Capítulo Ocho
El día señalado para presentar a Jaejoong a la manada
llegó; Jaejoong y Yunho circulaban lentamente por un largo camino de grava.
En realidad, la carretera que recorrían era un camino
de acceso. Conducía a una bella y rústica casa de madera y piedra, con una
amplia fachada, rodeada por el bosque. En mitad del recorrido, Yunho observó la
presencia de un hombre en un desvío.
—Su deber es impedir que cualquiera deambule por aquí
—le explicó a Jaejoong cuando este preguntó.
—Hay más recorriendo el bosque, para así mantenernos
seguros. No nos gustaría terminar en la primera página de alguno de esos
periodicuchos de cotilleos. No quiere decir que nos persigan —añadió, al ver
sus cejas levantadas—, pero no hace daño ser algo precavido.
Yunho extendió la mano, cubriendo la que él mantenía
en su regazo. Apretó delicadamente.
—¿Estás nervioso?
Jaejoong colocó la otra mano sobre la de él.
—Un poco —le confesó—. Aunque no demasiado, después de
haber conocido a Changmin, Woo Sik y a alguno de los otros. —Le devolvió el
apretón—. Gracias a ti.
Con la intención de ir introduciendo lentamente a Jaejoong
entre los hombres lobos, Yunho había invitado a Changmin, Woo Sik y sus citas,
a cenar. La semana siguiente invitó a Won Young y su compañera, y a Dillon,
también con su compañera, siendo estos últimos una pareja mayor, buenos amigos
de sus padres.
Al principio, las dos partes estuvieron nerviosas,
pero Jaejoong pronto se relajó y disfrutó de la compañía. Todos sus amigos eran
muy agradables, comunicativos y amistosos, siendo fácil llevarse bien con
ellos. ¿Que eran hombres lobo? Bueno, ¿y qué pasa?, pensó, como con cualquier
otra persona, tú me tratas bien, yo te trato bien, y todos nos llevamos
estupendamente. Y eso hicieron.
Vehículos de todos los estilos estaban aparcados a
ambos lados de la ancha avenida. Yunho se detuvo detrás del último y, sosteniendo
la mano de Jaejoong, anduvo el resto del camino hasta la pradera.
—Wow, Changmin posee un sitio estupendo. Esto es
precioso —comentó Jaejoong mientras se dirigían a la casa. Era de dos plantas,
con un porche cubierto y un balcón en el segundo piso. La madera natural y la
piedra se mezclaban con el ambiente arbolado, creando un conjunto perfecto.
—Diseñó su propia casa —le reveló Yunho—. El hecho de
que sea arquitecto no la perjudicó en absoluto.
La gente que había en la pradera se entremezclaba una
con otra, conversando y tomando refrescos o cervezas de varios recipientes con
hielo. Yunho fue saludado por varias personas mientras se dirigían a la casa.
Devolvió los saludos, y de paso presentó a Jaejoong. Muchas miradas curiosas
los recorrieron. Había corrido el rumor de que Jaejoong era el escogido de Yunho
y, naturalmente, todo el mundo estaba interesado en ver quien había capturado
el corazón del enlace de las manadas.
Yunho condujo a Jaejoong entre la muchedumbre mientras
se dirigía al porche; en esto, Changmin, Tae Young y Woo Sik, más otros
cuantos, salieron de la casa. Changmin saludó a Yunho con una fuerte palmada en
la espalda y después besó a Jaejoong en la mejilla bajo la atenta mirada de
este último.
—Hace mucho que no vienes por aquí. Todo el mundo está
a punto de reventar, preguntándose quien es tu compañero. Es lo único que he
oído desde que llegó el primer grupo —dijo Changmin con cierta irritación.
Yunho saludó al resto y contestó a Changmin.
—Bueno, por qué no te decides y simplemente lo
anuncias. Entonces podréis relajaros todos, y disfrutar.
Changmin era tan hermoso en persona como lo había
parecido por teléfono, aquel día en el estudio de Yunho. Le igualaba a su amigo
en altura, constitución física y musculatura. Su pelo corto y elegante.
—Bueno, supongo que lo puedo hacer, ahora que tengo
permiso del poderoso enlace de las manadas. —Changmin sonrió descaradamente
ante el ceño de Yunho.
Changmin permaneció silencioso sobre el porche,
afrontando a la muchedumbre con una postura directa y segura; su aura de poder
y mando irradiaban hacia el exterior como una ola. Las conversaciones cesaron y
todos los ojos se giraron hacia él.
—¿Cómo lo ha hecho? —susurró Jaejoong.
—Esta es la razón de que sea un alfa, Jaejoong
—contestó Yunho con orgullo.
Seguro de haber captado la atención de todo el mundo, Changmin
comenzó.
—Como ya sabéis, nos hemos reunido aquí hoy, como lo
hemos hecho otras veces, para promover la paz entre los Pinos Gemelos y los
Torre de Hierro. Y de esta manera hacerle el trabajo un poco más fácil a Yunho.
—Las risas siguieron al comentario de Changmin—. También debemos darle hoy la
bienvenida a una adición nueva a nuestro grupo. Yunho Jung ha tomado un
compañero. Saludad a Jaejoong Kim.
Yunho dio un paso hacia delante junto con Jaejoong y
bajó las escaleras del porche, acercándose a la multitud que esperaba. No
estaba seguro de lo que le aguardaba, estaba nervioso, pero la presencia de Yunho
a su lado lo mantuvo firme. Los congregados se fueron acercando, ofreciendo una
silenciosa bienvenida. También hubo, para su consternación, aquellos que lo
olfatearon furtivamente. No de manera abierta o desagradable, pero igualmente
desconcertante. Algunos más jóvenes tomaron su mano y frotaron sus mejillas
contra él a modo de saludo.
—¿Por qué hacen eso? —le preguntó a Yunho en un
murmullo.
—Eres el compañero de un alfa, Jaejoong, eres digno de
su sometimiento y del respeto de la manada entera —le explicó.
Los saludos continuaron durante unos minutos más,
hasta que una perturbación comenzó en el exterior de donde la manada se
congregaba. Se abrió un camino, y apareció con paso firme Sung Hee. Una muy
enfadada Sung Hee. Sus ojos fulguraban con fuego azulado.
—Bueno, esta es una escena muy acogedora —entonó
sarcástica—. El enlace de nuestras manadas trae a su pequeño puto humano y
vosotros os arrastráis para darle la bienvenida. No podéis perder la
oportunidad de besar el culo que tiene tanto poder sobre nuestro alfa, y ahora
sobre nosotros, ¿verdad?
Murmullos y advertencias gruñidas se filtraron entre
la muchedumbre.
—Sung Hee, estás yendo demasiado lejos —la advirtió Tae
Young.
—¿Yo? —se mofó ella—. En cuanto haya puesto a este
humano en su lugar, es posible que te ponga a ti en el tuyo.
Jadeos de incredulidad ondearon por la muchedumbre. Sung
Hee casi había desafiado al alfa de Los Pinos Gemelos. Antes de que él pudiera
contestar, Sung Hee afrontó a Jaejoong.
—Invoco directamente al desafío —declaró.
—Lo invalido —indicó Yunho con frialdad—. Jaejoong no
pertenece a Los Pinos Gemelos sino a Torre de Hierro, de la que tú no eres
miembro.
—Soy un miembro de esta hermandad de hombres y
mujeres lobos. ¿Me estás diciendo ahora que los miembros de la manada de Los
Pinos Gemelos no están en plena posesión de derechos y privilegios? —preguntó Sung
Hee deliberadamente, apoyándose en una esquina.
—Eso es lo último que yo diría, como estoy seguro de
que ya sabes, Sung Hee. —En su cólera, los ojos de Yunho habían cambiado a un
sangrante lago ámbar.
—Pues entonces, mantengo mi desafío —declaró ella—.
Ven y afróntame pequeño puto, ¿o tienes miedo? —Su desprecio era evidente.
Jaejoong dio un paso al frente.
—No te tengo miedo. Simplemente estoy sorprendido de
que tengas el arrojo de desafiarme cara a cara. La última vez tomaste el camino
del cobarde. He estado esperando la oportunidad de resarcirme.
Sus palabras causaron gran agitación, mientras todos
recordaban las especulaciones de que Sung Hee era la que había administrado la
droga que enfermó a Jaejoong.
—Esta vez haré algo más que ponerte enfermo —se jactó,
sin percatarse de su confesión, debido a la cólera que la dominaba—. Vas a
sangrar, puto.
Jaejoong sintió aumentar la cólera dirigida hacia Sung
Hee.
—Te mostraré quien es la puta, puta.
Varias cosas sucedieron al mismo tiempo. Yunho agarró
a Jaejoong, refrenándolo. Tae Young y Changmin se colocaron entre Sung Hee y Jaejoong,
y se escuchó una voz entre la multitud.
—Acepto el desafío en nombre de Jaejoong.
Murmullos de asombro llenaron el aturdido silencio de
la pradera, mientras Wong Jong se colocaba a la vista. Era conocido el hecho de
que Wong Jong y Sung Hee eran amantes. Jaejoong fue el primero en recuperarse.
—No necesito que luches mis batallas —declaró con
vehemencia, sintiendo como le hervía la sangre.
—Mantenlo sujeto —le instruyó Changmin a Yunho.
—¡Puedo con esa guarra, simplemente tienes que
soltarme… mmmpffuc lo-aan!
Yunho sujetó bien fuerte entre sus brazos a un
luchador Jaejoong, y de manera muy eficiente lo silenció colocando una gran
mano sobre su boca.
—A no ser que quieras que te azote aquí y ahora,
delante de toda esta gente, te tranquilizarás —le ordenó severamente.
Jaejoong le dirigió una mirada insurgente, pero se
apaciguó y se aquietó entre sus brazos.
Changmin se giró hacia Sung Hee.
—Todos sabemos que este desafío es improcedente, Sung
Hee. Como mujer lobo, hasta con un humano entrenado, eres mucho más fuerte. Y
aunque creo que Jaejoong… —se giró, lanzándole un guiño—… intentaría con todas
sus fuerzas patear tu culo, sería una competición totalmente injusta. Por lo
tanto, con el consentimiento de Yunho y Tae Young, creo que deberíamos dejar
que Wong Jong ocupe el lugar de Jaejoong.
Yunho y Tae Young hicieron un gesto afirmativo.
Changmin continuó.
—¿Qué decides, Sung Hee? ¿Retiras el desafío o aceptas
a Wong Jong como campeón de Jaejoong? Campeón. Suena bien, ¿No te
parece?
Sung Hee sintió decrecer la ira, mientras el dolor
ocupaba su lugar. ¡Wong Jong quería ocupar el lugar de Jaejoong! ¿Cómo podía
traicionarla de esta manera? Después de todas las intimidades que habían
compartido.
Wong Jong conocía el dolor que ella había padecido
cuando perdió a su madre. La había aceptado, ayudándola a controlar la rabia que
a veces la rasgaba como el viento al papel mojado. Su comportamiento tranquilo
y apacible era como un bálsamo que Sung Hee no había experimentado nunca con
ningún otro hombre. Y ahora esto, igual que su padre, esta traición, otra
nueva traición. Sintió como su corazón volvía a congelarse.
—Acepto a tu campeón —declaró Sung Hee con frialdad.
—Dejad espacio libre —ordenó Changmin. Todo el mundo
se hizo para atrás, dejando una zona vacía en la que se enfrentaron Sung Hee y Wong
Jong.
Sin ningún tipo de vacilación o vergüenza, comenzaron
a desnudarse. Sung Hee sintió dolor en el corazón al pensar en las veces que se
habían desvestido antes, para actividades mucho más agradables. A pesar de la
resolución de ocultarle su dolor, se sintió obligada a preguntar.
—¿Por qué haces esto?
—Tengo mis motivos, Sung Hee. —Wong Jong luchó por
mantener un tono neutro. La conocía. Ella se lo ocultaba, pero sabía que la
estaba causando dolor. Su bestia interior aulló encolerizada, frustrada y con
sentido de culpabilidad. Mantuvo un fuerte control sobre sí mismo. Sabía que
era su única oportunidad de encontrar una verdadera felicidad. Si la única
manera de conseguir que Sung Hee viera la verdad era causándola dolor, que así
fuera. Merecía la pena, ya calmaría su dolor y la haría feliz, ¡aunque tuviera
que aprisionar su garganta!
—No puedes ganar, Wong Jong —le dijo con serenidad.
—No te preocupes por mí, Sung Hee. Cuando esto
termine, ambos ganaremos —le aseguró.
Ella se sintió aún más desconcertada ante su
respuesta, mientras se iban desvistiendo. ¿Cómo no se había dado cuenta antes
de los firmes músculos que cubrían su cuerpo? De alguna manera se le veía más
grande, más imponente. Su postura mostraba una confianza que hasta ahora no
había estado presente. Sung Hee sintió un leve temblor de aprensión, que
rápidamente suprimió.
Por fin, permanecieron de pie desnudos, esperando.
Changmin dio un paso hacia delante.
—Comenzad.
Sus cuerpos se desdibujaron y cambiaron en un
movimiento tan rápido que pareció invisible. Los lobos se lanzaron
inmediatamente a la batalla.
Los gruñidos llenaron el aire, mientras dientes y
garras luchaban por encontrar la vulnerable carne del oponente. Cargaron y
engañaron, se abalanzaron y retrocedieron, girando y girando, buscando
cualquier debilidad que terminara la competición.
La pequeña loba, rápida y ágil, se acercaba y alejaba
dejando rasguños y cortes, para lentamente ir agotando la fuerza de su enemigo.
Buscaba acercarse por su lomo para así incapacitar a su presa.
El gran macho era lo suficiente ágil como para impedir
que le causara algún daño serio. Conocía perfectamente su táctica y procuraba
mantenerla al frente. Su propia estrategia era dominarla con toda su fuerza y
llevarla a la sumisión. Su objetivo era la garganta de ella, no arañar ni
rasgar, sino controlar.
Los minutos pasaban y el combate continuaba. Sung Hee
empezó a darse cuenta de que se había encarado con un formidable oponente. Wong
Jong bloqueaba fácilmente cada uno de sus movimientos, rebatiéndolos una y otra
vez. Esto no era la sencilla competición que se había imaginado, y se estaba
quedando sin fuerzas. Wong Jong había cambiado. En cierta forma, de alguna
manera, había adquirido la suficiente habilidad física y determinación como
para someterla. En su interior se debatían por la supremacía la furia y el
dolor. Luchó por mantener controladas sus emociones, sabiendo que solo la
traerían dificultades.
Sung Hee era consciente de que ya había perdido a Wong
Jong —su traición era imperdonable. Si perdía esa batalla, también perdería su
lugar como beta en la manada. En aquel momento observó a Jaejoong al otro lado
del claro. Todo esto era culpa del humano. El dolor y la cólera la hicieron
perder el control y con un aullido atormentado se movió atravesando el espacio
que los separaba.
Los ojos de Jaejoong se dilataron por el miedo que
sintió, cuando observó como se acercaba la enfurecida loba. Yunho se colocó
frente a él dispuesto a protegerlo a cualquier coste. La loba se lanzó hacia su
objetivo pero no llegó a alcanzarlos.
Wong Jong también estaba preparado. Mordió el costado
de Sung Hee y la tiró al suelo, escuchando como el aliento salía bruscamente de
sus pulmones. No la dio tiempo a recuperarse, se colocó encima de ella y sujetó
su garganta entre los dientes, soltando un gruñido de advertencia.
La loba yacía atontada, con su pecho subiendo y
bajando mientras luchaba por recuperar el aliento. El macho estaba sobre ella,
manteniéndola con sus dientes en una odiosa postura sumisa. Luchó débilmente y
fue rápidamente doblegada mediante un aumento en la presión de su garganta,
mientras escuchaba otro gruñido de aviso aún más severo. Nunca se había sentido
tan avergonzada, tan humillada, tan… ¡Excitada! El cálido olor almizcleño
llenaba sus sentidos, haciendo que temblara, haciendo que deseara levantarse y
ofrecerse para el apareamiento. Había demostrado ser un digno adversario, un
compañero digno.
Gimoteó mostrando su sumisión y su necesidad. Su garganta
fue cautelosamente liberada, aunque un gruñido la mantuvo en la misma posición.
El macho capturó su mirada y ella bajó la cabeza en un gesto inequívoco.
Sus figuras brillaron y cambiaron. Wong Jong se
mantuvo victorioso sobre Sung Hee, esperando.
Ella le contempló mientras las lágrimas brillaban
tenuemente sobre sus ojos.
—¿Por qué has hecho esto? ¿Por ella?
Inclinándose, Wong Jong la contestó.
—No por Jaejoong,
Sung Hee. Por ti. Por
nosotros. Luché por nosotros, cariño. Te quiero. —Acercó su mano hacia
ella.
Sung Hee miró fijamente su mano y después los ojos de
la única persona en la que había confiado y a la que había querido, que a
cambio la amaba, sin condiciones ni reservas. Colocó su mano en la de él.
—Wong Jong. —La ahogada invocación de su nombre le
hizo entrar en acción. La colocó sobre su hombro en un único movimiento lleno
de gracia. Sin ninguna palabra, se la llevó al bosque para reclamarla como
compañera.
El silencio que cubría la pradera fue roto por una
estridente voz.
—Bueno, que me condenen —declaró Changmin.
Las risas y los murmullos de las conversaciones
cubrieron de nuevo el lugar. Este acontecimiento sería tema de conversación
durante mucho tiempo.
—Sabes Yunho —teorizó Changmin, fijando la vista en la
dirección por la que habían desaparecido Wong Jong y Sung Hee—, ese chico
utilizó algunos movimientos terriblemente familiares. —Se giró, fijando la
vista en Yunho pensativamente—. ¿No sabrás nada al respecto, verdad?
—Ni una sola cosa —contestó Yunho con demasiada
ligereza, mostrando en su cara una estudiada inocencia.
Tae Young miró de Changmin a Yunho y se encogió de
hombros.
—Me da la impresión de que Los Pinos Gemelos tiene un
nuevo beta. Seguro que será mucho mejor que tener a Sung Hee siempre pegada a
mi espalda. —Se alejó con una satisfecha sonrisa.
Changmin resopló con repugnancia,
mientras una mueca deformaba sus labios.
—Dumbass no comprende que sus
problemas acaban de empezar. Dentro de cinco o diez años, Wong Jong será el
nuevo alfa de Los Pinos Gemelos —presagió.
Yunho hizo su apuesta.
—Como mucho le doy seis meses. Si lo hace en veinte
ganas la apuesta.
Changmin lo reconsideró un momento y después extendió
una mano.
—Hecho.
—Hecho —repitió Yunho al tiempo que se la estrechaba.
Changmin tomó la mano de Jaejoong que todavía le
observaba con gesto enfadado.
—A propósito, con toda esta conmoción casi lo he
olvidado. Bienvenido a la manada.
—Gracias —le contestó malhumorado—, pero todavía creo
que hubiera podido con ella.
Yunho le dio un azote y tras eso frotó la zona
castigada.
—Cálmate sanguinario. Muestra un poco de respeto a tu
alfa.
—¿Cuál de ellos? —se quejó.
—A los dos —contestaron Yunho y Changmin
simultáneamente, riéndose a continuación por su gesto de disgusto.
La atmósfera se relajó perceptiblemente, mientras las
manadas se dispersaban en pequeños grupos para hablar sobre la lucha. Daba la
impresión de que Yunho y Changmin no eran los únicos que predecían el
alzamiento de un nuevo alfa en la manada de Los Pinos Gemelos. Muchas miradas
especulativas se dirigieron hacia un confiado Tae Young.
Jaejoong detectó a Won Young y su compañera, Becca,
deteniéndose a hablar con ellos mientras Yunho y Changmin continuaban su paseo
discutiendo sobre los límites que había que poner a los debates. Después del
enfrentamiento con Sung Hee, se alegró de poder relajarse en compañía de la
veterana pareja, inconsciente al principio de las ocultas corrientes sexuales
provocadas por la lucha.
Su tranquilidad fue efímera.
Dando la espalda a la mayoría del grupo, hizo una
pausa en mitad de una frase cuando una oleada de inquietud lo atravesó. Se
giró, para descubrir a Yunho rodeado por al menos una docena de mujeres. Todas
ellas le tocaban de alguna manera, una que otra caricia sensual por su espalda,
pecho o brazos, junto con el deliberado roce de un curvilíneo cuerpo contra el
suyo.
Como si le hubieran dado un golpe en el estómago, Jaejoong
sintió de inmediato un fuerte dolor. ¡Yunho no hacía nada para desalentarlas!
No solo eso, además parecía estar disfrutando su atención.
Una por una, las mujeres comenzaron a deshacerse de su
ropa. Yunho se giró para observar a Jaejoong, con unos ojos que comenzaron a
brillar con aquel familiar color que indicaba su excitación. Su expresión la
transmitió una pregunta. Y un desafío.
Jaejoong comenzó a verlo todo rojo, mientras la cólera
comenzaba a tomar el lugar del dolor.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —gruñó.
Changmin, que silenciosamente se había situado a su
lado, contestó suavemente en su oído.
—Han decidido ignorar tu reclamación. Se ofrecen para
darle placer a Yunho. Aunque lleve tu olor, a diferencia de ti, no está
marcado.
—¿No está marcado?
Changmin tocó con cuidado las diminutas señales, ya
olvidadas, que Yunho le había hecho mientras hacían el amor.
—Estas marcas —le explicó.
El fuego relució en su mirada, mientras veía
encolerizado la escena que tenía lugar ante sus ojos.
—Marcado o no, él es mío —siseó, y comenzó a acercarse
al grupo de rodeaba a Yunho.
Sin que él se percatara, Changmin sonrió satisfecho
mientras veía como se disponía a reclamar a su compañero.
Presa de un instinto primitivo imposible de detener,
aunque lo hubiera intentado, Jaejoong se dispuso a luchar por lo que
consideraba suyo.
Su dura mirada se mantuvo imperturbable sobre Yunho
mientras se le acercaba. Las chispas saltaban de sus ojos, avivándose debido a
la sensual determinación de acercarse a él. Jaejoong no hizo caso de las
mujeres que le rodeaban, pasando por en medio como si fueran invisibles.
Una de ellas, audazmente, se interpuso en su camino.
Sin una sola palabra, Jaejoong miró fijamente a la
intrusa, de una manera dura, decidida e inquebrantable. La presunta furtiva la
planto cara al principio, pero finalmente, intimidada por la determinación inquebrantable
de Jaejoong, bajó los ojos y dio un paso atrás.
Jaejoong continuó hasta que quedó frente a Yunho.
—En caso de que lo hayas olvidado, tú eres mío
—declaró.
—De la misma manera que tú eres mío —aceptó él
Presa de un irresistible impulso, Jaejoong se lanzó a
sus brazos y enlazó las piernas en torno a su cintura. Un salvaje gruñido sonó
desde el fondo de su garganta cuando sintió como la erección de Yunho
presionaba el centro de sus muslos a través de los vaqueros. Se meció contra
él, jadeando de placer al sentir sus manos masajeando sus redondeadas nalgas.
Olvidando la presencia de la gente reunida a su
alrededor, Jaejoong capturó los labios de Yunho, lanzando la cálida lengua
dentro de su boca. Capturó el vibrante gemido que él lanzó, sintiendo el temblor
de su duro pecho, su fuerte inspiración, en el mismo sitio en el que sus pechos
contactaban. Sin vergüenza, presionó su propio cuerpo contra el de él, sin otro
deseo que el de permanecer unido a él, afianzando su reclamación con un
apareamiento.
Liberó su boca, deslizando los labios por el duro
perfil de su mandíbula y bajando hasta la sensible zona que unía su cuello y su
hombro. Apartó la camisa y humedeció su cálida piel dorada con su lengua,
extrayendo otro gemido de Yunho. Una malvada sonrisa de satisfacción curvó sus
labios, una fracción de segundo antes de que colocara los dientes sobre su
hombro y mordiera.
Yunho elevó la cabeza y lanzó un sonido muy parecido a
un aullido. Jaejoong sintió como sus cuerpos descendían cuando las rodillas de
él se doblaron debilitadas, debido al placer que sintió ante su mordedura. Jaejoong
mantuvo su agarre y sobre su regazo, con las piernas todavía fuertemente
sujetas alrededor de su cuerpo. Sin pensarlo siquiera, se meció contra el
grueso bulto de su miembro.
Con un gruñido salvaje, Yunho cambió de postura y lo
colocó bajo su cuerpo, empujándose contra él con un fuerte ritmo. Sus manos
buscaron la abertura de su camisa y dando un tirón envió volando todos lo botones.
Capturó uno de sus dilatados y sensibilizados pezones. Jaejoong gritó,
arqueando el trasero cuando le sintió succionar.
Inflamados por la mutua necesidad, el clímax se
apoderó de ellos al instante. El gutural gemido de Yunho se unió a los de Jaejoong
mientras sus cuerpos se retorcían en la culminación.
Jaejoong yació totalmente saciado, mientras el cuerpo
de Yunho cubría el suyo y pequeñas réplicas la atravesaban. Los ojos se le
cerraron, sintiendo como el duro ritmo de sus corazones desaceleraba, de la
misma manera que su respiración se reducía a un ritmo normal. Por unos momentos
olvidó donde se encontraban, hasta que una voz se adentró en la agradable
niebla que cubría su cerebro.
—Yo diría que desde este mismo momento estás
oficialmente apareado.
Jaejoong jadeó y se quedó helado.
—¡Ah, Dios mío! —susurró— ¡Mira lo que me has hecho
hacer!
Yunho resopló divertido.
—¿Que yo te obligué a hacer esto? Prácticamente me
violaste, Jaejoong.
—Bueno, no lo habría hecho si no hubieras estado
comiéndote con los ojos a todas esas mujeres.
—No lo empecé, y no las estaba comiendo con los
ojos.
—¡Prácticamente estabas babeando!
—¡No lo hacía!
—¡Sí lo hacías!
Changmin se agachó a su lado.
—Niños, dejad de reñir —les dijo con sensatez, antes
de lanzar una mirada a los miembros de la manada que les rodeaban—. No hay ninguna
duda, definitivamente están emparejados. —Guiñó un ojo a la pareja y se elevó
para alejarse entre las risas de los demás, que ya se dispersaban.
Jaejoong y Yunho se miraron el uno al otro y
sonrieron.
—Venga. —Yunho se levantó y le ofreció una mano a Jaejoong.
Jaejoong se ató la camisa, mientras le miraba pensativo.
Puso la mano en la de él, dejando que lo ayudara a elevarse.
—Vamos a casa —le dijo.
Colocó un brazo sobre los hombros de Jaejoong y lo
condujo de vuelta hacia el coche. Jaejoong comenzó a reír.
—¿Qué es lo que te resulta tan gracioso?
—Esa preciosa humedad que tienes en el frente de tus vaqueros.
—No me presiones, muchachito —lo advirtió.
Jaejoong simplemente siguió riéndose mientras
caminaban.
* * * * *
Más tarde, a primeras horas de la mañana, Yunho se
despertó totalmente excitado —y por encima de todo, captó el olor fértil de Jaejoong
que hechizaba su alma. El olor era tan puro y atrayente, tan rico y maduro que
le hipnotizaba, obligándole, sin permitirle un pensamiento consciente, a actuar.
Yunho hizo rodar el flexible cuerpo de él sobre su estómago,
elevando su trasero y situando las almohadas por debajo de su cuerpo. Extendió
sus muslos y lo sujetó con firmeza, mientras su boca y su lengua buscaban su
sexo. El fascinante olor saturó su nariz, exigente, demandando su atención.
Algunos lametones en su entrada, junto con pequeñas succiones, consiguieron que
fluyera gran cantidad de su exquisita crema. Antes de que estuviera totalmente
despierto ya lo había excitado y montado.
Jaejoong se despertó con un gemido que salió de su
garganta, mientras Yunho se deslizaba totalmente en su interior, palpitando y
enterrándose hasta la empuñadura. Se colocó sobre él, inmovilizándolo, excepto
por los cortos empujes de sus caderas contra su lujurioso trasero, que lanzaban
la cabeza de su dilatado miembro.
—Es la hora —gimió—. Dios, cariño, hueles muy biennnn.
—El ronco gruñido hizo que su entrada se contrajera con pequeños espasmos,
masajeando su enterrada verga.
—Mmm, Yunho. Cariño, por favor. Más. ¡Más! —Jaejoong
luchó bajo el cuerpo de él, lanzándose hacia atrás, tomando más de la gruesa
columna que lo llenaba. Su cuerpo se contrajo, tembloroso y estremecido,
lanzándose feliz en un viaje que lo conduciría al éxtasis.
Yunho lo complació y se elevó sobre él. Sujetando sus caderas
con un apretón casi doloroso, alternó los largos y lentos empujes con rápidas y
fogosas estocadas, encendiendo cada una de las terminaciones nerviosas del
interior de Jaejoong. Se movió sobre él, con una rapidez tan frenética, que le
tenía jadeando.
La cama se meció y estremeció bajo sus agitados
cuerpos. Gruñidos y gemidos salían con sus alientos, y los jadeos de placer se
unieron a la serenata nocturna, mientras el rico aroma a ambrosía de sus cuerpos
condimentaba el aire.
Con una mano en su hombro y un brazo alrededor de su
cintura, lo elevó sobre sus rodillas, manteniéndolo fuertemente sujeto a los
músculos de su pecho. Todavía totalmente empalado sobre su grueso eje, sintió
la insistente palpitación en lo más profundo de su interior. Jaejoong gimió,
retorciéndose con una protesta ante el cese de sus movimientos.
—Shh. Calla, cariño, espera un minuto. Solo un minuto.
—El aliento de Yunho, cálido y húmedo, envolvió su oído—. Ahhh, Jaejoong, estás
tan apretado a mi alrededor, cariño, y es tan bueno, tan bueno —lo elogió.
Jaejoong gimoteó y se retorció entre sus brazos,
desesperado por completar su viaje. Su mano se deslizó de un hombro al otro,
cuando enlazó su brazo a través de su pecho. Su otra mano cubrió su vientre. De
manera experta, aquietó sus movimientos, sujetándolo a él; sus pieles, húmedas
por el sudor, se deslizaban una contra otra con una lasciva fricción.
—Escúchame, Jaejoong, escúchame. —Esperó mientras él
se aquietaba y su respiración desaceleraba; un estremecimiento convulsivo vibró
a través de su columna vertebral hasta donde se unían sus cuerpos—. Si me corro
en tu interior, quedarás embarazado. ¿Quieres a mi niño, Jaejoong? ¿Quieres
tener tu propia manada?
Estaba tan perdido en la apasionada unión de sus
cuerpos, todavía sentía la magia del momento tan al alcance de su mano, como
para pensar en los resultados que este salvaje paseo les traería.
—Nuestro niño, Yunho —jadeó—. Sí, quiero a nuestro
niño, quiero la manada, te quiero. —Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Su
cabeza cayó hacia atrás, sobre su hombro—. Te lo he dicho, te lo he dicho.
—Su respiración se entrecortó cuando su pecho se contrajo con la emoción.
—Está bien, cariño, eso está bien —susurró él. Yunho
sintió como sus emociones le superaban. Visiones de carreras con él en forma de
lobo, de Jaejoong llevando a su niño, la extraña sensación de que pronto
tendrían un hijo o una hija. Notó como su propio pecho se contraía de alegría.
El brillo de las lágrimas realzó el brillo dorado de sus ojos, mientras luchaba
por contenerlas.
La pasión se hizo más fuerte, mientras la impaciencia
lo dominaba.
—No, esto no está bien —declaró Jaejoong con
vehemencia—. ¡Si no paras de hacer que me jodes y comienzas a joderme,
te voy a matar! —Se inclinó hacia delante y hundió los dientes en el antebrazo
que le atravesaba el pecho.
—¡Hija de puta! —gritó Yunho, después se rió y gimió
al instante, cuando su miembro se meció dentro de su estrecho canal. Su lengua
se deslizó por las marcas sangrantes que le había dejado él. Su inesperado
ataque le insufló un salvaje deseo por las venas. Su pene se agitó con la
afluencia de sangre fresca, haciéndole hincharse y alzarse de tal manera que
resultó casi doloroso. Con un profundo gruñido, lo inclinó de un empujón,
manteniéndolo en una posición sumisa para facilitar sus renovados empujes.
Olas de un primitivo y salvaje impulso lo recorrieron.
Luchó, devolviendo cada uno de los gruñidos de él por uno propio; gruñó a su compañero
porque, aun queriéndole, necesitaba luchar, necesitaba probar su fuerza, su
bravura para tenerlo a él y ser el padre de sus hijos. Una feroz y bestial
agresividad lo hizo retorcerse contra él y luchar por su posesión.
El propio y salvaje instinto interior de Yunho
emergió. Disfrutó del enfrentamiento. Su voluntad de hierro, su absoluta
seguridad, le exigían dominar a su compañero y exigir su sumisión. Con total
facilidad rebatió cada intento de oposición a su autoridad. Le permitió luchar
por el predominio, dando una muestra de su habilidad para dominarlo.
Finalmente su indulgencia llegó al límite. Cubrió su
cuerpo dominándolo.
—¡Ya basta! —gruñó suavemente. El poder del lobo
relució sobre él. Yunho sintió un leve alargamiento de su mandíbula, sus incisivos
se alargaron y agudizaron. Buscando la vulnerable curva entre el cuello y el
hombro, lo mordió, rompiendo su piel y probando el dulce y cálidamente
especiado sabor metálico de su sangre.
Jaejoong se paralizó y gimoteó ante el dolor que, en
un cegador destello, se convirtió en placer mientras lo sujetaba para lanzarse
a unos empujes más profundos y duros. Una y otra vez se introdujo en él
mientras lo sometía con los dientes. No hubo más pensamientos sobre predominios
o sumisión, únicamente las salvajes oleadas de placer que les embargaban a
ambos.
Un temblor sacudió su cuerpo cuando una incontrolable
ola de fuego recorrió sus venas. Resultó tan intensa y ardiente, que hubiera
jurado que derritió su misma piel; pudo sostenerse gracias al ancla que le suponía
la aguda mordedura de Yunho y la repetida invasión de su palpitante pene. Jaejoong
comenzó a empujarse contra él y
a retorcerse cuando su temperatura se elevó, inconsciente del hecho de que Yunho
había comenzado a correrse hasta que sintió el primer golpe de su semilla
inundando su ya de por sí húmeda cavidad. En la distancia escuchó su gutural
gruñido de liberación, junto con una amortiguada maldición. Su mente apenas
percibió lo que esto significaba hasta que le sintió hincharse, percibiendo el
duro nudo en la gruesa columna de su verga, mientras él se esforzaba por seguir
con sus movimientos. Jaejoong se empujó desesperado hacia atrás, ayudándole
instintivamente a enterrarse hasta la raíz. Su flexible vaina se ensanchó,
amoldándose al pulsante e hinchado miembro que lo invadía, cerrándose
fuertemente cuando su propio orgasmo detonó y onduló a través de él con
crepitantes llamas, hasta que sintió como si su cuerpo se pudiera convertir en
cenizas, cayendo seguidamente con un suave murmullo sobre las sábanas que lo
esperaban.
Apenas lo había dado tiempo a recuperarse cuando
sintió otro duró pulso del enterrado eje de Yunho. Jaejoong gimió y tembló
mientras otro orgasmo lo hacía palpitar alrededor de él. Sus estremecimientos
disminuyeron y se percató de que Yunho permanecía a su espalda, su pecho subía
y bajaba al compás de sus propias respiraciones. Había girado sus cuerpos
ligeramente, colocándolos de lado para no aplastarlo bajo él, de tal manera que
permanecía parcialmente sobre las almohadas que anteriormente había colocado
por debajo de él, emparedado entre suavidad y firmeza, envuelto en el calor del
cuerpo de Yunho. Su miembro había tomado realmente un tamaño excepcional,
quedando completamente hinchado. Un rápido latido, emulando a un vibrador,
pulsó en el interior de su aterciopelada funda.
Yunho permaneció pegado a Jaejoong, con los ojos
cerrados, a la espera del próximo espasmo de su pene, que soltaría más semilla
en su compañero. Era parecido a deslizarse sobre una lenta y agónica ola, con
un placer suave hasta que repentinamente alcanzaba un punto álgido, formando
una cresta y después se deslizaba de nuevo suavemente a la espera del siguiente
pico.
No creyó a su padre cuando les explicó a su hermano y
a él este hecho tan singular. Cómo la temperatura de su compañero se elevaría
hasta tal punto que activaría el nudo de su verga, habitual en los caninos, y
les obligaría a permanecer unidos, asegurando que su semilla echara raíces.
Pero aquí estaba la prueba, estaba hábilmente atrapado en la estrecha vaina de Jaejoong,
esperando el siguiente pulso, la siguiente proyección de esperma. Yunho se rió.
Su sonrisa se transformó en una mueca ante la proximidad de la siguiente
culminación. Sus testículos se prepararon, liberando otra carga de cremoso y
potente semen.
—Ah mierda, mierda —murmuró cuando cabalgó la ola.
Jaejoong arqueó el trasero cuando otro orgasmo lo golpeó.
Sus cortos y desesperados quejidos sonaron amortiguados por la almohada.
—Ya está, cariño —gimió Yunho—. Jaejoong, ah Dios, Jaejoong
—jadeó cuando lo sintió apretarse a su alrededor.
Pudieron relajarse cuando el espasmo disminuyó,
inspirando el suficiente oxígeno para que sus pulmones pudiesen trabajar.
Cuando su respiración se estabilizó, Jaejoong se removió.
—¿Sabías que esto iba a suceder? —preguntó, mientras
su cuerpo se sacudía ligeramente con temblores secundarios.
—Papá lo mencionó —dijo entre dientes—. Pero pensé que
estaba bromeando.
—¡Um! —aceptó. Las infinitas palpitaciones hacían
bailar sus nervios. Tembló.
—¿Cuánto tiempo va a durar esto?
—Según papá, «alrededor de media hora» —contestó Yunho,
mientras con sus manos acariciaba distraídamente su suave y húmeda piel—. ¿Por
qué? ¿Ya estás aburrido?
—Apenas —se burló él.
Como había predicho, media hora más tarde tuvo lugar
un último y fuerte pulso. El cuerpo de Jaejoong se dobló cuando las caderas de Yunho
dieron un convulsivo y poderoso empuje. Ambos gritaron cuando el último chorro
de su ardiente semilla salpicó sus paredes internas. Derrumbándose por el
agotamiento, notaron como el duro nudo de la verga de Yunho se aflojaba y como
la rigidez iba desapareciendo. Jaejoong se relajó, dejando escapar la cansada
carne de Yunho. Se deslizó suavemente y ambos suspiraron aliviados.
Jaejoong apartó débilmente las almohadas y rodó sobre
su trasero.
—Por tu bien, espero estar embarazado —le
advirtió, aunque su débil tono de voz careció de cualquier tipo de amenaza.
La mano de Yunho cubrió su vientre mientras inhalaba
profundamente.
—Él o ella están ahí, cariño —lo aseguró—. Confía en
mí.
El cambio en su olor resultaba inequívoco. Jaejoong
había concebido.
Jaejoong sonrió débilmente e inmediatamente se durmió.
Yunho reunió la suficiente fuerza como para cubrirlos a los dos con una sábana
y sin vacilar, lo siguió.
* * * * *
Durmieron plácidamente durante varias horas, hasta que
Jaejoong se despertó asustado. Sintió una extraña combinación de dilataciones y
contracciones por todo su cuerpo. No eran dolorosas, pero sí desorientadoras y
confusas.
Incluso aunque la habitación estaba oscura, podía ver
claramente, y cuando inspiró para estabilizar sus nervios, su sentido olfativo
se vio inundado de datos. Ante todo, lo llenó el olor de Yunho, calmando el
miedo con su mera presencia. Saboreó el olor de sus cuerpos, de su amor y el
almizcleño olor del sexo. La mezcla de sus jugos suponía una potente
combinación. Otra inspiración le trajo el olor del cuero y el chocolate. De su
bolso, que se encontraba en una silla al otro lado de la habitación, y de la barrita
que había metido dentro para tomársela durante el trabajo. Por la ventana
abierta, la brisa llegaba cargada con los olores y sonidos de la noche. El
agua, el persistente y fuerte olor que emitía la hierba cubierta de rocío. El
chapoteo constante del agua al caer en el fondo de la fuente. El viento,
creando diversos sonidos que fluían en infinitas ondas. El crujido suave de las
hojas de los árboles, el golpeteo de las ramas de un arbusto contra la casa, el
silencioso susurro de la hierba cuando se agitaba en el jardín. A animal
—su interés aumentó notablemente cuando olió al conejo. Se congeló cuando
sintió como sus músculos parecieron agruparse y tensarse, preparándose para una
persecución. Su boca se hizo agua y el hambre aguijoneó su vientre pensando en
carne fresca, caliente, sangrienta. Un gruñido retumbó desde su garganta y
brincó sorprendido.
—Qué diantres —murmuró—. ¡Yunho, despierta! —dijo en
voz alta, sacudiéndole.
Era totalmente innecesario. Se había despertado con el
sonido de su gruñido, poniéndose instantáneamente alerta, explorando con todos
sus sentidos alguna posible amenaza. No encontró ninguna, volcó toda su
atención en Jaejoong y se relajó, una diabólica sonrisa cubrió sus labios. Sus
ojos se habían transformado en plata fundida. La conversión lo hacía reaccionar
violentamente, alterándolo, cambiándolo, volviéndolo su hombre-lobo.
Extendió la mano y la pasó por el pelo de él, metiendo
un mechón detrás de su oído.
—No te alarmes, Jaejoong, es por la conversión.
—¿Qué no me alarme? ¿Estás loco? —gritó, la
incredulidad y la falta de sueño provocaron su irritabilidad— Me desperté y lo
primero que pensé fue en cazar y comerme un pequeño conejito. Crudo. Y me
pareció buena idea. El mismo conejito que puedo oír y oler sobre el césped.
¿Que no me alarme? No creo que pueda, compañero.
Yunho colocó un brazo
sobre sus hombros y la empujó para tumbarla de nuevo sobre la cama, colocándola
sobre su pecho.
—Si quieres podemos salir a cazarle —bromeó con él,
sabiendo que su rechazo sería apasionado y rápido. No quedó decepcionado.
—¡Infiernos, no! —vociferó— No voy a perseguir a un
lindo y precioso conejito y hacer una comida con él.
Yunho se rió entre dientes, después dejó de hacerlo.
—Debes saber que con el tiempo lo harás —le dijo con
seriedad—. Te estás convirtiendo en un hombre-lobo, Jaejoong. En forma de lobo
te parecerá de lo más natural y a veces necesario. El lobo necesita
alimentarse, de la misma manera que lo necesita el humano. Como humano tienes
tus aficiones y te provees de las cosas que te estimulan y entretienen. Los
lobos tienen las mismas necesidades. Los lobos tienen unas diversiones muy
básicas, correr con la manada, jugar… —deslizó una amorosa mano por su desnuda
espalda hasta la curva de su nalga, estrujando suavemente—… acoplarse y cazar.
Jaejoong suspiró, relajándose contra él.
—No te preocupes —lo calmó, bostezando—. Te tendremos
comiendo conejitos crudos en un abrir y cerrar de ojos.
—Eeewww —masculló él mientras el sueño lo tomaba de
nuevo.
Al fin. Embarazado y convertido en hombre lobo, lo único de lo que pretexto Jae es de comerse a un lindo conejitos, lo apoyo.
ResponderEliminarGracias!!!💗💕💞
Tengo una duda... Como comenzó la conversión??? No explicaron que tuvo que hacer.. O x dejarlo embarazado cambio???
ResponderEliminarEn fin... Muy caliente yunho cuando olio a su Jae en medio de la noche x su olor fértil jaja... Aunque no ocupaba, Yunho es muy cachondo en referencia a Jae