Capítulo Siete
–Ponte esto
mientras te lavan y te planchan la ropa.
–Jamás conté
con darme un baño de barro. Creía que con unos vaqueros sería suficiente
–contestó Jaejoong avergonzado, mientras aceptaba los vaqueros y la camiseta que
Yunho le ofrecía y se metía en su habitación a cambiarse.
En cuanto se
puso su ropa, se sintió completamente suyo. Era algo patéticamente primario y
absurdo, pero seductor a la vez. Cuando bajó a la cocina, Yunho lo estaba
esperando con dos enormes tazas de café, lo que resultó perfecto porque a Jaejoong
ya se le estaban pasando por la mente peligrosos pensamientos sensuales.
–¿Qué haces
cuando estás aquí solo y hace mal tiempo? –le preguntó para romper el hielo.
–Leer.
–A ver si lo
adivino. ¿Historias de misterio? ¿Novelas de miedo?
–No
–contestó Yunho avanzando por el pasillo hacia el salón y señalando una gran
estantería llena de libros–. Me gusta leer sobre arquitectura, diseño,
paisajismo...
–Oh
–contestó Jaejoong admirando los impresionantes libros–. Tienes un montón
–añadió alargando el brazo hacia un par de ellos y sentándose en el suelo para
ojearlos.
Yunho se
sentó también frente a él, se apoyó en un par de cojines y comenzó a ojear otro
libro. Conversaron, compararon, reflexionaron y pasaron casi dos horas y Jaejoong
se dio cuenta de que, a pesar de que flirteaba con él, Yunho estaba
completamente embebido en su trabajo.
–¿Qué haces
cuando no estás trabajando? ¿Qué haces para divertirte? –le preguntó al cabo de
un rato.
–A mí me
divierte trabajar –contestó Yunho sonriendo–. Me encanta lo que hago. Supongo
que me preguntabas qué hago para divertirme refiriéndote a si salgo por ahí y a
dónde voy y esas cosas, ¿verdad? –le preguntó Yunho elevando la mirada–. No, no
salgo, no voy a fiestas, no me gusta acostarme tarde... vivo en mis hoteles, en
todos tengo una habitación y... alterno con los huéspedes, pero no como tú te
crees –puntualizó al ver la cara de Jaejoong–. Tú fuiste una excepción y lo
sabes.
Jaejoong se
encogió de hombros tímidamente.
–Creo que
deberíamos intentar ser amigos –comentó.
Yunho lo
miró estupefacto.
–Lo digo en
serio –insistió Jaejoong–. Tenemos muchas cosas en común y lo pasamos muy bien
juntos. A los dos nos gusta mucho nuestro trabajo y nos llevamos bien.
–¿Y?
–Y podemos
ser civilizados, ¿no? –propuso Jaejoong.
–No hay nada
de civilizado en las cosas que quiero hacer contigo.
Jaejoong
cerró los ojos un segundo y esperó a que la sangre dejara de agolpársele en las
mejillas.
–Pero, si
tenemos una aventura, ¿qué crees que pasaría al final?
Yunho no
contestó.
–¿Qué pasa
normalmente? –insistió Jaejoong.
Yunho
comenzó a sonreír.
–¿Mantienes
contacto con alguno de ellos? –quiso saber Jaejoong.
Yunho se
encogió de hombros.
–Si nos
cruzamos, nos sonreímos y nos decimos hola con la mano y todo va muy bien.
–Porque son
demasiado orgullosos como para demostrar que los has hecho sufrir – le aclaró Jaejoong.
–Cariño, mis
relaciones son tan cortas que a nadie le da tiempo de sufrir.
Jaejoong se
rio, pero aquellas palabras no hicieron sino reafirmarlo en su decisión. No
quería unas cuantas noches de placer. Prefería compañía y risas a largo plazo.
–¿Y tú? –le preguntó
Yunho–. ¿Mantienes contacto con tus ex?
Como si los
hubiera.
–No tengo
tantos como tú –contestó–. Normalmente, cuando tengo una relación, que no
suelen durar mucho tampoco, el tipo me deja. Solía intentar hacer todo lo que
estuviera en mi mano para agradarlo, para que no me dejara, pero eso ha
cambiado, ya no estoy dispuesto a agradar a nadie para que permanezca a mi lado
–añadió con resolución–. No, no me veo con ninguno de ellos.
–¿Así que no
quieres agradarme? –le preguntó Yunho.
Jaejoong negó
con la cabeza.
–Vaya, qué
pena.
–Deberías
estar encantado. Quiero mantener contacto contigo –contestó Jaejoong
sinceramente.
–¿Me lo
dices porque no lo mantienes con ninguno de tus otros hombres?
–¿Pero
cuántos te crees que ha habido? –le preguntó Jaejoong poniendo los ojos en
blanco–. No, no mantengo el contacto con ninguno de los doscientos ochenta y
cuatro porque todos eran idiotas.
Yunho se
rio.
–Yo no
quiero ser otro idiota más de la lista. Me gustas. Me gusta hablar contigo.
–¡Exacto!
Genial, las
cosas estaban más fáciles de lo que había pensado.
–Pero sigo
queriendo acostarme contigo.
Vaya, no tan
fáciles.
–Ya se te
pasará.
–¿A ti se te
está pasando? –le preguntó Yunho acercándose.
Jaejoong
apartó la mirada.
–Mira...
todo el mundo dice que hay que alimentar las pasiones, entregarse a ellas,
disfrutar de ellas hasta que las hayas agotado, pero la única manera de
extinguir un fuego es no alimentarlo.
–¿Y tú
quieres matar el fuego que hay entre nosotros? –le preguntó Yunho visiblemente
sorprendido.
–Bueno, es
lo mejor, ¿no te parece? Lo digo porque yo no quiero que perdamos el contacto,
me gusta estar contigo.
–No sé si
sentirme halagado o insultado. ¿Quieres que sea tu amigo? ¿Y qué te parece si
fuera tu amigo con derecho a roce?
–Nada de
roces. Demasiado lío. No funcionaría –contestó Jaejoong con decisión.
Yunho se
quedó mirándolo fijamente.
–¿De verdad
prefieres ser mi amigo a volver a acostarte conmigo? –le preguntó con
incredulidad.
Jaejoong
tomó aire profundamente.
–Sí.
–No te creo.
De hecho, creo que podría hacerte cambiar de parecer en un par de minutos.
–Estoy seguro
de que así sería, pero entonces me iría de tu vida y todo terminaría. No quiero
tener una aventura contigo, pero sí quiero ser tu amigo.
–¿Me estás
dando un ultimátum?
–Tómatelo,
más bien, como un reto.
–¿Y por qué
iba a querer yo aceptar un reto así?
–¿Cuántos
amigos tienes?
–Cientos.
–Me refiero a
amigos de verdad –insistió Jaejoong poniéndose serio.
–Los amigos
son amigos –contestó Yunho poniéndose serio también–. Tengo muchos.
–Entonces,
lo que te propongo te resultará fácil –sonrió Jaejoong.
Yunho
suspiró.
–¿De verdad
no quieres que seamos amigos con derecho a roce o, por lo menos, a ciertos
privilegios?
–Eso no nos
llevaría más que a tener complicaciones. Lo que yo te propongo nos llevará al
compañerismo.
–Compañerismo
–deletreó Yunho.
–Sé que un
tipo como tú, Yunho, no se puede comprometer –declaró Jaejoong viendo cómo sus
palabras lo dejaban de piedra–. Para serte sincero, tampoco quiero eso en este
momento de mi vida. Me lo estoy pasando bien, tengo un trabajo maravilloso...
–¿Crees que
vamos a poder obviar la atracción física que hay entre nosotros? –le preguntó Yunho.
–Claro que
sí. Somos adultos, no somos animales.
–Claro que
somos animales –le recordó Yunho–. Somos animales. Y, además, a ti te gusta el
sexo animal –bromeó haciéndolo enrojecer.
–Ya te
olvidarás de eso algún día.
Yunho lo
dudaba mucho.
–¿Te da
miedo no conseguirlo, Yunho?
Así que era
eso, ¿eh? ¿Jaejoong se creía que no sería capaz?
–¿Qué sacas
de todo esto? Seguro que tienes otros amigos, ¿no? Entonces, ¿qué te daría mi
amistad que no te da la amistad de otra persona? Porque yo podría darte un sexo
espectacular, pero por lo visto no lo quieres.
Jaejoong
volvió a sonrojarse de pies a cabeza y desvió la mirada. Yunho se acercó un
poco más, no para tocarlo sino simplemente para ver de cerca su respuesta.
–Contesta o
contestaré yo y mi contestación será no y te tendré jadeando en menos de un
minuto. Sé sincero. ¿Qué pretendes conseguir de mí?
–Simplemente
estar contigo, supongo –contestó Jaejoong encogiéndose de hombros–. Cuando estoy
contigo, puedo ser todo lo brusco que quiera, puedo ser sincero y, además, me
siento bien conmigo. Contigo soy completamente yo y nada importa.
Aquellas
palabras le hicieron mella a Yunho.
–¿No eres tú
con los demás?
–No, no como
contigo –admitió Jaejoong–. Contigo, no siento la necesidad de agradarte, no
siento la necesidad de hacer nada en concreto, solo de ser yo.
Yunho se
miró en sus ojos, intentando leerlos. Se había prometido hacía mucho tiempo que
jamás le importaría lo que los demás pensaran de él. Jaejoong era muy
diferente. A él le importaba demasiado e intentaba agradar a todo el mundo. Yunho
lo miró intensamente y vio miedo en sus ojos, comprendió que a Jaejoong le daba
miedo que rechazara su propuesta, que le hubiera pedido algo que él no
quisiera.
Aquello lo
llevó a preguntarse qué era lo que él quería. ¿Quería compartir con él un par
de noches cargadas de sexo o prefería que ocupara un lugar más continuo en su
vida? Intentó pensar, pero los ojos de Jaejoong lo distraían. Tenía unos ojos
preciosos, grandes y profundos como el océano. Entonces, se dio cuenta de que
el hecho de que Jaejoong quisiera su amistad lo hacía sentir muy bien.
No quería
analizar por qué y, además, tampoco podía porque le pitaban los oídos... qué
raro...
–Salvado por
la campana –anunció Jaejoong.
Así que no
eran imaginaciones suyas. Estaban llamando al timbre. Yunho lo agarró de la
mano y caminaron hacia la puerta. No quería que se le escapara y se fuera a su
habitación.
–¿Yunho?
–preguntó la mujer que había llamado al timbre, una mujer impecablemente
vestida y peinada–. Cuánto me alegro de que estés en casa.
–Hola
–contestó Yunho rebuscando a toda velocidad en su memoria–. Margot, ¿verdad?
Era una de
las matriarcas sociales, una mujer muy agradable que, seguramente, querría algo
para una buena causa. Yunho soltó a Jaejoong y dio un paso al frente para
estrechar la mano de la mujer.
–Sí –sonrió
la recién llegada.
–Margot, te
presento a mi amigo Jaejoong –comentó Yunho con naturalidad, utilizando el
apelativo que Jaejoong quería–. ¿En qué te puedo ayudar?
–Me han
dicho que ibas a pasar el fin de semana aquí y me he acercado para recordarte
que esta noche hay una gala. Como has donado tanto dinero para el hospicio, he
pensado que, a lo mejor, te apetecía venir.
Yunho donaba
dinero a todos los hospicios que había cerca de sus hoteles porque le
interesaba especialmente que los enfermos terminales de cáncer estuvieran bien
atendidos. Su madre y él se habían ocupado de su padre en casa, solos. De haber
habido un hospicio cerca, habría sido más fácil.
–Se supone
que las donaciones que hago son anónimas –le recordó, porque no quería méritos
por ello.
–Sí, por
supuesto –le aseguró Margot–. Yo lo sé, porque soy la tesorera. En cualquier
caso, me pareció que, a lo mejor, querías ver lo que se ha hecho con tu dinero.
La cena va a ser maravillosa y el conferenciante, también.
Yunho
carraspeó.
–Bueno, la
verdad es que estamos muy cansados porque hemos salido esta mañana a pasear y
nos ha caído una buena tormenta encima –le explicó.
–Sí, hay
tanta niebla que han cerrado el aeropuerto –contestó Margot–. ¿Por qué no
vienes solo a la cena? Te puedes retirar pronto. La cena empieza a las siete y
sería maravilloso poder contar contigo.
Yunho dudó y
miro a Jaejoong, que lo estaba observando atentamente. Le pareció ver que lo
miraba con compasión, pero no estaba seguro. Jaejoong sabía perfectamente que a
él no le apetecía salir de casa aquella noche, que lo que quería era quedarse
con él a solas.
Por otra
parte, Jaejoong quería que fueran amigos y, aunque ir a la cena de beneficencia
no era lo que más le apetecía en el mundo, comprendía que podía ser una buena
manera de no abalanzarse sobre él si se quedaban solos en casa.
–Está bien
–accedió encantador–. A Jaejoong y a mí nos encantaría ir. Gracias por haber
venido a invitarnos.
Jaejoong se
quedó mirándolo estupefacto y la pobre Margot se sonrojó y todo, pero consiguió
trasmutar su expresión como buena anfitriona que era.
–Oh, muy
bien –contestó sobreponiéndose–. Será estupendo que vengáis los dos. Así nos
podremos conocer mejor, Jaejoong.
Jaejoong
sonrió y no dijo nada hasta que la tesorera del hospicio se hubo metido en su
coche y se hubo alejado.
–Parece una
mujer encantadora. Lo pasarás muy bien esta noche –le dijo a Yunho mientras
entraban en la casa de nuevo.
–Tú también
vas a venir –contestó él cerrando la puerta.
–No, no voy
a ir contigo –contestó Jaejoong sonriendo con dulzura y negando con la cabeza
mientras se dirigía a la cocina para beber agua–. No quiero fastidiarte la
oportunidad de que te hagas amigos de tus vecinos.
–¿No quieres
venir porque no tienes ropa adecuada que ponerte? Te lo digo porque hay muchas
tiendas bonitas en la ciudad y tenemos tiempo de sobra para ir de compras.
–Por favor
–se indignó Jaejoong–. Por supuesto que tengo ropa adecuada.
–Pero si
solo te has traído una bolsa de viaje –le recordó Yunho apoyándose en la
encimera de la cocina y mirándolo –. Además, me acabas de decir que no te
habías traído más que unos vaqueros.
–Sí, pero
siempre llevo un traje que no necesita planchado y que es muy útil en estos
casos.
–¿Y zapatos?
–Me he
traído también. Nunca sé cuándo me van a invitar a un acto importante
–improvisó Jaejoong que, por supuesto, jamás acudía a aquellos eventos porque
nunca lo invitaban.
–Impresionante
–comentó Yunho–. Entonces, no hay motivo para que no quieras venir –añadió con
picardía.
Jaejoong se
dio cuenta demasiado tarde de que él solito se había metido en la trampa. Desde
luego, Yunho era rápido.
–No pienso
ir como si fuera tu cita.
–No tienes
más remedio. Ya le hemos dicho a Margot que íbamos a ir los dos y no podemos
quedar mal ahora.
–Mira,
Margot quiere que vayas tú, pero le importa un pimiento que vaya yo –suspiró Jaejoong–.
Por otro lado, me quedaré en casa solo tan contento porque estoy muy cansado.
–Sabes que
yo estoy tan cansado como tú y, aun así, me echas a los lobos –dijo en tono
lastimero.
–No seas
exagerado –contestó Jaejoong–. Te recibirán con los brazos abiertos.
–Esa cena es
un lugar peligroso –bromeó Yunho acercándose lentamente–. No tienes ni idea de
adónde me estás mandando.
–¿Lo dices
porque, a lo mejor, todas las mujeres y hombres se te lanzan al cuello?
Yunho
asintió muy serio.
–Me da mucho
miedo. Necesito que vengas para protegerme.
–Como si tú
necesitaras que alguien te protegiera. Es, más bien, al revés y lo sabes.
Bastará con que muevas las cejas para que todos los camareros caigan rendidos a
tus pies.
–Solo las
moveré si llevan bandejas con rica comida –aseguró Yunho en tono cómico–.
Ninguno de esos hombres tienen nada que temer de mí. Ven conmigo, por favor.
Hazlo por mí, eres mi amigo –insistió.
Jaejoong lo
miró con los ojos entrecerrados.
–Ojalá eso
sea posible. Ya veremos.
–Los amigos
se apoyan, ¿no? Ahora tienes una buena oportunidad para demostrarme que eres mi
amigo. Yo soy muy tímido –comentó Yunho bajando el tono de voz–. Me gusta estar
solo y, a veces, no se me da bien estar con la gente y conversar.
–¿Tímido tú?
–se rio Jaejoong–. Pero si saliste desnudo al pasillo la mañana que nos
conocimos. Tú de tímido no tienes nada. Tú eres muy atrevido.
–Esa fue una
ocasión especial –le aseguró Yunho con ojos de cachorrillo desvalido.
–No, no fue
especial. A ti no te importa lo que la gente piense de ti.
–Eso es
cierto –admitió Yunho.
Jaejoong
asintió.
–Además, se
te da muy bien conversar. A tu lado Margot, la reina de las reuniones sociales,
quedará reducida a chuchería.
–Se me da
bien conversar, pero eso no quiere decir que me guste. Tengo buenos directores
en todos los hoteles para no tener que mezclarme con los clientes más de lo
estrictamente necesario. A mí, me gusta más deambular por ahí solo...
–Como si
fueras el jardinero.
–Exacto –se
rio Yunho–. Anda, por favor, ven conmigo.
Jaejoong se
mordió el labio inferior. La verdad era que le apetecía mucho ver cómo se
comportaba Yunho en un evento público y también le apetecía, para qué negarlo,
que lo vieran con él. Darse aquel capricho, entregarse a aquella fantasía se le
antojaba mucho más seguro que pasar la noche a solas en casa con él.
–Está bien,
iré contigo –accedió.
–Todavía
tenemos un par de horas antes de... –comenzó Yunho.
–Sí, me voy
a tumbar un rato en la cama –contestó Jaejoong alejándose rápidamente–. Solo.
Dos horas
después, se le había hecho tarde porque se había pasado un buen rato
jugueteando con todos los lujosos productos de baño mientras inventaba
recorridos para los visitantes. Envuelto en un albornoz, corrió hacia la cocina
para picar algo. Estaba mordisqueando una galleta salada mientras volvía a su
habitación cuando se encontró con Yunho en el pasillo.
Se paró en seco
y, sin darse cuenta de lo que hacía, cerró el puño sobre la galleta,
desmigándola por completo sobre la alfombra. ¿Cómo iba a ser amigo de un hombre
así, que estaba tan guapo vestido de esmoquin?
Yunho sonrió
como si le hubiera leído el pensamiento.
–¿Te gusta?
Oh, sí, le
gustaba mucho. A Jaejoong le costó un gran esfuerzo cerrar la boca y recoger la
baba.
–No estás
jugando limpio.
–Es solo
para que el reto sea realmente divertido para ti, para que tengas muy claro lo
que estás dejando escapar –contestó Yunho–. Ya te equivocaste una vez... ¿no
podrías equivocarte otra? –insinuó.
–¿En qué me
equivoqué?
–Decías que
el sexo de fantasía que tuvimos no se podría repetir, pero el beso de la bañera
de hidromasaje ha sido mucho mejor que cualquier fantasía. Imagínate cómo
podría ser pasar una noche entera juntos.
–Así que no
vas a tener ningún problema en que seamos amigos decías, ¿no?
Yunho se
encogió de hombros.
–Por
supuesto que no, puedo ser amigo tuyo perfectamente, pero, si cambias de
opinión, no tienes más que decírmelo.
Jaejoong se
limitó a sonreír y volvió a la habitación para ponérselo difícil también.
Veinte minutos después, salió y se dirigió al salón a esperar su reacción.
Yunho se
quedó mirándolo fijamente de pies a cabeza una y otra vez.
–¿De verdad
que tenías ese traje metido en tu minúscula bolsa de viaje?
–Claro
–contestó Jaejoong dando una vuelta sobre sí mismo.
Sí, era
cierto, y Yunho quería arrancárselo inmediatamente. Era negro y liso.
–Será mejor
que nos vayamos –consiguió decir Yunho.
Debía de
haber unas doscientas personas. El lugar brillaba a causa de los diamantes que
colgaban de las orejas, los cuellos, las muñecas y los dedos de los presentes.
Jaejoong se
estaba riendo por la manera en la que Yunho acababa de atraer a un camarero
para comerse casi todos los canapés que llevaba en la bandeja, pues tenía un
hambre de lobo.
–Te importa
muy poco lo que toda esta gente piense de ti, ¿verdad?
–¿Por qué me
iba a importar? En realidad, no me importa lo que nadie piense de mí.
–¿Y eso no
influye en tu negocio?
–Mi negocio
habla por sí mismo. Cada hotel o alojamiento tiene palabras propias. Yo los
creo y, luego, desaparezco. El negocio no soy yo, no se trata de mí. La gente
no va a un hotel de lujo para codearse con el dueño sino por el lugar en sí –le
explicó.
Lo observó
mientras aguantaba que otra persona le contara durante veinte minutos sus
hazañas en el esquí. Parecía realmente interesado en lo que los demás tenían
que contar. Así lo demostraban las preguntas inteligentes que hacía. Se le daba
muy bien escuchar y atender a los demás, cuidar de ellos, hacerlos sentir bien.
Estuvo
observando su forma de comportarse durante toda la cena. Disfrutó de su entusiasmo,
al igual que hicieron los demás comensales. Comprendió el desgaste que suponía
para él tener que mostrarse siempre vivaracho y entendió el alivio y el
descanso que suponía poder estar en compañía de alguien con quien de verdad
podía ser él mismo. Con él, podía hablar como quisiera, podía mostrarse como
realmente era, podía decir que estaba cansado y podía enfadarse, podía
mostrarse egoísta y tomar lo que quería. Lo cierto era que Yunho se moría por
que Jaejoong tomara de nuevo lo que quisiera de él. Su cuerpo lo estaba
deseando.
La orquesta
comenzó a tocar y, aunque bailar con Jaejoong se le antojaba algo muy
arriesgado, también le parecía irresistible.
–Los amigos
se besan, ¿verdad? –le preguntó mientras se movían lentamente por la pista de
baile.
–Mira que
eres malo –contestó Jaejoong mirándolo divertido.
–Estamos en
un sitio público, así que no creo que se nos pueda ir de las manos. Anda, por
favor, solo un besito.
–¿Un beso de
amigos?
–Dado lo que
ha habido entre nosotros, yo diría que un beso de amigos íntimos.
Dicho
aquello, le robó un beso y sintió que el fuego avivaba su necesidad de tenerlo.
Se apretó contra él y saboreó sus labios. Oh, qué maravilla. Sentía la sangre
caliente y rápida por todo el cuerpo. Pero Jaejoong se apartó.
–Casi se nos
va de las manos –comentó desviando la mirada.
Yunho
asintió, pero no lo soltó. Gracias a Dios, la pista de baile estaba llena de
gente.
Jaejoong no
podía más. Estaba seguro de que no podría soportar otro beso amistoso, así que
insistió en que volvieran a la barra, donde observó que Yunho atraía a los
demás como si se tratara del flautista de Hamelín. Hablaba de deporte,
política, ganadería y arquitectura con los hombres y de sus hoteles,
restaurantes y eventos locales con las mujeres. Era un hombre de lo más
sociable y también buen conversador, de esos que los anfitriones de una fiesta
siempre quieren tener cerca.
Jaejoong se
dio cuenta de que Yunho jamás hablaba de sí mismo, de que todos los temas que
elegía eran generales. Él hablaba de la otra persona mientras que él hablaba de
temas en general. Ninguno de los dos quería entrar en lo personal, así que no
hablaban de sí mismos. A medida que fue avanzando la velada, Jaejoong se fue
dando cuenta de que otras mujeres lo miraban de manera inequívoca, lo que lo
hizo sentir envidia.
Se quedó
dormido en el trayecto de vuelta a casa. Yunho paró el motor frente a la puerta
principal, se bajó y abrió la puerta del copiloto, tomó a Jaejoong en brazos y
se dirigió al sofá del salón. No quería que la velada terminara, no quería que
cada uno se fuera a su habitación.
Ahora, ya no
se le antojaba tan fácil aquello de ser amigos. Era una locura. Jaejoong se
estiró y lo miró y Yunho sintió que el corazón le daba un vuelco. Normalmente,
cuando toda la sangre de su cuerpo se le agolpaba en la bragueta, sabía que
algo muy satisfactorio le esperaba, pero aquella noche temía que no fuera a ser
así.
–No pienso
irme a la cama sin ti –anunció.
–No te vas a
acostar conmigo –le advirtió Jaejoong en tono somnoliento.
Yunho
asintió. Sabía que le bastaría un beso para hacerlo cambiar de opinión. Y, por
cómo lo estaba mirando, era evidente que Jaejoong también lo sabía, pero no
quería perderlo, no quería que saliera de su vida.
–Entonces,
no me voy a la cama –comentó sentándose en el sofá con Jaejoong todavía en
brazos.
–Ha sido una
velada maravillosa –contestó él apoyando la cabeza en su hombro.
Se moría por
besarla, así que se inclinó sobre él y le rozó los labios. Jaejoong se dejó
hacer, estaba casi dormido. Yunho siguió besándolo, disfrutando de encadenar un
beso con otro.
–Yunho
–suspiró Jaejoong–. Bésame donde tú quieras –murmuró.
Yunho sintió
que la entrepierna se le endurecía todavía más y le acarició la cara interior
del muslo porque quería verlo estremecerse de placer. Sí, llevaba demasiado
tiempo soñando con hacerlo y lo iba a hacer. Lentamente, se acercó al calor que
irradiaba. Jaejoong se agarró a él. Yunho lo rozó un par de veces más y Jaejoong
se entregó sin reservas. En aquel momento, era completamente suyo. Se quedó
mirándolo y lo besó para tragarse sus suspiros, su energía. Sabía que lo
deseaba, pero no era solo eso. Sabía que era algo más profundo, algo que jamás
podría tener, así que se apartó.
No quería iniciar una relación con Jaejoong
porque no quería querer a nadie y, además, tampoco quería que lo suyo terminara
mal, no quería defraudarlo, no quería que sufriera porque no se lo merecía, así
que la única manera de no hacerlo era cumplir con lo que Jaejoong le había
pedido.
Que difícil para ambos, se desean a más no poder, pero no quieren que sea solo eso, ellos quieren seguir como amigos pero si tienen relaciones eso se acabará y una relación más profunda Yunho no quiere. Que difícil!
ResponderEliminarGracias!!! 💗💕💞
Así que.. Yunho aceptará el trato de solo ser amigos??? Uff seguro eso le ayuda a ver que no quiere separarse de Jaejoong.. Sólito caerá, xq Jae ya cayó
ResponderEliminar