jueves, 23 de marzo de 2017

El Conquistador: Capítulo 6


Capítulo 6

Yunho lo observó mientras él cabalgaba sobre una mula a su lado, tan altivo y orgulloso como cualquier rey montado un pura sangre. Y tan  bonito. Su perfil le cortó la respiración, y  una vez  más Yunho agradeció su suerte.

Pues era raro,  muy raro, que  un hombre  quisiera al hombre que estaba destinado a ser su esposo. La noche anterior, después de haber acompañado a Karam a la tienda, él había estado despierto e insomne. Incluso habiendo aliviado su lujuria con la campesina, se sentía caliente y excitado  nuevamente. Nunca debería haberlo tocado como había hecho, pero no había  podido refrenarse  más de lo que podía frenar una tormenta de verano. ¡Qué suerte!

Era de mañana temprano, y el pálido sol todavía no eliminaba el  frío de la noche. El terreno era montañoso y rocoso, bueno para la cría de  ovejas, lo que no era una  novedad para Yunho.

No pudo evitar volver a mirar a Karam, de la misma manera que no podía evitar los movimientos del  sol. Karam no  lo miró, ni  una vez en la última hora. Eso lo enojaba. Yunho sabía  que él no era indiferente a él.  Pero Karam fingía eso. Él era un hombre de armas, no un poeta, ni  un sacerdote, la conversación cortés no venía fácilmente a sus labios. Pero Yunho estaba resuelto a intentarlo.

—'Todavía hace fresco. ¿Estás suficientemente abrigado?—  Karam cautelosamente le lanzó una mirada.

—Sí. —  vaciló. —Gracias. — Inmediatamente  Yunho fue consciente, que él se negaba a tratarlo correctamente. Ningún hombre se atrevería a mostrarle semejante falta de respeto  omitiendo llamarlo.

—Mi lord. — Pero él se atrevía. La noche anterior, debido a las circunstancias, Yunho lo había dejado pasar. Hoy era algo increíble e insostenible. Hoy no podía permitirle eso. Sus ojos lo marcaron con fuerza. —Dilo, Karam. — él lo miró.

— ¿Decir qué?

—No te hagas el idiota confundido conmigo, — él ordenó. —Dilo: mi lord. — él se puso rígido.

—Tú no eres mi lord. —  Yunho  no podía creer lo que oía. Sus manos, en sus riendas, se pusieron  muy  blancas. ¿Él lo estaba  desafiando? ¿Abiertamente? ¿Él, su prometido? Yunho no sabía cuál de todos esos hechos lo hacía peor!

Él giró su mirada furiosa hacia él, a punto de parar la columna que avanzaba. Yunho  vio sus  ojos, grandes y  oscuros,  vio el miedo allí.  Se le cruzó por la mente  avanzar suavemente, él quien  sólo sabía como esgrimir una  espada. Y entonces una lluvia  de flechas descendieron  de los árboles.

—Emboscada!— Yunho rugió, girando su enorme caballo  para  colocarse entre Jaejoong y la lluvia de flechas. Una piedra golpeó contra su yelmo. De reojo que vio al perpetrador, y  él estaba revoleando su hacha, parado sobre los estribos. El sajón en el árbol encontró su mirada, vio su intención fatal, y abrió su boca para gritar. El arma de Yunho lo alcanzó en el tórax, partiéndolo y volteándolo del árbol. Yunho vio otro arquero, con la flecha  preparada y el arco en  tensión. Al mismo tiempo se dio cuenta que el muchacho estaba  justo detrás él, con su mula asustada apretada contra su rodilla derecha.

—No  te alejes de mí, — él rugió sin quitar  su mirada de los sajones. Él lanzó su hacha cuando el  sajón lanzaba la saeta. La flecha erró su objetivo, pero Yunho no lo hizo.

Yunho había sido un soldado toda su vida;  había vivido mil batallas. Con una mirada rápida vio el combate a su alrededor, percibió que sus  hombres estaban en control, supo que habían  cinco sajones muertos o  agonizantes, supo que casi equipaban al número de hombre que estaban huyendo, y  algunos otros  todavía en el  proceso de ser derrotados. Él  agarró  la rienda de la mula. El  instinto lo hizo  girar  para ver un enorme sajón con su espada de hoja larga  cargando a pie en dirección  a él. Con un grito de guerra, Yunho levantó su propia espada, como estaba más alto que el hombre y era  más rápido, Yunho le asestó un golpe que lo decapitó.

La batalla había terminado. El claro  del bosque  estaba completamente quieto, excepto por los jadeos de los caballos y sus propios hombres. Yunho inmediatamente notó que siete sajones yacían  muertos y que todos sus hombres permanecían sobre sus caballos. Él todavía estaba  sujetando la rienda de la mula, y  escudriñando el  área una vez más, giró  hacia el hombre a su lado.

—Se  terminó, — él dijo secamente. —Estás  bien?

 Sus  ojos bonitos estaban muy abiertos y muy  asustados. Él estaba jadeando, su mano en su regazo. Yunho apretó su mandíbula, furiosa ahora. Él estaba enfurecido porque él había estado en medio de ese  ataque. Sus exploradores no le habían advertido que ningún peligro los esperaba más adelante.

—Karam...

Con un grito,  él desmontó y se inclinó contra un árbol, intentando no vomitar. Yunho se vio  invadido por el deseo para ir con él y de alguna manera ayudarlo, aunque no tenía la menor idea de lo que debería hacer, y se sentía avergonzado por su propio deseo. Aforadamente, Changmin se acercó cabalgando.

—Dos heridos, mi lord, pero  no  están mal.

—Prisioneros?

—Ningunos.

—Cuántos escaparon?

—Seis, creo, mi lord.

—Envíame a Charles.

— Su tono era ominoso.

Yunho se dio vuelta hacia Karam, quien se había enderezado y lo estaba enfrentando, pálido y agitaba, visiblemente incómodo. Yunho bajó al suelo, limpió su espada en el pasto, y la envainó. Él caminó  hacia  él. Allí  vaciló.

—Ven, no nos demoramos aquí.

Jaejoong retrocedió. Parpadearon sus lágrimas.

— No tienes ningún  remordimiento?

Yunho lo miró fijamente.

Jaejoong sabía lo que había presenciado. Jaejoong lo había visto, sacrificar rápida y eficazmente  a tres hombres. En su mente también sabía  que él había sido atacado, que él había luchado para  defenderse a sí  mismo, a sus  hombres, y a ella, aunque se negaba escuchar a esa voz de la razón. Él era el  invasor, el enemigo.

—Mataste a  tres hombres—  Jaejoong susurró. — no tienes ningún remordimiento?

 —Ninguno, — Yunho dijo.  —Porque si yo tuviese  remordimientos, Karam, vos ahora estarías llevando una flecha en tu bello pecho. — Yunho giró abruptamente alejándose.

—Es verdad, pero... — Jaejoong lo persiguió, agarrando  su manga. —Ellos eran gente de mi pueblo mataste a mi gente. — Jaejoong sintió las lágrimas, y quería llorar, llorar por los muertos, los siervos  y los campesinos  que  él conocía,  llorar la pérdida y su odio por la  guerra.

Yunho lo miró  pero no dijo nada.

Changmin se aproximó con otro soldado. Charles tenía el rostro muy pálido y los ojos muy  ansiosos. Él cayó  sobre una rodilla,  su cabeza, curvada.

—Fallaste en tu deber, — Yunho dijo. —Fallaste en la tarea que te di, fuimos emboscados. Afortunadamente, sólo dos de mis hombres sufrieron  heridas. Levántate. — Charles se puso de pie.

Yunho lo miró fijamente y  vio que sus  ojos estaban rojos. Él le lanzó un vistazo a Changmin buscando  confirmación. Changmin asintió. Yunho fue apretado.

— Estuviste de  juerga anoche, cierto? Tu codicia de mujeres y vino te hicieron débil, no eres apropiado para ser uno  de mis soldados. Toma tu espada y vete.  Ya no estás a mi  servicio.

 —Pero..., Lord Yunho! Lo he seguido. Le  he sido fiel, siempre fiel...

—Ningún hombre falla en su deber para conmigo, ni  una vez, nunca. Vete, no me importa a donde. — Yunho se dio vuelta y el asunto quedó concluido.

Jaejoong observó, perplejo y horrorizado. Charles cayó desplomado luego orgullosamente se dio vuelta. Cómo él podía ser tan cruel, con su propio hombre? Verdaderamente Yunho no era humano. Jaejoong giró y lo halló mirándolo inexpresivamente.

— No puedes mostrar algo de clemencia?—  Jaejoong preguntó, incapaz de contenerse.  Estaba  demasiado  sorprendido  para sentirse asustado de su propia audacia.

Jaejoong observó  un espasmo en el  músculo de su mejilla.

—Vos me cuestionas?

Jaejoong humedeció sus labios  pero  permaneció donde estaba. Qué estaba haciendo? Él nunca habría cuestionado a su padre o a sus hermanos, pero estaba cuestionado al normando!

—Él es tu hombre, normando.

 —Me estás desafiando abiertamente, cuestionándome, desaprobándome?

Jaejoong mordió su labio, jadeando levemente, y  logró no vacilar cuando Yunho dio otro paso  hacia él.

—Jaejoong, — Yunho dijo  furioso. —Un soldado es sólo un soldado. Y vos, sólo  eres un hombre. — Él  hizo una pausa  para causar un  efecto.

Era un bastardo! Jaejoong sintió  miedo y  supo que debía capitular.

—Por lo menos, —  Jaejoong dijo,  y había un temblor muy leve en su voz, — no soy normando. — Un cerdo  normando,  él quiso agregar,  pero sabiamente se refrenó.

Su voz era baja y  dura.

—Es verdad. Soy un normando, vos un, sajón.  Y... — su  voz se elevó —porque vas a ser mi esposo,  te  explicaré algo. Apenas logramos escapar de esta emboscada, zafamos sólo porque mis hombres son los mejores del mundo.  Mis hombres saben lo que se espera de ellos, y no me fallan.  Nunca. Si llegan a  fallar, ellos no son los mejores. Y cuando ellos no son los mejores, yo dejo de ser el  mejor  hombre del  rey Siwon. Si yo le falló a mi rey,  me fallo mí mismo. Y yo soy Jung Yunho.

Jaejoong lo miró  ardiendo de  rabia.

—Entiendes?—

—Sí.

— No soy un ogro, — él dijo,  y  su mirada  fue penetrante.

Jaejoong se enrojeció.

—Ahora a montar, — Yunho dijo rígidamente.

Aelfgar.

Yunho estaba sentado muy quieto. Debajo de él, su enorme caballo gris se movía inquietamente. La sangre estaba latía en los  oídos  de Yunho. Por  primera vez en ese día, él no estaba  consciente del bello hombre que cabalgaba a su lado. Sólo estaba consciente de una cosa.

Aelfgar.

Aelfgar propiamente dicha era un vasto feudo, y ellos habían  estado cruzando sus tierras  toda la  mañana. Pero ahora, estaban en el corazón de la propiedad. Ellos hicieron en la pausa  en una loma. Debajo de ellos corría un río ancho, un estuario del  mar, y cobijado en el terreno montañoso estaba la aldea y el castillo.

Verdaderamente no era impresionante, pero a Yunho no le importaba. La aldea se componía de una docena de cabañas, un molino, un campo de cultivo, huertas, y jardines donde se cultivaban  vegetales. Las ovejas estaban en las colinas. La aldea estaba situada  a un nivel ligeramente más bajo que el castillo, que, comparado con una fortaleza normando, no era nada más  que  una construcción de madera rectangular con un  tejado  de madera, exhibiendo ventanas en el piso superior, ahora abiertas para permitir el ingreso de la brisa de verano. No había ninguna  empalizada. Pero Yunho veía más,  mucho más.

Veía una fortaleza de piedra de tres pisos, sobre lo alto de una loma, con un foso rodeándola.  Muros altos, bien defendidos. Más allá, otra línea de defensa, y en el medio las casas  donde sus  hombres y sus  esposas vivirían. Luego, más allá del segundo muro, finalmente, la aldea.

Yunho sonrió. La construcción  comenzaría inmediatamente.

Y con su ojo experto, él tomó  decisiones  respecto a  donde  colocaría cada estructura, satisfecho  con la disposición natural de las tierras.  Cuando hubiese acabado, Aelfgar sería mucho más  defendible.

Era el modo de los Normandos de invadir y anular a los sajones, destruir sus casas, y erigir fortalezas al estilo  normando, con  foso  y  muros. Cuando el  tiempo lo permitía, las fortificaciones de madera eran remplazadas por muros de  piedra. Yunho en persona había supervisado ese proceso una docena de veces desde que había llegado cuatro años atrás; y  estaba seguro que él vería eso  una  docena de veces más antes de  morir.

Yunho persuadió a su garañón a avanzar. Terminando con  su devaneo mental,  giró para sonreírle a su prometido.

—Estamos en casa, — Yunho dijo alegremente.

—Esta nunca será tu casa, —  Jaejoong respondió  fríamente.

Su mirada  estaba  cargada  de advertencias. Yunho desvió  su mirada. Ni siquiera el desafío de Jaejoong podía malograr su placer y su determinación.

Ellos entraron en la aldea. Yunho frenó su caballo, el grupo se detuvo. Los aldeanos  hicieron una pausa en sus trabajos en los campos y jardines, las criaturas, curiosas, se acercaron al camino donde ellos estaban.

—Despierta a todos, Changmin, — Yunho dijo con calma.

—No!— Jaejoong gritó, recordando que esas habían sido sus palabras exactas el día anterior al arrasar a la villa.

Yunho no lo miró.

—No puedes. —  Jaejoong agarró su manga. —Por favor, mi lord! —

Los hombres volvieron de los campos, las mujeres entraron a sus casas, arrastrando a las criaturas. Yunho estaba complacido. Ellos estaban bien alimentados y saludables. Ignorando a Jaejoong, él giró hacia Changmin.

—Quiero  un  censo preciso para esta tarde. Listado de personas  por familia. Todos los nombres hasta del bebé más pequeño.

—Sí, mi lord.

—Y posesiones, animales y cultivos. — Changmin sacudió la cabeza.

— Así será  hecho.

—Bien. — Yunho sonrió, luego se paró sobre sus  estribos. —Ustedes, oigan, — él dijo,  levantando la voz. — En nombre del rey Siwon, tienen delante de ustedes su nuevo lord, el lord de Aelfgar, Jung Yunho.

Un gemido colectivo se oyó.

—No!— Jaejoong gritó. —No es verdad!

Yunho se dio vuelta lanzándole una mirada dura. 

—Mantén la boca  cerrada, — él advirtió.

 —Cómo  puede ser?—  Jaejoong gritó  histéricamente. —Ellos están muertos? Yoochun y Hyun Joong están muertos?

—Tus hermanos están  vivos, — Yunho dijo fríamente. —Aelfgar es mío, de la misma manera que vos eres mío. Sus hermanos son traidores, enemigos de la corona. Sus tierras han sido confiscadas, y ellos tendrán suerte si conservan sus vidas.

Expropiados. Jaejoong pensó que podría desmayarse. Yoochun y Hyun Joong habían sido   expropiados, y ese hombre, ese normando era el nuevo  lord  de Aelfgar. Él quería llorar.  Quería matar.

—Soy tu lord y tu amo, Karam — Yunho dijo.  — Y cuanto  más antes  te  acostumbres  a eso,  mejor será.

—Vos nunca serás mi lord y mi amo, nunca!

—Estoy cansado de tus tonterías. — Él se dirigió a la  multitud  nuevamente. —Como pueden ver, tengo a Karam conmigo él es mi prometido. No hay nada que puedan  hacer para prevenir lo que ya fue hecho. La traición hacia su nuevo lord será castigada con azotes, incluso con el ahorcamiento, no habrá clemencia. — Yunho le hizo señas a sus  hombres, y ellos avanzaron.

Los aldeanos murmuraron  abiertamente, conmocionados a pesar de todos esos años en  guerra.

—Karam?— Alguien dijo.  — Es  Jaejoong!— Y su nombre fue repetido por otros aldeanos.

Yunho por supuesto lo oyó.

—Quién es ese Jaejoong del que ellos están  hablando?

La rabia de Jaejoong desapareció siendo remplazada por pánico.

—No  lo sé!

Yunho lo miró fijamente.

Ellos llegaron a la fortaleza, cincuenta de los hombres más feroces de Siwon, con caballos preparados para la guerra. Las cotas de malla de los caballeros, sus escudos, y sus espadas brillaban cegando los ojos de todos. Jaejoong estaba seguro que la media docena de soldados  dejados por sus hermanos no resistirían el impacto de las fuerzas normandas. Ellos fueron  saludados en la fortaleza  por Athelstan, el  hombre dejado a cargo de los seis soldados por Yoochun. Con él estaban los otros cinco.

Yunho colocó  su caballo al  frente de la columna, luego frenó el animal. Su capa negra, forrada en tela color  roja, volaba sobre sus  hombros anchos.

—Bajen sus  armas, sajones. Soy el  Lord de Aelfgar, Jung Yunho, su nuevo amo y señor. Pues levantar un arco y una flecha contra mí  sólo significará morir. Especialmente porque  tengo conmigo a mi prometido, y  ningún hombre levanta sus armas contra Karam.

Jaejoong sintió  náuseas.

— Lo sé, — Athelstan dijo severamente.  — Yunho el  Implacable. Tu nombre está inscripto  en las alas del  halcón de tu estandarte. Pero  si  piensas  que puedes tomar el patrimonio de Lord Yoochun,  estás  equivocado.

— El Tiempo lo dirá. Por el  momento, sólo estoy tomando esto de ustedes.

 —Ya hemos nuestras armas. — Athelstan indicó el suelo a sus  pies, donde estaban sus  los arcos y los escudos. —Pero cuando Yoochun y Hyun Joong vuelvan, deberemos  levantar usar nuestras  nuevamente.

 —Es una advertencia honesta, — Yunho dijo y sonrió. —Creo  que eres  un  hombre honrado, y eso me gusta.

 —Soy honrado y honesto,  entonces escúchame con  atención y con cuidado. Qué es esa tontería? Karam? Ese  no es Karam.

 La sonrisa de Yunho desapareció.

—No bromees.

— Eso  no es ningún  misterio. Ese ciertamente no es Karam.

Yunho giró su cabeza, furioso, con los ojos ardientes.

—Entonces,  quién eres?— Yunho exigió. 

Jaejoong apenas podía  encontrar las palabras.

—No  soy tu prometido.

Sus miradas se encontraron, la  suya fuerte y enfurecida, la de Jaejoong asustada.

Desde  atrás  de Athelstan, un hombre menudo, de cabello oscuro  avanzó.

—Yo soy Karam.

Yunho miró  desconcertadamente  a su prometido. Yunho se recuperó.

—Eres el hijo del  viejo Lord? El hermano de Yoochun?

Karam, delicado y esbelto, sacudió la cabeza asintiendo, sus enormes ojos oscuros se mostraban cautelosos.

—Y vos eres nuestro nuevo Lord?

—Sí, — Yunho confirmó  rígidamente, y Jaejoong realmente podía sentir que su furia era asesina. —Quién, si  puedo preguntar, es este hombre?

Karam le sonrió.

—Oh, él? Nadie, mi lord, sólo uno de los hijos de una criada.

Jaejoong se enrojeció.

—Papá amaba a Annie y sabes eso.

Karam se rió.

—Amor? Vamos, Jaejoong, ya hemos discutido  eso  antes.  Fue a  mi madre a quien  él amaba, no esa prostituta que se levantaba  las  faldas para todos hombres de la aldea!

Karam nunca  había hablado  de ese  modo antes, aunque  en  privado él siempre había  insistido en que Annie  era una prostituta y que  su madre , Jane  había sido  el  amor de su padre.  Jaejoong estaba furioso.

—Cómo te atreves!

— Es  la verdad. —  Karam giró hacia Yunho. —Mi lord, debes  estar cansado. Ven. Déjame  ofrecerte  un baño.

Yunho se dio vuelta  para  mirar a Jaejoong, hubo un espasmo en un músculo de su mandíbula.

—Entonces  eres el  bastardo del viejo Aelfgar?

Jaejoong levantó su mentón.

—Sí.

—Me ocuparé de vos más tarde, — Yunho le  advirtió.

 El pecho de Jaejoong subía y  caía pesadamente  y luchaba por contener las  lágrimas.  Observó a Yunho desmontar,  vio la sonrisa  de  Karam y lo vio poner su mano blanca y delicada sobre  su brazo.

—No pierdas el tiempo con él,  mi lord, — Karam dijo.  —Cómo dijiste, él sólo es uno de los muchos bastardos, nada de mucha importancia. Dime, es verdad?  Vamos a  casarnos?— Su tono era alegre y ansioso.

—Sí.

Ellos entraron tomados del brazo, Jaejoong incapaz de desviar la mirada, y perplejo con el entusiasmo de Karam. Cuando ellos desaparecieron de su vista, Jaejoong oyó a su hermano reír encantadoramente, seductoramente. Su mano encontró el cuello de la mula, y él comenzó a palmearlo.

 —Lo siento mucho, Jaejoong, — Athelstan dijo.

—Ocúpate de  estos hombres, — Jaejoong dijo en  voz  alta. —Ellos necesitan algo fresco. Sus caballos necesitan ser alimentados, y el color pardo perdió una herradura.

—Sí, amo.

Jaejoong se bajó  de la mula y  sólo entonces las lágrimas  comenzaron  a rodar por  su rostro. Pero él no dejaría que nadie lo viese. De la misma manera en que  nunca  había dejado  que nadie la viese su dolor y su decepción, no cuando los extraños lo evitaban, ni cuando su padre había fracasado en encontrarle un marido. Particularmente esa vez él se había escondido, pues no había a razón para  mostrarse herido o decepcionado.

3 comentarios:

  1. Me encantooo el capítulo ❤
    Karam es un imbecil!
    Ni volviendo a nacer sera tan inteligente y hermoso como jaejoong.
    Me pregunto que hará yunho con jaejoong ?
    Estare esperando el sgt capítulo ❤

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  2. que se ria y disfrute su momento a lo grande ese karam pues es todo lo que tendrá de Yunho lo dudo que se case con ese pues ya su corazón le pertenece a Jae y después de haberlo tenido por un tiempo y compartido con el no creo que lo pueda olvidar y quedarse con esa copia barata y ser feliz pues con ese solo encontrara infelicidad y Jae no sufras pues Yunho regresara a ti ya que entienda lo mucho que te necesita a su lado
    Gracias

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  3. Karam siempre tan maldito envidioso y celoso de Jae , pues nunca le llegará ni a lid talones por más que se esfuerce. Que le hará Yunho a Jae ahora que se vean.

    Gracias!!! 💗💕💞

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