Capítulo Ocho
Jaejoong se
despertó hecho un ocho y con Yunho debajo de él en el sofá, todavía ataviado
con el esmoquin.
Se quedó
mirándolo. Era como un delicioso bizcocho que no se podía comer, que se miraba,
pero no se tocaba. Se moría por tenerlo de nuevo. ¿A quién quería engañar con
eso de ser amigos?
–Yunho...
Yunho abrió
los ojos y Jaejoong aprovechó para apretarse contra su erección.
–No lo has
conseguido –bromeó.
Yunho negó
con la cabeza.
–¿Te tengo
que recordar lo que pasó anoche antes de que te quedaras dormido? Me pediste
que te besara donde quisiera y yo me comporté como un caballero.
–¿Por eso me
metiste la mano?
–Bueno,
teniendo en cuenta que lo que te hubiera gustado habría que te lo hiciera con
la boca...
Jaejoong
sintió que se excitaba de pies a cabeza. Definitivamente, lo de ser amigos
había que olvidarlo.
–Será mejor
que nos pongamos en marcha –anunció Yunho cambiando de postura de manera que el
contacto entre ellos ya no era tan íntimo.
Jaejoong se
apartó también al darse cuenta de que Yunho no quería nada con él. Estaba
manteniendo las distancias, tal y como él le había pedido.
Fueron en el
coche de Yunho al aeropuerto. No había tanta niebla como el día anterior, pero
llovía y el cielo estaba gris. Jaejoong suspiró.
–No será
para tanto –comentó Yunho agarrando el volante con fuerza.
–No, claro
que no –contestó Jaejoong–. La semana que viene estaré fuera cuatro días, de
viaje.
–Yo estaré de
viaje para el fin de semana –apuntó Yunho.
–Muy bien,
la distancia se hará cargo del deseo –comentó Jaejoong intentando ocultar el
dolor que le producía separarse de él–. No hace falta que me acompañes. Déjame
en la puerta y ya está.
–Está bien
–contestó Yunho parando el coche–. Estamos en contacto.
Jaejoong se
preguntó si sería cierto. Ahora que tenía la información que necesitaba para
hacer su trabajo, no había necesidad de que Yunho se pusiera en contacto con él
directamente. Podría negociar con Junsu y no estar si Jaejoong tenía que volver
por allí. Qué tonto había sido. Tendría que haberse pasado el fin de semana
entero acostándose con él porque estaba seguro de que, en cuanto pusiera un pie
fuera del coche, no lo volvería a ver.
–Quiero ser
tu amigo –le aseguró Yunho como si le estuviera leyendo el pensamiento,
acercándose y apartándole un mechón de pelo de la cara–. La verdad es que me
gustas. Me lo he pasado muy bien.
–Yo, también.
Se bajó del
coche y se alejó sin mirar atrás. Una vez a solas en la terminal, el teléfono
móvil le anunció que había recibido un mensaje. ¡Era de Yunho!
¿Sería
pasarme de la raya, ahora que somos amigos, decirte que ya te echo de menos? No
puedo dejar de pensar en ti.
Jaejoong
sonrió y contestó.
Claro que me
lo puedes decir. Los amigos se echan de menos.
Yunho
continuó:
Sí, pero no
sabes lo que estoy pensando en hacer contigo. Me gustaría pasarme de la raya.
Jaejoong
sonrió encantado.
Voy a apagar
el móvil. Vamos a despegar.
Consiguió no
volverlo a encender al aterrizar, aguantó hasta estar en casa, en pijama y
viendo una película. Entonces estuvieron una hora hablando por teléfono. Una
semana y media después, Yunho se tumbó en la cama y acarició el nombre de Jaejoong
en su teléfono móvil. Lo había llamado casi todas las noches. No lo había hecho
adrede, le salía de manera natural.
–Voy a ir el
lunes. ¿Comemos juntos? –le propuso en cuanto Jaejoong descolgó el teléfono.
–Vaya, no
voy a poder, lo siento. No estaré aquí –contestó Jaejoong.
Yunho dio un
respingo.
–¿Adónde te
vas? –quiso saber.
–Tengo dos
salidas seguidas.
–Maldita
sea, Jaejoong –se enfadó Yunho apartando las sábanas y poniéndose en pie–. ¿Por
qué? Vas a terminar agotado.
–No pasa
nada, tranquilo. No es para tanto. Te llamaré.
Sí, pero no
era suficiente. No podía dejar de pensar en él. Necesitaba contarle lo que
había hecho durante el día porque sabía que él lo escuchaba con verdadera
atención, necesitaba que Jaejoong le contara cómo le había ido en el trabajo y
con sus amigos, le gustaba que le diera ideas sobre los proyectos que tenía
entre manos. Jamás le había contado a nadie nada de su trabajo ni había pedido
consejo a la hora de tomar decisiones, pero con Jaejoong lo estaba haciendo y
le gustaba.
–¿Qué tal la
última adquisición? –le preguntó Jaejoong.
–Muy bien
–contestó Yunho sinceramente–. No tiene nada que ver con ninguna de las otras,
es única y fantástica. Estoy seguro de que te encantará.
Jaejoong se
quedó en silencio.
–Seguro que
le gusta a todo el mundo. Tienes un don especial a la hora de elegir la
ubicación de tus hoteles.
Yunho quería
que le gustara a todo el mundo, por supuesto, pero sobre todo a él. Quería que Jaejoong
viajara hasta allí con él, quería estar con él.
–¿Y tú qué
tal? ¿No estarás trabajando demasiado?
–Estoy
trabajando mucho, pero me viene bien estar ocupado. Además, no quiero rechazar
nada de lo que me ofrezca Junsu –contestó Jaejoong.
–No dejes
que se aproveche de ti, no dejes que nadie se aproveche de ti, solo yo –se
despidió Yunho en tono informal.
Jaejoong se
rio.
Ocho días
después, Jaejoong estaba durmiendo cuando lo despertó el teléfono.
–¿Te pasa
algo? Son las tres de la madrugada –se sobresaltó al ver que era Yunho.
–Estaba
pensando en ti.
–¿Estás
borracho?
–No, es que
no podía dormir...
–¿Y no se te
ocurre nada mejor que llamarme a estas horas? Tómate una taza de leche caliente
–le propuso Jaejoong.
–Aquí hace
mucho calor para eso.
–Pues pon el
aire acondicionado.
–Hace mucho
ruido –contestó Yunho–. ¿Has practicado alguna vez sexo telefónico?
¡Jaejoong
terminó de despertarse!
–¿Seguro que
no has bebido?
–Contesta –lo
urgió Yunho en tono seductor.
–No, creo
que me entraría la risa –admitió Jaejoong.
–¿Y qué te
parece si lo hiciéramos por Skype? Así, también podríamos vernos. Como te
gustan tanto las películas...
Desde luego,
sabía cómo excitarlo, pero no podía ser...
–Se supone
que somos amigos, ¿no? –le recordó–. Y los amigos no practican sexo, ¿no?
–Ah, vaya,
se me había olvidado.
–Ya veo.
–Prometo
seguir intentándolo.
–Sí, vas a
tener que seguir intentándolo... sé que esto es duro... que te lo estoy
poniendo duro...
–No te
puedes ni imaginar cuánto...
–Yunho
–suspiró Jaejoong, que lo deseaba tanto como él a él por mucho tiempo que
hubiera pasado.
–¿Qué
pasaría si volviera a meter la pata?
–No sé,
supongo que se me ocurriría alguna manera de castigarte –contestó Jaejoong.
Se estaba
excitando con la conversación.
–¿Cómo me
castigarías? –quiso saber Yunho.
–Tal vez,
obligándote a salir de la habitación –aventuró Jaejoong siguiendo con las
palabras con doble sentido.
–¿Me
obligarías a salir? ¿Y si no quisiera?
–¿Preferirías
quedarte dentro? –le preguntó Jaejoong apretando los muslos.
–Sí,
preferiría quedarme dentro –contestó Yunho–. Lo que quiero es estar dentro de
ti y moverme con fuerza... –añadió ya sin rodeos– mientras te hago una cosa que
te gusta mucho...
Jaejoong se
mordió el labio inferior. La curiosidad podía más que la prudencia.
–¿Qué me
harías?
–Me
encantaría penetrarte una y otra vez mientras te masturbo.
Jaejoong
ahogó una exclamación.
–Te gusta,
¿verdad? Sí, claro que te gusta. Es lo que más te gusta. Te corres en cuanto te
toco.
Jaejoong no
podía negarlo.
–¿Te
gustaría que te estuviera tocando ahora?
Jaejoong
cerró los ojos.
–Sé cómo te
pones... –continuó Yunho–. Seguro que te estás tocando. ¿Tienes la mano entre
las piernas como si fuera la mía?
Jaejoong agarró
el teléfono con fuerza. Con una mano porque la otra estaba, efectivamente,
donde Yunho decía.
–Sé lo que
estás haciendo –insistió él.
–¿Ah, sí?
–jadeó Jaejoong.
–Estás pensando
en mí, te estás excitando imaginando que soy yo el que te está tocando, te
estás tocando como querrías que yo te tocara, no puedes evitarlo.
–¿Y tú qué
estás haciendo? –le preguntó Jaejoong.
–Escucharte
e imaginarte –contestó Yunho–. También me gustaría que te sentaras encima de mí
y me cabalgaras porque lo haces muy bien...
Jaejoong se
estremeció. Estaba muy cerca del orgasmo. ¿Cómo era posible que estuvieran
practicando sexo telefónico?
–Yunho, te
tengo que dejar –suspiró.
–Sueña
conmigo –se despidió Yunho.
Llevaba
semanas haciéndolo.
Hacía más de
tres semanas que no lo había visto y creía tenerlo todo bajo control, pero se
había equivocado.
–Hola –lo
saludó al llegar junto a la mesa.
Habían
quedado para comer, pero aquello era una locura. Tenía el pulso disparado. Jaejoong
le sonrió de manera encantadora. Yunho no se sentó sino que le tendió la mano,
invitándolo a ponerse en pie.
–Tengo una
sorpresa para ti.
–¿De qué se
trata? –quiso saber Jaejoong desplegando cierta prudencia.
–Te quedaste
sin ver una parte muy importante de la finca.
–¿La finca?
–se sorprendió Jaejoong mientras Yunho lo sacaba de la cafetería y lo metía en
su coche descapotable–. No vamos a ir a la finca.
–El avión
despega en media hora, así que tenemos el tiempo justo.
–Yunho,
habíamos quedado solo para comer. No puedo dejar el trabajo...
–Ya he
hablado con Junsu y está todo solucionado. Va a hacer él la visita de esta
tarde.
–¿Cómo?
–Llevas
demasiados días seguidos trabajando. Necesitas descansar.
Jaejoong se
quedó mirándolo anonadado.
Había menos
de una hora de vuelo y Yunho se la pasó mandando mensajes desde el teléfono
móvil, así que Jaejoong se dedicó a leerse de cabo a rabo una revista. Al
aterrizar, no había ningún coche esperándolos, cambiaron el avión por un
helicóptero.
–Yunho, no
me he traído ropa de sobra –le advirtió.
Él lo miró
con picardía.
–Bonito, no
la vas a necesitar.
¿Qué estaba
ocurriendo? No había duda de las intenciones de Yunho. ¿A dónde demonios lo
estaba llevando? Lo peor era que a Jaejoong tampoco le importaba demasiado,
pues estaba demasiado excitado por volver a estar con él y darse cuenta de que
la atracción que Yunho sentía por él seguía siendo igual de fuerte.
Yunho se
puso a los mandos del aparato y lo hizo elevarse. Siguió el río hasta la finca
y, una vez allí, lo llevó hasta un lago escondido, un lago que parecía de
leyenda. Hizo descender el helicóptero cerca y lo invitó a seguirlo.
–Vamos.
Jaejoong
comprendió que Yunho había estado allí muchas veces y no era para menos, pues
el lugar era increíble. Se trataba de un entorno mágico, parecía sacado de una
película, pero era real.
–Qué bonito
–comentó Jaejoong.
–El agua
está helada, así que no te vayas a meter, que no quiero tener que tirarme a por
ti.
Jaejoong se
rio. Lo cierto era que le hubiera encantado meterse en aquella agua helada para
ver si, así, el calor que sentía por todo el cuerpo se calmaba.
–No hemos
hablado de aquello –comentó Yunho tirando una piedra al agua.
–¿De qué?
–De la
llamada telefónica.
Jaejoong se
sonrojó.
–Sabes
perfectamente que quieres volver a acostarte conmigo –anunció Yunho tomándolo
del mentón y obligándolo a mirarlo–. Así que tienes que elegir entre pasar aquí
la noche o volver a la finca en helicóptero. Te advierto que en la cabaña solo
hay una cama y no es muy grande.
Jaejoong
sintió que la cabeza le daba vueltas, así que elevó la mirada al cielo.
–Creo que va
a haber tormenta, así que será más seguro quedarnos aquí.
–Nada de
tormentas, Jaejoong, nada de excusas. Quiero sinceridad –le advirtió Yunho
acercándose–. ¿Quieres pasar otra noche conmigo o no?
Jaejoong
sintió que era preso de la más grande excitación.
–¿Qué tipo
de pregunta es esa?
–Contesta.
Jaejoong lo
miró fijamente.
–Está bien,
vamos a la cabaña.
–¿Estás
seguro?
–Sí
–contestó Jaejoong, que sabía perfectamente lo que estaba haciendo.
Estaba harto
de luchar contra sus propias necesidades. Yunho sacó lo que necesitaban del
helicóptero y volvió a su lado mirándolo a los ojos, sintiendo que el corazón
le latía aceleradamente.
–Prométeme
que solo será esta noche y ya está. Nada más. Cuando volvamos al mundo
civilizado, volveremos a ser quienes somos, volveremos a ser solo amigos. Es la
única condición que te pongo para que la fantasía se pueda hacer realidad.
–¿Por qué te
empeñas en querer controlarlo todo?
–Yo no me
empeño en...
–No podemos
darle la espalda a lo que hay entre nosotros. Ser amigos, que es lo que tú has
propuesto, no está funcionando.
–Una noche.
–La noche
entera –negoció Yunho–. No solo una vez y nos vamos a dormir. Quiero,
literalmente, la noche entera –añadió, temiendo que ni siquiera eso fuera
suficiente.
–¿La noche
entera? –repitió Jaejoong mojándose los labios con la lengua.
Dios mío,
aquello iba a ser impresionante. Yunho se acercó y se dio cuenta de que a Jaejoong
se le había acelerado la respiración y estaba temblando. Sí, definitivamente, él
también estaba excitado ante la noche que tenían por delante. Era la única
manera que tenían de agotar lo que había entre ellos. Tras una noche de pasión,
podrían irse tranquilos.
Jaejoong se
dio cuenta de que estaba a punto de tener un orgasmo y no habían hecho nada,
solo hablar de que iban a pasarse la noche practicando sexo.
Yunho lo
llevó hasta la cabaña, que resultó ser un lugar pequeño y coqueto.
–¿Vienes
aquí a menudo acompañado? –le preguntó Jaejoong.
–No, te
aseguro que no –contestó Yunho sonriendo–. Voy a encender la chimenea.
Jaejoong
pensó que a él no le hacía falta más calor, ya tenía suficiente en su interior.
Se quitó las botas mientras Yunho encendía el fuego.
–Esta cabaña
la diseñé yo –contestó Yunho carraspeando–. Y la construí con mis propias
manos. Nunca he traído a nadie aquí. Me gusta estar solo, disfrutar de las
vistas. Aquí hay paz.
–¿Y mi
presencia aquí no rompe esa paz?
–Tú eres
parte de la fantasía –sonrió Yunho–. Ven a ver atardecer –lo invitó tendiéndole
la mano para subir al segundo piso.
Allí había
una cama sencilla, no muy grande, era cierto. A diferencia de la planta baja,
que era toda de cristal, allí solo había una ventana. Lo que se veía a través
de ella parecía un cuadro.
–Debe de ser
increíble estar aquí cuando llueve –comentó Jaejoong.
–Sí
–contestó Yunho sacando algunas sábanas del armario y comenzando a hacer la
cama.
Jaejoong no
sabía si sentirse insultado por que todavía no se hubiera abalanzado sobre él o
halagado de que se estuviera preocupando de su bienestar y su comodidad.
–Ya te dije
que no era una cama muy grande –comentó Yunho.
Jaejoong se
quedó mirándolo mientras hacía la cama. Le sudaban las palmas de las manos.
–¿Te ayudo?
–se ofreció cuando ya no pudo más.
La impaciencia
lo estaba matando.
–Almohadones
–pidió Yunho.
Jaejoong se
giró y vio que en el armario había diez o doce.
–Vaya, te
gustan las almohadas, ¿eh? ¿Duermes abrazado a una? –bromeó.
Yunho
sonrió.
–Dentro de
un rato, te enseñaré un par de cosas para las que resulta muy útil tener un par
de almohadas a mano –le prometió en un tono de voz que no dejaba lugar a
dudas–. Pero antes vamos a comer algo.
¿Comer?
¡Debía de estar de broma! ¿Era una manera de torturarlo?
–No tengo
hambre –declaró Jaejoong.
Quería
acción, quería librarse del deseo que lo perseguía desde hacía tanto tiempo,
quería quemar el recuerdo de aquella noche, así que comenzó a desabrocharse la camisa.
Yunho se quedó mirándolo un momento, pero luego, para alivio de Jaejoong, se
acercó. Jaejoong sonrió creyendo que iba a unirse a la fiesta, pero Yunho se
limitó a alargar el brazo para agarrar una linterna que había en la mesilla. Jaejoong
se quedó mirándolo estupefacto.
–Por favor,
no pares –le pidió él–. La última vez, no pude verte desnudo.
Oh, no, no
podía hacerlo.
Yunho sonrió
y, entonces, Jaejoong vio que estaba sudando y comprendió que estaba tan
nervioso y deseoso como él, lo que le dio valor.
–Solo si tú
haces lo mismo –le propuso.
–¿Quieres
que me desnude para ti? –le preguntó Yunho visiblemente excitado.
–Sí –afirmó Jaejoong
con rotundidad mientras dejaba que la camisa cayera al suelo–. No pienso seguir
hasta que tú no hayas empezado.
En un abrir
y cerrar de ojos, Yunho se había quitado la camiseta, la había tirado al suelo
y se había desabrochado los vaqueros. Menos mal que no se había quitado también
los calzoncillos. A Jaejoong le encantó poder fijarse en cómo le marcaban sus
atributos.
–Es todo
para ti –murmuró Yunho siguiendo su mirada–. Mira, mira cómo me pones.
Jaejoong lo
estaba viendo claramente y lo quería todo dentro de él.
–Te toca –lo
invitó Yunho.
Jaejoong se
quitó los vaqueros y los calcetines, pero se dejó la ropa interior.
– ¿Te gusta
la caricia de la tela? –murmuró Yunho.
–Sí, pero
prefiero las tuyas –contestó Jaejoong acercándose a él.
Pero Yunho
dio un paso atrás.
–No, no –le
dijo–. Esta vez no va a ser rápido.
Jaejoong lo
necesitaba ya, necesitaba un orgasmo liberador. Se mojó los labios. Estaba muy
excitado y, a juzgar por el tamaño de los calzoncillos de Yunho, él también. Jaejoong
avanzó hacia la cama. Una vez sentado, se liberó de la ropa sobrante y se tumbó
completamente desnudo sobre el colchón, retándolo.
Yunho, que lo
estaba mirando atentamente, dejó de sonreír. Jaejoong se alegró, pero se sorprendió
al ver que volvía a hacerlo, que volvía a sonreír.
–¿De verdad
no has pensado en hacerte actor, Jaejoong? –le preguntó tomándolo de la mano y
tirando de él para que se sentara.
–¿Cómo?
¿Por qué no
se tumbaba encima de él de una vez?
–Mira –le indicó
Yunho señalando la ventana.
Había
anochecido y el cristal, completamente oscurecido, se había convertido en un
espejo.
–Nadie nos
ve, no hay nadie en varios kilómetros a la redonda –le aseguró Yunho besándolo
por todo el rostro menos en la boca–, pero nosotros sí nos vemos, tú puedes
verlo todo, puedes mirar –le sugirió poniéndose de espaldas a la ventana y
arrodillándose ante él.
Jaejoong
ahogó una exclamación. Se veía absolutamente todo.
–Pantalla
tamaño real –bromeó Yunho mientras lo besaba por el cuello.
–Yunho...
–suspiró Jaejoong.
–La linterna
se va a quedar encendida –le anunció–. Toda la noche. Quiero que esta vez te
quede claro que soy yo.
–Lo sé
perfectamente –le aseguró Jaejoong.
–Toda la
noche –insistió Yunho comenzando a besarlo, en el pecho y por la tripa.
Jaejoong
miraba su reflejo en el cristal y la excitación iba en aumento. Sintió que los
huesos se le derretían y que se convertía en un muñeco de trapo con el que Yunho
podía jugar a su antojo.
–Nunca había
visto una película así –jadeó.
–Pues ya iba
siendo hora –contestó Yunho acariciándole el pecho.
–Jaejoong Kim,
la estrella porno.
–Jaejoong Kim,
la última tentación –contestó Yunho acariciándole un pezón–. ¿Es la primera vez
que ves a un hombre dándo placer? –le preguntó elevando la mirada hacia él.
–Oh, Dios
mío...
–Mira lo que
te voy a hacer.
–Oh.
Jaejoong
siempre había practicado sexo con la luz apagada y bajo las sábanas, pero la
nueva experiencia, sentirse completamente expuesto, le estaba encantando.
Aquello de tener a un hombre como Yunho arrodillado ante él, haciéndole todo
tipo de cosas para hacerlo disfrutar era increíble.
Yunho
deambuló con la boca por su tripa mientras le acariciaba las caderas con las
manos y sonrió cuando Jaejoong se estremeció.
–¿Estás entrando
en calor? –le preguntó.
–Quiero más
–contestó él.
–Impaciente.
Jaejoong
siguió mirando, mirando y sintiendo. Yunho estaba completamente entregado,
había vuelto a subir a su pecho y lo estaba lamiendo con deleite.
–Sabes que
estoy dispuesto a hacerte cualquier cosa que te guste –le recordó.
Jaejoong no
podía más, se llevó las manos a los muslos y presionó para intentar calmar su
deseo. Necesitaba sentirlo dentro. Yunho se quedó mirando sus manos, sus dedos,
cómo se movían y colocó las suyas encima. A continuación, le separó las piernas
un poco más para poder verlo todo.
Jaejoong
gritó su nombre cuando se inclinó sobre él y le dio un lengüetazo.
–Vuelve a
decirlo –le dijo él.
Jaejoong
repitió su nombre y Yunho le regaló otro lengüetazo.
–Otra vez
–la instó.
Cuando Jaejoong
así lo hizo, introdujo dos dedos en su cuerpo. Jaejoong volvió a gritar de
placer. Yunho lo observaba excitado.
–Grítalo –le
pidió apretando los dientes.
–Yunho
–gritó Jaejoong.
Yunho se
echó hacia delante, hacia él, y disfrutó de su orgasmo, que llegó mientras Yunho
seguía acariciándolo y lamiéndolo. Jaejoong echó la cabeza hacia atrás y lo
dejó hacer mientras sentía oleadas y oleadas de sensaciones.
–Te quiero a
ti –le rogó cuando su lengua y sus dedos no le parecieron suficiente.
–¿Qué
quieres de mí? –le preguntó Yunho deslizando sus dedos por su centro húmedo.
–Lo sabes
perfectamente –contestó Jaejoong.
–Quiero
oírtelo decir.
Jaejoong se
apretó contra su mano.
–Quiero que
me penetres tan fuerte que mañana no pueda andar –rugió.
–¿Tan
fuerte? –insistió Yunho.
–Y más
–insistió Jaejoong, que lo quería todo.
Pero Yunho
no se tumbó sobre él, como esperaba. Se irguió, se quitó los calzoncillos y se
puso un preservativo.
–¿Quieres
que te ayude? –se ofreció Jaejoong.
–No,
gracias. Si me tocas, me voy –contestó Yunho.
Luego, se
colocó a su espalda para que los dos quedaran reflejados en el cristal y
pudieran verlo todo, puso a Jaejoong a cuatro patas y se colocó entre sus
rodillas. Jaejoong sintió su erección.
–Oh –gimió.
–Mira.
Jaejoong
giró la cabeza y volvió a gemir ante la erótica imagen que le devolvió el
cristal. Sus miradas se encontraron en el reflejo. Yunho lo agarró con fuerza
de la cintura y lo empujó para que elevara un poco las caderas.
Jaejoong así
lo hizo.
–No te
pierdas nada –lo urgió Yunho.
Luego, se
echó hacia atrás y lo colocó sobre él para, a continuación, comenzar a
penetrarlo. Jaejoong no podía apartar la mirada del cristal, le estaba
encantando sentir que lo empalaba y verlo a la vez, ver cómo su cuerpo recibía
y se tragaba la erección de Yunho una y otra vez, una y otra vez.
Jaejoong
gritó de placer cuando Yunho deslizó una mano desde su cintura y entre sus
piernas para masturbarlo mientras lo penetraba. Volvió a gritar cuando Yunho
comenzó a apretarle el pezón.
Intentó
controlarse, pero fue imposible. Sus miradas volvieron a encontrarse. Se habían
convertido en dos seres completamente desinhibidos.
–Jaejoong –le dijo Yunho dándole la vuelta.
Jaejoong lo
miró mientras se erguía, le separaba las piernas y se tumbaba sobre él. Lo
recibió abriendo bien las piernas y basculando la pelvis hacia delante. Yunho
siguió penetrándolo una y otra vez, dándole placer, pero para Jaejoong nada era
suficiente, gritaba de placer, pero seguía queriendo más.
–Eres
insaciable –rugió Yunho.
–Lo quiero
todo, absolutamente todo –declaró Jaejoong sin ningún tipo de vergüenza.
Así que Yunho
echó la cabeza atrás y lo penetró con más fuerza que nunca. Aquello no era
fantasía, aquello era real, completamente real. Yunho se había descontrolado,
como él, y le estaba encantando verlo así.
El sudor
corría entre sus cuerpos, que se deslizaban uno sobre el otro, generando
todavía más calor. La velocidad y la potencia de las embestidas era tremenda y Jaejoong
se dio cuenta de que, aunque no quería que terminara nunca, no iba a aguantar
mucho más.
Yunho juró
en voz alta mientras Jaejoong gritaba a pleno pulmón. Un rato después, lo único
que se oía era la respiración entrecortada de Yunho y los latidos desaforados
de su corazón. Lo estaba aplastando, pero le daba igual.
–¿Puedes
respirar? –le preguntó él apartándose.
–Más o menos
–contestó Jaejoong, dándose cuenta de que le dolía la garganta de tanto gritar.
–Espero que
no te arrepientas de lo que acabamos de hacer porque ha sido la experiencia más
increíble de mi vida –le advirtió Yunho.
Jaejoong
asintió.
–Ha sido
mejor que la primera vez –recapacitó Yunho negando con la cabeza–. Ahora lo
único que quiero es volverlo a hacer. Muchas veces. Muchas veces más –añadió
tumbándose de espaldas y mirando al techo–, pero primero tengo que recuperar
fuerzas.
–Solo esta
noche –le recordó Jaejoong.
Aferrados a solo a esa noche completa por miedo al compromiso.
ResponderEliminarGracias!!! 💗💕💞
Vaya capitulo... Muuuuy intenso jajajajajajaja y erotico... Me encanto!!!!
ResponderEliminarViene el yunjae con todo pero.. Son tan cobardes ambos que no aceptan sus sentimientos.. Siguen diciendo que serán "amigos", en fin, ver que pasara después de esa noche desenfrenada