño que le cubría desde la cintura a las pantorrillas, salir al pasillo donde se encontró con su madre que parecía estar esperándole.

—Cariño, ¿te encuentras bien? ¿Has tenido alguna pesadilla? —le preguntó preocupada.

—No. ¿Por qué? —La miró extrañado por la inquietud que mostraba.

—No sueles levantarte tan pronto —explicó ella alzando la mano para retirarle el pelo mojado de la cara, pero se detuvo antes de tocarle. Hacía tiempo que su hijo montaba en cólera cuando alguien se acercaba demasiado a su rostro. Dio un paso atrás esbozando una compungida sonrisa—. ¿Seguro que estás bien?

—Sí, mamá. Estoy estupendamente — Yunho observó a su madre y sin pararse a pensar en lo que hacía, lo besó con cariño en ambas mejillas.

«¿Cuánto tiempo hace que no le doy un beso?» pensó al percatarse de la cara sorprendida, y extasiada, de la mujer.

—Maravilloso, cariño. No sabes cuánto me alegro de que estés tan… contento —musitó ella elevando de nuevo la mano y, esta vez sí, retirándole el mechón de pelo de la frente—. ¿Quieres que te prepare algo para desayunar? —preguntó deslizando los dedos con sumo cuidado por la sien del joven. Este negó con la cabeza, apartándose antes de que pudiera continuar su recorrido y tocarle las cicatrices de la mejilla—. Como quieras. Ve al salón con bisa Beom Soo mientras acabo de recoger tu cuarto.

—Déjalo, ya lo hago yo.

—Cariño, ¿seguro que estás bien?

—Sí, seguro —repitió estupefacto por su insistencia, hasta que, poco antes de llegar a su habitación fue consciente del tiempo que hacía que no se molestaba siquiera en hacerse la cama. Se giró despacio y comprobó que su madre seguía en mitad del pasillo, sujetando distraída un hato de sábanas mientras le observaba como si hubiera sucedido un milagro. Le sonrió casi con timidez y esbozando una sonrisa entró en la habitación.

Jaejoong ya no estaba allí.

Recorrió con la mirada la estancia, la ventana estaba completamente abierta y las sábanas de la cama habían desaparecido. Salió de nuevo al pasillo y corrió hasta la cocina. Su madre estaba agachada frente a la lavadora.

—¿Has estado en mi cuarto? —le preguntó casi gritando.

Ella asintió nerviosa.

Yunho sacudió la cabeza a la vez que soltaba un improperio, luego observó a su madre, seguía inclinada sobre el cubo de la ropa sucia y le miraba como si temiera que él estuviera a punto de explotar en un ataque de rabia.

—Lo siento… —se disculpó, consciente de que últimamente su carácter no era el más agradable—. Había... ¿Había alguien en mi cuarto cuando has entrado? Un chico… pelinegro, ojos oscuros, muy guapo…

—No… claro que no —respondió confundida—. ¿Por qué iba a estar ese chico en tu habitación? —inquirió suspicaz.

—Por nada. Había esperado que… da igual.

Su madre suspiró preocupada cuando su hijo regresó a su dormitorio. Había esperado que tras acompañar a Beom Soo al centro de mayores comenzara a salir de nuevo, pero había vuelto a encerrarse en su habitación… y ahora preguntaba por chicos inexistentes. Negó con la cabeza a la vez que se encaminaba hacia el salón. Tendría que hablar muy seriamente con Beom Soo, no iba a permitir que volviera loco a su hijo con historias de hombres imaginarios que cuidaban de él cual ángel de la guarda.

 

16 DE AGOSTO, 2012.

—¡Arriba dormilón!

Yunho se sentó de un salto en la cama al escuchar el grito y sentir que alguien tiraba de la sábana que le cubría. El corazón latiéndole acelerado y a punto de escapar por su garganta.

—¿Qué…? —jadeó abriendo los ojos totalmente desorientado mientras su mano recorría la pared en busca del interruptor de la luz.

Al instante siguiente alguien subió las persianas y descorrió las cortinas, y él no tuvo más remedio que cerrar los ojos con fuerza, cegado por el resplandor del sol.

—Es hora de levantarse.

Yunho miró al hermoso hombre que estaba de pie frente a él, luego desvió la mirada al despertador de la mesilla y escondió la cabeza bajo la almohada.

—No son ni las ocho de la mañana. Baja la persiana —gruñó adormilado.

—Serás holgazán… —le reprendió Jaejoong arrebatándole la almohada a la vez que le daba un pellizco en el trasero.

—¡Quieres dejar en paz mi culo! —gritó dirigiéndole una mirada asesina.

Jaejoong se limitó a enarcar una ceja.

Yunho bufó sonoramente, cogió la sábana que estaba en el suelo y cubriéndose con ella la cabeza, volvió a cerrar los ojos.

Una tenue lluvia cayó de repente sobre él, empapándole.

—¡Joder! —Saltó de la cama sacudiéndose la cabeza como un perrito, tropezó con la almohada que estaba en el suelo y acabó cayendo sobre su trasero. Y en ese momento se dio cuenta de que se había dormido solo con los bóxers y que su rodilla mutilada estaba al descubierto. Se apresuró a buscar la almohada y ponerla sobre su pierna derecha.

—¿Ya estás despierto? —le preguntó Jaejoong con fingida dulzura.

—¡No! —La lluvia volvió a caer sobre su cabeza—. ¡Sí, estoy despierto!

—¡Maravilloso! —exclamó Jaejoong esbozando una preciosa sonrisa que dejó totalmente aturdido al joven—. Beom Soo ya está despierto y está intentando subir la persiana, pero no puede. Creo que se ha estropeado… —se detuvo esperando a que él dijera algo, pero Yunho se limitó a mirarlo arrobado. El sol incidía de lleno sobre él, dibujando un halo mágico a su alrededor—. Ya sabes lo cabezota que es, intentará arreglarla él mismo y se acabará haciendo daño… —Él asintió distraído—. Pues ve con él, ¡vamos, no te quedes ahí como un pasmarote!

Yunho sacudió la cabeza, se levantó del suelo y, sin apartar la almohada de su pierna, caminó hasta el armario para coger un pantalón y una camiseta.

—¿Te importa darte la vuelta? Me voy a vestir… —siseó enfadado al ver que el descarado joven no le quitaba la vista de encima.

—Sí me importa —respondió Jaejoong con sinceridad—. Me gusta mirarte. Tienes un cuerpo muy bonito a pesar de estar pálido. Deberías salir más a la calle, te sentaría bien un poco de bronceado…

Yunho se quedó petrificado al escuchar sus palabras. Lo miró como si estuviera loco y, acto seguido negó con la cabeza y comenzó a vestirse. Si quería horrorizarse con sus cicatrices, que así fuera, a él le daba lo mismo.

Jaejoong sonrió divertido al ver su expresión, sonrisa que se tornó en una mueca de preocupación al escuchar un golpe seguido de un gemido en la habitación de Beom Soo.

Yunho salió corriendo de dormitorio, la camiseta y los pantalones olvidados en el suelo.

—¿¡Bisa, estás bien!?

—Sí… —musitó Beom Soo frotándose el brazo derecho—, intenté subir la persiana, pero no pude… y cuando hice fuerza resbalé y me golpeé sin querer contra la lámpara de la mesilla —dijo señalando el suelo y la lámpara rota que había en él.

—Abuelo, ¿qué ha pasado? —preguntó la madre de Yunho entrando en el dormitorio.

—Nada, nenita. Se ha roto la persiana, pero Yunho la va a arreglar.

—¿Yunho? — la madre de Yunho miró a Beom Soo como si se hubiera vuelto loco y a continuación se dirigió a su hijo—. ¡Qué cosas se le ocurren al abuelo! Vuelve a la cama y duerme un poco más, Yunho, bisa no se ha dado cuenta de lo pronto que es —luego volvió a dirigirse a Beom  Soo —. Ya te arreglará la persiana mi esposo cuando vuelva del trabajo.

—No hace falta que papá la arregle, puedo hacerlo yo —gruñó Yunho herido en su orgullo. La madre de Yunho observó a su hijo petrificada—. No sé por qué te sorprendes tanto, ni que me pasara todo el día en la cama…

«Todo el día, no. Pero hasta la una o las dos de la tarde, sí» susurró la voz de Jaejoong en su oído. Yunho giró la cabeza, esperando verlo, pero él no estaba allí. O al menos no estaba en modo visible. Suspiró enfurruñado y acto seguido procedió a arreglar la persiana.

Cuando acabó un par de horas más tarde se dio cuenta de que, no solo no tenía ni pizca de sueño, si no que se encontraba extrañamente feliz de haber hecho algo útil, por lo que, cuando Beom Soo le sugirió que lo ayudara a ordenar su armario, aceptó encantado. Era bueno tener cosas que hacer.

4 comentarios:

  1. lo bueno de todo esto es que Jae a echo que Yunho salga de su depresión y sea feliz
    Gracias

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  2. Si...esta saliendo de su caparazon....si JJ es bueno para él..dentro de poco empezará aceptar a su novio...ya q se pertenecen

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  3. Seguire diciendolo Jae y Beom Soo son anor puro. Me molesta la actitud de Yunho y su mamá puedo entenderlos hasta cierto punto pero tanta autocompasion me enferma lo bueno es que al menos Jae lo esta haciendo cambiar para que no sea un "vago"

    ¡gracias!

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  4. Muy bien por Jae, a Yunho le hace falta ese jalón de orejas para salir de su depresión y autocompasión y eso lo hará Jae y su bisa (me enamore del abuelo). La mamá también debería tomar riendas del asunto y no tratar a Yunho así.

    Gracias!!! ❤️💕💞

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