Capítulo Cinco
Jaejoong siguió
a Yunho al interior... sintiéndose como un pimiento que se estuviera asando a
fuego lento. Aunque Yunho fuera increíble en muchos sentidos, Jaejoong había
dejado de ser el señorito Encantador a cualquier costa, había puesto sus límites
y no estaba dispuesto a traicionarse. Estaba allí para trabajar y lo único que
iba a hacer era trabajar.
–En las
películas no salió la casa en ningún momento –comentó Yunho guiándola por el
interior–. Por eso, no se va a visitar. Lo que sí se podrá enseñar serán los
terrenos y los edificios colindantes.
–Muy bien,
pero en algún momento necesitarán un refrigerio porque se tarda un rato en
llegar andando hasta aquí –contestó Jaejoong, que se estaba muriendo de hambre.
Yunho asintió.
–Hay un
pabellón de invitados un poco más allá y, por las mañanas, podemos darles té o
algo. Tengo cocinera.
–De hecho,
nos ha dejado la cena preparada.
A Jaejoong le
habría encantado poder decir que no, pero tenía que reponer fuerzas. De lo
contrario, podía cometer una locura. Solo llevaba dos minutos siguiéndolo y ya
lo deseaba.
–Sí, me
encantaría comer algo, gracias –contestó.
Yunho se
giró sorprendido.
– ¿Ahora
mismo?
–Sí
–contestó Jaejoong con entusiasmo–. Y también tengo sed.
Yunho se
rio, lo que a Jaejoong no le puso las cosas fáciles, pues su risa lo atraía
sobremanera.
–Muy bien
–dijo llevándolo hasta una cocina preciosa–. Tenemos una buena bodega. ¿Vino
blanco, rosado o tinto?
–Agua del
grifo me va bien, gracias –contestó Jaejoong.
– ¿No
quieres vino? – Bromeó Yunho–. ¿Nada de
champán esta noche?
–No soy tan
tonto como para cometer el mismo error dos veces –contestó Jaejoong.
– ¿Le echas
la culpa de lo sucedido a las burbujas? –sonrió Yunho.
Jaejoong aceptó
el vaso de agua fría que le había tendido.
–No, pero no
creo que ayudara. Soy un hombre adulto y, como tal, acepto que la mayor parte
de lo ocurrido fue culpa mía.
Yunho se
quedó mirándolo fijamente desde el otro lado de la encimera de granito.
– ¿Qué me
dices de este lugar? ¿Te inspira tanto como el château?
Jaejoong se
tomó el agua con la esperanza de que la refrescara por dentro y no contestó
sino que se giró y se quedó mirando por la ventana.
– ¿Cuántas
propiedades así tienes? –le preguntó con la idea de no acercarse jamás a una de
ellas.
–Cinco hasta
el momento. Estoy en negociaciones para adquirir otras dos.
–Vaya, son
unas cuantas...
Sobre todo,
teniendo en cuenta lo que debían de costar.
–No todas
son tan grandes como esta, pero me dan trabajo, no te vayas a creer.
Jaejoong se
giró hacia él y comprobó que parecía cansado. Sobre la mesa, descansaban el
ordenador portátil y varios teléfonos.
– ¿El château
fue tu primera adquisición? –le preguntó–. Era de tu padre, ¿no?
–Para él,
verlo completamente reformado habría sido un sueño hecho realidad, pero murió
antes de poder verlo acabado –contestó Yunho sin emoción alguna.
–Vaya, lo
siento.
–Sí, murió
de cáncer. Era mayor –le explicó Yunho –. Supongo que le llegó su hora.
– ¿Y, a su
muerte, tú te hiciste cargo del château? –quiso saber Jaejoong,
interesado por saber cómo demonios se las había ingeniado Yunho para tener todo
lo que tenía.
Yunho asintió.
– ¿Cuántos
años tenías?
–Catorce
cuando murió y diecisiete cuando me hice cargo del château.
– ¿Diecisiete?
Yunho sonrió
al verlo estupefacto.
–Mi madre me
lo donó.
– ¿De
verdad?
–Yo lo
quería y ella, no.
Jaejoong se
quedó mirándolo boquiabierto.
–Y ella,
¿dónde está ahora?
–Volvió a
Francia unos meses después de la muerte de mi padre. No quería que la tomaran
por la viuda alegre.
– ¿Y tú te
quedaste a pesar de tu edad y de que no habías terminado ni el colegio?
–Quería
terminar la reforma del château –contestó Yunho sacando una fuente del
frigorífico y metiéndola en el microondas–. Quería terminar el sueño de mi
padre, pero mi madre no podía con ello y no la culpo.
¿Su madre
estaba tan triste que se había ido dejando a su único hijo solo? Al parecer, Yunho
y ella tenían algo en común.
– ¿La ves?
–le preguntó con curiosidad.
–Me comunico
con ella por Skype, pero los dos tenemos muchas cosas que hacer. Ella tiene una
tienda de ropa a la que le dedica mucho tiempo y yo estoy a tope de trabajo.
Jaejoong se
dijo que él tampoco tenía una relación estrecha con su padre.
–Debías de
estar muy unido a tu padre para querer terminar su sueño.
Yunho volvió
a sonreír.
–De eso,
hace ya mucho tiempo.
Sí, pero
había heridas que nunca se cerraban y, aunque Jaejoong no había sufrido la
pérdida de nadie cercano, comprendía que el dolor debía de durar toda la vida.
– ¿No tienes
más familia?
–No, y
tampoco la quiero –contestó Yunho –. No tengo ninguna intención de casarme ni
de tener hijos.
–Muy sutil
–contestó Jaejoong –. No hace falta que me adviertas porque no me pienso
acercar a ti.
–Claro,
claro, habrán sido imaginaciones mías –se rio Yunho.
A pesar de
su arrogancia, Jaejoong no pudo evitar sonreír.
– ¿Y por qué
no quieres comprometerte? ¿Has tenido alguna mala experiencia? ¿Alguna
cazafortunas? –le preguntó.
–No
–contestó Yunho sacando un cuenco con ensalada de la nevera–. Es una cuestión
de prioridades. Mi prioridad desde hace tiempo es mi trabajo y así va a seguir
siendo. Viajo mucho y no puedo estar a la entera disposición de nadie.
–Estamos
hablando de casarse, no de esclavitud –comentó Jaejoong con el ceño fruncido.
– ¿Hay
alguna diferencia? –le preguntó Yunho sonriendo como si estuviera bromeando–.
No puedo ser el marido de nadie, no puedo ser el hombre que siempre va a estar
disponible para las cosas importantes. No sería justo por mi parte prometer que
sí voy a estar y dejar en la estacada a mi pareja una y otra vez. No quiero que
nadie me odie.
¿Habría sido
eso? ¿Habría tenido una relación con un hombre que le había reclamado demasiado
tiempo? ¿No se habría dado cuenta de que el hombre con el que estaba era un
adicto al trabajo? Tal vez, Yunho gastaba toda su energía en mantener sus
empresas y no tenía disponible para mantener una relación, además. ¿Y por qué
iba a tener que hacer aquel esfuerzo cuando seguro que tenía millones de
mujeres y hombres queriendo acostarse con él?
–Eso no son
más que excusas –contestó–. No quieres comprometerte con un persona porque
puedes conseguir lo que quieres de varias –le espetó–. ¿Por qué te ibas a
conformar con una?
Mientras
llenaba un cuenco con arroz, Yunho sonrió y no negó la acusación de Jaejoong.
– ¿Comemos?
–le propuso.
–Comida de
microondas, ¿eh? Qué rica –se burló Jaejoong.
– ¿Por qué
no la pruebas antes de criticarla?
Jaejoong elevó
el mentón en actitud desafiante y probó el arroz al curry bajo la atenta mirada
de Yunho.
–Admito que
es la mejor comida de microondas que he probado en mi vida –comentó.
Yunho se rio
y comenzó a comer también.
La cena fue
muy rápida porque estaba deliciosa y Jaejoong no dudó en decírselo varias
veces. La conversación se centró en restaurantes y locales de la zona, así que Jaejoong
se sintió seguro y tranquilo. Después de cenar, lo ayudó a meter los platos en
el lavavajillas y tuvo que hacer un gran esfuerzo para no pensar una y otra vez
que le gustaba la compañía de Yunho.
Cuando Jaejoong
se dio cuenta, miró el reloj y le preguntó a qué hora se tenían que poner en
marcha al día siguiente.
–Después de
desayunar. No hay prisa. No te pongas despertador ni nada. Cuando te
despiertes, desayunamos y nos vamos y...
–Creo que
sería mejor que me...
–Siéntate en
el sofá y disfruta de las vistas –lo interrumpió Yunho –. Todavía no es hora de
irse a la cama. Tenemos cosas de las que hablar.
– ¿No tienes
que trabajar? –le preguntó Jaejoong dándose cuenta de que tenía que alejarse de
él.
–Yo siempre
tengo que trabajar –contestó Yunho guiándolo hacia el salón, donde había unos
increíbles sofás que daban a los ventanales.
Jaejoong se
sentó manteniendo las rodillas y los tobillos pegados y sin mirarlo.
– ¿De qué
quieres que hablemos?
–De las
películas –contestó Yunho sentándose en el sofá de enfrente–. ¿Cuál de las dos
te gusta más?
– ¿Me lo
preguntas en serio? – Se sorprendió Jaejoong –. ¿Te gusta el cine? Jamás lo
hubiera dicho. ¿Has visto las que se rodaron aquí?
–No mucho,
la verdad –contestó Yunho –, pero el otro día saqué un rato para verlas y me
gustaron. Ilústrame.
Jaejoong así
lo hizo y se sorprendió al comprobar que Yunho las había visto de verdad y
recordaba muchos detalles. Resultó que también había visto bastante cine
clásico y unas cuantas películas francesas.
– ¿Has visto
alguna de Gérard Depardieu? –le preguntó.
–A mi madre
le encanta. Mi padre solía imitarlo, pero se le daba muy mal.
Así que sus
padres habían tenido sus buenos momentos.
– ¿Y tú cómo
es que ves tantas películas? –quiso saber Yunho.
–Bueno, las
veo desde pequeño. Es pura costumbre.
– ¿A tus
padres les gustaba ver películas?
No, no era
eso. No era que hubieran visto películas los tres acurrucados en el sofá del
salón, como seguramente había hecho Yunho. En su caso y para envidia de sus
amigos, tenía televisor y vídeo en su habitación y las veía solo.
–Era a mí al
que le encantaba ver películas –contestó Jaejoong.
Mundos más
agradables en los que los malos se llevaban su merecido, los huérfanos encontraban
buenas casas y las chicas feas conseguían a los chicos que les gustaban. Eran
mundos de mentira, pero le gustaban.
– ¿Y de
verdad te gusta guiar las visitas? –le preguntó Yunho como si le costara
creerlo.
–Estar con
los aficionados es mucho más divertido que el trabajo de oficina –le explicó Jaejoong
–. Yo soy uno de ellos y entiendo su entusiasmo. Me encanta viajar, me encanta
conocer gente con la que tengo mucho en común y que me cuenta muchas cosas. Es
genial.
La
conversación le hizo darse cuenta de que no estaba dispuesto a estropear el
magnífico trabajo que tenía acostándose con un posible cliente.
–Ahora
comprendo por qué te quieren tanto. Tu entusiasmo es contagioso –comentó Yunho
mirándolo de una manera que a Jaejoong lo puso nervioso–. ¿Sabes que tenemos
piscina?
Aquello lo
puso todavía más nervioso.
–No me he
traído bañador y ni se te ocurra sugerirme que nos bañemos desnudos –contestó
al verlo sonreír.
–Es
climatizada. Y también hay spa.
Jaejoong sabía
que quedarse hablando con él no sería inteligente. Aunque no había bebido nada,
se sentía como si el champán le corriera por las venas.
–No necesito
probar todo lo que tienes para tus huéspedes ricos. Yo estaré con los
aficionados normales y corrientes.
–Lo decía
por si te ayudaba a relajarte... –se defendió Yunho alzando las manos en
actitud inocente.
–A bajar la
guardia, querrás decir –contestó Jaejoong, que no había ido hasta allí a
relajarse.
– ¿Y si
montamos un rato? –Le propuso Yunho riendo al ver su expresión de sorpresa–. Me
refiero a montar un rato a caballo, a salir a ver las estrellas.
–No me gusta
demasiado montar a caballo –contestó Jaejoong –. Mañana tenemos que hacer
muchas cosas, así que creo que me voy a acostar pronto.
–Tienes miedo.
–Admito que
los caballos me dan miedo, sí –se rió–. Estoy siendo prudente.
Yunho suspiró
exageradamente.
–Venga,
vamos, Cenicienta –accedió tomando su bolsa de viaje de la cocina y guiándolo
escaleras arriba–. Esta es tu habitación –anunció al llegar al fondo de un
pasillo.
–Gracias
–contestó Jaejoong entrando y girándose rápidamente para impedir que él lo
hiciera también.
Pero él ya
estaba dentro.
–Entérate
bien. Mi habitación está a tres puertas de aquí. En la misma planta. Imposible
equivocarse. Aunque se fuera la luz, no te equivocarías y siempre puedes mirar
en todas las demás porque no hay nadie, solo tú y yo, así que tampoco te
equivocarías...
–Sigue
soñando.
–Por
supuesto. Sueño con ello todas las noches –contestó Yunho encogiéndose de hombros
sin ninguna vergüenza–. Exactamente igual que tú.
–La puerta
se puede cerrar con llave, ¿verdad?
–Esta noche
no hay luna llena –continuó Yunho ignorando su interrupción–. Aquella noche
tampoco la había. No hace falta que te hagas la dura para hacer lo que quieres
hacer.
–No quiero
hacer nada contigo –le aseguró Jaejoong muy serio.
–Me gustas
más cuando te pones nervioso y eres sincero que cuando pretendes mantener las
distancias y mientes.
Jaejoong no
sabía si reírse o indignarse.
– ¡Pero mira
que eres creído!
–No, no soy
creído, soy sincero y no me cuesta admitir que algo me ha gustado.
–Mira, lo
que pasó fue un error y a mí me gusta aprender de mis errores.
–Pues yo me
alegro de que te equivocaras de habitación y te ahorraras el gran error, que
habría sido acostarte con el otro.
–Lo que pasó
contigo también fue un error.
– ¿Cómo
puedes decir eso? –Murmuró Yunho –. Estás tan cautivado como yo.
Jaejoong se
dijo que debía poner punto final a aquello, antes de caer a sus pies.
–Todo esto
es muy halagador, pero... en estos momentos, no estoy disponible para nadie.
Aquella noche quedó claro que soy un idiota.
–No, no
fuiste ningún idiota –le dijo Yunho –. No fue un acto desesperado.
– ¿No? ¿De
verdad que no?
–No tiene
nada de malo tener necesidades y darles rienda suelta –le aseguró Yunho
poniéndose serio por primera vez en toda la velada–. ¿Sabes lo que me pareces?
Jaejoong no
estaba seguro de quererlo saber.
–Me pareces
un hombre espontáneo y apasionado y tan humano como yo. Te equivocas y tienes
anhelos. Lo que sucedió fue refrescante, muy diferente, estuviste estupendo, me
hiciste sentir...
–Un momento,
no me pongas como un dios del sexo solo
porque te quieres volver a acostar conmigo –lo interrumpió Jaejoong a la
desesperada–. La verdad es que no quiero tener ninguna relación ahora mismo.
Tengo un trabajo que no quiero perder porque me encanta.
–Yo tampoco
estoy interesado en tener una relación –contestó Yunho –. Me resulta imposible.
Estoy en mitad de un nuevo proyecto y estoy viajando mucho, paso cada semana en
un hotel diferente –se rio.
–Entonces,
no tenemos nada de lo que hablar, ¿no?
–Bueno, hay
un detallito –contestó Yunho acercándose.
–Has dicho
que no ibas a intentar nada.
–Y no lo
estoy haciendo.
–Sabes
perfectamente que sí lo estás haciendo –le recriminó Jaejoong negando con la
cabeza–. ¿Por qué no te vas a un bar a tomar una copa o algo? Seguro que puedes
conseguir sexo siempre que te lo propones.
–Es evidente
que no.
Jaejoong tragó
saliva.
–Me gusta
divertirme de vez en cuando, pero llevo bastante tiempo solo –le aclaró Yunho mirándolo
fijamente–. Yo sé cuáles son mis necesidades. A lo mejor tú no, pero lo que pasó
aquella noche deja claro que también las tienes, aunque no hables de ellas.
–No puede
suceder.
–Sí, claro
que puede suceder. Solo una vez más.
Qué
tentación.
–Has
prometido no tocarme a menos que yo te invitara a hacerlo –susurró Jaejoong sabiendo
que su tono de voz era invitación más que suficiente y desviando la mirada al
suelo para no ver su sonrisa ni sus ojos.
–Mírame –le
pidió.
Jaejoong no
quería hacerlo, no quería que Yunho ganara, no quería dejarse llevar. Sentía su
cercanía, el calor de su cuerpo, lo que hizo que se le disparara la adrenalina.
–Yunho
–suspiró.
–No te estoy
tocando –murmuró él en tono seductor–. ¿Quieres que te toque?
A Jaejoong le
habría encantado que lo hiciera, pero sabía que estaba jugando con fuego y que
podía salir muy mal parada no solo en el terreno personal sino también en el
profesional.
–Buenas
noches –le dijo empujándolo para que saliera de su habitación.
Yunho se dejó
empujar y Jaejoong cerró la puerta.
–Que tengas
felices sueños, bonito –se burló desde el otro lado.
Oh, sí, Jaejoong
era consciente de los sueños que, posiblemente, tendría, pero eso era lo único
que iba a haber: sueños.
Jajaja dejaron a Yunho con ganas...y xq no...también Jae se quedo con el antojo pero la noche va empezando...quién sabe q ocurrira en el próximo capítulo
ResponderEliminarque malo jj tu tuviste la culpa, yunho solo fue la victima 😂😂😂😂😂
ResponderEliminarMuchas gracias por el capítulo ❤❤❤❤
los sueños de Jae serán húmedos muy húmedos de seguro así como los de Yunho
ResponderEliminarGracias
Que difícil se hace Jae, si al final el también quiere estar con Yunho.
ResponderEliminarGracias!!! 💗💕💞