CAPÍTULO 5
Yunho
observó cómo se alejaba el taxi, sorprendido de que él lo hubiese cogido. Jaejoong
estaba demostrando ser el más impredecible de todos cuantos se encontraban bajo
su mando. Por supuesto, Jaejoong no
estaría de acuerdo con aquella descripción, pensó, divertido como solo podía estarlo un inmortal poderoso y letal.
La puerta
se abrió tras él.
— ¿Sire?
—Si eso es
lo que mi sire desea... —Una pausa—. Podría hacer que suplicara. No volvería a
desobedecer tus órdenes.
—No quiero
que suplique. — Yunho se quedó asombrado al darse cuenta de que aquello era
cierto—. Será mucho más eficiente con su espíritu intacto.
— ¿Y
después? —La voz de Han Sun estaba cargada de expectación sensual—. ¿Puedo
tenerlo después de la caza? Ese hombre... me atrae.
—No.
Después de la caza, será mío. —Cualquier súplica que Jaejoong pudiera hacer
sería solo para sus oídos.
* * *
Yunho iba a
matarlo.
Jaejoong se
incorporó de pronto en su hermosa cama, que era una obra de arte. El cabecero
era un diseño único fabricado en el más delicado de los metales labrados; las
sábanas y el edredón, ambos de color blanco, estaban bordados con flores
diminutas. A la derecha de la cama había unas puertas correderas que daban a un
pequeño balcón privado que él había convertido en un jardín en miniatura. Y más
allá se veía la Torre del Arcángel.
Dentro, las
paredes estaban empapeladas con un diseño en tono crema con matices azules y
plateados que hacían juego con el azul oscuro de la alfombra. Las cortinas de
las puertas correderas eran de gasa blanca, aunque había unas caídas de brocado
más gruesas que casi siempre mantenía sujetas a los lados. Unos enormes
girasoles en flor sobresalían del gran jarrón de porcelana que se encontraba en
el rincón opuesto de la habitación, llevando el brillo del sol al interior de
la estancia.
Aquel
jarrón se lo había regalado un ángel chino agradecido cuando él consiguió
atrapar a una de sus incorregibles pupilas. La joven vampira (que apenas
acababa de completar su Contrato), había decidido que ya no necesitaba la
protección angelical. Jaejoong la había encontrado acurrucada y muerta de miedo
en un sex shop con una clientela de lo más extraña. Aquella caza lo había
llevado a las entrañas de los bajos fondos de Shanghái, pero el jarrón era una
pieza de luz que no había sufrido el paso del tiempo. Toda la habitación era
una guarida, y Jaejoong había tardado meses en dejarla a su gusto.
No
obstante, en aquel preciso momento podría haber estado sentado en cualquier
tugurio al sur de Pekín. Tenía los ojos abiertos, pero lo único que veía era la
imagen congelada de aquel vampiro, al que ni una puta persona se había atrevido
a ayudar. Sabía que él no acabaría así, no si Yunho deseaba que nadie se
enterara del asunto que se traían entre manos, pero al final acabaría muerto.
Yunho le
había hablado del glamour.
Hasta donde
Jaejoong sabía, ningún cazador, ningún humano, conocía aquella pequeña parte
del poder de los arcángeles. Era algo así como ver la cara de tu secuestrador:
da igual lo que el tipo diga después, porque sabes que estás acabado.
—De
ninguna... puta... manera. —Cerró las manos sobre el hermoso edredón de algodón
egipcio y entrecerró los párpados mientras consideraba sus opciones.
Opción número uno: Intentar
dejar el trabajo.
Posible resultado: Muerte
tras una dolorosa tortura.
Opción número dos: Hacer el
trabajo y rezar.
Posible resultado: Muerte,
aunque probablemente sin tortura (algo bueno).
Opción número tres: Conseguir
que Yunho jurara no matarlo.
Posible resultado: Los
juramentos eran un asunto muy serio para los ángeles, así que seguiría con
vida. Sin embargo, podría torturarlo hasta que perdiera la cordura.
—Así que ya
puedes encontrar un juramento mejor —murmuró para sí—. Nada de muerte ni de
torturas, y desde luego nada de Convertirme en vampiro. —Se mordió el labio
inferior, preguntándose si aquel juramento podría extenderse a su familia y
amigos.
Familia...
Sí, claro. Su familia lo odiaba a muerte. Pero Jaejoong no quería que los
abrieran en canal mientras lo obligaban a mirar.
Sangre que
cae sobre las baldosas.
Plaf.
Plaf.
Plaf.
Una súplica
sin resuello, gorgoteante.
Alzar la
vista para descubrir que Boo Ki sigue con vida.
El monstruo
sonriendo.
—Ven aquí,
pequeño cazador. Pruébala.
Plaf.
Plaf.
Un sonido
líquido y desgarrador, intenso, obsceno, salido de una pesadilla.
* * *
Jaejoong apartó
el edredón y sacó las piernas por uno de los costados de la cama con una
expresión gélida. Aquel recuerdo en particular tenía la capacidad de destruir
cualquier tipo de calidez que albergara su alma. Allí sentado, con la cabeza
apoyada en las manos, contempló la alfombra azul oscuro mientras intentaba
despejar su mente. Era lo único que podía hacer cuando los recuerdos
encontraban un agujero en sus defensas y conseguían subir a la superficie, con
unas garras tan afiladas y venenosas como las de...
Algo
aterrizó en el balcón.
El arma que
tenía oculta bajo la almohada estaba en su mano y apuntaba hacia las puertas
correderas antes incluso de que Jaejoong se diera cuenta de que se había
movido. Tenía el pulso firme, y la sangre llena de adrenalina. Inspeccionó el
balcón a través de las cortinas de gasa. No vio a nadie, pero solo un cazador
muy estúpido bajaría la guardia con tanta facilidad. Y Jaejoong no era estúpido.
Se puso en pie, ajeno al hecho de que lo único que llevaba puesto eran una camiseta
blanca de tirantes y unos bóxers de color verde menta, con una abertura a los
lados, que parecían unos pantaloncitos cortos.
Sin apartar
la vista de la zona exterior, utilizó la mano libre para echar a un lado las
cortinas de gasa, primero una y después la otra. El balcón quedó a la vista.
Allí no había ningún maldito vampiro. Aquellos cabrones no podían volar, pero
una vez había visto a tres de ellos escalar un edificio como si fueran un grupo
de arañas de cuatro patas. Aquellos tipos lo habían hecho en plan de broma,
pero si ellos podían hacerlo, los demás también.
Inspeccionó
el lugar por segunda vez.
Ningún
vampiro. Ningún ángel.
Empezaba a
dolerle un poco el brazo de sostener el arma en aquella posición, pero no se
permitió ni un respiro. En lugar de eso, empezó a examinar los bordes de la
terraza (allí tenía un montón de plantas, entre las que se incluían enredaderas
que colgaban por debajo del «tejado» curvo que él había
añadido), para asegurarse bien de que nada impedía la vista de la barandilla
del balcón. Si hubiera habido alguien colgado allí fuera, habría podido verle
las puntas de los dedos.
Lo más
importante era que cualquier intruso habría dejado un rastro en el gel con el
que rociaba la terraza todas las semanas. El producto había sido creado
especialmente para los cazadores y costaba un riñón, un brazo y un ojo de la
cara, pero era de lo más efectivo a la hora de detectar intrusos. Cuando estaba
inactivo, se mezclaba con cualquier tipo de superficie; sin embargo, cuando
entraba en contacto con un vampiro, un humano o un ángel, adquiría un vívido e
inconfundible tono rojo.
El gel
estaba intacto, y sus sentidos no percibían a ningún vampiro.
Tras
relajarse un poco, echó una mirada hacia abajo. Enarcó las cejas. Había un tubo
de plástico con un mensaje cerca de sus exuberantes begonias rojas. Frunció el
ceño. Los tallos de las begonias se rompían con facilidad. Si quienquiera que
hubiese dejado aquello había magullado por accidente las plantas que él había
cuidado con tanto esmero para que florecieran a pesar del fresco de finales de
verano, lo pagaría muy caro. Al final, convencido de que la zona era segura,
bajó el arma y abrió la puerta.
La brisa le
llevó el palpitante pulso vital de la ciudad, pero nada más.
Incluso
entonces, tuvo mucho, mucho cuidado cuando inclinó el cuerpo hacia fuera e hizo
rodar el tubo hacia él utilizando el pie. Casi había conseguido meterlo en la
habitación cuando vio la pluma que caía con suavidad sobre un helecho rizado.
Dio una patada al tubo para meterlo, levantó la pistola y la apuntó hacia el
tejado del balcón; el tipo que lo había construido le había dicho que era una
locura bloquear aunque fuera una mínima parte de las vistas, pero estaba claro
que jamás se le había ocurrido que el peligro pudiera llegar de arriba.
Era
evidente que había perdido parte de la visibilidad, pero nadie podría tenderle
una emboscada desde arriba sin que él se enterara... aunque estaba claro que
había confiado demasiado en aquel pequeño escudo, ya que no había visto a su
indeseado invitado. No volvería a ocurrir.
— ¡Esta
munición atraviesa la piedra, así que imagínate lo que haría con esa imitación
sobre la que estás sentado! —gritó—. ¡Baja de ahí de una vez antes de que la
rompas!
Al instante
se oyó la sacudida de unas alas. Un segundo después, un rostro angelical
ruborizado se asomó cabeza abajo. Jaejoong abrió los ojos de par en par. No
sabía que los ángeles pudieran hacer eso.
— ¿Eres el
chico de los recados? Ponte derecho... me estás dando vértigo.
El ángel
asintió y lo obedeció. Se parecía a uno de aquellos míticos querubines que a
los artistas del Renacimiento les gustaba pintar, con un rostro redondo y
dulce.
— ¡Lo
siento! Nunca antes había conocido a un cazador. Sentía curiosidad. —Sus ojos
se abrieron como platos cuando bajó la mirada. Sus alas ya habían empezado a
batirse con rapidez cuando cambió de posición, pero en aquellos momentos se
movían a un ritmo frenético.
—Levanta la
vista o te haré un agujero en el ala.
La criatura
alzó la cabeza de repente, con las mejillas sonrojadas. Se inclinó un poco
hacia la izquierda antes de enderezarse por completo.
— ¡Lo
siento! ¡Lo siento! Acabo de salir del Refugio. Yo... —Tragó saliva—. ¡Se
suponía que no debía contarte eso! Por favor, no se lo digas a Yunho.
Puesto que
el ángel parecía a punto de echarse a llorar, Jaejoong asintió con la cabeza.
—Tranquilízate,
chico. Y la próxima vez que entregues un mensaje, entra por la puerta principal.
El tipo se
removió con incomodidad.
— Yunho me
dijo que lo hiciera así.
Jaejoong suspiró
y le hizo un gesto con la mano.
—Lárgate.
Yo me encargaré de Yunho.
El joven
ángel pareció aterrorizado.
—No, no
pasa nada. Por favor, no lo hagas. Él podría... hacerte daño. —Las dos últimas
palabras fueron pronunciadas en un susurro.
—No, no lo
hará. —Conseguiría que el arcángel le hiciera un juramento. Aunque no tenía ni
la menor idea de cómo...—. Ahora, vete... Han Sun se pondrá celoso.
El joven se
quedó pálido y se marchó con tanta rapidez que Jaejoong apenas pudo verlo.
Bueno, las cosas se ponían interesantes. Hasta donde él sabía, eran los ángeles
quienes controlaban a los vampiros. Pero ¿y si el poder no siempre seguía
aquella jerarquía? Era algo que tendría que considerar.
Más tarde.
Después de
conseguir que Yunho prometiera no matarlo ni torturarlo.
Cerró las
puertas tras examinar y regar sus preciosas begonias (la amarilla estaba
floreciendo como en pleno verano a pesar de que ya había pasado un mes desde
aquella fecha, y eso lo hizo sonreír), y luego corrió las cortinas y volvió a
colocar el arma bajo la almohada. Solo entonces cogió el tubo del mensaje y le
quitó la tapa.
El teléfono
empezó a sonar.
Pensó en
ignorarlo. Se moría de curiosidad. Sin embargo, cuando echó un vistazo a la
pantalla del identificador de llamadas, descubrió que era Junsu.
—Hola, ¿qué
pasa, señor director?
—Yo iba a
hacerte la misma pregunta. Ayer recibí un informe de lo más extraño.
Jaejoong se
mordió los labios.
— ¿De
quién?
—De Changmin.
—No me
digas más... —murmuró. Aquel cazador tenía un pasatiempo de lo más peculiar,
teniendo en cuenta su fascinación por las pistolas y las armas en general. El
hecho de que viviera en una de las principales ciudades, llena de contaminación
lumínica, no parecía importarle—. Estaba observando las estrellas, ¿verdad?
Junsu dejó escapar un suspiro.
—Con su
magnífico telescopio de super-mega-extra potencia... Y me dijo que tú
estabas... bueno... ¿volando? —Pronunció la última palabra con un tono de
absoluta incredulidad.
—Tengo que
darle las gracias a Changmin por considerarme una estrella.
—No puedo
creerlo... —susurró Junsu—. Ay, Dios... ¿Estabas ahí arriba? ¿Volando?
—Sí.
— ¿Con un
ángel?
—Con un
arcángel.
Silencio
sepulcral durante varios segundos. Luego:
—Joder...
—Ajá... —
Jaejoong empezó a quitarle la tapa al tubo de nuevo.
— ¿Qué
estás haciendo? Te oigo respirar.
Jaejoong esbozó
una sonrisa.
—Eres un
amigo de lo más cotilla.
—Eso aparece
en el libro de normas sobre los mejores amigos. Desembucha mientras intento
superar el shock.
—Un ángel
me ha traído un mensaje hace unos minutos.
— ¿De qué
se trata?
—Eso
intento averi... —Su voz se apagó cuando consiguió quitar la tapa. Con dedos
temblorosos, contempló el contenido del tubo, un tubo que había sido protegido
con varias capas de un material acolchado. Le dio la sensación de que el joven
ángel debería haber dejado caer aquello con mucho más cuidado—. Vaya...
— ¿Jae? No
me hagas esto.
Con el
corazón en la garganta, extrajo la figura de talla exquisita con muchísimo
cuidado.
—Me ha
enviado una rosa.
Un
resoplido desilusionado llegó desde el otro lado de la línea telefónica.
—Sé que no
quedas mucho con los tíos, cielo, pero puedes conseguir cinco cajas llenas de
rosas en la tienda de la esquina.
—Está hecha
de cristal. —Mientras hablaba, la rosa reflejó la luz de una manera tan
increíble que lo dejó boquiabierto—. Madre mía...
— ¿Cómo que
«Madre
mía»? Madre mía... ¿qué?
Atónito, Jaejoong
abrió un cajón que tenía al lado para sacar una daga de alta resistencia, capaz
de cortarlo todo, que no utilizaba mucho debido a su excesivo peso. Con mucho
cuidado, intentó realizar un pequeño arañazo en el tallo de cristal. No tuvo
ningún éxito. Sin embargo, cuando lo intentó a la inversa, la rosa dejó un
arañazo en la superficie «a prueba de ralladuras» de la daga.
—Joder...
—Jae, te
juro que te haré picadillo si no me dices lo que está pasando. ¿Qué es? ¿Una
rosa mutante chupasangre?
Tras
contener una carcajada, Jaejoong contempló el increíble y precioso objeto que
tenía en la mano.
—No es de
cristal.
— ¿Es de
circonita? —Preguntó Sara con sequedad—. No,
espera: seguro que es de plástico.
—Es de
diamante.
Silencio
absoluto.
Una tos.
— ¿Puedes
repetir lo que has dicho, por favor?
Jaejoong sostuvo
la rosa en alto para que le diera la luz.
—Está hecha
de diamante. De una pieza. Impecable.
—Eso es
imposible. ¿Sabes lo grande que tendría que ser el diamante para tallar una
rosa? ¿O acaso es una rosa microscópica?
—Tiene el
tamaño de mi palma.
—Lo que he
dicho: imposible. Los diamantes no se esculpen. En realidad, es imposible.
—Pero Junsu parecía un poco ahogado —. ¿Ese hombre te ha mandado una rosa de
diamante?
—No es un
hombre —dijo Jaejoong, que intentaba evitar que su parte delicada reaccionara con
absoluto deleite ante aquel maravilloso obsequio—. Es un arcángel. Un arcángel
muy peligroso.
—O bien
está encaprichado contigo o bien les da propinas muy buenas a sus empleados.
Jaejoong se
echó a reír de nuevo.
—No, solo
quiere colarse en mis bóxers. —Esperó a que Junsu dejara de toser al otro lado
antes de continuar—. Anoche le dije que no. Me parece que a los arcángeles no
les gusta que les digan que no.
— Jae,
cariño, dime que me estás tomando el pelo, por favor. —El tono de Junsu era de
súplica—. Si el arcángel te desea, te tendrá. Y... —Se quedó callado.
—No pasa
nada, Junsu —dijo Jaejoong con voz suave—. Dilo: y si me tiene, me destrozará.
—Los arcángeles no eran humanos; ni siquiera se parecían a los humanos. Cuando
saciaban sus necesidades, perdían el interés por sus juguetes—. Razón por la
cual no me tendrá nunca.
— ¿Y cómo
piensas asegurarte de que no se encargue de ti más tarde?
—Voy a
conseguir que me haga un juramento.
Junsu emitió
un ruidito dubitativo.
—Vale,
dejemos las cosas claras. Los ángeles se toman los juramentos muy en serio. Con
una seriedad mortal, de hecho. Pero tienes que expresarlo con mucha exactitud.
Y es un toma y saca. Él querrá su libra de carne... y en tu caso, lo más
probable es que sea literal.
Jaejoong se
estremeció. La idea ya no le parecía tan desagradable. Y no era por el
diamante. Se debía a la sensualidad que había experimentado la noche anterior.
Había sido un coqueteo sexual siniestro y con tintes de crueldad, pero también
el más intenso que había vivido nunca. ¿Qué ocurriría si él se introducía en su
interior, caliente y duro... una y otra vez?
De pronto
se le sonrojaron las mejillas, apretó los muslos y sintió los latidos del
corazón en la garganta.
—Le
devolveré la rosa. —Era una creación extraordinaria y maravillosa, pero no
podía quedársela.
Junsu malinterpretó
su comentario.
—Eso no
bastará. Tendrás que tener algo con lo que regatear.
—Déjame eso
a mí. — Jaejoong intentó parecer seguro de sí mismo, pero lo cierto era que no
tenía ni la menor idea de cómo iba a regatear con un arcángel.
«Él querrá
su libra de carne.»
Su mente
empezó a funcionar sin previo aviso y las palabras de Junsu se mezclaron con el
recuerdo del cuerpo profanado de Boo Ki. Se le quedó el alma helada. ¿Y si el
precio de Yunho era algo peor que la muerte?
no te asustes Jae lo único que Yunho quiere es tu amor para el solito y nada mas bueno eso espero y se quede con Jae para siempre
ResponderEliminarGracias
*0* OMG....quiero saber q pasará...este capítulo....sin palabras...conti x fas...no dejes q pase otro año pa actualizar x faaaaavor.....
ResponderEliminarOmg muchas gracias ❤❤❤❤❤❤
ResponderEliminaromg, omg, omg!!! esto se esta poniendo cada vez mejor, kyaaaaa, aunque la verdad me preocupa un poco lo que realmente presente yunho con nuestro jae, no quiero que o utilice y después lo tire ala basura por que ya se canso de el , espero que puedad actualizar pronto
ResponderEliminar