Capitulo 5
— ¿QUIERES ENTRAR A ver si puedo hablar con mi madre, Ana?
—Si, niño. ¡Cómo no! Yo sí puedo entrar, pero resulta que la señora
está con su jaqueca, le duele la cabeza, y cuando a la señora le duele la
cabeza no quiere hablar con nadie, porque cuando habla con alguien le duele
más.
La mirada de Jung Changmin, un momento antes encendida de cólera, se ha
dulcificado contemplando la oscura y familiar figura de Ana. Nada parece haber cambiado en su ancha
casa natal, y menos que nada aquella pintoresca sirvienta nativa que cuidó su
infancia. Como quince años atrás, su rostro, de color de cobre, es fresco y
terso; viste el alegre traje típico de las mujeres de aquella tierra, anudado
el pañuelo de colorines
sobre la cabeza mulata de rizos apretados, y hay, como entonces, una luz
plácida e ingenua en los grandes ojos infantiles y una sonrisa bobalicona y
dulce en los carnosos labios...
— ¿Desde cuándo está enferma mamá?
— ¡Uy! ¡Quién sabe! El niño como que ya no se recuerda, pero a la
señora siempre le duele algo. Por eso siempre hay que estar en silencio en esta
casa...
— ¡Ay, Ana...! Tu
no cambias... —afirma Changmin, gozoso y sonriente—. ¡Vaya... vaya! Ve a
avisarle a mi madre, pues es absolutamente necesario que yo le hable y que se
empiece a arreglar lo que está mal.
—Lo que usted mande, niño. Voy en seguida... —acata Ana, penetrando en la alcoba de
Jung Soo Hyang.
Han pasado apenas unos segundos cuando Ana reaparece. Apremiando a Changmin, al tiempo
que se aleja pasillo adelante:
—Pase, niño, pase. La señora lo está esperando. Para usted, como que no
le duele nada. Pase... pase...
Tiernamente, Jung Changmin se ha inclinado para besar las manos de su
madre, tan blancas y tan suaves como cuando él era un muchacho. Ahora es un
hombre de espléndido corte: fino, delgado, flexible, ni pequeño ni alto. Tiene
los ojos de Soo Hyang; los cabellos, como los suyos; y el porte arrogante de
aquel Jung In Bum que fue su padre. Tiene, como aquél, la frente altiva, la
mirada profunda y penetrante, y arde en ella, más viva aún que en los días de
su infancia, aquella llama de inteligencia superior, de sensibilidad generosa e
inquieta, que le hace a la vez comprensivo y sencillo, tierno y humano,
apasionado y soñador.
— Mamá, ¿te sientes realmente mal? Me duele haber tenido que
molestarte, pero...
— ¿Cómo se puede usar esa palabra tratándose de ti, hijo?
—Ana me dijo que
tu salud seguía siendo delicada. Mucho me temo que no la hayas atendido como es
debido, pero ahora... ahora si vas a hacerlo, ¿verdad?
—Dejemos mis achaques. Ven aquí, acércate... Quiero volver a mirarte
de cerca, una y otra vez. Mentira me parece tenerte ya a mi lado. No se sacian
de ti mis ojos, hijo mío... Mi Changmin...
Tras contemplarle con orgullo, mira Soo Hyang la pequeña fusta que aun
sostiene en la mano, y las finas espuelas de plata que calza sobre las botas
brillantes...
—Ya veo que vienes de recorrer la finca.
—De un extremo a otro...
—Mucho has tenido que galopar. ¿No te has cansado más de la cuenta,
hijo?
—Sólo me he cansado de ver injusticias, mamá.
— ¿Cómo? ¿Qué dices, Changmin?
—Pues... la verdad. Lo siento, pero yo siempre soy sincero. Creo que
hay muchos males a los que hay que poner remedio en Campo Real. Y, desde luego, quiero advertirte que no
estoy conforme, en absoluto, con la administración de Bautista.
— ¡Pero, hijo! ¿Qué quejas puedes tener de un hombre que vive por
entero entregado a su trabajo?
—Es duro y cruel con los trabajadores, mamá... más que duro, inhumano
con los que aumentan nuestra riqueza con su sudor y con su trabajo... y no
estoy conforme. Hay cosas que no pueden seguir ocurriendo, mamá. No espero sino
tu permiso para tratar de remediarlas. Son cosas con las que estoy seguro que
tú no puedes estar conforme, que no es humanamente posible que tú hayas
autorizado. El dice que sí, pero...
— ¿El? Entonces, ¿le has hablado, has discutido con Bautista?
—Naturalmente, mamá.
—Mal hecho, hijo. Me temo que hayas sido ingrato con él. ¡Y le debemos tanto...¡
—Más debemos a los trabajadores, mamá, a esos cientos de desdichados...
¡No podemos seguir explotándolos en la forma en que Bautista lo hace! Viven peor que si fueran
esclavos.
—Pasan de dos mil, hijo. No puede manejárseles sin un respeto, sin una
disciplina, sin una autoridad... No te fíes de la primera impresión. Bautista sabe cómo tratarlos.
¿Sabes que nuestras tierras, con él, rinden el doble de lo que rendían en
tiempos de tu padre y de Yong Hyun?
¿Sabes que se han adquirido fincas nuevas, uniéndolas todas a Campo Real, y
que casi media isla te pertenece? Mira, ven aquí. Hoy es 15 de mayo de 1899. Yo
nombré administrador a Bautista
al día siguiente de morir tu padre: el 6 de mayo de 1885. En catorce años,
nuestra riqueza se ha duplicado. ¿Qué podemos, en realidad, reprochar a un
administrador semejante?
—Sigo hallando impropio el trato que se da a los trabajadores en nuestra
finca, mamá. Sigo considerando inhumanos los procedimientos de Bautista, aunque
hayan doblado nuestra fortuna...
—Ya veo que eres un soñador... pero no un hombre cualquiera... Un Jung...
con derechos, por ser quien eres, a vivir como rey en esta tierra que los Jung
honran con pisar. Esta tierra salvaje...
— ¡A la que amo con todo mi corazón! —ataja Changmin, con gesto
decidido y orgulloso—. No sólo soy el amo de esta tierra, también soy su hijo.
Siento que le pertenezco y he de luchar porque, sobre ella, los hombres sean
menos desdichados. No quisiera chocar contigo, mamá, pero...
—Está bien. Si no quieres chocar conmigo, no hables en este momento.
Tiempo habrá. Hablaremos más adelante, cuando te hayas hecho un poco al
ambiente. Cuando puedas verlo todo con más claridad, serás hacendado... más
tarde. Sé mi hijo unos días, un par de semanas. No creo que sea pedirte
demasiado, después de una ausencia tan larga. Al fin y al cabo, todo se hará
como tú digas. Eres el amo, y así quiero que lo sientas. Pero, por el momento,
hablemos de cosas más gratas. Me pareció entender que tenías novia, que
estabas enamorado, ¿no?
—Sí, mamá —responde Changmin en tono suave y tierno—. Estoy enamorado
de la criatura más adorable de la tierra, del mejor de los amigos de mi infancia...
sensible, travieso y alegre como un chicuelo, mimoso como una criatura que
desea ser llevada siempre entre los brazos, exuberante como sólo puede serlo un
hijo de esta tierra...
— ¿Un hijo de esta tierra? —Se sorprende Soo Hyang—, Pensé que tu novio
estaba en Francia...
—En Francia estaba, pero ahora está mucho más cerca. Ha nacido, como
yo, aquí. Ha vivido aquí hasta los siete años. Regresó hace seis meses.
— ¿A qué familia pertenece? Espero que no hayas puesto los ojos en
quien no sea digno de ti, por su casta y por su sangre.
—Lo es, madre. Lo es en todo sentido. Y se llama Kim Karam...
— ¡Ah...! —Se sorprende gratamente Soo Hyang —, ¿Es posible? ¿Aquel
niñito...?
—Aquel niñito es hoy el muchacho más hermoso que puedas imaginarte,
mamá. ¿Te parece bien? ¿Te agrada mi elección?
— ¡Caramba... caramba! — Comenta divertido y con agrado Soo Hyang —,
Mira tú por dónde... Confío en que me agrade el muchacho. De la familia, y
otros detalles, no hay nada que objetar. Es decir, algo que en realidad tiene poca
importancia. Y mira tú lo que son las cosas... Tiene poca importancia, gracias
a los buenos servicios de Bautista.
— ¿Qué dices, mamá?
—Los Kim están casi arruinados, pero no importa. Tú eres lo bastante
rico para olvidar ese detalle. Tráeme cuanto antes a tu novio... —Ha vuelto la
cabeza y de pronto, sorprendida, exclama—: ¡Ah... Yanina...! Acércate. Es Yanína,
Changmin, sobrina de Bautista y mí ahijada. Pero debo añadirte algo más: mi
enfermera, mi compañera en esta soledad, mi hija casi...
Jung Changmin ha vuelto la cabeza, también sorprendido, para mirar a la
muchacha que está de pie tras él. Ha llegado silenciosamente, sin un gesto,
sin una palabra... Tiene un rostro moreno al que sirven de marco negrísimos
cabellos lacios, unos grandes ojos oscuros, rasgados, enigmáticos, que acusan
claros rasgos mongólicos... Unas mejillas trigueñas y pálidas, donde abren
los labios rojos y frescos, aunque plegados en un gesto extraño de amargura, de
desencanto, mientras vibra, contenida y tensa, su rara personalidad.
—Conque sobrina de Bautista... ¿Me recuerda?
—No es de tu tiempo. Vino a esta casa cuando ya tú te habías marchado;
pero tiene diez años junto a mí.
Soo Hyang se ha puesto de pie, apoyándose en la muchacha, que bien
puede tener unos veinte años, y sonríe siguiendo la mirada de sus grandes ojos,
fijos, como deslumbrados, en el rostro de Changmin.
—Creo que no habías llegado a ver a mi hijo de cerca, Yanina...
—No, no, señora. Cuando llegó él, no estaba yo en Campo Real, ya usted
lo sabe. Y luego no he tenido ocasión...
—No, efectivamente. ¿Qué te parece?
—El señor es magnífico. Todo un gran señor, como es natura! ...
— ¡Por Dios, mamá! —salta Changmin—. ¡Qué manera de forzar un elogio!
—No es forzado —niega Soo Hyang jovialmente—. Yanina no dice nunca sino
lo que siente, ¿verdad? Desde niña la he ensenado a ser totalmente sincera
conmigo, absolutamente franca.
—Una maravillosa cualidad —acepta Changmin sonriendo y mirando a la
muchacha un poco desconcertado. Sin saber por qué, aquella criatura no le es
simpática... Acaso la asocia demasiado con su tío.
— ¿Qué querías, Yanina? ¿Para qué entraste? —pregunta Soo Hyang.
—Mi tío esperaba que el señor lo llamase después de hablar con la
señora. Mandó decir que estaba, afuera, aguardando...
—Pues dile... —empieza a decir Changmin: pero su madre le interrumpe:
—Perdóname que sea yo quien tome la palabra, Changmin. —Y dirigiéndose
a la muchacha, advierte—: Dile que, por el momento, no vamos a necesitarlo. Más
adelante hablaremos de todo... Ahora tenemos otra cosa más grata en qué
ocuparnos. Pronto tendremos huéspedes, ¿verdad, Changmin? La señora Kim y sus
hijos... Digo sus hijos porque tengo entendido que el mayor todavía no se ha
casado...
—Ni creo que se case, mamá. Repentinamente se despertó en él la vocación
religiosa. Se empeñó en tomar los hábitos. Luego fue trasladado aquí. Está en
el noviciado de las madres del Verbo Encarnado y, naturalmente, no sale, ni es
de suponer que acompañe a Karam y a su madre. Fue, en verdad, algo extraño... —
Changmin queda de pronto pensativo, como rememorando tiempos pasados.
— ¿Extraño? —se interesa Soo Hyang.
—Sí, porque nadie sospechaba en él nada parecido. Es también una
criatura encantadora, llena de vida, de espiritualidad. Te advierto que yo me
llevaba maravillosamente con él... Casi podría decirte que era más amigo de Jaejoong
que de Karam. Él se ocupaba de mí siempre, resolvía mis pequeños apuros de estudiante
y era a mi lado como un hermano bueno.
— ¿Y está contenta con todo eso la
señora Kim?
—Es lo bastante religiosa para no oponerse a una vocación sincera.
—Bueno, hijo, ella sabrá... ¿Quieres venir ahora conmigo a dar una
vuelta por las habitaciones que solemos usar para los huéspedes? Necesito
mandar arreglar de nuevo las dos mejores, lo más rápidamente posible, porque
quiero conocer a tu Karam cuanto antes. Mucho tengo que querer al hombre que va
a ser tu esposo para perdonarle el que me haya robado la mitad de tu corazón...
Porque pienso, me hago la ilusión al menos, de que es tan sólo la mitad lo que
me ha robado.
— ¡Mamá querida... no te ha robado nada! Mi corazón entero te pertenece,
como también le pertenece a él. A los que saben querer, el corazón se les ensancha y deja sitio
para muchos afectos.
Se han alejado juntos, tiernamente apoyada Soo Hyang, en el brazo de Changmin,
mientras inmóvil, tensa, los grandes ojos fijos en ellos, Yanina los contempla
alejarse...
—Me gustaría que ordenases cambiar esas cortinas, mamá, por algo más
alegre, más claro, más tropical... Ahí, y que hicieras abrir esas dos ventanas,
que no sé por qué están condenadas...
—Las mandé clavar, hijo, porque a veces el viento las abre y entra por
ellas mucho sol.
—Toda la luz del sol es poca para alumbrar a mi novio, mamá —afirma Changmin
en una exaltación de entusiasmo y de pasión—. Él adora la luz, el color, el
cielo azul y el clima de esta tierra de eterna primavera.
—Di mejor, de eterno verano.
—Por el calor, sí, desde luego... Pero no ese seco verano en el que la tierra parece que se muere de sed, sino este verano
fecundo, de aguaceros torrenciales, en el que las plantas crecen como
por arte de magia, en el que las flores no viven más que un día, pero abren por
millones cada mañana. Tú no sabes lo que hablábamos Karam y yo de esta tierra,
allá, y con qué ansias anhelábamos regresar...
—Pues ya estás aquí...
—Y aquí es donde quiero verlo a él. Este es el marco que le corresponde
a su belleza... su belleza cálida, exuberante, un poco tempestuosa a veces,
mamá. Bueno, no quiero adornártelo demasiado... Mi Karam tiene su genio y sus
arrebatos... Hasta en eso se parece a esta tierra que, con gustarme tanto, a
veces me da una sensación de terror... Es como un temor sordo de que,
repentinamente, sobrevenga una catástrofe. Ha habido tantas...
—Ya pasaron esos tiempos, y me atrevo a pensar que definitivamente.
—Ocho veces ha sido destruida por los terremotos, ¿no? Más o menos
destruida, ¿verdad, mamá?
—Por fortuna, no vi ninguno. Tengo entendido que si, que desde que se
tiene memoria de la isla, además de muchos pequeños han habido ocho grandes
terremotos. Pero el diabólico volcán que los ha engendrado tiene ya sesenta
años de absoluta calma. No es fácil que vuelva a repetir las viejas hazañas, y
también me atrevo a pensar que los arrebatos de tu linda novia pasarán en la
paz del hogar que vas a proporcionarle, en la dicha de tenerte por esposo. Tú
la quieres, y eso basta para que yo la acepte como hija... Pero vales tanto tú,
mi Changmin, que, para mi corazón de madre, no hay en el mundo mujer capaz de
merecerte.
—No me engrías así, mamá—ríe Changmin —. Vas a convertirme en algo
insoportable.
—La sangre, gota a gota, daría por verte feliz... plenamente feliz...
Amado, respetado, reverenciado por los tuyos...
—Con lo que poseo soy ya plenamente feliz... Sólo tengo un anhelo: que
los demás también lo sean un poco... Repartir algo de esta dicha, para sentirme
con más derecho a disfrutarla... Hacer un poco de obra de justicia, de
bondad.... Y me vas a perdonar que toque un tema que antes, a ti, no te era. Agradable...
— ¿Cómo? —se alarma, sin saber por qué, Soo Hyang.
—Que te pregunte por alguien a quien nunca quisiste mucho. Supongo que
tu amor de madre tenía su influencia nociva en mí, cuando yo era un muchacho…
Soo Hyang ha apretado los labios, ha palidecido, mientras sin mirarla,
sin darse cuenta de su turbación, sigue Changmin hablando con el alma en los
labios:
—Mamá, ¿te acuerdas de aquel muchacho que papá trajo a la casa el día
antes de la desgracia que le costó la vida? ¿Recuerdas su interés por él, su
recomendación postrera de que yo le amparara?
— ¿Quién podría olvidar eso, Changmin? —observa Soo Hyang, seca y
tensa.
— ¿Has sabido algo de él? ¿Qué fue de su vida? Inútilmente te pregunté
en algunas de mis cartas y me temo que nadie pueda darme razón, que nadie haya
vuelto a saber de él después de escaparse...
—Todo mundo aquí sabe de ese hombre —explica Soo Hyang con marcada
dureza en la voz y en el gesto—. Es un aventurero repugnante, un jugador de
ventaja, una especie de pirata. Debería estar en la cárcel, pero anda suelto
jactándose de sus hazañas. Es muy conocido en las tabernas, en los burdeles, en
las casas de juego del puerto, y todavía siguen llamándole... ¡Yunho del
Diablo!
Como si escupiera las palabras, como si trémula de rencor las mordiese,
Soo Hyang habla, mientras Changmin la escucha fruncido el ceño, casi
consternado. Y es de pena, no de condenación ni reproche, la frase que sube a
sus labios:
—PobreYunho! ¡Qué vida tan dura ha debido tener! ¡Cuánto habrá sufrido
y luchado para llegar a eso!
—Si hubiese querido ser un hombre de bien y lo hubiera logrado,
comprendería tus palabras: tendría el mérito de su esfuerzo. ¿Pero qué es lo
que ha hecho? Nacer en el vicio, seguir en el vicio y hundirse en él más y más.
—Es cierto... Más cuando desde niño se vive con el alma envenenada...
— ¿Por qué había de estar él envenenado? ¿Por qué no dices con más
justicia que llevaba el vicio y la maldad en "la masa de la sangre?
—No creo que mi padre tuviera tanto empeño en protegerlo si hubiese
sido así.
— ¿No lo crees? ¡Ay, Changmin! Ya eres un hombre y puedo hablarte
claramente... Tu padre estaba muy lejos de ser un santo.
—Sé perfectamente cómo era mi padre —salta Changmin, impetuoso, como si
le hubiese picado una víbora.
—Yo no quiero menoscabar tu respeto ni tu cariño de hijo —dulcifica Soo Hyang —. Pero las cosas no son como te
imaginas. Si tú pudieras recordar...
—Recuerdo perfectamente, madre, y hay algo que tengo clavado en el
corazón como una espina. La última vez que hablé con mi padre, fue con
insolencia, con rebeldía...
—Me defendiste de su brutalidad, hijo —pretende disculpar Soo Hyang —.
No tenías más que doce años. Nada más doloroso y humillante para mí que la
actitud de In Bum aquella noche; pero nada más hermoso que el recuerdo de tu
actitud, Changmin. Si te duele haberlo hecho, si te pesa como un
remordimiento...
—Nunca, mamá —la interrumpe Changmin con decisión y firmeza—. Hice lo
que tenía que hacer, lo que quisiera yo que un hijo mío hiciera, aun contra mí
mismo, si, en un momento de cólera y locura, llegara a olvidar el respeto que
le debo a su madre... Y él lo comprendió así, y su gesto, su actitud de aquella
noche, todo me lo demostró... Sintió la vergüenza de aquel momento de
violencia, huyó ocultándose a mis ojos, tomó como un loco aquel caballo, y en
su desesperación, en su angustia, sobrevino el trágico accidente que le costó
la vida. Y cuando volví a verlo, cuando me habló por última vez, su mano se
extendió para acariciarme y hubo un elogio en sus palabras cuando me dijo:
"Sé que sabrás defender a tu madre y velar por ella". ¿No recuerdas?
—Sí... Sí... —susurra Soo Hyang, con un hilo de voz ahogada.
—Pero también hubo un mandato que era como una súplica —persiste con
tesón Changmin —. Me dijo que amparase a Yunho, que le diera mi apoyo de
hermano... Era un huérfano, lo sé. El hijo de un amigo que murió en la miseria.
Mi padre, moribundo, me traspasó la súplica de otro moribundo, su voluntad que
no pudo cumplir.
—Olvida las palabras de tu padre, Changmin. Estaba casi inconsciente
cuando las pronunció. No tenía sino la obsesión, la idea fija por la discusión
que habíamos tenido horas antes a causa del maldito muchacho...
— ¿A causa de Yunho fue la discusión de ustedes? —se sorprende
vivamente Changmin.
—Naturalmente... Todo mi afán era defenderte de la carroña que tu
padre se empeñaba en traer a la casa, y me lo agradeces poniéndote de parte
suya... —se lamenta Soo Hyang, con despecho—. Yo he sufrido infinitamente más
de lo que imaginas. ¿Cómo piensas que he vivido durante catorce años de soledad,
enferma, aislada, en un país hostil, en un clima que me hace daño? Pues he
vivido pensando en ti, luchando por ti, defendiendo todo lo tuyo: tu fortuna,
tu porvenir, tu casa, tu nombre inmaculado...
—Lo sé perfectamente —acata Changmin, como en una disculpa.
—Pues si lo sabes, no deberías mortificarme por un...
—Está bien, mamá —la interrumpe Changmin, con el deseo de cortar la
desagradable escena—. Olvidemos todo esto... Mañana mismo saldré. Haré que Karam
y la señora kim se preparen para venir cuanto antes. Sé que Karam te va a gustar
mucho, y entre los dos vamos a tratar de compensarte todas las penas que has
sufrido... Ya verás...
que dirá Min cuando se entere de quien es Yunho real mente y no lo a apoyado ni cuidado de seguro se sentirá mal por dejarlo abandonado y a su suerte
ResponderEliminarGracias
Cuando se entere Min que Yunho es su hermano lo va a proteger de todos, y creo que será cuando encuentre la carta.
ResponderEliminarGracias!!!