jueves, 3 de octubre de 2019

La cama equivocada: Capítulo 8


Capítulo Ocho

Jaejoong se despertó hecho un ocho y con Yunho debajo de él en el sofá, todavía ataviado con el esmoquin.
Se quedó mirándolo. Era como un delicioso bizcocho que no se podía comer, que se miraba, pero no se tocaba. Se moría por tenerlo de nuevo. ¿A quién quería engañar con eso de ser amigos?
–Yunho...
Yunho abrió los ojos y Jaejoong aprovechó para apretarse contra su erección.
–No lo has conseguido –bromeó.
Yunho negó con la cabeza.
–¿Te tengo que recordar lo que pasó anoche antes de que te quedaras dormido? Me pediste que te besara donde quisiera y yo me comporté como un caballero.
–¿Por eso me metiste la mano?
–Bueno, teniendo en cuenta que lo que te hubiera gustado habría que te lo hiciera con la boca...
Jaejoong sintió que se excitaba de pies a cabeza. Definitivamente, lo de ser amigos había que olvidarlo.
–Será mejor que nos pongamos en marcha –anunció Yunho cambiando de postura de manera que el contacto entre ellos ya no era tan íntimo.
Jaejoong se apartó también al darse cuenta de que Yunho no quería nada con él. Estaba manteniendo las distancias, tal y como él le había pedido.
Fueron en el coche de Yunho al aeropuerto. No había tanta niebla como el día anterior, pero llovía y el cielo estaba gris. Jaejoong suspiró.
–No será para tanto –comentó Yunho agarrando el volante con fuerza.
–No, claro que no –contestó Jaejoong–. La semana que viene estaré fuera cuatro días, de viaje.
–Yo estaré de viaje para el fin de semana –apuntó Yunho.
–Muy bien, la distancia se hará cargo del deseo –comentó Jaejoong intentando ocultar el dolor que le producía separarse de él–. No hace falta que me acompañes. Déjame en la puerta y ya está.
–Está bien –contestó Yunho parando el coche–. Estamos en contacto.
Jaejoong se preguntó si sería cierto. Ahora que tenía la información que necesitaba para hacer su trabajo, no había necesidad de que Yunho se pusiera en contacto con él directamente. Podría negociar con Junsu y no estar si Jaejoong tenía que volver por allí. Qué tonto había sido. Tendría que haberse pasado el fin de semana entero acostándose con él porque estaba seguro de que, en cuanto pusiera un pie fuera del coche, no lo volvería a ver.
–Quiero ser tu amigo –le aseguró Yunho como si le estuviera leyendo el pensamiento, acercándose y apartándole un mechón de pelo de la cara–. La verdad es que me gustas. Me lo he pasado muy bien.
–Yo, también.
Se bajó del coche y se alejó sin mirar atrás. Una vez a solas en la terminal, el teléfono móvil le anunció que había recibido un mensaje. ¡Era de Yunho!
¿Sería pasarme de la raya, ahora que somos amigos, decirte que ya te echo de menos? No puedo dejar de pensar en ti.
Jaejoong sonrió y contestó.
Claro que me lo puedes decir. Los amigos se echan de menos.
Yunho continuó:
Sí, pero no sabes lo que estoy pensando en hacer contigo. Me gustaría pasarme de la raya.
Jaejoong sonrió encantado.
Voy a apagar el móvil. Vamos a despegar.
Consiguió no volverlo a encender al aterrizar, aguantó hasta estar en casa, en pijama y viendo una película. Entonces estuvieron una hora hablando por teléfono. Una semana y media después, Yunho se tumbó en la cama y acarició el nombre de Jaejoong en su teléfono móvil. Lo había llamado casi todas las noches. No lo había hecho adrede, le salía de manera natural.
–Voy a ir el lunes. ¿Comemos juntos? –le propuso en cuanto Jaejoong descolgó el teléfono.
–Vaya, no voy a poder, lo siento. No estaré aquí –contestó Jaejoong.
Yunho dio un respingo.
–¿Adónde te vas? –quiso saber.
–Tengo dos salidas seguidas.
–Maldita sea, Jaejoong –se enfadó Yunho apartando las sábanas y poniéndose en pie–. ¿Por qué? Vas a terminar agotado.
–No pasa nada, tranquilo. No es para tanto. Te llamaré.
Sí, pero no era suficiente. No podía dejar de pensar en él. Necesitaba contarle lo que había hecho durante el día porque sabía que él lo escuchaba con verdadera atención, necesitaba que Jaejoong le contara cómo le había ido en el trabajo y con sus amigos, le gustaba que le diera ideas sobre los proyectos que tenía entre manos. Jamás le había contado a nadie nada de su trabajo ni había pedido consejo a la hora de tomar decisiones, pero con Jaejoong lo estaba haciendo y le gustaba.
–¿Qué tal la última adquisición? –le preguntó Jaejoong.
–Muy bien –contestó Yunho sinceramente–. No tiene nada que ver con ninguna de las otras, es única y fantástica. Estoy seguro de que te encantará.
Jaejoong se quedó en silencio.
–Seguro que le gusta a todo el mundo. Tienes un don especial a la hora de elegir la ubicación de tus hoteles.
Yunho quería que le gustara a todo el mundo, por supuesto, pero sobre todo a él. Quería que Jaejoong viajara hasta allí con él, quería estar con él.
–¿Y tú qué tal? ¿No estarás trabajando demasiado?
–Estoy trabajando mucho, pero me viene bien estar ocupado. Además, no quiero rechazar nada de lo que me ofrezca Junsu –contestó Jaejoong.
–No dejes que se aproveche de ti, no dejes que nadie se aproveche de ti, solo yo –se despidió Yunho en tono informal.
Jaejoong se rio.
Ocho días después, Jaejoong estaba durmiendo cuando lo despertó el teléfono.
–¿Te pasa algo? Son las tres de la madrugada –se sobresaltó al ver que era Yunho.
–Estaba pensando en ti.
–¿Estás borracho?
–No, es que no podía dormir...
–¿Y no se te ocurre nada mejor que llamarme a estas horas? Tómate una taza de leche caliente –le propuso Jaejoong.
–Aquí hace mucho calor para eso.
–Pues pon el aire acondicionado.
–Hace mucho ruido –contestó Yunho–. ¿Has practicado alguna vez sexo telefónico?
¡Jaejoong terminó de despertarse!
–¿Seguro que no has bebido?
–Contesta –lo urgió Yunho en tono seductor.
–No, creo que me entraría la risa –admitió Jaejoong.
–¿Y qué te parece si lo hiciéramos por Skype? Así, también podríamos vernos. Como te gustan tanto las películas...
Desde luego, sabía cómo excitarlo, pero no podía ser...
–Se supone que somos amigos, ¿no? –le recordó–. Y los amigos no practican sexo, ¿no?
–Ah, vaya, se me había olvidado.
–Ya veo.
–Prometo seguir intentándolo.
–Sí, vas a tener que seguir intentándolo... sé que esto es duro... que te lo estoy poniendo duro...
–No te puedes ni imaginar cuánto...
–Yunho –suspiró Jaejoong, que lo deseaba tanto como él a él por mucho tiempo que hubiera pasado.
–¿Qué pasaría si volviera a meter la pata?
–No sé, supongo que se me ocurriría alguna manera de castigarte –contestó Jaejoong.
Se estaba excitando con la conversación.
–¿Cómo me castigarías? –quiso saber Yunho.
–Tal vez, obligándote a salir de la habitación –aventuró Jaejoong siguiendo con las palabras con doble sentido.
–¿Me obligarías a salir? ¿Y si no quisiera?
–¿Preferirías quedarte dentro? –le preguntó Jaejoong apretando los muslos.
–Sí, preferiría quedarme dentro –contestó Yunho–. Lo que quiero es estar dentro de ti y moverme con fuerza... –añadió ya sin rodeos– mientras te hago una cosa que te gusta mucho...
Jaejoong se mordió el labio inferior. La curiosidad podía más que la prudencia.
–¿Qué me harías?
–Me encantaría penetrarte una y otra vez mientras te masturbo.
Jaejoong ahogó una exclamación.
–Te gusta, ¿verdad? Sí, claro que te gusta. Es lo que más te gusta. Te corres en cuanto te toco.
Jaejoong no podía negarlo.
–¿Te gustaría que te estuviera tocando ahora?
Jaejoong cerró los ojos.
–Sé cómo te pones... –continuó Yunho–. Seguro que te estás tocando. ¿Tienes la mano entre las piernas como si fuera la mía?
Jaejoong agarró el teléfono con fuerza. Con una mano porque la otra estaba, efectivamente, donde Yunho decía.
–Sé lo que estás haciendo –insistió él.
–¿Ah, sí? –jadeó Jaejoong.
–Estás pensando en mí, te estás excitando imaginando que soy yo el que te está tocando, te estás tocando como querrías que yo te tocara, no puedes evitarlo.
–¿Y tú qué estás haciendo? –le preguntó Jaejoong.
–Escucharte e imaginarte –contestó Yunho–. También me gustaría que te sentaras encima de mí y me cabalgaras porque lo haces muy bien...
Jaejoong se estremeció. Estaba muy cerca del orgasmo. ¿Cómo era posible que estuvieran practicando sexo telefónico?
–Yunho, te tengo que dejar –suspiró.
–Sueña conmigo –se despidió Yunho.
Llevaba semanas haciéndolo.
Hacía más de tres semanas que no lo había visto y creía tenerlo todo bajo control, pero se había equivocado.
–Hola –lo saludó al llegar junto a la mesa.
Habían quedado para comer, pero aquello era una locura. Tenía el pulso disparado. Jaejoong le sonrió de manera encantadora. Yunho no se sentó sino que le tendió la mano, invitándolo a ponerse en pie.
–Tengo una sorpresa para ti.
–¿De qué se trata? –quiso saber Jaejoong desplegando cierta prudencia.
–Te quedaste sin ver una parte muy importante de la finca.
–¿La finca? –se sorprendió Jaejoong mientras Yunho lo sacaba de la cafetería y lo metía en su coche descapotable–. No vamos a ir a la finca.
–El avión despega en media hora, así que tenemos el tiempo justo.
–Yunho, habíamos quedado solo para comer. No puedo dejar el trabajo...
–Ya he hablado con Junsu y está todo solucionado. Va a hacer él la visita de esta tarde.
–¿Cómo?
–Llevas demasiados días seguidos trabajando. Necesitas descansar.
Jaejoong se quedó mirándolo anonadado.
Había menos de una hora de vuelo y Yunho se la pasó mandando mensajes desde el teléfono móvil, así que Jaejoong se dedicó a leerse de cabo a rabo una revista. Al aterrizar, no había ningún coche esperándolos, cambiaron el avión por un helicóptero.
–Yunho, no me he traído ropa de sobra –le advirtió.
Él lo miró con picardía.
–Bonito, no la vas a necesitar.
¿Qué estaba ocurriendo? No había duda de las intenciones de Yunho. ¿A dónde demonios lo estaba llevando? Lo peor era que a Jaejoong tampoco le importaba demasiado, pues estaba demasiado excitado por volver a estar con él y darse cuenta de que la atracción que Yunho sentía por él seguía siendo igual de fuerte.
Yunho se puso a los mandos del aparato y lo hizo elevarse. Siguió el río hasta la finca y, una vez allí, lo llevó hasta un lago escondido, un lago que parecía de leyenda. Hizo descender el helicóptero cerca y lo invitó a seguirlo.
–Vamos.
Jaejoong comprendió que Yunho había estado allí muchas veces y no era para menos, pues el lugar era increíble. Se trataba de un entorno mágico, parecía sacado de una película, pero era real.
–Qué bonito –comentó Jaejoong.
–El agua está helada, así que no te vayas a meter, que no quiero tener que tirarme a por ti.
Jaejoong se rio. Lo cierto era que le hubiera encantado meterse en aquella agua helada para ver si, así, el calor que sentía por todo el cuerpo se calmaba.
–No hemos hablado de aquello –comentó Yunho tirando una piedra al agua.
–¿De qué?
–De la llamada telefónica.
Jaejoong se sonrojó.
–Sabes perfectamente que quieres volver a acostarte conmigo –anunció Yunho tomándolo del mentón y obligándolo a mirarlo–. Así que tienes que elegir entre pasar aquí la noche o volver a la finca en helicóptero. Te advierto que en la cabaña solo hay una cama y no es muy grande.
Jaejoong sintió que la cabeza le daba vueltas, así que elevó la mirada al cielo.
–Creo que va a haber tormenta, así que será más seguro quedarnos aquí.
–Nada de tormentas, Jaejoong, nada de excusas. Quiero sinceridad –le advirtió Yunho acercándose–. ¿Quieres pasar otra noche conmigo o no?
Jaejoong sintió que era preso de la más grande excitación.
–¿Qué tipo de pregunta es esa?
–Contesta.
Jaejoong lo miró fijamente.
–Está bien, vamos a la cabaña.
–¿Estás seguro?
–Sí –contestó Jaejoong, que sabía perfectamente lo que estaba haciendo.
Estaba harto de luchar contra sus propias necesidades. Yunho sacó lo que necesitaban del helicóptero y volvió a su lado mirándolo a los ojos, sintiendo que el corazón le latía aceleradamente.
–Prométeme que solo será esta noche y ya está. Nada más. Cuando volvamos al mundo civilizado, volveremos a ser quienes somos, volveremos a ser solo amigos. Es la única condición que te pongo para que la fantasía se pueda hacer realidad.
–¿Por qué te empeñas en querer controlarlo todo?
–Yo no me empeño en...
–No podemos darle la espalda a lo que hay entre nosotros. Ser amigos, que es lo que tú has propuesto, no está funcionando.
–Una noche.
–La noche entera –negoció Yunho–. No solo una vez y nos vamos a dormir. Quiero, literalmente, la noche entera –añadió, temiendo que ni siquiera eso fuera suficiente.
–¿La noche entera? –repitió Jaejoong mojándose los labios con la lengua.
Dios mío, aquello iba a ser impresionante. Yunho se acercó y se dio cuenta de que a Jaejoong se le había acelerado la respiración y estaba temblando. Sí, definitivamente, él también estaba excitado ante la noche que tenían por delante. Era la única manera que tenían de agotar lo que había entre ellos. Tras una noche de pasión, podrían irse tranquilos.
Jaejoong se dio cuenta de que estaba a punto de tener un orgasmo y no habían hecho nada, solo hablar de que iban a pasarse la noche practicando sexo.
Yunho lo llevó hasta la cabaña, que resultó ser un lugar pequeño y coqueto.
–¿Vienes aquí a menudo acompañado? –le preguntó Jaejoong.
–No, te aseguro que no –contestó Yunho sonriendo–. Voy a encender la chimenea.
Jaejoong pensó que a él no le hacía falta más calor, ya tenía suficiente en su interior. Se quitó las botas mientras Yunho encendía el fuego.
–Esta cabaña la diseñé yo –contestó Yunho carraspeando–. Y la construí con mis propias manos. Nunca he traído a nadie aquí. Me gusta estar solo, disfrutar de las vistas. Aquí hay paz.
–¿Y mi presencia aquí no rompe esa paz?
–Tú eres parte de la fantasía –sonrió Yunho–. Ven a ver atardecer –lo invitó tendiéndole la mano para subir al segundo piso.
Allí había una cama sencilla, no muy grande, era cierto. A diferencia de la planta baja, que era toda de cristal, allí solo había una ventana. Lo que se veía a través de ella parecía un cuadro.
–Debe de ser increíble estar aquí cuando llueve –comentó Jaejoong.
–Sí –contestó Yunho sacando algunas sábanas del armario y comenzando a hacer la cama.
Jaejoong no sabía si sentirse insultado por que todavía no se hubiera abalanzado sobre él o halagado de que se estuviera preocupando de su bienestar y su comodidad.
–Ya te dije que no era una cama muy grande –comentó Yunho.
Jaejoong se quedó mirándolo mientras hacía la cama. Le sudaban las palmas de las manos.
–¿Te ayudo? –se ofreció cuando ya no pudo más.
La impaciencia lo estaba matando.
–Almohadones –pidió Yunho.
Jaejoong se giró y vio que en el armario había diez o doce.
–Vaya, te gustan las almohadas, ¿eh? ¿Duermes abrazado a una? –bromeó.
Yunho sonrió.
–Dentro de un rato, te enseñaré un par de cosas para las que resulta muy útil tener un par de almohadas a mano –le prometió en un tono de voz que no dejaba lugar a dudas–. Pero antes vamos a comer algo.
¿Comer? ¡Debía de estar de broma! ¿Era una manera de torturarlo?
–No tengo hambre –declaró Jaejoong.
Quería acción, quería librarse del deseo que lo perseguía desde hacía tanto tiempo, quería quemar el recuerdo de aquella noche, así que comenzó a desabrocharse la camisa. Yunho se quedó mirándolo un momento, pero luego, para alivio de Jaejoong, se acercó. Jaejoong sonrió creyendo que iba a unirse a la fiesta, pero Yunho se limitó a alargar el brazo para agarrar una linterna que había en la mesilla. Jaejoong se quedó mirándolo estupefacto.
–Por favor, no pares –le pidió él–. La última vez, no pude verte desnudo.
Oh, no, no podía hacerlo.
Yunho sonrió y, entonces, Jaejoong vio que estaba sudando y comprendió que estaba tan nervioso y deseoso como él, lo que le dio valor.
–Solo si tú haces lo mismo –le propuso.
–¿Quieres que me desnude para ti? –le preguntó Yunho visiblemente excitado.
–Sí –afirmó Jaejoong con rotundidad mientras dejaba que la camisa cayera al suelo–. No pienso seguir hasta que tú no hayas empezado.
En un abrir y cerrar de ojos, Yunho se había quitado la camiseta, la había tirado al suelo y se había desabrochado los vaqueros. Menos mal que no se había quitado también los calzoncillos. A Jaejoong le encantó poder fijarse en cómo le marcaban sus atributos.
–Es todo para ti –murmuró Yunho siguiendo su mirada–. Mira, mira cómo me pones.
Jaejoong lo estaba viendo claramente y lo quería todo dentro de él.
–Te toca –lo invitó Yunho.
Jaejoong se quitó los vaqueros y los calcetines, pero se dejó la ropa interior.
– ¿Te gusta la caricia de la tela? –murmuró Yunho.
–Sí, pero prefiero las tuyas –contestó Jaejoong acercándose a él.
Pero Yunho dio un paso atrás.
–No, no –le dijo–. Esta vez no va a ser rápido.
Jaejoong lo necesitaba ya, necesitaba un orgasmo liberador. Se mojó los labios. Estaba muy excitado y, a juzgar por el tamaño de los calzoncillos de Yunho, él también. Jaejoong avanzó hacia la cama. Una vez sentado, se liberó de la ropa sobrante y se tumbó completamente desnudo sobre el colchón, retándolo.
Yunho, que lo estaba mirando atentamente, dejó de sonreír. Jaejoong se alegró, pero se sorprendió al ver que volvía a hacerlo, que volvía a sonreír.
–¿De verdad no has pensado en hacerte actor, Jaejoong? –le preguntó tomándolo de la mano y tirando de él para que se sentara.
–¿Cómo?
¿Por qué no se tumbaba encima de él de una vez?
–Mira –le indicó Yunho señalando la ventana.
Había anochecido y el cristal, completamente oscurecido, se había convertido en un espejo.
–Nadie nos ve, no hay nadie en varios kilómetros a la redonda –le aseguró Yunho besándolo por todo el rostro menos en la boca–, pero nosotros sí nos vemos, tú puedes verlo todo, puedes mirar –le sugirió poniéndose de espaldas a la ventana y arrodillándose ante él.
Jaejoong ahogó una exclamación. Se veía absolutamente todo.
–Pantalla tamaño real –bromeó Yunho mientras lo besaba por el cuello.
–Yunho... –suspiró Jaejoong.
–La linterna se va a quedar encendida –le anunció–. Toda la noche. Quiero que esta vez te quede claro que soy yo.
–Lo sé perfectamente –le aseguró Jaejoong.
–Toda la noche –insistió Yunho comenzando a besarlo, en el pecho y por la tripa.
Jaejoong miraba su reflejo en el cristal y la excitación iba en aumento. Sintió que los huesos se le derretían y que se convertía en un muñeco de trapo con el que Yunho podía jugar a su antojo.
–Nunca había visto una película así –jadeó.
–Pues ya iba siendo hora –contestó Yunho acariciándole el pecho.
–Jaejoong Kim, la estrella porno.
–Jaejoong Kim, la última tentación –contestó Yunho acariciándole un pezón–. ¿Es la primera vez que ves a un hombre dándo placer? –le preguntó elevando la mirada hacia él.
–Oh, Dios mío...
–Mira lo que te voy a hacer.
–Oh.
Jaejoong siempre había practicado sexo con la luz apagada y bajo las sábanas, pero la nueva experiencia, sentirse completamente expuesto, le estaba encantando. Aquello de tener a un hombre como Yunho arrodillado ante él, haciéndole todo tipo de cosas para hacerlo disfrutar era increíble.
Yunho deambuló con la boca por su tripa mientras le acariciaba las caderas con las manos y sonrió cuando Jaejoong se estremeció.
–¿Estás entrando en calor? –le preguntó.
–Quiero más –contestó él.
–Impaciente.
Jaejoong siguió mirando, mirando y sintiendo. Yunho estaba completamente entregado, había vuelto a subir a su pecho y lo estaba lamiendo con deleite.
–Sabes que estoy dispuesto a hacerte cualquier cosa que te guste –le recordó.
Jaejoong no podía más, se llevó las manos a los muslos y presionó para intentar calmar su deseo. Necesitaba sentirlo dentro. Yunho se quedó mirando sus manos, sus dedos, cómo se movían y colocó las suyas encima. A continuación, le separó las piernas un poco más para poder verlo todo.
Jaejoong gritó su nombre cuando se inclinó sobre él y le dio un lengüetazo.
–Vuelve a decirlo –le dijo él.
Jaejoong repitió su nombre y Yunho le regaló otro lengüetazo.
–Otra vez –la instó.
Cuando Jaejoong así lo hizo, introdujo dos dedos en su cuerpo. Jaejoong volvió a gritar de placer. Yunho lo observaba excitado.
–Grítalo –le pidió apretando los dientes.
–Yunho –gritó Jaejoong.
Yunho se echó hacia delante, hacia él, y disfrutó de su orgasmo, que llegó mientras Yunho seguía acariciándolo y lamiéndolo. Jaejoong echó la cabeza hacia atrás y lo dejó hacer mientras sentía oleadas y oleadas de sensaciones.
–Te quiero a ti –le rogó cuando su lengua y sus dedos no le parecieron suficiente.
–¿Qué quieres de mí? –le preguntó Yunho deslizando sus dedos por su centro húmedo.
–Lo sabes perfectamente –contestó Jaejoong.
–Quiero oírtelo decir.
Jaejoong se apretó contra su mano.
–Quiero que me penetres tan fuerte que mañana no pueda andar –rugió.
–¿Tan fuerte? –insistió Yunho.
–Y más –insistió Jaejoong, que lo quería todo.
Pero Yunho no se tumbó sobre él, como esperaba. Se irguió, se quitó los calzoncillos y se puso un preservativo.
–¿Quieres que te ayude? –se ofreció Jaejoong.
–No, gracias. Si me tocas, me voy –contestó Yunho.
Luego, se colocó a su espalda para que los dos quedaran reflejados en el cristal y pudieran verlo todo, puso a Jaejoong a cuatro patas y se colocó entre sus rodillas. Jaejoong sintió su erección.
–Oh –gimió.
–Mira.
Jaejoong giró la cabeza y volvió a gemir ante la erótica imagen que le devolvió el cristal. Sus miradas se encontraron en el reflejo. Yunho lo agarró con fuerza de la cintura y lo empujó para que elevara un poco las caderas.
Jaejoong así lo hizo.
–No te pierdas nada –lo urgió Yunho.
Luego, se echó hacia atrás y lo colocó sobre él para, a continuación, comenzar a penetrarlo. Jaejoong no podía apartar la mirada del cristal, le estaba encantando sentir que lo empalaba y verlo a la vez, ver cómo su cuerpo recibía y se tragaba la erección de Yunho una y otra vez, una y otra vez.
Jaejoong gritó de placer cuando Yunho deslizó una mano desde su cintura y entre sus piernas para masturbarlo mientras lo penetraba. Volvió a gritar cuando Yunho comenzó a apretarle el pezón.
Intentó controlarse, pero fue imposible. Sus miradas volvieron a encontrarse. Se habían convertido en dos seres completamente desinhibidos.
–Jaejoong –le dijo Yunho dándole la vuelta.
Jaejoong lo miró mientras se erguía, le separaba las piernas y se tumbaba sobre él. Lo recibió abriendo bien las piernas y basculando la pelvis hacia delante. Yunho siguió penetrándolo una y otra vez, dándole placer, pero para Jaejoong nada era suficiente, gritaba de placer, pero seguía queriendo más.
–Eres insaciable –rugió Yunho.
–Lo quiero todo, absolutamente todo –declaró Jaejoong sin ningún tipo de vergüenza.
Así que Yunho echó la cabeza atrás y lo penetró con más fuerza que nunca. Aquello no era fantasía, aquello era real, completamente real. Yunho se había descontrolado, como él, y le estaba encantando verlo así.
El sudor corría entre sus cuerpos, que se deslizaban uno sobre el otro, generando todavía más calor. La velocidad y la potencia de las embestidas era tremenda y Jaejoong se dio cuenta de que, aunque no quería que terminara nunca, no iba a aguantar mucho más.
Yunho juró en voz alta mientras Jaejoong gritaba a pleno pulmón. Un rato después, lo único que se oía era la respiración entrecortada de Yunho y los latidos desaforados de su corazón. Lo estaba aplastando, pero le daba igual.
–¿Puedes respirar? –le preguntó él apartándose.
–Más o menos –contestó Jaejoong, dándose cuenta de que le dolía la garganta de tanto gritar.
–Espero que no te arrepientas de lo que acabamos de hacer porque ha sido la experiencia más increíble de mi vida –le advirtió Yunho.
Jaejoong asintió.
–Ha sido mejor que la primera vez –recapacitó Yunho negando con la cabeza–. Ahora lo único que quiero es volverlo a hacer. Muchas veces. Muchas veces más –añadió tumbándose de espaldas y mirando al techo–, pero primero tengo que recuperar fuerzas.
–Solo esta noche –le recordó Jaejoong.


2 comentarios:

  1. Aferrados a solo a esa noche completa por miedo al compromiso.

    Gracias!!! 💗💕💞

    ResponderEliminar
  2. Vaya capitulo... Muuuuy intenso jajajajajajaja y erotico... Me encanto!!!!

    Viene el yunjae con todo pero.. Son tan cobardes ambos que no aceptan sus sentimientos.. Siguen diciendo que serán "amigos", en fin, ver que pasara después de esa noche desenfrenada

    ResponderEliminar