Capítulo Diez
A Yunho le
dolía mucho la cabeza. En realidad, le dolía todo el cuerpo. Estaba solo,
exactamente como siempre había creído que quería estar. Cuánto se había
equivocado.
Seguro que
podía llamar a alguien. Tenía un montón de nombres en su agenda, nombres de
supuestos amigos, pero, ¿qué harían? Irían y se sentarían a su lado y hablarían
del tiempo o de política o de deportes... ninguno de ellos lo conocía de verdad
y él tampoco los conocía a ellos. Siempre había mantenido la distancia y se
daba cuenta ahora de lo solo que estaba en realidad.
Se daba
cuenta porque había una persona que había sabido hacer que aquella distancia
desapareciera, una persona a la que se moría por ver, a la que quería a su
lado, aquella persona con la que llevaba tres días intentando ponerse en
contacto.
Jaejoong no
contestaba a las llamadas. Lo había llamado cincuenta veces y siempre le
saltaba el contestador automático. Incluso había llamado desde una línea fija
para que no reconociera su número, pero tampoco había contestado.
Yunho
comprendió que, aunque el accidente no hubiera tenido lugar, habría mandado el
mensaje de texto y el resultado habría sido el mismo. Una vida solitaria en la
que Jaejoong no habría contestado a sus llamadas.
Se
encontraba en el hospital, con varias costillas rotas, por lo que no podía huir.
* * *
Jaejoong se
había comprado un teléfono nuevo y estaba decidiendo qué tono de llamada le
gustaba más cuando el aparato sonó de repente. No identificó el número, pero
contestó de todas maneras.
–¿Sí?
–¿Vas a
seguir castigándome mucho más tiempo?
Jaejoong dio
un respingo.
–He estado
muy ocupado –contestó.
–¿Por qué me
tratas así si soy tu amigo? ¿Por qué no has contestado a mis llamadas?
–Porque he
perdido mi teléfono –mintió Jaejoong. En realidad, lo había tirado al puerto en
un arranque de rabia.
Aquello lo
llevó a preguntarse cómo habría conseguido Yunho su nuevo número.
–¿No me vas
a gritar ni nada? ¿No estás enfadado conmigo?
–No, Yunho,
no estoy enfadado –le aseguró sentándose en el suelo porque las piernas no lo
sostenían–. Estoy bien.
–¿De verdad?
–De verdad
–contestó orgulloso–. No pasa nada, no me voy a morir por que no vinieras. La
verdad es que me lo pasé muy bien. Fue una fiesta maravillosa.
–Sí, he
visto las fotos en tu página de Facebook.
–Ya...
Silencio.
–Yunho, ¿te
acuerdas de nuestro pacto de ser solo amigos? –le preguntó Jaejoong.
–Sí, ¿qué
pasa?
–Bueno, a mí
no me está funcionando –confesó Jaejoong.
–¿Y eso?
Jaejoong
cerró los ojos y decidió que lo mejor era ser completamente sincero.
–La verdad
es que me impide conocer a otros hombres –declaró.
–¿Quieres
conocer a otro hombre?
–Sí, creo que
sería lo mejor para mí –contestó apretando los puños y sintiendo náuseas.
Definitivamente,
era lo mejor. Estaba claro que Yunho solo lo quería para la cama. Tenía que
pensar en sí mismo y en lo que era mejor para él.
–¿Ni
siquiera me lo vas a decir en persona?
–No, te lo
estoy diciendo por teléfono. Y tienes suerte de que no te lo haya dicho por
escrito en un mensaje de texto porque he estado a punto de hacerlo –declaró Jaejoong.
–¿Es porque
no fui a la entrega?
–Vaya, qué
sagaz –le espetó Jaejoong.
–Jaejoong...
–No hace
falta que me des explicaciones ni que me pongas excusas. Lo entiendo
perfectamente. No te importo.
–Mira, la
amistad no es una cosa unilateral –le espetó Yunho también enfadado–. No has
sido el mejor amigo del mundo conmigo, ¿sabes?
–No creo que
nunca fuéramos amigos de verdad, Yunho. La verdad es que no creo en la amistad cuando
existe atracción, así que creo que lo mejor es que la nuestra se termine hoy
mismo, ¿de acuerdo? –le soltó cortando la llamada, furioso.
En aquel
momento, alguien llamó a la puerta con fuerza. Jaejoong bajó las escaleras a
toda velocidad.
–¿Qué haces
aquí?
–Es mucho
mejor hablar cara a cara –contestó Yunho.
–¿Por qué
demonios no viniste? –quiso saber Jaejoong.
–Tuve un
accidente de coche.
Jaejoong
sintió que el aire no le llegaba a los pulmones.
–No me lo
creo.
–Sí, de
camino al aeropuerto.
–¿Y por qué
no me llamaste? –siguió gritando Jaejoong porque estaba asustado.
–Lo intente
al día siguiente, cuando recuperé la consciencia, pero me saltaba todo el rato
tu contestador.
Jaejoong se
sintió fatal. Yunho había pasado por aquello solo y seguro que se había sentido
abandonado de nuevo. Jaejoong sintió que se le rompía el corazón.
Yunho había
decidido de camino hacia allá que iba a hacer todo lo que estuviera en su mano
para recuperar a aquel hombre, lo que fuera necesario.
–Se supone
que los amigos están para cuidar el uno del otro –le espetó–. ¿Por qué no me
llamaste tú para ver qué me había pasado?
–Te mandé un
mensaje de texto –se defendió Jaejoong.
–Un mensaje
de texto –repitió Yunho en tono dolido–. Y nada más. No me llamaste ni esa
noche ni al día siguiente. Menos mal que éramos amigos –le recriminó.
–¿Me estás
diciendo que es culpa mía?
Sí,
efectivamente, todo era culpa de Jaejoong.
–No te
importo lo suficiente como para que te preguntaras dónde estaba y en qué
estado.
Jaejoong
palideció.
–Nunca se me
pasó por la cabeza que te pudiera haber ocurrido algo.
–Claro que
no. Era más fácil dar por hecho que te iba a fallar –contestó Yunho–. Y así
fue. Eso fue exactamente lo que iba a hacer.
Dicho eso,
vio que Jaejoong lo miraba horrorizado.
–Antes de
tener el accidente, había decidido no venir –le explicó decidiendo ser sincero.
–¿Qué quiere
decir eso? –le preguntó Jaejoong distanciándose de él y apoyándose en la pared.
–Había
tomado la decisión de poner fin a nuestra amistad. Te estaba mandando un
mensaje de texto para decirte que no iba a venir cuando ocurrió el accidente.
Jaejoong se
quedó mirándolo fijamente y Yunho sintió el dolor que le estaba causando como
si fuera el suyo propio porque su corazón le pertenecía.
–¿Por qué me
estás contando todo esto? –quiso saber Jaejoong.
–Porque
quiero ser sincero contigo, quiero que las cosas queden claras. No quiero ser
tu amigo, Jaejoong. Lo que quiero es ser tu pareja –declaró–. No puedo dejar de
pensar en ti.
–A lo mejor
lo consigues si lo intentas un poco más –contestó Jaejoong muy enfadado.
–Jaejoong,
no puedo vivir sin ti –murmuró Yunho.
–Querrás
decir que no puedes vivir sin acostarte conmigo.
–No, no es
eso –le aseguró Yunho–. Llevo semanas sin acostarme contigo –añadió sintiendo
que la costilla le molestaba al elevar la voz–. Al principio, el sexo era muy
importante, pero luego te descubrí a ti como persona.
Jaejoong no
pensaba creérselo.
–Solo me
llamabas porque era un desafío para ti y, en cuanto me conseguiste en la cabaña
de la montaña, dejé de interesarte.
–Eso no es
cierto.
–¿Qué es lo
que quieres de mí?
–Jaejoong
–dijo Yunho apoyándose en la puerta a causa del dolor en el pecho–. No puedo
dormir, apenas como, no me puedo concentrar en nada, ni siquiera en el trabajo,
no quiero seguir obsesionado. He intentado sobreponerme, pero no puedo seguir
luchando. Lo único que quiero es estar contigo, pero nunca he sabido estar con
nadie y no quiero hacerte sufrir porque tú no te lo mereces, tú te mereces
mucho más de lo que yo puedo darte.
Jaejoong se
quedó mirándolo fijamente, sorprendido.
–¿Por qué
crees que merezco mucho más de lo que tú puedes darme?
–Porque
nunca he sido capaz de darle nada bueno a nadie. La verdad es que no me gusta
nada sentirme tan descontrolado como me siento ahora –confesó yendo hacia el
sofá–. Mis padres no pudieron realizarse como personas porque su relación los
limitó a los dos. Sé que fueron felices, pero me parece frustrante. Nos vinimos
a vivir aquí cuando yo tenía seis años, yo tenía acento y un padre muy viejo al
que adoraba y al que se le ocurrió comprar una propiedad en ruinas y decidir
que lo iba a convertir en un château –recordó Yunho intentando reírse–.
Lo planeó todo, muy bonito, pero hasta ahí llegó, no pudo hacer nada más.
–Pero tú lo
hiciste por él –recapacitó Jaejoong–. ¿Crees que el amor que sentía por tu
madre lo limitó y no le dejó cumplir con sus deseos?
–No solo a
él, a los dos. Nadie puede tenerlo todo y, si quieres hacer algo, es mejor ser
libre para hacerlo.
–Bueno, a lo
mejor ninguno de los dos quería realmente hacer nada. A lo mejor, tu padre
estaba encantado de ser el marido de tu madre y tu padre. A lo mejor, prefería
pasar tiempo contigo soñando con su château que robártelo construyéndolo
de verdad. Seguro que estaría muy orgulloso de ti por todo lo que has alcanzado
profesionalmente, pero no sé si estaría tan contento de ver lo solo que te has
quedado.
Yunho permaneció
en silencio.
–Mi ex me
solía echar en cara que estaba todo el día trabajando –comentó de repente–.
Tuve que elegir entre él y un proyecto y elegí el trabajo. No quiero hacerte
daño y no quiero perderte, pero no sé cómo hacerlo.
–Yo no soy
tu ex. Yo quiero apoyarte, no limitarte –le aseguró Jaejoong–. Y quiero que tú
me apoyes a mí. ¿Por qué no vamos a poder conseguir cada uno nuestros sueños
estando juntos?
–Jaejoong,
eres el primer hombre que me importa más que el trabajo, eres el único hombre que
quiero a mi lado y voy a seguir insistiendo mientras sea necesario.
A Jaejoong
se le llenaron los ojos de lágrimas.
–Jaejoong,
lo eres todo para mí –insistió Yunho poniéndose delante de él–. Te quiero tal y
como eres, no hace falta que seas de otra manera, eres perfecto para mí –añadió
acercándose un poco más–. Te necesito en mi vida, lo he comprendido ahora que
he intentado vivir sin ti.
–¿Estás
insistiendo? –sonrió Jaejoong mientras gruesas lágrimas le resbalaban por las
mejillas.
–Estoy
siendo sincero. No quería hacerte daño y te lo he hecho y no te puedes ni
imaginar cuánto lo siento, pero lo cierto era que yo tampoco quería sufrir y me
pareció que lo mejor para los dos era huir, pero me equivoqué –concluyó tomando
aire–. Lo cierto es que soy exactamente igual que mis padres, amo tan
profundamente como ellos y te amo a ti. No puedo soportar estar separado de ti,
quiero estar contigo todo el rato, no quiero huir, no quiero irme, no quiero
separarme de ti –confesó negando con la cabeza–. No puedo dejar de pensar en
ti, te echo de menos como un loco, tanto que me duele.
Jaejoong lo
comprendía perfectamente porque a él le pasaba lo mismo.
–Nunca he
sentido por nadie lo que siento por ti. He intentado sobreponerme a ello,
controlarlo, pero no he podido. Quiero estar contigo –insistió Yunho tomándolo
de las manos–. No quiero separarme de ti, quiero permanecer a tu lado –añadió
mirándolo intensamente a los ojos–. Eres lo más importante que hay en mi vida.
Jaejoong
asintió y tragó saliva.
–Eso es lo
más bonito que nadie me ha dicho nunca –confesó con un nudo en la garganta.
–Por favor,
déjame que te ame –le pidió–. Estoy dispuesto a hacer lo que haga falta.
–Lo único
que tienes que hacer es amarme –contestó Jaejoong–. No quiero que dejes nada
por mí, nada que sea importante para ti. Tu proyecto, por ejemplo.
–Ya
encontrarán a otro. Mi objetivo no es dominar el mercado global, me conformo
con el nacional.
–¿De verdad?
–Tengo
muchas cosas que hacer por aquí... profesional y personalmente, contigo.
Jaejoong
sonrió.
–Yo,
también. Por ejemplo, ser el mejor guía del país.
–Claro que
sí –asintió Yunho–. Podría ir a verte de vez en cuando al trabajo. Incluso
hacer alguna visita contigo y tus grupos –improvisó–. Se me ocurre que podría
aprenderme los diálogos de alguna película y que me dieras un súper premio.
Jaejoong se
rio.
–No sé si
podría contigo en el autobús.
–Prometo
solemnemente que nunca intentaría meterle mano durante el trabajo, solo por las
noches en el hotel.
–Ya, lo que
pasa es que no sé si yo podría evitar abalanzarme sobre ti –contestó Jaejoong–.
A lo mejor yo también podría acompañarte en tus viajes.
–Por
supuesto. Aunque no creo que vaya a viajar tanto como hasta ahora. Me quiero
quedar más tiempo aquí, en la ciudad, contigo.
–¿Te vas a
venir a vivir conmigo? –le preguntó Jaejoong enarcando las cejas.
–Si me
aceptas... –contestó Yunho.
–¿Crees que
sería suficiente para ti?
¿Y si se
cansaba? ¿Y si se aburría y sentía que él lo estaba limitando?
–Jaejoong,
lo que te estoy proponiendo es un compromiso a largo plazo, un compromiso de
por vida. Literalmente. Quiero formar una familia contigo.
–¿Quieres
tener hijos conmigo? –se sorprendió Jaejoong.
Yunho
asintió.
–Quiero
ocuparme de ellos, no quiero que tengan que andar inventándose de todo para que
les preste atención, no quiero hacerles eso, quiero que sepan desde el
principio lo importantes que son.
Jaejoong lo
abrazó. Yunho había comprendido lo importante que aquello era para él.
–A lo mejor
basta con decírselo...
–No, las
palabras no son suficientes –declaró Yunho–. Hay que demostrarlo. Las palabras
no significan nada si no van acompañadas de acciones. Quiero demostrarles que
son importantes y también quiero demostrártelo a ti.
–Ya lo has
hecho.
–No he hecho
más que empezar. Te quiero, Jaejoong. Déjame que te lo demuestre el resto de
nuestras vidas.
Jaejoong
había soñado a menudo con un final de Hollywood, pero aquel estaba siendo mucho
mejor. Veía completa sinceridad en los ojos de su amante y sentía una dicha
absoluta en todo su ser. Reía y lloraba a la vez. Cerró los ojos con fuerza y
se abrazó a Yunho, aferrándose a él.
Sí, la
pasión estaba allí, pero basada en una llama eterna, en un calor seguro que se
llamaba amor. Jamás se había sentido tan valorado, tan querido, tan especial. Yunho
era su compañero de vida, su igual, e iban a trabajar juntos.
–Te quiero
–declaró.
–Te deseo
–gimió Yunho tomándolo en brazos.
–No sé si
esto es muy buena idea. Estás herido –le recordó Jaejoong.
–Estoy bien
–protestó Yunho.
–Eso no es
verdad.
–Por favor,
no me entretengas, que estoy haciendo lo que puedo –bromeó Yunho.
Jaejoong le
acarició la mejilla y sonrió obnubilado, permitiendo que lo condujera en brazos
a su dormitorio. Una vez allí, intentó ocultar su sorpresa al ver los moretones
que le recorrían el cuerpo.
–No es para
tanto –le aseguro Yunho.
–Mentiroso
–contestó él besándolo en las costillas amoratadas.
–Te quiero.
* * *
–Nunca
habíamos practicado sexo de forma tan sencilla.
–Esto no
está siendo sencillo y no estamos practicando sexo –jadeó Yunho mientras Jaejoong
lo besaba por todo el cuerpo–. Esto es hacer el amor. Estamos haciendo el amor.
–Claro que
sí –contestó Yunho mientras lo penetraba.
–Y lo vamos
a hacer muy despacio.
–Muy bien
–declaró Jaejoong.
Sus miradas
se encontraron y ambos sonrieron.
–Soy el
hombre más afortunado del mundo –declaró Yunho abrazándolo con cariño un rato
después.
–Y yo, el
hombre más feliz del mundo –se rio Jaejoong.
–Eso no te
lo voy a discutir.
–Ya lo sé
–contestó él muy feliz.
Pobre Yunho, por lo menos no fue algo muy grave, y Jae berrinches, lo bueno es que ya reconocieron y aceptaron sus sentimientos y desean formar una familia feliz y darle todo su amor y atención a los hijos que tengan.
ResponderEliminarGracias!!! 💗💕💞
Sabía... Las cosas pasan x algo y ese accidente hizo comprender a Yunho que no quería estar sólo.. Abrió los ojos y x fin reconoció que amaba a Jae.. Ufff estuvo muy bonito el discurso de yunho sobre cómo quería estar con Jae, muy emotivo.
ResponderEliminarAhora a ver el epílogo para ver que sorpresa nos trae