jueves, 3 de octubre de 2019

La cama equivocada: Capítulo 7

Capítulo Siete

–Ponte esto mientras te lavan y te planchan la ropa.
–Jamás conté con darme un baño de barro. Creía que con unos vaqueros sería suficiente –contestó Jaejoong avergonzado, mientras aceptaba los vaqueros y la camiseta que Yunho le ofrecía y se metía en su habitación a cambiarse.
En cuanto se puso su ropa, se sintió completamente suyo. Era algo patéticamente primario y absurdo, pero seductor a la vez. Cuando bajó a la cocina, Yunho lo estaba esperando con dos enormes tazas de café, lo que resultó perfecto porque a Jaejoong ya se le estaban pasando por la mente peligrosos pensamientos sensuales.
–¿Qué haces cuando estás aquí solo y hace mal tiempo? –le preguntó para romper el hielo.
–Leer.
–A ver si lo adivino. ¿Historias de misterio? ¿Novelas de miedo?
–No –contestó Yunho avanzando por el pasillo hacia el salón y señalando una gran estantería llena de libros–. Me gusta leer sobre arquitectura, diseño, paisajismo...
–Oh –contestó Jaejoong admirando los impresionantes libros–. Tienes un montón –añadió alargando el brazo hacia un par de ellos y sentándose en el suelo para ojearlos.
Yunho se sentó también frente a él, se apoyó en un par de cojines y comenzó a ojear otro libro. Conversaron, compararon, reflexionaron y pasaron casi dos horas y Jaejoong se dio cuenta de que, a pesar de que flirteaba con él, Yunho estaba completamente embebido en su trabajo.
–¿Qué haces cuando no estás trabajando? ¿Qué haces para divertirte? –le preguntó al cabo de un rato.
–A mí me divierte trabajar –contestó Yunho sonriendo–. Me encanta lo que hago. Supongo que me preguntabas qué hago para divertirme refiriéndote a si salgo por ahí y a dónde voy y esas cosas, ¿verdad? –le preguntó Yunho elevando la mirada–. No, no salgo, no voy a fiestas, no me gusta acostarme tarde... vivo en mis hoteles, en todos tengo una habitación y... alterno con los huéspedes, pero no como tú te crees –puntualizó al ver la cara de Jaejoong–. Tú fuiste una excepción y lo sabes.
Jaejoong se encogió de hombros tímidamente.
–Creo que deberíamos intentar ser amigos –comentó.
Yunho lo miró estupefacto.
–Lo digo en serio –insistió Jaejoong–. Tenemos muchas cosas en común y lo pasamos muy bien juntos. A los dos nos gusta mucho nuestro trabajo y nos llevamos bien.
–¿Y?
–Y podemos ser civilizados, ¿no? –propuso Jaejoong.
–No hay nada de civilizado en las cosas que quiero hacer contigo.
Jaejoong cerró los ojos un segundo y esperó a que la sangre dejara de agolpársele en las mejillas.
–Pero, si tenemos una aventura, ¿qué crees que pasaría al final?
Yunho no contestó.
–¿Qué pasa normalmente? –insistió Jaejoong.
Yunho comenzó a sonreír.
–¿Mantienes contacto con alguno de ellos? –quiso saber Jaejoong.
Yunho se encogió de hombros.
–Si nos cruzamos, nos sonreímos y nos decimos hola con la mano y todo va muy bien.
–Porque son demasiado orgullosos como para demostrar que los has hecho sufrir – le aclaró Jaejoong.
–Cariño, mis relaciones son tan cortas que a nadie le da tiempo de sufrir.
Jaejoong se rio, pero aquellas palabras no hicieron sino reafirmarlo en su decisión. No quería unas cuantas noches de placer. Prefería compañía y risas a largo plazo.
–¿Y tú? –le preguntó Yunho–. ¿Mantienes contacto con tus ex?
Como si los hubiera.
–No tengo tantos como tú –contestó–. Normalmente, cuando tengo una relación, que no suelen durar mucho tampoco, el tipo me deja. Solía intentar hacer todo lo que estuviera en mi mano para agradarlo, para que no me dejara, pero eso ha cambiado, ya no estoy dispuesto a agradar a nadie para que permanezca a mi lado –añadió con resolución–. No, no me veo con ninguno de ellos.
–¿Así que no quieres agradarme? –le preguntó Yunho.
Jaejoong negó con la cabeza.
–Vaya, qué pena.
–Deberías estar encantado. Quiero mantener contacto contigo –contestó Jaejoong sinceramente.
–¿Me lo dices porque no lo mantienes con ninguno de tus otros hombres?
–¿Pero cuántos te crees que ha habido? –le preguntó Jaejoong poniendo los ojos en blanco–. No, no mantengo el contacto con ninguno de los doscientos ochenta y cuatro porque todos eran idiotas.
Yunho se rio.
–Yo no quiero ser otro idiota más de la lista. Me gustas. Me gusta hablar contigo.
–¡Exacto!
Genial, las cosas estaban más fáciles de lo que había pensado.
–Pero sigo queriendo acostarme contigo.
Vaya, no tan fáciles.
–Ya se te pasará.
–¿A ti se te está pasando? –le preguntó Yunho acercándose.
Jaejoong apartó la mirada.
–Mira... todo el mundo dice que hay que alimentar las pasiones, entregarse a ellas, disfrutar de ellas hasta que las hayas agotado, pero la única manera de extinguir un fuego es no alimentarlo.
–¿Y tú quieres matar el fuego que hay entre nosotros? –le preguntó Yunho visiblemente sorprendido.
–Bueno, es lo mejor, ¿no te parece? Lo digo porque yo no quiero que perdamos el contacto, me gusta estar contigo.
–No sé si sentirme halagado o insultado. ¿Quieres que sea tu amigo? ¿Y qué te parece si fuera tu amigo con derecho a roce?
–Nada de roces. Demasiado lío. No funcionaría –contestó Jaejoong con decisión.
Yunho se quedó mirándolo fijamente.
–¿De verdad prefieres ser mi amigo a volver a acostarte conmigo? –le preguntó con incredulidad.
Jaejoong tomó aire profundamente.
–Sí.
–No te creo. De hecho, creo que podría hacerte cambiar de parecer en un par de minutos.
–Estoy seguro de que así sería, pero entonces me iría de tu vida y todo terminaría. No quiero tener una aventura contigo, pero sí quiero ser tu amigo.
–¿Me estás dando un ultimátum?
–Tómatelo, más bien, como un reto.
–¿Y por qué iba a querer yo aceptar un reto así?
–¿Cuántos amigos tienes?
–Cientos.
–Me refiero a amigos de verdad –insistió Jaejoong poniéndose serio.
–Los amigos son amigos –contestó Yunho poniéndose serio también–. Tengo muchos.
–Entonces, lo que te propongo te resultará fácil –sonrió Jaejoong.
Yunho suspiró.
–¿De verdad no quieres que seamos amigos con derecho a roce o, por lo menos, a ciertos privilegios?
–Eso no nos llevaría más que a tener complicaciones. Lo que yo te propongo nos llevará al compañerismo.
–Compañerismo –deletreó Yunho.
–Sé que un tipo como tú, Yunho, no se puede comprometer –declaró Jaejoong viendo cómo sus palabras lo dejaban de piedra–. Para serte sincero, tampoco quiero eso en este momento de mi vida. Me lo estoy pasando bien, tengo un trabajo maravilloso...
–¿Crees que vamos a poder obviar la atracción física que hay entre nosotros? –le preguntó Yunho.
–Claro que sí. Somos adultos, no somos animales.
–Claro que somos animales –le recordó Yunho–. Somos animales. Y, además, a ti te gusta el sexo animal –bromeó haciéndolo enrojecer.
–Ya te olvidarás de eso algún día.
Yunho lo dudaba mucho.
–¿Te da miedo no conseguirlo, Yunho?
Así que era eso, ¿eh? ¿Jaejoong se creía que no sería capaz?
–¿Qué sacas de todo esto? Seguro que tienes otros amigos, ¿no? Entonces, ¿qué te daría mi amistad que no te da la amistad de otra persona? Porque yo podría darte un sexo espectacular, pero por lo visto no lo quieres.
Jaejoong volvió a sonrojarse de pies a cabeza y desvió la mirada. Yunho se acercó un poco más, no para tocarlo sino simplemente para ver de cerca su respuesta.
–Contesta o contestaré yo y mi contestación será no y te tendré jadeando en menos de un minuto. Sé sincero. ¿Qué pretendes conseguir de mí?
–Simplemente estar contigo, supongo –contestó Jaejoong encogiéndose de hombros–. Cuando estoy contigo, puedo ser todo lo brusco que quiera, puedo ser sincero y, además, me siento bien conmigo. Contigo soy completamente yo y nada importa.
Aquellas palabras le hicieron mella a Yunho.
–¿No eres tú con los demás?
–No, no como contigo –admitió Jaejoong–. Contigo, no siento la necesidad de agradarte, no siento la necesidad de hacer nada en concreto, solo de ser yo.
Yunho se miró en sus ojos, intentando leerlos. Se había prometido hacía mucho tiempo que jamás le importaría lo que los demás pensaran de él. Jaejoong era muy diferente. A él le importaba demasiado e intentaba agradar a todo el mundo. Yunho lo miró intensamente y vio miedo en sus ojos, comprendió que a Jaejoong le daba miedo que rechazara su propuesta, que le hubiera pedido algo que él no quisiera.
Aquello lo llevó a preguntarse qué era lo que él quería. ¿Quería compartir con él un par de noches cargadas de sexo o prefería que ocupara un lugar más continuo en su vida? Intentó pensar, pero los ojos de Jaejoong lo distraían. Tenía unos ojos preciosos, grandes y profundos como el océano. Entonces, se dio cuenta de que el hecho de que Jaejoong quisiera su amistad lo hacía sentir muy bien.
No quería analizar por qué y, además, tampoco podía porque le pitaban los oídos... qué raro...
–Salvado por la campana –anunció Jaejoong.
Así que no eran imaginaciones suyas. Estaban llamando al timbre. Yunho lo agarró de la mano y caminaron hacia la puerta. No quería que se le escapara y se fuera a su habitación.
–¿Yunho? –preguntó la mujer que había llamado al timbre, una mujer impecablemente vestida y peinada–. Cuánto me alegro de que estés en casa.
–Hola –contestó Yunho rebuscando a toda velocidad en su memoria–. Margot, ¿verdad?
Era una de las matriarcas sociales, una mujer muy agradable que, seguramente, querría algo para una buena causa. Yunho soltó a Jaejoong y dio un paso al frente para estrechar la mano de la mujer.
–Sí –sonrió la recién llegada.
–Margot, te presento a mi amigo Jaejoong –comentó Yunho con naturalidad, utilizando el apelativo que Jaejoong quería–. ¿En qué te puedo ayudar?
–Me han dicho que ibas a pasar el fin de semana aquí y me he acercado para recordarte que esta noche hay una gala. Como has donado tanto dinero para el hospicio, he pensado que, a lo mejor, te apetecía venir.
Yunho donaba dinero a todos los hospicios que había cerca de sus hoteles porque le interesaba especialmente que los enfermos terminales de cáncer estuvieran bien atendidos. Su madre y él se habían ocupado de su padre en casa, solos. De haber habido un hospicio cerca, habría sido más fácil.
–Se supone que las donaciones que hago son anónimas –le recordó, porque no quería méritos por ello.
–Sí, por supuesto –le aseguró Margot–. Yo lo sé, porque soy la tesorera. En cualquier caso, me pareció que, a lo mejor, querías ver lo que se ha hecho con tu dinero. La cena va a ser maravillosa y el conferenciante, también.
Yunho carraspeó.
–Bueno, la verdad es que estamos muy cansados porque hemos salido esta mañana a pasear y nos ha caído una buena tormenta encima –le explicó.
–Sí, hay tanta niebla que han cerrado el aeropuerto –contestó Margot–. ¿Por qué no vienes solo a la cena? Te puedes retirar pronto. La cena empieza a las siete y sería maravilloso poder contar contigo.
Yunho dudó y miro a Jaejoong, que lo estaba observando atentamente. Le pareció ver que lo miraba con compasión, pero no estaba seguro. Jaejoong sabía perfectamente que a él no le apetecía salir de casa aquella noche, que lo que quería era quedarse con él a solas.
Por otra parte, Jaejoong quería que fueran amigos y, aunque ir a la cena de beneficencia no era lo que más le apetecía en el mundo, comprendía que podía ser una buena manera de no abalanzarse sobre él si se quedaban solos en casa.
–Está bien –accedió encantador–. A Jaejoong y a mí nos encantaría ir. Gracias por haber venido a invitarnos.
Jaejoong se quedó mirándolo estupefacto y la pobre Margot se sonrojó y todo, pero consiguió trasmutar su expresión como buena anfitriona que era.
–Oh, muy bien –contestó sobreponiéndose–. Será estupendo que vengáis los dos. Así nos podremos conocer mejor, Jaejoong.
Jaejoong sonrió y no dijo nada hasta que la tesorera del hospicio se hubo metido en su coche y se hubo alejado.
–Parece una mujer encantadora. Lo pasarás muy bien esta noche –le dijo a Yunho mientras entraban en la casa de nuevo.
–Tú también vas a venir –contestó él cerrando la puerta.
–No, no voy a ir contigo –contestó Jaejoong sonriendo con dulzura y negando con la cabeza mientras se dirigía a la cocina para beber agua–. No quiero fastidiarte la oportunidad de que te hagas amigos de tus vecinos.
–¿No quieres venir porque no tienes ropa adecuada que ponerte? Te lo digo porque hay muchas tiendas bonitas en la ciudad y tenemos tiempo de sobra para ir de compras.
–Por favor –se indignó Jaejoong–. Por supuesto que tengo ropa adecuada.
–Pero si solo te has traído una bolsa de viaje –le recordó Yunho apoyándose en la encimera de la cocina y mirándolo –. Además, me acabas de decir que no te habías traído más que unos vaqueros.
–Sí, pero siempre llevo un traje que no necesita planchado y que es muy útil en estos casos.
–¿Y zapatos?
–Me he traído también. Nunca sé cuándo me van a invitar a un acto importante –improvisó Jaejoong que, por supuesto, jamás acudía a aquellos eventos porque nunca lo invitaban.
–Impresionante –comentó Yunho–. Entonces, no hay motivo para que no quieras venir –añadió con picardía.
Jaejoong se dio cuenta demasiado tarde de que él solito se había metido en la trampa. Desde luego, Yunho era rápido.
–No pienso ir como si fuera tu cita.
–No tienes más remedio. Ya le hemos dicho a Margot que íbamos a ir los dos y no podemos quedar mal ahora.
–Mira, Margot quiere que vayas tú, pero le importa un pimiento que vaya yo –suspiró Jaejoong–. Por otro lado, me quedaré en casa solo tan contento porque estoy muy cansado.
–Sabes que yo estoy tan cansado como tú y, aun así, me echas a los lobos –dijo en tono lastimero.
–No seas exagerado –contestó Jaejoong–. Te recibirán con los brazos abiertos.
–Esa cena es un lugar peligroso –bromeó Yunho acercándose lentamente–. No tienes ni idea de adónde me estás mandando.
–¿Lo dices porque, a lo mejor, todas las mujeres y hombres se te lanzan al cuello?
Yunho asintió muy serio.
–Me da mucho miedo. Necesito que vengas para protegerme.
–Como si tú necesitaras que alguien te protegiera. Es, más bien, al revés y lo sabes. Bastará con que muevas las cejas para que todos los camareros caigan rendidos a tus pies.
–Solo las moveré si llevan bandejas con rica comida –aseguró Yunho en tono cómico–. Ninguno de esos hombres tienen nada que temer de mí. Ven conmigo, por favor. Hazlo por mí, eres mi amigo –insistió.
Jaejoong lo miró con los ojos entrecerrados.
–Ojalá eso sea posible. Ya veremos.
–Los amigos se apoyan, ¿no? Ahora tienes una buena oportunidad para demostrarme que eres mi amigo. Yo soy muy tímido –comentó Yunho bajando el tono de voz–. Me gusta estar solo y, a veces, no se me da bien estar con la gente y conversar.
–¿Tímido tú? –se rio Jaejoong–. Pero si saliste desnudo al pasillo la mañana que nos conocimos. Tú de tímido no tienes nada. Tú eres muy atrevido.
–Esa fue una ocasión especial –le aseguró Yunho con ojos de cachorrillo desvalido.
–No, no fue especial. A ti no te importa lo que la gente piense de ti.
–Eso es cierto –admitió Yunho.
Jaejoong asintió.
–Además, se te da muy bien conversar. A tu lado Margot, la reina de las reuniones sociales, quedará reducida a chuchería.
–Se me da bien conversar, pero eso no quiere decir que me guste. Tengo buenos directores en todos los hoteles para no tener que mezclarme con los clientes más de lo estrictamente necesario. A mí, me gusta más deambular por ahí solo...
–Como si fueras el jardinero.
–Exacto –se rio Yunho–. Anda, por favor, ven conmigo.
Jaejoong se mordió el labio inferior. La verdad era que le apetecía mucho ver cómo se comportaba Yunho en un evento público y también le apetecía, para qué negarlo, que lo vieran con él. Darse aquel capricho, entregarse a aquella fantasía se le antojaba mucho más seguro que pasar la noche a solas en casa con él.
–Está bien, iré contigo –accedió.
–Todavía tenemos un par de horas antes de... –comenzó Yunho.
–Sí, me voy a tumbar un rato en la cama –contestó Jaejoong alejándose rápidamente–. Solo.
Dos horas después, se le había hecho tarde porque se había pasado un buen rato jugueteando con todos los lujosos productos de baño mientras inventaba recorridos para los visitantes. Envuelto en un albornoz, corrió hacia la cocina para picar algo. Estaba mordisqueando una galleta salada mientras volvía a su habitación cuando se encontró con Yunho en el pasillo.
Se paró en seco y, sin darse cuenta de lo que hacía, cerró el puño sobre la galleta, desmigándola por completo sobre la alfombra. ¿Cómo iba a ser amigo de un hombre así, que estaba tan guapo vestido de esmoquin?
Yunho sonrió como si le hubiera leído el pensamiento.
–¿Te gusta?
Oh, sí, le gustaba mucho. A Jaejoong le costó un gran esfuerzo cerrar la boca y recoger la baba.
–No estás jugando limpio.
–Es solo para que el reto sea realmente divertido para ti, para que tengas muy claro lo que estás dejando escapar –contestó Yunho–. Ya te equivocaste una vez... ¿no podrías equivocarte otra? –insinuó.
–¿En qué me equivoqué?
–Decías que el sexo de fantasía que tuvimos no se podría repetir, pero el beso de la bañera de hidromasaje ha sido mucho mejor que cualquier fantasía. Imagínate cómo podría ser pasar una noche entera juntos.
–Así que no vas a tener ningún problema en que seamos amigos decías, ¿no?
Yunho se encogió de hombros.
–Por supuesto que no, puedo ser amigo tuyo perfectamente, pero, si cambias de opinión, no tienes más que decírmelo.
Jaejoong se limitó a sonreír y volvió a la habitación para ponérselo difícil también. Veinte minutos después, salió y se dirigió al salón a esperar su reacción.
Yunho se quedó mirándolo fijamente de pies a cabeza una y otra vez.
–¿De verdad que tenías ese traje metido en tu minúscula bolsa de viaje?
–Claro –contestó Jaejoong dando una vuelta sobre sí mismo.
Sí, era cierto, y Yunho quería arrancárselo inmediatamente. Era negro y liso.   
–Será mejor que nos vayamos –consiguió decir Yunho.
Debía de haber unas doscientas personas. El lugar brillaba a causa de los diamantes que colgaban de las orejas, los cuellos, las muñecas y los dedos de los presentes.
Jaejoong se estaba riendo por la manera en la que Yunho acababa de atraer a un camarero para comerse casi todos los canapés que llevaba en la bandeja, pues tenía un hambre de lobo.
–Te importa muy poco lo que toda esta gente piense de ti, ¿verdad?
–¿Por qué me iba a importar? En realidad, no me importa lo que nadie piense de mí.
–¿Y eso no influye en tu negocio?
–Mi negocio habla por sí mismo. Cada hotel o alojamiento tiene palabras propias. Yo los creo y, luego, desaparezco. El negocio no soy yo, no se trata de mí. La gente no va a un hotel de lujo para codearse con el dueño sino por el lugar en sí –le explicó.
Lo observó mientras aguantaba que otra persona le contara durante veinte minutos sus hazañas en el esquí. Parecía realmente interesado en lo que los demás tenían que contar. Así lo demostraban las preguntas inteligentes que hacía. Se le daba muy bien escuchar y atender a los demás, cuidar de ellos, hacerlos sentir bien.
Estuvo observando su forma de comportarse durante toda la cena. Disfrutó de su entusiasmo, al igual que hicieron los demás comensales. Comprendió el desgaste que suponía para él tener que mostrarse siempre vivaracho y entendió el alivio y el descanso que suponía poder estar en compañía de alguien con quien de verdad podía ser él mismo. Con él, podía hablar como quisiera, podía mostrarse como realmente era, podía decir que estaba cansado y podía enfadarse, podía mostrarse egoísta y tomar lo que quería. Lo cierto era que Yunho se moría por que Jaejoong tomara de nuevo lo que quisiera de él. Su cuerpo lo estaba deseando.
La orquesta comenzó a tocar y, aunque bailar con Jaejoong se le antojaba algo muy arriesgado, también le parecía irresistible.
–Los amigos se besan, ¿verdad? –le preguntó mientras se movían lentamente por la pista de baile.
–Mira que eres malo –contestó Jaejoong mirándolo divertido.
–Estamos en un sitio público, así que no creo que se nos pueda ir de las manos. Anda, por favor, solo un besito.
–¿Un beso de amigos?
–Dado lo que ha habido entre nosotros, yo diría que un beso de amigos íntimos.
Dicho aquello, le robó un beso y sintió que el fuego avivaba su necesidad de tenerlo. Se apretó contra él y saboreó sus labios. Oh, qué maravilla. Sentía la sangre caliente y rápida por todo el cuerpo. Pero Jaejoong se apartó.
–Casi se nos va de las manos –comentó desviando la mirada.
Yunho asintió, pero no lo soltó. Gracias a Dios, la pista de baile estaba llena de gente.
Jaejoong no podía más. Estaba seguro de que no podría soportar otro beso amistoso, así que insistió en que volvieran a la barra, donde observó que Yunho atraía a los demás como si se tratara del flautista de Hamelín. Hablaba de deporte, política, ganadería y arquitectura con los hombres y de sus hoteles, restaurantes y eventos locales con las mujeres. Era un hombre de lo más sociable y también buen conversador, de esos que los anfitriones de una fiesta siempre quieren tener cerca.
Jaejoong se dio cuenta de que Yunho jamás hablaba de sí mismo, de que todos los temas que elegía eran generales. Él hablaba de la otra persona mientras que él hablaba de temas en general. Ninguno de los dos quería entrar en lo personal, así que no hablaban de sí mismos. A medida que fue avanzando la velada, Jaejoong se fue dando cuenta de que otras mujeres lo miraban de manera inequívoca, lo que lo hizo sentir envidia.
Se quedó dormido en el trayecto de vuelta a casa. Yunho paró el motor frente a la puerta principal, se bajó y abrió la puerta del copiloto, tomó a Jaejoong en brazos y se dirigió al sofá del salón. No quería que la velada terminara, no quería que cada uno se fuera a su habitación.
Ahora, ya no se le antojaba tan fácil aquello de ser amigos. Era una locura. Jaejoong se estiró y lo miró y Yunho sintió que el corazón le daba un vuelco. Normalmente, cuando toda la sangre de su cuerpo se le agolpaba en la bragueta, sabía que algo muy satisfactorio le esperaba, pero aquella noche temía que no fuera a ser así.
–No pienso irme a la cama sin ti –anunció.
–No te vas a acostar conmigo –le advirtió Jaejoong en tono somnoliento.
Yunho asintió. Sabía que le bastaría un beso para hacerlo cambiar de opinión. Y, por cómo lo estaba mirando, era evidente que Jaejoong también lo sabía, pero no quería perderlo, no quería que saliera de su vida.
–Entonces, no me voy a la cama –comentó sentándose en el sofá con Jaejoong todavía en brazos.
–Ha sido una velada maravillosa –contestó él apoyando la cabeza en su hombro.
Se moría por besarla, así que se inclinó sobre él y le rozó los labios. Jaejoong se dejó hacer, estaba casi dormido. Yunho siguió besándolo, disfrutando de encadenar un beso con otro.
–Yunho –suspiró Jaejoong–. Bésame donde tú quieras –murmuró.
Yunho sintió que la entrepierna se le endurecía todavía más y le acarició la cara interior del muslo porque quería verlo estremecerse de placer. Sí, llevaba demasiado tiempo soñando con hacerlo y lo iba a hacer. Lentamente, se acercó al calor que irradiaba. Jaejoong se agarró a él. Yunho lo rozó un par de veces más y Jaejoong se entregó sin reservas. En aquel momento, era completamente suyo. Se quedó mirándolo y lo besó para tragarse sus suspiros, su energía. Sabía que lo deseaba, pero no era solo eso. Sabía que era algo más profundo, algo que jamás podría tener, así que se apartó.
No quería iniciar una relación con Jaejoong porque no quería querer a nadie y, además, tampoco quería que lo suyo terminara mal, no quería defraudarlo, no quería que sufriera porque no se lo merecía, así que la única manera de no hacerlo era cumplir con lo que Jaejoong le había pedido.

2 comentarios:

  1. Que difícil para ambos, se desean a más no poder, pero no quieren que sea solo eso, ellos quieren seguir como amigos pero si tienen relaciones eso se acabará y una relación más profunda Yunho no quiere. Que difícil!

    Gracias!!! 💗💕💞

    ResponderEliminar
  2. Así que.. Yunho aceptará el trato de solo ser amigos??? Uff seguro eso le ayuda a ver que no quiere separarse de Jaejoong.. Sólito caerá, xq Jae ya cayó

    ResponderEliminar