lunes, 7 de octubre de 2019

Confiar en un Lobo: Capítulo 6


Capítulo Seis

Yunho miró cariñosamente a su dormido compañero. Su despeinado pelo se derramaba a través de las almohadas sin ton ni son. Un suave sonrojo teñía sus mejillas, y sus labios enrojecidos estaban hinchados y ligeramente entreabiertos, incluso su respiración era suave y pareja. La forma voluptuosa que le había conducido casi a la locura por lujuria la noche pasada, se perfilaba entre las sabanas arrugadas.
Había tenido problemas a la hora de mantener sus manos fuera de él. Cada vez que lo amaba solo hacia quererlo mucho más. Su miembro revoltoso había permanecido semierecto toda la noche. Aun después de llenarlo con su semilla había permanecido sumergido en su cuerpo, dormitando a rachas solo para renacer, duro como una roca, sepultado profundamente en su entrada resbaladiza, caliente. La necesidad de follarlo, poseerlo, dominarlo, de montarlo, era como una compulsión sin control.
Él tenía que saber sin ninguna duda que le pertenecía. Que era su alfa y compañero.
Dos veces dentro del despacho, una vez en el cuarto de baño, tres veces durante la noche y en la madrugada, y una vez más esta mañana antes de levantarse e irse a la ducha. Habían hecho amor siete veces, no era extraño que él estuviera exhausto. Yunho estaba un poco asombrado, la verdad.
Por otra parte, se sentía revigorizado, renovado. ¡Su compañero! Su mera presencia le maravillaba y le hacía feliz. Estaba empezando un nuevo capítulo en su vida y esperaba con anticipación cada página, cada frase.
Apoyándose, inspiró el caliente perfume hipnótico, posó un casto beso en su mejilla que hizo que Jaejoong se agitara, hablando entre dientes.
—Otra vez no, estoy muy cansado.
—Shh, duerme, cariño —susurró él. Enderezándose, colocó bien la colcha alrededor de su cuerpo y se dispuso a bajar las escaleras.
* * * * *
Un par de horas más tarde, Yunho estaba sentado en su despacho manteniendo una conversación con Changmin. Nacido en la manada de Torre de Hierro, tenía la obligación de presentar a su nuevo compañero a los miembros que componían su manada. Changmin y él habían decidido presentarlo a las manadas de Torre de Hierro y Pinos Gemelos en tres semanas a partir de este día.
Changmin, Yunho y, lo más asombroso, Tae Young, el alfa de la manda de Los Pinos Gemelos, habían decidido tener una reunión anual semicombinada con los miembros de ambas manadas, para así ayudar a mantener los problemas al mínimo. Los miembros de ambas manadas, así como los familiares de una y otra manada, estaban más bien inclinados a evitar las pequeñas riñas como los desafíos.
Ninguno de los hombres anticipó ningún problema. El estatus de Yunho aseguraba su aceptación, y Jaejoong por sí mismo, sabiendo como trataba con el público, no se echaría atrás ultrajado. Se aseguraría que él se mantuviese firme, a pesar de estar rodeado de un montón de desconocidos que justamente también eran hombres lobos.
La atención de Yunho fue atraída por la ventana. Un vehículo poco familiar se acercaba a la casa. Se dirigió a la puerta principal y la abrió antes de que el motor se apagara. Wong Jong salió al momento.
Sus sentidos se pusieron en alerta de inmediato. Con Jaejoong arriba, cualquier varón poco familiar era mirado como una amenaza, doblemente sí este varón resultaba ser otro hombre lobo.
Wong Jong se acercó lentamente, proyectando una presencia de la forma menos amenazadora posible.
—¿Puedo hablar contigo, Yunho? No te reto, ni soy una amenaza.
Sus palabras fueron pronunciadas con determinación y nerviosismo.
Relajándose ligeramente, Yunho le hizo entrar. Manteniendo a Wong Jong delante para así observar sus movimientos minuciosamente, le indicó el camino hacia su despacho.
—Siéntate —ofreció, indicando el sofá. Yunho se sentó en el borde de una de las sillas, la mesita de café estaba entre ellos—. ¿Para qué quieres verme? —preguntó dudoso.
—Es por lo ocurrido con tu compañero —contestó Wong Jong. Viendo la tensión plasmarse en los músculos de Yunho, continuó con rapidez—: Solo quiero que sepas que no tuve nada que ver con eso. Se murmura que lo drogaron con algo en el O’Neal. También dicen que lo hicieron los hombres lobo, y como Sung Hee y yo fuimos los únicos presentes aquella noche, tuvo que ser alguno de nosotros.
Inspiró profundamente, obligándose a permanecer con la mirada fija en la de Yunho.
—No tomo drogas, Yunho, y mucho menos se las paso a nadie.
Yunho mantuvo la mirada sobre Wong Jong hasta que este la bajó.
—Nunca sospeché de ti —concedió—. Sung Hee es la culpable. Y creo que los dos sabemos por qué.
Wong Jong hizo un gesto afirmativo.
—Si, está obsesionada contigo. —Su voz plasmaba derrota y amargura—. Me voy, gracias por escucharme.
—Espera, Wong Jong —le pidió Yunho—. Sé que ella te importa.
—Para lo que me sirve, pero sí, la amo. —Wong Jong se detuvo y luego giró hacia la ventana, quedándose con la mirada fija hacia fuera—. Sé que Sung Hee es como un dolor de muelas, pero tiene problemas sobre los que nadie sabe. Su madre murió cuando ella era joven y su padre es un tirano con un bloque de hielo por corazón. Le he conocido. La manera en que la trata, me hace querer golpear al hijo de puta durante toda una semana.
Ante el susurro de entendimiento de Yunho, se apartó de la ventana. Frotando los músculos agarrotados del cuello continuó:
—Sé que no excusa su comportamiento, que hay muchas personas que también vivieron una infancia difícil. Por ejemplo la hermana de Sung Hee, es una de las personas más dulces que uno podría encontrarse. Esta felizmente casada, con un par de cachorros. —Un gesto de desesperada resignación cruzó su cara—. Sung Hee no es feliz. Si simplemente pudiera ver lo que tiene delante, en vez de… —Hizo una pausa, mirando a Yunho—… Sé que la podría hacer feliz si me diera una oportunidad.
—Hazlo —indicó Yunho. Viendo el gesto de perplejidad de Wong Jong, explicó—: Sung Hee es una mujer fuerte, por lo que necesita a un hombre más fuerte. ¿Cuánto tiempo llevas con ella?
—Cinco meses hasta el momento —contestó él.
Yunho elevó las cejas.
—Estoy impresionado. Nunca he sabido que Sung Hee hubiera estado con un hombre más de algunas semanas, antes de mandarle a tomar vientos. Le gustas. Podría ser que ella sintiera algo más, pero está claro que Sung Hee necesita a un hombre fuerte, un compañero autoritario.
—Veo a donde quieres llegar —concedió Wong Jong—. ¿Pero qué es lo que puedo hacer?
Yunho se levantó. Se acercó a Wong Jong, palmeándole en el hombro.
—Habrá que prepararse, tengo un gimnasio en el sótano. A partir de mañana puedes venir todos los días. Puedes estar un par de horas. No hay nada mejor que fortalecer los músculos para aumentar la confianza de un hombre. —Condujo a Wong Jong hacia la puerta principal. —Y mientras fortaleces esos músculos, voy a compartir contigo algunas de las lecciones que mi padre, un alfa de lo más sabio, compartió con conmigo.
Wong Jong tendió la mano, que Yunho tomó, sacudiéndola firmemente.
—Gracias, Yunho.
—No me lo agradezcas, mi motivo no es enteramente altruista. El nombre de Sung Hee esta en la mitad de las disputas a las que tengo que buscar una solución. Si la haces feliz —sonrió descaradamente—, mi trabajo será mucho más fácil.
Wong Jong se rió.
—Pues como quieras. Sea por la razón que quieras, te lo agradezco y te prometo que Sung Hee dejará de molestarte.
Ante eso Yunho contestó:
—Eso sería estupendo. Quedamos para mañana, a eso de las nueve.
Cerró la puerta y vio a Jaejoong bajar las escaleras cuidadosamente. Notó la rigidez de sus movimientos con una sonrisa conocedora, pertinaz. Cuando llego hasta abajo, lo tomó cuidadosamente en brazos, inclinándole la cabeza hacia arriba para estamparle un beso afectuoso.
—Hola —murmuro contra sus labios.
—Hola —contestó él suavemente, sus ojos brillaban, llenos de amor.
—Caminas muy cautelosamente esta mañana, dulzura. ¿Estás irritado? —Su pregunta solícita tenía una luz juguetona en sus ojos.
—¿Adivina de quién es la culpa? —acusó él agriamente, con un intenso sonrojo manchando sus mejillas.
—Espero que no estés tratando de implicarme en el asunto —declaró Yunho ofendido—. Después de todo, no soy ese bocado tan dulce, y lujurioso que se mantuvo gimiendo en mi cama durante toda la noche, tentando y jugando conmigo.
—No, pero eres el maníaco sexual insaciable que me hizo estar todo el rato gimiendo —contraatacó él.
Yunho lo estrujo tiernamente. Su mirada fue algo pesarosa.
—Lo siento, cariño. ¿Fui demasiado rudo?
Su sensible preocupación calentó su corazón.
—La verdad es que no, simplemente no estaba en forma para el maratón de amor. Había pasado bastante tiempo desde que hice algo por el estilo. Caray, ahora soy yo el que bromea —admitió humilde, haciendo una mueca de disgusto—. Nunca lo había hecho antes —dijo llevándose las manos a la cara—. Eres un amante magnifico. No podía saciarme.
El corazón de Yunho saltó en su pecho.
—Qué bien sabes poner el ego de un simple hombre por las nubes, cariño —lo alabó—. Así como otras cosas. —Su boca tomó la de él en un beso sensitivo que calentó su sangre.
Jaejoong retrocedió, jadeante.
—Pero te informo que… —le ofreció—, todo será perdonado si…
Él le echó una mirada seductora.
—¿Qué? —Esa mirada incitó a Yunho a acceder a cualquier cosa.
—Me alimentas —sonrió—. Me muero de hambre.
—Brujo. —Colocó el brazo sobre su hombro mientras lo dirigía hacia la cocina—. Creo que debo alimentarte y así cojas fuerza suficiente para la siguiente ronda.
—Ja, ja —dijo él sarcásticamente, luego gruñó cuando lo pellizcó en el momento que empujaba la puerta de la cocina.
* * * * *
Después de comer, se retiraron al despacho de Yunho. Como era domingo, Jaejoong llamó a Junsu a su casa, para tranquilizarlo y decirle que estaba bien. Yunho estaba reclinado en el sofá, con los ojos brillantes, sonriendo indulgentemente mientras un risueño Jaejoong charlaba con Junsu por teléfono. Aun siendo adultos, parecían retroceder a la pubertad cuando un nuevo hombre entraba en sus vidas. Bostezó. Después de todo, parecía que los excesos nocturnos surtirían algún efecto sobre él. Yunho se quedó dormido con el susurro tranquilizador de Jaejoong como fondo.
Despertó con un cosquilleo en la nariz. Sin abrir los ojos, extendió la mano y sujetó a un juguetón Jaejoong, colocándosela encima.
—Échate una siestecita conmigo —murmuro—. Queda muchísimo espacio en este ancho sofá.
Lo depositó contra su pecho, con la cabeza de él bajo su barbilla, sus brazos lo rodearon para acercarlo aún más. Ambos suspiraron con satisfacción y se relajaron hasta dormirse.
Una hora más tarde el ruido discordante del teléfono hizo que Jaejoong saltara alarmado. Yunho lo atrapó antes de que empezara a rodar y cayera al suelo.
—Cálmate, cariño —murmuro dulcemente, con la voz ronca por el sueño.
Se levantó y coloco a un atontado Jaejoong sobre el sofá, después corrió en busca del teléfono.
—Jung —contestó enérgicamente. Luego escuchó durante unos momentos—. Excelente, sí, lo sé. Tú y Farrell me aseguráis que lo tenéis todo bajo control. —Otra vez escuchó al que hablaba al otro lado de la línea—. Está bien, mira, intentaré taparlo todo lo que pueda. Puedo estar allí en pocas horas. Recógeme en la pista de aterrizaje. —Otro torrente de conversación vino de la otra parte—. Vale, ¿Te parece que lo veamos cuándo llegue? De acuerdo. —Colgó el teléfono y miró a Jaejoong—. Tengo que irme a trabajar.
—¿Una de tus consultas? —preguntó él.
—Sí, sube conmigo y te lo iré explicando mientras hago el equipaje.
Jaejoong aceptó y subieron juntos la escalera. Se sentó en la cama mientras Yunho colocaba una muda de ropa, junto con todos los utensilios que precisaba, en una bolsa de viaje. Mientras hacia el equipaje, le explicó de qué iba su trabajo, y el problema que se había creado. La disputa entre dos manadas sobre una línea territorial. La pelea que sucedió después y cómo los combatientes fueron separados a la fuerza por sus alfas, que lograron mantener a sus respectivas manadas bajo control. Que esos mismos alfas estaban perdiendo velozmente el deseo de evitar cualquier derramamiento de sangre, y cómo sus instintos lupinos les empujaban a actuar.
—¿Y esta disputa tiene lugar en medio de Montana? —preguntó él.
—Sí, y no puedo perder el tiempo conduciendo hasta allí. Mantengo un Cessna en la pista de aterrizaje local de aquí, para así poder realizar vuelos rápidos sin tener que depender de los aviones comerciales. Cuesta menos esfuerzo de esta manera —le explicó.
—¿Sabes pilotar un avión? —Jaejoong estaba asombrado de todas las nuevas facetas que descubría de Yunho.
—Ya ves que sí. Si eres un buen chico mientras estoy fuera, te llevaré a dar paseo a mi regreso —le guiñó un ojo, ofreciendo este soborno.
Desapareció en el cuarto de baño para recoger su cepillo de dientes y sus utensilios de afeitar. Jaejoong oyó el sonido de la tapa del inodoro al alzarse y líquido caer. Sonrió ante la acción inconsciente por parte de Yunho. En cierto modo, era extrañamente reconfortante. Después del ruido del inodoro y el agua correr por el lavabo, emergió del cuarto de baño, añadiendo sus artículos personales de aseo a su bolsa de viaje.
—Creo que me iré a casa mientras estás fuera —anunció Jaejoong.
—Eres bienvenido si quieres quedarse aquí, lo sabes ¿no?
—Lo sé, pero me da algo de apuro estar aquí sin ti —explicó—. De cualquier manera, costará menos esfuerzo que esté en casa, ya que tengo todas mis cosas allí. Mañana tengo que ir a trabajar, por lo que necesitaré mi coche.
—¿Podrás llegar bien a tú casa? —preguntó Yunho, con aparente preocupación—. Si lo deseas, esperaré cuando acabe de hacer el equipaje y te dejo en casa al salir del pueblo.
—No hay necesidad, puedo llegar bien. Llamaré a Junsu. O mejor aún, llamaré a un taxi. Así les dejaré seguir con lo que estén haciendo— reconsideró él.
Yunho asintió. Pudo ver que su cabeza estaba en lo que se iba a encontrar cuando llegara a Montana. Cuando tomó su bolsa y bajo al piso inferior, Jaejoong se arrastró como un perrito faldero. En la puerta principal Yunho dejó caer la bolsa y se giró, pera encontrarse a Jaejoong mordiéndose el labio, con los ojos brillando con las lágrimas no derramadas. Solo tuvo que abrir los brazos, para que él se sepultara en el cálido refugio que le proporcionaba.
—No llores, cariño. Estaré de regreso en un par de días.
Lo sintió reclinar la cabeza contra su hombro.
—Lo siento, parezco un bebé. Pero es que estábamos comenzando a entendernos y te vas, te voy a extrañar.
Se echó hacia atrás, para poder mirarlo a la cara.
—Yo también te extrañaré, pequeñajo. Míralo de esta manera —apuntó hacia fuera—. Ahora tendrás un par de días para recuperarte. —Su mirada se volvió abrasadora—. Tómate algunos baños de espuma. Así te desentumeces para cuando regrese.
Jaejoong se rió y pasó sus brazos alrededor de su cuello, abrazándole ferozmente.
—Lo haré —aceptó, luego se retiró, sus ojos se convirtieron en suaves piscinas —. Ten cuidado.
Los ojos dorados cambiaron a ámbar.
—No te preocupe por mí, estaré bien. —Sus brazos se apretaron alrededor de él, manteniéndolo cerca—. Sé que, como tú bien has dicho, «estábamos empezando a entendernos», pero cuando regrese tendremos una charla bastante seria tú y yo.
—¿Otro charla seria? Me parece que me estás asustando. —Su trémula sonrisa contradijo sus cizañeras palabras.
La mano de Yunho se arrastró hacia abajo, palmeando con delicadeza su redondeado trasero.
—No seas un sabelotodo, o tendré que zurrarte.
—Yunho…
Jaejoong se sintió encender al instante por estas encantadoras palabras.
Él capturó su boca en un beso intempestivo, su lengua entro rápidamente dedicándose al saqueo y al pillaje. Se apropió del gemido de Jaejoong mientras él quedaba devastado por su apasionada acometida. Después de explorar a fondo su boca, cortó el beso, susurrando promesas sensuales.
—También hablaremos de esto cuando llegue a casa.
Dándole un devastador beso final y una firme palmada en el trasero, se dirigió a la calle.
Jaejoong le observó, diciéndole adiós con la mano mientras conducía hacia el camino de acceso. Cerró la puerta y se apoyó contra ella. Soltando un fuerte suspiro y con una sonrisa algo aturdido, se encaminó hacia el despacho para llamar a un taxi.
* * * * *
Un par de días más tarde, después de un día frenético en la tienda, Jaejoong estaba en casa descansando sobre el sofá. Simplemente se había duchado, vistiéndose con una camisa playera de color rosa palo y sus pantaloncitos cortos favoritos de franela, unos con dibujos de ositos. Un envase vacío de ensalada de pasta y un vaso medio lleno de limonada descansaban sobre la mesita de café. En la televisión, el meteorólogo pronosticaba el tiempo con confianza.
Se desperezó y bostezó, luego miro con el ceño fruncido el envase vacío de pasta, preguntándose si tendría suficiente energía como para levantarse y tirarlo o si continuaba holgazaneando y mirando la televisión. El repentino sonido del teléfono lo salvó de tener que decidirse.
Jaejoong vaciló, un ceño pensativo cruzaba su cara. Tenía que ser Yunho. Lo había llamado todas las noches que había estado ausente, y anoche le había asegurado que un día más y todo habría concluido. Sin más remedio, tendría que moverse si es que esta noche regresaba. Cogiendo el teléfono, contestó con un suave.
—¿Dígame?
—Hola, cariño, soy yo.
Era la voz de Yunho, profunda y rica, enviando una emoción ya conocida por todo su cuerpo.
—Yunho. —Exhaló un pequeño suspiro velado—. ¿Ya estás de regreso?
—Pues sí, cariño. Estoy como a unos diez minutos. Toma algo de ropa y lo que necesites. Te recogeré y nos dirigiremos directamente a mi casa. —Hubo una pausa tirante—. Traje novedades para ti, cariño.
El calor sensual que había en su voz hizo temblar a Jaejoong.
Cortó la comunicación. Cinco minutos más tarde el coche de Yunho entró en el camino de acceso. Un segundo más tarde golpeaba la puerta.
—Ve por tus cosas, nos vamos a casa.
Jaejoong empezaba a dirigirse a su dormitorio, cuando Yunho lo detuvo.
—Trae tu vibrador —pidió él.
Sus ojos se ensancharon sorprendidos, de la misma manera en que su boca se abrió involuntariamente. Deslizó un dedo bajo su barbilla, y amablemente lo urgió para que la cerrase.
—¿Cómo sabes que tengo un vibrador? —preguntó incrédulo. La sorpresa mantenía a raya su vergüenza.
Se encogió de hombros como el que no quiere la cosa.
—Simplemente era una corazonada.
Frunciendo el ceño, se dirigió al pasillo y de allí a su dormitorio, volviendo la mirada hacia atrás con sospecha en sus ojos. Algo no estaba bien por aquí. Comenzaba a preocuparse ante el hecho de que en realidad pudiera leer su mente, Yunho sonrió y agitó una mano para que avanzara. Luego encendió la televisión y se reacomodó en el sofá, esperando mientras él preparaba el equipaje.
Una media hora más tarde, Jaejoong reapareció con una maleta. Yunho fue a su dormitorio para coger el neceser y el bolso que contenía la ropa de trabajo. Los colocó en el sofá y se giró hacia Jaejoong.
—Dame el vibrador —pidió, extendiendo la mano.
—¿Por qué? —preguntó, genuinamente intrigado.
—No lo necesitaras más —aclaró simplemente, arrogante.
Abrió el neceser y sacó el vibrador, entregándoselo. Yunho lo examinó, encendiéndolo.
—¿Celoso? —bromeó, pero con el sonrojo iluminando su cara.
—¿Necesito estarlo? —preguntó peligrosamente, una sonrisa misteriosamente sensual y muy sardónica curvó sus labios.
Él sintió que se le cerraba el estómago, su pecho se contraía herméticamente y se extendía bajo su penetrante mirada.
—No soy adivino —admitió él. Sus pezones se comprimieron y se empujaron contra la delgada tela de la camisa.
Yunho lanzó de manera natural el vibrador a la papelera que estaba cerca de la televisión.
—Ven aquí. —Pronunció esta lenta y contundente orden.
Un tirón de emoción pasó rápidamente por su columna vertebral y él sonrió.
—Me gusta mucho cuando haces eso— soltó.
—¿Qué? —inquirió alzando las cejas.
—Te pones tan caliente y sexy —explicó él—. Y luego dices «ven aquí» con esa voz tan suave y aterciopelada, que haces que me derrita.
—No te derritas aún, cariño —se opuso él—. No hasta que haya conseguido yo mi propósito.
* * * * *
A Yunho, el camino le resultó bastante agradable. Jaejoong le pidió que le contara como había resultado el viaje y el trabajo, cosa que hizo, con bastantes detalles.
—Parece completamente surrealista —dijo dudoso mientras llegaban, saliendo del coche y entrando en la casa—. El que seas el mediador en una disputa territorial entre manadas. Manadas de lobos. Manadas de lobos que también son personas. —Negó con la cabeza—. Me va a llevar cierto tiempo habituarme a todo esto.
—¿Te molesta, Jaejoong? ¿Que seamos reales? —preguntó Yunho, dando a la llave de la luz para iluminar la escalera.
No quería, necesitaba, saber si él se podía adaptar al chocante conocimiento que le había dado. Su relación dependía de su habilidad para aceptar a su gente, para aceptarle, completamente, sin reservas.
Jaejoong lo pensó un momento.
—Sabes, he visto una gran cantidad de películas y también bastantes libros basados en los hombres lobos. La mayoría de ellos representan a los hombres lobos como humanos que se transforman en animales violentos, criaturas sin control. Criaturas cuya única meta parecía que era matar. —Hizo una pausa, considerando sus palabras—. Aunque al parecer no existían tales criaturas, daba miedo. —Se movió para quedar de pie delante de Yunho, sus ojos estaban llenos de amor y aceptación—. Pero ahora, conociéndote, sabiendo lo que eres y lo que puedes llegar a ser, no me asusta. —Sonrió mientras su mano se alzaba para acaríciale la mejilla—. Si eres la representación de cómo son los hombres lobos de verdad, creo que simplemente nos llevaremos magníficamente bien.
Le estampo un beso afectuoso, de agradecimiento.
—¿Te he dicho alguna vez cuanto te amo, Jaejoong Kim? —le preguntó suavemente.
—Creo que hace una hora o dos —contestó, mordiéndose el labio inferior—. Pero no te cortes, puedes decirlo cuando te venga en gana.
—Eres lo mejor que me ha pasado —bromeó él—. Venga vayámonos a la cama.
Yunho agarró su maleta y el equipaje de Jaejoong, y lo siguió mientras subían las escaleras.
—A propósito, ¿te he dicho que me encantan tus pantaloncitos cortos? —Admiró la flexión de los músculos de sus firmes glúteos redondeados y el erótico balanceo de sus caderas mientras subía las escaleras por delante de él—. Desde esta perspectiva, los ositos parecen bailar un tango.
Jaejoong se rió.
—Deja de mirar sin disimulo a mis ositos, serás pervertido.
—Si tuviese una mano extra haría algo más que mirarte sin disimulo —se quejó él.
Cuando alcanzaron el dormitorio, Yunho echó el equipaje sobre la cama. Jaejoong y él desempacaron sus respectivos bolsos. Él lo siguió al cuarto de baño, colocando su cepillo de dientes y otros artículos de tocador en sus lugares acostumbrados. Mientras él hacía esto, Jaejoong colocaba en un estante su champú y su acondicionador en la estantería de la bañera y colocaba sus cosas pulcramente en el mueble del baño.
Se movió detrás de él y, colocando sus manos en sus hombros, empezó a darle un suave masaje.
—¿Cómo te sientes, cariño? —preguntó solícito.
—Bien —contestó él, cerrando los ojos—. Mmm, eso se siente muy bien.
Él retiró su pelo sobre un hombro y dejó al descubierto su nuca. Depositando un suave beso allí, deslizó sus manos hacia abajo por su espalda y alrededor de su cintura. Una mano continuó bajando hasta descansar sobre su vientre, por encima de su montículo.
—Uh-uh.
Sus manos y sus labios la hundieron en un estado de arrobo.
Inclinando la cabeza, su boca quedo al nivel de su oreja. Su lengua pasó por esas curvas y recovecos. Llevando su lóbulo a su boca para mordisquearlo y sorberlo, haciendo que Jaejoong gimiera cuando Yunho empezó a masajear la zona de su vientre que parecía estar en llamas.
Su firme demanda envió un temblor de anticipación por toda su columna vertebral. Otra vez él inclinó la cabeza, con sus ojos nublados, y la excitación alcanzando cotas máximas. Yunho tomó una toalla de la alacena y se dirigió al dormitorio, dándole privacidad. Jaejoong se desvistió y se preparó. Colocándose calladamente el albornoz de Yunho para entrar en el dormitorio. Yunho se había estado preparando. Las luces habían sido apagadas y media docena de velas brillaban en diversos puntos de la habitación, emitiendo un sutil resplandor.
Había extendido la toalla sobre la cama, se había desvestido, y ahora estaba sentado y recostado sobre el cabecero de la cama. Con actitud casual y acomodadamente desnudo, su erección estaba al máximo y dura, esperándolo.
—Ven aquí. —Su orden hizo que el estómago de Jaejoong se estremeciera de anticipación. Él se quitó el albornoz y tomó la mano que le ofrecía—. Quiero que te sientes aquí, en la cuna de mis piernas, y que coloques tus piernas alrededor de mi cintura.
Él lo atrajo lenta pero firmemente hacia él.
Su dictamen pronto fue realizado con pequeños jadeos y risitas. Jaejoong se colocó a sí mismo en su regazo, sus piernas se abrieron y rodearon su torso musculoso, sus brazos cayeron sobre sus hombros y alrededor de su cuello. Yunho coloco los suyos abrazándolo, haciendo que sus cuerpos quedaran firmemente pegados. Su palpitante erección descansaba en su hinchado sexo, la deseable cabeza frotando la piel satinada de su vientre.
—Oh, sí —soltó él—. Me encanta tu contacto, cielito.
Su pecho estaba aplastado contra su pecho.
Yunho se reclinó y deslizó las manos por su cabello, sus dedos la sujetaron firmemente mientras bajaba la cabeza para estamparle un beso. Su boca permaneció sobre la suya, rozándola y amoldándose para poder tener un mejor avance. Su lengua se unió, jugando y persuadiéndola para que abriese la boca.
Jaejoong lo hizo, voluntariamente le permitió pasar, admitiendo al atormentador invasor. Yunho gimió cuando la succión de su boca y lengua aceleraron el hambre de su verga, consumiéndose el uno al otro, intercambiando deliberadamente el calor abrasador.
La boca de Yunho se separó de la suya y empezó una exploración más pausada. Él lo besó y mordiscó a lo largo de su línea de la mandíbula hasta el punto sensible debajo de su oreja. Allí, pellizcó ligeramente la carne vulnerable con sus dientes y sorbió suavemente y durante mucho tiempo, marcándolo. Los gemidos suaves y velados de Jaejoong le catapultaron al frenesí. Su boca regresó a la expuesta y elegante garganta. Aceptando su invitación, lo arrastró por la sedosa piel. El excitante aliento cálido y húmedo sobre él, envió a cada nervio un pequeño temblor. En la base de su garganta hizo una pausa, chupándola ligeramente, señalándola de nuevo.
—¿Me estás dejando chupetones? —preguntó Jaejoong desvalido. Sus manos eran como plumas a través de su pelo, sosteniéndolo. Él sintió el aguijón de la sangre cuando salía a la superficie de su piel.
—Mmm-hmm —ronroneó él.
—Más —le exigió.
Perdido en el éxtasis de sus lentas exploraciones y diminutos mordiscos de amor que lo señalaban, Jaejoong se meció contra él. La gruesa y turgente columna se deslizó entre los fluidos de su pulsante funda. Ansiando ser llenado, la lenta fricción de su polla contra su henchido miembro era atormentadora. Puso máximo empeño en levantarse, para empalarse a sí mismo.
Yunho lo sujetó firmemente.
—No, aún no, corazón —murmuró con voz oscura, lenta—. Pronto cariño, solamente sujétate encima de mí, mi amor —canturreó él dulcemente ante los quejidos mudos de súplica.
Él arrastró su boca a lo largo de su tórax, haciendo escala sobre el firme pecho. Sorbió firmemente, creando otra marca de pasión en la piel, sedosa de él. La excitación de Yunho aumentaba rápidamente. Los movimientos insistentes de Jaejoong y los gemidos dulces e implorantes le volvían loco. El deseo de hundirse en el caliente, y resbaladizo canal era agobiante. Pero había establecido su curso a seguir y estaba determinado a llevarlo a cabo. Un largo, lento paseo hacia su meta, y su meta era probar a su compañero que era amado y deseado bajo cualquier circunstancia.
La inclinó para hacerlo retroceder, una mano firmemente plantada en su trasero. Su boca completó el viaje de un pezón al otro. Sus dientes se cerraron amablemente en la base, sus labios se le pegaron al resto, la lengua jugueteó con el endurecido brote mientras lo sorbía fuertemente.
—Yunho. ¡Oh, Yunho! —gritó Jaejoong cuando un pequeño orgasmo lo tomaba. Un profundo gruñido de ánimo vibró desde su carne sensibilizada, enviándolo a otro orgasmo.
—Eso es, cariño, eso esta bien. Ahora voy a chuparte el otro pezón, Jaejoong. Quiero que te corras para mí otra vez, cielito.
Rápidamente cambió de posición, sorbió vigorosamente su otro pezón, mientras sus dedos pellizcaban y comenzaban a trazar círculos en la parte húmeda. Con un gemido, Jaejoong se corrió de nuevo. Su cuerpo se rebeló contra el suyo, su sexo se arrastraba para golpear su verga con cada convulsión de sus caderas.
Su boca tomó la de él en un beso abrasador, su lengua abriendo camino a todas las barreras, explorando apasionadamente, saboreando su sabor único. Él se tragó sus quejidos y gemidos suplicantes. El perfume de su excitación inundó sus fosas nasales, mientras el calor abrasador de su piel se deslizaba contra él.
Yunho estaba que no podía. Ahogándose por hacerlo suyo, su compañero. Sus manos ahuecaron su culo, sin esfuerzo alguno lo levantó.
—Guíame dentro —pidió con un gruñido grueso, ronco. Él accedió ansiosamente, dirigiendo su gruesa erección hacia su entrada. Cuando la cabeza firme y carnosa acarició dentro, lentamente lo hizo bajar, abriéndose paso fácilmente por la brecha de tensa carne que se estremecía y cerraba herméticamente alrededor del invasor que acogía.
Jaejoong absorbió con fervor el impacto de cada pulgada que enfundaba, mientras él se deslizaba lentamente dentro de él, llenándolo. Con los ojos cerrados y la frente arrugada por la concentración, se meció contra él recitando:
—Sí, sí, sí.
Yunho emitió un gemido angustiado cuando su pasaje se apretó contra su verga. Gruñó de alivio cuando se introdujo hasta la empuñadura, alcanzando el punto más profundo. Ambos se aquietaron sujetándose el uno al otro, intercambiando el aliento jadeante de sus bocas abiertas, mientras celebraban la unión que se desarrollaba en ese mismo momento.
—Móntame, Jaejoong —ordenó Yunho. Él se estremeció, estrechando la vaina y excitándole desmedidamente.
Las piernas de Jaejoong se apretaron alrededor de su cintura al tiempo que comenzaba a mecerse, levantándose un poco para luego hundirse, sintiendo la suave y rítmica protuberancia de la cabeza de su verga en lo más profundo. Deseando que lo repitiera, Yunho lo asió con fiereza, flexionando sus glúteos, y levantándolo. Su verga quedó por unos momentos libre de presión, para luego introducirla profundamente en el canal.
—Por favor, por favor. ¡No te detengas, no te detengas, no te detengas! —decía Jaejoong frenéticamente para caer directo en el borde.
El propio final de Yunho estaba muy próximo. Por lo que se apoyó mejor contra del cabecero, lanzando las caderas hacia arriba, chocando contra él cuando lo hacía descender, y así golpeando más profundo. Sus pesadas pelotas se detuvieron apretadas.
—¡Jaejoong!
Su nombre salió de su garganta en un profundo gemido, ronco. Su palpitante verga se sacudió con fuerza cuando esta, repetidamente, se tensó entre las calientes paredes de su empapado pasaje.
Sentir la salpicadura de su semen llenándolo envió a Jaejoong una vez más al borde. Su entrada se apretó y lanzó una serie de espasmos cuando el clímax tomó su cuerpo. Su escuchó su gemido implorante al acabar, prueba final de su total éxtasis.
Después se aferraron el uno al otro cuando acabaron, uniéndose en una gratificante sensualidad.
La piel, empapada con el sudor, hacía resbaladizos sus cuerpos, pegándose poco a poco mientras se iban calmando, excepto por la elevación y caída de sus pechos, cuando estos hacían trabajo extra para llenar los pulmones del preciado y escaso oxígeno. El sonido llenó el silencio de la noche. Fuera, las ranas y grillos cantaban, las hojas susurraban cuando una pequeña brisa se filtraba a través de ellas. Adentro, solo se escuchaba el chirrido amortiguado de los electrodomésticos de la casa. El zumbido suave de un ventilador acompañaba el suspiro aún más suave de los alientos de dos personas perdidas en su universo.
—¿Estás bien, cariño? —preguntó Yunho suavemente.
—Mmm-hmm.
Su murmullo, apenas perceptible, fue acompañado por varios besos suaves en el hombro donde reposaba la cabeza.
—Tan pronto como pueda desplegar mis rodillas vamos a darnos una ducha.
Jaejoong cerró herméticamente sus brazos sobre él, tratando de librarse, de desenredarse y levantarse.
—No, cariño, no te muevas —instó él—. Simplemente dame un minuto y yo me encargaré de todo.
Yunho sintió su cuerpo flojísimo, pero gratificado, cuando Jaejoong depositó su confianza completa sobre él. Con un gemido, Yunho enderezó sus piernas y bailó un poco hacia un lado, meciéndose en el piso. Se sentó un momento, sujetando a Jaejoong con firmeza contra él, hasta que sintió sus rodillas lo suficientemente estables para levantarse. Otro gemido acompañó el zis zas que daban sus pies y caminó hacia el cuarto de baño con Jaejoong todavía envolviéndole.
—Puedo caminar —ofreció él.
—Solo permanece conmigo, cielín. Nos llevaré allí sanos y salvos —prometió; cada paso que daba estimulaba el riego sanguíneo en sus piernas.
Para cuando alcanzó el cuarto de baño, Yunho casi poseía de nuevo todo el control, y tomando una esponja para lavarse, paso fácilmente el escalón de la bañera, aguantando a Jaejoong en posición vertical. Sujetó su cuerpo contra el de él mientras ajustaba la temperatura del agua y le subía el botón para que fuera ducha. El agua caliente cayó en cascada sobre sus agradecidos cuerpos.
Yunho dejó que el agua empapara la esponja para mojarla, enjabonándola con una pastilla de jabón que tenía en una estantería al lado de la ducha. Comenzó a lavar a Jaejoong, pasando la esponja minuciosamente sobre su cuerpo. Consciente, por su delicada condición, de que por esta vez simplemente se utilizaría para lo suyo, o sea, para lavarse y nada de más sexo. Cuando llegó a su vientre y se desplazo hacia abajo, él le agarró del brazo.
—Yo puedo hacer el resto —insistió tímidamente.
—Quiero hacerlo —contestó, mirándolo con amor.
Jaejoong se mordió los labios e inclinó la cabeza, como si estuviera demasiado asustado para hablar.
Yunho continuó a su ritmo, limpiándolo cuidadosamente y enjuagando cada parte de su cuerpo. Su toque era sensible, cortés y muy exhaustivo. Tan pronto como terminó, Jaejoong tomó la esponja para lavarle, enjuagándola bajo la presión de la ducha y enjabonándola de nuevo.
—Gírate un poco. —él le sonrió, y comenzó a lavarle con la misma intensidad con la que él lo había hecho.
Deslizó la esponja jabonosa sobre sus brazos y el pecho, luego se movió para lavar sus anchos hombros, haciendo que Yunho soltara un gruñido de satisfacción, que lo hizo reír atropelladamente. Continuó hacia abajo, enjabonando sus glúteos apretándoselos y deslizando la esponja entre ellos.
—Condenación, cariño.
Yunho se quedó sin aliento, los músculos se agarrotaron convulsivamente bajo sus manos, mientras estas le recorrían, mientras la rugosa esponja le acariciaba la sensitiva abertura anal.
Jaejoong dejó caer la esponja y echo jabón en sus manos, enjabonándolas. Se acercó, relamiéndose el labio inferior, con anticipado disfrute. Tal como había esperado, la verga de Yunho comenzaba a ponerse dura. Sus manos enjabonadas tomaron posesión de su larga vara, trabajando la turgente carne hasta que quedó completamente erecta.
—¿Qué estás haciendo, Jaejoong? —gimió.
—Tomándote —contestó él sucintamente.
Jaejoong le colocó debajo de la ducha y le enjuagó junto con sus propias manos. Luego cerró el agua y se colocó de rodillas delante de él. Sus delgados dedos envolvían su palpitante longitud mientras su lengua daba largas y firmes pasadas sobre la protuberante cabeza de su verga. Yunho saltó y gimió al tiempo que su respiración comenzase a acelerarse.
Sonriendo presumidamente, Jaejoong llevó la verga a su boca, lamiendo y sorbiéndolo con desenfrenado entusiasmo. Las manos de él aprisionaron su pelo. Sus caderas empezaron a moverse despacio, bombeando mientras él se dedicaba a chupar su verga. Pequeños sonidos de placer se abrieron paso por su garganta, vibrando sobre la carne tensa. Yunho gimió de nuevo, aumentando la velocidad de sus envites. Miró hacia abajo y casi llegó a ver su verga, brillante por la saliva, mientras salía de entre los sugerentes labios que se apretaban alrededor.
Cerrando los ojos, abrumado ante la sensación de su succión, no vio ni percibió que sus manos le soltaban. Jaejoong buscó a ciegas el bote del acondicionador y lanzó una pequeña cantidad en su palma izquierda. Lubricando el dedo medio de la derecha, llevó el resto hacía su parte posterior, a su culo, esparciéndolo entre sus glúteos. El dígito localizó el brote apretado de su ano y se deslizó hacia su interior.
—¡Oh dios, cariño! —gritó él.
Su mano izquierda regresó a la base de su verga, los dedos se plegaron para aplicarle presión mientras todavía continuaba sorbiéndole con su caliente boca.
Jaejoong lo tomó con placer. Nunca se había dado cuenta de lo erógena que era su boca. Se maravilló de la percepción de su gruesa y dura verga mientras la llenaba. Podía sentir la pulsación de su corazón en las nudosas venas que recorrían toda su longitud. Su lengua pasó sobre ellas y sobre la cabeza tan deseable, frotando la sensitiva parte inferior y explorando la pequeña abertura del extremo.
—No puedo contenerme más, voy a correrme, cielo —gimió él ahogadamente, sus musculosos muslos se mecían mientras se preparaba para soltar el éxtasis que tenía a las puertas. Un gemido gutural se desgarró de sus labios cuando él metió su dedo más profundo en su ano. Su semen salió expelido con fuerza, como lava de un volcán en erupción. Jaejoong tragó convulsivamente cada avalancha, una vez, dos veces, una y otra vez. Extrayendo su dedo, para luego introducirlo largo y rápido. Yunho gimió de nuevo cuando otro espasmo convulsivo le desgarró, en un esfuerzo final por vaciar sus pelotas. Cuando sus empujes espasmódicos desaceleraron y llegaron a detenerse, cayó de rodillas delante de él, felizmente agotado.
Levanto su cara con las manos, apoyando la frente contra la de él.
—¿Dónde diablos aprendiste esto? —dijo falto de aliento.
—Es que leo mucho —rió burlonamente, contento de haberle dado un placer tan abrumador.
—Le daré las gracias a Dios por haber creado esos libros. He sentido como si mis pelotas se dieran la vuelta —dijo débil y sarcásticamente.
Jaejoong bajo la mano y acarició ligeramente sus pelotas con ciertas dudas.
—No sé, parece que todavía están en su sitio —bromeó—. Venga vamos, terminemos de ducharnos. Estoy agotado.
Levantándose con dificultad, regresaron a la ducha para un rápido enjuague. Se secaron el uno al otro con calientes y mullidas toallas. Yunho se dirigió a la cama mientras Jaejoong se demoraba en aplicarse su loción para la cara y el cuerpo. Apagando la luz del cuarto de baño, se detuvo en la puerta que conectaba con el dormitorio.
Yunho había apagado todas las velas salvo una. Una que lanzaba su luminosidad sobre la cama. Estaba boca arriba, con la cara y el cuerpo totalmente relajados. Una suave sonrisa apareció sus labios mientras estudiaba las sombras que se creaban en la cara de él. Casi podía percibir la imagen del lobo superpuesta sobre sus perfectas facciones. Un temblor de admiración bajó por su columna vertebral. Era de él. Él le amaba y era amado en respuesta.
La alegría llenó su ser, mientras cruzaba la habitación hasta llegar a la cama. Apagando de un soplo la vela restante, se introdujo bajo las mantas, acurrucándose cerca del calor de su musculoso cuerpo. Con un murmullo adormecido, lo rodeó con un brazo para colocársela prácticamente encima. Él le acarició suavemente la mejilla y se recostó contra él, yendo a la deriva hacía unos sueños, donde los lobos corrían con silencias gracia, como fantasmales almas bajo una benévola y plateada luna.

2 comentarios:

  1. Ashh! Que capítulo tan, tan, hermoso, Jae completamente destinado con su lobo y este tan enamorado de su pareja, ambos se complementan tan naturalmente, que fascinante y hermoso capítulo.

    Gracias!!!💗💕💞

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  2. Muy lindo. Jae acepto todo de su lobo y en cierta medida él también quiere serlo para estar más conectado con Yunho. Fue agradable ver la interacción de ellos como pareja recién acoplada, y claro, también muuuy caliente y erotico sus ardientes encuentros amorosos

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