Capítulo Seis
Yunho miró cariñosamente a su dormido
compañero. Su despeinado pelo se derramaba a través de las almohadas sin ton ni
son. Un suave sonrojo teñía sus mejillas, y sus labios enrojecidos estaban
hinchados y ligeramente entreabiertos, incluso su respiración era suave y
pareja. La forma voluptuosa que le había conducido casi a la locura por lujuria
la noche pasada, se perfilaba entre las sabanas arrugadas.
Había tenido problemas a la hora de
mantener sus manos fuera de él. Cada vez que lo amaba solo hacia quererlo mucho
más. Su miembro revoltoso había permanecido semierecto toda la noche. Aun
después de llenarlo con su semilla había permanecido sumergido en su cuerpo,
dormitando a rachas solo para renacer, duro como una roca, sepultado
profundamente en su entrada resbaladiza, caliente. La necesidad de follarlo,
poseerlo, dominarlo, de montarlo, era como una compulsión sin control.
Él tenía que saber sin ninguna duda
que le pertenecía. Que era su alfa y compañero.
Dos veces dentro del despacho, una
vez en el cuarto de baño, tres veces durante la noche y en la madrugada, y una
vez más esta mañana antes de levantarse e irse a la ducha. Habían hecho amor
siete veces, no era extraño que él estuviera exhausto. Yunho estaba un poco
asombrado, la verdad.
Por otra parte, se sentía
revigorizado, renovado. ¡Su compañero! Su mera presencia le maravillaba y le hacía
feliz. Estaba empezando un nuevo capítulo en su vida y esperaba con
anticipación cada página, cada frase.
Apoyándose, inspiró el caliente
perfume hipnótico, posó un casto beso en su mejilla que hizo que Jaejoong se
agitara, hablando entre dientes.
—Otra vez no, estoy muy cansado.
—Shh, duerme, cariño —susurró él.
Enderezándose, colocó bien la colcha alrededor de su cuerpo y se dispuso a
bajar las escaleras.
* * * * *
Un par de horas más tarde, Yunho
estaba sentado en su despacho manteniendo una conversación con Changmin. Nacido
en la manada de Torre de Hierro, tenía la obligación de presentar a su nuevo
compañero a los miembros que componían su manada. Changmin y él habían decidido
presentarlo a las manadas de Torre de Hierro y Pinos Gemelos en tres semanas a
partir de este día.
Changmin, Yunho y, lo más asombroso, Tae
Young, el alfa de la manda de Los Pinos Gemelos, habían decidido tener una
reunión anual semicombinada con los miembros de ambas manadas, para así ayudar
a mantener los problemas al mínimo. Los miembros
de ambas manadas, así como los familiares de una y otra manada, estaban más
bien inclinados a evitar las pequeñas riñas como los desafíos.
Ninguno de los hombres anticipó
ningún problema. El estatus de Yunho aseguraba su aceptación, y Jaejoong por sí
mismo, sabiendo como trataba con el público, no se echaría atrás ultrajado. Se
aseguraría que él se mantuviese firme, a pesar de estar rodeado de un montón de
desconocidos que justamente también eran hombres lobos.
La atención de Yunho fue atraída por
la ventana. Un vehículo poco familiar se acercaba a la casa. Se dirigió a la
puerta principal y la abrió antes de que el motor se apagara. Wong Jong salió
al momento.
Sus sentidos se pusieron en alerta de
inmediato. Con Jaejoong arriba, cualquier varón poco familiar era mirado como
una amenaza, doblemente sí este varón resultaba ser otro hombre lobo.
Wong Jong se acercó lentamente,
proyectando una presencia de la forma menos amenazadora posible.
—¿Puedo hablar contigo, Yunho? No te
reto, ni soy una amenaza.
Sus palabras fueron pronunciadas con
determinación y nerviosismo.
Relajándose ligeramente, Yunho le
hizo entrar. Manteniendo a Wong Jong delante para así observar sus movimientos
minuciosamente, le indicó el camino hacia su despacho.
—Siéntate —ofreció, indicando el
sofá. Yunho se sentó en el borde de una de las sillas, la mesita de café estaba
entre ellos—. ¿Para qué quieres verme? —preguntó dudoso.
—Es por lo ocurrido con tu compañero
—contestó Wong Jong. Viendo la tensión plasmarse en los músculos de Yunho,
continuó con rapidez—: Solo quiero que sepas que no tuve nada que ver con eso.
Se murmura que lo drogaron con algo en el O’Neal. También dicen que lo hicieron
los hombres lobo, y como Sung Hee y yo fuimos los únicos presentes aquella
noche, tuvo que ser alguno de nosotros.
Inspiró profundamente, obligándose a
permanecer con la mirada fija en la de Yunho.
—No tomo drogas, Yunho, y mucho menos
se las paso a nadie.
Yunho mantuvo la mirada sobre Wong
Jong hasta que este la bajó.
—Nunca sospeché de ti —concedió—. Sung
Hee es la culpable. Y creo que los dos sabemos por qué.
Wong Jong hizo un gesto afirmativo.
—Si, está obsesionada contigo. —Su
voz plasmaba derrota y amargura—. Me voy, gracias por escucharme.
—Espera, Wong Jong —le pidió Yunho—.
Sé que ella te importa.
—Para lo que me sirve, pero sí, la
amo. —Wong Jong se detuvo y luego giró hacia la ventana, quedándose con la
mirada fija hacia fuera—. Sé que Sung Hee es como un dolor de muelas, pero
tiene problemas sobre los que nadie sabe. Su madre murió cuando ella era joven
y su padre es un tirano con un bloque de hielo por corazón. Le he conocido. La
manera en que la trata, me hace querer golpear al hijo de puta durante toda una
semana.
Ante el susurro de entendimiento de Yunho,
se apartó de la ventana. Frotando los músculos agarrotados del cuello continuó:
—Sé que no excusa su comportamiento,
que hay muchas personas que también vivieron una infancia difícil. Por ejemplo
la hermana de Sung Hee, es una de las personas más dulces que uno podría encontrarse.
Esta felizmente casada, con un par de cachorros. —Un gesto de desesperada
resignación cruzó su cara—. Sung Hee no es feliz. Si simplemente pudiera ver lo
que tiene delante, en vez de… —Hizo una pausa, mirando a Yunho—… Sé que la
podría hacer feliz si me diera una oportunidad.
—Hazlo —indicó Yunho. Viendo el gesto
de perplejidad de Wong Jong, explicó—: Sung Hee es una mujer fuerte, por lo que
necesita a un hombre más fuerte. ¿Cuánto tiempo llevas con ella?
—Cinco meses hasta el momento
—contestó él.
Yunho elevó las cejas.
—Estoy impresionado. Nunca he sabido
que Sung Hee hubiera estado con un hombre más de algunas semanas, antes de
mandarle a tomar vientos. Le gustas. Podría ser que ella sintiera algo más,
pero está claro que Sung Hee necesita a un hombre fuerte, un compañero
autoritario.
—Veo a donde quieres llegar —concedió
Wong Jong—. ¿Pero qué es lo que puedo hacer?
Yunho se levantó. Se acercó a Wong
Jong, palmeándole en el hombro.
—Habrá que prepararse, tengo un
gimnasio en el sótano. A partir de mañana puedes venir todos los días. Puedes
estar un par de horas. No hay nada mejor que fortalecer los músculos para
aumentar la confianza de un hombre. —Condujo a Wong Jong hacia la puerta
principal. —Y mientras fortaleces esos músculos, voy a compartir contigo
algunas de las lecciones que mi padre, un alfa de lo más sabio, compartió con
conmigo.
Wong Jong tendió la mano, que Yunho
tomó, sacudiéndola firmemente.
—Gracias, Yunho.
—No me lo agradezcas, mi motivo no es
enteramente altruista. El nombre de Sung Hee esta en la mitad de las disputas a
las que tengo que buscar una solución. Si la haces feliz —sonrió
descaradamente—, mi trabajo será mucho más fácil.
Wong Jong se rió.
—Pues como quieras. Sea por la razón
que quieras, te lo agradezco y te prometo que Sung Hee dejará de molestarte.
Ante eso Yunho contestó:
—Eso sería estupendo. Quedamos para
mañana, a eso de las nueve.
Cerró la puerta y vio a Jaejoong
bajar las escaleras cuidadosamente. Notó la rigidez de sus movimientos con una
sonrisa conocedora, pertinaz. Cuando llego hasta abajo, lo tomó cuidadosamente
en brazos, inclinándole la cabeza hacia arriba para estamparle un beso
afectuoso.
—Hola —murmuro contra sus labios.
—Hola —contestó él suavemente, sus
ojos brillaban, llenos de amor.
—Caminas muy cautelosamente esta
mañana, dulzura. ¿Estás irritado? —Su pregunta solícita tenía una luz juguetona
en sus ojos.
—¿Adivina de quién es la culpa?
—acusó él agriamente, con un intenso sonrojo manchando sus mejillas.
—Espero que no estés tratando de
implicarme en el asunto —declaró Yunho ofendido—. Después de todo, no soy ese
bocado tan dulce, y lujurioso que se mantuvo gimiendo en mi cama durante toda
la noche, tentando y jugando conmigo.
—No, pero eres el maníaco sexual
insaciable que me hizo estar todo el rato gimiendo —contraatacó él.
Yunho lo estrujo tiernamente. Su
mirada fue algo pesarosa.
—Lo siento, cariño. ¿Fui demasiado
rudo?
Su sensible preocupación calentó su
corazón.
—La verdad es que no, simplemente no
estaba en forma para el maratón de amor. Había pasado bastante tiempo desde que
hice algo por el estilo. Caray, ahora soy yo el que bromea —admitió humilde,
haciendo una mueca de disgusto—. Nunca lo había hecho antes —dijo llevándose
las manos a la cara—. Eres un amante magnifico. No podía saciarme.
El corazón de Yunho saltó en su
pecho.
—Qué bien sabes poner el ego de un
simple hombre por las nubes, cariño —lo alabó—. Así como otras cosas. —Su boca
tomó la de él en un beso sensitivo que calentó su sangre.
Jaejoong retrocedió, jadeante.
—Pero te informo que… —le ofreció—,
todo será perdonado si…
Él le echó una mirada seductora.
—¿Qué? —Esa mirada incitó a Yunho a
acceder a cualquier cosa.
—Me alimentas —sonrió—. Me muero de
hambre.
—Brujo. —Colocó el brazo sobre su
hombro mientras lo dirigía hacia la cocina—. Creo que debo alimentarte y así
cojas fuerza suficiente para la siguiente ronda.
—Ja, ja —dijo él sarcásticamente,
luego gruñó cuando lo pellizcó en el momento que empujaba la puerta de la
cocina.
* * * * *
Después de comer, se retiraron al
despacho de Yunho. Como era domingo, Jaejoong llamó a Junsu a su casa, para
tranquilizarlo y decirle que estaba bien. Yunho estaba reclinado en el sofá,
con los ojos brillantes, sonriendo indulgentemente mientras un risueño Jaejoong
charlaba con Junsu por teléfono. Aun siendo adultos, parecían retroceder a la
pubertad cuando un nuevo hombre entraba en sus vidas. Bostezó. Después de todo,
parecía que los excesos nocturnos surtirían algún efecto sobre él. Yunho se
quedó dormido con el susurro tranquilizador de Jaejoong como fondo.
Despertó con un cosquilleo en la
nariz. Sin abrir los ojos, extendió la mano y sujetó a un juguetón Jaejoong,
colocándosela encima.
—Échate una siestecita conmigo
—murmuro—. Queda muchísimo espacio en este ancho sofá.
Lo depositó contra su pecho, con la
cabeza de él bajo su barbilla, sus brazos lo rodearon para acercarlo aún más.
Ambos suspiraron con satisfacción y se relajaron hasta dormirse.
Una hora más tarde el ruido
discordante del teléfono hizo que Jaejoong saltara alarmado. Yunho lo atrapó
antes de que empezara a rodar y cayera al suelo.
—Cálmate, cariño —murmuro dulcemente,
con la voz ronca por el sueño.
Se levantó y coloco a un atontado Jaejoong
sobre el sofá, después corrió en busca del teléfono.
—Jung —contestó enérgicamente. Luego escuchó
durante unos momentos—. Excelente, sí, lo sé. Tú
y Farrell me aseguráis que lo tenéis todo bajo control. —Otra vez escuchó al
que hablaba al otro lado de la línea—. Está bien, mira, intentaré taparlo todo
lo que pueda. Puedo estar allí en pocas horas. Recógeme en la pista de
aterrizaje. —Otro torrente de conversación vino de la otra parte—. Vale, ¿Te
parece que lo veamos cuándo llegue? De acuerdo. —Colgó el teléfono y miró a Jaejoong—.
Tengo que irme a trabajar.
—¿Una de tus consultas? —preguntó él.
—Sí, sube conmigo y te lo iré
explicando mientras hago el equipaje.
Jaejoong aceptó y subieron juntos la
escalera. Se sentó en la cama mientras Yunho colocaba una muda de ropa, junto
con todos los utensilios que precisaba, en una bolsa de viaje. Mientras hacia
el equipaje, le explicó de qué iba su trabajo, y el problema que se había
creado. La disputa entre dos manadas sobre una línea territorial. La pelea que
sucedió después y cómo los combatientes fueron separados a la fuerza por sus
alfas, que lograron mantener a sus respectivas manadas bajo control. Que esos
mismos alfas estaban perdiendo velozmente el deseo de evitar cualquier
derramamiento de sangre, y cómo sus instintos lupinos les empujaban a actuar.
—¿Y esta disputa tiene lugar en medio
de Montana? —preguntó él.
—Sí, y no puedo perder el tiempo
conduciendo hasta allí. Mantengo un Cessna en la pista de aterrizaje local de
aquí, para así poder realizar vuelos rápidos sin tener que depender de los
aviones comerciales. Cuesta menos esfuerzo de esta manera —le explicó.
—¿Sabes pilotar un avión? —Jaejoong
estaba asombrado de todas las nuevas facetas que descubría de Yunho.
—Ya ves que sí. Si eres un buen chico
mientras estoy fuera, te llevaré a dar paseo a mi regreso —le guiñó un ojo,
ofreciendo este soborno.
Desapareció en el cuarto de baño para
recoger su cepillo de dientes y sus utensilios de afeitar. Jaejoong oyó el
sonido de la tapa del inodoro al alzarse y líquido caer. Sonrió ante la acción
inconsciente por parte de Yunho. En cierto modo, era extrañamente
reconfortante. Después del ruido del inodoro y el agua correr por el lavabo,
emergió del cuarto de baño, añadiendo sus artículos personales de aseo a su
bolsa de viaje.
—Creo que me iré a casa mientras
estás fuera —anunció Jaejoong.
—Eres bienvenido si quieres quedarse
aquí, lo sabes ¿no?
—Lo sé, pero me da algo de apuro
estar aquí sin ti —explicó—. De cualquier manera, costará menos esfuerzo que esté
en casa, ya que tengo todas mis cosas allí. Mañana tengo que ir a trabajar, por
lo que necesitaré mi coche.
—¿Podrás llegar bien a tú casa?
—preguntó Yunho, con aparente preocupación—. Si lo deseas, esperaré cuando
acabe de hacer el equipaje y te dejo en casa al salir del pueblo.
—No hay necesidad, puedo llegar bien.
Llamaré a Junsu. O mejor aún, llamaré a un taxi. Así les dejaré seguir con lo
que estén haciendo— reconsideró él.
Yunho asintió. Pudo ver que su cabeza
estaba en lo que se iba a encontrar cuando llegara a Montana. Cuando tomó su
bolsa y bajo al piso inferior, Jaejoong se arrastró como un perrito faldero. En
la puerta principal Yunho dejó caer la bolsa y se giró, pera encontrarse a Jaejoong
mordiéndose el labio, con los ojos brillando con las lágrimas no derramadas.
Solo tuvo que abrir los brazos, para que él se sepultara en el cálido refugio
que le proporcionaba.
—No llores, cariño. Estaré de regreso
en un par de días.
Lo sintió reclinar la cabeza contra
su hombro.
—Lo siento, parezco un bebé. Pero es
que estábamos comenzando a entendernos y te vas, te voy a extrañar.
Se echó hacia atrás, para poder
mirarlo a la cara.
—Yo también te extrañaré, pequeñajo.
Míralo de esta manera —apuntó hacia fuera—. Ahora tendrás un par de días para
recuperarte. —Su mirada se volvió abrasadora—. Tómate algunos baños de espuma.
Así te desentumeces para cuando regrese.
Jaejoong se rió y pasó sus brazos
alrededor de su cuello, abrazándole ferozmente.
—Lo haré —aceptó, luego se retiró,
sus ojos se convirtieron en suaves piscinas —. Ten cuidado.
Los ojos dorados cambiaron a ámbar.
—No te preocupe por mí, estaré bien.
—Sus brazos se apretaron alrededor de él, manteniéndolo cerca—. Sé que, como tú
bien has dicho, «estábamos empezando a entendernos», pero cuando regrese tendremos
una charla bastante seria tú y yo.
—¿Otro charla seria? Me parece que me
estás asustando. —Su trémula sonrisa contradijo sus cizañeras palabras.
La mano de Yunho se arrastró hacia
abajo, palmeando con delicadeza su redondeado trasero.
—No seas un sabelotodo, o tendré que
zurrarte.
—Yunho…
Jaejoong se sintió encender al
instante por estas encantadoras palabras.
Él capturó su boca en un beso
intempestivo, su lengua entro rápidamente dedicándose al saqueo y al pillaje.
Se apropió del gemido de Jaejoong mientras él quedaba devastado por su
apasionada acometida. Después de explorar a fondo su boca, cortó el beso,
susurrando promesas sensuales.
—También hablaremos de esto cuando llegue a casa.
Dándole un
devastador beso final y una firme palmada en el trasero, se dirigió a la calle.
Jaejoong le observó, diciéndole adiós
con la mano mientras conducía hacia el camino de acceso. Cerró la puerta y se
apoyó contra ella. Soltando un fuerte suspiro y con una sonrisa algo aturdido,
se encaminó hacia el despacho para llamar a un taxi.
* * * * *
Un par de días más tarde, después de
un día frenético en la tienda, Jaejoong estaba en casa descansando sobre el
sofá. Simplemente se había duchado, vistiéndose con una camisa playera de color
rosa palo y sus pantaloncitos cortos favoritos de franela, unos con dibujos de
ositos. Un envase vacío de ensalada de pasta y un vaso medio lleno de limonada
descansaban sobre la mesita de café. En la televisión, el meteorólogo
pronosticaba el tiempo con confianza.
Se desperezó y bostezó, luego miro
con el ceño fruncido el envase vacío de pasta, preguntándose si tendría
suficiente energía como para levantarse y tirarlo o si continuaba holgazaneando
y mirando la televisión. El repentino sonido del teléfono lo salvó de tener que
decidirse.
Jaejoong vaciló, un ceño pensativo
cruzaba su cara. Tenía que ser Yunho. Lo había llamado todas las noches que
había estado ausente, y anoche le había asegurado que un día más y todo habría
concluido. Sin más remedio, tendría que moverse si es que esta noche regresaba.
Cogiendo el teléfono, contestó con un suave.
—¿Dígame?
—Hola, cariño, soy yo.
Era la voz de Yunho, profunda y rica,
enviando una emoción ya conocida por todo su cuerpo.
—Yunho. —Exhaló un pequeño suspiro
velado—. ¿Ya estás de regreso?
—Pues sí, cariño. Estoy como a unos
diez minutos. Toma algo de ropa y lo que
necesites. Te recogeré y nos dirigiremos directamente a mi casa. —Hubo una
pausa tirante—. Traje novedades para ti, cariño.
El calor sensual que había en su voz
hizo temblar a Jaejoong.
Cortó la comunicación. Cinco minutos
más tarde el coche de Yunho entró en el camino de acceso. Un segundo más tarde
golpeaba la puerta.
—Ve por tus cosas, nos vamos a casa.
Jaejoong empezaba a dirigirse a su
dormitorio, cuando Yunho lo detuvo.
—Trae tu vibrador —pidió él.
Sus ojos se ensancharon sorprendidos,
de la misma manera en que su boca se abrió involuntariamente. Deslizó un dedo
bajo su barbilla, y amablemente lo urgió para que la cerrase.
—¿Cómo sabes que tengo un vibrador?
—preguntó incrédulo. La sorpresa mantenía a raya su vergüenza.
Se encogió de hombros como el que no
quiere la cosa.
—Simplemente era una corazonada.
Frunciendo el ceño, se dirigió al
pasillo y de allí a su dormitorio, volviendo la mirada hacia atrás con sospecha
en sus ojos. Algo no estaba bien por aquí. Comenzaba a preocuparse ante el
hecho de que en realidad pudiera leer su mente, Yunho sonrió y agitó una mano
para que avanzara. Luego encendió la televisión y se reacomodó en el sofá,
esperando mientras él preparaba el equipaje.
Una media hora más tarde, Jaejoong
reapareció con una maleta. Yunho fue a su dormitorio para coger el neceser y el
bolso que contenía la ropa de trabajo. Los colocó en el sofá y se giró hacia Jaejoong.
—Dame el vibrador —pidió, extendiendo
la mano.
—¿Por qué? —preguntó, genuinamente
intrigado.
—No lo necesitaras más —aclaró
simplemente, arrogante.
Abrió el neceser y sacó el vibrador,
entregándoselo. Yunho lo examinó, encendiéndolo.
—¿Celoso? —bromeó, pero con el
sonrojo iluminando su cara.
—¿Necesito estarlo? —preguntó
peligrosamente, una sonrisa misteriosamente sensual y muy sardónica curvó sus
labios.
Él sintió que se le cerraba el
estómago, su pecho se contraía herméticamente y se extendía bajo su penetrante
mirada.
—No soy adivino —admitió él. Sus
pezones se comprimieron y se empujaron contra la delgada tela de la camisa.
Yunho lanzó de manera natural el vibrador
a la papelera que estaba cerca de la televisión.
—Ven aquí. —Pronunció esta lenta y
contundente orden.
Un tirón de emoción pasó rápidamente
por su columna vertebral y él sonrió.
—Me gusta mucho cuando haces eso—
soltó.
—¿Qué? —inquirió alzando las cejas.
—Te pones tan caliente y sexy
—explicó él—. Y luego dices «ven aquí» con esa voz tan suave y aterciopelada,
que haces que me derrita.
—No te derritas aún, cariño —se opuso
él—. No hasta que haya conseguido yo mi propósito.
* * * * *
A Yunho, el camino le resultó
bastante agradable. Jaejoong le pidió que le contara como había resultado el
viaje y el trabajo, cosa que hizo, con bastantes detalles.
—Parece completamente surrealista
—dijo dudoso mientras llegaban, saliendo del coche y entrando en la casa—. El
que seas el mediador en una disputa territorial entre manadas. Manadas de
lobos. Manadas de lobos que también son personas. —Negó con la cabeza—. Me va a
llevar cierto tiempo habituarme a todo esto.
—¿Te molesta, Jaejoong? ¿Que seamos
reales? —preguntó Yunho, dando a la llave de la luz para iluminar la escalera.
No quería, necesitaba, saber
si él se podía adaptar al chocante conocimiento que le había dado. Su relación
dependía de su habilidad para aceptar a su gente, para aceptarle, completamente,
sin reservas.
Jaejoong lo pensó un momento.
—Sabes, he visto una gran cantidad de
películas y también bastantes libros basados en los hombres lobos. La mayoría
de ellos representan a los hombres lobos como humanos que se transforman en
animales violentos, criaturas sin control. Criaturas cuya única meta parecía
que era matar. —Hizo una pausa, considerando sus palabras—. Aunque al parecer
no existían tales criaturas, daba miedo. —Se movió para quedar de pie delante
de Yunho, sus ojos estaban llenos de amor y aceptación—. Pero ahora,
conociéndote, sabiendo lo que eres y lo que puedes llegar a ser, no me asusta.
—Sonrió mientras su mano se alzaba para acaríciale la mejilla—. Si eres la
representación de cómo son los hombres lobos de verdad, creo que simplemente nos
llevaremos magníficamente bien.
Le estampo un beso afectuoso, de
agradecimiento.
—¿Te he dicho alguna vez cuanto te
amo, Jaejoong Kim? —le preguntó suavemente.
—Creo que hace una hora o dos
—contestó, mordiéndose el labio inferior—. Pero no te cortes, puedes decirlo
cuando te venga en gana.
—Eres lo mejor que me ha pasado
—bromeó él—. Venga vayámonos a la cama.
Yunho agarró su maleta y el equipaje
de Jaejoong, y lo siguió mientras subían las escaleras.
—A propósito, ¿te he dicho que me
encantan tus pantaloncitos cortos? —Admiró la flexión de los músculos de sus
firmes glúteos redondeados y el erótico balanceo de sus caderas mientras subía
las escaleras por delante de él—. Desde esta perspectiva, los ositos parecen
bailar un tango.
Jaejoong se rió.
—Deja de mirar sin disimulo a mis
ositos, serás pervertido.
—Si tuviese una mano extra haría algo
más que mirarte sin disimulo —se quejó él.
Cuando alcanzaron el dormitorio, Yunho
echó el equipaje sobre la cama. Jaejoong y él desempacaron sus respectivos
bolsos. Él lo siguió al cuarto de baño, colocando su cepillo de dientes y otros
artículos de tocador en sus lugares acostumbrados. Mientras él hacía esto, Jaejoong
colocaba en un estante su champú y su acondicionador en la estantería de la
bañera y colocaba sus cosas pulcramente en el mueble del baño.
Se movió detrás de él y, colocando
sus manos en sus hombros, empezó a darle un
suave masaje.
—¿Cómo te sientes, cariño? —preguntó
solícito.
—Bien —contestó él, cerrando los
ojos—. Mmm, eso se siente muy bien.
Él retiró su pelo sobre un hombro y
dejó al descubierto su nuca. Depositando un suave beso allí, deslizó sus manos
hacia abajo por su espalda y alrededor de su cintura. Una mano continuó bajando
hasta descansar sobre su vientre, por encima de su montículo.
—Uh-uh.
Sus manos y sus labios la hundieron
en un estado de arrobo.
Inclinando la cabeza, su boca quedo
al nivel de su oreja. Su lengua pasó por esas curvas y recovecos. Llevando su
lóbulo a su boca para mordisquearlo y sorberlo, haciendo que Jaejoong gimiera
cuando Yunho empezó a masajear la zona de su vientre que parecía estar en
llamas.
Su firme demanda envió un temblor de
anticipación por toda su columna vertebral. Otra vez él inclinó la cabeza, con
sus ojos nublados, y la excitación alcanzando cotas máximas. Yunho tomó una
toalla de la alacena y se dirigió al dormitorio, dándole privacidad. Jaejoong
se desvistió y se preparó. Colocándose calladamente el albornoz de Yunho para
entrar en el dormitorio. Yunho se había estado preparando. Las luces habían
sido apagadas y media docena de velas brillaban en diversos puntos de la
habitación, emitiendo un sutil resplandor.
Había extendido la toalla sobre la
cama, se había desvestido, y ahora estaba sentado y recostado sobre el cabecero
de la cama. Con actitud casual y acomodadamente desnudo, su erección estaba al
máximo y dura, esperándolo.
—Ven aquí. —Su orden hizo que el
estómago de Jaejoong se estremeciera de anticipación. Él se quitó el albornoz y
tomó la mano que le ofrecía—. Quiero que te sientes aquí, en la cuna de mis
piernas, y que coloques tus piernas alrededor de mi cintura.
Él lo atrajo lenta pero firmemente
hacia él.
Su dictamen pronto fue realizado con
pequeños jadeos y risitas. Jaejoong se colocó a sí mismo en su regazo, sus
piernas se abrieron y rodearon su torso musculoso, sus brazos cayeron sobre sus
hombros y alrededor de su cuello. Yunho coloco
los suyos abrazándolo, haciendo que sus cuerpos quedaran firmemente pegados. Su
palpitante erección descansaba en su hinchado sexo, la deseable cabeza frotando
la piel satinada de su vientre.
—Oh, sí —soltó él—. Me encanta tu
contacto, cielito.
Su pecho estaba aplastado contra su
pecho.
Yunho se reclinó y deslizó las manos
por su cabello, sus dedos la sujetaron firmemente mientras bajaba la cabeza
para estamparle un beso. Su boca permaneció sobre la suya, rozándola y
amoldándose para poder tener un mejor avance. Su lengua se unió, jugando y
persuadiéndola para que abriese la boca.
Jaejoong lo hizo, voluntariamente le
permitió pasar, admitiendo al atormentador invasor. Yunho gimió cuando la
succión de su boca y lengua aceleraron el hambre de su verga, consumiéndose el
uno al otro, intercambiando deliberadamente el calor abrasador.
La boca de Yunho se separó de la suya
y empezó una exploración más pausada. Él lo besó y mordiscó a lo largo de su
línea de la mandíbula hasta el punto sensible debajo de su oreja. Allí,
pellizcó ligeramente la carne vulnerable con sus dientes y sorbió suavemente y
durante mucho tiempo, marcándolo. Los gemidos suaves y velados de Jaejoong le
catapultaron al frenesí. Su boca regresó a la expuesta y elegante garganta.
Aceptando su invitación, lo arrastró por la sedosa piel. El excitante aliento
cálido y húmedo sobre él, envió a cada nervio un pequeño temblor. En la base de
su garganta hizo una pausa, chupándola ligeramente, señalándola de nuevo.
—¿Me estás dejando chupetones?
—preguntó Jaejoong desvalido. Sus manos eran como plumas a través de su pelo,
sosteniéndolo. Él sintió el aguijón de la sangre cuando salía a la superficie
de su piel.
—Mmm-hmm —ronroneó él.
—Más —le exigió.
Perdido en el éxtasis de sus lentas
exploraciones y diminutos mordiscos de amor que lo señalaban, Jaejoong se meció
contra él. La gruesa y turgente columna se deslizó entre los fluidos de su
pulsante funda. Ansiando ser llenado, la lenta fricción de su polla contra su
henchido miembro era atormentadora. Puso máximo empeño en levantarse, para
empalarse a sí mismo.
Yunho lo sujetó firmemente.
—No, aún no, corazón —murmuró con voz
oscura, lenta—. Pronto cariño, solamente sujétate encima de mí, mi amor —canturreó
él dulcemente ante los quejidos mudos de
súplica.
Él arrastró su boca a lo largo de su
tórax, haciendo escala sobre el firme pecho. Sorbió firmemente, creando otra
marca de pasión en la piel, sedosa de él. La excitación de Yunho aumentaba
rápidamente. Los movimientos insistentes de Jaejoong y los gemidos dulces e
implorantes le volvían loco. El deseo de hundirse en el caliente, y resbaladizo
canal era agobiante. Pero había establecido su curso a seguir y estaba determinado
a llevarlo a cabo. Un largo, lento paseo hacia su meta, y su meta era probar a
su compañero que era amado y deseado bajo cualquier circunstancia.
La inclinó para hacerlo retroceder,
una mano firmemente plantada en su trasero. Su boca completó el viaje de un
pezón al otro. Sus dientes se cerraron amablemente en la base, sus labios se le
pegaron al resto, la lengua jugueteó con el endurecido brote mientras lo sorbía
fuertemente.
—Yunho. ¡Oh, Yunho! —gritó Jaejoong
cuando un pequeño orgasmo lo tomaba. Un profundo gruñido de ánimo vibró desde
su carne sensibilizada, enviándolo a otro orgasmo.
—Eso es, cariño, eso esta bien. Ahora
voy a chuparte el otro pezón, Jaejoong. Quiero que te corras para mí otra vez,
cielito.
Rápidamente cambió de posición,
sorbió vigorosamente su otro pezón, mientras sus dedos pellizcaban y comenzaban
a trazar círculos en la parte húmeda. Con un gemido, Jaejoong se corrió de
nuevo. Su cuerpo se rebeló contra el suyo, su sexo se arrastraba para golpear
su verga con cada convulsión de sus caderas.
Su boca tomó la de él en un beso
abrasador, su lengua abriendo camino a todas las barreras, explorando
apasionadamente, saboreando su sabor único. Él se tragó sus quejidos y gemidos
suplicantes. El perfume de su excitación inundó sus fosas nasales, mientras el
calor abrasador de su piel se deslizaba contra él.
Yunho estaba que no podía. Ahogándose
por hacerlo suyo, su compañero. Sus manos ahuecaron su culo, sin esfuerzo
alguno lo levantó.
—Guíame dentro —pidió con un gruñido
grueso, ronco. Él accedió ansiosamente, dirigiendo su gruesa erección hacia su entrada.
Cuando la cabeza firme y carnosa acarició dentro, lentamente lo hizo bajar,
abriéndose paso fácilmente por la brecha de tensa carne que se estremecía y
cerraba herméticamente alrededor del invasor que acogía.
Jaejoong absorbió con fervor el
impacto de cada pulgada que enfundaba, mientras él se deslizaba lentamente
dentro de él, llenándolo. Con los ojos cerrados y la frente arrugada por la
concentración, se meció contra él recitando:
—Sí, sí, sí.
Yunho emitió un gemido angustiado
cuando su pasaje se apretó contra su verga. Gruñó de alivio cuando se introdujo
hasta la empuñadura, alcanzando el punto más profundo. Ambos se aquietaron
sujetándose el uno al otro, intercambiando el aliento jadeante de sus bocas
abiertas, mientras celebraban la unión que se desarrollaba en ese mismo
momento.
—Móntame, Jaejoong —ordenó Yunho. Él se
estremeció, estrechando la vaina y excitándole desmedidamente.
Las piernas de Jaejoong se apretaron
alrededor de su cintura al tiempo que comenzaba a mecerse, levantándose un poco
para luego hundirse, sintiendo la suave y rítmica protuberancia de la cabeza de
su verga en lo más profundo. Deseando que lo repitiera, Yunho lo asió con
fiereza, flexionando sus glúteos, y levantándolo. Su verga quedó por unos
momentos libre de presión, para luego introducirla profundamente en el canal.
—Por favor, por favor. ¡No te
detengas, no te detengas, no te detengas! —decía Jaejoong frenéticamente para
caer directo en el borde.
El propio final de Yunho estaba muy
próximo. Por lo que se apoyó mejor contra del cabecero, lanzando las caderas
hacia arriba, chocando contra él cuando lo hacía descender, y así golpeando más
profundo. Sus pesadas pelotas se detuvieron apretadas.
—¡Jaejoong!
Su nombre salió de su garganta en un
profundo gemido, ronco. Su palpitante verga se sacudió con fuerza cuando esta,
repetidamente, se tensó entre las calientes paredes de su empapado pasaje.
Sentir la salpicadura de su semen
llenándolo envió a Jaejoong una vez más al borde. Su entrada se apretó y lanzó
una serie de espasmos cuando el clímax tomó su cuerpo. Su escuchó su gemido
implorante al acabar, prueba final de su total éxtasis.
Después se aferraron el uno al otro
cuando acabaron, uniéndose en una gratificante sensualidad.
La piel, empapada con el sudor, hacía
resbaladizos sus cuerpos, pegándose poco a poco mientras se iban calmando,
excepto por la elevación y caída de sus pechos, cuando estos hacían trabajo
extra para llenar los pulmones del preciado y escaso oxígeno. El sonido llenó
el silencio de la noche. Fuera, las ranas y grillos cantaban, las hojas
susurraban cuando una pequeña brisa se filtraba a través de ellas. Adentro,
solo se escuchaba el chirrido amortiguado de los electrodomésticos de la casa.
El zumbido suave de un ventilador acompañaba el suspiro aún más suave de los
alientos de dos personas perdidas en su universo.
—¿Estás bien, cariño? —preguntó Yunho
suavemente.
—Mmm-hmm.
Su murmullo, apenas perceptible, fue
acompañado por varios besos suaves en el hombro donde reposaba la cabeza.
—Tan pronto como pueda desplegar mis
rodillas vamos a darnos una ducha.
Jaejoong cerró herméticamente sus
brazos sobre él, tratando de librarse, de desenredarse y levantarse.
—No, cariño, no te muevas —instó él—.
Simplemente dame un minuto y yo me encargaré de todo.
Yunho sintió su cuerpo flojísimo,
pero gratificado, cuando Jaejoong depositó su confianza completa sobre él. Con
un gemido, Yunho enderezó sus piernas y bailó un poco hacia un lado, meciéndose
en el piso. Se sentó un momento, sujetando a Jaejoong con firmeza contra él,
hasta que sintió sus rodillas lo suficientemente estables para levantarse. Otro
gemido acompañó el zis zas que daban sus pies y caminó hacia el cuarto de baño
con Jaejoong todavía envolviéndole.
—Puedo caminar —ofreció él.
—Solo permanece conmigo, cielín. Nos
llevaré allí sanos y salvos —prometió; cada paso que daba estimulaba el riego
sanguíneo en sus piernas.
Para cuando alcanzó el cuarto de
baño, Yunho casi poseía de nuevo todo el control, y tomando una esponja para
lavarse, paso fácilmente el escalón de la bañera, aguantando a Jaejoong en
posición vertical. Sujetó su cuerpo contra el de él mientras ajustaba la
temperatura del agua y le subía el botón para que fuera ducha. El agua caliente
cayó en cascada sobre sus agradecidos cuerpos.
Yunho dejó que el agua empapara la
esponja para mojarla, enjabonándola con una pastilla de jabón que tenía en una
estantería al lado de la ducha. Comenzó a lavar a Jaejoong, pasando la esponja
minuciosamente sobre su cuerpo. Consciente, por su delicada condición, de que
por esta vez simplemente se utilizaría para lo suyo, o sea, para lavarse y nada
de más sexo. Cuando llegó a su vientre y se desplazo hacia abajo, él le agarró
del brazo.
—Yo puedo hacer el resto —insistió
tímidamente.
—Quiero hacerlo —contestó, mirándolo
con amor.
Jaejoong se mordió los labios e
inclinó la cabeza, como si estuviera demasiado asustado para hablar.
Yunho continuó a su ritmo, limpiándolo
cuidadosamente y enjuagando cada parte de su
cuerpo. Su toque era sensible, cortés y muy exhaustivo. Tan pronto como
terminó, Jaejoong tomó la esponja para lavarle, enjuagándola bajo la presión de
la ducha y enjabonándola de nuevo.
—Gírate un poco. —él le sonrió, y
comenzó a lavarle con la misma intensidad con la que él lo había hecho.
Deslizó la esponja jabonosa sobre sus
brazos y el pecho, luego se movió para lavar sus anchos hombros, haciendo que Yunho
soltara un gruñido de satisfacción, que lo hizo reír atropelladamente. Continuó
hacia abajo, enjabonando sus glúteos apretándoselos y deslizando la esponja
entre ellos.
—Condenación, cariño.
Yunho se quedó sin aliento, los
músculos se agarrotaron convulsivamente bajo sus manos, mientras estas le
recorrían, mientras la rugosa esponja le acariciaba la sensitiva abertura anal.
Jaejoong dejó caer la esponja y echo
jabón en sus manos, enjabonándolas. Se acercó, relamiéndose el labio inferior,
con anticipado disfrute. Tal como había esperado, la verga de Yunho comenzaba a
ponerse dura. Sus manos enjabonadas tomaron posesión de su larga vara,
trabajando la turgente carne hasta que quedó completamente erecta.
—¿Qué estás haciendo, Jaejoong?
—gimió.
—Tomándote —contestó él sucintamente.
Jaejoong le colocó debajo de la ducha
y le enjuagó junto con sus propias manos. Luego cerró el agua y se colocó de
rodillas delante de él. Sus delgados dedos envolvían su palpitante longitud
mientras su lengua daba largas y firmes pasadas sobre la protuberante cabeza de
su verga. Yunho saltó y gimió al tiempo que su respiración comenzase a
acelerarse.
Sonriendo presumidamente, Jaejoong
llevó la verga a su boca, lamiendo y sorbiéndolo con desenfrenado entusiasmo.
Las manos de él aprisionaron su pelo. Sus caderas empezaron a moverse despacio,
bombeando mientras él se dedicaba a chupar su verga. Pequeños sonidos de placer
se abrieron paso por su garganta, vibrando sobre la carne tensa. Yunho gimió de
nuevo, aumentando la velocidad de sus envites. Miró hacia abajo y casi llegó a
ver su verga, brillante por la saliva, mientras salía de entre los sugerentes
labios que se apretaban alrededor.
Cerrando los ojos, abrumado ante la
sensación de su succión, no vio ni percibió que sus manos le soltaban. Jaejoong
buscó a ciegas el bote del acondicionador y lanzó una pequeña cantidad en su
palma izquierda. Lubricando el dedo medio de la derecha, llevó el resto hacía
su parte posterior, a su culo, esparciéndolo entre sus glúteos. El dígito
localizó el brote apretado de su ano y se
deslizó hacia su interior.
—¡Oh dios, cariño! —gritó él.
Su mano izquierda regresó a la base
de su verga, los dedos se plegaron para aplicarle presión mientras todavía
continuaba sorbiéndole con su caliente boca.
Jaejoong lo tomó con placer. Nunca se
había dado cuenta de lo erógena que era su boca. Se maravilló de la percepción de
su gruesa y dura verga mientras la llenaba. Podía sentir la pulsación de su
corazón en las nudosas venas que recorrían toda su longitud. Su lengua pasó
sobre ellas y sobre la cabeza tan deseable, frotando la sensitiva parte
inferior y explorando la pequeña abertura del extremo.
—No puedo contenerme más, voy a
correrme, cielo —gimió él ahogadamente, sus musculosos muslos se mecían
mientras se preparaba para soltar el éxtasis que tenía a las puertas. Un gemido
gutural se desgarró de sus labios cuando él metió su dedo más profundo en su
ano. Su semen salió expelido con fuerza, como lava de un volcán en erupción. Jaejoong
tragó convulsivamente cada avalancha, una vez, dos veces, una y otra vez.
Extrayendo su dedo, para luego introducirlo largo y rápido. Yunho gimió de
nuevo cuando otro espasmo convulsivo le desgarró, en un esfuerzo final por
vaciar sus pelotas. Cuando sus empujes espasmódicos desaceleraron y llegaron a
detenerse, cayó de rodillas delante de él, felizmente agotado.
Levanto su cara con las manos,
apoyando la frente contra la de él.
—¿Dónde diablos aprendiste esto?
—dijo falto de aliento.
—Es que leo mucho —rió burlonamente,
contento de haberle dado un placer tan abrumador.
—Le daré las gracias a Dios por haber
creado esos libros. He sentido como si mis pelotas se dieran la vuelta —dijo
débil y sarcásticamente.
Jaejoong bajo la mano y acarició
ligeramente sus pelotas con ciertas dudas.
—No sé, parece que todavía están en
su sitio —bromeó—. Venga vamos, terminemos de ducharnos. Estoy agotado.
Levantándose con dificultad,
regresaron a la ducha para un rápido enjuague. Se secaron el uno al otro con
calientes y mullidas toallas. Yunho se dirigió a la cama mientras Jaejoong se
demoraba en aplicarse su loción para la cara y el cuerpo. Apagando la luz del cuarto
de baño, se detuvo en la puerta que conectaba con el dormitorio.
Yunho había apagado todas las velas
salvo una. Una que lanzaba su luminosidad sobre
la cama. Estaba boca arriba, con la cara y el cuerpo totalmente relajados. Una
suave sonrisa apareció sus labios mientras estudiaba las sombras que se creaban
en la cara de él. Casi podía percibir la imagen del lobo superpuesta sobre sus
perfectas facciones. Un temblor de admiración bajó por su columna vertebral.
Era de él. Él le amaba y era amado en respuesta.
La alegría llenó su ser, mientras
cruzaba la habitación hasta llegar a la cama. Apagando de un soplo la vela
restante, se introdujo bajo las mantas, acurrucándose cerca del calor de su
musculoso cuerpo. Con un murmullo adormecido, lo rodeó con un brazo para
colocársela prácticamente encima. Él le acarició suavemente la mejilla y se
recostó contra él, yendo a la deriva hacía unos sueños, donde los lobos corrían
con silencias gracia, como fantasmales almas bajo una benévola y plateada luna.
Ashh! Que capítulo tan, tan, hermoso, Jae completamente destinado con su lobo y este tan enamorado de su pareja, ambos se complementan tan naturalmente, que fascinante y hermoso capítulo.
ResponderEliminarGracias!!!💗💕💞
Muy lindo. Jae acepto todo de su lobo y en cierta medida él también quiere serlo para estar más conectado con Yunho. Fue agradable ver la interacción de ellos como pareja recién acoplada, y claro, también muuuy caliente y erotico sus ardientes encuentros amorosos
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